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‘Castroenteritis’

Lo último que escribió Cabrera Infante, poco antes de morir, fue un artículo publicado el 27 de febrero de 2005 en las páginas de Opinión de El País y que concluye el recién publicado segundo volumen de su obra completa. Se llamaba ‘La Castroenteritis aguda', y no era la primera vez que él usaba ese término médico-paródico para calificar la infección fidelista; en 1990, ‘La Castroenteritis' aún no era aguda, en el artículo de ese título recogido después en ‘Mea Cuba', aunque ya lleva, dice el articulista, más de tres décadas causando víctimas. En años posteriores, el mal dará paso por escrito a  otras variantes: ‘La castradura que dura' y la ‘Castrofobia', síndrome que sin duda aquejó al escritor. Es sin embargo en el primer texto, el de 1990, donde lo detecta: "una enfermedad del cuerpo (te hace esclavo) y del ser (te hace servil), y la padecen nativos y extranjeros", estos últimos, apostilla, ocupando la planta de la "Castroenteritis chic".

 

     Cabrera, que ya desde finales de los 60 sufría la anatema no sólo del régimen castrista sino de ciertos medios intelectuales afines, hace en ‘La Castroenteritis' un poco de cirugía, y saca a relucir las insuficiencias democráticas de Carlos Barral, Felipe González y Julio Cortázar, por quien se sintió traicionado en un notorio y debatido episodio, tras haber trabajado en el guión cinematográfico de un cuento del argentino. Es en todo caso un hecho irrebatible para quienes a principios de los años 70 lo experimentamos de cerca, dudando aún entonces juvenilmente sobre quién tenía razón, que Cabrera Infante fue objeto del cordón sanitario que se aplica a los apestados, y que entre sus practicantes hubo grandes escritores que "lo vieron tarde" o, como en el caso de García Márquez y Saramago, no lo vieron nunca. A todos ellos, siguiendo en el registro medicinal, el autor cubano les diagnostica y les receta: "Aunque la enfermedad es infecciosa [...] y a veces suele ser fatal, tiene un antídoto poderoso: la verdad. La verdad desnuda crea anticuerpos que combaten la Castroenteritis eficazmente".

     Cabrera Infante fue el médico de su honra, pero no sabemos si su tratamiento, aún rechazado por no pocos, acabará imponiéndose en la salud pública de su tierra natal.

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5 de octubre de 2015
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La novela más mala

“¿No te dolió??, le pregunté a Ana Saiz, una joven y talentosa ilustradora a quien nunca había visto en shorts, bajo los cuales asomaba un florido tatuaje que ocupaba medio muslo. ?Es una especie de dolor estimulante, retador?, me dijo. Igual que ocurre con los tacones de aguja, puede más el deseo de elevarse con ellos que su tortura; son pequeñas pruebas del azote que nos hace transgredir delicadamente. Nos encontrábamos en las Conversaciones Literarias de Formentor, junto a un grupo de escritores, editores y periodistas mezclados hábilmente por el factótum del encuentro, Basilio Baltasar. El asunto que tratar era la maldad en la literatura en sus diversas facetas y roces: de la crueldad al espanto, de la perfidia a la infamia y el desprecio. Puro masoquismo el que se planteaba: hablar en uno de los paisajes más cotizados del Mediterráneo de cráneos de bebé estampados contra las rocas o de las torres aquel 11-S convertidas en una visión hipnótica, como subrayó la pynchoniana Marta Fernández. O la destrucción del amor ?desde la representación del amor mismo?, la razón de vivir de Valmont y la marquesa de Las amistades peligrosas que desglosó José Carlos Llop. ?En el interior de cada uno de nosotros hay una ventana que da al infierno?, aseguró Sònia Hernández, autora de Los Pissimboni. Porque la literatura condensa los encuentros del artista con el diablo y coloniza un espacio cedido para el mal, hasta el extremo de convertirlo en pedagogía. Qué lectura tan penetrante hizo Justo Navarro de los relatos de los Grimm, cuyas terribles historias obedecen la lógica de que los cuentos de hadas fueron el hogar de la ley, atribuyendo a la literatura un valor legislativo. ?Pero la ley tiene un poder de persuasión del que carece la literatura?, aseguró el poeta. Aún y así influye en la vida. ?La obligación del creador puro es entrar en el abismo con los ojos abiertos?, dijo Eduardo Lago citando a Bolaño. Y habló de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, y de cómo quiso volver a esa vieja lectura que le cambió la vida como un ejercicio misterioso; una historia de soledad delirante en que ?la emoción no necesita apoyarse en palabras?. La rebelión del mal contra el bien sigue perturbando a la humanidad fuera de los libros. Asistimos cada día a una ración de crueldad televisada, y aun así no le ponemos rostro al mal. Por eso nos quedamos embobados ante las imágenes de los criminales que difunde la policía, intentando atisbar algún indicio de corrosión en su mirada. También somos capaces de asustarnos de nosotros mismos al aceptar la injusticia, la tortura y la excitación de adentrarse en las tinieblas. A indagar en el mal. ?Cuando el infierno y el cielo son lo mismo?, como señaló Victoria Cirlot en su magistral lectura de Cumbres borrascosas. Porque otra de las múltiples ventajas de la literatura es que nos sirve en bandeja la batalla del ser humano para acallar sus demonios. (La Vanguardia)

