El dramaturgo norteamericano Arthur Miller hubiera cumplido cien años. El Cultural le rinde homenaje...

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Un excelente texto el de Alejandro González para la revista Anfibia donde comenta las repercusiones,...
Grecia puede salir de Europa. El Reino Unido puede salir de Europa. Cataluña no: el Catexit es una contradicción en sus propios términos. Cataluña solo podría salir de Europa si Europa dejara de existir como realidad institucional y como proyecto e idea colectiva. Grecia formó parte de Europa, es decir, de las Comunidades Europeas y de la Alianza Atlántica, fundamentalmente por razones estratégicas vinculadas con el reparto de Europa en zonas de influencia. Atendiendo a las características del país, los títulos que tiene Grecia son muy parecidos a los de los países balcánicos, similares en todo caso a los que pudiera tener Turquía. Catexit es, insisto, una contradicción.
(El presidente del Banco de Sabadell, Josep Oliu, utilizó el término Catexit durante la XXXI Reunión del Círculo de Economía celebrada en Sitges en un debate con el economista del Financial Times, Martin Wolf. Josep M. Colomer también lo ha utilizado en un artículo en el diario El País y yo mismo lo utilicé, no sé exactamente si por primera vez, en una entrada de mi blog titulada ?Catexit?, el 14 de noviembre de 2012).
Tampoco es exactamente Europa ?el Reino Unido aislado, con su relación transatlántica privilegiada, fruto de la inversión de una jerarquía de orden colonial, convertida en charnela de la paz gracias a las dos guerras mundiales. Lo es en todo y más su economía, su sociedad y sobre todo su sistema político, necesario para el equilibrio europeo pero con la inevitable distancia geopolítica insalvable que la aísla y a la vez la declara puente entre las dos orillas.
Cataluña, en cambio, solo puede ser europea. No hay ningún otro destino que la tiente ni ninguna otra bifurcación que la conduzca hacia otro horizonte. O Europa o nada. Lo es, naturalmente, por sus orígenes medievales más profundos, incluida la carolingia Marca Hispánica mitificada por el nacionalismo esencialista. Lo es, también, por la genealogía de? la nación moderna construida a partir del romanticismo: nace en 1714, cuando muere la nación de las viejas constituciones, al culminar una guerra bien europea como fue la de Sucesión a la corona de España. Aún lo es más por el molde industrialista que la sitúa como líder de la revolución industrial en la península Ibérica. Todo lo que le ha sucedido a Cataluña a lo largo de la historia es peripecia europea, pura y dura, tragedias incluidas. La última entre las más grandes el paso devastador de las grandes ideologías y sobre todo los dos totalitarismos del siglo XX, que experimentan y se enfrentan en batallas ideológicas, militares e incluso policiales: el golpe de Estado del 34, la revolución, la guerra civil, los bombardeos urbanos, la guerra civil dentro de?la guerra civil, las purgas estalinistas, el aplastamiento de la democracia y del autogobierno.
Cataluña sigue siendo europea, callada, resignada, casi clandestinamente europea, en el momento más oscuro de la noche totalitaria, convertida en nido de espías, corredor por donde huyen los perseguidos y refugio de criminales de guerra. Luego, poco a poco, aunque la dictadura tarde en incorporarse, Cataluña lo hace, y siempre un paso por delante, gracias a la reindustrialización, con la Seat a la cabeza; la primera autopista de peaje; el turismo; el asociacionismo europeo, con el Comité Español de la LECE de fundación barcelonesa bien prematura (1949); sus economistas, fundamentales en la estabilización y la apertura ?Sardà Dexeus, Estapé, por ejemplo?; y su historiador, Vicens Vives, sintetizador y visionario del destino hispánico y europeo de los catalanes.
