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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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La narración

Recordemos las características que, desde Ferdinand de Saussure, suelen presentarse como características del singular código de señales antes descrito:
 
  a) Polaridad interna: significante (imagen acústica, o visual en el caso del lenguaje de signos) / significado (idea representativa de lo designado)

  b) El significante es arbitrario, no hay ningún vínculo "natural" entre la objetiva mesa y la imagen acústica mesa.

  c) El lenguaje a menudo (si no la mayoría de las veces) parece no tener otro objetivo que sí mismo.

  d) Un conjunto finito de elementos fonéticos abre camino a un conjunto potencialmente infinito de entidades semánticas.
 

La aparición en un código de señales dotado de la polaridad significante - significado no puede menos que introducir una radical subversión en la función misma del signo. Fijémonos de entrada en lo sorprendente que es el simple hecho de que se dé una idea, es decir, algo no material (lo material es la huella dejada por la imagen acústica, el significante, no el significado) algo, cabría decir, no sometido al segundo principio de la termodinámica. No es que la materia viva y sometida a códigos se doble de un mundo de ideas, es que lo ha generado. Como otras veces he dicho, la carne se ha hecho verbo. Pues bien:
 
Mientras nos movemos en el ámbito del mero código, se da tan sólo un lazo por así decir horizontal entre la señal y lo por ella designado, un eventual botín -la flor para la abeja, por ejemplo. Obviamente, una vez que el botín ha sido alcanzado el funcionamiento del código ya no tiene sentido alguno, pues suprimida la alteridad del objeto, simplemente el interés se ha agotado. Mas cuando la señal encierra esa polaridad interna que la convierte en signo lingüístico, entonces la alteridad persiste, y aun no habiendo interés exterior... se abre la posibilidad de recreación interna.
 
El signo fertiliza la potencialidad interna de crear polaridades sin necesidad alguna de remitirlo al exterior. Mas hacer funcionar el signo lingüístico aún en ausencia de correlato en el entorno físico, es la base misma de lo que denominamos narración. Cuanto más indiferente sea el mundo exterior más exigencias se tienen de fertilizar el interior. Por retomar los términos de Aristóteles: cuanto más resuelto esté lo relativo a la subsistencia y al ornato de la vida, cuanto más satisfecha esté la necesidad, más se acrecentará el deseo de que surjan nuevos conceptos y nuevos vínculos entre conceptos y hasta nuevas combinaciones (en número potencialmente infinito) de esos vínculos entre conceptos.
 
En razón de la polaridad interna, los niños alcanzan esa capacidad ilimitada para forjar tanto expresiones aisladas como oraciones perfectamente cargadas de sentido. Expresiones que nadie les ha enseñado, simplemente porque el conjunto de las mismas no es finito, resultando pues imposible que fuera alcanzado mediante aprendizaje acumulativo.
 
Los niños, ciertamente, aprenden una lengua imitando, pero esa condición necesaria no es en absoluto suficiente, como lo muestra el hecho de que determinados pájaros imitan sonidos humanos, sin que se den ellos el menor atisbo de lo que la condición lingüística supone.

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18 de julio de 2008
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«Única fuente”

Stephan Mallarmé muere preparando una edición especial de su poema
                         "Un coup de dés jamais n'abolira le hasard"
                          (Una tirada de dados nunca abolirá el azar)

En esta edición el autor introducía nuevas precisiones en el Prefacio que acompaña al poema, el cual, nos dice, prefiere que no leamos. Siga o no siga el lector de Mallarmé este consejo, es útil recordar aquí algunas de las indicaciones sobre la estructura del trabajo que en el prefacio nos avanza:
 
Hay entre las líneas irregulares vacíos que introducen un alargamiento espacial ("espacement") de la lectura, que va más allá de los blancos exigidos por la versificación tradicional como silence alentour, entorno de silencio. Pues, en este caso, el blanco del papel determinará la entrada o salida de una imagen dada, a distancias variables del hilo conductor latente.
 
El evocado recurso, completado entre otros por diferenciación de los caracteres de imprenta según la jerarquía de motivos, hará, nos dice el autor, que el poema "venga a ser  para aquel que quiera leer en voz alta una  partitura".
 