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5 de octubre de 2015
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Me encontré con Francisco Umbral en un país sin nombre (2) Amigo es el que te libra del ruido

Ayer volví a encontrarme con Umbral en un país sin nombre en el que había una dacha de pasillos que se bifurcaban, configurando una imagen borgiana del infinito. No recuerdo cómo conseguimos salir de la dacha, pero sí recuerdo que de pronto comenzamos a internarnos en un bosque húmedo, oscuro y enfermo. Más allá de los densos y corrompidos árboles había una cascada y nos acercamos a ella. El rumor del agua se convirtió enseguida en un infierno. El agua caía con un ruido ensordecedor que parecía amalgamar todos los ruidos ensordecedores y todos los estruendos del mundo: truenos, latigazos, bramidos, alaridos, estallidos y crujidos, cadenas, campanas, platillos de orquesta. Casi hacía perder el sentido.

-¿Sabes dónde estamos? -me preguntó.

-No tengo ni idea -respondí.

-Estamos en la página 449 de La montaña mágica de Thomas Mann.

-Vaya sorpresa. Pensé que estábamos en África.

-Pues no. Escucha este ruido atronador, pero no te pierdas en él porque te volverás loco. Me recuerda el ruido que hacen en España los políticos. No hablan, simplemente imitan a los chamanes cuando aúllan y vociferan en sus trances. Tanto ruido siempre, y tan pocas ideas, y tan poca delicadeza, y tan poca ironía, y tan poco humor... Y cuando ves su sonrisa, siempre parece la abominable sonrisa del idiota aquel del que hablaba Rimbaud y que Baudelaire solía ver en sus peores pesadillas. Tanto ruido incesante, extenuante, aniquilador.... Malos tiempos para la lírica, amigo, muy malos. El prosaísmo nos invade como lodo envenenado, cortándonos la respiración.

Nos fuimos de allí y, a la misma velocidad con que viajamos en los sueños, nos vimos de pronto en medio de una ciudad que parecía Barcelona y al mismo tiempo Madrid, en una plaza que semejaba la plaça Reial de la Ciudad Condal y la plaza Real de Madrid. Allí nos topamos con varios individuos vestidos de blanco que estaban degollando a un dinosaurio. La sangre corría por la plaza y las calles colindantes. Los niños jugaban extasiados con el engrudo rojo. Nos acercamos a una fuente y volvimos a oír el ruido atronador que parecía amalgamar todos los ruidos posibles y en el que desaparecían las palabras y las caras. El dinosaurio seguía sangrando. Los taxis resbalaban en el engrudo y chocaban contra muros y personas. Un anciano gritó:

-Señor Umbral, ¿me puede firmar un autógrafo?

-No -dijo Francisco ofendido-. ¡Sólo he venido a hablar de mi libro!

-¿Ah, sí? ¿Y cómo se titula?

-Esperpentos, persecuciones, delirios.

-¿Y de qué trata?

-Del infierno y de los que se fueron para volver con un cuchillo.

Pronto huimos de allí y regresamos a la dacha junto al mar Negro, donde nos invitaron a caviar Beluga con vodka del Cáucaso, y donde una rusa que había sido amante de Djuna Barnes nos dijo sin venir a cuento a y a la vez con mucho atino: “Amigo es aquel que te libra del ruido sin por eso sepultarte en el silencio.”

 

Le dimos la razón. Poco después, volví a perderme en lo inconcreto y amanecí en mi cuarto lleno de nostalgia y con la certeza de que había viajado por la constelación alfa, donde todavía anidan los pájaros perdidos de la ironía y el ingenio.

