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Eder. Óleo de Irene Gracia

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84. Lecturas íntimas y lecturas zombies

Ayer estuve en Jaca dando una conferencia y dije, entre otras cosas: / La figura del lector es comparable a la del zombi. No he visto muchas películas de zombis (en esto el experto es Jorge Fernández Gonzalo, autor del sugestivo ensayo Filosofía zombi, 2011), pero en la mayoría los zombis se alimentaban de los cerebros de humanos, y no podían ser revertidos: no podían salir de la condición "zombiesca", de modo que la única opción era dejarlos vivos o matarlos. Creo que al infectado por el virus de la lectura le sucede algo parecido, entendiendo por lectura no la de best-sellers, sino la de auténticas obras de arte. El lectoespectador no puede dejar de alimentarse de (las obras de) los cerebros ajenos. El síndrome lector es aún más fuerte que el de la escritura, pues este último admite reversión pero el de la lectura no. Hay quien se cura del vicio redactor y abandona la literatura. Ustedes recordarán varios nombres de escritores que dejaron de escribir pero, casi seguro, a ningún escritor que dejase de leer. Una vez inoculado el veneno de la lectura (un veneno que, como el pharmakon platónico, es a la vez mal y remedio, según Jacques Derrida), el tósigo amolda y formatea el cerebro infectado, que ya nunca podrá dejar de leer compulsivamente. / Cuando el escritor se queda ciego, como Papini o Borges, pide a sus personas cercanas que le lean textos en voz alta. La lectura es la única droga que puede disfrutarse en carne ajena, que se goza incluso inoculada en otra carne. / Internet y las tecnologías digitales que ahora asumen la literatura han apartado el cuerpo de la experiencia lectora, pero ésta no ha abandonado la cama. Lynn Kaplanian-Buller llama lecturas cálidas a las que se hacen de noche en el lecho, con las que el lector establece una relación afectiva: "es una forma privada de lectura, a menudo hecha en la cama, y sentimos que los materiales orgánicos como el papel pueden absorber y mantener la experiencia lectora más segura para otro día". Igualmente, Remedios Zafra recuerda en su reciente ensayo (h)adas. Mujeres que crean, programan, prosumen, teclean (Páginas de Espuma, 2013), que la educación de Ada Lovelace, la primera programadora, y la de otras mujeres jóvenes de los albores del XIX, se producía también en la cama, donde leían los libros y la correspondencia de sus tutores. El cuarto propio que reivindicaba Virginia Woolf para la mujer se reducía muchas veces a la cama. El espacio íntimo, dice Zafra, vuelve a ser ahora, dos siglos después, espacio de acceso a la información, pues también se llega desde la cama o el sillón preferido al conocimiento a través del ordenador o los dispositivos móviles. / Vivir es ver volver, dijo Azorín. / Jorge Carrión reclama "desacralizar una actividad que a estas alturas de la evolución humana ya debería ser casi natural: leer es como caminar, como respirar, algo que hacemos sin que sea preciso pensarlo antes" (Librerías, Anagrama, 2013).



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27 de julio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El foco de Dios

Claro está que la idea de belleza cambia con cada época. Perecería que existiendo un Dios eterno la belleza acompañaría ese zanco de eternidad, pero no es, sin embargo, de este modo. Dios obra como una poderosa luz que desataca lo bello y lo feo, lo malo y lo bueno, aunque o todo depende, desde luego, de aquello que los autores sitúen en el plató.

La batalla para lograr lo hermoso y su contrario se halla en manos de los autores. Con una importante condición y es que a Dios no se le pueden exponer baratijas, diseños que no poseen imaginación. La relación de Dios con los aristas es muy estrecha y muy laxa, a la vez. Es estrecha en el recinto de la mente pero es laxa en el sentido de que a Dios lo mismo le da, una obra maestra que una copia, algo excelso u otra que no levanta un palmo de la mediocridad.

Dios es sólo el foco. Un foco tan potente como la de un juez absoluto más allá del cual no hay recursos de casación. ¿Y que qué le queda al artista ante este anonadamiento judicial? Sólo la invención. Inventarse, reinventarse o revelarse son asuntos de gran empaque criminal. Toda innovación conlleva una negación de lo preexistente y si el golpe es de muerte mejor que mejor. El auténtico artista es un gran asesino. Sacar una belleza nueva de los preexistente comporta tomar lo preexistente como un cadáver y practicar sobre él una suerte de autopsia y resucitación.