Cataluña es ya plenamente Europa cuando con España se incorpora a Europa con el Tratado de Adhesión de 1986. Autogobierno catalán, democracia española e integración europea son términos equivalentes desde Cataluña. Quizás no lo son o no lo son tan claramente desde otros lugares de España o de Europa. Pero la historia de los catalanes nos revela que sólo hay autogobierno cuando los españoles son libres y hay libertad y democracia en España, de forma que el horizonte compartido es el de la Europa libre y democrática.
Esta es una historia de éxito, un éxito enorme. Es impopular decirlo hoy en día, cuando radicalismos de todos los colores nos describen una sociedad hambrienta y misérrima devastada por la crisis y una nación oprimida y humillada que se afana para levantarse frente a un imperialismo cruel y rencoroso. La democracia constitucional española, el autogobierno catalán y esta zona de paz, prosperidad y estabilidad europeas, la más importante en todas las dimensiones de la historia, con sus instituciones, UE y OTAN fundamentalmente, son éxitos clamorosos que solo una gestión torpe de la actual crisis podría llegar a anular.
Los análisis más apocalípticos nos sitúan en el camino de un autoritarismo post democrático dictado por la crueldad de los mercados y de las instituciones multilaterales. Las grandes construcciones europeas se convierten en monstruos a neutralizar y abatir, y la democracia constitucional española, una mera prolongación del franquismo fruto de la traición perpetrada durante la transición. Hay que observar con atención el estado del mundo y los modelos alternativos realmente existentes: el capitalismo comunista de mercado en China, la democracia soberana y presidencial en Rusia, el populismo autoritario en Venezuela, la dictadura opulenta de Qatar o Arabia Saudí. O comparar con épocas pasadas: ¿qué república de las más avanzadas sirve para mirarnos en su espejo y se nos ofrece como modelo para cambiar?
Sí, hay un salto que se debe hacer y que es inevitable: reformas en profundidad en todos los niveles que vivifiquen la democracia y conserven lo esencial del Estado de bienestar. Europa, no hace falta ni decirlo. ¿Cómo gobernaremos el euro si no avanzamos y muy deprisa en la unión fiscal y financiera y en la creación de un Tesoro común? ¿Cómo resolveremos las crisis geopolíticas de nuestros vecinos sin una política exterior y de seguridad mucho más comunitarizada? ¿Cómo afrontaremos los retos de los movimientos? de población en el Mediterráneo sin una mejora de la política de inmigración y de asilo? Y España: ¿cómo encarar el futuro juntos sin un marco constitucional y autonómico que cuente con un consenso renovado?
Perder el tiempo en cuestiones periféricas o irrelevantes, como nos pasa ahora, es la única forma segura de seguir viviendo dentro de la crisis y de la crisis. Hay muy políticos que no saben hacer nada más. No es posible el Catexit en relación con Europa. Respecto a España, no hay camino de salida que no lleve también a salir de Europa, algo inimaginable. Catexit solo sería viable si la propia Europa se hundiera de nuevo en sus viejas divisiones étnicas y nacionalistas y dejara de existir. Y no sería Catexit, sino Eurexit, dejar tirada la idea de Europa, una auténtica catástrofe.
(Este texto ha sido publicado anteriormente y por encargo de la revista F. La revista del Foment, otoño 2015, número 2145 que dirige Valentí Puig y edita en catalán y castellano Foment Nacional)
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De Turquía se esperaba en 2011 el modelo para que rimara, al fin, islamismo y democracia. Se trataba de que los islamistas participaran en elecciones y parlamentos, aceptaran una democracia constitucional inclusiva, y tras alcanzar el gobierno lo abandonaran con el mismo talante a indicación de las urnas.
Muchas eran las dudas respecto a un futuro tan radiante. Pesaba sobre estas esperanzas la experiencia del Frente Islámico de Salvación argelino, que venció en las urnas en la primera vuelta de las elecciones legislativas en 1992, pero no llegó a la segunda porque el ejército dio un golpe de Estado al que siguieron diez años de una devastadora guerra civil con un balance entre 50 y 200.000 muertos.
