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Caballería de chispa y pedernal

Nuestras sociedades son cerradamente prácticas y ya no conocen símbolos que no pertenezcan al pasado. No solo carecemos de símbolos sino que nos es difícil entender su arcana función. Como observa Miguel Ángel Aguilar, la Unión Europea ni siquiera tiene "una compañía de soldados para que presenten armas a los dignatarios que visitan sus sedes institucionales".

Las palabras arriba mencionadas figuran en el prólogo del soberbio catálogo editado con motivo de la exposición La Orden del Toisón de Oro y sus soberanos que tiene lugar en la Fundación Carlos de Amberes. Allí se puede seguir la historia de una de las empresas simbólicas más singulares de la historia europea. Nuestra actual ignorancia de la simbología nos impide entender la función que tuvo aquel enorme aparato de signos, objetos, términos, uniformes, empresas y representaciones. Buena ocasión para reparar tanta inopia.

Para entrar en el Toisón hay que imaginar un mundo en el que la casi totalidad de la población es analfabeta, incluida la clase dirigente, y en la que dar una explicación asequible de los juegos de poder, los ejes políticos, las alianzas, no es cosa sencilla. Dado que la palabra llegaba a muy pocos, la imagen era el soporte más fácil de trasladar. De hecho, cree Gombrich que esa es la causa de las alegorías omnipresentes en monedas griegas y romanas.

La Orden es un invento propio del "otoño de la edad media" y tuvo su origen en uno de los estados que más dolorosamente vivirían la transformación renacentista: el ducado de Borgoña. Era la corte más potente de Europa cuando la Orden se crea en 1430 y el duque Philippe le Bon se tenía por superior al rey de Francia, así que el Toisón nace para mostrar al mundo entero cuál era el poder de Borgoña, real o supuesto.

La simbología, el ritual, la ceremonia, usados como instrumento político tenían un sentido inmediato cuando estaban unidos al cuerpo del soberano. Decía Pascal que la justicia inglesa desaparecería si los jueces dejaran de usar sus pelucas de tirabuzones. Para cuando se funda la Orden todavía el cuerpo del magnate y sus objetos personales están cargados de un fluido mágico origen divino. Las coronas, las espadas, las armaduras, las joyas de los soberanos son tan sagrados como ellos mismos. Cuando Philippe le Bon instaura el Toisón está construyendo un monumento simbólico para los más grandes caballeros de su tiempo, a imagen de la caballería medieval. Es un gesto nostálgico que pertenece a la poética previa al "mundo desencantado" que Max Weber sitúa en el inicio de la edad moderna.

El signo más conocido de la Orden es el collar del que cuelga el toisón, la piel del carnero, pero su sentido no es simple. Cada vez que un caballero entraba en la Orden y recibía el pesado collar de oro, se convertía en una estatua viviente que encarnaba altas empresas guerreras de las que se consideraba heredero. La gesta fundacional había sido la del héroe griego Jasón, el cual, junto a los Argonautas, partió en expedición a Asia para recuperar la piel del vellocino de oro.

Elegir una historia tan oscura nos indica que la Orden obedecía a un mundo de ideas en absoluto simple. Comparada con su contrincante inglesa, la Orden de la Jarretera, en cuyo origen está la liga que perdió bailando la Princesa de Gales (oh yes!) ante Eduardo III, la del Toisón es de una exuberancia espectacular. Los expertos se afanan por explicar el misterio: quizás el vellocino se deba a que la mayor riqueza de Borgoña era el mercado de la lana de Brujas. Quizás se deba a que Philippe vivió de niño rodeado de tapices con la historia de los argonautas. ¿No sería por su mujer, Isabel de Portugal y las grandes navegaciones lusitanas? Creo que el misterio del símbolo es imposible de desentrañar, pues sin él desaparece. Es como el velo de Maya, el cual, si se levanta, solo muestra la ausencia.