 

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5 de octubre de 2015
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El caso de los catalanes

La esperanza del soberanismo catalán es conseguir que desde fuera le ayuden a resolver lo que no consigue desde dentro. La mediación o al menos la presión internacional sobre el Gobierno de Rajoy es el clavo ardiendo al que se agarra el movimiento que encabeza Artur Mas. Para conseguirla ha desplegado ingentes recursos a través de un servicio diplomático oficioso, encargos a consultoras y agencias de relaciones públicas, así como notables esfuerzos en sus contactos con los medios de comunicación internacionales.

El resultado es satisfactorio en cuanto a resonancia, pero decepcionante en cuanto a la respuesta de Gobiernos e instituciones. Las grandes fechas soberanistas han situado el conflicto en el mapa internacional, manchando las primeras páginas y ocupando el prime time audiovisual con las noticias de Cataluña y notablemente con la última y más destacada, como ha sido la celebración de unas elecciones con propósitos plebiscitarios.

Si el balance en cuanto a presencia informativa es bueno, no lo es el de los artículos editoriales, reflejo de las ideas compartidas por las grandes formaciones políticas y los Gobiernos que cuentan en el mundo. La idea secesionista ha merecido reconvenciones más o menos explícitas desde los Ejecutivos de Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido, además de la Comisión Europea, en muchos casos bajo el mantra de que se trata de un asunto interno, exactamente el muro que pretende saltar el soberanismo con la idea de una intervención exterior.

El Gobierno catalán explica esta dificultad por los esfuerzos del Ejecutivo español para obstaculizar la difusión del proceso, incluso con la compra de apoyos. No cabe descartar que algunos gestos amistosos hayan recibido contrapartidas desde Madrid, pero esta es una explicación que se queda corta ante la dificultad generalizada con que tropieza el soberanismo para encontrar simpatías exteriores.

La dificultad primordial es de orden geopolítico en un mundo donde la integridad de los Estados y la intangibilidad de las fronteras cuentan como valores políticos a preservar. En las secesiones clásicas siempre actuaban agentes e intereses extranjeros, que han dejado de existir en la época de la cooperación europea, cuando nadie tiene interés en una España debilitada o disminuida territorialmente.

En el ámbito europeo, esta secesión ofrece además la perspectiva de enclavar entre Francia y España una nación irredentista con reivindicaciones territoriales e incluso propósitos de extensión de la ciudadanía al Rosellón, la Cerdaña francesa, las Baleares, la Comunidad Valenciana y las comarcas aragonesas de habla catalana; un proyecto que solo tiene hoy parangón en la Hungría de Viktor Orban.

El conjunto de la UE no tiene tampoco estímulo alguno para aceptarla. La entrada de un nuevo socio implica reconocerle el derecho de veto que se mantiene en un buen número de capítulos, como política exterior y seguridad, ciudadanía, fiscalidad indirecta, parte de los asuntos de justicia, seguridad y protección social, finanzas de la UE y adhesión de nuevos miembros. El ingreso de Cataluña en la UE significaría aceptar que el actual veto español se convirtiera en dos, o incluso tres o cuatro en el caso más que probable de que otras comunidades autónomas lo pidieran.

Cataluña es una de las regiones europeas más prósperas y envidiables desde todos los puntos de vista. Para la UE sería difícil evitar la emulación, abriendo las puertas a un escenario de fragmentación sin fin. A pesar del despliegue propagandístico sobre el Estado hostil que sufre Cataluña, no hay argumentos con credibilidad internacional para defender que la secesión remediaría una situación de injusticia y de violaciones de derechos humanos y políticos, es decir, que la secesión pusiera fin a una status quo insostenible como sucedió con Kosovo.

Las viejas ideas de emancipación nacional, recuperación de unas libertades nacionales arrebatadas por la fuerza o autodeterminación de los pueblos colonizados no tienen sentido alguno para una opinión internacional muy bien informada sobre el nivel de autogobierno que goza Cataluña y la recuperación de su lengua y de su cultura. España no es una cárcel de los pueblos, según tituló esta semana el diario zuriqués NZZ (Neue Zürcher Zeitung).

El único argumento que finalmente se entiende es el de las transferencias fiscales, pero su aceptación abre las puertas a que todas las regiones ricas de la UE quieran también ?emanciparse? de las más pobres. Todo esto explica la mala acogida internacional del caso y su acotación a un problema interno que, ciertamente, dejaría de serlo el día en que afectara a la estabilidad de la eurozona, algo que a su vez despierta nula simpatía europea e internacional con quienes la puedan promover.

