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El sirviente

Uno de los asuntos más arduos, tanto en mi vida profesional como en la doméstica, ha sido dar órdenes al subordinado. No querría uno que el subordinado le tomara el pelo, le sisara o le sorteara, pero para esto se necesitaría, creo yo, manifestar un grado de autoridad que, en definitiva supone, mostrarse por encima del otro. Esta función se considera del todo primordial puesto que una cosa es el jefe y la otra los subordinados. Es decir, si el subordinado carga con su condición de servicio, el jefe representa, incluso para el mismo jefe, una figura superior. Ahora bien, mostrase superior a cambio de ofrecer un estipendio al otro es una función odiosa o al menos nada grata. No deseando ser yo desagradable y sí, por el contrario, amado mi actitud balanceó siempre hacia la condescendencia,  la benevolencia y el cerrar los ojos, si fuera preciso,  ante los  desaguisados. En la casa, concretamente, se representa bien esta contradictoria condición del jefe odioso pero misericorde y hasta cobarde que Joseph Losey llevó al cine tras una adaptación de Harold Pinter (sobre la novela de Robin Maugham) y que se titulaba efectivamente The servant. Ni más ni menos The servant "servía" para poner en evidencia el frágil poder del amo cuando se convierte por la dialéctica de las prestaciones en  dependiente de los servicios del criado y con el tiempo llega a estar en alto grado a su merced.  

Como en otros capítulos de  las relaciones humanas no se llega a dominar de manera inocua. El que ejerce el poder crea resentimiento y de ello puede llegar la conspiración y la revuelta asesina. El poderoso manda pero  cada orden va creando un rosario o una soga potencial que puede acabar con él. El amo manda y teme ser eliminado. Su porción de soberbia encierra una porción de miedo igual a la porción de odio que se inculca indefectiblemente en los servidores.  

No seguiré mucho esta vez sobre un tema tan crucial. Volveré sobre ello porque, de hecho he venido a parar en este asunto impulsado por el temor que voy cobrando a la empleada de hogar, incalculablemente más grave que el que ella podría tenerme a mí. Soy capaz de barrer lo que esté sucio en cualquier rincón, a recogerlas pelusas sin decir palabra a simular que disfruto con el plato que cocina sin habilidad. Con todo ello, día tras día, mi malestar empeora. Y  doblemente. Se agranda tanto por la efectiva suciedad o mal sabor de los alimentos, como por la amargura que siento al verme  autodesacreditado. Ser jefe es mejor, según los libros de Historia Universal. En la historia de la vida cotidiana es otra cosa. Según mi carácter yo no he querido nunca obedecer ciegamente pero tampoco he sabido mandar con lucidez. De ahí se deriva que no haya alcanzado ninguna influencia notable ni equilibrio personal alguno. 

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22 de junio de 2015
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La conversión ecológica

