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Sombras del espíritu

En ese lugar de Praga al que me refería en el texto anterior, en esa casa evocadora  de quien simboliza  el amor a la minoritaria  lengua alemana y  la condición judía, la vitrina sobre el "círculo de los filósofos" a la que aludía acentúa la atmósfera de universo perdido. Pues  no sólo los protagonistas han desaparecido, sino que lo ha hecho también el espíritu que  animaba la casa misma de Berta Fanta, ha desaparecido simplemente  ese "circulo de los filósofos". Desaparecido de Praga y desaparecido de cualquier otra ciudad. ¿Pues como imaginar hoy un lugar dónde el espíritu se halle a la vez inquieto por la descripción hegeliana  del proceso que va desde la percepción inmediata a la conciencia reflexiva,   la explicitación por Kant de las condiciones de posibilidad de la experiencia, la lucha por alcanzar- a través de la matemática- un concepto propio para la infinitud, la voluntad   freudiana  de mirar, sondear y descender (provisto de las exclusivas armas de la razón) a  ese  abismo que es el universo de los sueños, la reducción por Einstein de Tiempo y Espacio (que el propio Kant había pretendido apuntalar como incondicionales o absolutos)a meros prejuicios, y finalmente la subversión por la Mecánica Cuántica de algunos de los postulados del pensar a los que el propio Einstein no estaba dispuesto a renunciar?

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20 de octubre de 2010
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Arquitecturas de ausencia

La arquitectura posee una doble naturaleza. De un lado todo cuanto se construye crea una realidad que no existía previamente y con ello aumente la masa  presencial del mundo.  Pero, de otro lado, no pocas clases de arquitectura son arquitecturas relativas a la ausencia. Arquitectura que evocan algo desaparecido, tal como es el caso de los mausoleos o el ejemplo de los monumentos que incluso, en ocasiones, tratan de recordar una batalla y a sus legiones de hombres, objetos, ideas y arquitecturas desaparecidas. Ciudades físicas y culturales que pasaron al mundo de la ausencia y hacia cuyo paraje el monumento se adentra con el propósito de  extraer y enaltecer su impalpable y evaporable memoria.

Con todo, por encima de las diferentes arquitecturas relacionadas con la ausencia, la mayor de todas ellas es la arquitectura de los templos dedicados a una o varias divinidades. A divinidades nunca vistas, nunca presenciadas y sobre las  que, sin embargo, se realiza el calambur de admitirla presente y ausente en el termómetro de la fe. La arquitectura se erige en fin no tanto para recordar su presencia como para construirla y esto a pesar de que su presencia omnímoda y sagrada se tiene por el asidero fuerte  al que acogerse, la presencia invisible y salvadora, la presencia consoladora y salvadora, la presencia polifuncional que, sin embargo, el  monumento se propone fijar como si su cuerpo no existiera y se  hallara ausente, no presente. Como si su cuerpo fuera evanescencia y su recuerdo una falacia nacida de la necesidad y el desamparo, la desolación o la misma ausencia.

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20 de octubre de 2010
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Diez principios para unas negociaciones de paz

Las memorias de Tony Blair, publicadas bajo el título de ?A journey? (Un viaje), han tenido una recepción crítica dividida, yo diría incluso más negativa que positiva. Para mi gusto, las críticas acerbas que ha recibido se deben más al personaje que al libro, cuyo interés y actualidad me parece innegable, sobre todo los capítulos que afectan a los momentos más cruciales de su vida política. Tengo el propósito de escribir en algún momento sobre el conjunto de las memorias, pero hoy quisiera mencionar aquí únicamente los diez puntos que Blair considera como fundamentales para la resolución de un conflicto como el de Irlanda del Norte, que el ex primer ministro aplica también a Oriente Próximo y cualquier lector puede trasladar a dónde le plazca. ¿Valdrán por ejemplo para el País Vasco?