Mallarmé señala más tarde que de sus procedimientos puede que nada a la larga resulte, pero que cabe también "un nuevo arte", del cual serían premonitorias las tentativas ya entonces avanzadas de conciliar  el verso con la libertad y el poema con la prosa (le vers libre et le poème en prose), conciliación que se realizaría bajo la influencia, que alguno tendería a considerar ilegítima, de la música... música escuchada, es decir, no reducida al esqueleto de una partitura.
 
En cualquier caso esta musicalización no supone ninguna subordinación de la Poesía..."única fuente", enfatiza el autor en el cierre del texto.  Siendo única es obvio que se trata de fuente cuyo caudal no es aumentado con el proveniente de otras fuentes (aunque si pueda ser derivado de su originaria rectitud  y perturbado en su composición por las singularidades del terreno); fuente entonces absoluta o primigenia. Mas ¿qué  fluye en realidad y cuál es la interna topología de esta  fuente única? Intentaré abordar esta doble interrogación retomando  un relato, que me conducirá, espero, por una reflexión antropológica a la que nadie en realidad nadie puede sustraerse.

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16 de julio de 2008
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«Prosodia misteriosa e ignota…

... cuyas raíces se sumergen en el alma humana hasta orígenes mucho más remotos que los considerados por cualquiera de las teorías clásicas", escribe Beaudelaire sobre la forma poética llamada alejandrino. Pues bien:
 
Refiriéndose también al alejandrino, Mallarmé nos dice que nadie pudo inventarlo y ello en razón (¡ni más ni menos!) de que se trataría de algo "enteramente surgido del instrumento de la lengua" (jailli tout seul de l'instrument de la langue). Basta entonces con aceptar el postulado de que hombre es aquel que recibe el don de la palabra, que el hombre es simplemente el animal (el único animal) al que el lenguaje es susceptible de convertir en su siervo... para concluir que el alejandrino es matriz de la humanidad y no la recíproca. El alejandrino... o cualquier otra prosodia que respondiera a lo que Beaudelaire y Mallarmé atribuyen al alejandrino, cualquier otra forma poético-musical que fuera inherente a la estructura profunda y común a todas las lenguas (y digo musical en el sentido que usa la palabra Agustín García, es decir, previo al fenómeno propiamente cultural de la conversión de los tonos en escalas y del ritmo en métrica).

Ciertamente hasta lo más profundo ha de ser fertilizado y Mallarmé es uno de los llamados a tal tarea restauradora, depurando el verso de todo aquello que, siendo en realidad contingente, había sido erigido por la convención y la inercia en pieza ineludible del armazón. Como tantos otros apuesta simplemente por mantener lo esencial sin someterse a las pautas imperantes de rima y metro:

"Asistimos ahora a un espectáculo verdaderamente extraordinario, único, en la historia de la poesía: cada poeta puede esconderse en su retiro para tocar con su propia flauta las tonadillas que le gustan; por primera vez, desde siempre, los poetas no cantan atados al atril. Hasta ahora -estará usted de acuerdo- era preciso el acompañamiento de los grandes órganos de la métrica oficial. ¡Pues bien! Los hemos tocado en demasía, y nos hemos cansado de ellos."

En relación al alejandrino, admirables recursos técnicos desplazan la apariencia respetando la invariancia de esa forma que Mallarmé consideraba "alma del pueblo"; alma que, me atrevo a decir, su poesía se limita a situar en primer plano:

«Que non¡ par l'immobile et lasse pâmoison
Suffoquant de chaleurs le matin frais s'il lutte,
Ne murmure point d'eau que ne verse ma flûte
Au bosquet arrosé d'accords; et le seul vent
Hors des deux tuyaux prompt à s'exhaler avant
Qu'il disperse le son dans une pluie aride,
C'est à l´horizon pas remué d'une ride
Le visible et serein souffle artificiel
De l'inspiration, qui regagne le ciel»
 