Pocas encíclicas papales suelen tener efectos inmediatos y de tipo político. Como textos doctrinales que son, en los que el obispo de Roma se dirige a todos los fieles, las encíclicas influyen en el rumbo espiritual de la Iglesia y naturalmente en su relación con el mundo. Sobre todo si se trata de encíclicas de contenido político o social, como fueron la Rerum Novarum, de Leon XIII, de 1891, que estableció la doctrina social de la iglesia ante los movimientos obreros, o la Pacem in Terris de Juan XXIII, de 1963, que fue la respuesta a la guerra fría. Como cualquiera de las grandes encíclicas, la Laudato sii de Bergoglio, dedicada a una visión ecológica del planeta, sienta doctrina, pero también busca y tiene efectos políticos inmediatos. A diferencia de otras cartas papales, no se dirige únicamente a los fieles sino que pretende alcanzar a la humanidad entera, con independencia de la religión o las creencias. Es además un llamamiento, en muchos aspectos dramático, a la acción urgente ante las catástrofes medioambientales que se avecinan y específicamente las que se derivan del calentamiento global, dirigido sobre todo a los países más ricos y con mayores responsabilidades contaminantes y a las organizaciones internacionales pero también a los individuos, cada uno en su nivel, para que respectivamente actúen con políticas que limiten los desastres y adopten formas de vida más ecológicas y menos consumistas. Su repercusión demuestra el prestigio y la autoridad crecientes del papa Francisco. Solo han discrepado las voces cada vez más aisladas de quienes niegan la evidencia científica del cambio climático, como es el caso de Jeb Bush, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, que ya ha declarado que en cuestiones de economía no está obligado a seguir a los obispos ni al papa. La nueva doctrina ecológica del Vaticano influirá sin duda en las elecciones presidenciales del país que ahora sostiene el peso de las negociaciones sobre la reducción de emisiones a la atmósfera. Barack Obama, en cambio, ha manifestado su sintonía con Bergoglio y le ha agradecido su encíclica como un apoyo a la conferencia que se celebrará en diciembre en París para limitar el incremento de la temperatura del planeta. Obama lo necesita, no tanto para convencer a sus interlocutores internacionales, sino sobre todo a sus conciudadanos y al Congreso que les representa y que le ha bloqueado numerosas iniciativas. La encíclica ha coincidido con una muy oportuna encuesta del prestigioso Pew Research Center sobre las posiciones de los católicos de Estados Unidos respecto al calentamiento global, en la que se evidencian las dificultades que tiene la sociedad estadounidense para aceptar el consenso científico. Solo atendiendo a la población católica, un 29% de los estadounidenses no cree que exista, un 53% no cree que sea fruto de la actividad humana y un 52% no considera que tenga consecuencias graves para el planeta. Estas cifras se amplían en el conjunto de la población y todavía más entre los no católicos. Quienes mejor sintonizan con las posiciones de Bergoglio respecto al medio ambiente, según la encuesta, son los católicos hispanos que votan demócrata y quienes peor, los blancos evangélicos que se identifican como republicanos.  Quienes más pueden darse por aludidos por esta encíclica son las oligarquías de los países más ricos y sobre todo los productores de gas y petróleo. Bergoglio propugna drásticas disminuciones en la extracción y uso de combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas, y su sustitución por energías alternativas. Son reiterados en toda la encíclica los ataques al consumo irresponsable, a la producción de deshechos innecesarios, al urbanismo que segrega a los ricos en zonas seguras y ecológicamente limpias y a los estilos de vida arrogantes de los más favorecidos. Este es un texto de gran densidad religiosa e intelectual. Hay capítulos perfectamente acordes con la literatura católica más devota y otros, de lectura más interesante para los laicos, que pertenecen al género del ensayo político y económico. Empieza con una evocación del santo inspirador de su papado, Francisco de Asís, y específicamente del poema y oración que es el Cántico de las Criaturas y termina con dos plegarias escritas de su mano, la Oración por nuestra tierra y la Oración cristiana con la creación. Jorge Bergoglio escogió el nombre de Francisco por el santo de los pobres y ahora se inspira en su filosofía de la naturaleza para esta encíclica ecologista, en la que hermana el cuidado del planeta con la atención a los más desfavorecidos, a los que considera las primeras y más importantes víctimas de las catástrofes originadas por el cambio climático. Hay ambición política en este texto redactado por el humilde cura andariego salido de los suburbios de Buenos Aires. Ambición eclesial y ambición papal. La voz de Bergoglio recupera ante la pobreza y la amenaza medio ambiental la intensidad del clamor de Wojtyla ante la falta de libertades bajo el comunismo. El Vaticano, eclipsado durante el pontificado de Ratzinger y herido en su prestigio por los numerosos escándalos de los abusos sexuales, está recuperando con Bergoglio su capacidad para actuar como contrapoder frente a los poderes de este mundo, con la ventaja de que aparece ahora despojándose de sus ropajes más arcaicos e incómodos y adaptándose en sus hábitos y en su vida diaria a la sencillez evangélica que siempre ha predicado y solo en muy contadas etapas de su historia practicado. Los ricos deben pagar su deuda ecológica con los pobres, el Norte con el Sur. No hay un derecho absoluto a la propiedad privada. El mercado libre y desregulado no sirve, ni siquiera para asignar precios a las emisiones de gases contaminantes. La economía no puede mandar sobre la política. Bergoglio critica incluso los rescates bancarios y la gestión de la crisis financiera. O propugna la sana presión, se entiende que los boicots, sobre quienes ejercen los poderes económicos y políticos. No parece haber dudas sobre la tendencia ideológica de la encíclica y del Papa que la ha redactado. Atendiendo a las reacciones, en todo caso, la derecha no parece tenerlas. El papa Francisco no deja rincón por barrer. De izquierdas en economía y ecologista e incluso animalista respecto a la naturaleza. Pero no se mueve en cuanto al aborto. Por primera vez en una encíclica se define contra la destrucción de embriones y la interrupción del embarazo, con el matiz de que no es parte de una doctrina moral sobre la reproducción sino de su visión franciscana de la naturaleza, que obliga a proteger a los más débiles, como son los pobres, los discapacitados y los embriones. Bergoglio se dirige a todos, pero a los creyentes les dice que no se puede amar a Dios sin amar la naturaleza y a los más desfavorecidos. El Papa les conmina a practicar una espiritualidad ecológica, a convertirse a una vida de sobriedad y bajo consumo, exactamente en las antípodas del tipo de religiosidad que funciona como una forma de equilibrio interior o autoayuda, tal como la practican muchos cristianos renacidos en Estados Unidos o piadosos magnates musulmanes en los países árabes.