1.- ?En el corazón de la resolución de cualquier conflicto debe haber un marco basado en unos principios acordados?, empieza diciendo Blair. En este punto se pregunta por la naturaleza del conflicto, los objetivos que se quieren conseguir y cuál es el meollo del problema. Su idea es que hay que obtener la paz dejando abierto el problema central que no podemos resolver, que en el caso de Irlanda del Norte es la disyuntiva entre permanecer unida a Londres o incorporarse a una Irlanda unificada. Esto sólo puede obtenerse por el principio del consentimiento de las dos partes, que en el caso de los republicanos condujo a ofrecer la paz a cambio de la igualdad y del poder compartido. 2.- Hay que amarrar y centrar los problemas, de forma continua, incansable e implacable. La entrega de las armas del IRA es el ejemplo que pone Blair para explicar esta actitud, mientras que las discontinuidades y la debilidad en esta atención continua es lo que falla según su parecer en Oriente Próximo. 3.- Atender a los detalles y las cosas pequeñas que a veces pueden tener un gran significado para una de las partes. Se trata de lo que es importante para los otros aunque no lo sea para uno mismo. El ejemplo en este caso es el desmantelamiento de las torres de vigilancia militar británicas, convertidas para los católicos en el símbolo de la ocupación y para el ejército británico en instrumento fundamental para evitar atentados. 4.- Blair no atiende a las ironías contra las ?soluciones imaginativas? y reivindica la creatividad: ?Usar cosas grandes o pequeñas, en solitario o combinadas y si es preciso inventar algunas más para desbloquear el proceso?. Ahí evoca un caso famoso como el de la forma de la mesa en la que debían encontrarse cara a cara el líder republicano Gerry Adams y el unionista Ian Paisley. Los partidarios de este último querían que los dos dirigentes se encontraran uno frente al otro, escenificando el enfrentamiento, mientras que al Sinn Fein le convenía que aparecieran uno al lado de otro como eventuales socios. La solución que satisfizo a todos la proporcionó una mesa en forma de diamante en la que estaban uno al lado del otro y también uno frente al otro. 5.- El conflicto no se resolverá si se deja que las partes lo hagan ellas solas. El tercero que ejerce como mediador ?actúa como tampón, mensajero y de forma crucial como persuasor sobre la buena fe en un clima dominado normalmente por la desconfianza?. Blair habla de su propio papel, sobre todo para pasar de la fase que denomina de ?ambigüedad creativa? a la fase de los ?actos de finalización?, que consisten en demostrar ?que el pasado ha quedado detrás nuestro?. 6.- Este es un punto lleno de observaciones prácticas. ?Hay que darse cuenta de que para las dos partes la resolución del conflicto es un viaje, un proceso, no un acontecimiento. Cada parte toma su tiempo en dejar el pasado detrás suyo. Un conflicto no es únicamente un desacuerdo caracterizado por la violencia. Tiene una historia y crea una cultura, con tradiciones, rituales y doctrina?. ?Las dos partes raramente ven el dolor de los otros?. ?La paz debe madurar, echar sus raíces para desplazar las raíces del conflicto?. 7.- Blair recuerda en este punto que todo proceso de paz tiene su interrupción, con frecuencia violenta, protagonizada por ?quienes creen que el conflicto debe continuar?. Advierte que ?hay que estar preparado para tal interrupción?. Y cita precisamente el atentado de Omagh, el 15 de agosto de 1998, en el que murieron 29 personas, dos de ellas jóvenes españoles, posterior a los Acuerdos de Viernes Santo. Ante estas interrupciones Blair asegura que caben dos posibilidades: la mala, que es rendirse y considerar que nunca será posible alcanzar la paz; y la buena, que es ?utilizar el horror como motivo para seguir adelante?. El ex premier británico recuerda que el Sinn Fein ?condenó los ataque de forma inequívoca? y da un buen consejo: ?Una vez has admitido que el terror tiene realmente la propiedad de las llaves del proceso, son ellos quien lo conducen. Mantén pues firmemente las llaves en las manos de quienes van a hacer la paz (peacemakers)?. 8.- ?Los líderes cuentan?. Que se lo digan a él, que utiliza casi todo el libro para demostrar e ilustrar esta tesis. Pero no le falta razón, al menos en el proceso irlandés. ?Todo proceso de paz apela a riesgos políticos, incluso al sentido de la aventura política y a un cierto coraje político, a veces incluso al coraje personal?. Este punto es de los mejores, porque contiene una brillante galería de retratos: Ian Pasley, John Hume, Gerry Adams y Martin McGuiness, entre otros. 9.- ?Las circunstancias exteriores deben militar a favor de la paz y no en contra?, asegura en el único punto objetivo de un decálogo lleno de psicología y subjetividad, a veces más próximo al manual de autoayuda para peacemakers que al análisis político. Es una evidencia, en todo caso, que el contexto inmediato e incluso geopolítico tiene una influencia decisiva en todo proceso de paz. 10.- Quizás el más subjetivo de todos los consejos: ?No rendirse nunca. Simple pero esencial: no dejar nunca de trabajar (en la paz) y no renunciar nunca (a la paz)?. Hay que decir que habla por experiencia, propia y de su predecesor, John Major. Uno de los datos definitivos que explica la paz en Irlanda es el consenso entre conservadores y laboristas, tanto cuando Major era premier como cuando lo era Blair, cuando el primero conducía conversaciones ?clandestinas? o cuando quien lo hacía era el segundo. ?Recuerda: es mejor intentar y fallar que no intentarlo nunca.?. Así termina el decálogo y poco después este brillante capítulo que celebra como Irlanda del Norte se ha convertido en un país normal, en el que ?gente que antes querían matarse unos a otros ahora quieren trabajar juntos?.

