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La niña perdida

En los cursos de escritura creativa (al menos los que son serios) enseñan a los futuros novelistas que las historias, si son lo bastante relevantes como para abrirlas, deben ser lo suficientemente relevantes como para merecer ser cerradas, dándose la curiosa circunstancia de que resulta mucho más fácil abrirlas que cerrarlas.

                En ese sentido La niña perdida, el cuarto y último volumen de la saga Dos amigas, debiera figurar en la bibliografía de toda escuela que se precie porque en él Elena Ferrante lleva a cabo un asombroso tour de force en lo que a cerrar historias se refiere. Y no podría ser de otro modo porque el escenario es el Nápoles de los años cincuenta, una ciudad que todavía sangra por las heridas provocadas durante la Segunda Guerra Mundial y en la que la lucha por la mera subsistencia se libra en medio de un clima de violencia y de enfrentamientos más tribales que políticos y en la que casi un millón de personas tratan de sobrevivir.

                El lector hará bien en tener presente que, allá en el arranque del primer volumen, la narradora, Elena Greco, también llamada Lenuccia o Lenú, decía encontrarse casi al final de su vida y anunciaba su decisión de contar la historia de Raffaella Cerullo, también conocida como Lina, o Lila, una mujer ahora desaparecida sin dejar rastro pero que nació unas pocas casas más allá de donde nació la propia narradora y con la que, pese a la distancia, las pugnas, los celos mutuos, los distanciamientos y las opciones vitales tan diferentes tomadas por una y otra, había  mantenido una relación tan profunda que le resultaba imposible relatar las circunstancias de su vida sin contar de paso su propia vida. O no contar también las vidas de esa treintena de personas pertenecientes a diversas y muy conocidas familias del barrio y que habían ido a la misma escuela y crecido juntas para luego casarse entre sí y tener hijos, o separarse, traicionarse, intercambiar parejas, apoyarse mutuamente y (lo cual es una posibilidad que está presente todo el tiempo) morir de forma violenta, unas veces a manos de otros pero también por decisión propia.

Y como fondo, o mejor aún, como universo, esa omnipresente ciudad esparcida por las faldas del humeante Vesubio y que parece tener interiorizada la eterna precariedad de su existencia: sus habitantes, como se demuestra durante un terremoto que tiene lugar ya bien avanzada la saga, son conscientes de que en cualquier momento pueden ser engullidos por el volcán, o enterrados en escombros como en su día lo fueron Pompeya y Herculano, y aceptan esa poco envidiable  posibilidad con la misma taciturna resignación con que aceptan el poder latente de las mafias, las intemperancias de los grupos violentos, da igual si de derechas o izquierdas, o la imposibilidad metafísica de escapar a su condición. Elena, la narradora, es la única de todos ellos que parece haber escapado al destino común: ha logrado trasladarse al norte (Florencia),donde ha cursado una carrera universitaria, se ha casado con un joven y prestigioso profesor con el que ha tenido dos niñas, aparte de estar iniciando una prometedora carrera literaria. Es la envidia de todos. Tan lejos. A salvo del pudridero napolitano. Qué suerte la suya.

Y sin embargo, contra toda lógica, e incluso contra su propio criterio (por no hablar de las andanadas que va a recibir de la irascible Lila) la prometedora escritora abandona a su marido y sus hijas, deja de lado su incipiente carrera literaria y vuelve a Nápoles. La excusa es un viejo amor de juventud, asimismo amado de joven por Lila, y que parece ofrecerle  la posibilidad de culminar una historia de juventud que quedó inconclusa  y que ahora, en la madurez, puede  ofrecerle la oportunidad de vivir lo que entonces no pudo.

Pero quien crea que tiene por delante el  relatado de los inevitables sobresaltos de una vulgar historia amorosa triangular se llevará un chasco. Porque Elena Ferrante, la otra narradora, la que firma el libro y cobra los royalties de las ventas multitudinarias en todo el mundo, va poniendo en escena a la treintena de personajes cuyas historias comenzaron en los volúmenes anteriores y con envidiable habilidad va dando cuenta de la trayectoria y el desenlace de cada uno (ya digo que es un notable tour de force en lo que a culminar historias se refiere)  todo ello sin renunciar a culminar la compleja y muy conflictiva historia de las dos amigas que dan nombre a la saga. Podría decirse que se puede leer La niña perdida sin haber leído los tres volúmenes anteriores, pero sería hacerle un flaco favor a quien siga tan disparatado consejo porque se le incitaría a  renunciar sin demasiada justificación a una narración que está a la altura de cualquiera de las grandes obras contemporáneas y que le adsorberá literalmente de principio a fin.    

 

La niña perdida

Elena Ferrante

Traducción de Celia Filiperto

Lumen   

 

 

 

 

 

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23 de noviembre de 2015
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Macri, uno en dos

Argentina tiene nuevo presidente. Mauricio Macri asume en diciembre, aunque la historia partió mucho antes. El 05 de agosto de 2006, cuando todavía era presidente de Boca y recién iniciaba una carrera política, lo entrevisté para la revista Sábado de Chile. Muchas cosas que ahora pasan, ya se podían adelantar hace nueve años. Por ejemplo, que un bostero K lo desprecie como político pero que lo añore como ex presidente de Boca. Y viceversa.   
 
 
 
 
 
 
MAURICIO MACRI, UNO EN DOS 
08/08/2006 

Es necesario advertirlo: hay un Macri-versión-fútbol y un Macri-versión-política. Son dos, y entre ambos compiten palmo a palmo por quién aparece más en los medios. A veces es la semana del político o, como ahora que Boca está cambiando de entrenador, sobresale claramente el dirigente deportivo. Cuando pido esta entrevista, su vocero me pregunta con cuál de los dos quiero hablar. "Entonces deberás ir cambiando de cassette", responde riendo, cuando le explico que me interesan los dos.

No sólo él se sorprende de que quiera hablar de ambos temas con la misma persona. Toda Argentina ya se ha acostumbrado a esta extraña dualidad: el mismo porteño que insulta la pantalla del televisión por la declaración del Macri presidente de Boca, en la tarde aplaude la vehemente conferencia del Macri diputado por el Pro (Propuesta Republicana, una plataforma electoral que creó el año pasado). O, al revés: el que un jueves acusa a Macri de ser el candidato de la derecha económica, el fin de semana, en La Bombonera, aplaude la arriesgada apuesta del presidente al comprar a determinado jugador. Más que dos en uno. Uno en dos.