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22 de junio de 2015
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Albert Chillón: Periodismo literario y reivindicación de las humanidades

En 1998, el profesor de la UAB Albert Chillón publicó un libro seminal, básico para quienes nos dedicamos a escribir, enseñar y aprender a escribir y también para los que aspiramos a ser buenos lectores: Literatura y periodismo, una tradición de relaciones promiscuas.

Tras un elogioso prólogo de Manuel Vázquez Montalbán, Chillón presenta, defiende y analiza una de las más ricas y promisorias ramas del periodismo en la segunda mitad del siglo XX: lo que algunos llaman periodismo literario o narrativo, lo que en América Latina se conoce como "crónica" y que en Estados Unidos se engloba en la “marca” de Nuevo Periodismo o la etiqueta (para Chillón engañosa) de “no ficción”.

El autor, un referente fundamental de lo que en las ciencias de la comunicación se conoce como “teoría del giro lingüístico”, muestra con abundantes ejemplos cómo escritores y periodistas de Europa y las Américas utilizaron recursos literarios para contar los hechos del presente e indagar en los del pasado. Desde una vinculación con la novela realista del siglo XIX, analiza los recursos de investigación y escritura de autores tan variados como Josep Pla, John Hersey, Truman Capote, Oriana Fallaci, Ryszard Kapuscinski, Leonardo Sciacia, Gabriel García Márquez, Tomás Eloy Martínez y, dentro de una incipiente producción española, el propio Vázquez Montalbán.

*          *          *

Este libro, que desde su publicación excedió en ambición e impacto el ámbito de la academia española, se encontraba fuera de catálogo, y es un acto de justicia y necesidad que se encuentre ahora disponible en una edición muy ampliada y actualizada.

Lo primero que cambia es el nombre: ahora el libro se llama La palabra facticia. Es un valiente desafío, un neologismo que Chillón defiende a capa y espada como el terreno donde se encuentran la literatura y el periodismo.  Al prólogo original de Vázquez Montalbán se agrega ahora uno nuevo de Jordi Llovet, centrado en el novedoso aporte de Chillón: la necesidad de que el periodismo se acerque (o vuelva) al terreno de las humanidades, a la función del intelectual púbico, necesario para el sostenimiento de una verdadera democracia.

En nuevos capítulos se reivindica algo central para que el periodismo pueda ser parte de la cultura de su tiempo: el papel de las ciencias humanas en el centro del discurso social y sobre todo en las enseñanzas universitarias. Un profesor vocacional y con décadas de experiencia como Chillón vive y sufre en carne propia el triunfo del cómo presentar la información sobre el qué decir y para qué.

Este nuevo libro, en definitiva, es el viejo y valiosísimo Literatura y periodismo más una actualización con nuevos autores y corrientes, un afinamiento de su enfoque teórico y sobre todo, un alegato necesario por las humanidades. 

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21 de junio de 2015
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Dior ha muerto

Como mujer y persona que defiende la igualdad y la laicidad, no siento ni de lejos orgullo ?tal y como firman varias señoras en un manifiesto de apoyo? porque la nueva portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, ?reivindique nuestros derechos y libertades ante instituciones que aún deben cambiar para hacer de la igualdad entre hombres y mujeres uno de sus principios?. En verdad, preferiría que Maestre, con sus mohines coquetones y esas miradas intensas que le pone al selfie, se reivindicara a sí misma. Porque, imaginemos el caso de que servidora quisiera rezar en una capilla, como hace años. O quisiera hablar con mis muertos frente a un altar con olor a cera e incienso. ¿A razón de qué iba a censurarme una pandilla de muchachos con su pataleta de mal gusto y enseñándome sus pechos por los que no siento el más mínimo interés? En el episodio que ahora sentará a Maestre en el banquillo por un delito contra la libertad de conciencia ?un escrache en una capilla de la Universidad Complutense en el 2011? gritaban frases tan ridículas como antiguas: ?Menos rosarios y más bolas chinas?, que viene a ser lo mismo que reclamar ?menos mantras y más ejercicios de Kegel?, como si fueran ginecólogos. Deben de ser chicos muy majos, estos parvenus. Pienso también en Guillermo Zapata, a quien muchos colegas han salido a echarle un capote, o mejor dicho, un mantón de Manila. Que si sucedió hace años ?la falta de sensibilidad no prescribe?; que si el humor negro solo es eso, humor; que si ha pedido perdón; que si es muy buena gente… ¡Ay la buena gente! La que va con su verdad por delante y sin desodorante. La que anuncia, sin el cobijo de Nietzsche, la muerte de Dior con atuendos que pisotean el sentido de la estética. La que se permite hacer bromas de niñas mutiladas, violadas, asesinadas, y frivolizar sobre el mayor genocidio de la historia. Los mismos a quienes nunca les gustaron los chistes de mariquitas o gitanos han empezado a borrar sus timelines. A comienzos de los años ochenta, y siendo ya presidente de la Diputación de Pontevedra, Rajoy defendía desde las páginas de El Faro de Vigo ?la falsedad de que todos los hombres son iguales?. Y, en la misma época, Aznar apostaba por que ?de la Constitución puede culminarse un modelo federal de Estado?. Que los nuevos líderes lleguen fogueados a sus futuribles cargos es lógico, y hasta deseable: tomar partido ?hasta mancharse? ?en palabras de Celaya? es sinónimo de creer en lo que uno dice y hace, de actividad y coherencia. Otra cosa es que su pasado esté lleno de insultos y alarmantes vejaciones, aunque sean virtuales. O que solo les mueva la vocación y no su competencia profesional. Dice Carmena que tiene las espaldas anchas: falta le hará. No me digan que ahora que solo hablábamos de los imputados por corrupción? ¿nueva política con el doble rasero de la vieja? Vale para todo / Dakota Johnson