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5 de octubre de 2015
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Nico, hielo y nailon

No se ha repetido una voz como la suya. Glacial. Lineal. ?Un ordenador IBM con el acento de la Garbo?, la definía el Popism de Warhol. ?Ahí estaba su grave y diáfano contralto, sin rastros de vibralto, perfectamente ajustado en el tono. Era una profesional de los pies a la cabeza?, en palabras de su biógrafo Richard Witts, quien asistió atónito a una actuación en la BBC donde todos los demás invitados recurrían al play back menos ella: la yonqui, la punki, la mentirosa compulsiva, la Miss Pop 1966, la Dietrich de la Velvet Undeground: Nico. Cómo nos fascinaba en los ochenta cuando cantó en Madrid, un año antes de morir, ataviada de melancolía pero capaz de mantener el efecto hipnótico de su voz. Como buenos veinteañeros, permanecíamos ajenos a sus pies descalzos y a su retorcida maternidad: cuando a su hijo Ari, nacido de una relación con Alain Delon, le dolían los dientes, ella le pasaba un dedo untado de heroína. Años más tarde, él confesó: ?Mi madre me ayudaba a pincharme heroína y compartíamos las agujas?. A Nico le gustaba decir que era una superviviente: convivió con el caballo hasta los cuarenta y nueve años, a diferencia de sus amantes Jim Morrison o Brian Jones. Fue una compositora que trabajaba con el lirismo, singularísima, pero en vida se la trató como a una yonqui que se había tirado a una buena pandilla de estrellas. También fue un icono para la moda: ?Sencillo significa elegante y dramático, que son buenos cimientos?, dijo en una entrevista. Estos días suena de nuevo una de sus canciones míticas, Sunday morning. La trae un anuncio de H&M, con una parejita entre folk y rock, versionada con azúcar y resucitando aquel flower power que ella trataba con sarcasmo. Nada que ver con la heladora profundidad de Nico. Se cumplen este año 30 de su último disco de estudio, Camera obscura, justo intentaba alzar el vuelo después de una época donde quiso dejar de ser Nico para tomar el alma de Christha Päffgen aquella niña bastarda y huérfana, demasiado alta y demasiado rubia para pasar desapercibida por la vida hasta que se convirtió en un cesto luces y sombras, de sublimación y calamidad. También de frivolización de una bohemia que causaría estragos. Nico se erigió en una contradicción permanente, compleja hasta en sus propias mentiras, que acababa creyéndose. Esa belleza vikinga y un sorprendente desparpajo de veinteañera, una mezcla entre Brigitte Bardot y Kate Moss, le valió las portadas de Harper´s Bazaar o Vogue. Pero ella siempre necesitaba algo más excitante. De la mano de Fellini, siempre dispuesto a celebrar la belleza femenina, hizo un cameo en la mítica Dolce vita. Y a mitad de los sesenta empezó a cantar persiguiendo el recuerdo de los discos de Zarah Leander que le ponía su madre. Su muerte en Ibiza cayó igual que un blues entre trágico y absurdo: se despeñó cuando bajaba en bicicleta al pueblo para comprar marihuana. Antes de salir de casa se arrolló el pañuelo a la cabeza, muy cuidadosamente, según contó su hijo. No la volvería a ver. Un taxista la encontró medio muerta en Ses Figueretes. Intentó que la salvaran en cuatro hospitales pero en tres fue rechazada por extranjera y por colgada. En el cuarto una enfermera le diagnosticó una insolación. Murió de hemorragia cerebral tras una larga agonía. Sus amigos le dijeron al biógrafo que la moraleja de la vida de Nico era ?No te pongas enfermo en España?. No fue un final romántico para quien cantaba: ?Las encantadoras huellas plateadas emborronan mis páginas en blanco?. Pero permanece su voz existencialista como un cubo de hielo y nailon. Delicatessen / Sybilla

Conservo el honor de haberle hecho una de sus primeras entrevistas, gracias a Pepa Domingo, que con su tienda de Lleida se adelantó dos décadas a la moda. Era tan tímida que hablamos frente a un espejo en lugar de hacerlo cara a cara. Sus prendas son filosofía y botánica. Hasta mañana tiene una tienda efímera en el taller de Nani Marquina. Quiere sentirse ?como una compañía de titiriteros que llega a una ciudad, abre sus baúles durante unos días y luego se va a otra?. La gran Sybilla. Puro siglo XXI / Irene Escolar

