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Eskups del antiprogre: Pereza

El antiprogre es un progre que se empeña en proclamar que circula en dirección contraria cuando está en una lenta caravana de fin de semana. Vive como un progre, siente como un progre, e incluso viste y en todo parece un progre. Pero vota, piensa y habla como un reaccionario. No hay que olvidar la comodidad: darle al progre requiere un muy escaso esfuerzo argumentativo. No convirtamos en virtud lo que sólo es una facilidad de los tiempos: lo peor del antiprogre es su pereza intelectual.

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3 de agosto de 2010
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Headhunter literarios

Buscando un bestseller Recuerdo que Zadie Smith era una alumna de taller de escritura cuando un headhunter la captó, luego de leer un cuento suyo en la clase, y le propuso editarla. El éxito de Dientes blancos cuenta el resto de la historia. Los scouts literarios, personas pagadas por agentes para pescar probables bestsellers, existen desde hace décadas. Su labor es discreta, como la de los scouts deportivos, pero no pasa inadvertida.  Con Argentina como invitada en la Feria de Frankfurt, los headhunter están a la orden del día en esos pagos. Al menos así lo sostienes esta nota en la Revista Ñ:

Cristina De Stefano trabaja en Francia para Italia, Brasil, Alemania, EE.UU. y España. A la hora de definir a un buen scout, no lo duda: ?Tiene que ser rápido en la lectura: no se lee por placer sino para aconsejar a otros. Ser profesional a la hora de evaluar un libro: no se le dice al cliente que un libro te gusta, sino por qué puede gustar. Y hay que ser un poco cínico también: a menudo sugiero traducir un libro que no me gusta pero sé que mi gusto no representa a todo el público. También hay que ser muy competitivo?. Ida Rosiello es italiana y su área geográfica comprende Italia, España y Sudamérica. Para ella el scout debe tener: ?Sensibilidad lingüística e interpretativa. Seguridad al descartar o considerar válido un texto. Cualquier error es crucial; te hace perder la credibilidad. Para conseguir todo esto, un sentido comercial ayuda?. (?)A la hora de hacer la pesca diaria, los terrenos a explorar son muchos. Más allá de las visitas a los editores para obtener información de primera mano. ?Se trata básicamente de atar cabos. La información está en revistas, suplementos culturares, premios literarios, catálogos de agencias, concursos, foros, blogs de los escritores -detalla Rosiello-. Hay que prestar mucha atención a libros de cuentos de escritores inéditos, focalizarse sobre un autor y buscar a su alrededor?. Holandés con base en México, Lex Spaans recorre las ferias más importantes, habla con editores y envía informes de libros latinoamericanos para sus veintidós clientes en todo el mundo. En la Feria del Libro de Guadalajara, la de Spaans fue en 2007 la única agencia mexicana de scouting y en agosto se instalará en Buenos Aires. ?Mis clientes miran muy interesados lo que pasa allí ?explica-. Muchos editores latinoamericanos envían información sobre nuevos libros, pero no saben qué es importante en el mercado internacional?. Rosiello también mira con atención lo que sucede en Argentina y, mientras trata de vender a Oliverio Coelho en Italia, abre la puerta para nuevas historias. De Stefano se maneja sola y reconoce que su profesión es demandante. ?Trabajo todo el día. Almuerzo con editores, con periodistas, con gente del mundo editorial de París. Recibo una docena de libros a diario y no me gusta ver cómo van formando montañas en mi oficina?, cuenta. Descubrir un potencial best seller es el objetivo principal de todo scout. De Stefano cuenta varios, pero destaca su hallazgo de El diario de Hélène Berr, para EE.UU. ?Es poco común tener una traducción del francés al inglés norteamericano?, dice. Los scouts son filtros ¿se les escapa a veces algún best seller? De Stefano confiesa: ? La elegancia del erizo, el francés mejor vendido de los últimos años, fue mi gran lamento: le dije a todo el mundo que era bastante raro, pero no ví que era un best seller mundial. Si lo hubiera visto, habría insistido más. Esta es la magia en este trabajo, nunca se sabe cuando un éxito va a crecer?. Spaans agrega: ?En México he encontrado best sellers que en Europa no funcionan. Un éxito universal es raro y no podemos predecirlo?. 

