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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica II

II Inhumar a sus muertos

La discusión entre Jordi Agustí y Eudald Carbonell a la que en la anterior columna me refería se adentra entonces en el peso del orden simbólico, asunto  que como vemos no concierne tan sólo a homo sapiens.  Es posible que los  heidelbergensis (diestros cazadores, y artesanos de la piel de sus presas) inhumaran a sus muertos, pero en cuaquier caso sí lo hacían los neandertales, lo cual implicaría que de ninguna manera constituían  seres aun próximos al estado simiesco como en cierta visión tradicional se  los presentaba. 

Inhumaban a sus muertos, mas ¿en razón de qué lo hacían? ¿Corolario de que se trataba ya de seres dotados de lenguaje ? Todo depende en última instancia de lo que entendemos por lenguaje. En todo caso tenían características anatómico fisiológicas que inclinan a pensarlo, como por ejemplo un oído con frecuencia de recepción de banda ancha análoga a la del nuestro. Carbonell  modifica al respecto  la tesis de Chomsky, en el sentido de que el lenguaje no es exactamente algo innato a nuestra especie homo sapiens, sino a nuestro género. 

Aquí si es en cualquier caso útil precisar que atribuir el lenguaje a otras especies significa que se les está atribuyendo algo más que un código de señales. Pues el lenguaje  humano no está  exclusivamente al servicio de la subsistencia individual y específica. El lenguaje es una característica emergente no reductible a la yuxtaposición de sus causas y  que tiene por así decirlo intereses propios, no siempre subordinados a  los de aquel que -en vano-pretendería meramente utilizarlo. Que sea una propiedad emergente característica   en exclusiva de sapiens o que lo sea de homo, es relativamente secundario. Si  los neandertales eran cabalmente seres de lenguaje estaban desde luego muy próximos a  nosotros. Es importante señalar que el grado de homología entre neandertal sapiens no depende   en exclusiva del grado de homología genética. Para un paleontólogo pueden seguir siendo considerados como dos especies, aunque un genetista estuviera más bien tentado a hablar de subespecies.  Los neandertales, pese a tener una   capacidad craneal mayor, tendrían una memoria operativa (que subyace operando inconscientemente tras la mínima acción que realizamos) menos potente que la nuestra, pero ello no sería óbice para algo fundamental.

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6 de octubre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica

I Conservar la memoria

Preliminar

Decía hace unas semanas que este foro sería en lo sucesivo ocasión de evocar de manera relativamente sistemática ciertos temas claves de la filosofía fundamental.  Asunto central entre los abordados era el de nuestra  representación convencional de la naturaleza,  sustentadas  en principios lógicos y epistemológicos (causalidad, determinismo, independencia de los fenómenos respecto a su constatación y archivo por el espíritu humano, etcétera) que la Mecánica Cuántica parece poner  en entredicho.

Tema complementario es el de la naturaleza humana y de su determinación a partir de aquello que los griegos y particularmente Aristóteles designaban por el término techné, parcialmente conservado tanto en lo que denominamos arte como en lo que denominamos técnica (de herrero se ha llegado a calificar al artista Eduardo Chillida). La techné  no sería una modalidad más compleja de una potencialidad que en su generalidad compartiríamos con otros animales, sino expresión primordial de las facultades que singularizan al ser humano en el registro animal.

En las próximas columnas se intenta mostrar la vinculación entre ambas temáticas:

Sabido es que  las fascinantes conjeturas, de entrada  meramente teóricas, de algunos de los grandes de la física  multiplican su impacto cuando surge el experimento técnico al que desde su propia formulación  están apelando. Mas la física cuántica (disciplina que mayormente determina nuestra época) no sólo vincula intrinsecamente el aspecto experimental y el aspecto técnico sino que en esta vinculación  pone de relieve que el technités (el ser marcado por la techné) que nosotros constituimos  es quizás la condición  de posibilidad de que se den las propiedades mismas  que la técnica accede a medir, dando apoyo así a la vieja  idea de que el hombre es efectivamente medida de todas las cosas.

