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La resaca metafísica

Resaca es una de las palabras más curiosas del español: no proviene del latín sino del francés, y su origen escrito se remonta al descubrimiento de América, para referirse al retroceso de las olas desde el punto máximo que alcanzan en la orilla, así como su reflujo. Debió de ser un poeta borracho quien utilizó por primera vez este término para atrapar el malestar que invade cuerpo y mente la mañana después de una ingesta de alcohol, cuando los restos de la noche permanecen dejando al descubierto un andar pesante, un mirar borroso y un estado de miserable penalidad invadido de las toxinas que afloran a la luz del sol. Catalunya despierta hoy lunes con resaca, tanto unos como otros. Los que dirán que han llegado a puerto, y los que opinan que todo acaba de empezar. Han sido meses de deseo exultante para unos, y de fastidio cansino para otros. La tensión emocional ha emulado la de una final futbolística, en la que las gradas se muestran exultantes antes de conseguir la victoria, mientras los cantos apocalípticos anuncian el choque de trenes, cristales, jarrones y mapas. Qué poca atención ha merecido ese estado de pensar lento y melancólico por parte de la comunidad científica. Y no me refiero únicamente a la resaca fisiológica, sino, sobre todo, a la existencial. A la forma en que se liberan los demonios que tan arduamente habrá que enterrar al día siguiente. Mientras escribo estas líneas, Catalunya vota, superando todos los índices de participación. La épica ha vestido la jornada de ayer con el traje largo de la historia, extendiendo la urgencia de decidir el futuro. Kingsley Amis fue un aplicado bebedor, práctico y teórico, que escribió desternillantes ensayos sobre el estado metafísico de la resaca ?reunidos en un volumen titulado Sobrebeber por la editorial Malpaso?. Su descripción de la misma es antológica: ?Cuando esa mezcla inefable de depresión, tristeza (no son lo mismo), angustia, desprecio de uno mismo, sensación de fracaso y miedo al futuro empiece a imponerse, recuerda que lo que tienes es resaca. No te estás poniendo enfermo, no has sufrido una leve lesión cerebral, no haces tan mal tu trabajo, tu familia y tus amigos no han tramado una conspiración de silencio a tu alrededor para que no descubras que eres un mierda, no estás viendo por fin cómo es realmente la vida y no hay por qué llorar por la leche derramada?. La gran resaca con la que hoy despierta Catalunya será sin duda una excelente oportunidad para el autoconocimiento: con tanto trago dialéctico corto y largo, tanta doble y triple nacionalidad, y tanto amor declarado por esos buenos españoles que quieren catalanizar España, hoy Catalunya amanecerá despacio, igual que después de un funeral o una boda cuando la rutina regresa a sorbos. No habrá más remedio que, como con una resaca, suavizar los efectos de la catarsis: bastará con interrumpir la sobriedad para recordar lo bien que hemos bailado. (La Vanguardia)

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28 de septiembre de 2015
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Eclipse en el bosque

Miraba los ruidos entre los hombres, entre los pasos, entre los pueblos. Miró el ruido de los días, de las tardes. Cuando los años caían sobre las calles miró el ruido que hacían al caer, y contemplaba el que hacían las calles al sentirlos y al comenzar a esconderlos. Poco a poco las calles escondieron los años en el polvo, los ocultaron con un ruido leve, los escondieron hasta fatigarse, hasta que empezaron a partirse, a cubrirse de piedras como si nunca hubiesen sido. Tsu-Kien miró el ruido de ese envejecer, el ruido de la tierra al ocultar sus años, el ruido que los años hacían al morir; y en sus ojos quedaron tantos ruidos que olvidó palabras y hombres.”

Estos días de tanto ruido y tanto nombre, he leído varias veces este fragmento de Historia vieja, de Carlos Montemayor.

Y de pronto, anoche, busqué el silencio de los árboles, las piedras, los astros, y estuve contemplando el eclipse desde el bosque. Necesitaba un poco de paz, un poco de silencio, y me refugié hasta el alba en la noche sin caras y sin nombres. “Como las generaciones de hojas, así las de los hombres.”

