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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Solo por añadidura…

Muestra  de pertenencia a la especie humana es la erección del dinero en deidad, amarlo sobre todas las cosas, como lo es sin duda alguna la complacencia en el abuso del indefenso, o como lo es la necrofilia. Sólo los humanos hacemos tales cosas, si bien es cierto que podríamos hacer otras...

Y el problema es el de la compatibilidad con estas otras cosas que cabría hacer. No se trata tanto de que un individuo no reúna en sí pulsiones divergentes, máximas subjetivas  de las que son motor  diferentes finalidades. El problema es que más aun que el Dios de Abraham, el dinero no tolera competencia de otro señor.
Y las ocultas inclinaciones de alguno de los que le sirven son pronto desenmascaradas, sin que importe mucho el carácter de las mismas. Sólo lo que por añadidura se desprende de la devoción al dinero mismo es tolerado. No cabe aquí una disposición equivalente a la de los grandes de la pintura que encontraban en los pasajes evangélicos ocasión para una  profunda inmersión en las almas de los hombres y una búsqueda de las técnicas para expresarlas. Esta nueva deidad se impone realmente como el absoluto y en pos de su propia gloria se sacrificará
todo aquello que haya de ser sacrificado, empezando por el animal humano  que (en razón de su desmesura aunque también de su cobardía y ceguera) lo erigió precisamente  en deidad.

Y en la medida en la que los Slim y los Gates se erigen en modelos,  en cada uno de nosotros el paradigma del hombre se  transforma,  y con ello inevitablemente nuestra efectivo comportamiento en el seno de la vida social y de la vida natural, suponiendo todo ello una suerte de mutación en los rasgos que nos singularizan  en relación a los otros animales.

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10 de abril de 2012
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Meta-física: una pregunta de Heidegger

¿Qué es metafísica?  Este título engloba diversas consideraciones de Martin Heidegger en las que el filósofo apunta a  una tipificación de lo que se denomina metafísica. Cuando el título podría hacer esperar una reflexión sobre la esencia de la metafísica, Martin Heidegger nos anuncia que se dispone a abordar una pregunta metafísica concreta. Buen comienzo parece desde luego. No andarse por las ramas, enterarse de lo que es nadar en la lucha efectiva por no quedar sumergido. Sin embargo el autor nos dice que se impone un preliminar: "Nuestro propósito es comenzar con el despliegue de un preguntar metafísico, elaborar después dicha pregunta y terminar con su respuesta".

 ¿Qué es un preguntar metafísico? 

En un prólogo a la traducción francesa del texto, Heidegger indica que de alguna manera constituye un preguntar parcial, volcado sobre el ente (o lo ente en la jerga ya ortodoxa), un preguntar que se cierra al desvelamiento y reduce la cuestión de la verdad a una teoría del conocimiento.[1] De ahí la conveniencia de trascender los intereses del metafísica, y superar el "olvido del ser" que esta implicaría.

Remito al lector a seguir los meandros del propio texto  de Heidegger del que hay en castellano al menos una excelente traducción  y retomo el asunto por cuenta propia [2]  Empiezo recordando algo que  a los estudiantes de filosofía resultará trivial y que ya he abordado en este foro:

Metafísica es, sino ante todo, al menos de entrada, aquello que designa como tal el recopilador griego de las obras de Aristóteles que forjó el término, a saber, una reflexión que conviene abordar con las alforjas suficientemente provistas de datos procedentes de la ciencia física.[3]

Pero si la meta-física es una reflexión que sigue  a la física, obviamente  no se reduce a la misma. ¿Dónde reside la frontera entre la metafísica a la física?  ¿Qué añade  la metafísica a la
física?