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3 de agosto de 2010
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RECUERDOS DE FERIA.- En medio de centenares de personas, Alonso…

RECUERDOS DE FERIA.- En medio de centenares de personas, Alonso Cueto recibió el homenaje de la Cámara Peruana del Libro en la Feria Internacional del Libro 2010. Luis Hernán Castañeda y yo, además del presidente de la CPL Jaime Carbajal, destacamos el lugar privilegiado que tiene Alonso Cueto en la literatura peruana y latinoamericana. Al final, Alonso Cueto declaró ?Me parece curioso recibir un reconocimiento por hacer aquello que me hace tan feliz hacer, como es escribir. Escribo siempre, todos los días, desde que me despierto. Y esas horas en las que me paso escribiendo, ya sea a lapicero o en la computadora, soy inmensamente feliz?

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2 de agosto de 2010
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El ciclista

 

Después del lamentable (a ratos por obsceno) espectáculo que ha sido el Tour de Francia 2010, leer El ciclista, de Tim Krabbé, es una delicia. Porque, más allá de que sea un relato centrado en el deporte de la bicicleta (total y absolutamente centrado en ello, pues desde el título hasta la última palabra de la contraportada no se habla de otra cosa)  transmite una imagen envidiable de lo que podrían ser los deportes en general de no haber sido víctimas de la hiperprofesionalización que los está asfixiando.

Más o menos la mitad de su libro, Krabbé  la dedica a narrar una carrera llamada Tour del Mont Aigaoual que se celebró el 26 de junio de 1977 y que él, como se dice claramente en las primeras páginas, "quería ganar". La carrera, que actualmente todavía se disputa y ha cobrado un gran prestigio en parte gracias a esta novela, consiste en un doble bucle de 137 kilómetros que se cruza en Meyrueis, un pueblo situado en pleno parque natural de Les Cévennes. El recorrido, que se hace en algo más de cuatro horas, incluye varios puertos de montaña, entre ellos el que da nombre a la carrera y que tiene 1.567 m de altura. Durante los prolegómenos y los primeros kilómetros se van dando a conocer los más significados de los cincuenta y tantos corredores que le van a disputar el triunfo al autor. En la otra mitad del libro se van evocando algunas de las cuatrocientas carreras que por aquel entonces llevaba disputadas Krabbé, un notable ajedrecista que se pasó al ciclismo con casi treinta años y que poco a poco fue endureciendo su cuerpo, depurando su técnica y adquiriendo el conocimiento necesario para empezar a participar en carreras y, lo cual es quizá el trasfondo más interesante del libro, atreverse a decirse a sí mismo que las disputaba para ganarlas. Gestas significativas de los grandes campeones del pasado, sucesos de gran importancia para la historia del ciclismo y reflexiones morales que surgen del hecho mismo de afanarse por seguir dando pedaladas incluso mucho después de haber perdido el resuello, se entrelazan con el momento agónico de la carrera misma para componer un relato sencillo y a la vez apasionante porque veintitantos kilómetros después de la salida, y cuando todavía no se ha dejado atrás el primero de los puertos de montaña, ya ha quedado muy claro que allí no se está disputando únicamente una carrera sino que se está tejiendo una auténtica moral de vida.