Militares y poderes fácticos de un lado; del otro, los islamistas, con sus inquietantes reservas respecto a la democracia, las constituciones, el laicismo y la alternancia; todo semejante a los temores que suscitaban los partidos comunistas durante la guerra fría, de los que se presuponía que jugarían limpio hasta alcanzar el poder pero luego ya no lo soltarían.
Cuando estalló la primavera árabe, la Turquía de Erdogan y de su Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP), en el poder desde 2002, había roto el esquema, gracias a su éxito económico y a su vocación europea. Su candidatura a la UE y su política exterior neo otomada de cero conflictos con los vecinos cotizaron al alza en el mapa surgido de las revueltas.
Todo ha rodado mal desde entonces, incluso para Turquía. Europa le cerró la puerta en las narices. Erdogan descubrió su espíritu autocrático. La guerra de Siria ha trastocado todo el escenario geopolítico, hasta convertirla en país de refugio para quienes huyen y a la vez en base para el Estado Islámico (ISIS). La amenaza de un Kurdistán independiente ha excitado los reflejos más nacionalistas y conservadores. Solo faltaban las protestas del parque Gezi en Estambul en 2013 para que fuera evidente la deriva antidemocrática.
Hasta llegar ahora a la resurgencia del Estado Profundo, derin devlet en turco, el auténtico descubrimiento de la Turquía contemporánea, exportada al vecindario árabe y asiático con mayor éxito que la democracia islámica. El profesor de Columbia, Jean Pierre Filiou, lo ha definido como la confluencia ?entre los servicios secretos, una justicia corrupta y el crimen organizado? para ?controlar el sistema desde las bambalinas? como alternativa post moderna a la dictadura militar (en el libro Del Estado Profundo al Estado Islámico. La contrarrevolución árabe y su legado yihadista).
Al Estado Profundo le hemos visto actuar en uno u otro grado en casi toda la geografía árabe, incluyendo ese Túnez excepcional, merecidamente galardonado con el Nobel de la Paz. Aunque ahora lo más alarmante es su parentesco con el ISIS, que se alimenta en el caso turco de la deriva antikurda de Erdogan, en detrimento del combate contra el yihadismo, y adquiere una escandalosa dimensión en el atentado terrorista de Ankara contra los manifestantes del partido prokurdo HDP (Partido Democrático del Pueblo).
La revista Babelia de El País está entregada a Pureza (Salamandra) de Jonathan Franzen, la gran...
Si quieres publicar en portada a una actriz que cotice, estás sujeto a la aprobación de la foto, y a menudo también del texto, por parte de sus agentes y/o publicistas que promocionan su última película y que suelen actuar como una apasionante cadena de obstáculos. Es habitual que se firmen documentos y se establezcan condiciones. Y que la estrella exija a su maquillador-peluquero para evitar inseguridades aunque a la revista le salga más caro de lo previsto. Hay agentes muy yanquis que dan indicaciones para el catering. Arreglan la hora de recogida en coche y, cuando el equipo del plató ha desayunado dos veces, aparece ella, encantadora, grácil, pidiendo disculpas por el atasco, dispuesta a darlo todo. Si a la estrella en cuestión no le gusta la ropa, el ambiente en el estudio se espesa y oscurece como un cielo a punto de llover. A más de una he visto yo parar una sesión cual madrastra de Cenicienta para mandar a la estilista ?a buscar algo decente?, o al mismísimo cuerno. Por fin todos los elementos armonizan: un secador de pelo hace de viento, una pinzas de tender ciñen el talle de la camisa y el estudio vuelve a cobrar el ánimo de las mañanas felices. ?¡Qué natural me veo!?. ?Ya me quitaréis esta lorza, ¿eh?