En un momento en el que tanto  en  la homología genética entre el ser humano y otras especies animales como en  la existencia de complejos maquinales que dan base a la idea de inteligencia artificial se buscan razones para poner en entredicho la  subversión que supuso la aparición  de la especie humana en el marco de la historia evolutiva, y la irreductibilidad del lenguaje humano (por ende del pensamiento vinculado al mismo),  la persistencia de las aporías que desde hace casi cien años llenan de estupefacción a los grandes de la reflexión cuántica se erige en soporte para el mantenimiento de posiciones humanistas.

 El punto de arranque de las próximas reflexiones será la glosa a un diálogo científico-filosófico de dos conocidos  paleoantropólogos. De las recientes tesis sobre nuestra afinidad con el hombre de Neandertal  pasando por consideraciones sobre el papel del control del fuego en la historia de la técnica, desembocaremos en  ese punto culminante del devenir de la técnica que es la medición cuántica, apuntando a mostrar que esta medición tendría en el espíritu humano un límite insuperable. Tal limite constituría el indicio mayor de la imposibilidad de alcanzar una ciencia del hombre, es decir, imposibilidad de reducir  ese paradójico fruto de la evolución que es el ser humano humano a la condición de mera cosa natural entre las cosas naturales.

 

                                                            ***

 

"Los hombres empiezan, y han comenzado siempre a filosofar movidos por el estupor"

Rememoraba esta célebre sentencia de Aristóteles al leer las páginas finales de un  coloquio  aun inédito  en el que el paleontólogo Jordi Agustí  y el arqueólogo Eudald Carbonell  son invitados a explanarse sobre sus emociones ante algún hallazgo indiscutible en sus carreras. Si Agustí evoca su primer cráneo de homínido en el yacimiento de Dmanisi (Georgia),  Carbonell prefiere referirse a  momentos de sus excavaciones con el equipo de Atapuerca, uno de ellos vinculado al descubrimiento de un canino humano que constituía un indicio fiable de la presencia de homo antecesor, primer homínido que habría evolucionado en el continente europeo

 Jordi Agustí nos habla de una compulsión a mirar cara a cara aquel cráneo, que encerraba una memoria sagrada  de dos millones de años, la cual de alguna manera se trataba de sondear. Eudald Carbonell evoca por su parte la  recompensa que momentos así suponen para la actitud misma del científico, para quien el hallazgo más que una respuesta supone un nuevo aliciente para proseguir su inmersión en terrenos desconocidos, cuando no inquietantes, armado exclusivamente con las armas de la razón.

A la pregunta sobre la sociedad en la hubieran querido insertarse, ambos manifiestan una nostalgia de vida en atmósfera filosófica: al paleontólogo le habría gustado  el  trato con los ilustrados enciclopedistas franceses, en cuya obra se gestó, nos dice, lo que ahora somos; al arqueólogo no le hubiera importado ser miembro de aquella escuela jónica que hace  2500 años formulaba las preguntas que a todos nos conciernen sobre los principios de la naturaleza elemental, la naturaleza viva y el ser del  hombre.

Del ser del hombre, de la cuestión filosófica esencial,   trata este diálogo, a la vez  con modestia, alta competencia y claridad cartesiana. Y la plantea, como no podía ser menos dados sus protagonistas, respetando las etapas, es decir, archivando las respuestas que la ciencia puede aportar y sirviéndose de ellas como peldaño para abrir el horizonte a la cuestión filosófica que dejan entreabierta para quien quiera asumirla con las alforjas bien guarnecidas.

Dada la enorme resonancia que tienen en nuestro tiempo las disciplinas de las que aquí se trata, la anfitriona del  encuentro, que con sus preguntas canaliza el discurso, lleva a Carbonell y Agustí a dar respuesta a asuntos que el común de los ciudadanos se plantea, por ejemplo el de la relevancia del complejo Atapuerca, tan mediáticamente aireado como, a menudo, desconocido por lo que se refiere a su auténtica significación. Inmersos en el coloquio   hacemos nuestra la discusión hermenéutica a la que dan lugar los hallazgos de dos de sus yacimientos. Así por ejemplo, sentado que en La Gran Dolina los fósiles más antiguos corresponden a Homo antecesor y en La Sima de los huesos a   Homo heidelbergensis, (antecesor inmediato de los neandertales), surge la controversia sobre si se trata de la evolución de una población exclusivamente  europea o si más bien habría una rama africana de  Homo heidelbergensis, la cual, hace  600000 años habría ya dado lugar a una expansión out of Africa.  Y como sugería, es un privilegio que dos especialistas de tal nivel nos hagan participar de estas diatribas sobre la evolución de especies emparentadas a la nuestra, sin que la exigida claridad suponga simplificación caricaturesca.