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28 de septiembre de 2015
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No es la libertad, es la democracia

Las mejores elecciones catalanas de la historia: en participación al menos. Este es un dato cualitativo tratándose de la democracia, la ley del número aplicada a la voluntad ciudadana. El motor de esta intensificación democrática es el proyecto independentista. El señuelo de la secesión, planteada como un proyecto a corto plazo, ha servido para movilizar a quienes la desean fervientemente pero también a quienes la viven como una pérdida y una catástrofe.

No es el único. Los ciudadanos han sido convocados también con propósitos de demolición, una pulsión más de castigo que de búsqueda de utopías a mano, impulsada por la corrupción, los recortes sociales, la desafección política, e incluso el cambio generacional. El resultado es un paisaje político nuevo, con el partido del Gobierno español en su porción congrua, Ciutadans convertido en el primer partido de la oposición y Podemos que no consigue similar proeza respecto al PSC ni devenir alternativa de Gobierno.

Estos resultados no permiten lecturas simplistas. Mas tendrá dificultades para gobernar dependiendo de los votos de la CUP, una fuerza que quiere sacar a Cataluña no tan solo de España sino de la OTAN y de la UE. El Parlamento no es tan solo mayoritariamente independentista, sino muy escorado a la izquierda. El derecho a decidir, sea lo que sea, contará con una mayoría tan ancha que puede acercarse a los 90 diputados necesarios para las grandes reformas estatutarias. Si contara con el PSC, como hace un cuarto de hora, superaría el centenar.

Traducido a votos, la cuenta finalmente más auténtica de la ley de los números, Cataluña aparece partida limpiamente en dos: el hemisferio que sitúa como su preferencia casi única la independencia y el hemisferio que la rechaza o no la considera prioritaria. La fuerza del secesionismo es enorme, pero la independencia no está más cerca. La lección que recibe el PP valdrá para todos: no se puede gobernar España contra Cataluña y ni siquiera sin Cataluña. Tampoco Cataluña puede ser independiente con el 50 por ciento de los ciudadanos que no lo desean o están abiertamente en contra.

Al contrario de lo que dice la propaganda, no es la libertad de los catalanes en España ni de los españoles en Cataluña lo que está en juego. Es la capacidad de la democracia para funcionar adecuadamente, es decir, convertir los conflictos en cauces de diálogo y de pacto. Eso es lo que dice el extraordinario equilibrio de votos y de fuerzas que arrojaron ayer las urnas.

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28 de septiembre de 2015
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Iguala, México

Si los asesinatos y las desapariciones forzadas cometidos en Iguala hace un año se han convertido en una marca infamante es porque no representan una anomalía o una excepción, sino una metáfora o un resumen de nuestro México. Del México que hemos construido en los últimos quince años. Del México violento, injusto e inequitativo que habremos de heredar a las generaciones futuras. No nos redime citar los incontables vicios del régimen autoritario previo a la alternancia. En el 2000, tuvimos la oportunidad de suprimirlos o enmendarlos, pero nos conformamos con un cambio cosmético: la redistribución del poder y la riqueza entre los nuevos partidos y las nuevas élites -sin tomar en cuenta al resto del país-, y la coartada de que el mero recuento de los votos basta para asentar una democracia.  

            Los asesinatos y las desapariciones forzadas de Iguala nos recuerdan, en primer término, que no sólo hay dos Méxicos -la delgada capa de la aristocracia y la mitad de la población en la pobreza-, sino un México siempre más abajo, sumido en el natural resentimiento ante la falta de oportunidades. Un México que nunca redimimos ni consideramos nuestro igual: el de esas familias campesinas condenadas a sufrir la explotación o la manipulación de caciques sucesivos y el acoso de la policía o las fuerzas armadas. El México de esos jóvenes normalistas de Ayotzinapa que, como los indígenas en 1994, nos recuerdan en qué medida la discriminación y la desigualdad continúan asentadas entre nosotros.

            Los asesinatos y las desapariciones forzadas de Iguala encarnan, asimismo, el desastre de nuestra fallida guerra contra el narco. Pocas políticas públicas han causado tanto daño a una nación, no sólo por establecer una burda frontera entre dos campos contrarios, nosotros y ellos, los buenos y los malos, sino por plegarnos a la estrategia de un comandante que ni siquiera se encuentra en nuestro territorio -Estados Unidos, con su perversa prohibición de las drogas-, cuyo único resultado ha sido esta violencia sorda con un número de víctimas propio de una guerra civil. Nuestro estado de excepción permanente impulsó el fin de cualquier orden institucional: enviar al ejército a luchar contra el narco significó involucrarlo en incontables abusos y violaciones de derechos humanos.