Sólo los artistas de potencia, abocados al precipicio, olvidados de sí son capaces de mostrar ante Dios otro género insólito bajo su foco insólito. A Dios no lo intimida el cambio, no faltaba más. Pero la época se siente afectada por el un nuevo modelo de belleza que remueve la moral.

La belleza, en suma, es todo menos un aditamento estético. Los artistas que innovan son capaces de intuir que ha cambiado el mundo y no siempre exageran en su apreciación. Lo bello y lo feo son faros de ida y vuelta. Atraen luz divina sobre la nueva cosa y la nueva cosa irradia sobre el entorno de las costumbres o la manera de amar. Ser humano, aparte de otros alicientes, permite disfrutar de este imprevisible cambio entre lo bello y su birria. O, lo que es lo mismo: lo que al cabo es moral habiendo sido inmoral.

El ejes obre el que gira el mundo podría reasumirse en esta idea sencilla. Lo que es feo hoy será bello mañana, tal como dicen los modistos. Y la moda es el torno crucial en torno al cual orbita una constelación de símbolos que terminan por aterrizar en el asunto del bien y del mal. ¿Una boda entre homosexuales? Era feo y ahora tiende a ser bonito. Un cuadro o un espectáculo de vieja factura pasará ahora al cementerio de lo ya visto. Lo no visto, sin amargo, impresiona bajo el potente foco de Dios que revela la emergencia de una nueva belleza. Nos pasaba ya con chicas que nos enamoraban. No eran guapas para la época pero llevaba en sus facciones los presagios de otro gusto actual, preconizadoras de una nueva cultura estética y primordial.

Somos lo que somos sin llegar nunca a ser. Y la belleza más atractiva es aquélla que es sin alimentarse en el pesebre de toda la vida nos llama la atención. Toda la vida, en cualquier punto, posee belleza pero gracias a los artistas -fautores clave- la estética es cambiante, la estética es divertida, la estética da pie a mantener un diálogo digno y bailable con la Creación. Dios el mundo y yo.



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26 de julio de 2013
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I. Imprimes, luego existes

La idea que tenemos de imprimir se reduce generalmente al papel. Reproducir un documento, que es lo que un tiempo los monjes hacían a mano con los libros, y luego pasó al dominio de la imprenta de tipos móviles, la gran revolución del siglo XV. Siempre me ha fascinado imaginar el desconcierto de aquellos copistas encerrados tras las paredes de los conventos, no pocos de ellos analfabetas, cuando escucharon las primeras noticias de que se había inventado una máquina que sustituiría para siempre su paciente trabajo de pendolistas.
Como uno de esos monjes medioevales me sentí cuando en los años ochenta del siglo pasado abrí en Managua la caja donde venía el primer ordenador de palabras que llegaba a mis manos. Yo mismo lo instalé, siguiendo de manera febril las instrucciones del manual, y no quedé en paz hasta que pude teclear la primera palabra en la pantalla verde mientras la señal del cursor me incitaba a seguir adelante.
Las impresoras conectadas a las computadoras personales de entonces eran rudimentarias, pero hoy han logrado eliminar de nuestras mentes el concepto de original y copia que antes teníamos. Una impresora sólo produce originales, y esto que parece tan simple ha significado la alteración de todo un concepto filosófico.
Los grandes inventos no sacuden de un solo golpe a la humanidad, sino que se van abriendo paso en las mentes hasta que, después de ser un asunto de pocos, su uso se generaliza, y se vuelve costumbre.

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26 de julio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Fuerzas de flaqueza

Pocos creen en las nuevas conversaciones de paz entre israelíes y palestinos que Washington prepara entre bastidores. Pero a la vista está que convienen a muchos. Al que más, al nuevo secretario de Estado John Kerry, que sustituyó a Hillary Clinton el pasado febrero y ha conseguido en apenas seis meses de frenética actividad que las dos partes del conflicto aceptaran sentarse de nuevo en la mesa de negociación.