Pero nuestro interés se acrecienta aun cuando de  la mera discusión sobre aspectos, técnicos de teoría evolutiva  relativa al genero homo, pasamos a cuestiones fronterizas con la antropología filosófica. El mismo yacimiento de Atapuerca da la oportunidad a la hora de preguntarse por la significación de la impresionante acumulación de restos humanos en la Sima de los huesos. Hay discusión sobre si fueron arrojados a la sima  o si estaban  simplemente en el interior  de la cueva y su inmersión fue resultado de movimientos sísmicos. De tratarse- como sostiene Carbonell- de homínidos arrojados intencionalmente, ya cadáveres (de lo cual sería indicio la ausencia de fracturas craneales y postcraneales relevantes) y de manera simultánea o muy próxima en el tiempo, la pregunta se impone: ¿cuál era la razón? Ritual funerario sin duda. Mas, desde un punto de vista de la economía evolutiva ¿ dónde reside el interés?

 En un a época de canibalismo, inhumar cadáveres de seres próximos  era desde luego  una forma de evitar que fueron objeto de rapiña y consumo por otros grupos, pero tras  este mismo deseo de protección Agustí apunta a una razón de enorme peso: inhumas a aquel en quien te reconoces, inhumas a un espejo verídico  de tí mismo, lo cual es quizás indicio de que la autoconciencia se forja en el sentimiento de una singular alteridad, un otro...yo, una  identidad  compleja.

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4 de octubre de 2011
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Ejemplo no azaroso

Supongamos que, enfrentado a los retos de la kantiana Crítica de la Razón Pura e inmerso en los párrafos  sobre la universalidad del principio de causalidad (asunto que separaba a Kant de Hume),   el estudiante o estudioso de filosofía se entera de que la Mecánica Cuántica tiene razones para sostener que en determinadas circunstancias (concretamente en ausencia de lo que los físicos llaman una preparación) la medición  de un mismo atributo físico, realizada exactamente en las mismas condiciones  sobre múltiples copias absolutamente idénticas de una misma partícula y excluida la  intervención de cualquier variable perturbadora... no da necesariamente como resultado un mismo valor cuantitativo. Inevitablemente ese estudiante encontrará que se tambalea un principio regulador  tranquilizante para nuestro comercio con el orden natural,  la polémica de Kant con Hume adquirirá para él una inesperada  resonancia,  querrá estar al tanto de este asunto de manera precisa  y con ello se apresta a una dificilísima aventura.

Pues aunque sea cierto que en ausencia de concepto propio de la cosa una metáfora ya es mucho, en materia de ciencia la metáfora deja insatisfecho. Las explicaciones "cualitativas" de algunos de los tremendos (filosoficamente hablando) asuntos  de la Mecánica Cuántica no hacen otra cosa que avivar el apetito. La exigencia de intelección cabal se impone, y esta se hace imposible sin un mínimo de recursos técnicos. Habrá aquí también una inflexión en sentido contrario a la arriba señalada. Tenga o no  el estudiante  de filosofía  previa formación matemática, se sentirá en todo caso obligado a actualizarla en un sentido concreto. No se tratará en absoluto (como Hegel decía en  su crítica de la tentación pitagórica en materias  filosóficas) de "someter al espíritu a la tortura de convertirse en máquina", es decir de sustituir la vida (excitante precisamente  porque perturbada y llena de equívocos) de los conceptos por la asepsia de los números, sino de hacer de los números auxiliares que participan de la energía misma de aquello a lo que auxilian.