Tiene nombre de condado, cordillera o marca de motos, pero su originalidad radica en su frágil fortaleza. Debutó con 10 añitos de la mano de su padrastro, Antonio Banderas, haciendo de hija de su madre en la vida real, y la primera entrega de 50 sombras de Grey la convirtió en celebrity de piel blanca y escote de Gucci. Es portadora de esa simpatía guiri que siempre sentó tan bien a las mujeres de su familia, empezando por su abuela,Tippie Hedren. Bien la explota Amenábar en el espot para Estrella Damm que, a vueltas con acentos?Quim Gutiérrez incluso se parece a Dani Rovira en los apellidos vascos?, se sirve de Dakota como la chica del verano por la que vale la pena aprender inglés, aunque tengamos que tragarnos la bochornosa pregunta-respuesta digna de un anticoncurso: ¿qué significa vale? Extraña pareja / Sarkozy-Berlusconi Será ficción friki, pero la imagen choca: una serie de manga titulada Genshinken Nidaime proponía en uno de sus capítulos la pareja gay ideal, formada por dos ?caballeros refinados de más de 50 años?, que no eran otros que el ex ?y puede que próximo? presidente blingbling y el eterno Cavaliere. Dicho episodio se emitió en 2013 pero nadie se había hecho eco de semejante fantasía lejos de las fronteras del país del sol naciente hasta que la viralidad lo ha rescatado. La justificación de la ardorosa y fanfarrona fama de ambos, según los guionistas, se debería a su intento ?de ocultar su relación secreta?. Sarkozy ha dicho que si gana, derogará la ley del matrimonio homosexual. Berlusconi, sigue haciendo chistes de bungabungas. Los japoneses, tan sorprendentes. 40 años después / Dolly Onetti

Se han cumplido cuatro décadas de la llegada de Juan Carlos Onetti y su mujer, Dorothea Mur, Dolly, a Madrid, refugiados de una dictadura que empezaba en su país, Uruguay, a otra que terminaba, en Madrid. Onetti, que ya era un escritor reverenciado por La vida breve, El astillero o El juntacadáveres, se ganaba la vida gracias a una beca y a las columnas que Luis María Anson, director de Efe, le encargaba. Le negaron el Nobel, dicen que por depresivo y deprimente, pero le dieron el Cervantes, y con los 10 millones de pesetas de entonces se compró su piso de la avenida de América adonde iban a verle los amigos: él siempre echado de lado en la cama, buscando con la mirada perdida un sentido o varios, los que iba anotando en sus manuscritos que ahora admiraremos en este revival onettiano. (La Vanguardia)

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20 de junio de 2015
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Tu voz debida (de vida)

"¡Qué alegría vivir sintiéndose vivido!" Este verso de Pedro Salinas forma parte de La voz a ti debida y todo el libro, desde el verso al título y desde el título al verso, canta la felicidad de contar con alguien que habite nuestra existencia gozosamente y, en consecuencia, el amor se derrame  reforzado y abundante  para todo el mundo.

El mundo es incomparablemente más hostil o simplemente demasiado soso sin esa pareja decisiva que colorea y fascina.