[1]  Ramón Rodríguez cita el párrafo en su obra Heidegger y la crisis de la
época moderna Cincel 1991p.147

  "Las consideraciones que se han escogido para ser comunicadas en la presente traducción están todas y únicamente consagradas a la cuestión fundamental concerniente a la esencia y la verdad del ser. Esta cuestión fundamental hay que proponerla de una vez para .siempre; hay que llegar a la conciencia de su necesidad. No equivale en absoluto a la cuestión de la metafísica tradicional empleada hasta aquí; en efecto, ésta no interroga nunca más que sobre lo existente, sobre lo que es. Interroga sobre el ser de lo existente (Seinde, lat. ens) pero no sobre el ser mismo (sein, lat. esse) y sobre su verdad. La cuestión concerniente al ser de lo existente (tä tô ön) es, ciertamente, la cuestión directriz de la metafísica; pero no es todavía la cuestión fundamental. En esta última, la cuestión propuesta sobre el ser se convierte al punto, al mismo tiempo y necesariamente, en la cuestión de la esencia de la verdad, es decir, de la develación como tal, develación en razón de la cual venimos a encontrarnos previamente y en general en una realidad manifestada. La cuestión de la verdad no es, pues, una cuestión que apunte a una «teoría del conocimiento», pues el conocimiento no constituye sino una de las maneras de despejar y hacer propia la verdad, pero no la verdad misma"

El propio Ramón Rodríguez (obra citada p. 147) sintetiza así la singular dialéctica entre la metafísica y sus desconocidas raíces:

  "El pensamiento que quiere hacerse cargo de la verdad del ser, que busca el modo de acercarse a esa iluminación que se retrae, es ciertamente un «retorno al fundamento de la metafísica» -así tituló Heidegger la introducción que en 1949 antepuso a ¿Qué es Meta física?-: únicamente en el horizonte del ser no atendido por ella puede la metafísica exponer su objeto, el ente en cuanto ente y sus estructuras fundamentales. Si la Metafísica es, según la imagen cartesiana, las raíces del árbol de la filosofía, la verdad del ser puede considerarse el
basamento o suelo en el que las raíces se hunden y del que vive el árbol entero. Pero ese fundamento es ahora algo que yace necesariamente impensado por la Metafísica,
algo que ésta deja fuera en virtud de su propia estructura.
El olvido del ser es el rasgo
fundacional de la Metafísica: ésta, para ser ella misma, tiene que no atender al ser. Recíprocamente, el pensar de la verdad del ser tiene que no ser metafísica. El «retorno al fundamento de la Metafísica» no puede ser ya entendido como su fundamentación positiva, sino justamente como su superación: «La Metafísica sigue siendo lo primero de la filosofía. Pero no alcanza lo primero del pensar.
La metafísica es superada en el pensar de la verdad del ser.» (¿Qué es Metafísica? Introducción) Con todo rigor dejará
Heidegger de designar su empresa filosófica como una Ontología fundamental, pues dicho título, en el concepto y en la expresión, se mantiene aún en esencial referencia a la Metafísica."

[2]No obstante volveré al texto de Heidegger para abordar  algunas de las consideraciones relativas a la ciencia, planteadas desde el capítulo "El despliegue de un preguntar metafísico". Matizaré en particular las líneas que pongo en cursiva del siguiente párrafo:

 "Esta particular relación mundana con lo ente mismo viene soportada y conducida por una actitud libremente escogida de la existencia humana. Es verdad que también se atienen a lo ente el hacer o dejarde hacer pre-científico y extra-científico del hombre. Pero lo sobresaliente de la ciencia es que, de un modo que le es propio y de manera única y expresa, le deja a la cosa misma la primera y última palabra. En este carácter de atención a la cosa misma propia del preguntar, determinar y fundamentar se consuma una supeditación particularmente delimitada a lo ente mismo para que sea él mismo el que tenga que revelarse. Esta actitud de servicio de la investigación y la teoría se despliega hasta llegar a ser el fundamento que le hace posible adquirir una posición propia de guía, aunque sea limitada, en el conjunto de la existencia humana. Naturalmente, la especial relación de la ciencia con el mundo y la actitud del hombre que guía tal relación sólo se entienden plenamente cuando vemos y captamos qué ocurre en esa relación con el mundo. El hombre -un ente entre otros- "hace ciencia». En este «hacer» lo que ocurre es nada menos que la irrupción de un ente, llamado hombre, en la totalidad de lo ente, de un modo tal, que en esa irrupción y por medio de ella el ente se abre en eso que él es y cómo es. Esta irrupción que abre es la que a su modo ayuda a lo ente a llegar a ser él mismo".