Tiene un porte distinguido y su mirada absorbe la vida. Une talento y belleza con radicalidad y desborda con su inquietud por las letras. Irene Escolar, hija y nieta de una histórica estirpe teatral, pasea estos días la mención especial del jurado que acaba de obtener en San Sebastián. Es una rara avis, que alterna el teatro con la biblioteca, cuya versatilidad no entiende de tablas o pantallas, de personajes de época o personajes en busca de autor. Sátira y libertad / Martin Amis

El Holocausto es un asunto resbaladizo si se enfoca desde la comedia. Por eso Martin Amis, desmarcándose de la polémica que ha acompañado a su nueva novela, La zona de interés (Anagrama), insiste en que ?la risa no siempre entraña felicidad, te puedes reír por desdeño, por desprecio, y ahí entramos en la sátira, que no es más que una ironía militante con la que quieres destruir lo que te produce la risa?. Este es el brillante matiz de un novelista virtuoso y osado. (La Vanguardia)

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3 de octubre de 2015
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¿Quién ganará el Premio Nobel de Literatura?.- La carrera por el…

¿Quién ganará el Premio Nobel de Literatura?.- La carrera por el Premio Nobel llega a su final y este año la bielorusa Svetlana Alexievich (en la foto) encabeza la lista de las apuestas por encima de Haruki Murakami, Ng?g? wa Thiong?o, Phlip Roth, Joyce Carol Oates y el sirio Adonis. Pueden leer aquí este comentario sobre los principales candidatos (en inglés)

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1 de octubre de 2015
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Entre la peste y el cólera

El objetivo es terminar con la guerra. Pero la guerra también es una oportunidad para que cada uno avance sus peones. Si la guerra se hace a costa de los sirios ?más de 300.000 muertos, nueve millones de desplazados y exiliados, numerosas ciudades y abundante patrimonio arrasados?, lo que vaya a ser la paz también se hará a costa de los sirios. Así de duras y crueles son las relaciones internacionales con los perdedores. Con la salvedad de que en este caso son los europeos los designados para pagar la factura, en forma de dinero para frenar al Estado Islámico (EI) y de recepción de los refugiados que huyen en tromba.

La partida se juega en dos tableros, el diplomático, que tiene estos días su escaparate en la Asamblea General de Naciones Unidas, y el militar, sobre el terreno, donde todo está cambiando. Nadie ha planteado todavía la opción terrestre, probablemente la única que puede acabar con la peste yihadista, aunque es la que propugna Teherán, que ya la pone en práctica con alcance limitado a través de Hezbolá, la sucursal libanesa, que auxilia a El Asad, el cólera, en las regiones limítrofes.

Entre la peste y el cólera, el EI y la sanguinaria dictadura de El Asad, todos van decantándose. Para Vladímir Putin, el régimen alauí es la única garantía de estabilidad. Para François Hollande, El Asad es el problema ?quien abrió las puertas del infierno? y no parte de la solución, con derecho a presidir una transición. Barack Obama comparte este punto de vista pero parece cada vez más dispuesto a ceder en una gran alianza anti-EI que aparque hasta el final el destino del autócrata.

Rusia utiliza a Siria para regresar al centro del tablero internacional tras la crisis ucrania y por eso acude con aviones y tanques en auxilio de El Asad, trenza una alianza para compartir información con Irán, Siria e Irak e incluso bombardea desde el aire. Irán se juega la hegemonía en la región en competencia con Arabia Saudí. Erdogan utiliza Siria para frenar a los kurdos, vencer en las elecciones de noviembre y reforzar sus poderes presidenciales. Francia, que siempre aspira a sobrevivir internacionalmente, lanza sus aviones contra el EI con la extraña cobertura legal del derecho de defensa contra los terroristas franceses, para evitar que regresen y atenten en casa.

Por si quedaban dudas sobre la desorientación estratégica de Estados Unidos y sus aliados occidentales, ahí está la ciudad afgana de Kunduz, 300.000 habitantes, de nuevo en manos de los talibanes, que han desalojado al Ejército afgano 14 años después de la guerra que Washington entabló contra ellos. No es el Estado Islámico, claro está, sino su primo hermano adscrito a Al Qaeda, que se impone como primera tarea pasar cuentas con las organizaciones afganas que defienden los derechos de las mujeres. La derrota recuerda la guerra global contra el terror inaugurada por Bush tras el 11-S, que Obama quiso abolir pero está perdiendo ahora frente a la Rusia de Putin, de nuevo enredada en Oriente Próximo 40 años después de su expulsión cuando era todavía la Unión Soviética.

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1 de octubre de 2015
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