            Asimismo, los asesinatos y las desapariciones forzadas de Iguala muestran la hondura de una corrupción que todo lo carcome y todo lo devora. La de unos partidos políticos dispuestos a ganar -y a enriquecerse- a toda costa, incluyendo a una izquierda que se vendió a un gobernador proveniente del PRI más rancio y, en Iguala, a una familia de criminales. Una corrupción que, sumada a las cantidades millonarias del tráfico de drogas, permitió que los cuerpos policíacos de dos municipios, Iguala y Cocula, se pusiesen al servicio de los criminales. En pocas palabras: allí, el narco y las instituciones se convirtieron en lo mismo. En Iguala y Cocula, como en muchas otras partes, se creó un auténtico narcoestado en miniatura.

            Y, por supuesto, los asesinatos y las desapariciones forzadas de Iguala, o más bien las investigaciones de los asesinatos y las desapariciones forzadas de Iguala, exhiben la inexistencia de un aparato de justicia confiable y eficaz. El cúmulo de fallas y contradicciones, sumadas a la tortura sistemática que caracteriza a nuestro sistema indagatorio, hace casi imposible acercarse a la verdad. Pese a las detenciones, los testimonios y las reconstrucciones de expertos y peritos, quedan infinitas dudas sobre lo ocurrido esa noche -y nada sabemos, en realidad, sobre las razones de la barbarie-, pero lo que se ha confirmado basta: la policía asesinó y desapareció a un amplio grupo de ciudadanos desarmados ante la complicidad o la indiferencia de las autoridades que debían protegerlos.

            Lo peor, sin embargo, es que los asesinatos y las desapariciones forzadas de Iguala no muestran un sistema corrupto y torpe, sino uno que funciona a la perfección, si se entiende que su único fin consiste en asegurar la impunidad de los poderosos, sean éstos políticos, empresarios o criminales (o todo a la vez). Si en el 2000 no conseguimos transformar al país fue en buena medida porque quienes se benefician de él hicieron hasta lo imposible por impedirlo. Los asesinatos y las desapariciones forzadas de Iguala son la consecuencia extrema de nuestro fracaso democrático. El 26 de septiembre no debería ser sólo un día de luto, sino un día de vergüenza. 

 

Publicado en Reforma, 26 de septiembre, 2015

 

Twitter: @jvolpi

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26 de septiembre de 2015
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Cuando la vida duele