El collar es otra incógnita: está unido por eslabones en forma de B (por Borgoña) que a su vez traban pedernales chispeantes, lo que los franceses llaman "un fusil" (de donde viene el nombre del arma) y que es el mecanismo que al chocar contra el pedernal provoca la chispa que dispara la carga. Hay pues una presencia del fuego en la orden y así lo interpreta Arcimboldo en su fabulosa alegoría del Toisón que le fuera encargada por Maximiliano II, lo que acaba por remitir a Prometeo, otro laberinto dentro del laberinto.

El Toisón pertenecía a un mundo caballeresco y fabuloso que estaba a punto de desaparecer. Los príncipes italianos preferían ya las artes figurativas como arma política. En la pintura las ideas aparecen traducidas por el entendimiento, pero en la Borgoña del Toisón no: allí prevalecían las piedras preciosas, los tapices, los yelmos y espadas, el mundo arcaico de la alquimia y la magia simpática. Una vez más los expertos buscarán una explicación funcional: ¿era Philippe alquimista? ¿Acaso no lo sugiere al elegir a Jasón, cuya empresa habría sido imposible sin la ayuda de la maga Medea? El laberinto se multiplica.

Los azares guerreros y dinásticos harían que la Orden borgoñona pasara muy pronto a un monarca español, Carlos V, y ya nunca se separaría de la corona de España. El actual soberano de la Orden es el rey Juan Carlos y luego lo será su hijo. La historia del Toisón es la historia de la corona española. En el impresionante conjunto reunido en la Fundación Carlos de Amberes figuran los retratos que Goya, Pantoja, Velázquez, Moro, Sánchez Coello y tantos otros hicieron a miembros de la Orden y que son difíciles de ver, sea por pertenecer a coleccionistas, sea por venir de lejanos museos.

La gente de mi generación aún tuvo ocasión de constatar cómo operaba la potencia simbólica de un imperio, cuál era su fuerza y de qué modo actuaba sobre millones de analfabetos. El aparato simbólico soviético aún ahora asombra a quienes se acercan a las exposiciones de la Juan March o de la Casa Encendida. Tengo para mí que la hoz y el martillo es la última gran creación simbólica de ámbito universal y su fuerza ha sido temible.

Quizás en la actualidad esas invenciones sean ya incomprensibles dada la saturación de signos que nos asfixia, pero cabe sospechar, como sugería Aguilar, que Europa no alcanzará a ser nada mientras carezca de símbolos propios.

Nota: buena parte de la información la he tomado de los notables artículos escritos por Fernando Checa, Joaquín Martínez-Correcher y Víctor Mínguez para el catálogo.

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22 de diciembre de 2011
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"El orden de las cosas", mi nueva novela

Mi nueva novela El orden de las cosas Como dice Vargas Llosa, uno escribe para rectificar las fracturas que le ha dejado la realidad. Hace mucho tiempo quería escribir una novela sobre adolescentes jugando fútbol. Hace mucho tiempo, además, quería escribir sobre un primer amor en el colegio. Quería escribir, también, sobre la amistad. Ninguna de esas cosas tuve en el colegio, donde fui un niño tímido hasta el autismo. Todas esas deudas conmigo mismo han sido saldadas en mi primera novela juvenil titulada El orden de las cosas, que acaba de editar en la Serie Roja Alfaguara. Creo que los libros siempre deben dar un mensaje. Sé que es algo impopular pensar así, sé que no se usa en épocas donde el cínico gana al que cree, pero es así como me salen los libros y no de otro modo. Y creo, además, que en una novela que será leída sobre todo (pero no exclusivamente) por jóvenes, el mensaje debe ser claro, obvio, para que pueda ser discutido, reflexionado, conversado, aprendido. ¿Cuál es el mensaje de El orden de las cosas? Yo diría que la tolerancia. Es una novela sobre el valor de la amistad y el de la tolerancia. Sobre el abismo que, a veces, hay entre lo que nos han enseñado a creer que deben ser las cosas y sobre lo que en realidad sucede. Quizá la sinopsis aclare mejor lo que quiero decir:

El protagonista llega al pueblo en tercer grado de secundaria y conoce a Sebastián. Este le enseña que todo debe seguir un orden. Así se convierten en grandes amigos; sin embargo, una confesión hace que se quiebre esa amistad: la homosexualidad de Sebastián. El protagonista no sabe cómo actuar y se dejan de hablar. En esta misma época, conoce a su primer amor, Graciela, hermana melliza de Sebastián.