Martin Heidegger Qué es Metafísica Traducción de Helena Cortez  y  Arturo Leyte Alianza Editorial. Madrid, 2000. P,104.

[3] Andrónico de Rodas, peripatético que  vivió en el siglo I antes de Cristo y ordeno
con espíritu sistemático las obras de Aristóteles. A la hora de catalogar una serie de escritos sin nombre, y viendo por el contenido  la conveniencia de leer antes  los libros de aristotélicos de física, Andrónico denominó al conjunto "de los [libros] que  vienen tras-meta- los de física". 

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5 de abril de 2012
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La pleiade

Los sentidos, que tan imprescindibles son como instrumentos en nuestra relación al entorno, son tanto más apreciados, señalaba Aristóteles, cuando son activados sin finalidad exterior, así cuando la vista se recrea en la contemplación  (inútil para la subsistencia) de la tonalidad azul o de las plegaduras en una obra pictórica.  En tal activación sin finalidad exterior de nuestras facultades animales residiría incluso nuestra singularidad.

Sabido es que ello ocurre también con la palabra. Tanto mayor es el goce de la misma cuanto menos se la instrumentaliza, hasta el punto que el hecho de recrearla en lugar de usarla es la actitud que ante la palabra caracteriza al poeta. Mas, por desgracia, ello vale también para el dinero.

Pues buscar el dinero por sí mismo es tan humano como buscar la metáfora o la fórmula por el placer de las mismas. En este sentido la lista de Forbes viene a constituir un equivalente a la Pleíade, dónde  el mexicano Slim y Bill Gates, ocupan  con toda lógica  el papel de Pierre de Ronsard y Joaquim du Bellay.

Sí, los Slim y Gates encabezan una Pléiade en la que el ser humano se olvida de sus intereses inmediatos no para que emerja la planta fértil de los grandes versos sino la solemnidad pétrea de los grandes bancos.

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3 de abril de 2012
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Tras la physis

Así como hay libros que describen vicisitudes por las que atraviesan los hombres,  libros que tratan de cuestiones relativas a la moralidad y las costumbres, libros que tratan de números o entidades abstractas como las figuras geométricas, hay libros que tratan de lo denominado por los griegos physis,  y que más o menos corresponde a lo que nosotros designamos por naturaleza. Algunos de estos libros simplemente describen cosas del entorno natural, pero tienen un original enfoque:

 En primer lugar buscan en la diversidad de las cosas naturales  rasgos invariantes o elementales, rasgos mínimos que quepa erigir en criterio para situar una frontera entre lo que puede o no ser designado como natural. Así (ejemplo no aleatorio) Aristóteles caracteriza a la entidad que es en razón de la naturaleza (physei), por  una intrínseca inclinación a hallarse en movimiento o hallarse en reposo, inclinación de la que estarían desprovistas  las cosas que son resultado de la técnica: Si una mesa (resultado del trabajo del técnico carpintero) se desplaza  es por un causa exterior a ella misma, mientras que un animal lo hace por naturaleza  (physei).[1]

Decir  natural equivale pues a decir intrínseca tendencia al cambio respecto al estatuto actual, en el bien entendido que este cambio puede ser mero desplazamiento, pero también alteración cualitativa (las mejillas del imberbe Alcibiades se cubren de vello, para más tarde mostrar indeseados arabescos), generación (la semilla se hace  planta) o corrupción (la planta, abandonada  a sí misma,  se marchita.