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20 de octubre de 2010
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me pongo triste cuando pienso

óleo de Lucio Fontana CARTA Queridos filósofos: me pongo triste cuando pienso. ¿A vosotros os pasa lo mismo? Justo cuando estoy a punto de hincar los dientes en el noumenon, alguna novia antigua me viene a distraer. ?¡Ni siquiera está viva!? grito a los cielos.

La luz invernal me hizo tomar ese camino. Vi lechos cubiertos con frazadas grises idénticas. Vi hombres de mirada sombría sosteniendo mujeres desnudas mientras las maguereaban con agua fría. ¿Era para calmarles los nervios o castigo?

Fui a visitar a mi amigo Bob quien me dijo: ?Alcanzamos lo real cuando vencimos la seducción de las imágenes?. Yo estaba dichoso, hasta que me di cuenta de que tal abstinencia nunca sería posible para mí. Me sorprendí mirando por la ventana.

El padre de Bob llevaba a su perro a pasear. Se movía dolorosamente; el perro lo aguardaba. No había nadie más en el parque, sólo árboles desnudos con una infinidad de formas trágicas que hacían más difíciles las cosas.

CHARLES SIMIC

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19 de octubre de 2010
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LA CASA DEL MIRADOR CIEGO de Herbjørg Wassmo