Espero que lean esta novela que escribí con gran placer. Me divertí mucho escribiéndola y sé que eso se nota. Muchas gracias.

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22 de diciembre de 2011
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Ciudadanas

Ellas son el cambio. Ellas son la revolución. Las hemos visto en primera fila en las manifestaciones, también a la hora de recibir los golpes. Con velo y con la cabeza descubierta, islamistas o laicas, jóvenes o maduras, las mujeres árabes han sido protagonistas como los hombres, al lado de los hombres, de la oleada revolucionaria que ha cruzado este 2011 el mundo árabe desde el Atlántico hasta el golfo Pérsico. Ahí estaban, a veces incluso en papeles destacados en las revueltas. Por ejemplo, como blogueras, que quiere decir animadoras destacadas de este movimiento sin líderes. Tres nombres bastan: la yemení Tawakul Kerman, detenida varias veces y ya premio Nobel de la Paz; la tunecina Lina Ben Mehnni, autora de 'La revolución de la dignidad', donde recoge los textos de su blog en los días del derrocamiento de Ben Ali, y ahora la egipcia Mona Eltahawy, detenida y agredida sexualmente por los soldados del mariscal Tantaui.

No es la primera vez. Todas las historias de las revoluciones y los movimientos de liberación árabes nos cuentan lo mismo. Nunca han faltado a la cita. Ahí estaban, desmintiendo el tópico de unas mujeres retraídas y desinteresadas por la vida política. Luego desaparecen y regresan a la invisibilidad de siempre. Así ha sucedido siempre en el pasado. Este era y es un mundo de hombres, regido por los hombres, amoldado por y para los hombres. Cuando entra en crisis, las mujeres salen por todas partes, incluso en las sociedades que más las ocultan y velan, como en Arabia Saudí, donde este año han reivindicado un derecho tan sencillo como conducir sus automóviles y han obtenido el derecho activo y pasivo de sufragio para las próximas elecciones. Luego, cuando la polvareda de las revueltas se esfuma, el mundo masculino y machista las elimina de nuevo de la escena pública y todo se llena de hombres, barbudos en buena parte. Las presidencias de las Repúblicas, los Gobiernos interinos, los nuevos Parlamentos, las comisiones encargadas de redactar las nuevas Constituciones, todo se llena de hombres. Aunque el Túnez revolucionario impone listas paritarias en sus primeras elecciones, las mujeres no encabezan las listas y al final solo una cuarta parte de los escaños quedan para ellas. La egipcia es una sociedad muy joven: 24 años de edad promedio frente a 40 años en España. Simplificando, una tercera parte de la población tiene menos de 15 años; otro tercio, entre 15 y 25, y el tercio restante, más de 25. La mitad de esta plétora de jóvenes, deseosos de vivir con dignidad y libertad, son mujeres. Solo por estas simples razones estadísticas no podían faltar las jóvenes a las citas revolucionarias. Hay además un cambio generacional y cultural, al hilo de la globalización y de la tecnología de las comunicaciones, que clama por espacios de mayor libertad para las egipcias y tunecinas, las más liberadas, o incluso las saudíes o yemeníes, las más sojuzgadas. Su presencia y protagonismo en las protestas es la revolución misma, y por eso es insoportable para los contrarrevolucionarios. Las violaciones y malos tratos a las mujeres que protestan y se manifiestan se convierten así en instrumentos represivos. Y cuando la revolución sostiene su envite frente al poder militar que se resiste, como ha sucedido en Egipto, son las mujeres las que sufren la represión con especial crueldad. Lo prueba la foto, convertida en símbolo, de una mujer apaleada y despojada de su velo por los soldados en la plaza de Tahrir. O las llamadas pruebas de virginidad a las que los militares sometieron al menos a 17 mujeres con la excusa vergonzosa de que trataban de comprobar si eran prostitutas puesto que se manifestaban y quedaban a dormir en la plaza junto a los hombres. El poder dictatorial, prolongado por los militares, como el de los partidos islámicos, es de los hombres. Los hombres poderosos no quieren que las mujeres se alcen en pie de igualdad, ciudadanas exactamente iguales que los otros ciudadanos. Si no pueden limitar los derechos de los hombres, al menos intentan limitar los de las mujeres. Las ideologías islámicas y el salafismo en especial, ahora en ascenso, siguen expulsando y relegando a la mujer, que es una menor de edad según la legislación coránica, al menos en sus interpretaciones más conservadoras. Las leyes civiles en casi todo el mundo árabe, incluido el Túnez más liberal, discriminan gravemente a las mujeres. Basta con observar el derecho sucesorio, que atribuye a los hijos varones el doble de herencia que a sus hermanas. Habrá que ver qué sucede con la condición femenina en las nuevas Constituciones y en las legislaciones que se deriven de ellas. La foto de la mujer maltratada por los soldados en Tahrir no es una anécdota. Es la imagen misma de lo que está en juego. La condición de la mujer será la prueba del cambio. Los hombres árabes no serán libres si las mujeres no son libres, ciudadanas con los mismos deberes y derechos que los otros ciudadanos. El destino de las mujeres es el de las revoluciones.