Decir artificial equivale a decir que el movimiento  del que la cosa es susceptible o bien es causado desde el interior -desplazamiento o destrucción- o bien, de ser propio, no corresponde tanto a la cosa misma como a sus componentes, fuego, tierra aire, agua. Menos aun que a las cosas artificiales cabe atribuir un principio interno de movimiento o de reposo a las entidades geométricas, la superficie de una cosa física por ejemplo. Baste con apercibirse de que podemos por ejemplo desplazar una mesa o inmovilizar un electrón, pero no podemos desplazar  la superficie de la silla ni detener la raíz cuadrada de dicho electrón.

En cualquier caso la condición común mínima para ser una realidad directamente física (fuego, tierra...animal o planta) o indirectamente física (silla) es ser susceptible del movimiento más neutro, movimiento según el lugar (kata topos) que no altera los rasgos cualitativos ni menos aún los rasgos esenciales o  definitorios. 

De tal manera que Aristóteles nos pone sobre la pista de aquello que más adelante se denominará cantidad de movimiento (la cual recubre el reposo como caso límite en el que la velocidad es nula), y que fue  considerado (al menos hasta la conmoción cuántica) como un predicado omniaplicable de las entidades físicas. Habrá otros predicados que jugarán un papel análogo y servirán también de  criterio a la hora de discriminar  lo que es físico de lo que no lo es,  y considerando el conjunto de los mismos, el observador humano procede a una segunda operación.

Estando la entidad física marcada por los referidos rasgos la descripción  de los cambios y sobre todo la previsión de los mismos es tomada como descripción y previsión de estado y comportamiento de la propia entidad. Entramos así en esa actitud respecto a la naturaleza marcada por la exigencia de conocimiento  que caracterizará a la ciencia física (sea o no matematizada), que  para algunos  supuso la más elevada muestra de una existencia marcada por la exigencia de veracidad, eso que para otros representa por el contrario una suerte de reducción de la verdad.


[1]  Una entidad artificial como la mesa es sin embargo objeto de movimiento autónomo pero no en razón de ser mesa, sino en razón de constituir una determinada proporción de los cuatro elementos, los cuales tienden a alejarse de la síntesis para alcanzar su lugar natural. Se trata  en este caso de ese movimiento  cómplice del tiempo que es la  corrupción- pthora.

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29 de marzo de 2012
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La naturaleza del hombre que desea el dinero

Como escala de medida de la riqueza el dinero, ya sea nominal o material, el dinero es deseado. Pero hay un salto entre desear el dinero que permite satisfacer otro deseo y desear el dinero por sí mismo. Es asunto de los historiadores de la economía el discernir cuándo se efectuó el viraje que convierte al dinero en un objetivo en sí, pero lo que en todo caso nos concierne a todos es el hecho de que tal viraje supone que la economía no es ya determinada por los imperativos de subsistencia o de dignidad del entorno en el que se vive. La economía pasa entonces a ser el todo de la existencia.
Ello es cierto para el poseedor, cuyo paradigma es el personaje balzaquiano de Père Grandet (padre de la protagonista en Eugénie Grandet), avaro incrédulo que parece recobrar la fe en el acto de extremaunción al alzarse del lecho para besar una talla de Cristo, que simplemente...era de oro.
Pero ello es también cierto para el desposeído, en pos siempre del dinero mínimo que garantice sus necesidades elementales y forzado a poner entre paréntesis toda otra exigencia todo otro deseo, paréntesis que en general se prolonga una entera vida. Pues de triunfo en los objetivos le llevará simplemente a convertirse en un personaje como ese hombre de empresa británico afincado en Barcelona, orgulloso en una entrevista de haber empezado en su empresa con un minijob y haberse convertido en director para España, lo cual le da autoridad para que nos dirija esta advertencia (¿o anatema?) "se van a arrepentir ustedes de no tener minijobs"1.
Para uno y otro- poseedor como desposeído-el dinero reemplaza entonces aquellos valores que la tradición humanística, en el amplio sentido del término, postulaba como deseable objetivo que debería determinar la máxima subjetiva de acción de cada uno de los humanos. La erección del dinero en finalidad última hace que, tras el imperativo de alcanzar los medios de subsistencia, aquel que lo logra se impone entonces el ganar altura en relación a la escala de medida, que lo es efectivamente de todas las cosas, y obliga a dejar de lado la inclinación que Aristóteles nos atribuía a fortalecer las facultades del espíritu. Pues la escala de medida marca los criterios de moralidad, como marca los criterios de aptitud para hacerse un camino en la maraña de la vida social concebida efectivamente en términos darwinianos pero no en pos de la supervivencia sino en pos de un extraño símbolo. 2