… sed compasivos?, le dice con complicidad al fotógrafo. Todos asienten, complacidos, porque ella es tan voluble como seductora. Se va lanzando besos con la mano, custodiada por su corte y su chambelán, que revisa: ?Mandadme la foto enseguida?. Algunas luego se molestan con el resultado. Acusan al fotógrafo, un peón en la cadena, de querer tunearlas y arrebatarles su gesto y su carisma. En cambio, no suelen protestar si se les borran granos, pelos, manchas u otras irregularidades. Y casi nunca se quejan si se trata de una campaña de publicidad con una elevada remuneración de por medio. Jamás la fotografía de estudio ?un arte que en absoluto acaba con el disparo? había sido tan proclive a la cara lavada, buscando ese instante selfie. El photoshop no nació en la era del bótox, sino hace más de un siglo y medio, cuando se trataba la imagen con pincel y gouache blanco y se rasgaba el papel fotográfico. Así se consolidaron muchos iconos universales, desde los mitos de Hollywood hasta los líderes políticos. El retoque forma parte del proceso que busca la imagen pública, mientras que la cara lavada felizmente es hoy una tendencia que se inscribe en un cambio de paradigma, igual que esa política sin corbatas y sin pendientes, pero que no todo el mundo soporta. (La Vanguardia)
La primera vez que llegué a Cartagena fue por el año de 1984. Eran tiempos de negociaciones por la paz en Nicaragua, en las que el presidente Belisario Betancur se empeñaba, y tras una visita mía a Bogotá me invitó a que pasara con Tulita, mi mujer, un par de días en la casa del Fuerte de San Juan de Manzanillo para que conociera aquella ciudad que seguía siendo mentira en mi cabeza mientras no traspusiera sus murallas, y nos confió a los cuidados de Gabo y Mercedes.
Mientras a lo lejos, a través del mar Caribe, la tormenta de la guerra civil se cernía sobre Nicaragua, íbamos de un paraje a otro de la ciudad que contemplamos el primer día desde las alturas del fuerte de San Felipe de Barajas, y esa noche tuvimos una velada en casa de Alejandro Obregón en la calle de la Factoría al lado de la muralla, el pintor con sus patillas rubias como un de capitán de fragata, y allí nos dio el amanecer entre historias de asombro y jolgorio, una de ellas de cuando en una fiesta Obregón se había tragado un grillo chino que se paseaba, prendido de una cadena de oro, por el corpiño de la anfitriona.
Una ciudad, imposible de desentrañar porque las capas de que está compuesta son como las de una cebolla infinita, de modo que llegar a la siguiente puede tomar años de nuevas exploraciones, en el aire un eterno vallenato que cuenta historias y cuenta la historia, la antigüedad empozada como en una cisterna de aguas oscuras.
En el siglo dieciocho había en el Caribe una estrategia común de defensa contra las incursiones de los piratas y los asedios de los galeones ingleses armados en corso, que empezaba por la construcción de fortalezas diseñadas por los ingenieros militares españoles.
Fue por esa razón que el comandante José de Herrera y Sotomayor, teniente y capitán del batallón de la plaza de Cartagena fue designado en 1753 comandante de la fortaleza de La Inmaculada y Purísima Concepción situada en el curso del río San Juan en Nicaragua, por donde bucaneros y corsarios buscaban penetrar hasta las ciudad de Granada, junto al Gran Lago.
Las crónicas, que a veces parecen hijas de la invención, de lo que Gabo dio tantas veces cuenta, dicen que siendo viudo el comandante, se llevó a su hija Rafaela, de diez años; y en la fortaleza erigida en un recodo del río, le enseñó diversas artes de guerra, entre ellas el manejo del cañón, con lo que, al poco tiempo, "con alguna propiedad y acierto lo montaba, cargaba, apuntaba y disparaba".
El padre enfermó de fiebres malsanas, y la siguiente vez que los ingleses atacaron el castillo al amanecer del 29 de julio de 1762, su cadáver estaba siendo velado en la torre del homenaje. La niña asumió entonces la defensa, negó a los corsarios la rendición que demandaban, y a las once en punto de la mañana disparó un cañonazo que descalabró la nave capitana, lo que minó la moral de los atacantes, más aún cuando la niña mandó crear un fuego griego con unas sábanas empapadas de alcohol que navegaron río abajo alzando llamas, lo cual apuró su desbandada.
