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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Trabajadores del mar… ociosos de “La Vela”

En El Prat del Lobregat, en espacios dependientes de la administración portuaria de Barcelona, acaba de concluir la construcción de dos grandes diques, formando una nueva bocana que constituye la primera etapa de un proyecto que permitirá ampliar de manera portentosa la capacidad de los recintos, ganando al mar centenares de hectáreas, doblando así la potencia de albergar barcos de carga y contenedores. No estoy, obviamente, en condiciones de juzgar sobre la idoneidad del proyecto y lo justificado o no de las enormes cifras invertidas. En cualquier caso lo veo a priori con enorme simpatía, en razón simplemente de que Barcelona es un puerto de mar, y propio de los puertos de mar es ampliar su horizonte hacia el agua y conectarlo lo más eficazmente con la tierra firme. Cosa a lo que, con aparente eficacia, se dedican los responsables de las instalaciones.
 
Pero esto ocurre, como decía, en espacios de El Prat del Llobregat, y la imagen de barcos de carga vinculados desde la terminal por vía ferrea con diferentes destinos de Europa, la imagen simplemente seria de un puerto, no será en absoluto la que percibirá el visitante de la ciudad de Barcelona. Y no se trata de que, simplemente, el puerto quede (como en tantas grandes ciudades portuarias, Seúl, San Petersburgo...) lejos del centro urbano. Barcelona se publicita explicitamente como ciudad de mar, y el viajero es invitado a fundirse en su atmósfera marítima. Se trata, sencillamente, de que lo que se promociona es "otro" mar; mar que encontrará el que, buscando la orilla, tenga la entereza de llegar al final de la intransitable Rambla.

Hace poco menos de un año evocaba aquí mismo la escultura férrea que, en en el primer muelle al final de la Rambla se dedica al poeta Joan Salvat Papasseit, fijada la mirada en dirección de su mar. Y decía que era imposible reconocer allí la atmósfera de sus versos, decía que amante alguno podría alcanzar allí la cifra o medida de todas las cosas. ("Dona'm la mà, que anirem per la riva/ben a la vora del mar/ bategant/... tindrem la mida de totes les coses/només en dir-nos que en seguim amant).

Pues el "Moll de la fusta", dónde se ubica la escultura, cierra hoy una inmensa piscina- garaje, en la que se apiñan centenares de embarcaciones de recreo, es decir destinadas explícitamente a llenar las vidas de un complemento de vacuidad. Sobrevolando tal piscina, la mirada del poeta tropieza enfrente con el llamado Maremagnum, un templo de miseria consumista y evasión waltdissneyniana. Y a la derecha de la escultura, a fin de impedir realmente todo atisbo de mar, se encuentra la inmensa mole del Barcelona Trade Center, que pretende evocar un barco y que es de hecho un monumento al único Señor hoy universalmente reconocido y venerado, dónde, en lengua inglesa, se conjuga efectivamente la frase según la cual el negocio es el negocio. Espectacular premonición, hace ya unos años, de lo que sería una arquitectura alcahuete con el espíritu de rapiña, que ha corrompido literalmente lo que en su origen era efectivamente el núcleo de la barcelona marítima.

Si se bordea el Maremagnum, se tropieza de nuevo con un brazo de agua por todas partes cercenado, otra vez el garaje para barcos de ocio, que por este flanco exhibe asimismo una obscena muestra de lujo en forma de cruceros privados protegidos por vallas de alambre que impiden la excesiva proximidad de los curiosos. Estas vallas suelen tener como límite unos bancos de madera que allí subsisten como anacronismos, de tal manera que el que en ellos se sienta puede elegir entre estar asomándose al exterior o vislumbrando el interior de una cárcel. Cuando esto escribo, leo precisamente que un megayate llamado Pelorus, "diseñado" exterior y exteriormente mediante un presupuesto de 300 millones de dólares y perteneciente a un magnate ruso, ha encontrado amarre en estos muelles. Leo también que suele ser visto en lugares como la Costa Esmeralda, Portofino, Montecarlo o Port Antibes. Degradada compañía para una ciudad cuyo puerto -en el imaginario de muchos- tiene espejo en los de Rotterdam, Hamburgo, Vladivistok o Le Havre. Es simplemente desconsolador que más de un responsable vea con orgullo en esta indigencia estética y moral un auténtico emblema de la imagen futura de la ciudad. Sobre todo cuando perdura aun-desgraciadamente por escaso tiempo- un pequeño ámbito absolutamente contrapuesto. En efecto:

Si, al contornear el Maremagnum, el consumidor de ocio fija sus ojos en el malecón situado a unos cincuenta metros, que cierra en paralelo ese brazo del puerto, podrá contemplar, como un espejismo, un humanizado, paisaje. Hay allí un reloj de cuatro caras erigido sobre una armoniosa torreta de piedra, y en torno a lo que parece ser una lonja, se despliegan barracones irregulares, hechos de materiales diversos y antiguos, que confieren al conjunto el aire y la estética de descoordinación que caracteriza a los aledaños industriales de los pueblos. Al caer la tarde, hacia las cinco en invierno, puede verse a pescadores erguidos sobre el puente de proa, o bien en la popa, disponiendo para el desembarque las cajas donde parece depositarse la pesca lograda, pues en torno revolotea una bandada de gaviotas que seguían la embarcación desde kilómetros antes de la entrada al puerto. Esos hombres han debido estar faenando casi sin interrupción desde que se hicieron a la mar, punteando el alba.

Estoy evocando una imagen que cualquier barcelonés puede aun contemplar, no por mucho tiempo Pues este paisaje de barcos de pesca constituye un anacronismo casi provocador para los gestores del carnaval consumista, para los voceros de la reducción de una ciudad a parque temático y, desde luego, para las pirañas del espacio urbanizable, sea de titularidad pública o privada. Pues, como antes avanzaba, se cierne sobre el conjunto el fantasma de una rápida reconversión. Se dice que las amarras ampliarán la capacidad de recepción de yates o cruceros, y en torno a los actuales barracones y la lonja se erigirán bien "diseñados" inmuebles, que ampliaran a esa zona el espacio de ocio. El terreno es de propiedad pública, pero nadie duda de que se dará, una vez más, el necesario entendimiento con sectores privados. Nadie duda, en suma del triunfo de la alianza entre administración y dinero... arquitectos y diseñadores alternándose en la función de palanganeros. Y al respecto la última felonía.
 
Se ha criticado a los sucesivos gobiernos democráticos españoles por no haber elaborado nunca una eficaz ley de costas que impidiera la explotación de las riveras y playas por auténticos depredadores. Pues bien, la costa no es bastante. En armonía con esa atmósfera sin alma del "Maremagnum", pero en provocador contraste con esa "torre del reloj" a la que me refería (emblema para aquellos trabajadores y armadores que resisten al soborno, el chantaje o meramente el sentimiento de que se ha acabado "su tiempo", es decir, la forma de vida elemental que ha dado sentido a generaciones de hombres que han vivido de la pesca), se ha abierto una base, ya en el agua, para construir un aparatoso hotel de lujo, pomposamente denominado "La Vela" y al que sirve de coartada la firma de un conocido arquitecto.
 
"La Vela" como desalmado símbolo de un mar abstracto, y hasta corrompido en su esencia, arrancado a lo que el mar siempre ha significado para el hombre. Un mar cuyas riveras barcelonesas son reducidas a aparcadero (tan inmoral como estéticamente deleznable) para aparatosas embarcaciones, llamadas de lujo simplemente por su impúdico valor de coste. Embarcaciones- refugio para seres que intentan compensar la ausencia de sentido de sus vidas con el sentimiento jerárquico de pertenencia a una categoría social de ociosos.
 
Nadie se equivoca en esto. Todo el mundo sabe y siente, en un registro más o menos profundo, que la dignidad del hombre que se enfrenta al mar y que extrae de el su sustento, nada tiene que ver con la indigencia del que lo convierte en escenario ridiculamente teatral para las ficciones de su espíritu ocioso. Pase aun cuando el segundo se muestra en su impudicia sin interferir con el trabajo del primero. Mas ¡qué escándalo¡ (indisociablemente ético y estético repito), cuando emerge sobre la ruina del primero, ruina que ha contribuido a forjar.

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27 de noviembre de 2008
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El mundo se ha hecho pequeño para la palabra

La tesis que defendía en el texto anterior, y que hoy recojo en el título, explica que narrador alguno acepte que el mundo sea otra cosa que un punto de arranque... que inmediatamente es superado por el despliegue de la narración misma. Se entiende así que el Narrador de la Recherche de Proust pueda afirmar que los demás han vivido tan sólo para él.