 

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30 de septiembre de 2011
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Entrada en el mundo cuántico

Como todas las cosas realmente serias la teoría cuántica exige mediaciones que pueden llegar a ser durísimas, y conducir a una auténtica confrontación consigo mismo.  

A la teoría cuántica se llega, como prácticamente a todas partes,  por múltiples caminos. Uno de ellos es el antes evocado consistente en que, tras oír campanas sobre la trascendencia que tendría la Mecánica  Cuántica a la hora de medir el peso de relevantes leyes y conceptos sobre el orden natural, nos agarramos al señuelo de escapar a lo que nos forja determina y limita, tanto espacial como temporalmente.

Una segunda entrada es el del estudiante de Física que,  tras topar con la disciplina como una más de las consignadas en el programa de la carrera, descubre que la eventual pericia para resolver con facilidad los problemas técnicos no hace sino acrecentar el estupor que  producen algunas de las afirmaciones que se postulan, o algunos de los corolarios que de  la resolución meramente técnica se derivan.

Ello puede conducir a una suerte de inflexión en el propio destino, consistente en que  al interés por la descripción de los fenómenos naturales, su archivación matemática, la previsión de fenómenos concomitantes a los primeros y la eventual canalización de todo ello hacia objetivos prácticos, se superponga un interés por la inteligibilidad del orden natural, y que  este último llegue a ser lo realmente prioritario. En tal caso cabe decir que el físico o estudiante de física se ha convertido  en estudiante de filosofía, o si se quiere que el físico se ha convertido en filósofo.

Camino inverso es el del estudioso de materias caracterizadas como filosóficas que, conducido por reflexiones en principio abstractas o especulativas, se siente interpelado por la reflexión de los físicos cuánticos. Tal  sería el caso de quien, estudiando las categorías o conceptos generales y los principios que los grandes metafísicos consideraban como condición de posibilidad de nuestra aprehensión del mundo, recibe información de que algunos de tales conceptos o principios han sido puestos en tela de juicio por los descubrimientos de los físicos cuánticos, o cuando menos han dejado de constituir obviedades. Daré en el próximo texto un ejemplo no azaroso Ejemplo no azaroso.

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27 de septiembre de 2011
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“Un uso más elevado”… De las teorías científicas

Constatando que la capacidad creativa  de los matemáticos estaba en múltiples ocasiones empobrecida por la subordinación de la disciplina a otras cuya conveniencia para la vida práctica no las  hacía necesariamente relevantes para la vida del espíritu, René Descartes reivindicaba en el Discurso del Método "un uso más elevado de la Matemática". Cabría hoy en día retomar tal exigencia en relación a la Mecánica Cuántica, susceptible de una utilización cabalmente filosófica  que no debe en ningún caso ser confundido con el evocado uso meramente ideológico. La Mecánica Cuántica (como de hecho toda teoría y toda ideología ) es impotente para salvar el alma, pero es extraordinariamente poderosa para despertar en cada uno de nosotros la exigencia de lucidez y enriquecernos en el mantenimiento de tal reto.

Pues esta disciplina tan eficazmente descriptiva de los entresijos de la materia y tan útil para la utilización de los mismos al servicio de la técnica,  tiene ella misma un enorme problema de justificación. Pues resulta que los comportamientos que describe literalmente no se entienden, si  entender  algo consiste en encontrar su adecuación a determinadas reglas y principios,  de siempre aceptados como armazón de la naturaleza en general y en consecuencia de la naturaleza  ( racional y lingüística) de los hombres,   la cual entre otras cosas  aspira a dar cuenta de la primera. Como antes evocaba, el comportamiento de las entidades microscópicas llenó en ocasiones de  estupor a los propios descubridores del mismo y tal estupor les movió en algún caso a la exigencia de replantear la cuestión de los pilares  del conocimiento, es decir les convirtió en filósofos. Ello ciertamente no ocurrió con todos y menos aun ocurre en nuestros días. Cabe decir que muchos de aquellos sobre quienes recae la responsabilidad de sostener el edificio de la ciencia abdican de todo cuestionamiento radical y se instalan en una posición que cabría denominar  "pragmática", caracterizada por la aceptación  del  primado de las cosas, sin preguntarse por lo que significa el término mismo cosa.