Ni descripción de una atmósfera, ni alusiva tesis filosófica en esta reflexión del fauno (que, simplemente, soy incapaz de traducir) sobre lo onírico de su propio estado. El verbo se encadena siguiendo una necesidad sin que vicisitud alguna del hombre que sirve de apoyatura cuente realmente. En esto consiste precisamente la inmolación en y a través de la obra de arte. No se trata de sentimiento de trascendencia. Se trata de que el objetivo ser social, el fruto a veces exhaustivo de una telaraña de prejuicios, precisamente se aburra; se aburra al sentir que, en el trabajo efectivo de labrar palabras, sus intereses no cuentan y en consecuencia nada hay para él de interesante. Menos presente el escriba y más verídico el testimonio, más cercano a la palabra y a la sonoridad prístinas.

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15 de julio de 2008
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La heroicidad y la vileza

Extraña dialéctica entre la heroicidad y la vileza a las que, en ocasiones, separaría tan sólo el espesor  de un papel de fumar... La visión de la tauromaquia como esencial vileza subyace en las reiteradas tentativas de abolirla legalmente, con trampolín en ese espejo de narcisista reconocimiento que es para nosotros la idea de Europa. Es duro sentir que la causa a la que un hombre subordina sus inclinaciones y por la que literalmente se expone, la causa en la que vislumbra  su cabal realización como hombre, le convierte, a los ojos mismos de los que comparten sus veinte años, en un ser exótico, en agónico  representante de un universo periclitado.

Pero estos seres desarraigados con respecto a los valores de su tiempo tienen quizás la suerte de sentir que lo verdaderamente atroz no reside en  ser infravalorado  por el juicio del otro, sino en serlo por el propio. Saben que el repudio del que son víctimas sólo es letal cuando logra hacer mella en la interna convicción. De ahí que, desterrada ya la fiesta de los toros a los arcenes de la moral bienpensante y amenazada de positiva abolición jurídica, unos  hombres,  en algún caso rayando la adolescencia, inmunes al clamor de los lapidarios, apuntan en primer lugar a vencer la peste interna (el casticismo y el simulacro que tantas veces degradaba su tarea), tras lo cual nos ayudan a asumir que la fuga ante lo inevitable es más terrible que lo inevitable mismo. Esos hombres nos brindan  simplemente un espejo verídico de entereza, esa  andreia, literalmente hombría, de los griegos  que se atribuía tanto a hombres como a mujeres."En primer lugar -escribe Aristóteles- debe atribuirse la andreia al que no es presa de miedo ante la hipótesis de una muerte digna."

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14 de julio de 2008
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La andreia repudiada

Escribía hace unos días que cuando el artista y el científico se hayan atravesados por esa radicalidad espiritual que designaba como disposición filosófica, entonces su tarea alcanza connotaciones que han sido tradicionalmente vinculadas a la figura del héroe, la figura del ser que alcanza la libertad no de sí mismo, sino precisamente sobreponiéndose a sí mismo. Mas la tarea del arte no está nunca definida de manera unívoca. El ser humano se encuentra en ocasiones inclinado a combates que el protagonista vive como capitales, como susceptibles de ejemplaridad moral, por lo cual, con toda legitimidad, reivindica para su entereza un reconocimiento. Hace unas semanas en primera página de periódicos (no todos españoles), caracterizados por sus posiciones ilustradas, pudo verse la imagen de un hombre al que miles de personas aclamaban como un libertador en razón de que en un coso de Madrid había rozado la frontera de la inmolación. Pues bien:

Esta atención resultaba tanto más sorprendente cuanto que todo, en el sistema de valores imperante, empuja a negar la condición de héroe al protagonista del ascético combate, la sobria confrontación, a la que en ocasiones da lugar el encuentro entre un torero y un toro. La primera razón de ello es que la ética, como racional aspiración a una paz entre humanos (que sería corolario de una situación social que garantizase la dignidad material y espiritual) ha sido sustituida por una exigencia de universal conciliación con el común de los seres animados, entre los que el hombre carecería de papel jerárquico. Esta nueva ética tiene para el orden establecido la ventaja de ser perfectamente inoperante, pues, de hecho, nada amenaza la relación social de fuerzas que hace inevitable el despilfarro de recursos, y degradación de la naturaleza. Mas la virtud que no se practica es virtud que mayormente se predica.