Hoy es jueves a mediodía en el centro de Buenos Aires y la ciudad ha amanecido empapelada con bromas futbolísticas. El archi rival de Boca, River Plate, anoche fue eliminado escandalosamente de la Copa Libertadores. Las oficinas de Mauricio Macri-político están cerca de la Avenida 9 de Julio. Apenas hay un policía a media cuadra y un hombre de seguridad en la puerta. Casi nada, pensando que el año 1991 Macri fue secuestrado, igual que su hermana lo fue hace dos años. Por cierto, los negocios del grupo Macri ­liderado por su padre­ están dentro de los diez más importantes de su país.

A la hora indicada se aparece Mauricio Macri. Tiene un bigotito cortado milimétricamente, ojos muy celestes, 47 años, tres hijos, un reciente divorcio que saltó por las portadas y un futuro político que nadie se atreve a vaticinar. Saluda fuerte y mirando frontalmente a los ojos, un saludo entrenado, y que posiblemente aprendió en la Universidad de Pennsylvania, donde en 1995 estudió Executive Communication Private. Diez años antes había hecho un postgrado de empresas en Columbia, en Nueva York. Y antes se había recibido de ingeniero civil en la Universidad Católica de Buenos Aires.

Hola, buenos días. ¿Todo bien? ­pregunta, y cierra un ojo. El ojo derecho lo mantendrá cerrado casi toda la entrevista. Lo ha cerrado, porque en la sala hay mucho sol. "Siempre le pasa. Tiene los ojos tan claros que le molesta la luz del sol", me había advertido uno de sus asistentes.

Parto hablándole al Macri-versión-fútbol. Me soplaron que es el que tiene mejor humor.

-Imagino que está contento por la derrota de River, anoche.

-Claro. ¿Viste lo que fue eso?- ­responde con sonrisa larga, y comenta alguna de las bromas que han aparecido en la ciudad. En los suplementos deportivos se dice que, muchas veces, es el propio Macri quien inventa los chistes contra los rivales.

Basta decirle cinco palabras para que, automáticamente, salga adelante el Macri-versión-política. Y ahí el humor es otro:

-¿Cómo está la Argentina hoy?

Frunce el ceño, se acomoda la corbata, y responde:

-Está mucho mejor que hace cuatro años, en términos de recuperación económica, de disminución de la pobreza y de desempleo. Pero esto se debe al fuerte crecimiento económico del mundo y a una devaluación interna que nos permitió solucionar algunos problemas internos de costos. Sin embargo, esta mejora no significa que hayamos solucionado nuestros problemas de fondo. Si uno compara, en el mismo período, los indicadores de Chile y de Brasil, por ejemplo, han mejorado más que los de Argentina. En términos de calidad institucional, de cantidad de las exportaciones, creo que acá todavía quedan muchos desafíos pendientes.

-¿Como cuáles?

-La inseguridad, por ejemplo. El tema de la inseguridad es dramático. En eso hemos retrocedido. El gobierno ha sido un fracaso en términos de seguridad.

-Recuerdo que en 2002 la inseguridad, de alguna manera, se explicaba por la profunda crisis económica de Argentina, ¿cómo se entendería hoy?

-Se acabó la teoría ésa. Aquí se bajó el desempleo, se bajó la pobreza, y aumentó la inseguridad. Y, bueno, eso pasa porque la inseguridad no se explica exclusivamente por la pobreza. Hay factores de riesgo que si no se les controla, devienen en desastres. El aumento del consumo de droga, en este caso del paco (pasta base), la permanente desvalorización de las fuerzas policiales, la irresponsabilidad del sistema judicial en el tratamiento de los presos, la falta de un Estado que prevenga trabajando en la urbanización de villas y de becas para los estudiantes. Todo eso hace que la inseguridad hoy esté peor que antes.

-Hace bastante que la inseguridad urbana viene siendo el tema de Latinoamérica. Pese a lo cuel, igual crece. ¿Tiene alguna propuesta concreta?

-Sí, sí, es muy simple. Y los países que han tenido resultados positivos lo han hecho. Y eso es aumentar los presupuestos de seguridad, equipar mejor la policía, pagarle mejor, entrenarse mejor. Tecnología para adelantarse al delito hoy es muy importante. Segundo, trabajar con la justicia para darle mayor celeridad. Los juicios sumarísimos para aquellos que han sido agarrados in fraganti, y el trabajo en cárceles para una mejor readaptación. Y después, bueno, toda la lucha al narcotráfico que implica muchísimo en el aumento a la violencia en los robos. Y, por último, un Estado activo, que eso Chile lo ha logrado, urbanizando, asegurándose que el Estado esté presente en todos los lugares. No como pasa en Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires, donde hay lugares que el Estado no entra. La policía no se anima a entrar. Eso en Chile no pasa.

 

Mauricio Macri suele apoyarse en el ejemplo de Chile para sus argumentos. Y no sólo para esta entrevista. En la pasada campaña a diputado por Buenos Aires, donde venció al candidato oficial que apoyó fuerte Kirchner, eran frecuentes sus alusiones a nuestro país. Si bien en el gobierno lo suelen emparentar con Menem, Macri dice: "El tiempo de él ya pasó. La historia juzgará qué cosas hizo bien y qué hizo mal. Tuvo errores imperdonables, porque en el momento que Argentina estaba para dar el salto, el personalismo de él y los altos niveles de corrupción impidieron que se consolidara el proceso de modernización".

-¿Tiene alguna opinión del gobierno de Bachelet?

-No, muy poco. Me sorprendieron los cambios. No sé qué habrá pasado. Igual, yo soy un admirador de la política chilena.

-¿Y del tema del gas?

-A mí me gustaría lograr una integración energética con Chile. Creo que la Argentina tiene más gas. En el sur tenemos más gas. Lo que falta son reglas del juego estables. Con un marco regulatorio estable la Argentina tiene gas para abastecer el mercado interno nuestro, y el mercado chileno.

-En Chile cuesta entender que no se respeten los acuerdos.

-Bueno, el gobierno de Kirchner no entiende los acuerdos. No cree en la estabilidad de las reglas del juego. Es un gobierno que cree que la concentración del poder en una sola persona es la única solución que tiene el país. Yo creo precisamente lo contrario. En lo que ha hecho Chile, que apuesta a la división de los poderes y a las reglas del juego permanentes.

 

Hace un par de años que Macri está en la carrera presidencial. Su siguiente paso sería cuando se postule a jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Pero antes de ser alcalde, algunos analistas no desestiman que vaya directo a las presidenciales de 2007. Él lo descarta por ahora.

-A veces da la idea que en algunos países de América Latina es cómodo ser oposición, y se está conforme con eso.