Nada sería más gratificante para el candidato presidencial demócrata derrotado por George Bush en 2004 que obtener un éxito desde su nuevo puesto donde tres presidentes sucesivos cosecharon amargos fracasos. Ni Clinton en Camp David en 2000, ni Bush en Annapolis en 2007, ni mucho menos todavía Obama en Washington, en las más recientes y breves conversaciones de septiembre de 2010, pudieron avanzar en la concreción de esos dos estados, uno palestino y otro judío, en paz y seguridad.

Llega el anuncio de las conversaciones, todavía sin fecha, cuando más desprestigiada se halla la fórmula, ahogada fundamentalmente por la expansión de las colonias judías en el territorio de Cisjordania donde debería asentarse precisamente el Estado palestino. Pero llega también en un momento de cambio vertiginoso en la región, irreconocible respecto al contexto en que se celebró la anterior negociación.

No cambian los términos del problema, ni por supuesto las objeciones y dificultades de una y otra parte. Versan sobre la delimitación del territorio, que los palestinos quieren que parta de las fronteras anteriores a 1967; el destino de los refugiados palestinos, que Israel no quiere acoger en su territorio; y el estatuto de Jerusalén, capital eterna e irrenunciable para los judíos y ciudad sagrada para los musulmanes.

Todo parece la enésima y tediosa repetición de idéntica jugada, pero el mundo de 2013 ya no es el mismo que el de las anteriores ocasiones fracasadas. Todos los protagonistas han cambiado y se hallan más debilitados. Ya no está Mubarak, que garantizaba la paz a los israelíes; pero tampoco Morsi, que se dejaba llevar por su verbalismo antisemita, aunque nada hubiera tocado de los acuerdos con Israel. Siria se halla en guerra civil y probablemente dejará de existir como Estado unitario. Hamas está inerme sin los Hermanos Musulmanes en el poder en Egipto. Quien lleva el marchamo de mayor debilidad y desde hace tiempo es, por supuesto, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, en falso en cuanto a legitimidad democrática. También Israel, en su punto más bajo de apoyo internacional, y el responsable, el primer ministro Benjamin Netanyahu.

El secretismo con que ha operado el secretario de Estado, principalmente para eludir las condiciones previas exigidas para sentarse en anteriores intentos, impide conocer los detalles, pero no es aventurado cifrar en las debilidades de las partes la clave de las nuevas conversaciones. Gracias a la debilidad funciona la presión de la superpotencia y gracias a la debilidad adquiere sentido el oxígeno político que puedan extraer Abbas y Netanyahu. El ex ministro de Exteriores israelí Shlomo Ben Ami ha señalado en estas páginas que "no es imposible que lo que empieza como un ejercicio táctico acabe convirtiéndose en una nueva realidad estratégica".

También es débil la superpotencia patrocinadora, cuya influencia en la zona iba de capa caída, como muestra entre otras cosas su incapacidad ni siquiera para influir en el escenario sangriento de la guerra civil siria. Y poco hay que añadir a lo mucho que se ha escrito sobre la debilidad congénita de los europeos, aunque por una vez, quizás la primera en décadas, haya pesado una decisión de la Comisión, en concreto la que excluye a los asentamientos israelíes en los territorios ocupados de las ayudas financieras para investigación.

El Gobierno israelí intentó frenar la publicación de las directivas con el argumento de que ponían en peligro el trabajo de Kerry para sentar las partes a negociar, pero a pelota pasada se ha visto que el efecto ha sido exactamente el contrario y constituye un adelanto de lo que puede suceder con las colonias israelíes construidas fuera de toda legalidad internacional.

Hay una ventaja táctica común a toda negociación, como es la compra de tiempo. Los gobernantes israelíes son maestros en la materia, y han sabido aprovechar el obtenido desde los acuerdos de Oslo hace 20 años para modificar la realidad sobre el territorio ocupado con el objetivo de condicionar al máximo la fórmula final. Pero lo han hecho en exceso, hasta convertir las colonias en un hándicap estratégico, poco tolerable para la comunidad internacional.

Incluso Netanyahu empieza a percibir la amenaza para una fecha tan próxima como 2020 de una mayoría árabe entre el Mediterráneo y el Jordán, que convertiría la creación de un Estado palestino en la única fórmula para salvar un Israel que quiera seguir siendo un Estado judío y democrático. Palestina no puede nacer de la escasa fortaleza de los palestinos, pero sí de la creciente debilidad de los israelíes.