¡Qué alegría querer sintiéndose querido! podría exclamarse también  porque en cuanto yoes no amamos nunca más y mejor y confiadamente que cuando sabemos que se nos ama. Cuando se experimenta no hay nada igual entre lo mejor. Si para empezar y seguir una ilusión o un destino difícil es necesario disponer de muchos víveres, en la composición de un amor incondicional se encuentran reunidos los nutrientes que incluso hacen creer en la imposibilidad de morir.

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19 de junio de 2015
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22. Heidegger: el filósofo no del ente, sino del "entre"

 

"Quizá no precisamos

licores siderales

tanto como explorar el espacio del entre"

J. Riechmann, Poesía desabrigada

 

"la membrana

de la oscuridad que siempre se halla 

interpuesta

entre dos superficies al cerrarse."

Robert Bringhurst, Hachadura

 

"No hay que elegir entre lo que vemos (con su consecuencia excluyente en un discurso que lo fija, a saber la tautología) y lo que nos mira (con su influencia excluyente en el discurso que lo fija, a saber la creencia). Hay que inquietarse por el entre y sólo por él."

G. Didi Huberman[1]

 

Y ese "entre" es la "historia"

Arturo Leyte, Heidegger

 

La importancia de Heidegger, el libro de Arturo Leyte (Alianza, 2005) como introducción a la obra heideggeriana, que puede completarse con este artículo, no viene dada sólo por sus muchos valores, sino por su militancia. En este sentido hay que entender por militancia la depuración del estilo hasta unos límites desconocidos hasta ahora, actitud confrontada a la "capilla" de "oscuros" que hasta ahora sólo añadían esoterismo y oscuridades a la obra de Heidegger. Leyte se opone a la presunta inaccesibilidad de la obra del filósofo, favorecida por esa escolástica hermética, que creaba así un interesado círculo de iniciados en torno al autor de Ser y tiempo. Eso sí: el esfuerzo depurativo de Leyte queda lejos de cualquier reduccionismo, de cualquier falsificación y de cualquier restricción de rigor; su objetivo es demostrar que Heidegger es difícil, pero no complicado. Esto es, que su filosofía está constituida por una serie de elementos, perfectamente definibles, cuya exégesis es dura, pero no por un conglomerado confuso de planes o mapas metafísicos, por cuyos caminos de bosque es imposible orientarse. El resultado, este Heidegger, no es un libro, por tanto, enciclopédico ni historiográfico, sino un intento radical de clarificación, de llegar a la almendra del pensamiento del filósofo, mediante una preparación o presentación de la lectura, puesto que se deja muy claro desde el principio que la lectura de la obra de Heidegger es condición indispensable para entenderlo y apreciarlo. Como lector no especialista, además, agradezco (y creo que esto lo suscribirían muchos) la facilitación de la lectura a través de la supresión de la jerga habitual de los libros sobre Heidegger, donde aparece un nuevo idioma, el germañol, mezcla de expresiones españolas y alemanas, y continuas interferencias sobre los problemas de traducción, que vencen el ánimo del lector más voluntarioso. En algunos casos, con no poca ironía, llega a señalar Leyte que el no conocimiento del alemán puede incluso facilitar (p. 46) el acceso al auténtico sentido de ciertas expresiones, ya que la inevitable asociación con ciertas palabras alemanas en su sentido común desnaturaliza, en parte, el mensaje heideggeriano.

 