 

 

 

_____________________

1 El personaje que no tiene desperdicio nos dirije también otras perlas "Aquí [en España]sus expectativas de empleo son pura ideología y están basadoa en tiempos mejores que quizás no vuelvan. Creen que sólo por haber legislado el derecho teórico a un ideal de contratos indefinidos bien pagados se convertirán en realidad algún día".Lo que no dice explicitamente es que los "tiempos mejores" no considera que sea bueno que volvieran, entre otras cosas porque la seguridad laboral que a su juicio conferían "frena la circulación del talento entre empresas"

2 En un artículo publicado en Le Monde Diplomatique en marzo 2012, el filósofo húngaro G. M. Tamás nos da un ejemplo estremecedor de lo que significa una sociedad marcada por la erección del dinero en escala de valor: "Mientras va empezando la lucha a muerte por unos servicios y recursos sociales cada vez más escasos, el poder presenta los motivos de esa contienda en términos de excelencia moral, aptitud biológica y superioridad intelectual. Sólo las personas jóvenes, diligentes y flexibles se juzgan dignas de consideración: rechazar esos criterios es rechazar el orden natural de las cosas [...]Más que racista a la antigua, la derecha húngara se opone sobre todo a subsidiar a los pobres, a dar ayuda a los desocupados, que la gente asimila a los gitanos, y a todos los elementos "improductivos" de la sociedad , que se designan como "inactivos", incluyendo en esa categoría a los jubilados[...] Para imponer este nuevo orden, el gobierno necesita dinero y efectúa recortes presupuestarios. No más dinero para para las artes, la arqueología, los museos, la edición, la investigación[...], las universidades, las escuelas elementales[...].los discapacitados y los enfermos. En cambio se finanza profusamente el deporte que tiene fama de estimular la combatividad, el espíritu de grupo, la lealtad, la disciplina personal"
¿Y que será de los reducidos a los arcenes? Como siempre alimentarán el espíritu caritativo, en este caso de las organizaciones dependientes de la iglesia católica, floreciente en el país. Se supone asimismo que liberadas de injustos subsidios estatales que no incentivaban la búsqueda de excelencia, las universidades alcanzarán un esplendor cuando acudan a ellas los que están en condiciones de pagar las matrículas a coste real. Canción húngara que conocemos perfectamente en otros lugares.

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23 de marzo de 2012
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Tras las cosas y uno mismo