RESEÑAS SIN PLUMAS Por Oscar Pita Grandi UN MECANISMO DE RELACIONES HUMANAS ATORMENTADAS El libro comenzó con un sonido: el viento y el hielo que se resquebraja y una niña a la orilla del mar. Y luego de leerlo, imposible no creerle a Herbjørg Wassmo (Vesteråles, Noruega, 1942) sobre el origen de esta historia. ?La Casa del mirador ciego? es una novela silenciosa, incómoda, construida con una simpleza y belleza admirables, poética en sus detalles casi austeros y narrada desde un punto de vista femenino, infantil, casi inocente. Un punto de vista que no emite juicios de valor sino que ofrece los hechos desde una consciencia limitada, casi inmediata, profundizando tan sólo en el pensamiento de Tora, la niña protagonista.  1955. En una isla de los fiordos al norte de Oslo, donde todo llega con cinco años de retraso con respecto de la capital noruega, se yergue a lo alto una casa de barandas y ventanas cerradas con tablones que da título a la novela. Una casa señorial, antigua y ya decadente desde la ocupación alemana en la 2º Guerra Mundial, convertida en residencia de familias humildes en aquella isla básicamente dependiente de la pesca. La llaman El Hormiguero. Tras sus muros cada quien vive su propia historia. Las paredes lo oyen todo pero callan (?Pero sobre las seis de la mañana un grito animal desgarró el aire. Atravesó todas las cabezas del Hormiguero y cada uno pensó lo suyo?). Tora vive en El Hormiguero. No es agraciada. Es hija de un prófugo soldado alemán y madre noruega, Ingrid. Eso la hace diferente en La Isla. Pero no conoció a su padre. Ingrid se casó luego con un soldado noruego. Tullido y alcohólico. Henrik es su nombre. Henrik abusa de Tora algunas noches. La peligrosidad llama Tora a eso que la hace sentirse sucia. Ingrid no lo sabe porque trabaja también de noche en la factoría fileteando pescados. Tora calla. Juega con los demás niños del Hormiguero. Va a la escuela en la granja. Tiene a su tía Rakel, hermana mayor de Ingrid. Rakel es buena, decidida, no tiene hijos. Su esposo, Simón, tiene un almacén y un barco pesquero. Rakel, Ingrid y Tora forman un triangulo capaz de resistirlo todo en aquel pueblo machista y solitario. Casi todo. Desde las primeras páginas Wassmo nos advierte de la peligrosidad. Pero no quiere ser morbosa y mantiene cierto pudor en los detalles. Le interesa la tensión y la angustia que ello produce en Tora, los mecanismos de evasión de aquella realidad imposible de vencer con las manos. Un acto repudiable y privado que junto a la condición de ser hija de alemán la hace dudar incluso de Dios y de la bondad que existe en el mundo. Pero no se rinde. Su tía Rabel (?Las culpas del mundo son de los hombres y de Dios, ellos hacen la guerra, no las mujeres?) es la contraparte de fortaleza que le falta a Ingrid, su madre. La amistad con Fritz, un amable niño sordomudo, la anima. En El Hormiguero no hay tiempo para el resto, sólo para uno mismo y sus problemas. Prevalece un orden inquebrantable. El uso de las letrinas. Los turnos para lavarse. Donde no hay leyes establecidas crecen otras formas de castigo. ?La casa del mirador ciego? lejos de tomar lo pederasta como una cuestión melodramática, prefiere utilizarlo de palanca para echar a andar un mecanismo de relaciones humanas atormentadas por la falta de oportunidades y la resignación, tanto dentro como fuera de la familia. Un silencioso machismo invencible como la nieve que se hace esperar. La necesidad de combatir la soledad en aquellos parajes nórdicos, o tan blancos o tan negros, conduce a sus habitantes a tener una baja expectativa de felicidad, les reduce la autoestima y los confunde. Lo que sucede en el presente es lo que sucederá por mucho tiempo. Las pocas alegrías son pequeñas, inocentes y casi una burla. Las culpas y temores callados confunden los límites del amor hasta extenderlos muy cerca de lo injusto. HerbjørgWassmo nos muestra que el vínculo entre las mujeres de La Isla es muy fuerte pero insuficiente y limitado por la brutalidad y el cinismo de los hombres. ?La casa del mirador ciego? es una novela de género pero ante todo es una novela humana. Pone de manifiesto la gran fortaleza e inteligencia de las mujeres en situaciones límite, y delata las falencias de un sistema que no sabe funcionar sin favorecer a los varones. Personalmente hubiera preferido una Tora menos pasiva y rebelde. Una Tora quizás con algo de Céline, la adolescente protagonista que la escandaliza con su maldad en ?Buenos días tristeza?. Pero finalmente la nieve enseña a ser paciente. Cuando no queda más que frío y soledad no queda mucho espacio para la esperanza. Pero, ¿Dios la habrá oído? ?La casa del mirador ciego?, primera novela de Wassmo, fue nominada al Premio de Literatura del Consejo Nórdico y obtuvo el Premio de la Crítica. Es la primera parte de la ?Trilogía de Tora?, con un final más que suficiente para querer leer las próximas novelas de la saga. ¿Una Tora a lo Antoine Doinel? Con la segunda parte Wassmo ganó el Premio de los Libreros y, finalmente, en 1987, el premio del Consejo Nórdico con el último libro de la trilogía, ambos de próxima publicación en castellano.  La casa del mirador ciego Herbjørg Wassmo Nordica, 2010

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19 de octubre de 2010
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Imposible despedirse

Ted Hughes y Sylvia Plath Esta nota en Radar Libros sobre Ted Hugues y Sylvia Plath es conmovedora:

Hasta su propia muerte, el poeta Ted Hughes mantuvo un silencio de tumba con respecto al trágico suicidio de Sylvia Plath. Aun cuando muchos le encontraban una relación muy directa con la partida de Hughes junto a su otra mujer, Assia Wevill, quien a su vez se suicidaría seis años más tarde, luego de matar a su hija pequeña. Ahora se acaba de publicar en la prestigiosa revista New Statesman un poema inédito del año 1963, encontrado en la Biblioteca Británica (donde está el archivo del poeta fallecido en 1998), que refleja la angustia del poeta al enterarse de la muerte de su esposa. ?Last letter?, el poema en cuestión, se centra en el momento en que una voz en el teléfono le avisa lo sucedido: ?Una voz como un arma elegida/ o una inyección medida con cuidado/ transportó fríamente cuatro palabras hasta el fondo de mi oído:/ su esposa ha muerto?. Hughes trató de corregir durante treinta años el poema, pero finalmente decidió dejarlo afuera de su última colección, publicada el mismo año de su muerte y por la que se le concedió a título póstumo el Premio Whitebread.