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25 de julio de 2013
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Mujeres desnudas

Este verano Madrid se ha llenado de mujeres desnudas, que forman la avanzada de una dominación en imágenes. PhotoEspaña ya lleva quince años de existencia, en una rara y feliz combinación de lo privado y lo público que organiza estupendamente bien La Fábrica. Pero lo de este año es extraordinario. La ciudad se ha convertido en un museo variado y sorprendente de casi cien años de arte fotográfico, abierto en la mayoría de sus espacios hasta mitad de septiembre; realmente merece la pena el desvío o el viaje adrede.

Como hay muchas y todas las exposiciones que he visto (diez) son de interés, me limito a reseñar las más fascinantes para mí, en las que la mujer, a uno y otro lado de la cámara fotográfica, es protagonista. La más inesperada, y que por ningún concepto nadie debería perderse, es la que ocupa un ala de la Academia de San Fernando hasta el 27 de septiembre. Conocí de un modo casual en Praga, el año en que el terciopelo hacía caer el telón de acero soviético, la obra de Frantisek Drtikol, uno de los grandes nombres peor conocidos de la vanguardia histórica; la muestra que ha traído PhotoEspaña se centra en los desnudos femeninos de la década 1920, de un refinamiento estético y una osadía sensual poco comunes incluso en aquel tiempo iconoclasta. Convertido al budismo, Drtikol dejó la pureza futurista por la mística oriental, con lo que su obra perdió filo y relieve; lo que se expone en Madrid es la vida breve de un gran creador de formas.

Menos atrevidas pero provistas de gran encanto y muy buen hacer son las fotos de la serie ‘Los Kennedy' tomadas en los primeros años 1960 por Mark Shaw (exhibidas en los locales de Loewe en la calle Serrano). Aunque la serie cuenta con algunos de los retratos preferidos del propio presidente asesinado, es Jackie, sola, con su marido, en familia, asomando pícaramente la mitad de su bello rostro tras el de su bebé John Jr., la figura que da vida y color a estas estampas domésticas anteriores a la tragedia.

    Pero las fotógrafas aportan con su enfoque afortunadamente sesgado la otra cara de la representación. Bajo el título ‘Mujer. La vanguardia feminista de los años 70', el Círculo de Bellas Artes acoge una riquísima selección de la colección Sammlung Verbund de Viena, en la que podemos seguir el itinerario comprometido, irónico, a veces juguetón y otras hiriente, de un amplio grupo de artistas, la mayoría independientes entre sí pero unidas por el afán de mostrar su cuerpo, frecuentemente desnudo, en desafío a los clichés sexuales de la mirada masculina. A los nombres consagrados de Cindy Sherman, Esther Ferrer, Ana Mendieta o Valie Export, se añaden, para mí como un descubrimiento, los de las vienesas Birgit Jürgenssen y Renate Bertlmann, en su ácida figuración autodisfrazada. Y deslumbra, como siempre que se ve su trabajo, el mundo singular de Francesca Woodman. Acabo mi restringido paseo fotográfico con ‘Escrito sobre el cuerpo', que llena varias salas de la Fundación Telefónica con una antología de fotos, instalaciones y películas de la artista iraní exiliada Shirin Neshat. Las mujeres de Neshat se ofrecen en poses provocativas (hay que ver íntegro su cortometraje ‘OverRuled'), y también veladas de la cabeza a los pies; entre los dos extremos lucha la libertad femenina en las convulsas sociedades del mundo árabe.

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25 de julio de 2013
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La matriz del odio