-No, en mi caso de ninguna manera cómodo. Yo no tengo vocación testimonial. Tengo vocación de gobernar. Tengo buenos equipos, de hombres y mujeres que saben cómo resolver los problemas de la gente.

 

Aunque a pocos les haga interferencia, silenciosamente y sin pausa, hace mucho rato que varios candidatos de la derecha latinoamericana están usando los gobiernos de la Concertación chilena como el ejemplo a seguir. Macri explica el porqué le gustaría imitar nuestro modelo:

-Chile hizo cosas muy importantes. Primero, construir sobre lo que habían dejado los anteriores. Y no creyendo que siempre el que llega comienza todo desde cero. Ese es un gran mal de la Argentina. Segundo, hay un fuerte respeto, y una convivencia y una tolerancia. Finalmente, se ha moderando el discurso de todas las propuestas. Es cierto que con Piñera hubieran estado mejor, pero básicamente los programas de gobierno son muy parecidos. Chile ha madurado, y sus diferencias son las mismas que tienen los republicanos y demócratas en Estados Unidos.

 

Boca y Colo Colo

-Ya que menciona a Sebastián Piñera, ¿supo que ahora está en Colo Colo?

La sonrisa anuncia que la palabra la toma el Macri-versión-fútbol:

-Sí, ahora está ahí. Me gustaría hacer una integración entre ambos equipos. Tengo una buena relación con Sebastián, un tipo muy capaz.

-Piñera se acercó a Colo Colo después de postular a la Presidencia. Su caso es a la inversa.

-Yo soy fanático del futbol y de Boca desde chiquito y siempre había soñado ser presidente de Boca. Era algo que tenía como el sueño de muchos años y después, bueno, dado el nivel de exposición mediática que uno tiene en el fútbol, ahí comencé a recibir ofertas para participar en política, que rechacé, porque quería terminar el proceso en Boca. Hasta que finalmente me decidí a participar.

-¿Qué le aportó el fútbol?

-Es un antes y un después en mi vida. Lo que uno vive en un equipo popular, como Boca, es como estar conectado a 220, es un enchufe todo el día. Es una locura de emociones, de vibraciones, de amarguras, de alegrías. Y arrancamos con un club muy popular, pero que había perdido un poco la identidad, la mística. Yo tenía una estrategia de desarrollo futbolístico, y eso fue lo que pusimos, un buen equipo de hombres. Modernizamos la imagen. Lo insertamos en el mundo. Y ganamos 14 títulos en 10 años. Y lo hicimos rompiendo el mito de que el que sale campeón se funó: hemos aumentado 12 veces nuestro patrimonio.

 

A diferencia del Macri-versión-política, que se apoya en el modelo chileno, el Macri-versión-fútbol se sabe que es él el modelo a exportar. Así lo asume, y da recetas.

-¿Cuál es el consejo que le daría a Piñera para la administración de Colo Colo?

-Que apueste a las inferiores, y que apueste a un proceso de tres o cuatro años para reinstalar a Colo Colo dentro de los equipos más importantes de Latinoamérica. Que no quiera hacer todo en un año, porque ahí vuelve a la salida como en el Juego de la Oca.

-¿Un equipo popular acerca al servicio público?

-Seguramente yo tenía alguna semillita, pero claramente al estar con Boca eso se agigantó. Boca, como todos los equipos populares, también es un servicio público. Pero va separado de la política.

-Alguna vez se propuso hacer un Mundial Argentina con Chile...

-Sí, yo lo propuse. Que reemplazáramos a Brasil el 2014, si Brasil no está en condiciones. Un Mundial ayuda a poner el país en la vidriera, con la cantidad de horas previas a los partidos que transmite la televisión mundial. Hoy conocemos todas las ciudades de Alemania, antes no conocíamos nada. Es una oportunidad de mostrarte como país, como sociedad. Atraer más inversiones, meter tus productos. Es muy importante para el país.

-¿Qué le pareció Argentina en Alemania?

-Quedé con un sabor amargo, porque creo que era el único equipo que tenía tres delanteros diferentes. Faltó convicción para salir a ganar. No hicimos un mal Mundial, pero eso que se percibía que éramos superiores a Alemania no lo pudimos mostrar en el campo de juego.

-¿Hay algún jugador chileno que le interese para Boca?, ¿recuerda que Salas primero venía a Boca?

-Claro, vino a Boca, entrenó, y después se fue para River. Es un grano que tengo en mi historia. De ahora, me habría gustado Valdivia, pero se fue a Brasil. Pero no olvido lo de Salas. Pasó que había mucha interna en nuestra comisión directiva. Se habían comprado muchos jugadores. Se le echó la culpa a Bilardo, pero no fue culpa de él, sino que de una interna nuestra. Y que deseo olvidar.

 

Al despedirnos, Mauricio Macri da la mano, palmotea el hombro y me dice: "Ojalá te salga linda la nota". Y aunque en un principio dudo, creo saber cuál de los dos Macri fue el del saludo final.

 

 
 
 
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23 de noviembre de 2015
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?Don?t stop?

En las aulas de bachillerato se reflexiona sobre la amenaza mundial del yihadismo. Los profesores más comprometidos en transmitir conocimiento y valores procuran crear debate para que los chavales opinen y arriesguen, laven prejuicios, vistan miedos, se equivoquen. En un colegio de élite de Madrid, una mayoría exclamaba ?¡qué pena!? , e inmediatamente regresaba a sus chats y sus notas de corte, a sus urgencias hormonadas, a sus ?mola mazo?. Y a levantar la mano preguntando si era seguro ir a ver el Real Madrid-Barça al Bernabeu. En los institutos de Lavapiés o el Raval la expresión de la pena es un mínimo esbozo: allí la realidad golpea de otra manera a una edad en que la muerte debería ser un lejano horizonte. En París, estos días, algunos jóvenes musulmanes han tenido que reafirmarse, como esa chica francesa con velo que fue increpada en el metro hasta el punto de tener que repetir: ?Soy francesa, soy francesa?. Tras el ataque a Charlie Hebdo, nuestros vecinos aceleraron el proyecto de una asignatura que educara a los jóvenes en los ?valores morales y cívicos? tanto en primaria como en secundaria; ríanse de nuestra ?educación para la ciudadanía? pero, se llame como sea, parece más urgente que nunca. Que una religión pueda perseguir a otra, incluso a toda una civilización, pone de manifiesto la necesidad de acogerse a principios superiores y comunes: una ética común, laica, más allá de la familia o de un dios. Los nuevos ataques y la psicosis que hace temblar a Europa reavivan el reclamo de la educación para combatir la barbarie. Régis Debray lo resumía nítidamente: ?El desierto de valores en que vivimos saca a relucir los cuchillos?. No hay dimisión más cómoda que la indiferencia: desde las alturas y a pequeña escala. Pero afortunadamente hay gente que no dimite y vuelca su compromiso con el cambio social, como esas organizaciones de jóvenes que trabajan con los estudiantes más desfavorecidos para que no tiren la toalla. Pedagogía necesaria para visibilizar una realidad velada y cargada de clichés. Es el caso del documental No t?aturis / Don?t stop, financiado mediante crowdfunding (www.vkm.is/notaturis) y dirigido por Aïda Torrent. Durante un curso, sigue a cuatro chavales del Institut Milà i Fontanals del Raval ?de origen catalán, bengalí, colombiano y filipino?, que desde su realidad cotidiana van abocando sus ideas, sus temores, sus deseos y sus dimisiones en pleno rito de pasaje: el final de la adolescencia. ?Damos el testimonio de que aquí hay muchos jóvenes que se lo curran, pero que no tienen las mismas oportunidades que los otros. Queremos que frene el abandono escolar, que sea útil y motivador?, cuenta Albert Baquero, productor del filme. No hay otra artillería más eficaz que la formación para asegurar el futuro y combatir el fanatismo. Cuando un joven se detiene, deja los libros y cree que ya lo sabe todo, la sociedad entera retrocede. (La Vanguardia)