Y así desde los países mismos donde se gestiona el sistema de universal rapiña se expande urbi et orbi el nuevo evangelio que erige en criterio central de bondad el no ser especeista, equiparando la instrumentalización de un ser meramente vivo a la de un ser humano. Hace un par de años, en una feria ecologista de Barcelona, se ilustraba el eslogan "racismo=sexismo=especeismo" con la foto de un africano, una mujer y un chimpancé. Cuando esta amalgama no provoca respuesta...en algún registro esencial hemos sido vencidos: la vida a secas ha empezado realmente a primar sobre la vida del ser de palabra. Relativizar el peso de la propia vida sigue ¡siendo socialmente lícito (¡y hasta obligatorio¡) cuando se trata de quemar la vida en un trabajo embrutecedor, mas pasa a ser considerado una vileza cuando se vincula a la vida y muerte de un animal de otra especie.

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11 de julio de 2008
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El cerco de Acho

En la ciudad de Lima hay un cerro conocido como San Cristóbal, en las laderas del cual, ya cerca del centro monumental e histórico, se encuentra la plaza de toros de Acho, una de las más antiguas del mundo y lugar emblemático en la historia cultural y social de la ciudad. En la plaza de toros de Acho se han fraguado pactos y ajustado cuentas determinantes para el país andino, todo ello con motivo de la fiesta del Señor de los Milagros, mientras los más grandes espadas se enfrentaban a las más seleccionadas reses españolas o americanas.

Las calles que circundan la plaza, prolongación hacia el cerro de la ciudad colonial, tienen casas de color albero y, por un prestigio de la imaginación, cabe ubicar en sus plantas establecimientos de comida, donde, antes de los espectáculos, el pueblo de Lima se congratularía por la simple promesa de una fiesta. Me complazco en la imagen, cuando menos anacrónica, de  una hostería popular, tentadora para cualquier segmento de la población, con profusión de ceviche de carne, de pescado o mixto, tiradito, cocoto, y la cerveza Malta (cuya fábrica se encuentra -o se encontraba hace unos años- en la zona) pisco y hasta vino de Ica; una hostería limpia y alegre, en un barrio cuyas calles de albero tendrían todas matriz en el templo en el que alcanza significado pleno la expresión Señor de los Milagros... Imagen sin duda dolorosamente mirífica:

No hay fiesta compartida en la ciudad de Lima; no hay el análogo de ese teatro en el que  los campesinos áticos contemplaban lo que les unía en destino a los ciudadanos más privilegiados de su ciudad. En Acho, las laderas del cerro San Cristóbal se han llenado (como las laderas de todos los cerros de Lima y prácticamente de todas las ciudades de la América Ibérica) de esas parodias crueles de las cabañas de los indígenas serranos a las que antes me refería, donde el plástico ha sustituido a la arcilla y la rata al lama.

Por las laderas del cerro, quizás un tiempo sobria referencia protectora, desciende sobre el entorno del templo de Acho un desolador caudal de indigencia material, generador, inevitablemente, de penuria espiritual. Y así, durante los festejos del Señor de los Milagros, un policiaco cordón, llamado a proteger a los que asisten al festejo de la amenaza colindante (y de la paranoia a la que sirve de coartada) separa la plaza de toros más vieja de América de las gentes del pueblo que le hubieran dado plenamente vida y para quienes la tauromaquia es hoy día, por la fuerza de la alienación social que no por los argumentos de los anti-taurinos, algo profundamente ajeno.  

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10 de julio de 2008
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Campesinos en el teatro griego

"La sociedad de formación natural ofrece al individuo no sólo el espacio vital sino también un contenido de vida. El campesino ático que cultivaba campos y viñas lejos de la ciudad, rara vez podía encontrar tiempo para asistir a la asamblea popular. Eso no quita que políticamente fuese no, digamos, de Maratón o de Acarne sino un Ateniense, tuviese el conocimiento que le permitía (en las elecciones importantes, que le concernían personalmente porque afectaban a todos) aportar su contribución de hombre libre. La ciudad de Atenas, además, no era para él simple mercado para sus ventas y sus compras: allí, sobre la Acrópolis, dominaba también Palas Atenea, que protegía con mano fuerte, su polis y a él mismo. Y ni siquiera el campesino más simple se descuidaba de asistir a las representaciones del teatro de Dionisos, gloria de su ciudad patria."

