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La glaciación islámica. Mapa de Oriente Medio (y 7): Arabia Saudí

La monarquía saudí ha jugado un papel decisivo en las primaveras árabes. Sobre todo, para evitar que se extendieran a su territorio y a los territorios árabes vecinos. En 2011 Riad intervino militarmente para reprimir las revueltas en el vecino Bahrein, de población chií, y tuvo sus propias revueltas en la región chiita próxima al golfo donde están los mayores campos petrolíferos. Resultado diferido de la represión de aquellas revueltas son las ejecuciones que acaba de realizar de cuatro opositores chiitas, incluido el clérigo Nimr al Nimr, a los que envolvió en un paquete con 44 terroristas de Al Qaeda, imputados por unos atentados de mitades de la pasada década, en la mayor matanza legal que efectúa la monarquía desde 1980, cuando decapitó en una mañana a 63 terroristas que habían tomado por las armas y ocupado la gran Mezquita de La Meca.

Los príncipes saudíes dominan el arte de la compensación. A la hora de distribuir las penas de muerte y a la hora de distribuir regalos y recompensas. La primavera árabe fue reprimida por las armas pero también ahogada en subvenciones, estas últimas distribuidas equitativamente entre la población con menos rentas y las todopoderosas entidades religiosas que alientan el rigorismo wahabita. La oleada de ejecuciones actual también es un mensaje dirigido a EE UU, en protesta por el acercamiento de Obama a Irán, y una compensación rigorista por adelantado a las profundas reformas económicas neoliberales que se preparan para reducir el déficit público, especialmente la salida a bolsa de la petrolera patrimonial Saudí Aramco, que se convertiría en la primera compañía cotizada del mundo. Arabia Saudí actúa con la espada al igual que el Estado Islámico pero comparte con occidente su amor por los negocios, el lujo y los rascacielos.

Los príncipes saudíes están arriesgando en el actual tablero regional, con el objetivo de disputar las pretensiones de hegemonía iraní. Su estrecha alianza con EE UU --basada en una ecuación histórica que cambiaba petróleo por protección y seguridad-- está llena ahora de reproches y resentimientos: contra Bush hijo por la torpeza de la guerra de Irak, que dio ventaja geopolítica a Irán, y por propugnar la democratización y las elecciones en todo Oriente Próximo; contra Obama por alentar las revueltas árabes, con el mal ejemplo de no sostener a Ben Ali y a Mubarak, por su paso atrás en la región y ahora por la normalización de las relaciones con Irán a través del pacto nuclear; y a ambos, por su debilidad histórica frente a Israel. Una de sus respuestas es el mantenimiento de la producción de petróleo para actuar a la baja sobre los precios, dañando así a la economía iraní y a la industria de extracción de hidrocarburos por fracking , que solo es rentable con precios altos del crudo. La otra respuesta es la apertura del frente bélico de Yemen justo en el momento en que más se les necesitaba para atajar al EI en Siria.

En Riad se celebró el cuarto aniversario de la revueltas árabes con la llegada al trono de Salmán, el sexto hijo del fundador Abdelaziz, que sucedió a su hermanastro Abdulá, uno de los reyes de talante más moderado, que sin duda no quiso ordenar tantas ejecuciones en un solo día. El hecho más destacado del año de reinado de Salmán es que, al poco de la entronización, remodeló la cúpula del poder y nombró a su hijo Mohamed, de 30 años, número tres del régimen, para que se hiciera cargo de la economía y de la defensa, preparando la primera sucesión a la siguiente generación desde que en 1953 murió el fundador del reino. Es legendaria la profecía sobre la debilidad de la Casa de Saud, que ha hecho presagiar en más de una ocasión su caída por una revuelta popular, y no hay duda de que buena parte de su activismo exterior, como en el caso de Putin, se debe a sus inquietudes por la estabilidad interior y por la supervivencia de la monarquía.

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14 de mayo de 2016
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La glaciación islámica. Mapa de Oriente Medio (6): Siria

Bachar el Asad tenía dos argumentos para pensar que las revueltas de 2011 no iban con él. A diferencia de lo que sucedía en otros países, ya se había producido en su favor la sucesión dinástica del autócrata que tanto indignaba a la calle árabe. Y también consideraba superada su idea de revolución, que era la islámica e iraní de 1979: según sus declaraciones de principios de 2011, estas revueltas eran una mera manipulación del imperialismo, el sionismo y los saudíes.