Leo ("Le Monde Diplomatique Julio 2013) un impresionante informe del profesor Vicenç Navarro sobre los orígenes de la conmoción económica actual, en el que se describe la rebelión del poder contra el compromiso, trabado en los años de posguerra, entre la defensa de los intereses del capital y la defensa de los intereses del trabajo, el cual había permitido que lo globalmente percibido por el trabajador (salario directo más beneficios sociales) aumentara paralelamente a la productividad. Puesto en cuestión desde principio de los ochenta, el pacto quedaría tocado de muerte desde la caída de la Unión Soviética, aunque el ataque se disimulara por la necesidad de subvencionar la reunificación alemana que exigió aumentar el déficit público y generar una dinámica de endeudamiento, primero en la propia Alemania y después en toda Europa, mediante el expediente de esa "alemanización de los intereses monetarios" que supuso la creación del Euro.
Este endeudamiento habría a lo largo de unos años disimulado que la batalla la iba ganando el capital, y las cifras que da el profesor Navarro son escalofriantes: "Durante el período 1981-2012, el descenso de las rentas del trabajo fue de un 5.5 en Alemania, un 8.5 en Francia...y un 14.6 en España". Naturalmente para que esto pudiera ocurrir la forma de terrorismo consistente en disciplinar a los trabajadores con la amenaza del paro fue un ingrediente clave. De tal forma que el desempleo, lejos de ser una maldición para los gestores, del capital es un arma indispensable...que obviamente puede conducir a la explosión del sistema. Bastaría quizás con que los trabajadores alemanes empezaran a sumir las consecuencias de que "tienen más en común con los trabajadores de los países GIPSI [acrónimo que al incorporar a Italia vendría a sustituir al "ocurrente" PIGS] que con su establishment financiero y exportador". Obviamente, tras los alemanes habrían de incorporarse a la causa los trabajadores del norte de Italia y los de Cataluña o Finlandia...
¿Y entretanto? Simplemente la guerra fratricida, el rechazo a la otra víctima, sustituyendo a la lucha contra el capataz propio (y digo "capataz", porque aquí efectivamente nadie tiene el mando, lo cual, aunque exime de responsabilidad a los que parecen tenerlo, no por ello les hace menos viles). En el ínterin... simplemente la obediencia, obediencia que alimenta la matriz del odio.

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25 de julio de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nuestro pan de cada día

El antropólogo Claude Lévi-Strauss aseguraba en Tristes trópicos que "el mundo empezó sin el hombre y puede terminar sin él". Más centrado en lo suyo, Predrag Matvejevic aventura una predicción de menos alcance pero igual de inquietante: "La humanidad nació sin el pan y puede quedarse sin él".
Quien lea este libro sabrá que cualquier alusión a la palabra "pan" va mucho más allá de un simple pedazo de masa de cereal horneado con o sin levadura, pues como dice el propio Matvejevic, "Los caminos del pan han transcurrido por el espacio y el tiempo, por la memoria y el olvido. Es difícil constatar dónde empiezan y dónde acaban. Casi siempre ha ido de oriente a occidente, siguiendo el sol. [Pero]...el pan no aguanta viajes largos, se endurece, envejece, se pudre. En realidad viajan las semillas, las experiencias, la necesidad". Y, como no podía ser menos, en la necesidad está la clave del libro entero. Parafraseando a Lutero, dice Matvejevic: "Cuando pides "tu pan de cada día" estás pidiendo cuanto sea necesario para tener y disfrutar del pan de cada día, y por otro lado [te estás manifestando] contra todo aquello que interfiera con ese disfrute". Todo un programa político de alcance aún más perfilado por el anarquista Piotr Kropotkin, conocido como el "príncipe negro", cuando sostiene en La conquista del pan que en la lucha por conseguir el alimento la "necesidad" debe prevalecer sobre el "deber".
O sea que, como se ve, sin apenas haber entrado a hablar en serio sobre el pan, ya se han planteado cuestiones históricas, sociológicas, políticas, geográficas, éticas y religiosas, ello por hablar del puro y simple placer que el hombre ha encontrado en él desde antes incluso de haber entrado en la historia.
Según cuenta el autor, su infancia estuvo marcada por su propia hambre (nació en Mostar (Bosnia) en 1932 y por lo tanto le pillaron de lleno las terribles consecuencias de la II Guerra Mundial en los Balcanes), pero también una infancia marcada por el hambre experimentada por sus familiares más directos, unos refugiados que años después de huir a Yugoeslavia desde Rusia fueron capturados por los invasores alemanes y enviados a campos de concentración. Su propia relación con el pan (o con la ausencia de él) y los relatos de quienes regresaron de los campos de exterminio como muertos en vida o la memoria de quienes perecieron en ellos le animaron a escribir una historia del pan que por unas causas u otras se fue posponiendo, aunque en ningún momento dejó de acumular datos que ahora están a disposición del lector de este libro de difícil catalogación, pero escrito con la pasión y la curiosidad que el pan exige.
Porque pasan cosas harto curiosas con el pan. A todos nos fue enseñado de niños que si caía al suelo un pedazo de pan no sólo había que recogerlo sino que era preciso besarlo para devolverle su dignidad. Y resulta que recibió idéntica enseñanza un niño bosnio croata criado en el seno de una familia de refugiados rusos, circunstancia que se pone de manifiesto al hablar de esa misma costumbre en Oriente Próximo, la antigua Grecia y otros lugares de tradiciones igual de dispares. Otra afirmación curiosa: cuanto más se asemeja un idioma al nuestro, más cercana resulta su relación con el pan, aunque la cuestión lingüística ofrece infinitas posibilidades que Matvejevic  explora en todas las direcciones posibles, quizá incluso en exceso para el lector no especializado.
Pero es un apasionamiento que se entiende porque la imbricación en el habla cotidiana, desde tiempos inmemoriales y en todas las lenguas del mundo resulta fascinante. Cuando Adán es expulsado del paraíso queda condenado a ganarse el pan con el sudor de su frente, y se dice así porque en todo el mundo el pan es el símbolo del sustento para la vida. Es asimismo fascinante la relación del pan con el cuerpo, empezando por el "Yo soy el pan de la vida", de Jesucristo, que luego mantendrá una relación constante con ese pan que vuelve a jugar un papel primordial durante su última cena en este mundo. 
Nuestro pan de cada día es un libro intenso, casi podría decirse que la obra de toda una vida, y aunque apenas llega a las doscientas páginas hay momentos de gran densidad que se ven compensados de largo por la ya mencionada pasión puesta en su escritura, unida a una inmensa y asombrosamente variada cantidad de información. Y quien no aprenda a odiar el pan congelado y recién horneado que venden ahora en las gasolineras y los supermercados no habrá entendido la irreparable pérdida de civilización que están provocando esos miserables remedos del honrado panadero de toda la vida.