Pero el narrador no es un ser extraño a nuestra condición sino un modelo de la misma, literalmente un héroe, ya que la primera "tarea del héroe" no es otra que recordarnos nuestro auténtico deber, ayudándonos a superar las resistencias que nos anclan a lo consignado y archivado. Como el niño que ya habla, el narrador no se conforma con lo que el lenguaje ha alcanzado, deseando que el lenguaje tenga nuevos espacios, los cuales -como las cosas para Dios- no son su posesión sino su despliegue.

A veces, enfrentarse simplemente a una lengua desconocida es ocasión oportuna para que se haga patente esta verdad incompresiblemente oculta de que el narrador y el niño no tienen lengua alguna que les ayude a hablar, aunque si tengan circunstancias (los adultos que literalmente cultivan el espíritu fértil y virgen en un caso, los que se ofrecen como materia para la narración en el otro) que les muevan a crear.

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26 de noviembre de 2008
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El verdadero misterio de la historia evolutiva

Suponía que la identidad lingüística de nuestro comensal se reducía al grado de actualización de su capacidad de hablar que ha puesto de manifiesto ante su interlocutor de la casa de comidas; suponía que su bagaje lingüístico se reducía a esos pobres esbozos de aprehensión de las cosas y las circunstancias; suponía, en definitiva, que ninguna otra lengua forja ya su espíritu y que lo que es capaz de pensar en la lengua del de la casa de comidas constituye su único pensamiento digamos no meramente animal, es decir su único pensamiento mediatizado por el lenguaje. (Precisión necesaria, pues pensar no implica hablar, de lo contrario habría que negar el pensamiento a los animales, cosa absurda; simplemente los animales tienen un pensamiento a- lingüístico). Se imponía entonces el paralelismo con la situación de un niño que meramente está aprendiendo a hablar. Pues un niño no puede servirse de una lengua anterior para archivar, como se archiva la representación de un objeto, el conjunto de frases que configuran el diálogo en el restaurante arriba expuesto. /upload/fotos/blogs_entradas/hablarbebes2_med.jpgEl niño que aprende a hablar se enfrenta a la lengua tan sólo con su naturaleza lingüística, aun casi en estado virginal, y el deseo - innato en toda especie viva- de que esta naturaleza se despliegue. Pues lo que es virtual pugna por abrirse paso, por hacerse acto y mediatizar el mundo.

Careciendo-por definición- de lengua preexistente el in-fante que está dejando de serlo no archiva frases en su memoria lingüística; más bien construye tal memoria liberando (si alguna circunstancia trágica, o canallesca, no lo impide) su potencia de fundirse en nuevas palabras y sobre todo en un conjunto de imprevisibles combinaciones de las mismas; conjunto cuya cardinalidad crece exponencialmente, trascendiendo lo finito y lo enumerable y reduciendo a magnitud ínfima el número de combinaciones de átomos del universo.

Aquí reside el verdadero misterio de la historia evolutiva: el mundo ha dado pie a algo que parece un código de señales pero que se empobrecería si se limitara a señalizar cosas del mundo... el mundo se ha hecho pequeño para la palabra.

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25 de noviembre de 2008
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Cuando no había lengua que ayudara a hablar

-          Buenos días, quisiera almorzar

-          Tome usted asiento. ¿Quiere Usted el menú del día o prefiere la carta

-          El menú

-          ...

-          ¿Le tomo nota?

-          Sí. De primero la ensalada y de segundo el pescado

-          ¿Para beber?

-          Aparte del menú, un vino que bebí ayer. Un vaso

-           ¿Era blanco o tinto?

-          Tinto. Pero antes quisiera una cerveza de barril pequeña

-          Lo siento hoy no tenemos cerveza de barril, el grifo se ha bloqueado

-          ????

Las interrogaciones que preceden aluden a una peripecia que reconocerá perfectamente cualquier persona que se encuentre en un país extranjero intentando con penalidades abrirse camino en la lengua. Esta persona enlaza frases que responden a una circunstancia standard. En el presente caso ha logrado trabar una serie de respuestas que, si todo va bien, parecerán formar parte de un conjunto con sentido, es decir, cabalmente lingüístico. El problema es que en muy raras veces todo va bien, y ello por la razón sencilla de que la lengua parece encontrar siempre circunstancias que le dan la oportunidad de desviarse de lo previsto y aun de lo previsible...