Sus profecías no se cumplieron y tuvo su ración inacabable de revueltas que se convirtieron en guerra civil y sectaria gracias a su salvaje actuación represiva. Así fue como superó largamente la dictadura de su padre, Hafed, utilizando armas químicas contra su propia población y haciéndose responsable de una de las mayores matanzas contemporáneas (un cuarto de millón de muertos, según Naciones Unidas). La evolución de las revueltas ha convertido a Siria en el punto de atracción de los mujaidines suníes de todo el mundo, dispuestos primero a combatir contra la dictadura y después a aceptar el envite de la guerra sunní contra los chiíes, bajo la bandera del califato terrorista.

La guerra siria ha dividido el país y ha situado una porción enorme, con ciudades como Rakka y Palmira, bajo control del Estado Islámico, en un territorio contiguo con el Irak sunní que también controla. La consolidación del EI surge de una doble oportunidad: la política sectaria del gobierno chií de Bagdad, que marginaba a la población sunní y la echaba en brazos del yihadismo, y la posibilidad de apelar a los musulmanes de todo el mundo para que acudan a una especie de tierra prometida donde hacer la hijra (emigración), practicar la yihad contra El Asad e incluso vivir bajo la autoridad política y religiosa de un califato, en conformidad con la sharía.

El EI, en contraste con Al Qaeda, no pretende ser únicamente una organización que coordina y realiza atentados terroristas contra el mundo occidental, sino un genuino Estado árabe que anula las fronteras coloniales, en concreto la línea Sykes-Picot delimitada en 1916, y recrea la primera entidad estatal islámica fundada por el profeta Mahoma. Para acreditarse como tal, cuenta con ciudades, armamento y vehículos apresados al ejército iraquí, pozos y refinerías petrolíferos, yacimientos arqueológicos, población (entre 3 y 8 millones) y una rudimentaria administración. También con una economía elemental, basada en la confiscación de bienes, el contrabando de petróleo y obras de arte, así como el cobro de rescates para liberar secuestrados y permitir salir de su territorio. Y un eficaz aparato de propaganda, a cargo de jóvenes experimentados en redes sociales y producción audiovisual, que utilizan para difundir sus truculentas producciones, en las que han grabado ejecuciones, a veces masivas.

En Siria ha fracasado Barack Obama con sus líneas rojas respecto al uso de las armas de destrucción masiva por parte de El Asad. El presidente estadounidense bregó por la aprobación del Congreso para intervenir, pero su aliado vio rechazado en los Comunes su autorización de bombardeos, y tuvo que ser Moscú quien sacó a Washington del atolladero a costa de su primer éxito diplomático en la región, premonición de su futura implicación militar, con un acuerdo entre las dos superpotencias para la eliminación de las armas químicas. No hubo bombardeos y quedó impune la vulneración de las líneas rojas de Obama por parte de El Asad.

La consolidación del EI es un fracaso de toda la comunidad internacional y una fuente de inestabilidad para los países vecinos, atrapados con frecuencias en contradicciones irresolubles. Turquía, quien más, puesto que combate a la vez al separatismo kurdo, al Estado islámico y al régimen de Bachar el Asad y ha recibido ya dos millones de refugiados. Pero también Líbano, Jordania, Irak, Arabia Saudí y naturalmente Israel sufren los efectos del volcán yihadista. En este último caso en forma de la intifada de los cuchillos, una forma de terrorismo individual alentado por desde las redes sociales.

Todo ello mantiene la región en la mayor desorientación estratégica imaginable, con varias y dispares coaliciones militares que bombardean simultánea y alternativamente en Siria y en Irak, encabezadas cada una de ellas por EE UU, Rusia y Arabia Saudí. Sobre suelo sirio se ha producido el primer incidente militar serio entre la OTAN y Rusia, como ha sido el abatimiento de un avión ruso por parte de Turquía, algo que da la medida de la zona de peligro estratégico en la que ha entrado el mundo.

Es una obviedad que la única forma de terminar con el EI es una intervención terrestre que nadie quiere encabezar, y mucho menos EE UU, escarmentado en Irak y Afganistán. A la vista de que solo los propios vecinos pueden realizarla, parece claro que no habrá paz en la región, y no se atajará por tanto la salida de refugiados, hasta que no se pongan de acuerdo entre sí las potencias vecinas, Turquía, Irán y Arabia Saudí, bajo el patrocinio de Rusia, China y EE UU.

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13 de mayo de 2016
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Churchill entra en campaña

Churchill no lo haría. El inglés providencial no abandonaría a Europa en su momento más difícil. Al contrario, repetiría su gesto de 1940 cuando rechazó la negociación con Hitler y decidió seguir la guerra en solitario. "Solo puedo ofrecer sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas", dijo en los Comunes. Fue su finest hour.