El guionista del sueño

En ocasiones los sueños tienen un carácter desarticulado y aunque sus imágenes aisladas formen pequeños grupos significativos, no hay una ley de composición que les confiera unidad formal (al menos aparente, pues otra cosa es la unidad posterior que pueda resultar de una interpretación).
En ocasiones, sin embargo, los sueños impresionan por su coherencia. Coherencia "realista" o fantasiosa (es decir, respetando o no las leyes aparentes del entorno físico y hasta los comportamientos previsibles de los seres que lo animan), pero respondiendo a las reglas de una narración bien construida o mejor, dada la preeminencia de las imágenes visuales, reglas de un riguroso guión cinematográfico, en el cual-matiz clave- el espectador juega un papel protagonista.
Este protagonismo del espectador en la trama del sueño (ingrediente esencial de lo literalmente insoportable que resulta en ocasiones la peripecia onírica), plantea el problema clásico de la alienación del ser humano en sus propios espejismos. Pero en estos casos de sueño que parece responder a un guión bien trabado, surge para el soñador una inquietante pregunta: ¿ quién o qué es soporte de esta trama de cuya rigurosa articulación el sujeto consciente es simplemente incapaz?
Tales sueños parecen dar testimonio de que, tras el yo incapaz para la forja de un relato que vaya más allá de la pueril expresión de los inmediatos temores deseos y fantasmas, hay un riguroso conocedor de las leyes de la palabra y de la potencia de la misma. Trabajando oculto en la vigilia, su tejido se muestra en el sueño, amenazando a nuestra subjetividad (desarticulada, pasiva, huidiza ante toda confrontación) pero dando testimonio del rescoldo de veracidad que perdura en nosotros.

Heidegger parece invitarnos a apostar por una autenticidad existencial que entre otras cosas pasaría por el reencuentro de una verdad no reductible al estatus de correlato del conocimiento. El problema es sin embargo delimitar el horizonte en el que tal verdad ha de ser buscada y la disposición de espíritu (no parece conveniente utilizar al respecto el término método) que facilitaría el reencuentro.
Es en general de buen augurio el sentimiento de que nuestra subjetividad cotidiana y consciente ha topado con algo que realmente la interpela, algo que escapando a su control, poseyendo un indudable peso y en consecuencia suponiendo un riesgo, es sin embargo portador de algún tipo de promesa.
De ahí el interés de esos sueños a los que me refería en los que la escenografía visual parece trabada por una consistente sintaxis. Escritura no procedente del exterior, pero tampoco forjada por nuestra conciencia (mero reflejo en general de un cúmulo de prejuicios y frases masticadas), su implacable rigor es signo de que tras las cosas, los seres que me hablan y yo mismo no hay vacío de significación sino quizás precisamente la matriz de la misma.
Tales sueños marcan el límite de nuestros parapetos, de nuestras tentativas por reducir todo -incluso la propia muerte- a representación, de nuestros esfuerzos por mantener nuestro reducto. Por eso la primera e inmediata anamnesis de los mismos es emoción pura, cuando no simplemente esa angustia tan evocada por el propio Heidegger.