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19 de octubre de 2010
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El turmix europeo

La cuestión de fondo es saber si Europa debe aceptar que es un continente de inmigración, después de haber sido de emigración durante casi dos siglos. No se trata de tomar decisión alguna: por más que se esfuercen quienes rechazan la idea de la sociedad coloreada y multicultural o quienes por el contrario consideran el mestizaje como el ideal de sociedad humana, unos y otros apenas podrán influir en algo que ya es una realidad sin retroceso posible. La diversidad europea ya no es la de las viejas naciones y sus correspondientes lenguas y culturas nacionales sino que es una creciente diversidad interna de cada una de ellas, que las acerca a todas y las aproxima al modelo de sociedad norteamericana: un doble turmix, que funciona entre los europeos y luego en el interior de cada uno de los países. Ante esta nueva realidad hay que escoger qué actitud se toma: aceptarla como fruto de una evolución ya irreversible y sacar el máximo partido de la nueva dinmámica social; o exacerbar las tensiones que comporta necesariamente un cambio de esta envergadura hasta dividir los países y el continente e incluso declarar una especie de ?guerra fría? social y cultural entre cristianismo e islam .

Hay muchos argumentos de peso a favor de la aceptación. Necesitamos los inmigrantes para seguir creciendo y para asegurar el equilibrio demográfico sobre el que se asienta el Estado de bienestar. Una Europa sin inmigración se convertiría muy pronto en un continente envejecido, sin dinamismo económico y sin suficientes jóvenes para hacer funcionar el aparato productivo y pagar los impuestos y las cotizaciones sociales imprescindibles para asegurar las pensiones y las prestaciones sociales. Hay quien ha echado las cuentas, pero es preciso subrayar que no se trata de una cuestión meramente cuantitativa. También hay un aspecto cualitativo que conocen muy bien los norteamericanos: los países capaces de atraer talento joven de todo el mundo no sacan más que beneficios; y el talento no llega únicamente de la mano de universitarios ya formados, sino de la promoción mediante buenos sistemas escolares y universitarios de los jóvenes más ambiciosos e inteligentes cuyos padres se han partido la espalda trabajando como simples obreros manuales en el país de acogida. Hay también muchos argumentos en contra del rechazo. Convertir a los inmigrantes y más en concreto a los musulmanes europeos en un cuerpo extraño y estigmatizado, sometido a una presión colectiva, es lo peor que se puede hacer para integrarles en las sociedades europeas y lo que más fácilmente suministra base social al radicalismo islamista. No son las campañas electorales, los escándalos mediáticos y los gestos demagógicos de los gobiernos y de sus oposiciones los mejores instrumentos para aclarar conceptos y poner en práctica medidas que sirvan a la integración. La inmigración masiva que ha recibido Europa en los últimos decenios y la que seguirá recibiendo exige buenas políticas educativas, de vivienda, urbanismo y empleo. Es por supuesto imprescindible que los recién llegados sean tratados como ciudadanos, iguales en derechos y deberes, y esto, es verdad, no corresponde en sentido estricto al modelo llamado multicultural de sociedades que hacen vida aparte, yuxtapuestas y cerradas dentro de la sociedad europea. Nadie defiende seriamente este modelo y todo el mundo sabe que lo primero es integrar lingüísticamente a los inmigrantes, por lo que es obligado que aprendan a toda prisa la lengua del país, que sus hijos se escolaricen, que sean atendidos por los servicios sanitarios y sociales, y que vivan en barrios mezclados, todo lo que impida el aislamiento y la ghetoización de los recién llegados. Cuando la derecha alemana necesita escuchar en boca de su canciller que la sociedad multicultural ha fracasado totalmente lo que quiere entender es otra cosa. El jefe de los socialcristianos de Baviera, Horst Seehofer, lo ha dicho con mayor claridad y brutalidad, al rechazar la llegada de más inmigrantes de ?culturas extranjeras?, especialmente de Turquía y los países árabes. La derecha clásica alemana se adentra así en el territorio donde el populismo ultraderechista venía campando en los últimos meses con creciente desenvoltura. Ya no son únicamente los partidos de extrema derecha de Dinamarca, Holanda, Austria o Bélgica; tampoco la demagogia personalista del berlusconismo y del sarkozysmo; si no la derecha hasta ahora más seria y responsable de Europa. No hay que olvidar que las chispas que han encendido esta hoguera son dos gestos con el paso cambiado, es decir, con derecha e izquierda intercambiando sus papeles: un libro contra la inmigración de un socialdemócrata xenófobo como Tilo Sarrazin y un discurso a favor de un conservador moderado como el presidente de la República, Christian Wulff, que llegó a declarar que el Islam también es parte de Alemania.  