El fragmento de conversación, junto a la parte que no fue posible y cuya desaparición supone colapso del aparente sentido, había sido archivado o memorizado como un bloque, bloque que se desmorona porque ese día sobrevino en lo real de las cosas un fallo técnico. El extranjero en esa lengua está en la situación de un robot que se encuentra con un input ("lo siento no tenemos cerveza de barril") para la recepción del cual no ha sido programado. Sin duda, al día siguiente el programador (en este caso su conciencia en la propia lengua, forjando la voluntad de aprender la ajena) se esmerará, introducirá la variable que ha surgido ("lo siento hoy no tenemos cerveza de barril..." y las respuestas alternativas ("en ese caso tráigame un vaso de agua"/ "déme pues cerveza en botella", etcétera), y el programa se irá eventualmente perfeccionando, hasta que nuestro hombre esté en condiciones homologables a las de un hablante nativo por lo que a capacidad de respuesta a las situaciones standard se refiere. ¿Significa ello que constituye ya un representante cabal de tal lengua? No es seguro.

Tentado estoy de afirmar que tampoco lo es su habitual interlocutor en la casa de comidas, al menos mientras la interpelación a la que éste se haya sometido tolera una respuesta con una frase ya archivada. La auténtica situación lingüística es aquella en la que ocurre lo siguiente:

- No hay efectivamente conjunto ya estructurado de palabras que de cuenta de lo que interpela (estatuto de la incompresible frase del camarero).

- No hay reflexión en otra lengua sobre la situación tremenda para el ser hablante que acaba de sobrevenir.

En suma, nuestro hombre ha llegado al límite de lo que para él es esa lengua en la que con dolor y emoción intenta expresarse y no tiene un saber previo de otra lengua en la que reflexione su situación. Nuestro hombre se encuentra en situación análoga a la de un niño que empieza a hablar. Intentaré mañana justificar la afirmación de que ésta es la situación cabalmente lingüística.

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24 de noviembre de 2008
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La coartada

Esa placa -a la que me refería hace unos días- en el malecón "Lugarteniente Schmidt" de San Petersburgo rememorando el exilio de filósofos, científicos y artistas en un año de plena efervescencia revolucionaria, ejemplifica de manera punzante lo tremendo que es intentar llevar a término aspiraciones que, sin embargo, no pueden ser erradicadas de la condición humana. La Revolución de Octubre era esencialmente un proyecto de que los idearios que animaban a la Revolución Francesa dejaran de ser retórica. Tras el trágico fracaso de la misma... ya ni siquiera son enunciados retóricamente. En el mundo que hoy nos queda, toda referencia a algún tipo de vida libre, igualitaria y fraterna suena simplemente a sarcasmo.
 
Y al respecto una cosa elemental: los idearios de libertad y fraternidad no son homologables al ideario de igualdad, al menos entendida en el sentido económico. Cabe decir que aquellos son los fines y este el imprescindible instrumento. Incluso me atrevo a establecer una jerarquía entre las dos primeras. Pues sólo en condiciones de libertad el hombre puede desplegar esa naturaleza que Aristóteles le atribuía y que conducía entre otras cosas a la práctica de la filosofía. Los hombres libres se sentirán inter-pares en lo esencial, en la nobleza de la condición humana, en la vocación de alcanzar la lucidez mediante el enriquecimiento del lenguaje (tarea a la que se reduce tanto el arte como la ciencia). La fraternidad sería de alguna manera un corolario del uso noble de la libertad.
 
Pero la libertad sin condiciones materiales de posibilidad es simplemente una ensoñación, o un ardid de los sistemas que sustituyen la libertad para realizarse como humano por la libertad de instrumentalizar a los demás humanos. Nadie puede ignorar (por universalidad del imperativo categórico kantiano) la profunda indecencia del asunto. Y es inmundo buscar una coartada en el hecho de que el objetivo auténticamente emancipador (igualdad económica como condición necesaria -no suficiente- de la libertad en la que, luchando por realizar su condición, los humanos se sentirían fraternos) desde muy pronto, en el país mismo de los soviets, se convirtiera en tragedia.