La situación en que se encuentra Europa en nada se asemeja a aquella circunstancia trágica en los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial. Si sirvieran los paralelismos, suscitados por la Gran Crisis y el ascenso de los populismos, la semejanza debería buscarse en la década anterior. A pesar del tiempo transcurrido y de las diferencias, el primer ministro británico, David Cameron, ha querido evocar aquel momento churchilliano en su alegato en favor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea el lunes en el British Museum: "Cuando tomo asiento en el Cabinet Room, siempre pienso en las decisiones que se tomaron en esta habitación en tiempos de oscuridad". Ahí fue donde Churchill decidió rechazar las llamadas al apaciguamiento y la rendición: "Pienso en aquellos pocos que salvaron este país en la hora de un peligro mortal y que hicieron posible seguir la lucha y ayudar en la liberación de Europa".

Churchill no es solo fuente de citas y anécdotas para Cameron, sino la inspiración central de su posición contra el Brexit. La existencia de la UE es del máximo interés para los británicos. En caso de abandonarla, el Reino Unido sería más débil, más inseguro y más pobre. "Un salto en la oscuridad". Pero lo peor sería lo que sucedería en el continente, y que muchos brexiters desean: regresarían los nacionalismos excluyentes y en competencia tal como se desplegaron en los años 30.

Es una ironía que quien ha convocado el referéndum sobre la salida de la UE ahora desenfunde la retórica y los ropajes churchillianos para argumentar que el máximo interés británico es permanecer en ella. No es la única: nadie ha explicado mejor que Boris Johnson, el ex alcalde de Londres y brexiter que quiere sustituir a Cameron, en su libro El factor Churchill, los poderosos argumentos del histórico personaje en favor de una unión más estrecha de los europeos.

Cameron y Johnson, divididos por el Brexit, tienen una misma idea churchilliana de Europa: es del máximo interés del Reino Unido que ninguna potencia continental se imponga sobre las otras, y de ahí la necesidad de un sistema que neutralice la rivalidad entre Francia y Alemania e impida que Rusia se haga con el control del continente. Londres debe impulsarlo, garantizarlo e incluso partirse la cara para que exista como hizo en 1940, además de sacar todo el provecho en influencia, seguridad y prosperidad que puede darle un continente en paz. Pero haría un pésimo negocio e iría contra sus intereses si el resultado del referéndum fuera desencadenar una reacción en cadena que desestabilizara el continente e introdujera de nuevo la semilla de la discordia y de la guerra. Con este argumento, Cameron le ha ganado la mano a Johnson.

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12 de mayo de 2016
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PHYSIS kai POLIS: Postulados de la Física y Leyes de la Política

Me refería hace dos columnas a los principios reguladores por un lado del orden natural y por otro lado del orden social con dos ejemplos respectivos:  por un lado la necesidad de aproximarse en el espacio hasta la contigüidad con un objeto cuando queremos ejercer influencia sobre el  mismo; por otro lado las normas que  (bajo una u otra modalidad) restringen la sexualidad cuando hay relaciones de  parentesco.

Obviamente el hecho de que unos y otros principios sean marco imprescindible de nuestras vidas no significa que quepa atribuirles  común matriz y menos aun que puedan ser confundidos. Y sin embargo algo de ello ocurre cuando utilizamos la expresión  "ley natural". Conviene detenerse en este extremo.

La expresión  forjada por los latinos lex naturae  ha sido totalmente incorporada tanto en el lenguaje corriente como en el científico.  Así se habla de la ley de la gravedad para referirse al hecho de que las masas ejercen entre ellas una influencia determinada por el campo gravitatorio a ellas vinculado. Y sin embargo este uso del término ley es de entrada paradójica y sólo se justifica como resultado de una suerte de conciliación.

Los filólogos nos señalan que  el término latino natura se vincula al verbo nascor, nacer, venir a la existencia, el cual   a su voz remite a los verbos griegos  phyo, hacer crecer o hacer brotar  y  phyomai, que designa  el hecho de emerger o desplegarse. Ello permite avanzar que la palabra physis  derivada de tales verbos implica un principio intrínseco de movimiento y de reposo, una suerte de potencialidad vital, de tal manera que cualquier tentativa de acercamiento cognoscitivo no puede ser exclusivamente mecanicista, al menos en el sentido en el que nosotros entendemos tal término (de entrada la física jónica ha de ser,  por así decirlo,  una física animada, pues los  elementos tienen, según Aristóteles,  interno principio de movimiento)

Por su parte la palabra  lex es la versión latina del término griego nomos (no entro aquí en las diatribas sobre el grado de diferencia que habría ya entre ambos) vinculado al verbo nemein  que cabría entender  como distribuir, en principio con equidad, por ejemplo un terreno de labranza o pastoreo. Todo ente material  (y a fortiori todo ente  dotado de  vida) está sometido a la physis, mientras que carece de sentido afirmar que toda ente material  está sometido  al nomos. La sumisión al nomos sólo tiene sentido en referencia a los seres de razón. 