Nuestro pan de cada día
Predrag Matvejevic
Traducción de Luisa Fernanda Garrido
Y Tihomir Pistelek
Acantilado



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24 de julio de 2013
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III. La mecha entre los dientes

En el agua en que se va hervir a fuego bravo la carne del mondongo, por unas tres horas, hasta que quede suave, se pone bastante cebolla picada, y mientras tanto se le va echando achiote y ajo molidos juntos, y al final la sal. Se aparta el caldo que soltó la carne, viendo que no se agrie, y este caldo se echa a la olla de la sopa, y detrás de la carne se añade el repollo trozado, cebolla y chiltomas picadas, y el culantro, y así se deja tres horas más en el fuego de leña.
Tubérculos y otros variados frutos de la tierra van a dar a la olla. Los pedazos de yuca, quequisque, plátano verde, ayote, los chayotes, los elotes, los chilotes, se hierven por aparte, en algo de la sopa, para juntarlos después a la sopa misma, a la que se agrega arroz molido con el fin de espesarla, según unos, y harina, según otros; y todavía yerbabuena, pimienta negra en grano y pimienta en polvo.
En la mesa debe estar el chile congo destripado con cebolla en vinagre, o el gran recipiente de vidrio que es el chilero soberano, madurado al sol, más la tortilla de maíz, recién sacada del comal. Dicen que en las malas mondonguerías, cuando se arrala la sopa de tanto socorrerla con agua, la espesan otra vez con candelas de cebo, que todavía las hay en Nicaragua, como en el siglo diecinueve, con lo que es necesario tener cuidado de no hallarse con una mecha entre los dientes.