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22 de diciembre de 2011
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El amor de Facebook

No sufrir por amor, ¿puede imaginarse esto? Puede que efectivamente no nos sea posible eludir todo el dolor que esto comporta pero no siendo el Otro todo, el dolor se vive en proporción al trozo perdido.

Sabemos que una vida muy pegada a otro es una vida que disminuye la vista y nos aumenta los pesos

Hubo parejas que, en el pasado, se formaron sin amor, solo por convención, y convivieron decenios. ¿Por qué no imaginar, en los próximos decenios, amores frecuentes sin la continuidad de la relación? Es decir, continuidad del cariño mutuo aunque no se tenga al partenaire y la combinación de este afecto residual con otros amores simultáneos, románticos o semirrománticos, que compongan la miscelánea de experiencias que ya vivimos en otros ámbitos.

De hecho, la asunción de que ni la casa, el coche, la amistad o la creencia religiosa son para toda la vida, hace más verosímil la posibilidad de ir reduciendo antes la longitud y la profundidad de la pérdida. Una adhesión temporal afianza mucho menos que aquella que se proponía ser eterna y si a los juramentos de amor ("hasta que la muerte nos separe") han sucedido las complicidades limitadas, ¿cómo no presentir la diferencia?

Los sentimientos han cobrado estos años una importancia similar a la de épocas románticas y las aproximaciones emocionales han sido legitimadas incluso como instrumentos de conocimiento, más certeros y eficientes que la propia razón.

La emoción es la gran pieza en la era de la empatía y la empatía es capital, en sentido estricto, cuando el sistema ha avanzado (crisis por medio) hacia una economía fundamentada en el sector servicios, donde el buen trato persona a persona es su base esencial.

El afecto, que hace unas décadas pudo parecer un complemento del negocio mercantil se ha vuelto un indispensable factor para las ventas. El e-factor o factor emocional se halla en el perfume exclusivo de una tienda, en el repertorio musical de un hotel, en las sensaciones de los nuevos materiales que brindan ternura o acogimiento.

Todo este mundo emocional, ya generalizado, se encuentra especialmente concentrado en el amor de la pareja pero ese núcleo, no es precisamente, a diferencia de otros tiempos, el foco que cuando se apaga comienza enseguida la tragedia a arder. En primer lugar, porque ese centro posee ya numerosos satélites suplementarios y, en segundo lugar, porque esa célula madre es susceptible de sustitución por otras células cuyo injerto tiene lugar apenas la relación presenta ciertos signos de obsolescencia.

Y no importa ya cuándo y a qué edad. Las separaciones de sexagenarios se han multiplicado espectacularmente en la última década. Se sufre por amor pero menos de lo que conllevaba perder a uno mismo en el des-enlace. De la misma manera que no nos entregamos en cuerpo y alma a una ideología o una fe religiosa desechamos comprometernos absolutamente con una boda. Y no digamos ya sin bodas y sin hijos por en medio.