La topología de un terreno en el que no ha intervenido el hombre  es expresión de la physis mientras  que  ese mismo terreno sometido a una distribución por ejemplo entre diferentes propietarios de rebaños es resultado del nomos. Por ello indicaba la relevancia de que el término ley haya venido un día  a ser utilizado para referirse a la naturaleza.

De alguna manera la physis se opone al nomos como lo recibido a lo instituido, sin que ello quiera decir de entrada que la autonomía de la physis respecto al hombre suponga autonomía simplemente respecto a toda voluntad. Precisamente la presuposición de tal subsistencia de la physis será esencial para que surja siquiera la idea de una física.

Una physis sometida a la voluntad de los dioses no permitiría la constitución de una física. Esto es en principio una obviedad. Explorar la naturaleza con la esperanza de llegar a hacerla transparente al pensamiento, supondría liberarla de las voluntades, eventualmente caprichosas de los dioses, supone atribuirle una necesidad intrínseca. Este es uno de los ejes  de esta reflexión.  Pero también sobre el nomos se cierne la amenaza de una voluntad exterior, pues hay también una ley mayormente vinculada a imperativos divinos  (con fuente en  la esposa de Zeus, Themis) y  que la designa que las generaciones transmiten oralmente.

Señalaré al respecto que el término nomos no sólo se vincula mayormente a algo que los hombres determinan sino también a algo que queda fijado o escrito, de tal manera que se restringen las posibilidades de argucia. Precisamente Platón pone de manifiesto el desastre que supone para Grecia el ser víctima de catástrofes cíclicas  por lluvias torrenciales, que hacen desaparecer todo vestigio de civilización, mientras que en Egipto la catástrofe se debe al desbordamiento del  el Nilo, de tal modo que, al bajar las aguas,  las marcas de civilización escritas en los templos persisten.

Aunque la ley escrita y cabalmente humana sea en sí mismo implacable o despótica no es desde luego lo mismo estar sometido a la misma que estar sometido a la voluntad de un tirano arbitrario.  Pero  tampoco es lo mismo estar sometido a la ley establecida por los hombres que estar sometido a la ley establecida por los dioses. 

Ciertamente el conflicto encontraría solución si dijéramos que de hecho los nomoi, las leyes que forjamos los hombres son de hecho algo a lo que también están sometidos los inmortales.  Problema este que tendrá de hecho un enorme eco en una atmósfera tan distinta de la griega como es el de las controversias  teológicas de los escolásticos (los diez mandamientos, ¿son  resultado de una arbitraria decisión divina o más bien expresión de la propia perfección del creador, de tal manera que, pese a su infinita potencia, no hubiera podido hacer que no legislaran?).

Pero también cabe la posibilidad de que las leyes  escritas de los hombres y las leyes de los dioses no sean coincidentes, en cuyo caso la posibilidad de conflicto queda abierta, conflicto esencial en alguna de las vertientes de la tragedia.

Fuera de todo esto quedan los principios reguladores de la physis, o al menos tomados como tales, y que hoy se ven sometidos a una diatriba tan radical como los concernientes a la ley social, aunque obviamente  no tenga el carácter emocional que desgarra a protagonistas de la tragedia como Antígona.

 

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12 de mayo de 2016
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El periódico de mañana

Una vez Gabriel García Márquez me dijo que un buen argumento narrativo no se debe al suspense porque éste no resiste una segunda lectura. Cuando ya sabemos quién es el asesino, la relectura se adormece. Es como el periódico de ayer, sentenció Gabo, al fin y al cabo cronista del corazón de esta lengua.
Esa sentencia del sabio constructor de tiempos veraces que fue Gabo, viene a cuento a propósito del periódico de hoy. La suma de dilemas que el periódico nos propone , sin embargo, no creo que sea el mero registro del estado actual del mundo Me gustaría proponer que es, más bien,  nuestro modo de situarnos en el devenir público. Esto es, de leer, literalmente, el futuro.  