El ciclismo no tiene un panteón de caídos tan ilustres como el alpinismo o la navegación, por poner dos ejemplos de prácticas deportivas que conllevan un gran riesgo, pero en cambio, quizás porque es una magnífica escuela, cuenta con millones de practicantes cuya afición a la carretera tiene algo de religioso (incluido, para qué negarlo, el fanatismo). Y para comprobarlo basta acercarse una mañana de verano a cualquiera de los puertos que el Tour ha mitificado (los Tourmalet, Mont Ventoux, Aubisque, Galibier, etc): centenares de padres de familia, muchos de ellos protegido por el coche familiar, pedalean con desesperada determinación sin más objetivo que poder fotografiarse en lo más alto contra el cartel donde ponga el nombre y la cantidad de metros que les ha costado llegar hasta allí. Pero ojo: si a media montaña les alcanza alguien que ellos juzgan, con sólo una breve ojeada por el rabillo del ojo, un inferior, la ascensión puede degenerar  en un duelo dramático porque ningunos de los dos  contendientes cederá el paso al otro a menos que se ponga de manifiesto la peor verdad que puede salirle a uno al paso cuando está en pleno esfuerzo: que el inferior es superior.

 A falta del equivalente a la Segunda División en las ligas de fútbol, el ciclismo se ha inventado un circuito de carreras amateurs que cubre todas las modalidades que luego se practican en el ciclismo profesional y que son, al mismo tiempo, un campo de entrenamiento para futuras figuras  y un refugio para quienes podrían haberse labrado un futuro en los equipos profesionales pero que, por las causas que sean (la vida) continúan siendo unos aficionados capaces de fajarse con sus iguales en condiciones de gran dureza.  Ése es el perfil de competidor que describe admirablemente Krabbé, porque él es uno de ellos. La carretera, inerte, ajena, ecuánime, es la que pone a cada cuál en su sitio y la que dice quién y qué es cada uno. Pero justamente por eso se dice que, a su modo, el ciclismo es una escuela donde se enseña una moral de vida.

Y una última cosa: la versión castellana de El ciclista va ya por la tercera edición.

 

El ciclista

Jim Krabbé

los libros del lince

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2 de agosto de 2010
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Nueva consideración de los insectos

Una amiga me prestó las voluminosas memorias de Bernd Heinrich tituladas The Snoring Bird: My family's journey through a century of biology, en las que, en efecto, se cuenta la historia de una familia de zoólogos durante más de un siglo. Dos generaciones de Heinrich, linaje de origen germano-polaco originario de una zona de la Prusia Oriental que a principios del siglo XX pertenecía a Polonia, se dedicaron como profesionales a la búsqueda de nuevas especies vivientes, tanto en Europa como en Asia, América y África. Los museos alemanes y americanos están repletos de ejemplares cazados y disecados por los Heinrich.

Por razones comerciales el grueso de su trabajo estuvo dedicado a los pájaros y los pequeños mamíferos, pero la pasión familiar predominante (y de la que son autoridad mundial) eran unos insectos llamados en inglés Ichneumon (no se corresponde con el español "Icneumón" que designa a una variedad de mangosta), pequeño himenóptero parecido a la avispa de los que identificaron miles de especies que llevan su nombre latinizado. La característica más simpática de este bicho es que pone sus huevos en el cuerpo de otros insectos, de los cuales se alimentan luego las larvas. Sin embargo, el libro también podría haberse titulado: "Del naturalismo a la biología".

    Hace tiempo que insisto sobre los cambios que tuvieron lugar a mediados del siglo pasado, oscuras mutaciones que causaron lo que a mi modo de ver no puede llamarse cambio de época sino de era. Nada sabemos de "nuestra" era, excepto que es el inicio de la expansión global del dominio técnico y que ese dominio no es, en absoluto, un proyecto humano ni está bajo nuestro control. El libro de Heinrich ilustra sobre otra crisis interesante. Al describir una expedición a Tanzania en los años 1961/62 dice lo siguiente:

    "Aquella no sólo iba a ser nuestra última expedición, sino la última de las expediciones zoológicas clásicas, el final de una tradición que venía de cien años atrás a través de la época Victoriana, conducida por figuras como Darwin, Wallace, Humbolt, Audubon. Este viejo campo de trabajo estaba siendo barrido por la biología moderna. En pocos años ya no habría más pájaros por descubrir excepto mediante los nuevos métodos de análisis del ADN sobre ejemplares ya recogidos en los museos. Iba a suceder algo inimaginable: la gente dejaría de comentar y discutir el descubrimiento de nuevas especies. En cambio, ya no se hablaría de otra cosa que de la destrucción ecológica y la extinción de especies bien conocidas a escala global".