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24 de julio de 2013
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Insoportables

La playa, la hamaca irremediablemente azul, un libro y el rumor de las olas que construye consonantes líquidas. Hasta que el megáfono del chiringuito anuncia una master class de zumba, y levanta de la toalla a una veintena de mujeres -ningún hombre- de entre 20 y 70 años dispuestas a mover brazos y caderas al ritmo de “vamos a gozar y bailar como locos en la playa”. Celebro su disfrute con ese baile que a mí me parece zafio, pero ¿por qué someten a sus decibelios a todo aquel que no quiere saber nada del zumba, y mucho menos con los pies en la arena? Avanzar con la bicicleta por un paseo marítimo, a velocidad moderada, sentir la brisa de la tarde, y encontrarte con peatones que testarudamente siguen la línea del carril bici sin cuestionarse -hay señales en el suelo que lo indican- que aquel no es su camino. Es más, cuando les tocas el timbre, hacen aspavientos con las manos. Los padres para quienes los mocos de sus hijos son invisibles, incluso si se los comen. No hay paisaje que cause más desamparo: un pequeño moqueando en la piscina, casi ahogándose en ellos, hasta el extremo de que el instinto te empuja a sonarle ante las narices de sus progenitores, que ríen tan agradecidos como ausentes. Los que dicen guapi con tal despreocupación que acaban contagiándotelo en algún momento. O quienes en lugar de hacer una llamada, hacen una call, o de convocar a un artista lo hacen a un talent; titular es, para ellos, lettering; experiencia, expertise, y sus usuarios son free. También los que repiten sin cesar: monetizar, sinergias, cambio de paradigma. Y las parejas que el uno al otro se llaman papi y mami. ¿Cuándo, cómo y por qué olvidaron sus nombres? Los dependientes excesivamente amables de marcas emocionales que se jactan de tener toda una filosofía de empresa “empática y proactiva”. Esos que te preguntan cómo estás hoy, sonríen con una amigabilidad fuera de lo común e insisten en hacerte la tarjeta de cliente aunque pierdas el avión… los mismos que, al despedirte, temes que te pidan una cita. Las compañías aéreas en las que el espacio para la maleta no tiene por qué coincidir con el de tu asiento, y que, a pesar de tener vacíos algunos compartimentos más cercanos, no permiten que dejes allí tu equipaje porque esos asientos -esplendorosamente libres- cuestan más. Mandarán la tuya a la bodega, ese lugar desconocido que aterroriza a adultos y niños. Me pregunto cuántas veces durante este verano, a pesar de la indolencia, de rozar el aire liviano y casi feliz, diremos: “No lo soporto…”. Probablemente sin conciencia de que nosotros mismos nos hacemos más insoportables, y somos los últimos en enterarnos.

(La Vanguardia)

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24 de julio de 2013
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Barbara Ehrenreich: viaje a la pesadilla americana

Barbara Ehrenreich pertenece a una especie exótica: el intelectual público, comprometido y “liberal” de Estados Unidos. Comparte habitualmente las tribunas de la revista de izquierda The Nation y programas de debate en la televisión pública con colegas de la talla de Gore Vidal, Noam Chomsky o Susan Sontag.

Pero Ehrenreich, doctora en biología por la Universidad Rockefeller, quiere también llegar al gran público. Por eso comenzó combinando esos foros para los ya convencidos con ensayos polémicos en revistas como Time y Vogue y en diarios como The Washington Post y The Wall Street Journal, así como en libros sobre algunos de los temas más candentes de la actualidad. Sus libros más controvertidos son Fear Of Falling (Temor a la caída), sobre la decadencia de la clase media norteamericana, y The Hearts Of Men (Los corazones de los hombres), sobre otra decadencia: la del macho.

Pero fue en los últimos años que Barbara Ehrenreich se volvió realmente popular. Sus dos últimos libros la convirtieron en superventas y adalid de una escuela de periodismo en primera persona, en la estela de George Orwell y Günter Wallraff.

*          *          *

Tras una vida de mucho trabajo pero firmemente anclada en las comodidades de la burguesía, Ehrenreich decidió pasar un año con el sueldo mínimo. Para contarlo, naturalmente. Congeló sus cuentas bancarias, quitó sus títulos universitarios y libros publicados de su CV, y pidió trabajo como cajera, como limpiadora, como mesera. Se hizo pasar por mujer recién divorciada, con poca educación y escasa experiencia laboral para viajar por todo Estados Unidos trabajando en los empleos peor remunerados, sobreviviendo en todos lados de la misma forma que sus compañeras que ganan apenas para alquilar un cuartito y comer comida chatarra.

Nickel & Dimed, traducido al castellano con el nombre de Por cuatro duros, cuenta en escenas precisas y elocuentes las humillaciones cotidianas y las estrategias de supervivencia en un mundo cruel y gris.