Esta posición pragmatista, que no deja de ser una suerte de filosofía (en el sentido  convencional de actitud ante el mundo, en este caso excesivamente  conservadora y por ende perezosa) determina enormemente la ideología de los ciudadanos y por ello merecería ser expuesta con cierto detalle. Sin embargo se imponen  ciertas  consideraciones  preliminares, que abordaré en el próximo texto.

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23 de septiembre de 2011
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De la ciencia a la hermenéutica

El  uso  distorsionado, por ideológico,  de la teoría cuántica al que me refería en la columna anterior  no debe hacer olvidar que la Mecánica Cuántica es  una de las disciplinas científicas que mayormente ha contribuido tanto a   determinar el entorno natural   (a través  de una técnica que supone una revolución en el concepto mismo -heredado de los griegos- de   techné ) como a hacer inteligibles los mecanismos por los que se rigen las estructuras  elementales del mismo. La Mecánica Cuántica puede (como tantas otras cosas interesantísimas, el arte en primer lugar) jugar el papel de comodín para espíritus  perezosamente adictos a la esperanza, pero asimismo puede incentivar la inclinación a retomar la interrogaciones mayores del espíritu humano, aquellas que se fraguan en la transición de la in-fancia a la humanidad cabal, que los griegos archivaron y exploraron y que hoy constituyen el contenido legítimo de lo que damos en llamar Filosofía.

De ahí que el caso paradigmático de hermenéutica de nuestro tiempo sea el de las llamadas interpretaciones de la Mecánica Cuántica. Algunas de ellas se deben a los creadores mayores de la disciplina. Sin embargo ninguna  es fundamental a la hora de efectuar experimentos o avanzar protocolos que permiten innovaciones tecnológicas. Por decirlo con toda nitidez: la diferencia entre una u otra interpretación es irrelevante desde el punto de vista del progreso de la física.  ¿Quiere ello decir que es irrelevante simplemente? Todo depende de si  se considera que el hombre tiene como destino el control de la naturaleza o si lo suyo es más bien la interpretación de la misma  la cual se revela indisociable de una interpretación de su propio ser.   

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21 de septiembre de 2011
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¿Vivir de la luz? Recurso a la ciencia como coartada

En Barcelona se anunciaba a primeros de agosto una película documental que llevaba el título  de "Vivir de la luz". La página conocida como "la contra" de un importante diario de la ciudad ponía sobre la pista del tema del documental: se entrevistaba a una persona que tras varios lustros sin haber ingerido  alimento alguno de origen animal o vegetal  sostenía que, sometiéndose a una rigurosa disciplina indisociablemente física y espiritual, era perfectamente posible vivir de la energía que se despliega naturalmente en la naturaleza,  y concretamente de  la luz solar.

No es mi intención en absoluto introducirme aquí en las consideraciones, generalmente  irónicas, que he oído en mi entorno al respeto. A priori  simpatizo con toda actitud que conlleve una apuesta en favor de esa singular  capacidad de los seres humanos que en tantas ocasiones les permite relativizar el peso de las contingencias del orden natural. Lo irritante en este caso  no era tanto lo abusivo de la tesis en sí (al fin y al cabo, nutrirse de manera convencional es en última instancia consunción de energía), sino ciertas connotaciones ideológicas que desprendía un folleto propagandístico de la película. Se indicaba en efecto que los personajes filmados y entrevistados darían testimonio de la conveniencia de hacer propias actitudes que caracterizarían a la espiritualidad oriental y que estarían desde hace ya un siglo encontrando  inesperado apoyo en la ciencia de Occidente. Se indicaba concretamente que  la  potencialidad para subsistir meramente de la luz y hacerlo incrementando la propia lucidez  (imprescindible el juego de palabras), por chocante que resultara para nuestros hábitos mentales, habría encontrado soporte conceptual y científico en los descubrimientos... de la Mecánica Cuántica.