    Así pues, todavía en 1960 el mundo se veía como una extensión inacabada, una inmensa reserva de riquezas ocultas que aún podían descubrirse para aumentar nuestro saber, nuestro placer y nuestros recursos. Y de pronto, en muy pocos años, el discurso se transformó en su contrario y apareció el terror del avaro ante la pérdida de su fortuna. El mundo pasó a ser un lugar limitado y sus riquezas ya no crecían sino que menguaban. Comenzó entonces el conservacionismo a ultranza de cualquier elemento del que temiéramos su desaparición. No sólo ballenas y tortugas sino también lenguas, costumbres atávicas, edificios, fiestas arcaicas, cataluñas, escocias y flandes. Todo debe ser protegido, todo corre peligro de extinción.

    Es muy posible que ese movimiento de repliegue y temor, la indudable reacción encogida de las últimas décadas, esté justificado por una ruina verdadera que de pronto se hace patente y paraliza el ánimo explorador y aventurero, una destrucción tan general que todo el mundo corre a refugiarse en el laboratorio de su casa antes de que el hacha caiga sobre su cabeza. No obstante, la realidad de la ruina, su presencia social, no ha tenido lugar hasta 2008. Hay algo que no cuadra. ¿Cuándo comenzó el pánico y de qué manera se ha ido expandiendo?

    Es sorprendente que los más afectados por el terror sean justamente los occidentales que se supone son los más fuertes y por lo tanto quienes menos han de sufrir la destrucción. En contraste, chinos e indios no tienen la menor conciencia de estar arrasando el planeta sino que más bien se alegran como críos cada vez que incrementan en mil toneladas por segundo su producción de CO2.

¿Son ellos los peores destructores? ¿O son tan ignorantes que no tienen conciencia del destrozo? ¿O acaso la pobreza impide comprender los problemas universales? ¿O quizás creen que ahora les toca a ellos acabar la tarea de arrasamiento global? ¿O será que no tienen una disposición del ánimo que les incline al catastrofismo?

La peor de las hipótesis: que alcanzado un grado muy agudo de riqueza se produzca una contracción destructiva por autorregulación. Y que nosotros seamos los que han alcanzado ese grado suicida de riqueza que supone nuestra desaparición.

¿Somos como el macho de la Mantis que una vez ha fecundado a la hembra se deja devorar para garantizar la supervivencia del que ha de nacer? ¿O como el Ichneumon que vive del cadáver que lo acoge? ¿Y cuál es nuestro cadáver?

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2 de agosto de 2010
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Amigos del jurado

Cada vez que me toca ser jurado de algún premio, dos o tres amigos llaman para advertirme de que se han presentado. No dicen ni que les apoye, simplemente me advierten. Yo, desde luego, siempre les prometo que les apoyaré. Nunca, sin embargo, amigo alguno ganó un premio del que yo fuera jurado o, mejor, ningún amigo de los que tuvo la suficiente confianza como para informarme de su participación logró obtener el galardón. Viene a ser una casualidad y no una maldición pero la ecuación que forma la llamada de alerta y el fracaso se repite insistentemente. Todavía muchos creen, seguramente con algún fundamento, que las influencias cuentan. Podría decir, de acuerdo a mi experiencia, que es más verdad el diagnóstico de que sin amistades y conocidos se pierden oportunidades merecidas. Pintores, escritores, músicos, arquitectos obtienen distinciones no necesariamente porque alguien maquine en el jurado sino porque para el conjunto del jurado se trata de alguien que merece ser recompensado en cuanto ser humano. Porque, en las últimas deliberaciones y más cuando son reñidas, no se trata sólo de ponderar los  méritos profesionales de la obra concreta sino el valor personal y afectivo que ha logrado el autor sobre  el corazón y la vida de quienes componen el jurado. Algunos autores obtienen una y otra medalla a partir de que, además de ser profesionales dignos, son personas bondadosas. Los conspiradores tienen pocas opciones de ganar si son malvados pero muchas si son buenas personas. La bondad de un candidato tiene pues mucho ganado de antemano. O lo que es lo mismo: si la llamada al miembro del jurado podría incluso provocar efectos negativos debido a la mala calidad del sujeto, la silenciosa llamada a los corazones de la persona buena posee un plus que, a menudo, termina convirtiéndose en el premio más codiciado.