Le conté esta historia a Gabo y la tomó, por supuesto, por cierta. Para él no resultaba nada extraño que una niña de diez años fuera una artillera de puntería infalible, y de genio militar suficiente para fabricar un fuego griego que pusiera espanto en las filas enemigas.
Él volvería en Del amor y otros demonios sobre la historia de otra niña de edad parecida, Sierva María de Todos Los Angeles, mordida por un perro rabioso cuando iba a cumplir sus doce años. Las dos historias son de la segunda mitad del siglo dieciocho, y aquel cañonazo de Rafaela resonó, a lo mejor, en la misma fecha en que Sierva María empezaba el calvario de su desgracia. Entonces el Tribunal de la Inquisición que perseguía la brujería y los tratos con el demonio, y la rabia era considerada diabólica.
El cabello de la inocente endemoniada siguió creciendo después de su muerte, y cuando siglos más tarde la piocha del albañil rompió su féretro, aquella "cabellera viva de un color de cobre intenso se derramó fuera de la cripta". Medía exactamente veintidós metros con once centímetros.
La ciudad detrás de las murallas sigue siendo mentira, una ciudad mágica más allá del lugar común, inventada por Gabo, y que se sigue inventando sin fin a sí misma.
Sólo me pongo a pintar cuando me encuentro más o menos sano y de buen humor. También a propósito de haber recobrado la confianza en mi mismo, unido a un punto de libertad particular, exclusiva de su relación con la pintura. Y no hablo ya de la producción de un cuadro o de su proceso divertido sino sencillamente de la pintura, selecta o a granel. Los botes y tubos de pintura, el color de sus líquidos, su densidad, su paciente propensión a cubrir con su manto la apariencia de las cosas, le concede un poder que pocos otros fenómenos existenciales igualan. Es, sin duda, esta pasión exagerada por el tinte, una pasión infantil. Tan infantil que me es imposible elaborar una razón suficiente que explique el fenómeno con pertinencia. La pintura en sí, lodos los establecimientos de pintura, los pigmentos, los médiums, los aceites, los disolventes. componen un universo en el que algunos nos sentimos tan dichosos como si hubiéramos resucitad entre los muertos. Puede que no sea suficiente esta emoción para mejorar todo lo adverso de la existencia pero me atrevería a decir que mejora una buena ración del ordinario estado de ánimo. No hay memoria ni herencia genética que justifique este gozo en mí. Si acaso mi patológica alienación estética, siempre representada en la base sagrada del color. Lo hermoso o lo feo se alzan o se desdicen, se baten y forman espectáculo, gracias a la demiurgia o la acrobacia del color. El color es la molécula insigne. Cualquier color. Y pienso que, esto es quizá así, porque en realidad no se está tan enamorado de una pintura sin el lenguaje supremo del color. No apasiona tanto lo que la composición del cuadro llegar a ser sin la potencia que el color suscita. ¿Y qué suscita? Sería inútil hallar una explicación cabal a su reino. El color pertenece a las esencias y las esencias por su carácter imperioso son irreductibles a la razón, inexplotables como fenómenos en su aparición y su posible progreso. El color es el color. El color se dice a sí mismo puesto que se tarta de una totalidad que ni precede a nada ni se dirige a finalidad concreta. Todo color es una existencia cerrada. Una clausura sin acceso.
Todo color hace y deshace, promueve o paraliza. La consecuencia es la misma. El color es una energía sin destino previo. Un atributo sin necesidad de calificación. Vivimos entre colores despiertos y nos acompañan como seres dormidos. Su influjo y su presencia deciden nuestro mundo interior y exterior. ¿También interior? Precisamente interior porque advenimos al color desde un fondo químico y primario. Somos sin condiciones color, ese compuesto que vemos y olemos en los botes y al verterlo repartimos identidades identidades. No hay vida sin color, no hay color que no viva y decida el mundo de la emoción, de la dicha y la tristeza, del baile y el entierro, del silencio y la exclamación.