Inevitable y tediosa referencia, habrá pensado más de uno al leer el evocado folleto propagandístico. Se diría que la Mecánica Cuántica tanto sirve para un roto como para un descosido. ¿Que nos resulta prosaica y poco excitante la tradición racionalista que ve en la  asunción de leyes consideradas  inflexibles del orden natural la base imprescindible para  asumir nuestra propia condición?... la Mecánica Cuántica habría puesto de relieve que este pretendido orden natural objetivo sería en realidad una construcción del propio espíritu humano.

 ¿Que  no nos resulta narcisisticamente satisfactoria   la idea de ser un animal que como todos los demás ( y por muy relevantes que sean sus singularidades como especie) es fruto de la evolución?...la Mecánica Cuántica permitiría (en alguna de sus hermenéuticas) avanzar la hipótesis de que, en última instancia,  todas las conjeturas de la ciencia -teoría de la evolución incluida- dependen de  una suerte de nuevo sujeto trascendental, que sería efectivamente medida de todas las cosas, y que tendría epifanía en cada uno de los seres humanos.

¿Que nos aflige el pensamiento  de estar circunscritos en un universo finito, sometido al segundo principio de la termodinámica y por ello a procesos determinísticos  vinculados a lo que denominamos tiempo?...La Mecánica Cuántica nos consolaría (es bien sabido que se consuela todo aquel que quiere) con hipótesis cosmológicas que, o bien multiplican los mundos posibles o bien hacen intervenir una suerte de demiurgo transcendente al cosmos y al que se hallaría asociado la conciencia humana.

La Mecánica Cuántica, en suma,  daría pie a una sorprendente restauración  del principio de esperanza. Una esperanza aun a costa del buen discernimiento, tan poco alimentada por la gran filosofía del siglo XIX, que la sustituía por el imperativo de asumir la finitud de la condición humana como requisito indispensable para  la auténtica riqueza que los humanos podemos esperar,  y que no es otra que el despliegue de las potencialidades del espíritu.

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16 de septiembre de 2011
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El saber que hizo posible lo que envuelve nuestras vidas

Vivimos rodeados de ordenadores, aparatos de telefonía móvil, reproductores de música  digital, los llamados ipod,  paneles que aprovechan la energía solar, susceptibles de ser instalados en la propia casa. Desde que en los años setenta, la fibra óptica empezó a sustituir a la transmisión eléctrica, las posibilidades  de comunicación rápida entre los seres humanos han  experimentado un progreso quizás mayor que en todos los siglos anteriores. Forman ya parte del lenguaje cotidiano, términos como semiconductor, laser, amplificador, o fotodetector...que para algunos hará evocar el viejo efecto foto-eléctrico que se haya de hecho en su origen. Estas mismas personas se hayan relativamente informadas sobre el hecho de que  los efectos físicos que hacen posible ese complejo entramado técnico, que  literalmente codifica  y acota nuestras vidas, son un reflejo de que, a nivel microscópico,  la naturaleza responde a lo descubierto- en ocasiones con gran estupor- por los pioneros de una disciplina, la Física Cuántica, a priori muy alejada de la experiencia cotidiana de los hombres. La descripción  del comportamiento de los electrones en el seno del átomo  resulta que   hace inteligible algo como la fotosíntesis, de lo cual cabe inferir que esa disciplina, focalizada en principio sobre la naturaleza elemental (Física y  no Biología),  abre una vía de acceso a la comprensión de la vida, e incluso, como veremos más adelante,  una vía de acceso a la comprensión del papel de la conciencia.

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14 de septiembre de 2011
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El motor de la filosofía

El motor de la filosofía no es tanto explorar desconocidos rasgos del mundo como restaurar una actitud ante aspectos (del entorno o de nosotros mismos) que eventualmente pueden ser ya conocidos, pero que no por ello dejan de ser sorprendentes. Sería ocioso para un investigador en física ocuparse a estas alturas de las fórmulas de la relatividad restringida, pero el filósofo que ve en ellas la cristalización de una puesta en tela de juicio de la idea que nos hacemos del mundo, tiene todo el derecho a seguir hurgando en ellas con vistas a extraer toda su significación. Lo democrático de la filosofía consiste en que todos podemos instalarnos en la actitud filosófica a poco que nos liberemos de las barreras que lo dificultan, en realidad barreras que impiden realizar nuestra naturaleza. La filosofía da efectivamente vueltas y vueltas a las cosas. Pero tales vueltas no siempre son coincidentes, lo que se repite no es exactamente lo mismo; la metáfora no sería la del círculo sino la de la espiral. Esto es la esencia de la hermenéutica: un núcleo a partir del cual  se despliega una pluralidad de puntos de vista.