Allí nos cuenta, a la manera de Orwell, cómo se trabaja en la cocina de un restaurante y sirviendo mesas en otro, pasando el trapo en casas para una empresa de limpieza o de cajera de supermercado. Recorrió el país para obtener una imagen amplia y ver qué cambiaba al moverse por la diversidad geográfica, étnica y cultural de Estados Unidos. La mirada de la académica, intelectual y periodista informa lo que nos cuenta, pero siempre el motor de la narración es la mezcla de lo que vive, lo que siente (estudia su cuerpo y su mente después de cada jornada de trabajo como los biólogos estudian a sus ratones) y lo que le cuenta la gente con la que interactúa, sobre todo las chicas que trabajan con ella.

*          *          *

En su secuela sobre el siguiente escalón laboral, Bait & Switch, la escritora se sumergió en el mundo de las secretarias, empleadas administrativas y asistentas que se sostienen con uñas y dientes a una clase media en peligro de extinción. El título, una frase hecha en inglés, se refiere a los engaños de la publicidad, que promueven productos o servicios en condiciones óptimas y a un precio bajísimo, pero cuando uno llama esa casa o ese curso justo no están disponibles. “Pero este otro sí…” La idea es que los buenos empleos para la clase media se han vuelto similares a estas estafas.

“La autora de Nickel and Dimed vuelve a la investigación encubierta para hacer con la afligida clase media norteamericana lo que antes hizo con los pobres que trabajan”, anuncia en su página web.

El segundo libro es menos dramático que el primero. Las secretarias ejecutivas en general no pasan hambre, no viven en barrios infestados de droga y tiros ni son expulsadas de sus sucuchos en mitad de la noche. Pero la caída de la clase media a la baja, el tener que sacar a sus hijos de las escuelas a las que van, el ver el futuro negro y sin salida lleva a la desesperación.

El mundo del que sueña con un futuro mejor (en Estados Unidos lo llamarían el ‘sueño americano’) y ve escurrirse sus ilusiones como agua entre las manos ha dado grandes piezas literarias, como la obra de teatro Muerte de un viajante, de Arthur Miller. Ehrenreich hace muy bien al emplear su talento y el periodismo narrativo en primera persona para contar la historia de mujeres pudieron haber sido ella.

Entre ambos libros se cumple un proyecto formidable y necesario: cómo influye el neoliberalismo, la globalización, la ola de privatizaciones y fusiones y las subidas y bajadas de la bolsa en las vidas de la gente corriente.

*          *          *.

Ehrenreich se desdobla, no se disfraza. Es una versión de sí misma la que viaja, no una actriz representando un papel. Usa su otra personalidad, de científica, para tomar sus viajes como un sociólogo viajaría para entrevistar a los pobres o a los que están a punto de caer de la clase media.

La diferencia con el científico social es cómo ella vive la vida de sus personajes y cuenta sus vivencias. Primero elabora su plan científicamente; después usa las estadísticas y los estudios sociológicos para elegir los lugares y los oficios a los que se presentará. Pero mira los detalles, y se mira a sí misma, como un periodista narrativo que usa la primera persona para que veamos desde su punto de vista la situación, el problema, el drama.

*          *          *

El año pasado entrevisté a Ehrenreich en el CCCB de Barcelona. Le pregunté por ambos libros, y estaba seguro que me diría que la investigación de Nickel & Dimed había sido mucho más dura que la de Bait & Switch. Deslomarse en la cocina de un restaurante o limpiando casas a domicilio es mucho peor que ir a entrevistas de trabajo para secretarias ejecutivas, por supuesto. Pero me sorprendió: me dijo que trabajando por el salario mínimo no era ella, era la realización de un proyecto periodístico. Pero cuando quería buscar trabajo administrativo, a la que rechazaban por vieja, por poco agraciada o sonriente, por escaso currículum, era a ella. Era un rechazo personal, ella se esforzaba por agradar y por obtener el trabajo y la versión de sí misma que ponía en juego era una versión posible, cercana, terriblemente plausible de su verdadero ‘yo’. Por respuestas como esa es que leo, sigo y aprendo siempre tanto de Barbara Ehrenreich, la cronista de la pesadilla americana. 

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23 de julio de 2013
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