La estructura del libro de Leyte, dividida en tres partes, tiene dos objetivos, acumulativos: primero, ordenar, que no sistematizar, cronológicamente, el pensamiento de Heidegger y, con ello, desestimar o desactivar la tradicional y errónea clasificación en "dos" Heidegger, dos tramos diferentes de pensamiento separados por una Kehre o giro brutal de su filosofar. No es este el único malentendido que Leyte se propone despejar; también intenta desmantelar la idea, comúnmente extendida, de Heidegger como "el gran filósofo del ser". A su juicio, la originalidad e importancia del filósofo de Messkirch (Baden) viene de plantear una gigantesca contratesis sobre el ser. Esa contratesis consistiría en que, a diferencia de la idea tradicional, por la cual la Filosofía intentaba siempre exponer la cuestión del Ser desde una "exposición predicativa", intentando especificar las propiedades, predicados y atribuciones del ser. Heidegger considera que lo esencial sería, más bien, incidir en que el ser es  (en 2007 publica Leyte un artículo sobre este asunto, llamado precisamente "El paso imposible del sujeto al predicado"). Para Heidegger, los grandes filósofos (en concreto, Parménides, Aristóteles, Platón, Kant), lo que habían dicho es algo negativo, desmontando la incongruencia de toda exposición, el fracaso del decir. Heidegger, según Leyte, reiteraría la certidumbre de ese fracaso, pero haciéndolo expreso: como diciendo "vamos a partir de algo de lo que se pueda hablar" (la cuestión del Ser en relación del hombre, vgr.), y en ese punto de partida (que es para Heidegger el Dasein) demostrara que, en realidad, lo que se revela es que ese lugar, ese punto de partida, no es tal lugar, ni ese ente es tal ente, y que el Dasein no puede identificarse con el hombre o con un hombre concreto, sino más bien es un no-lugar (no en el sentido de Augé, desde luego, sino como algo que es contrario a la idea de lugar, a la posibilidad de lugar), algo identificable con una intercesión, con una escisión, con una fisura, con una grieta. Hay algo que está ahí, y en el momento en que queremos decir algo, pronunciarlo, estamos -constitutivamente- fracasando. Ahí permanece la pregunta, pero se queda como Nada y, por ser nada, no puede ser un lugar, sino un entre[2]. Conclusión, si he entendido bien a Leyte: el Dasein no es radicalmente distinto del Sein, porque ni el Sein es totalmente abstracto, ni el Dasein es en puridad concreto o concretable: "tal vez no haya una distancia tan fuerte entre Da y ser o incluso puede que los dos términos no dejen de referirse a lo mismo" (p. 45). Y esa grieta o esa Nada es precisamente la Metafísica, puesto que ésta, si es algo, es permanente ambigüedad, esa relativa diferencia ínsita del ser.

 

Para ello, insiste Leyte varias veces a lo largo del libro, lo importante es darse cuenta de que Heidegger reproduce en su pensar la historia misma de la filosofía y que su observación de la Metafísica, su "ontología trascendental" es una larga y sostenida mirada atrás, reconstruyendo el camino de su fundación (epistemológica) con Aristóteles, su desarrollo y su muerte "a manos" de Nietzsche. De este modo Leyte nos presenta un Heidegger que, como el ángel de la Historia de Benjamin, camina de espaldas, en dirección a esa "idea de futuro" que presidía su obra, pero mirando atentamente el camino recorrido por sus predecesores, que era, a su vez, el que deseaba transitar en su "trayecto".

 

De ahí que, en un proceso lógico y que no supone ningún giro ni esotérica Kehre, acabe llegando Heidegger al arte. En el razonamiento de Leyte, el arte sería la posibilidad de revelar o interpretar esa nada, esa interferencia, ese entre de la cosa, algo perfectamente compatible con la idea de Mundo no como concepto que une una cosa y otra cosa y otra cosa, sino "entendido como esa y que une y separa, como esa diferencia que no cabe en ningún concepto" (p. 18; dos años más tarde escribirá Leyte en un artículo que "la filosofía, la hermenéutica, siempre tuvo que ver con este suspenderse, con este quedarse en medio, entre"[3]). La diferencia interna de una cosa como cosa es lo que revela el arte, según Heidegger. La metafísica dice lo que no vemos de la cosa, sin lo cual no se entiende, porque sin ello no tendría siquiera apariencia. Aquí se enlaza con la concepción de lo "no pensado", esencial en Ser y tiempo, a juicio de Leyte. El arte como metafísica revela que a la cosa le es inherente su aparición, pero también, e inherentemente, su no aparición. Así, en Heidegger "el arte no constituye una ontología regional o particular, aquella que trate de determinados fenómenos, sino el ámbito mismo donde tiene sentido plantearse originalmente la cuestión de la cosa (...) el más  que acompaña a la obra de arte [frente al resto de cosas] es justamente esa nada no detectable (...) vinculada al ser" (p. 263). En última instancia, el concepto clave de la filosofía heideggeriana, la Finitud, sería la diferencia interna de la cosa entre su aparecer y lo inherente no visible. Como resume Leyte, ni el arte, ni los griegos, ni la poesía de Hölderlin, son "temas" del pensar, sino que "por filosofía sólo cabe entender entonces una meditación no sólo sobre ellas -y esto es cuestión fundamental-, sino a partir de ellas" (p. 16).