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23 de noviembre de 2015
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Errores y terrores

Todo lo que ahora sucede ha ocurrido ya antes. Como si estuviera leyendo un guion escrito por otro, François Hollande parece seguir los mismos pasos que George W. Bush hace 14 años. Y no solo el presidente de la República, sino Francia entera, incluso Europa y el mundo, se enfrentan a una película de horror que ya habíamos visto, a una pesadilla que ya conocemos e, incluso, a unos errores que nos arriesgamos a repetir.

La primera analogía la ofrece la dimensión y el carácter del ataque. El enemigo ha escogido lugares significativos de cada uno de los países. Para destruirlos o perpetrar en ellos el mayor daño posible. En el 11-S fueron las Torres Gemelas, como símbolo de la arrogancia capitalista, en Nueva York; y el centro de mando militar de la primera potencia, el Pentágono, en Washington, aunque los terroristas querían también lanzar un avión contra el Capitolio. En el 13-N, la noche del París multicultural y desinhibido, los bistrós y boîtes del barrio entre Bastille y République, y el palco presidencial del estadio de Francia donde se hallaba François Hollande para presenciar un partido de fútbol, el deporte más popular, entre las selecciones de Alemania y Francia. Todo un símbolo de Europa.

Tras la semejanza en el objetivo de los terroristas, la semejanza de las reacciones, estimuladas por el carácter presidencialista de ambos sistemas políticos. En ambos casos, el presidente y comandante en jefe se dirige a sus compatriotas, reúne a los parlamentarios y responde a la guerra con la guerra. Idéntica es la respuesta de los ciudadanos, arremolinados alrededor del presidente y de la bandera nacional. Una oleada de simpatía y solidaridad con el país amigo atacado transporta a sus aliados y vecinos. Todos somos americanos entonces, todos somos París ahora.

Los ataques transforman a los máximos dirigentes, Bush entonces y Hollande ahora, en su imagen, comportamiento, incluso ideas. También van a transformar sus políticas, en las que fácilmente se romperá el delicado equilibrio entre seguridad y libertad. E incluso cambiarán sus relaciones internacionales: en el caso de Bush condujo a un giro unilateralista y agresivo en política exterior y a la división de Europa, y en el de Hollande de momento le ha llevado ya a un acercamiento a Rusia.

El enemigo es el mismo, en sus características e ideología, aunque no lo sea estrictamente en su nombre y en los medios empleados. Y este hecho es el más inquietante, puesto que 14 años después el monstruo no ha sido vencido sino que ha crecido y se han multiplicado sus tentáculos e incluso su capacidad mortífera. Mohamed Atta y sus secuaces emplearon aviones como armas de destrucción masiva y para secuestrarlos utilizaron cúteres y cuchillos de plástico. Abdelhamid Abaaoud y sus comandos, en cambio, actuaron con Kaláshnikov y explosivos, manejados con precisión militar. Los primeros pertenecían a Al Qaeda y los segundos al autodenominado Estado Islámico, el último y más exitoso avatar de un terrorismo que crece y expande por todo el mundo hasta liberar territorios donde impone su violencia desenfrenada, como ya ha sucedido en Siria e Irak.

La repetición de la película, ahora en territorio europeo y amplificada en su alcance y peligrosidad, es la expresión de un fracaso múltiple y continuado. Hay un fracaso inmediato en la prevención de los ataques, fundamentalmente por fallos que se atribuyen a policías y servicios secretos. Atta y sus amigos pudieron entrenarse en una escuela de aviación de Florida y Abaaoud y los suyos han cruzado fronteras y pasado controles policiales sin ser detectados. Pero hay un fracaso más de fondo en la respuesta antiterrorista y sobre todo en la acción sobre las causas de esta violencia inusitada en los países donde tiene su origen. Si la guerra global contra el terror era efectivamente una guerra, parece claro que 14 años después la estamos perdiendo. Los errores de entonces explican los desastres de ahora, de manera que si los repetimos estaremos profundizando la trinchera en la que nos hundiremos en el futuro.

La serie de errores de Georges Bush ya son un clásico, conocido de todos. La guerra preventiva y ajena a las convenciones internacionales. Las mentiras de la CIA sobre las inexistentes armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak. La limitación de las libertades y derechos individuales a través de las llamadas Patriot Act o leyes de excepción votadas masivamente por los congresistas bajo la emoción patriótica suscitada por los ataques. El uso de la tortura, el secuestro y la ejecución extrajudicial para los terroristas. El horror de Abu Ghraib, la cárcel iraquí donde los presos eran torturados, vejados sexualmente y fotografiados por soldados estadounidenses. La creación de limbos jurídicos, como Guantánamo, donde detener indefinidamente sin juicio ni cargos a los sospechosos.

Todos estos errores fueron regalos propagandísticos para el terrorismo. E incluso algo más. Nada seduce más a los terroristas como la erosión de los valores atribuidos a Occidente y la anulación de las libertades y garantías individuales por mor de la lucha antiterrorista. Con esta primera batalla ya ganada, todas las partes se igualan en esta guerra y se abren a las actitudes equidistantes de quienes denuncian la violencia de todos. Pero el mayor error y el de más graves consecuencias fue el desmantelamiento de las estructuras del Estado baasista y especialmente de sus cuerpos armados, cuyos generales se han convertido en la estructura militar del Califato terrorista.