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19 de octubre de 2010
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La última clase

Como una maldición que van acentuando los días, a un lado y otro, van enfermando gravemente los amigos y las amigas. El cáncer es el principal causante de su deterioro y, a menudo, de su devastación en apenas unas semanas. Me miro en el espejo y aún me veo libre de ese ataque pero la  intensidad de la sevicia ha llegado a ser tan asidua que no me parece más probable mi suerte que mi infortunio. Simplemente el infortunio parece un efecto de la edad aunque haya quien lo desmienta irresponsablemente. Porque viene a ser, en efecto, un estrecho correlato de la edad, un suceso  prácticamente ineludible si se comprueba que ya a partir de los sesenta hay quien súbitamente aparece muerto en las esquelas. Estos han arrastrado el cáncer dos o más años, algunos unos meses, quizás.

Pero también, un ejército contiguo  de parientes y conocidos que han cumplido los setenta se suman a los que abate el mal en la década anterior y, finalmente, mueren por pares aquellos maestros que cumplieron los ochenta y se despiden de nosotros como si ya hubiera terminado definitivamente la lección, hubiera concluido para siempre el aprendizaje y llegados a ese punto ¿qué justificará la continuidad de nuestra asistencia al aula? A la vida, en fin, que  con ellos ha cerrado el último capítulo de su libro, su magisterio, su protección, el aire vital de nuestra propia existencia ya desescolarizada y, acaso, incluso ya descatalogada.

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19 de octubre de 2010
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Gatos y Premio Planeta

 

 

Soy alérgico a los gatos. Me gustan pero no los puedo soportar. Aunque sean gatos de mi ciudad. Ni gatos madrileños, ni otro casticismo a la gatomaquia. De casticismos solo mantengo soporto el de algunos fragmentos de zarzuelas, el del cocido y el de los callos a la madrileña.

Pero con los gatos no puedo. Ni me gusta el amable apodo de "gato" por madrileño, ni sus representaciones, artístico/kitsch, como simpáticos habitantes estéticos de los tejados. Ni siquiera soporto los gatos de Roma, sin duda los que mejor se mueven entre las ruinas. Y a pesar de toda esa soflama antigatuna me gusta el título de la novela ganadora del Premio Planeta de este año. Me gusta porque sí, porque suena muy eficaz para retratar ese tiempo y esa ciudad. Me gusta por ser de Eduardo Mendoza, ese escritor de Barcelona tan de otra parte, tan de muchas ciudades, tan urbano y tan sagaz en su mirada entre el humor y la diversión inteligente. No sé si su sajona distancia, su irónica suavidad, su maneras contenidas, educadas y sutiles, me serían muy soportables tratadas de cerca, pero cómo lector, madrileño, amante de una Barcelona que apenas existe y preocupado por éste país, sus guerras, sus preguerras y sus posguerras estoy muy interesado y expectante ante su novela que le hizo ganar el Planeta.

Otra noche más de ese premio tan importante, tan controvertido y tan necesario para nuestro tinglado literario y su mercado. Los hay excelentes, buenos, regulares e infames. Como nosotros mismos en estos últimos casi sesenta años. Otra vez una sorpresa- aunque anunciada y conocida unas horas antes- pero también una alegría. Dos condiciones que no siempre viajan juntas en premios como éste.

Me alegré que uno de los mejores escritores de la Barcelona mítica, real, irreal y no tan lejana, haya decidido novelar sobre un Madrid cargado de excesos, pasiones, peleas, intereses y canalladas de antaño. Tan reconocibles, tan sin época, ni lugar, ni condición. Me gustan las buenas  novelas, y punto. Pero me interesan a priori las que hablan de fascistas, de comunistas o de otros ístas- ultraístas incluidos-  aunque sea bien. Incluso si hablan mal. No eran aquellos tiempo para tibios, aunque tantos hubiera, aunque tantos siga habiendo. Y no me gustan las novelas que se escriben desde la tibieza, desde la corrección, la neutralidad o la lección de historia democrática. La literatura no tiende porqué ser ni democrática ni todo lo contrario. ¿Qué será lo contrario de democrático?

Desde Elx, también llamada Elche, desde su clima más apacible que misterioso, desde el recuerdo borrado de esta ciudad en otros años, con otras compañías, brindaré por el suave, pulcro, listo e irónico Eduardo Mendoza, que nada tiene que ver con Elche que so sepa. En Elche, y con esta noche de otoño tan dulce, estoy dispuesto a brindis varios. Hace un rato ya hice un brindis al sol. Y fuese.

 

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18 de octubre de 2010
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El Boomeran(g)
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