Los adhesivos, sociales y morales, que emparejaban son, en todo, como demuestra la Red, más débiles y removibles. Gusta mucho querer mucho y ser querido sin fin. Pero también, sabemos, que una vida muy pegada a otro es una vida que disminuye la vista y nos aumenta los pesos.

No dejaremos de sufrir por amor porque tanto el padecimiento, como el dolor o dormir mal, poseen un prestigio histórico pero, de otro lado, una parte importante del duelo hace homenaje también al ser perdido que nosotros, en el pretérito, ensalzamos.

De hecho, no nos enamoraríamos de alguien sin creerlo valioso y no nos separemos de él teniéndolo por nada puesto que en el balance final se incluye siempre la tasación electiva de sí mismo.

Nos queremos siempre a través del otro pero ahora el otro, cambiadizo y movedizo, tan portátil como para haberlo encontrado mediante un programa Blendr en el móvil, se esfuma con suma rapidez.

Y también nosotros mismos nos esfumamos en esa porción perdida puesto que una pareja es, además de una pareja, un paraje de identidad compartida y una manera de estar juntos en esa estancia común. Una estancia del yo y del tú que, como en otros ámbitos, cambia hoy de perfil, de domicilio y de rostro como una página actualizada de Facebook.

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22 de diciembre de 2011
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El mundo ha cambiado

Ciudades emergentes, levantadas en el desierto o en el páramo con rascacielos que parecen decorados, representan el mundo que llega. Un nuevo mundo con más pantallas pero también más bicicletas. Con una economía furiosa que sustituye a la ideología y elige «mercados» como la palabra del año. Centros de poder cada vez más femeninos; mujeres a quienes no les tiembla el pulso como Angela Merkel y Christine Lagarde en una sociedad hipercomunicada, donde los smartphones son extensiones de uno mismo, su yo portátil. La idea de Europa, disuelta como un azucarillo en el café, necesita de la fórmula mágica para volver a solidificarse. 2011 ha sido un año difícil y traidor. Lejos de emprender una recuperación hemos ido hacia atrás, como los cangrejos, aún conscientes de que el mundo se mueve a dos velocidades: la de los que están en el vértice de la pirámide y la de los que reptan a su alrededor. La piel cambiante de los tiempos entierra sueños, pero también trae oportunidades, acompañada por un cambio de mentalidad: menos artificios y ambiciones, y más curiosidad. Ese es el verdadero idealismo que enarbolan generaciones de jóvenes y nuevos emprendedores en todo el planeta. ¿Y cómo respira la moda ante este nuevo escenario? Bailando. Así lo percibí hace un par de meses en Milán, en el desfile de Anna Molinari cuando el mambo número 4 de Tito Puente se repetía desde la primera hasta la última salida. Y se multiplicaba en el de Dolce & Gabbana, inspirado en una sagra, la feria tradicional siciliana, con un tendido de luces de colores, y mucho, mucho brillo. La pasarela ha reaccionado como hicieran nuestros antepasados en aquellos felices 20. La era del jazz, en la que las primeras flappers que se liberaron de la esclavitud de los corsés e hicieron de su físico una diversión, inspira una moda que quiere seguir danzando refugiada en su bello escapismo. En tiempos de crisis aumentan las ventas de barras de labios rojas y el lujo crece. El sector ha aumentado su crecimiento un 25% este año en nuestro país, según la Asociación Española del Lujo. Aunque los gobiernos tiemblen, los dorados y los strass se multiplican en las propuestas de los diseñadores casi como un acto de resistencia: lejos de someterse a una sobriedad aséptica, lo festivo y deslumbrante ocupa el foco. La moda como antidepresivo. También como una posición hedonista y un espejismo. Vuelve el esplendor del jazz, el recuerdo de sus saxos y los estampados decó reinterpretados por los creadores. Vuelve el Gran Gatsby, a punto de estrenarse un remake con Leonardo Di Caprio, y aquellas lágrimas conmovidas de Daisy Buchanan ante las bonitas camisas de Jay. Porque la belleza también duele. En los albores del crash del 29, algunos hombres de negocios elegían el Waldorf Astoria para saltar al vacío. Mientras, sonaba la música como si aquel desconcierto sólo pudiera digerirse con volutas de humo, plisados fortuny y las novelas de Scott Fitzgerald. Hoy, como entonces, se habla de generación perdida, para que la fama, juventud y superficialidad son valores aceptados pero inseguros. Mejor apostar por el talento, la responsabilidad y la empatía ante el nuevo mundo que está naciendo. Eso sí, bailando. Feliz 2012. (Marie Claire)    