/upload/fotos/blogs_entradas/la_libert_greca_med.jpgTuve hace poco ocasión de escuchar en la ciudad de Murcia un comentario sobre este espléndido párrafo del libro de M. Pohlentz La libertá greca (Paideia Brescia, 1963). Quisiera resaltar aquí las últimas líneas, relativas al hecho de que el teatro era espacio en el que convergían ciudadanos de todos los estamentos, y en el que concretamente los campesinos reconocían el espacio propio de su espiritualidad.

Piénsese por contraste en esas sociedades literalmente quebradas de América Latina, donde las clases sociales europeizadas viven en barrios aislados y villas cercadas, tanto en razón de amenaza real como de la inevitable paranoia, compartiendo referencias culturales o festivas vedadas absolutamente a una población reducida a la indigencia y a la que todo ha sido arrebatado, incluidas en primer lugar las formas auténticamente festivas de su cultura, las cuales en algún caso llegaron a ser compartidas por la entera población, como resultado que eran de un fértil mestizaje.

Como resultado de este auténtico apartheid, en las capitales latinoamericanas perduran espacios para conciertos de eminentes pianistas, pero sólo el fútbol constituye la referencia espiritual para los niños de los inmensos suburbios, para esos hijos de los que, abandonando el medio rural, han sustituido la cabaña de arcilla o madera y la convivencia con lamas o vacas por la chabola de bidón infectada de ratas. En estos paisajes, amenizados (¡eso sí!) a intervalos por la parabólica, dónde los niños se ven abocados a los ocho años a la condición de pirañitas, no cabe fiesta ni rito. Pero sólo por una radical ceguera pueden los privilegiados sentirse ‘narcisísticamente' próximos a los valores de una Europa tan aséptica como mirífica; Europa que a sus ojos laboraría en orden y tendría en Mahler una referencia compartida.

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9 de julio de 2008
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La filosofía como heroicidad

Sea cual sea el estado de una sociedad, ya se trate de momentos de exaltación o de quiebra, hay personas que se erigen para los demás en referencia ética, es decir, en modelo para esa dimensión de nosotros mismos que sólo ve satisfacción en la realización de un ideal de libertad. .Un animal es libre cuando nada coarta su instinto de lucha por la actualización de sus potencialidades, es decir, por la realización plena de su naturaleza, y el hombre no es en este sentido una excepción. Mas la naturaleza humana tiene entre sus rasgos esa singularidad absoluta que constituyen las capacidades racional y lingüística, las cuales tienen objetivos no siempre determinados por el imperativo de la subsistencia individual y específica, objetivos traducidos en esa máxima que incita a no conformarse con una vida reducida a genuflexión. En toda circunstancia se ha considerado que héroe es quien, aleccionado por tal imperativo, se alza contra las fuerzas inerciales (la pusilanimidad, la costumbre, la abulia, el puro miedo) que en su propio seno le impiden enfrentarse a la tarea que sabe primordial. Mas, luchando contra si mismo, el héroe no sólo aspira a conquistar su libertad, sino a ser visto por los demás como promesa de libertad propia. Pues bien:

Héroe en esta acepción de la palabra es aquel que tiene la fortuna de experimentar que su propio espíritu explorador es sobrepasado, absorbido, por aquello mismo que se trata de explorar, de tal manera que como escribe el Narrador de la Recherche "el investigador es por entero el oscuro país en el que debe investigar, y su bagaje ya de nada sirve". En tal ascesis (consecuencia de la superación de la "cobardía que aparta de toda tarea difícil, de toda obra importante") sólo cuenta el delimitar la dificultad, es decir despejar las brumas que dificultan la nítida percepción de la misma y el mantenimiento en todo momento de la vigencia del juicio, es decir: sólo cuenta el contenido mismo de lo que he designado como disposición filosófica.