Hay libros que te desvirgan. Te acompañan en los ritos de pasaje, y al terminar de leerlos sientes que el tiempo ha pasado por encima de ti, que te has hecho mayor. Recuerdo cómo atrapé La campana de cristal de Sylvia Plath apenas cumplidos los veinte. Con un velo de clandestinidad y desafío, igual que una droga. No compartí con casi nadie mi descubrimiento, porque quería asumir aquella historia de autodestrucción sin escalofríos, algo que no lograría hasta que empecé a trabajar en revistas de moda y allí entendí lo que tuvo que suponer para Sylvia Plath su paso por Mademoiselle como redactora invitada. Aquella brillante estudiante del Smith College, una joven sensible y analítica, obsesivamente perfeccionista, aterrizó en una glamurosa redacción llena de inquinas y frustraciones y habitada por una fauna de relaciones públicas maledicentes, estilistas analfabetas y jefecillas de postín. En medio de aquella danza fatua, le organizaron un encuentro con un millonario peruano que intentó violarla y la insultó con desprecio. Elizabeth Winder, biógrafa de Plath, enumera la vestimenta que se compró para aquel stage: ?Blusas de auténtico nylon, faldas grises rectas, jerseis negros ceñidos y zapatos de tacón negros?. Tras su temporada en Mademoiselle tiró toda aquella ropa por la ventana, y empezó el colapso nervioso que dio lugar a todo lo que vendría. ?Algún dios me agarraba por las raíces del pelo?, escribió. Muchos más años, digamos que hasta hace cuatro días, me costó comprender el suicidio de Sylvia Plath, o mejor dicho, aceptar la oscuridad que invade la mente. Me preguntaba cómo una mujer preciosa y con estilo, una escritora enorme, madre de dos hijos pequeños podía ser capaz de auto aniquilarse. Las crónicas cuentan que el 11 de febrero de 1963, en el barrio londinense de Primrose Hill ?en la misma casa donde había vivido W.B. Yeats?, Sylvia se levantó de madrugada, como siempre ?solía escribir sus poemas muy temprano?, preparó el desayuno para sus hijos, Frieda y Nicholas, de tres y un años (una bandeja con pan, mantequilla y leche), se encerró en la cocina sellando los resquicios de la puerta con toallas y metió la cabeza en el horno. Tenía treinta años. Y lo mejor de su poesía aún no había sido publicado. Dos años después, en 1965, vería la luz su obra póstuma, Ariel, uno de los más grandes libros de poesía la segunda mitad del siglo XX. Pero lamentablemente a Plath se la conoce más por ser una bella e ilustre suicida que por sus versos soberbios: ?La perfección es terrible: no puede tener hijos. Fría como el aliento de la nieve, tapona la matriz?. Este año, y de momento sin revival alguno, se celebran cincuenta años de su publicación, pulido y censurado por Ted Hughes, su exmarido, que consumió su vida intentando descifrar los porqués del final una relación de la que ella contaría sus inicios, cuando él la besó violentamente en la boca y ella le mordió fuerte la mejilla hasta que brotó la sangre. Plath fue una heroína trágica ??mi gran tragedia es haber nacido mujer?? destruida por un mundo con el que no se entendió, acaso por la obsesión de colorear de pequeña sin salirse de la raya, aunque también por la inseguridad, el frío de la enfermedad, los tranquilizantes a los 19 años. No excluyó su fijación con la muerte: ?Morir es un arte, como todo. Yo lo hago excepcionalmente bien. Tan bien, que parece un infierno. Tan bien que parece de verdad. Supongo que cabría hablar de vocación?. Ya es hora que su enormidad como poeta transcienda al malditismo. ¡Por fin! / Jennifer Aniston A pesar de tener ?el mejor pelo de América? y de ser una de las actrices más taquilleras, Aniston arrastraba el gafe desde su traumática separación de Brad Pitt. Un maleficio que, tal y como anunció el mismo día de su boda con Justin Theroux, se romperá la próxima primavera, cuando nazcan sus gemelas Viola y Ava. Una feliz combinación de liberación y ciencia, después de largos años en que los periodistas indagaban acerca de su no maternidad como si fuera una autocondena. Contra la intemperie / Ricardo Piglia Ricardo Piglia es un exquisito tanto como lector ?fan de Faulkner, Kafka o Musil? como escritor: accesible y a la vez riguroso, intelectual pero accesible, fascinante y original. Por estos méritos, el autor de Respiración artificial ha merecido el premio Formentor ?en cuya nómina se encuentran nombres de la talla de Beckett o Saul Bellow?. Piglia, aquejado de ELA, no podrá recogerlo y ha delegado en su editor Jorge Herralde. Bajo el mítico pino, una cadena de afectos a sus pies. ‘Like a rolling stone’ / David Cameron Ya tenemos el Piggate: no todos los días se desayuna con la noticia de que un primer ministro conservador y oxfordiano, un líder global, introdujo sus partes íntimas en la boca de un cerdo muerto en no sé qué ceremonia de iniciación. Pero entre las revelaciones del vengativo lord Ashcroft, exvicepresidente de los tories, hay material aún más explosivo como las fiestas, ya en el cargo, entre evasores de impuestos y cocaína en bandejas de plata. (La Vanguardia)

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26 de septiembre de 2015
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Escritores y fútbol.- Una simpática lista de The Telegraph con…

Escritores y fútbol.- Una simpática lista de The Telegraph con escritores a los que les gusta el fútbol. Algunos son casos célebres, como Albert Camus (quien fue jugador) o Nick Hornby (quien escribió Fiebre en las gradas) pero otros son sorprendentes como Sir Walter Scott, Oscar Wilde, George Orwell o J.K.Rowling, hincha del West Ham United. Pueden leer aquí la lista. 

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25 de septiembre de 2015
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La simiente

Queremos ser queridos por los demás pero a la vez comprendidos. Muchos amores se van a pique o valen la mitad por no entender al otro. Podría decirse que los cimientos del amor pasan por el entendimiento. O que la mente es la simiente.

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25 de septiembre de 2015
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