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9 de septiembre de 2011
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El derecho a interrogarse

Esta tribuna tiene, desde sus inicios, un objetivo primordial: contribuir a la democratización de las interrogaciones filosóficas, o por mejor decir, contribuir a que el ciudadano se reconcilie con las mismas, las reivindique como propias, sienta que algo esencial de sí mismo se juega en ellas, y denuncie las tentativas para apartarle, denuncie lo falaz de la tesis según la cual, la filosofía, la ciencia, el arte y en general la vida espiritual sería cosa de minorías.

Se halla logrado o no convencer a alguien de lo razonable del objetivo, en los meses venideros, siempre naturalmente que el responsable de este foro no me retire la confianza, seguiré empecinado en ello, y quizás de manera más sistemática que en meses precedentes.

Empezaré por señalar un hecho tan lamentable como generalizado: el planteamiento ingenuo de interrogaciones está mal considerado por el mundo cultural y desde luego por el académico. Se ha instalado subrepticiamente la idea de que para tener derecho a avanzar  alguna de las interrogaciones que ocupan a filósofos,  científicos, o  ambos, hay ya de entrada que estar bien informado. Más que una persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno, se exige de entrada ser una persona culta y hasta una persona erudita. Esto alcanza, como veremos, al mundo académico: un especialista en genética, por ejemplo,  no sólo se siente incompetente para emitir una opinión sobre algún interrogante de interés  general pero  técnicamente objeto de la  física, sino para formular el interrogante mismo, siendo obviamente cierta la recíproca, el temor a meter la pata del físico tratándose de uno de los abismos filosóficos a los que conduce la genética.

Se diría que la información ha de preceder a la interrogación...incluso tratándose de las interrogaciones universales, cuya temática concierne a todos y cada uno de los humanos (otra cosa es que se hayan visto forzados a repudiar de sus vidas tales interrogantes). Ante este estado de cosas, se impone tomar posición:

Cabe eventualmente sentirse abrumado por la complejidad de los instrumentos con los que  especialistas  de una u otra materia (también curiosamente los filósofos, que no son especialistas de materia alguna, aunque deban alimentarse de muchas) abordan ciertos problemas cuyo origen es sin embargo muy elemental, pero no hay en absoluto que sentirse abrumado ante la cuestión misma, que no sólo todo el mundo está en condiciones  potenciales de abordar, sino que probablemente ya  ha abordado alguna vez. La formulación de una interrogación cabalmente filosófica nunca puede ser sofisticada en los términos. Ejemplo:

 ¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide  aparentemente  con la mía? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas  y han sido esgrimidos como armas por algunos de los pensadores más importantes del siglo veinte...pero la pregunta sigue siendo sencillísima y todo el mundo es susceptible de sentirse interpelado por la misma,  hasta el punto quizás de que, si su vida material y social se lo permitiera, acuciado por tal interrogación, empezaría a ahondar en los escritos eruditos, y se dotaría de los argumentos  para entenderlos. Disposición de espíritu por la cual la erudición misma alcanzaría un sentido, pues se mostraría como instrumento para lo que realmente importa y no como fin en sí. Reitero la tesis, clave en estas reflexiones: la información es no sólo válida, sino imprescindible cuando constituye un  arma para abordar un objetivo esencial; pero disponer de información por el hecho de estar informado (como sí el espíritu humano fuera esa tabula rasa, en sí vacía de contenido,  a la que se refiere criticamente Steven Pinker) no tiene más interés que el que tiene para un saco estar lleno de patatas o de piedras. Múltiples veces en este mismo foro he recordado la tesis platónica de que la educación ha de fertilizar las facultades del espíritu y no sustituirse a ellos.

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7 de septiembre de 2011
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