 

De esta manera, vemos que el pensamiento de Heidegger, como expone con brillantez Leyte, no es un conjunto de ideas sobre el Ser, ni un tratado de lecturas ontológicas, sino un "trayecto" que explora su propia búsqueda, y que tiene un sentido (ese sentido) desde el principio al final. Que Ser y tiempo quedase inconcluso como Libro no quiere decir que sea incompleto como "proyecto", pues ese proyecto de pensamiento siguió adelante, y la prueba más evidente, a juicio de Leyte, es el modo en que el filósofo retomó en la Carta sobre el humanismo los conceptos esenciales (la existencia, entre otros) de Ser y tiempo. El proyecto surge, precisamente, con el reconocimiento, tras el fracaso de la escritura de Ser y tiempo, de dar forma al Dasein. De modo que, según la brillante apertura de la obra de Leyte, "la idea general que rige este libro es que no hay una filosofía de Heidegger que quepa articular en un conjunto de tesis. En definitiva, que no hay tesis, de lo que deriva la imposibilidad de presentar determinados contenidos como una doctrina" (p. 9). Y que un Heidegger "orgánico" es tan peligroso y falso como un "Heidegger reducido a frases" (p. 11), algo muy en boga en cierta hermenéutica, cierta filosofía reciente, y no digamos en cierta crítica literaria y ciertos escritos de estética contemporánea, que intentan, mediante la irrupción extemporánea de citas de Heidegger, adquirir una pátina de brillantez y profundidad intelectual. Algo de eso aparece citado en la página 41, como parte del "malentendido Heidegger", pero no se imagina hasta qué punto esa tesis palabrista se ha extendido, como un tumor, por la crítica literaria y hermenéutica más reciente. Pero lo mejor es dejarle la palabra al autor, y que su preparación a la lectura de Heidegger nos ilumine por sí misma.


[1] Georges Didi-Huberman, Lo que vemos, lo que nos mira; Manantial, Buenos Aires, 2011, p. 47.

[2] "Entre las cosas no designa una relación localizable que va de la una a la otra y recíprocamente, sino una dirección perpendibular, un movimiento transversal que arrastra a la una y a la otra, arroyo sin principio ni fin que socava las dos orillas y adquiere velocidad en el medio"; Deleuze y Guattari, Rizoma. Introducción; op. cit., p. 57.

[3] Arturo Leyte, "El paso imposible del sujeto al predicado" (2007), El paso imposible; Plaza & Valdés, Madrid, 2013, p. 52.

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19 de junio de 2015
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Los innombrables

Surgen periódicamente de las entrañas de América y lanzan mensaje sangrientos al mundo. Son los innombrables.

Suelen ir armados hasta los dientes y alguien les llenó la cabeza de odio racial. Probablemente sus padres, los mismos que les regalaron una pistola el día de su cumpleaños.

De la noche a la mañana se convierten en hijos monstruosos: superan a sus padres en todo, como quiere la ley natural. Son más fanáticos, más ansiosos, más devotos de las armas que sus padres, los que les hablaban de la superioridad de los blancos el día de Acción de Gracias.

Representan la banalización del mal que vemos en el cine y los videojuegos, pero en el seno de la realidad. Encarnan la verdad de la ficción y la ficción de la verdad.

Su película suele durar tan sólo unos minutos. Cuando concluye y se ven rodeados de cadáveres no despiertan, siguen en su ficción hermética de la que nunca se van a librar.

Parecen terroristas solitarios y quizá lo son, pero todas las herramientas de su locura se las da el sistema en el que crecen: intolerancia, ansiedad, narcisismo, delirios interpretativos, delirios de persecución, delirios de grandeza.

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19 de junio de 2015
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Welles

Alguna voz protestó al ver que el cartel del reciente festival de Cannes llevaba el rostro de Ingrid Bergman, festejando su centenario; el celebrado tendría que haber sido, decían las voces, alguien de su misma edad, Orson Welles. Nadie ama más que yo a la Bergman, actriz de una sutileza y un hechizo incomparables, evidentes sobre todo en su larga y a veces tormentosa relación artístico-amorosa con Roberto Rossellini. Pero Welles es quizá el mayor genio que ha dado el cine, aunque reconozco que su sobrepeso, sus humeantes habanos y su hinchado rostro de bebedor y comilón no habrían lucido tan ‘glamourosos' en los tablones festivaleros.

Hay otros modos mejores de acordarse de él y celebrarle, y hablo aquí de tres: el hallazgo, en los archivos suyos que conserva la Universidad de Michigan, de un borrador de diario autobiográfico inédito, y la aparición de su novela ‘Mr. Arkadin', distinta a la película, que reedita Anagrama a la vez que publica un libro realmente extraordinario, ‘Mis almuerzos con Orson Welles'. Se rumoreaba, dentro del fabuloso anecdotario que acompañó la vida de Welles, que entre 1983 y 1985 el no muy distinguido cineasta Henry Jaglom había almorzado regularmente en el célebre restaurante Ma Maison de Los Ángeles con su amigo Welles, y que éste había aceptado grabar las conversaciones. La leyenda era cierta, las cintas aparecieron y estaban bien conservadas, y hace dos años salieron en inglés, en una modélica edición del periodista de Vanity Fair Peter Biskind. El libro puede leerse como una novela, y tampoco me extrañaría que se viese más pronto que tarde en un escenario teatral. La situación es sencilla; los dos comensales, que se conocen, se aprecian y siguen muy bien el hilo del otro (cosa que Jaglom cumple espléndidamente teniendo enfrente a un memorioso sabio como Orson), hablan a rienda suelta, sin veladuras, y con una gracia verbal más propia de la alta comedia que de la cháchara de sobremesa. Siendo Ma Maison también legendario, de vez en cuando, como en un vodevil, se cuelan otros personajes que vienen a comer al restaurante y pueden ser, entre otros, nada menos que Jack Lemmon y Zsa Zsa Gabor; todos tienen su intervención, y sus réplicas.