Veracidad y ciencia natural de nuestro tiempo
Parece que el neutrino, rara partícula por su rara densidad, por su cuasi etérea masa, defrauda alguna oculta esperanza y no supera la velocidad de la luz, con lo que ello hubiera supuesto de efectos extraños, como quizás trascender la imposibilidad de remontarse en el tiempo. El proyecto sobre partículas elementales Opera, en el marco de cuyas investigaciones se fraguo el viaje de los neutrinos a través de 730 kilómetros, reconoce que dos deficiencias técnicas han podido modificar las condiciones y producir la ilusión de que cabe una velocidad supraliminar, la cual eventualmente pudiera ser utilizada como medio de transmisión que (en la medida en que el tiempo empírico para un intervalo espacial dado, tiene límite en lo que tarda en cubrirlo la luz) permitiría enviar un mensaje al "pasado"(comillas porque el término pasado ha cambiado de sentido si permite algún tipo de reversibilidad.
Decía en una columna reciente que nada de esto cabe esperar del fenómeno en el que una partícula determinada A es sometida a una medición de Bell respecto a una partícula B que antes se hallaba vinculada a C, lo cual tiene como consecuencia que C se libera y alcanza el estado que tenía A. Pues para que esto acontezca se exigen determinadas condiciones, a saber que haya información clásica de lo que ha ocurrido entre A y B, o sea información que de ninguna manera se transmite a velocidad superior a la de la luz.
Avanzaba que el asunto se hace barroco cuando consideramos el caso en el que se dan dos parejas entrelazadas A-D por un lado (digamos arriba), B-C por otro (digamos abajo). El entrelazamiento entonces entre A y B provoca la disolución del antiguo lazo lazo entre B y C y un entrelazamiento entre D y C. Indicaba que la expresión "trueque de entrelazamientos"(Entanglement Swapping) era perfectamente adecuada para designar el proceso al que se asiste.
Hay razones para suponer que el Entanglement Swapping constituye una de las más sorprendentes cosas que el hombre haya podido consignar en su esfuerzo por observar la naturaleza y hacerla inteligible. Si en experimentos anteriores (el de Aspect confirmando la violación de las desigualdades de Bell es el clásico) podía mostrarse que la naturaleza responde en ocasiones a un comportamiento holístico en el que sólo lo relacional es susceptible de ser archivado y los individuos parecen perder su subsistencia, con el trueque de entrelazamientos se diría que los lazos mismos vienen a ser protagonistas casi exhaustivos de la peripecia. Como ya he sugerido, lo prodigioso de ello es que no se trate de un desarrollo en la fascinante y grandiosamente especulativa Ciencia de la Lógica de Hegel, sino de un capítulo de la ciencia natural de nuestro tiempo. Capítulo que constituye un reto para la metafísica y ofrece la oportunidad de retomar la interrogación sobre la esencia de la misma. Heidegger no niega que la metafísica es en en primer lugar reflexión tras la física, mas considera que por ello mismo la metafísica es la expresión paradigmática de la disposición del ser humano caracterizada por la puesta entre paréntesis de la interrogación cabalmente ontológica; la metafísica es parte, según su expresión, de la reducción del ser al ente y signo en ello mismo de su olvido, lo que acarrearía para el ser humano la prosecución fines propios de una existencia inauténtica.
¿Olvido pues del ser la reflexión sobre la disciplina que ha forzado a dejar de contemplar la naturaleza como conjunto de entidades dotadas de propiedades intrínsecas, sometidas a relaciones de contigüidad y obedientes a principios de razón suficiente? Mantener el proyecto de una reflexión sobre la physis posterior a la física, mantener el proyecto de una meta-física, tras el radical socavamiento de principios que ha supuesto la ciencia natural de nuestro tiempo, exige quizás una marcha atrás, exige remontarse a la prehistoria de tales principios, exige considerar de nuevo la disposición de espíritu que lleva a la metafísica.

La pregunta sobre la esencia del dinero
Una reflexión del economista Miguel Otero sobre las causas del fracaso del proyecto europeo ( el autor en síntesis se adhiere a la tesis de la incongruencia de una unión monetaria sin poder político unificado de la cual la moneda común sería un instrumento), ofrece sus lectores la oportunidad de hacer conjeturas sobre el origen y la esencia del dinero.
La primera conjetura es la de que el dinero habría surgido como unidad de cuenta que permite calcular valores. En Mesopotamia, 3000 años antes de Cristo, el poder soberano tendría en el dinero una referencia de lo que (en cabezas de ganado de una u otra especie, por ejemplo) estaban en derecho de demandar a sus súbditos. Como Miguel Otero enfatiza, el dinero así concebido es un puro medio de control, carece de substancia en un metal por ejemplo. El soberano puede según su conveniencia devaluarlo, es el caso cuando lo que adeuda a otros es más de lo que le adeudan a él, lo cual obviamente es más difícil de hacer con algo -oro en general - a lo que se ha concedido valor substancial.
De ahí que, en una segunda conjetura el dinero habría aparecido como medio perdurable de intercambio al que se le supone un valor intrínseco y que supone el fin del trueque. Una devaluación de un metal no puede efectuarse más que si deja de ser considerado auténticamente precioso por los que lo poseen, lo cual exige algo más que un mero acto administrativo.
En fin el dinero es asimismo concebible como depósito de valor. La función del dinero es aquí extraña. El dinero tiende a la acumulación, pero como esta acumulación sólo puede hacerse por mediación de la riqueza (el número de cabezas en una sociedad ganadera por ejemplo -en la lengua vasca rico -aberatsa- tiene la misma raíz que ganado- abere-), la acumulación de dinero pasa por el control de la riqueza ajena. La situación actual de la economía europea en la que los gestores del dinero controlan tanto la "riqueza" reducida a deuda- la casa en primer lugar- de los ciudadanos, como la deuda inmensa de los estados es un buen ejemplo. Ejemplo, señalaré de paso, que convierte en pura retórica la interrogación efectuada en el diario "Le Monde" por el presidente del partido Social- Demócrata aleman Sigmar Gabriel "¿Quien fija las reglas de juego de los mercados, los que especulan o la política?" La evidencia de la respuesta no hace sino más legítima la denuncia por el mismo Gabriel de la "democracia adecuada al mercado" de la señora Merkel que impide la existencia de "mercados respetuosos de la democracia". El problema es que a la hora de llevar a cabo está bienintencionada propuesta la disposición de los socialdemócratas parece bastante tibia.