Hoy que el periodismo en español se juega, otra vez, su lugar y sentido en el proceso de avanzar una alternativa política seria, capaz de reconocer las diferencias sin descartarlas, me gustaría proponer que el mejor periódico es el de mañana. Y a pesar de las malas noticias, todavía leemos el diario contra el “vano ayer” que condenó  Machado al prometer “otra España nace.” Hoy leemos el pasado como la historia del futuro.

Cada periódico termina inventando a su público. El New York Times, por ejemplo, nos imagina mejores: necesitados de información puntual, urbanos en nuestra tolerancia del vecindario, y capaces de discreto escepticismo. Siempre he leido El País (sigo prefiriendo la edición impresa a la, a veces, profusa digital) como si leyera un parte metereológico antes de salir a la calle. Y sigo sugiriendo a mis amigos periodistas  que el mejor diario es una Agenda que nos permite elegir, y se hace parte de la vida cotidiana. Y lo cotidiano es el horizonte de lo político. Ese despliegue del tiempo futuro tiene que ver, en primer lugar, con la capacidad crítica del diario. No se trata de un programa didáctico, sino de la virtud liberal clásica: la de criticar la trama autoritaria que sigue dominando la conversación. Robustos, sentimentales y casuales, apenas un equipo contra la liga de los lectores. El periódico sera hecho por todos o casi no será.

En la España actual se concibe a los más jóvenes como más fugaces. Es bueno recordar que las mayores víctimas de la actual crisis global del sistema, son los estudiantes (las tumbas mexicanas suman incluso alumnos de la escuela para normalistas, lo cual multiplica el crimen a futuro), que acrecientan el promedio de excluidos. La juventud se ha convertido en la edad más mortal. Es cierto que el mercado global prevé la exclusión, ya no sólo la marginación. Los excluidos de hoy son en su gran mayoría, muy jóvenes, y los vemos en todas las mareas de refugiados. Pero también en las ciudades europeas trabajando en los servicios menos formales: han renunciado a la educación para sobrevivir del turismo. Al final, algunos países serán territorios del vano mañana. O sea, países sin lectores.  Los últimos países sin lectores propiciaron los infiernos ideológicos y religiosos del siglo XX.

“Con la Constitución”, el titular de El País  de hace 20 años, afirmaba el futuro frente al pasado arcaico. Juan Luis Cebrián lo ha contado no como una saga, que lo es, sino como un imperativo de esa ruptura y recomienzo hacia la incertidumbre del porvenir español.  Justamente, esa incertidumbre es inherente a la experiencia democrática. Las certezas rotundas e imperiosas son propias del autoritarismo inscrito en el lenguaje mismo, que sigue dando golpes de puño. Y de la mala información: seguimos llamando “nacionalismo” a lo que es, más bien, regionalismo.  En teoría de las naciones se entiende hoy al regionalismo como un subproducto de lo moderno: son más xenofóbicos los lugares a quienes costó más  el progreso modernizador. Bien vista, la corrupción tiene madriguera regional y partidaria, familiar y tribal.

Como buen lector, uno  entiende que el espacio es cada vez menor para los aspirantes a verse en el espejo del diario. Pero todavía nos falta el código ético del espacio disponible, que recomienda propiciar la alternancia, devolver la palabra. Firmar  todos los días es poco civil. Sobre todo ahora que se ha impuesto la licencia sentimental y el cronista nos confiesa su capacidad de llanto.

La apuesta a futuro  se opone al modelo genealógico de lectura, que lee hacia atrás,los orígenes, las fuentes de legitimación. El modelo proyectivo lee desencadenando los procesos, las rupturas, los horizontes en construcción. Esta lectura arborescente es la que hoy nos invita a formular vías de acceso, espacios de concurrencia, las demandas por venir.

Los periodistas siempre han tenido poca capacidad de renuncia.  Algunos parecen decididos a escribir sus propios obituarios. Pero si la comunicación no se releva, se estanca.  Por lo demás, el periódico forma parte del sistema de debate llamado esfera pública, constituida por los medios, los partidos políticos y la sociedad civil en tanto espacio comunicativo. La política se entiende como las fuerzas que buscan organizar la información con mejores accesos, relevos generacionales  y derechos de representación.  En algunos países nuestros ese espacio está asfixiado por la ausencia de opciones y voces más liberales y menos pacatas. Hoy día la propiedad de las comunicaciones se ha diversificado: es privada, institucional, asociativa, comunitaria, pero también se torna panameña. Con el monopolio hemos topado.