Bush sabía que Sadam Husein no tenía nada que ver con Al Qaeda ni con los ataques del 11S. Pero también conocía por las encuestas de opinión que los atentados habían despertado el apetito de guerra entre sus conciudadanos. Solo hacía falta una excusa para lanzarse a la nueva guerra que le pedían sus consejeros neocons. Se la proporcionó la CIA con la fabricación de las pruebas falsas sobre las armas de destrucción masiva. Con ellas se lanzó a la invasión y al derrocamiento de Sadam, con la idea inicial, totalmente fracasada, de convertir Irak en una democracia próspera y ejemplar, que hiciera cundir el ejemplo en toda la región, sin caer en la cuenta de que estaba fabricando un Estado fallido y cuarteado, surbordinado al enemigo iraní y minado por el terrorismo sectario en que se ha convertido el país árabe.

No ha sido pues una cadena de errores sino un gran error estratégico. La pregunta no es qué se ha hecho mal, sino si acaso se ha hecho algo bien. Será difícil que Francia, y los europeos con ella, incurramos en los mismos y graves fallos, principalmente en una invasión a gran escala. El desmantelamiento de un Estado, sin contar con una rápida y eficaz substitución de estructuras políticas, administrativas y de seguridad ha sido siempre una operación de altísimo riesgo. No lo tuvieron en cuenta Bush y sus neocons y luego tampoco lo han tenido en cuenta Cameron y Sarkozy con la destrucción de la Libia de Gadafi, ni Obama con su inhibición respecto a la destrucción de la Siria de Bachar el Asad.

La verdadera fuerza del Estado Islámico, es decir, su territorio, las armas capturadas de los ejércitos desmantelados y gran parte de los numerosos guerreros reclutados, se debe a la destrucción de tres estados árabes desde 2003 sin que existieran ni planes ni capacidades para construir estructuras estables alternativas.

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23 de noviembre de 2015
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Quítame las orejas

Tarde de primavera, Barcelona, 1992, oficinas del Eixample. Acabo de firmar un contrato como directora de una revista femenina de nuevo cuño, ?Woman?, junto a Yolanda Martínez, como subdirectora. Con el gerente formalizamos el trámite, la seguridad social y esas cosas. Al darnos la mano como gesto final, aquel hombre dice con solemnidad y alegría: ?esta será una revista de categoría, una revista sin chuminos?. Con veintiséis años recién cumplidos mi única respuesta es una risa imparable, compulsiva, como cuando al cura se le escapaba un pedo. También murmuro: ?¡Qué asco!?. No tanto por lo que describe sino por la palabra que acaba de utilizar ante dos personas que han recibido el encargo de dirigir una ambiciosa inversión económica. Las risas lo oscurecen todo, pero apenas puedo acabar de darle la mano después de su eufórica descripción de la línea editorial. Pienso que por fin ha podido demostrar su incomodidad ante las revistas pornográficas que se cuecen en su casa. Pero el mensaje está dado: existen las revistas de mujeres con chuminos y las revistas ?de categoría?. En las de categoría (lujo, alta gama, moda, femenina…como guste) también salen mujeres sexies, con transparencias, tacones altísimos y morritos apiñonados pero, ojo, se trata de una invitación estética, de un artificio que sirve para soñar y nada tiene que ver con la autoayuda genital. Otoño en Madrid, 2015. En un puente aéreo abro el periódico: Playboy dejará de publicar mujeres desnudas. Un noticia en pelotas nada más empezar el día. Una espera toda la vida una noticia así: qué Bloomberg deje de dar noticias económicas o que Disney le cancele el contrato a Mickey Mouse. Hay que ir dejando cosas en la vida. Y Playboy quiere remontarse a más de 60 años de historia, para defender que los desnudos empezaron como excusa para vender más ejemplares con entrevistas a Malcolm X y relatos de Updike. Que su poderosa marca no se ciñe al desnudo vulgar que inunda la red y no merece una impresión a cinco tintas. Que Playboy quiere ser una revista ?de categoría? que no avergüence ni a lectores ni a anunciantes. De adolescente, aquellas mujeres de revista erótica me intimidaban. ¿De qué pasta estarán hechas para posar tan desinhibidas mientras abren su sexo, jugando a ser traviesas, con esas ridículas orejas de peluche que tanto daño han hecho a la infantilización del sexo femenino? Pero lo que es peor: cómo irían a comer el domingo a casa de sus padres. Pronto vino la compasión, cuando los filtros no lograban corregir sus cardenales y morados. A bien seguro que una parte de aquellas chicas, y algunas lo consiguieron, se morían por salir huyendo de los caprichitos de Heffner en la Mansion Playboy y posar con un Dior, bien recatadas, en revistas ?de categoría?. El estereotipo de la chica Playboy fue descendiendo hacia a caverna, un anacronismo frente a la interactividad de internet. Hoy, el perfil del consumidor de pornografía en papel pertenece enteramente al siglo XX. Las revistas para hombres ensayan un erotismo más intelectual y sutil, como el que abandera el libidinoso Frédéric Beigbeder en la resucitada Lui, o el de la Odiseo de Albert Folch: buenos fotógrafos, chicas sin siliconas ni clases de ginecología, sujetadores de Agent Provocateur y un ligero balanceo de curvas en blanco y negro. Se trata de desnudos más inmateriales. Un intento de desvestir la fotografía de moda, que forma parte idealización del papel conforma el nuevo mantra: lo banal a internet. En cuanto a las chicas Playboy, más urgente que vestirlas es quitarles las orejas y el pompón, por Dios. (Icon)

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22 de noviembre de 2015
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¿Hacia dónde va Cataluña?

Con el título de ¿Hacia dónde va Cataluña? pronuncié el pasado jueves una conferencia en el salón de actos de Foment de Terrassa, invitado conjuntamente por el Ayuntamiento de la ciudad y la Fundación Olof Palme. Quien desee leer la transcripción de la conferencia en el idioma catalán original en el que la pronuncié, podrá acceder aquí en el enlace con elpais.cat, la edición digital catalana de EL PAÍS. Aquí en el blog la publico a continuación en su traducción castellana:

"¿Hacia dónde va Cataluña? Digámoslo bien claro y de buen principio. Ahora mismo no sabemos dónde estamos ni hacia dónde vamos. Todo el mundo sabe y son muchos los que no se atreven a decirlo, pero hay un lugar hacia el que seguro no vamos, y este es la independencia.