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2 de agosto de 2010
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Cuestión de narices

  

Entre las residencias anatómicas propuestas para sede del alma, una de las más clásicas es el diafragma. El filósofo Crisipo hizo su mejor defensa alegando que, al decir “ego”, el mentón se mueve precisamente en dirección al diafragma. Este argumento egoísta se emitió en Atenas poco antes del 200 a. C. La escuela hipocrática había decretado dos siglos antes que el diafragma es el músculo abovedado que separa los pulmones del resto de colegas viscerales. Pero, en griego homérico, “phrenes” —suele aparecer en plural— se refiere a todo el dispositivo que registra las emociones, y no sólo incluye al diafragma, sino también a multitud de órganos dependientes del nervio vago, que en realidad es muy trabajador, porque transmite y gestiona las sensaciones de laringe, tráquea, vísceras torácicas y abdominales, cambia la voz, muda el color del rostro, angustia la garganta, seca la boca, pone el corazón en un puño, atenaza y desmaya el ánimo, levanta mariposas en el estómago, y modula la actividad eléctrica cerebral.

 

Otra sede clásica del alma ha sido desde siempre el hígado. El órgano “pesado”, como se le llama en la Biblia, se reputaba sede de la vida, la exaltación y los pensamientos. Los estudiantes babilónicos de adivinación disponían de un gran muestrario de hígados de arcilla y bronce para aprender la manera de inspeccionarlo en los animales sacrificados y predecir el futuro, que no está en nuestras manos, sino en hígados ajenos. Por su arte, en la Ilíada, el hígado aparece secretamente unido a las rodillas, y basta atravesarlo con una lanza, espada, o incluso flecha medianeja, para que aquéllas experimenten inmediata flojera. 

 

Pero, según recientes estudios, la más antigua sede del alma humana es la nariz.

 

El estornudo, esa sentencia inapelable de las narices, tiene consideración de presagio favorable y augurio venturoso en la literatura clásica. Jenofonte, Catulo y Propercio lo tienen por manifestación profética, y en la Odisea, el estornudo de Telémaco es el asentimiento de los dioses al deseo de Penélope, y el anuncio infalible del triunfo de Ulises. 

 

La salutación al estornudo, presente en todas las culturas, es una cortesía convencida de que la divinidad acaba de asentir por nariz interpuesta y estaría feo ignorarlo.

 

El poeta Job dice que el hombre vive mientras el aliento de Dios está en su nariz. Desde el Génesis a los Salmos se repite como una respiración que Dios sopla al viviente su hálito de vida en la nariz y, si lo retira, el hombre vuelve al polvo.

 

En la Biblia, el aliento vital llamado “ruah” va de la nariz de Dios a las de sus criaturas, y las pone en función. En el pasaje donde Saúl  intenta matar a David clavándolo con la lanza en la pared, el ataque de envidia asesina se describe como “un mal ruah” de Dios que se apoderó de Saúl y lo puso frenético (o sea, de los "phrenes").

 

Las narices de Dios protagonizan numerosos pasajes bíblicos. Sobre todo, cuando se enciende su ira contra Israel, porque entonces la materia inflamable es su nariz. La mayor parte de las veces que asoma la nariz divina en el texto bíblico, está que arde y debe entenderse de manera figurada como ira divina. Pero nariz también significa paciencia. La ira y la paciencia comparten la nariz. Eso lo explica casi todo.

 

Cada cual es un mundo a una nariz pegado. Y cómo no memorar ahora al personaje más irreductible del gran Gogol, aquella sublime nariz emancipada, paseona y esquiva. 