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21 de noviembre de 2008
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La suerte de Oneguin

Tatiana unida a un viejo para escapar a lo que considera indigencia de la vida provinciana; su madre anclada en la costumbre, adicción terrible que consuela de las renuncias resultantes de la cobardía; Gremin necesitado de un espejo de juventud que parezca paliar la imagen veraz de su decrepitud; Oneguin que sólo ve la belleza en Tatiana cuando se envuelve en los oropeles del lujo... Decía ayer algo nos toca muy profundamente en esta historia terrible. La indigencia de algunas de sus razones de fondo no es óbice para que estos personajes sean un espejo de la esencial fragilidad de las construcciones humanas, de cómo lo aleatorio de un instante, puede abocarnos a la pérdida de los seres amados, al odio al amigo, la miseria y la destrucción. Hay en esta obra una secuencia particularmente punzante cuando, al amanecer, Oneguin y Lenski han de enfrentarse a duelo y entendiendo lo fortuito de lo que les ha llevado a esta situación se preguntan a la vez "¿no sería más conveniente reírse y conservar nuestra amistad que manchar nuestras manos de sangre?" La respuesta también a la par, y tres veces repetida es "niet". Así Oneguin hiere mortalmente a Lenski y abisma su propia alma simplemente por un instante de frivolidad, generador de un brutal mal entendido. Cuestión de suerte, mala en este caso, esa suerte que a un momento u otro ha sido el factor fundamental de nuestras vidas. Mala suerte también la del propio Pushkin, muerto, como Lenski, como resultado de las heridas que le produce el francés Gaston D'Anthes, a quien reta a duelo por su condición de amante de su esposa.

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20 de noviembre de 2008
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«Un don del cielo»

El poeta Lenski presenta a su amigo Oneguin en la casa de su prometida Olga, hermana de Tatiana. En un baile con motivo del cumpleaños de esta última, Oneguin coquetea con Olga con el mero fin de fastidiar a Lenski por haberle embarcado en esa fiesta tediosa y provinciana. /upload/fotos/blogs_entradas/eugenio_oneguin_med.jpgSintiéndose traicionado, Lenski reta a su amigo a duelo: tal es la peripecia central de la narración de Pushkin "Eugenio Oneguin", adaptada a la ópera por Chaikovski.

"El hábito es un don del cielo para sustituir a la felicidad", dice la madre de la protagonista, evocando los años pasados junto a su esposo. Su hija Larina Tatiana podrá decir lo mismo lustros más tarde en relación a su vida con el anciano príncipe Gremin a quien ha decidido guardar fidelidad, rechazando la exaltada invitación de Oneguin para seguirle. Oneguin llega simplemente tarde a la cita consigo mismo que supone el reconocimiento de su amor por Tatiana. De hecho le fue indiferente cuando la vio en su casa perdida en la provincia, y sólo al encontrarla en San Petersburgo, en el palacio de Gremin y unida a éste, le parece una mujer fascinante. Tatiana pregunta el por qué de este amor repentino y ella misma avanza la conjetura: ¿no será porque ahora es rica, poderosa y recibida en la corte?

Una vez más la obviedad del dinero marcando las almas. No es que Oneguin sea un arribista, ni que ande necesitado de dinero. Se trata simplemente de que tiene digamos "buen gusto". Se lo dice a sí mismo explícitamente: ¿cómo reconocer en este ser que resplandece en sociedad aquella provinciana con ridículas ensoñaciones literarias y que se le declaró por carta tras verle una sola vez?

El propio Chaikovski trabajó la novela de Pushkin para hacer el libreto de su ópera. Y desde luego no quiso dejar escapar esta verdad tan incuestionable como sombría de que el brillo mueve el gusto, ya se trate de oro literal o de oro algo más mediatizado y hasta sublimado. Divino tesoro literalmente es también lo que representa Tatiana para el acabado Gremin que, en su esplendorosa área, cuenta a Oneguin que hasta la aparición de la muchacha lo grisáceo de sus cabellos era perfectamente acorde con la tonalidad cenicienta de la atmósfera en que transcurría su vida. De hecho el destino de Tatiana parece marcado en la fiesta de su cumpleaños por la canción que le dedica un residente francés en esa provincia pérdida, cuyo estribillo dice (en la versión francesa del área, pues en Rusia la he oído adaptada a la lengua del país) "brillez, brillez... brillez belle Tatiana". ¡Cuánta bisutería en tal brillo¡ Y sin embargo... ¡qué conmovedora esta historia de Pushkin magníficamente adaptada por Chaikovski y Konstantin Shilovsky¡ Seguiré aun mañana ocupándome de ella.