En un viaje a Madrid coincidí con el ingreso de Juan Luis Cebrián a la Real Academia Española (1997), donde dedicó su discurso a Jovellanos, quien había ocupado hacía 200 años el mismo sillón.  Su discurso exploró, en la vida y la obra del gran liberal perseguido, advertencias para la Transición española. Me doy cuenta que Cebrián no se interesaba en el pasado como historiador sino como intelectual: su lectura estaba definida por la conciencia liberal, y buscaba en la historia las lecciones del futuro. Explicó su visión de Jovellanos en estos términos: “un reformista y un modernizador, palabras que todavía suenan como símbolos de rebeldía en esta España tan proclive a resistirse al progreso. Un sano espíritu liberal, que hizo compatible la moderación de sus convicciones con la energía a la hora de defenderlas frente a los ataques de la envidia y el odio. Demasiadas coincidencias con nuestra historia reciente, y me temo que aun con la por venir, para no usar de ellas.” Como decía Alfonso Reyes de otro profesor: era más liberal que español.

La amenaza al futuro, en efecto, viene del peso pasado. Me interesa destacar, para cuando se estudie el carácter proyectivo de nuestro tiempo, el hecho de que Jovellanos, en esta lectura, buscaba hacer legible un mundo básicamente desarticulado. Era católico, noble, abogado y devoto asturiano, pero también hombre de ciencias, y como los intelectuales más modernos hasta el siglo XIX, creía que la agricultura era uno de los modelos económicos que optimizar. Los otros modelos para reformar el país eran el pensamiento liberal y la cultura clásica.  Deduzco que Jovellanos, como tantos liberales, veía su región como desarticulada. O sea, carente de un centro y a punto de hacerse ilegible. De allí los tres pilares de la reforma: la agricultura para sanear la economía, el liberalismo para superar los prejuicios atávicos, y el Latín para poner en orden el mundo en el lenguaje.  Lo desarticulado, lo sabemos mejor, es el Infierno: carece de centro y es impensable. Nuestros trabajos son un proyecto de rearticulación.

Por ello, creo que Juan Luis Cebrián se anticipó en asumir las tareas de lo que hoy entendemos como  agente cultural. Alguien capaz de ir más allá de la noción de sujeto, cuyo repertorio eran la identidad, la tesis de la resistencia y la crítica de los modelos de modernización, una agenda que fue fecunda y a veces heroica. Pero en nuestra historia intelectual, la destrucción de los proyectos socialistas nacionales, primero, y las migraciones y la violencia, después, demandaron la aparición de un intelectual que, más allá de la rebeldía y la disidencia, inculcadas por los modelos de Sartre, Camus y Marcuse, fuese capaz de articular una agencia de poder crítico y creativo que recuperara espacios en la esfera pública, liderazgo en la opinión liberal, y documentara la destrucción de futuro por el pensamiento ultramontano. El agente cultural, más operativo, gesta una conciencia crítica afincada en la sociedad civil, y asume la ética como acción que no se define ya por la bondad de tus opiniones sino por el lugar del otro en ti.

Esa justicia solidaria es central a la definición del lugar de enunciación crítica, cada vez menor e incautado por la conversión de la vida cotidiana en mercado.  No en vano Cebrián pertenece a la generación que en los años 70 se reconoció como producto de una “agencia de la crítica”. Así como a comienzos del siglo XX hubo una “agencia liberal” modernizadora, y en los años 30 tuvimos  una “agencia popular”, forjada por los nuevos partidos políticos de trabajadores y el socialismo emergente en las Universidades. En nuestro turno nos debemos a la puesta en crisis de la ideología ultramontana que era, y todavía es, la nervadura del lenguaje autoritario, el racismo impune, el machismo reciclado, el conservadurismo rancio, verdaderas pestes que asolan nuestro idioma.  La agencia cultural de la crítica reparte hoy nuestras tareas en la esfera pública, en la teoría del ágora civil, en la polis comunitaria.

La crítica como puertas al campo del porvenir ha tenido estos años en los trabajos de Juan Luis Cebrián y en los días de El País un liderazgo intelectual y comunicacional, que suma periodistas, escritores, programadores, comunicadores, editores, lectores y gestores sociales cuya vocación internacional remonta el pesimismo de la inteligencia y actualiza el optimismo de la voluntad. Se trata de una apuesta por la inteligencia del porvenir como la hospitalidad ganada contra la furia y  la desmesura.