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22 de diciembre de 2011
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Más listas de libros 2011

Lista de Arcadia He aquí una nueva lista de los mejores libros del 2011, aparecida en la Revista Arcadia que se publica en Colombia. Entre los libros destaco la nueva novela de Tomás González, editada por Alfaguara y que muero de ganas de leer. Espero que no me decepcione como Abraham entre bandidos. Aquí algunos de los libros de la lista: Entre brumas. Bernlef (Plataforma) No hay bestia tan feroz. Edward Bunker (Sajalín) Decencia. Alvaro Enrigue (Anagrama) Libertad. Jonathan Franzen (Salamandra) La luz difícil. Tomás González (Alafaguara) El mapa y el territorio. Michel Houellebecq (Anagrama) Algo que brilla como el mar. Hiromi Kawakami (Acantilado) Purga. Sofi Oksanen (Salamandra) El lecho de Procusto. Camil Petrescu (Gadir) Dog Soldiers. Robert Stone (Libros del Silencio) El inquilino. Guido Tamayo (Mondadori) La Torre. Uwe Tellkamp (Anagrama) Paprika. Yasutaka Tsutsui (Atalanta) El ruido que hacen las cosas al caer. Juan Gabriel Vásquez (Alfaguara) Formas de volver a casa. Alejandro Zambra (Anagrama) Pulso. Julian Barnes (Anagrama) Explicaciones no pedidas. Piedas Bonet (Visor) Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina. Liudmila Petrushévskaia (Atalanta) El cielo a medio hacer. Tomas Tranströmer (Nordica) Hitch22. Christopher Hitchens (Debate) Algo va mal. Tony Judt (Taurus) Comer animales. Jonathan Safran Foer (Seix Barral)

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22 de diciembre de 2011
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La lista de Koult

La página web Koult ha publicado una lista de 20 libros que son lo mejor del 2011 (no me queda claro si el orden, del 1 al 20, representa un ránking). Una lista muy desalentadora para el Perú porque la mayoría de libros no han llegado al país y quizá nunca lleguen. Aquí la lista:

1. Tierra Inalcanzable Czeslaw Milosz

2. Las cuatro estaciones Ana Blandiana

3. Knockemstiff Donald Ray Pollock

4. Deshielo a mediodía

Tomas Tranströmer

5.  El hombre que amaba a los niños

Christina Stead

 

6. Libertad Jonathan Franzen

7. La adoración

Juan Andrés García Román

8.  Gottland

Mariusz Szczygie?

09.  Caribou Island

David Vann

10  Cirkus Columbia

Ivica Djikic

11.  A merced de la tempestad

Robertson Davies

12. Las siete edades

Louise Glück

13.  Doctor Glas

Louise Glück

14.  Back in America Barry Gifford

15.   Una vida sin ti

Jean Rhys

16.  El mapa y el territorio

Michel Houellebecq

17.  Padres, hijos y primates

Jon Bilbao

18.  Stone Junction

Jim Dodg

19.  Mientras los mortales duermen

Kurt Vonnegut

20. Ejército enemigo

Alberto Olmos

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22 de diciembre de 2011
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I. La otra dimensión

Pilar Donoso, a quien nunca conocí más que a través de su libro de memorias Correr el tupido velo, se había excusado de asistir a la ceremonia en la que recibí el Premio Iberoamericano de Letras "José Donoso" en Santiago de Chile, instituido por la Universidad de Talca en memoria de su padre, uno de los grandes escritores latinoamericanos del siglo veinte, autor de novelas de primera línea como Coronación, o El obsceno pájaro de la noche.