Esto es duro de digerir y será duro de digerir. Habían fijado fechas exactas, que han sido sobradamente superadas. Unos querían que fuera el 11 de septiembre de 2014, coincidiendo con el tercer centenario. Otros apostaban porque fuera el 23 de abril de 2015. El último de las numerosas hojas de ruta la había fijado para la primavera de 2017, más o menos a 18 meses de las elecciones del 27S.

Recordemos que se trataba de un camino sin retorno, que teníamos que dar pasos irreversibles y no habría posibilidad de echarse atrás. Habíamos desconectado definitivamente, se nos decía, y sólo había que dejar constancia, levantar acta legal de ello. Lo había hecho, como mínimo, una parte sustancial del país, tal vez la mayoría, y nadie les iría a parar ni a convencerles que retrocedieran a partir de ahora.

Para avanzar hasta aquí, había sido necesario trabajar mucho, hacer muchos esfuerzos y hojas de ruta, consumir miles de horas y de energías, escribir miles de páginas y de libros, por parte de autores individuales y colectivos, privados y oficiales , incluidos los 18 interminables informes del Consejo de la Transición Nacional, donde se nos dan las instrucciones y los caminos para lograrlo, casi todos ellos destinados a demostrar el carácter ineluctable, definitivo, indiscutible, de la vía catalana.

Nunca tantos habían trabajado tanto y escrito tanto en tan poco tiempo sobre el mismo tema, el monotema que nos ha ocupado y preocupado, y que nos sigue preocupando, olvidando quizás a la vez que en el mundo había muchos otros temas y quizás mucho más trascendentes.

Todos los caminos alternativos quedaron excluidos y cegados, todos los inconvenientes han sido superados y descartados por argumentarios repetidos como las rogativas para pedir la lluvia, en este caso para decirnos a nosotros mismos una y otra vez con fe supersticiosa que la independencia era casi inevitable de forma que al final la reiteración acabara consiguiendo efectos sobre la realidad.

La independencia era además un objeto de belleza sobrecogedora e indiscutible, que como una fruta madura tenía que caer muy pronto, mañana mismo, y sin que costara prácticamente otra esfuerzo que el de manifestarse una o dos veces a la año festivamente con los abuelos y los niños. Y todo lo que traería sería bondad, belleza y riqueza.

Nuestros dirigentes, empezando por el presidente Mas, habían intentado incluso convencernos de que no sería buena sólo por los catalanes, y que nos haría de repente más benéficos, más felices e incluso más hermosos, sino que sería buena para el conjunto de los españoles y los europeos. Era cuestión de chasquear los dedos como en un juego de manos y convertirnos de pronto en países como Dinamarca y Suiza gracias a las virtudes inherentes a la secesión de España.

Nos decía Mas que era la fórmula win-win, todos ganamos, en lugar de la fórmula de suma cero, en la que lo que gana uno lo pierde el otro; pero aplicada aquí según una técnica nominalista y de raíces mágicas muy practicada por los propagandistas del proceso: parece que basta con decir el nombre de la cosa para que la cosa se haga realidad.

La han aplicado a la misma idea de la historia, que teníamos que hacerla gracias a nuestra fuerte voluntad colectiva, a la intensidad de los deseos de los catalanes, aunque olvidando el famoso dicho marxista que quiere que los hombres hacemos historia pero no sepamos nunca exactamente la historia que hacemos.

¿Cuántas jornadas históricas habremos vivido desde la manifestación del verano de 2010 contra la sentencia del Estatuto? El mundo nos miraba y nos admiraba. La historia nos convocaba. Todo lo que hacíamos era excepcional y único, histórico. Tanta singularidad, pacífica y democrática, debía ser premiada. No había un caso parecido ni en Europa ni en el mundo.

Nuestros informativos de televisión y radio, especialmente los públicos, y las primeras páginas de los periódicos se han llenado de fotos históricas, firmas históricas, reuniones históricas, manifestaciones históricas, y algunos de los objetos y documentos utilizados han ido incluso a parar a los estantes del Museo de Historia de Cataluña antes de que la historia haya cuajado y se haya convirtió en evento efectivamente relevante.

La realidad, como hemos podido comprobar, es muy diferente. La historia, en este tiempo, nos la han hecho a menudo otros y nosotros hemos sido los sujetos pasivos y hemos hecho bien poco. Basta con tener en cuenta los atentados de París para darnos cuenta de la frivolidad de nuestra vida política, embarrancada y paralizada en uno de los momentos más dramáticos de la historia europea. Me pregunto a dónde va Cataluña y en propiedad tendría que preguntar a dónde va Europa y a dónde va el mundo, mucho más importante, incluso por los catalanes, que la pregunta sobre el futuro estrictamente doméstico.

No estoy diciendo que la idea de independencia no sea relevante, y sobre todo cuando hay casi dos millones de compatriotas que han votado en las últimas elecciones empujados en una u otra medida por las expectativas creadas en torno al proyecto independentista.

Lo que digo es que, tal como se ha planteado el proceso soberanista y tal como lo han concebido y dirigido Convergencia y el presidente Mas, ha resultado una extraordinaria historia circular, en la que siempre hemos acabado volviendo al mismo lugar y a los mismos argumentos sin conseguir avanzar ni un solo paso. Creíamos que sucedían cosas y que hacíamos historia y nos manteníamos inmóviles en el mismo punto mientras todo el resto del mundo cambiaba.

Nunca se había visto con tanta nitidez como ahora mismo, en el momento en que ya llevamos más de 50 días desde las elecciones, sin que haya ni siquiera la sombra de una mayoría presidencial y de gobierno, y cuando las huidas hacia adelante y las rectificaciones se suceden en medio de la más absoluta desorientación de la opinión pública. Recordemos, muy brevemente, para no hacer más sangre de la estrictamente imprescindible, que se trataba del voto de nuestra vida, de que lo teníamos que depositar pensando en nuestros hijos y nuestros nietos.

Hay que decir que el resultado de las elecciones parece hijo de un designio perverso, malévolo y sádico, sobre todo con Artur Mas. Ni la mente más retorcida hubiera podido diseñar un resultado que da una mayoría absoluta de diputados independentistas sin mayoría de votos populares en favor de la independencia, con estos dos escaños que le faltan a Junts pel Sí para dar la presidencia a Mas y le hace totalmente dependiente de la CUP.