 

Y de cierre, el venturoso estornudo del regreso a casa de Así habló Zaratustra: “Cosquilleada por vientos punzantes como vinos espumosos, mi alma estornuda, —estornuda y se felicita: ¡Salud!” 

 

 

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2 de agosto de 2010
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Eskups del antiprogre: Argumentos

Así como en un tiempo hubo comecuras y luego comefachas, ahora hay comeprogres.

No hay argumento que no pueda ser aderezado con un ataque contra el progre de turno. Su eficacia queda multiplicada. La defensa de las propias posiciones, asegurada. Con ese antídoto no hace falta pensar ni penetrar en el fondo de la propia argumentación. Tiene a su servicio dos siglos de repertorio. Imposible sustraerse a la tentación de utilizarlo para denigrar al progreso, a los progresistas y a sus abundantes epígonos, por más que él mismo se cuente entre ellos.

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2 de agosto de 2010
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Estrella Morente

 

                  

 Esta noche, 1 de agosto a las ocho y media, estamos de suerte, Estrella Morente actúa en el teatro Auditorio de El Escorial con su espectáculo El amor brujo, de Manuel de Falla, acompañada por la prestigiosa orquesta de Cadaqués. Una conjunción de flamenco y música clásica a la medida de una de las grandes, porque es el talento y el fuerte entorno cultural en el que se ha criado Estrella los que la convierten  en una artista muy completa y poderosa. La conocí de niña de la mano de su padre, Enrique Morente, y cuando volví a verla ya era una mujer hecha y derecha y estaba en un escenario dejando a todo el mundo boquiabierto. Con mucho empaque, mucha personalidad y una elegancia, que pone a las cantaoras en la vanguardia del siglo XXI. Incluso alguien completamente ajeno al flamenco y a su estética no podría resistirse al estilismo con el que Estrella llena el escenario. Siempre me ha encantado el gusto que tiene para vestirse y crear una marca propia en un mundo tan clásico como el flamenco. La combinación de colores de los vestidos, que a veces parecen arrancados de alguna hermosa lámina antigua, buena mata de pelo ondulado, las peinetas, ¿de dónde saca esas peinetas tan especiales? Seguro que ha aprendido mucho de su madre, la bailaora Aurora Carbonell, de quien por cierto también ha heredado su guapura. Piel clara, ojos verdes, cuerpo de bailaora. Estrella hace joven lo antiguo y a lo muy moderno lo pone en su sitio. Todo lo que entra en contacto con ella se convierta inmediatamente en Estrella Morente, por dentro y por fuera porque el estilismo es sólo la puerta de entrada al estilo, a la voz, al arte que lleva dentro. Como cuando se revuelve en la silla porque se llena de energía para alcanzar y electrizar al que está al otro lado del escenario entre las sombras.

            Hasta ahora yo siempre había sido uno de los alcanzados por el rayo láser de Estrella. Hasta la noche en que compartí escenario con ella. Como lo oyen. Ni en mis más locas fantasías (esas en que te ves corriendo los mil metros lisos y ganando o doblando cucharillas con la mirada y dejando al personal maravillado) me atreví a imaginarme algo así. Pero la vida a veces es la repera. ¿Qué te parecería estar en el escenario con Estrella Morente? Por supuesto yo no iba a cantar ni a bailar, se trataba de que escritora y cantaora nos mirásemos la una en el espejo de la otra y que nuestros mundos se cruzaran. Íbamos a actuar en el espectáculo "Música de los espejos", dentro del ciclo Suma Flamenca, que se celebraría en la antigua fábrica de cervezas El Águila.