           

 

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11 de mayo de 2016
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La virtud del error

Un profesor de Psicología de la Universidad norteamericana de Princeton, Johannes Haushofer, se ha convertido en fenómeno viral gracias a un nuevo formato de currículum vitae. En lugar del resumen “de vida” que solemos ventilar con una enumeración de estudios, trabajos e idiomas, Haushofer ha optado por recopilar la lista de sus fracasos profesionales. “La mayoría de lo que intento fracasa, pero esos fracasos son a menudo invisibles, mientras que el éxito resulta siempre visible. Me he dado cuenta de que esto provoca en otros la impresión de que la mayoría de las cosas me van bien”. Y de seguido enumera esos tropiezos a los que hace referencia: los cursos a los que se le ha negado el acceso, las plazas de profesor que no alcanzó, las solicitudes de fondos para investigación que le fueron denegados y las publicaciones académicas que nunca llegaron a ver la imprenta. No hay duda de que se trata de un grado de transparencia ejemplar que pocos pueden permitirse, precisamente sólo aquellos que han alcanzado un objetivo, después de andar desenfocados o de caerse varias veces y volverse a levantar.
El triunfo parece ser el único lado de la vida del que se puede estar. El fracaso es opaco. Se arrastran excusas y disfraces, pero a menudo resultan vanos intentos de amortiguar el dislate. Qué diáfano espectáculo de derrumbe se escenifica hoy en la escena política. Vuelven las promesas y suenan deslavadas. Rajoy se presenta como símbolo de “la concordia y la España moderada”, mientras que Sánchez quiere garantizar “un cambio seguro que una lo que la derecha ha separado”. Por su parte, Rivera alerta de la necesaria regeneración que “no será posible si no hay cambios en los gobiernos de España”. E Iglesias se siente llamado a “tratar de juntar y unir todas las piezas del cambio”. Si no supiéramos que detrás de sus palabras hay una colección de frustraciones y desidias, de incapacidad de alcanzar un acuerdo que pedían a gritos tanto la sociedad civil como el Ibex 35, les votaríamos a todos. La campaña puede llegar a ser muy cansina y empachosa, igual que cuando alguien insiste en darte de comer y ya habías almorzado. De nuevo carteles, mítines sudorosos, banderines ondeantes, debates para elegir al más listo y una glorificación de sus virtudes, minimizando –cómo no– sus errores. En estos tiempos distópicos, habría que empezar a probar nuevas fórmulas para colocar un mensaje, por lo que sería encantador que se sustituyera la vieja palabrería del “yo acuso” por la del “yo confieso”, al estilo del profesor Haushofer. La historia ha dado suficientes pruebas de que sólo desde la aceptación del error pueden regenerarse las pieles muertas.
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11 de mayo de 2016
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Música e Infierno

Interesa menos la relativización de lo feo que postula Karl Rosenkranz en su Aesthetik des Hässlichen (1853) que los términos en que se refiere a Louis Spohr en el mismo tratado: "...músicos como Spohr nos han revelado los sonidos atroces de la perdición, los que el malvado profiere, los gritos y aullidos que manifiesta para ilustrar la escisión de su alma."

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11 de mayo de 2016
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La glaciación islámica. Mapa de Oriente Medio (5): Yemen

La guerra civil es casi el estado natural de Yemen. Cabe contabilizar diez al menos desde la descolonización completa del país en 1967. En todas ellas Arabia Saudí está presente, incluso directamente como en la actual con sus soldados y bombardeos. Riad ha participado directamente en tres guerras civiles yemeníes desde la fundación de la monarquía. Es su patio trasero y a la vez un territorio irredento por parte de una casa real que aspiraba controlar la entera península arábiga. Nada temen más los Saud que la eventualidad de éxitos democráticos en repúblicas islámicas vecinas.

Yemen es una temprana premonición de lo que sucedería luego en Libia y Siria con el yihadismo, tercero en discordia en las guerras civiles. El islamismo yihadista anida allí desde que empezó, sea en su forma inicial como Al Qaeda, sea ahora como Estado Islámico. EE UU ha venido bombardeando desde el aire en Yemen, mucho antes de hacerlo en Libia y en Siria, tanto con el dictador Salé de cómplice como luego una vez derrocado ya sin él. La revuelta contra Salé, que empezó en la primavera árabe en 2011, ha ido virando desde entonces hacia una ampliación de la rebelión huthi hasta convertirse en guerra civil y en una nueva partición de facto del país.

Lo más chocante del caso son las inversiones de alianzas que se han producido, con el dictador derrocado Salé aliado con el bando huthi que antes le había combatido, al igual que se alió primero con Washington y ahora se encuentra en el bando contrario. La intervención saudí en Yemen, en marzo de 2015, es la respuesta al acercamiento entre Irán y Estados Unidos y una forma de inhibición respecto al EI.