Mas como corolario surge también entonces la exigencia que conduce al arte digno de tal nombre. Y digo "digno de tal nombre" porque desgraciadamente, tanto en su uso cotidiano como en el específico de los eruditos, el término arte designa a menudo un conjunto de tareas que apuntan tan sólo a lo superfluo, a ornamentar nuestras vidas. En sus modalidades convencionales, el arte es excesivamente respetuoso con los parapetos que la cultura ha fraguado para evitar que aflore la exigencia de verdad, exigencia de desvelamiento, exigencia indisociable de una radical confrontación, la cual es de hecho el motor originario de la obra de arte y lo único que le otorga legitimidad.

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8 de julio de 2008
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Estéril para la viña…

Reflexionaba hace unas semanas sobre la sombra que cae sobre una persona que deja de sentirse llamada por esa singularísima disposición del alma a la que apunta la palabra filosofía. Lo que de alguna manera estaba sugiriendo es que las disciplinas científicas, literarias o artísticas sólo representan cabalmente la riqueza del espíritu en la medida en la que fermenta tras ellas la exigencia radical de lucidez. Sólo entonces cabe practicarlas esperando de ellas que sirvan de peldaño para la única "cita capital con uno mismo" que todo ser humano tiene contraída con anterioridad a la de la muerte. Cita que el sistema social que reduce a indigencia la cotidianeidad de nuestras vidas nos mueva a diferir una y otra vez. Ello cuando no nos conduce al supremo nihilismo de pensar que la vida del espíritu es cosa de finos, y que carece de base la afirmación aristotélica de que es intrínseca a la naturaleza humana la exigencia de saber, o sea, que efectivamente la filosofía a todos concierne.

No estoy en absoluto indicando que la literatura o la ciencia han de presentar una suerte de fachada filosófica, o algún tipo de ingrediente conceptual explícito para responder con veracidad a su función. Por el contrario: precisamente porque subyace tras ellos la exigencia radical que denomino filosofía, el arte y la ciencia valen por sí mismos, y juegan plenamente su papel dignificador y hasta moralizador de nuestras vidas.

Pero en ocasiones una tarea como la de la escritura apunta simplemente a paliar el vacío al que se hallan abocadas las vidas carentes de filosofía. Mas que acto de fertilidad creativo, tal ejercicio es entonces más bien un síndrome: síndrome de la ausencia de fuerzas, síndrome de que el alma, aun resistiéndose a abismarse en la renuncia, sólo encuentra un sustitutivo de vida espiritual. Hay todavía un temblor frágil, pero nada realmente conmueve, "...como una tierra ya estéril para la viña sirve aun para el cultivo de la remolacha".

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7 de julio de 2008
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… A la formación profesional

Criterios empresariales: sí eso va a ser lo determinante en los nuestros de enseñanza universitaria; determinante en la ordenación en esos departamentos considerados espirituales por esas víctimas de la ternura común por las cosas que son los designados por Hegel como almas bellas. La escuela de Bellas Artes, el Conservatorio, o la Facultad de Matemáticas tendrán en la nueva Universidad el lugar que la exigencia social les depare. Y como se acepta como un corolario que la exigencia social ha de plegarse a la salud del mercado -criterio de la salud social en general- habrá numerus clausus de pintores o futuros músicos, en función de la cuenta de resultados de galeristas y gerentes de auditorios. Y desde luego que nadie pretenda ahondar, por ejemplo, en singularidades topológicas si lo que éstas tengan de operativo ya está recubierto por una disciplina más genérica.

Pues bien: ¿por qué lo designado con el término Bolonia sustituye al modelo kantiano-hunboldtiano de la Universidad de Berlín? Aquí viene a colación lo que indicaba al principio del anterior escrito sobre la ausencia de referencias a la sociología marxista, la cual podría eventualmente revelarse errónea, pero que tenía la enorme ventaja de ir siempre con la razón por delante, intentando poner sobre el tapete las causas (a veces expresión de un fracaso en los idearios de emancipación) y no remitirse sea a la mera suerte, sea a una historia de buenos y malos.

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4 de julio de 2008
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