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19 de noviembre de 2008
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«J’ai regardé la France…»

Sabido es que en el museo del Hermitage hay una apabullante colección de pintura francesa que cubre varios siglos. En el tercer piso concretamente las colecciones de S. I. Shchukin con obras como Les deux soeurs de Picasso o -en las casi tres salas dedicadas a Matisse- las esplendorosas Danse y Musique que, como decía, Shuchukin encargo al artista especialmente para los muros de su apartamento en Moscú. También allí Cezanne, Pisarro, Monet, Renoir, Rousseau, Gauguin, Signac, Fantin-Latour. Y otros incorporados al museo en los años 40 y 50, como Léger o Duffy.

Las obras de estos artistas se muestran en el tercer piso del Hermitage, pero -por la coincidencia de una exposición temporal- se encontraban también cuadros de algunos de ellos en pequeñas salas del segundo piso, casi como fuera de contexto, pues la pintura francesa de este piso -desplegada un tanto caóticamente a lo largo de interminables muros- es la denominada clásica.

Había allí una enigmática maison blanche de Van Gogh, en cuyo título ruso se añadía una referencia a la noche que hacía la pintura aun más inquietante. Y en el entorno de este pequeño cuadro, la Francia de los paisajes fluviales, las barcazas llamadas péniches, icono de profundo arraigo en una naturaleza y una cultura, mas también de alguna oscura resistencia a la vida sedentaria; las fiestas populares en las riveras del río; las carnes esplendorosas de la mujer couchée de Renoir; del mismo Renoir las dos muchachas en fleur, volcadas sobre el piano y que la transparencia parece haber absorbido; las figuras serenamente tristes e irremediablemente exóticas de Gauguin, cuya mirada no se sustrajo nunca totalmente a la luz del Finisterre./upload/fotos/blogs_entradas/banks_of_the_seine_at_asnieres._c.1879._med.jpg

Para los que tuvimos en París ( y por extensión en Francia) un lugar faro, estas pinturas francesas del Hermitage, supone un distanciado encuentro con un mundo del que, aquí precisamente, se siente hasta qué punto dejó en nuestra historia una huella profunda. La Francia que evoco tenía toda la densidad que tiene un ideal. "Francia" era significante de un sentimiento que marcaba incluso a sus enemigos... marcaba precisamente con gran radicalidad a sus enemigos. El Hermitage, como tantas otras cosas que son referencia en San Petersburgo, llevan la huella del país que representaba una criatura que era necesario seguir amamantando, para que, aprovechando su configuración se forjara un nuevo ser.

Creo que hace muy poco citaba unas tremendas palabras de Marcel Proust: " En este mundo en el que todo se usa..." En Rusia cabe sentir que muere incluso el sentimiento de nostalgia por la fraternidad que pudo ser...

En todo caso en la sala del Hermitage donde sobreviven (simplemente sobreviven) los colores, seres y paisajes de Van Gogh, Seurat, Gauguin, Monet... me sobrevino la frase de una no menos tremenda canción del pueblo francés, que mi amigo Ferrán Lobo nos invitaba a entonar en noches de emociones filosóficas "Monté sur la potence...J'ai regardé la France", esa Francia ya perdida para el alma de Mandrin.

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18 de noviembre de 2008
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El destino de Sergei Ivanonovitch Shchukin

"Considerando que la galería de arte de Shuchkin constituye una excepcional colección de obras mayores de los más grandes artistas europeos, la mayoría franceses, desde el final del siglo 19 hasta el principio del veinte, y que esta gran calidad artística representa un interés nacional para la educación del pueblo, el consejo de los comisarios del pueblo decreta..."

5 de noviembre de 2008.

Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo,

Vladimir Oulianov (Lenin)

Tras los puntos suspensivos, viene el contenido del decreto de nacionalización de las pinturas de la casa moscovita de Sergei Ivanonovitch Shchukin, hoy distribuidas entre Moscú y el Hermitage de San Petersburgo (con alguna obra en Bakú y Odesa). No sé si era obligado que el propio Lenin firmara este decreto de expropiación. En cualquier caso no es trivial el énfasis que se pone en el elevado valor artístico de las pinturas y su potencialidad de contribuir a la educación general. Piénsese que en ese tiempo todavía muchos museos de las grandes ciudades europeas eran reticentes a exposiciones del arte entonces contemporáneo. Para decirlo claro: Sergei Ivanonovitch Shchukin no era para los revolucionarios uno de los suyos, pero su concepción de lo que era el arte sí era considerada como propia de la Revolución y susceptible de ser amamantada por ella.

Cuando se firma el decreto el directorio de la Revolución de Octubre se había trasladado a Moscú. Shchukin, un tiempo recuperado como miembro del comité que habría de transformar el Kremlin en acrópolis de museos, se exilia con pasaporte falso. Trágica historia la de este personaje nacido en Moscú en 1854 y fallecido -como tantos otros rusos- en París. Fascinado por Picasso, en 1909 tenía ya al parecer medio centenar de cuadros de éste en su colección. Vivía entonces una vida mundana en París, huyendo de una serie de hecatombes familiares: suicidio en cadena de tres de sus hermanos (dos de ellos gemelos) y muerte de su esposa entre, otras cosas. Shchukin se convierte en el protector de Matisse y si la historia de la música (no sólo la historia de la pintura) cuenta hoy con las admiradas "Dance" y "Música", es porque el ruso tuvo el deseo de que éste fuera el tema que iluminara su palacio moscovita. Palacio que en 1914 se abre al público en una premonición de cuál debía ser el destino de su pintura.

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17 de noviembre de 2008
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Exilio de filósofos

"De este malecón en 1922 salieron en expedición forzada hacia el exilio, ilustres hijos de nuestra patria: gentes que enriquecían la filosofía , la ciencia y la cultura. La sociedad filosófica de San Petersburgo erige esta placa en su memoria."

Evocaba hace unos días esa "ternura común por las cosas", que quisiera un mundo armonizado en ausencia de toda contradicción interna, lo que a juicio de Hegel impide simplemente alcanzar realmente la única armonía posible, que resulta siempre de la tensión misma, tensión generada por la diferencia y la contradicción inherentes a la vida natural y sobre todo social.

A este malecón llamado "Lugarteniente Schmidt" se llega por el puente del mismo nombre que, en San Petersburgo, cruza el Neva desde el embarcadero de los ingleses. Este brazo del Neva, llamado "grande" desemboca en el "Morskoi Togrovii Port", zona de barcos de carga y horizonte propiamente marítimo de esta admirable ciudad, que en el imaginario de algunos es aún sobre todo un puerto.

En 1922 la Rusia de la Revolución de Octubre salía de una tremenda Guerra Civil que había arruinado su agricultura, generado hambrunas, hundido la capacidad adquisitiva del rublo y costado millones de vidas humanas. Pero esa misma Rusia era un hervidero de proyectos artísticos, científicos y desde luego filosóficos, todos ellos intrínsecamente vinculados a un ideario de emancipación social. Hablaba aquí mismo de la "máquina" Rodentxo-Maiakovsky, que en ese mismo año 1922 ponía su enorme talento y toda su exigencia al servicio de la causa que -en el mundo entero- conmocionaba a todo aquel que simplemente tuviera entrañas.

Pero en esa misma Rusia, en un muelle de la ciudad que paradigmáticamente encarna la Revolución, se embarcan para el exilio filósofos. No sé de qué personas se trata, ni cuál era su valía. Simplemente me hacen recordar que también Sócrates fue invitado a exiliarse. Hay aquí como un indicio de que en sus años más fértiles la Revolución de Octubre se desgarraba internamente... hasta acabar abismándose. Quizás este sea el destino de todos los idearios de emancipación del ser humano, lo cual no justifica que dejen de ser alimentados. Pues pasa con la libertad lo que ocurre con la verdad: una cosa es no conseguirla y otra cosa es renunciar a ella. Lo primero es trágico, lo segundo es simplemente lamentable, y casi siempre expresión de cobardía.

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14 de noviembre de 2008
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