No recuerdo ahora cuál fue su excusa, pero es que ya se hallaba con un pie en la otra dimensión, esa dimensión vacía de los ruidos del mundo y de paredes desnudas a la que se trasladan los suicidas antes de dar el paso final, un cuarto de hotel desolado donde los pesados muebles apenas caben como esos de los cuadros de Edward Hopper, las maletas que ya nunca serán abiertas depositadas en el piso y la muchacha que sentada sobre la cama en ropa interior lee lo que parece ser la carta de despedida de un amor perdido, pero que no es sino el itinerario de trenes en busca del que habrá de llevarla donde al fin quiere ir sin equipaje, sin ni siquiera volver a vestirse.

La ceremonia de entrega del premio fue el sábado 12 de noviembre en la Feria Internacional del Libro de la Estación Mapocho. Yo partí hacia Madrid al mediodía del domingo. El lunes, cerca de las cuatro y media de la tarde, Pilar bajó de su departamento en el tercer piso de un edificio de la calle de Los Leones, en Providencia, y el portero declara que parecía recién levantada de la cama. Regresó al poco rato cargando unas bolsas del supermercado Ekono.

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21 de diciembre de 2011
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Cuestiones alistadas

 

Según minucioso censo elaborado por nuestro departamento de averiguaciones impertinentes, hay en el mundo unos quinientos profesores universitarios de griego. La mayor parte ejerce en Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña. Pero también los hay en Canadá, Sudamérica, Escandinavia, Italia, Países Bajos, España, Francia, Polonia, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Malta, e incluso Grecia y otras reconditeces ultramarinas, por ese desorden. Si descontamos los dedicados a las épocas helenística y bizantina, a Platón, Aristóteles u otros apartaderos y tientas, quedan unos doscientos, siempre redondeando generosamente hacia arriba, doscientos escogidos y largamente adiestrados ingenios capaces de leer los poemas homéricos. Los depositarios de tan delicada sapiencia son una especie en peligro de extinción o al menos jubilación, diríamos a primera vista, pero a segunda resulta que el número constituye una constante. Doscientos fueron los homéridas, doscientos los romanos helenófilos de la época virgiliana, doscientos los sabios renacentistas, doscientos los helenistas románticos y siempre doscientos hasta el día de hoy. 

Y en estas vaciedades inconducentes andaba yo fisgando, cuando he recibido un correo con la invitación a sumarme a una iniciativa que suspira por conseguir la declaración del latín y el griego patrimonio intangible de la humanidad. Los sabios peticionarios desean hacer ascender dichas lenguas difuntas a la categoría de la marimba colombiana, la alfombra azerbayana,  los castells catalanes, el sistema normativo de los wayuus cn su pütchipü’üi,  el pan de especias croata, y el encaje de Alençon, y que me perdonen los  patrimonios intangibles olvidados, es que estoy muy afligido porque no encuentro en la lista las culecas de Tudela. 

A todo esto, como los de griego son muy suspicaces, me permito advertir que los sabios peticionarios siempre mencionan la lengua homérica en segundo lugar, sin respetar la preceptiva que prima la antigüedad, ni el orden alfabético, que también tiene su aquel. Además, sumido en todavía más vacuas pesquisas, compruebo que dichos sabios son todos italianos y adheridos, que el original del manifiesto está redactado en italiano y luego pasado ex italico sermone a otros lenguajes decorativos, que de las seis instituciones promotoras cuatro son italianas, que proponen para definitivo arreglo de la preterición grecolatina la declaración de Italia como baluarte simbólico y encrujizada cultural, que el gobierno italiano encabezone la salvaguarda del griego y el latín, y que la cultura griega se las apañe para fundar en Italia florecientes colonias y extraordinarias escuelas filosóficas, por pedir que no quede.

Es verdad que sin una homéricamente dilatada memoria cultural, el hombre puede vivir, aunque sea por debajo del más noble nivel de la especie. Y es verdad que así ha pervivido durante milenios, mientras custodiaban la luz de la lamparita los doscientos ignotos guardianes que no han podido evitar la pérdida del noventa por ciento largo de los textos aún existentes al inicio de la época medieval. Pero yo estoy preocupado con la lista de los intangibles, ¿cómo es que falta toda alusión a la matanza, del cerdo, quiero decir, y a la cultura maragata? Quo confungient? Que, en romance, viene a ser ¿qué será de ellas?