            Me quedé muerta. ¿Qué me pondría? Seguro que Estrella estaría pensando en sus alegrías, tangos, en cosas importantes... Los flamencos son la gente más seria que he conocido en mi vida, entregados en cuerpo y alma al arte. Y he de decir que tuve la suerte de conocer su mundo cuando tenía veinte años y que de él he aprendido el respeto por lo que uno hace, aprendí que vivir en la creatividad es vivir más y mejor. En aquel tiempo Estrella estaría naciendo, pero conocía a su padre, cuyo ejemplo de confianza en sí mismo, de renovación, de no bajar la guardia para dar lo mejor de sí mismo me ha servido de ejemplo en algún momento de bajón. Quién me iba a decir entonces que ahora estaría sacando lo mejorcito de mi armario para sentarme junto a la cantaora.

Y llegó la noche. Quedamos un rato antes para cambiar impresiones y ajustar un poco nuestras actuaciones. Si no la conocen, tendrían que conocerla. Es una de las personas más cálidas, simpáticas y con sentido del humor que he conocido. Y es tan joven. Cuántas cosas ha hecho ya en la vida esta chica, diva, madre, esposa del torero Javier Conde (guapo donde los haya). Servidora estaba nerviosa.

            Subí al escenario, dije lo que tenía que decir, y a los pocos minutos llegó Estrella removiendo el aire, levantando las emociones con un mantón fucsia como si hiciese viento cuando no hacía ni una brizna de aire. Me puse en pie  para recibirla, Estrella recogía toda la luz de la noche. Me miró con su amplia sonrisa, generosa. Aquello empezaba a convertirse en algo mágico. El público entre las sombras esperaba ser electrizado y entonces Estrella se arrancó por alegrías. Luego una taranta dedicada a La niña de los peines. Cerró el puño llenándose de fuerza y se levantó a bailar, después una soleá y esos tangos a petición mía que dicen: "A la hora de mi muerte/ no ponérmela delante,/ que como la quiero tanto/ el corazón se me parte". ¡Qué voz la que aquella noche!

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2 de agosto de 2010
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Perder un diente, ganar un número

Hace meses soñé que perdía un diente. Ese diminuto que llevo en el costado y que está conmigo desde hace más de treinta años. Un incisivo de leche que nunca mudé y debo cuidar a sabiendas de no poder sustituir. Si mi abuela estuviera viva habría interpretado estas experiencias oníricas como ?un augurio de que alguien iba a morir?. Ana identificaba las ensoñaciones en las que se caen muelas, colmillos o dientes con el acto de perder a un ser querido; ella usaba prótesis dental y había enterrado a casi todos sus amigos de la misma generación. Analicé fríamente la superstición y me acordé de que en nuestra lotería ilegal el número 8 también se hace llamar ?muerto?. No fue difícil encontrar al apuntador del barrio, pues a pesar de llevar cinco décadas perseguida la conocida bolita está presente en cada cuadra de mi país con más popularidad y arraigo que los mismísimos CDR. Un entramado clandestino lleva el dinero arriesgado hasta el bolitero que escucha en la radio de Venezuela o de Miami los resultados y les entrega a los ganadores sus respectivas cantidades. Así, cada situación cotidiana puede ser reinterpretada como un vaticinio y se apuesta en una escala del 1 al 100 a la espera de ganar una suma atractiva. En el habla coloquial, cuando alguien dice ?mariposa?, ?caballo? o ?tiñosa? se está refiriendo al 2, al 1 y al 33 de la fugitiva rifa y se les dice ?monja? a los billetes de cinco, también en alusión a ella. Así que me aventuré y le puse  veinte pesos al dígito de significado fúnebre. Como era de esperar, no me gané nada. Tampoco me di por vencida, de manera que todavía husmeo en el periódico Granma para descubrir alguna cifra que mejore mi estrella. La primera recompensa que disfruté con la bolita fue cuando siendo una adolescente me aventuré ?justamente- con un llamativo 90 incluido en el titular del órgano oficial del PCC. Créanme que muchos cubanos leen ese periódico a la caza de indicios para arriesgarse en el más popular de nuestros sorteos y no para encontrar auténticas noticias. Como un código secreto analizamos anuncios, sueños, vallas políticas, efemérides? señales de la realidad que se traducen en números de una lotería prohibida.

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2 de agosto de 2010
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El Boomeran(g)
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