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11 de mayo de 2016
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Memoria y libertad

Hace cuatro años surgió la idea de reunir a un grupo de narradores centroamericanos para que hablaran entre ellos de su oficio, y de las dificultades que ejercerlo conlleva en países como los nuestros, donde las barreras de la incomunicación parecen alzarse a veces de manera insalvable. Juntar a los escritores maduros, pero sobre todo a los jóvenes, que tienen ya por campo de batalla este siglo veintiuno tan sorpresivo y lleno de desafíos, cuando el oficio de narrar sufre cambios tan severos.

Cómo circulan en Centroamérica los libros o por qué no circulan. Cuáles son las dificultades de editar, y la terca sobrevivencia de las ediciones por cuenta propia, eso de que uno aún imprime su propio libro y tiene que salir a venderlo. Las pequeñas editoriales heroicas que se arriesgan, pese a que bien saben que no es lo mismo ofrecer libros de escritores nacientes que pizzas o ropa de paca. Los desafíos de los libros y revistas electrónicas, los blogs literarios, la red que nos abre sus puertas infinitas, pero que sigue siendo un territorio tan vasto donde es fácil perderse y desaparecer.

Son temas que surgen entre centroamericanos, porque presuponen una identidad compartida, que tiene una dimensión en la historia, otra muy obvia en la geografía, aún otra en el intercambio económico, y una más en la cultura, la más desprovista de todas. Países en vecindad, que resulta incómoda a veces, estorbada por incomprensiones y recelos, pero sometidos, pese a ellos mismos, a un ideal empecinado que no se deja mover por los vientos de tormenta. Y si la identidad cultural es la más desprovista, es al mismo tiempo la más espléndida, esa que se expresa triunfalmente en la creación literaria y nos deja llenarnos la boca con los nombres de Rubén Darío, Miguel Angel Asturias, Ernesto Cardenal.

Pero si miramos hacia adentro, hay que mirar al mismo tiempo hacia afuera: también Centroamérica por cárcel y cómo romper los muros de esa cárcel para un escritor. Ser visto y leído por las editoriales extranjeras, traducido a otras lenguas. Desafiar el sino de venir de una pequeña región reconocida sobre todo por la violencia y la pobreza. Hacer de la literatura una marca de país. Y entonces pensamos que este no debería ser un diálogo sólo entre nosotros, una plática de presos, sino a puertas abiertas, en compañía de escritores de otras latitudes, y de traductores, editores, críticos. Salir al mundo, compartirlo, ponernos en el mapa.

Este experimento pasó a llamarse Centroamérica Cuenta, y del 23 al 27 de mayo vamos a celebrar ya el cuarto encuentro, una vez más en Managua. Hemos venido creciendo desde la primera convocatoria de 2013, cuando empezamos con una docena de participantes que acudieron de los seis países centroamericanos, y de Francia y Alemania, a tener esta vez a más de setenta invitados provenientes de más de quince países; además de los mencionados, España, México, Brasil, Colombia, Holanda, Venezuela, Argentina, Perú. Tendremos a narradores, cronistas, cineastas, traductores, académicos; editores de importantes casas editoriales, directores de otros festivales internacionales, y periodistas que vienen a cubrir el encuentro.

Y así como el año anterior convocamos Centroamérica Cuenta en nombre de la libertad de expresión, condición esencial de la creación literaria, este año el lema será Memoria que nos une. La memoria que alimenta no sólo la invención, sino que es imprescindible para tener historia, y para que tenga sentido la vida social.

La memoria como sedimento de la libertad, porque para imaginar el futuro es necesario recordar el pasado. Un pasado desaparecido, que es necesario exhumar. Y memoria también de dos grandes aniversarios que tienen que ver con nuestra lengua y su constancia renovadora: los centenarios de la muerte de Cervantes y de Darío, a quienes está dedicado el encuentro.

Seis días en una docena de escenarios donde además del tema de la memoria se discutirán los que tienen que ver con los desafíos de la literatura, los asuntos a los que acude y sus formas cambiantes de expresión: la realidad en que vivimos, como sedimento provocador de la imaginación; la historia que nos ha tocado en suerte y las maneras de descifrarla a la hora de contar.

La literatura no es prescindible, ni tampoco una pieza decorativa. Es un signo de libertad creadora. Y, como instrumento de expresión, esencial a la diversidad crítica, necesaria a la vez para la convivencia democrática. Memoria y libertad son los signos que nos unen en esta jornada. Sin ellas, no hay invención literaria.

 

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11 de mayo de 2016
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El Boomeran(g)
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