 

 

 

 

 

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21 de diciembre de 2011
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Escalera al cielo

Debo de tener cinco años. En la foto lloro mientras unos brazos me alzan hasta sentarme sobre un elefante. Apenas tengo recuerdos de esa edad, pero extrañamente conservo intacto el motivo de aquel llanto. La piel del elefante raspaba, tan sólo eso, el roce animal y la marca de un frío rugoso en mis muslos. Debió de ser mi primera tarde en el circo. A medida que fui creciendo supe que el mayor atractivo no se hallaba dentro de la carpa, que, en días ventosos, rodeaban hombres con elásticos negros que luchaban por asentarla. El mayor espectáculo consistía en pasearnos entre las roulottes. Ver dónde vivían la trapecista o el payaso. Atisbar tras las puertas casi siempre entreabiertas, los maillots de pedrería en el suelo, una revista de moda francesa, los zapatos de cristal. La vida nómada donde el trailer se adapta al cuerpo o viceversa. La leyenda de una gente educada en el desapego que viajaba de un lado a otro con la casa a cuestas y los músculos tan flexibles como sus zapatos. La gente del circo ejerce de ilusionista apátrida y con sus malabares contagia la idea de que todo es posible, incluso andar al revés. Estas navidades he regresado al circo con mis hijas. Cinco generaciones de artistas en el Raluy. Jóvenes y mayores, rubios y asiáticos, acróbatas laureados que en el descanso venden bolsas de patatas, y princesas de Cachemira que cuando no actúan ayudan a sostener las cuerdas de la tramoya . No solo trabajan como una gran familia sino como una empresa en la que todos hacen de todo, los que han sido presentados como grandes estrellas del circo mundial se convierten al rato en operarios, aquella que antes vendía entradas, ahora es la misteriosa acompañante del fakir. En una ocasión leí que una trapecista mexicana, cuando tenía vacaciones, se iba de visita a los circos de los amigos. Ni pensar en una casa estable. En una vida newtoniana. En el Raluy se habla catalán. En el Cirque du Soleil, un idioma inventado. El primero es casi una reliquia, con sus caravanas de época, el backstage del segundo cuenta con 275 empleados y una sala de máquinas que ni los Rolling Stones. Pero en ambos casos sólo importa un verbo: volar. Despegarse del suelo. En el último espectáculo de la compañía canadiense, todo el mundo vuela. Aros, pañuelos, hombres y mujeres, escaleras hacia el cielo que alcanzan alturas siderales. La misión es elevarse aunque no encuentro otra palabra más precisa que la catalana «enlairar-se». «El encuentro del arte virtual con lo extraño», así definen su último espectáculo, Zarkana. Cierto es que lo extraño ?lo raro, lo deforme, lo diferente? siempre ha tenido un gran papel en el circo, antaño representado por enanos, fieras o mujeres barbudas. Pinche aquí para ver el vídeo Desde hace más de un siglo, el circo se ha visto en peligro de extinción, amenazado por una nueva y pujante cultura del ocio. Hoy, el sueño humano de volar ha sustituido la deformidad por la levedad. Pero no es sólo la superación de límites físicos lo que sorprende de estos artistas, sino cómo se ponen en la piel de los otros. En la era del empatía ?que por sí sola, y lo aclara bien Steven Pinker, no sirve para nada? los valores del trabajo bien hecho, un mayor afán de cooperación y solidaridad y unos horizontes compartidos son la base de nuestra supervivencia. Tony Judt escribía en El refugio de la memoria sobre la gente fronteriza y mostraba su gusto por los confines, por los lugares donde las lealtades y las afinidades convergen «y donde el cosmopolitismo no es tanto una identidad como una condición normal de vida». Lo veo representado por esa gente del circo. Ahí está el trapecio, donde uno se lanza y vuela y el otro para y recibe. Y siempre, aunque invisible, hay una red.

(La Vanguardia)

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21 de diciembre de 2011
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