    Welles, lengua afilada donde las hubo, no se corta al hablar de sí mismo, de sus devaneos y sus fracasos de amor, contando con sinceridad el difícil matrimonio con Rita Hayworth, de quien da un retrato fascinante. Cuando es demoledor con los demás (odia el cine de genios como Chaplin, Hitchcock o Woody Allen, y desprecia a Laurence Olivier, Spencer Tracy y Charles Laughton) nunca se muestra fatuo, pues sabe que su propia genialidad fue a menudo menospreciada, viéndose obligado a trabajar como actor en películas infames para sobrevivir y poder filmar las suyas. En el libro, irresistiblemente  cómico, no deja de aflorar un motivo patético, el del fracaso. Welles hizo al menos seis obras maestras del séptimo arte, pero mayor es el número de lo que no pudo hacer, como ese ‘Rey Lear' recurrente en las conversaciones, desde su origen, su transacción y su definitivo abandono poco antes de morir.

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18 de junio de 2015
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El coste de no alcanzar la paz

¿Quién se acuerda de Paolo Cecchini? Nadie que no fuera ya adulto hace 30 años, cuando España se incorporó a las Comunidades Europeas (denominación anterior de la Unión Europea). Justo entonces, el presidente de la Comisión, Jacques Delors, encargó a un alto funcionario italiano, un oscuro subdirector general de Comercio Interior, que analizara las ventajas que reportaría crear el Mercado Único. El libro, titulado Los costes de la no Europa y conocido también como informe Cecchini alcanzó una gran notoriedad y fue instrumento crucial para uno de los mayores éxitos de la historia del continente. Rand Corporation, un veterano think tank estadounidense vinculado al Pentágono, acaba de hacer un ejercicio similar respecto Oriente Próximo. En su caso ha calculado cuánto va a costar a israelíes y palestinos el mantenimiento del actual y eterno callejón sin salida. El estudio, titulado El coste del conflicto israelo-palestino, proyecta cinco escenarios hasta 2024: un nuevo levantamiento violento palestino, un movimiento de resistencia no violenta, una retirada unilateral israelí de Cisjordania sin coordinación con los palestinos, otra con coordinación y finalmente la solución de los dos estados. Cualquiera sabe intuitivamente, sin necesidad de cifras, que la paz y los dos estados es la fórmula de mayor rendimiento económico para todos. Quienes más ganarían en términos absolutos son los israelíes, 123.000 millones de dólares, casi tres veces más que los 50.000 millones calculados para los palestinos. Estos últimos son los que lo notarían más personalmente, puesto que en renta per cápita la mejora sería del 36 por ciento frente a solo el 5 por ciento para los israelíes. El retorno de la violencia significaría, en cambio, una caída del PIB del 46 por ciento para los palestinos y del 10 por ciento para Israel. Quienes tienen más a ganar con la paz y más a perder con la guerra son los palestinos. Israel tiene menos incentivos económicos, sobre todo gracias a la desproporción de su poderío militar que le asegura el status quo a un coste relativamente bajo. Según el think tank, la parálisis incrementa los costes de la no-paz. Así sucede con la expansión continuada de las colonias, que encarece su hipotético desmontaje. O con las campañas BDS (boicot, desinversión y sanciones), que producen daños en Israel y respuestas reactivas del mismo tipo contra la economía palestina. Rand hace una advertencia, que suena a amenaza: ?El coste del estatus quo para ambos, israelíes y palestinos, sería mayor sin las ayudas de los países donantes, que en buena medida han aislado a las dos partes del coste total del actual bloqueo y han debilitado los incentivos para un acuerdo definitivo?. El informe se publica en el mismo momento en que Francia prepara una nueva resolución en favor de los dos estados, que someterá al Consejo de Seguridad este mismo año, mientras Washington ya da señales, por primera vez en mucho tiempo, de que no utilizará el veto en defensa del gobierno israelí.

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18 de junio de 2015
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El Boomeran(g)
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