Las elecciones nos dibujan una Cataluña, por un lado, muy dividida, y por otro muy plural. Tal como han reconocido los dirigentes independentistas, en privado primero y luego en público, el 47'8 por ciento de los votos no es una mayoría suficiente para culminar el proceso soberanista. Hay un momento, con la declaración del Parlamento sobre la independencia, en que parece que todo se fíe a la desobediencia al Constitucional, hasta el punto de provocar una crisis en el límite de la ruptura del orden público. Para entendernos, se trataría de la obtención de un punto de fricción con una movilización popular en la calle que apoyara, por poner un caso, a una convocatoria de una reunión de la mesa del parlamento o incluso del pleno para legislar lo que el TC ha prohibido con la admisión del recurso del Gobierno de Rajoy.

Una circunstancia así ha sido imaginada por algunos como una especie de Maidán catalán que abriría la puerta a la verdadera internacionalización que no se ha conseguido en los últimos tres años en cuanto a apoyos europeos y mundiales al proceso. La idea que se hacen algunos respecto al papel de la UE y de sus socios más poderosos es que no se permitiría una revuelta cívica en España que pudiera poner en peligro la estabilidad política española, disparase la prima de riesgo y de rebote abriera de nuevo la crisis del euro, y que si se produjera daría pie a todo tipo de presiones sobre Rajoy e incluso a ofrecerse para intermediar entre ambas partes, abriendo así el camino de un pacto y probablemente a la celebración de un referéndum a la escocesa.

Sin entrar a juzgar sobre la frivolidad, el aventurismo y la irresponsabilidad de este tipo de planes políticos, además de su irrealismo un punto infantil, me parece que los atentados de París han contribuido a descartar la conversión de la insurrección nominal y de papel que hemos experimentado hasta ahora en una insurrección de verdad, que primero se sigue declarando pacífica pero nunca se sabe si se puede controlar con respecto a las formas auténticas y peligrosas que suelen tener las insurrecciones.

Hay que decir que este peligro, o la sombra de este peligro, sólo ha durado una semana, la posterior a la declaración de ruptura con la legalidad española, que sembró la inquietud en todas partes, incluido el Gobierno catalán y la misma Convergència. Sabemos que los medios económicos, dentro y fuera, los diplomáticos y los más significados de los periodísticos internacionales, como es el caso del Financial Times, se han echado las manos a la cabeza ante la perspectiva de que Artur Mas se convirtiera en un presidente atado de pies y manos a una fuerza anti europeísta, anti capitalista y anti atlantista como es la CUP.

Si el presidente tenía una última reserva de prestigio y de autoridad la perdió del todo esta semana pasada. Al presidente Artur Mas ya se le ha acabado el tiempo político. Hasta ahora parecía que era o podía ser la solución, y así lo veían muchos votantes moderados, y ahora ya está claro que es el problema. Su futuro se acerca al cero absoluto. No se trata de una afirmación gratuita ni de un deseo, sino de una deducción lógica de los últimos episodios de este misma semana. La CUP y Junts pel Sí han llegado al final del camino con respecto a la investidura de Artur Mas como presidente: no hay acuerdo y no lo habrá.

Convergència ha hecho esfuerzos que rebasaban sus posibilidades como fue dar curso a la declaración de desconexión y de ruptura con la legalidad aprobada por el Parlament el 9 de noviembre. El presidente Mas también los hizo a la hora de ofrecer una estructura de Gobierno desconcentrada, con tres grandes áreas equivalentes a vicepresidencias, que despojaban al presidente de sus poderes, añadiendo a esto el compromiso de pedir la confianza del Parlament en el plazo máximo de diez meses. Esto era la presidencia coral o compartida que querían los jóvenes asamblearios de la CUP, que conseguían así incluso limitar el poder presidencial de disolución.

La CUP quería y quiere más, aunque esto que quiere es a la vez mucho y muy poco. Es mucho, porque lo que quiere es que el candidato no sea Artur Mas, sino un candidato alternativo de Convergència que no esté manchado por el pasado de recortes y de corrupción. Es muy poco, porque Artur Mas está muy quemado y a punto de su fallecimiento político, por lo que pedir su sustitución es casi una jugada forzada.

Todo el mundo ha leído las exigencias de la CUP y su segunda votación negativa de investidura, dentro y fuera de Convergència, dentro y fuera del independentismo, como una humillación a un presidente arrodillado y sometido a los diez diputados cupaires. Primero fueron advertencias como las de Mas Colell respecto a la subordinación del Gobierno a una dirección exterior extremista y a la pérdida del apoyo a las clases medias que significarían tantas concesiones; luego fue el golpe de timón de Francesc Homs, que considera imprescindible garantizar la seguridad jurídica, la pertenencia a la Unión Europea y el diálogo con el Gobierno, una enmienda a la totalidad de la declaración del 9 de noviembre.

La repetición de las elecciones en marzo, dada la imposibilidad de investir a Mas, es ahora la opción que todos ponen sobre la mesa. Esta es una amenaza muy peculiar, puesto que sirve sobre todo para que quienes la esgrimen se hagan miedo a ellos mismos. Nadie saldría tan perjudicado como Convergència de unas elecciones nuevamente precipitadas, las cuartas autonómicas desde 2010.

Primero porque difícilmente podrá repetir la fórmula de Junts pel Sí, dado que Esquerra, la silenciosa Esquerra, querrá capitalizar los sacrificios hechos hasta ahora para convertirse de una vez por todas en la fuerza hegemónica y central del catalanismo, sustituyendo finalmente a Convergència. Segundo, porque será muy difícil que Artur Mas se presente como candidato, esta vez en el primer lugar, y condenado prácticamente a ser desautorizado por el electorado en las urnas.

El callejón sin salida es notable y sólo tiene dos puntos de fuga. O la CUP da gratuitamente a Mas los dos votos que necesita o Mas da un paso atrás y cede la presidencia a otra candidato de Convergència. Y si no, vamos a nuevas elecciones en marzo, malas para todos, también para la CUP, y especialmente malas para Mas, que difícilmente querrá y podrá presentarse.

A riesgo de que Mas quiera prolongar aún más su agonía, Convergència se verá empujada muy pronto a improvisar su sucesión al frente del partido y como candidato a la presidencia de la Generalitat, e incluso tendrá que calcular si no le conviene más adelantarse tanto como pueda y situar al sucesor o sucesora al frente del Gobierno interino, aunque sólo sea para aprovechar el efecto mediático que da la presidencia. Como todos ustedes saben, la vicepresidenta Neus Munté es la persona que reúne la doble condición de número dos del Gobierno y de candidata in pectore a sustituir a Mas como candidato y reúne también las condiciones exigidas por la CUP respecto a su desvinculación de las políticas de recortes y de la corrupción.

De manera que se produce la paradoja de que la propuesta de la CUP de encontrar un candidato de Convergència alternativo a Mas es la que más conviene a la propia Convergència si no quiere perder las pocas bazas que le quedan de cara a las siguientes elecciones, sean en marzo o sean más tarde, los 18 meses inicialmente pactados con Esquerra. Esto me lleva a concluir que lo más natural y fácil es que Convergència acabe entregando la cabeza de Mas a la CUP a cambio de los dos votos que necesita para la investidura de su nuevo candidato y poder formar un Gobierno que ya no tendrá las limitaciones que tendría con Mas.

Es una hipótesis, naturalmente, pero me parece que bastante bien fundamentada. Y que cuenta con una gran dificultad política y aún más personal y es que probablemente quien debe dar este paso, la retirada de Mas, es el propio presidente, algo que solo puede hacer como si fuera por su propio pie, dando las correspondientes explicaciones y como un gran sacrificio en bien del proceso. Mas se encuentra ahora como Julio César ante el Senado: todo el mundo quiere liquidarlo, incluidos los suyos, pero nadie se atreve a dar el primer paso, de forma que tendrá que dar un paso atrás él mismo si no quiere que sean todos, incluido su hijo Bruto, quienes le apuñalen escondidos bajo las togas.

El proceso seguirá, de eso no tengan ninguna duda. Estamos en tiempos de políticas virtuales y nominalistas, en que las cosas no son como son sino como quieren que sean los que tienen la manija para imponer el relato político hegemónico. Uno de los componedores de este relato maravilloso de la revolución de las sonrisas acaba de publicar ahora mismo un libro que se titula '¿Por qué hemos ganado'. ¡Santas victorias que sólo lo son en el nombre y que pueden disfrazar los fallos más espectaculares en las ideas y análisis y las más amargas derrotas en los hechos y en las realidades políticas! ¡Dejemos que disfruten si así son felices los que practican este tipo de tergiversaciones tan poco inocentes!

Todo depende ahora, claro está, de las elecciones generales y de la nueva distribución del poder parlamentario que salga. Pero la siguiente fase, con Mas o con Munté, con CUP o sin ella, es la del retorno al derecho a decidir. El proceso seguirá pero como los cangrejos, dando pasos hacia atrás. Ya que no es posible saltar ahora la pared de la independencia, nos echamos un poco atrás y tomamos impulso, intentamos volver a reunir fuerzas, e incluso aceptamos cambios en los liderazgos, Esquerra en lugar de Convergència, Oriol Junqueras en lugar de Mas, y tratamos de negociar con el nuevo Gobierno que se instale en Madrid un referéndum como el que pactó Alex Salmond con Cameron.

Eso si nos encontramos en la mejor de las hipótesis, secretamente acariciada por Convergència, de una mayoría que tenga al PSOE como fuerza central y a ser posible a Podemos como complemento. Pero también nos podemos encontrar y yo diría que casi seguro que nos encontraremos con la contraria, una mayoría formada por PP y Ciudadanos, fuertemente hostil a la misma idea del referéndum, que es también la hipótesis secretamente acariciada por la CUP y quizá también por Esquerra, dado que daría la posibilidad de radicalizar de nuevo el independentismo y hacer posible otra vez la idea de que se puede saltar la pared de la independencia.

A partir de aquí no iré mucho más lejos respecto a hacia dónde vamos, porque es muy difícil un pronóstico sin los resultados de las elecciones generales y sin la certeza sobre la eventualidad de unas nuevas elecciones catalanas. Pero sí quisiera terminar explicando cómo veo el final de la actual partida.

España está a punto de entrar en una etapa en la que se reformará de una forma u otra la regla de juego, la Constitución. Una de las cosas que se jugará en las elecciones generales del 20N es la profundidad y el alcance de la reforma y, de cara a Cataluña, su capacidad para desactivar el actual conflicto de legitimidad, el proceso. Como ustedes saben, hay fuerzas centrípetas que sólo quieren reformas si son para asegurar la unidad del Estado y que ven cualquier movimiento de significación catalana dentro del texto constitucional como una desigualdad estrictamente insoportable. También hay fuerzas que no ven incompatible el reforzamiento del Estado gracias a una estructura federalista con una singularización que satisficiera las demandas de reconocimiento de Cataluña.

Una de las cosas que no sabemos todavía es si Convergència querrá estar presente en este momento de reforma y sobre todo si las fuerzas de la centralidad catalana del momento, sean las que sean, estarán representadas. Si atendemos a lo que ha sido hasta ahora el proceso, estrictamente orientado a la unilateralidad y la desconexión, no deberían estar; pero si hacemos caso a las declaraciones más recientes de Francesc Homs, Convergència deberá abrirse de nuevo al diálogo y al pacto y participar en la nueva etapa constitucional española, aunque lo haga desde una posición doctrinal o ideológica independentista.

El problema es que desde Madrid es muy posible que sólo se quiera hablar de la Constitución y desde Barcelona sólo se quiera hablar ahora de una consulta sobre la independencia. Lo normal sería que todos estuvieran dispuestos a hablar con todos de todo, pero lo más probable es que finalmente sólo se pueda hablar con algunos del alcance, el método y las formas que debe adoptar la reforma constitucional.

Lo que es seguro es que la reforma constitucional que nos conviene a los catalanes es una que pueda ser votada favorablemente por la mayoría en Cataluña y que sea así porque satisfaga de forma bastante razonable los deseos mostrados por los ciudadanos en todas las encuestas respecto a una tercera vía entre el inmovilismo y la independencia. Si la reforma constitucional que se pone a votación no tiene unos resultados suficientemente satisfactorios en las circunscripciones catalanas, es decir, una participación y un voto afirmativo muy por encima del 50 por ciento, podemos dar por seguro que la actual crisis seguirá y quizás reanudará con mayor vigor.

El caso contrario, en cambio, será la formalización de un consenso constitucional recuperado. Se podrá dar por cerrada la herida que abrió la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto en 2010. El derecho a decidir, y aún más la independencia, perderán mucho de su actual fuerza, hasta el punto de que muchos dentro y fuera de Cataluña los darán por superados. Y quizás entonces nos podremos poner de lleno y a fondo a pensar y a preocuparnos sobre hacia dónde va Europa y hacia dónde va el mundo, hacia dónde van nuestras sociedades, en lugar de quedarnos ensimismados en nuestros problemas domésticos que, como ya se ha visto, no interesan especialmente fuera de Cataluña y de España. Quizá entonces podremos ponernos otra vez a trabajar después de haber perdido ya demasiado tiempo".

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22 de noviembre de 2015
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