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21 de marzo de 2012
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Ni milagro ni ciencia ficción

Describía  en la columna anterior el caso de una partícula A  que ha dejado propiamente de ser tal, como resultado de haber sido sometida a una medida de Bell junto a otra partícula B que se hallaba previamente entrelazada a una tercera C. Y tras referirme al proceso mediante el cual C hereda el estado perdido de A,  sostenía que todo esto  nada tiene que ver con las especulaciones en las que se complace la llamada ciencia ficción.

Indicaba en primer lugar que no se da   tele-transporte  de materia ni de energía, lo cual desde luego sería un envite considerable para cualquier concepción del orden natural. Entraríamos realmente en el terreno del milagro,  derrota definitiva para la idea misma de una ciencia física. Pero ciñéndonos a lo que sí es tele-transportado, a saber el estado por el que se hallaba determinada A, la polarización de un fotón por ejemplo, sólo hay tal cosa, o al menos sólo tenemos conocimiento de que la haya, gracias a algo que consideramos  de lo más natural (puesto que supone un transporte de masa o energía), a saber,  la información.

 Cabe en efecto demostrar matemáticamente que si  al  observador que se encuentra  en C no se le informa de  aquello que ha ocurrido entre los fotones A y B, si no se le dice  que estos han sido sometidos a una medida que les entrelaza, y que el resultado matemático de la misma es tal o tal, entonces... dicho observador no tiene modo alguno de constatar que C ha heredado el estado que antes correspondía a A.[1]

Ahora bien: tal información se efectúa de forma clásica, mediante fax, teléfono, paloma o mensajero humano. Medios todos ellos que suponen un transporte de masa o de energía,  y en consecuencia  obedecen a las leyes de desplazamiento por continuidad, las cuales recuperan así un protagonismo.

 


[1]             Ateniéndonos al caso de polarización de fotones, evocado en anteriores notas esta impotencia del observador no informado puede resumirse así. Supongamos para mayor sencillez que la polarización de A cuando tenía estado propio era horizontal. Tras la pérdida por A de su separabilidad, A y B quedan entrelazados en uno de los cuatro estados posible de Bell que tienen correspondencia en un estado separado susceptible de ser heredado por C. La probabilidad que tiene cada uno de los estados de ser el que refleja el entrelazamiento es la misma,  por consiguiente, también lo es la probabilidad de los estados posibles separables que hereda C. Dado el punto de partida, a saber que la polarización de origen era horizontal, los vectores separables posibles se reducen a horizontal y vertical.  Supongamos que el observador  Oc del fotón C,  fija una base ortonormal   +g -g  donde g  es un ángulo arbitrario, y midiendo C en tal base computa  la probabilidad de que salga +g o -g. Pues bien:

                Si no es informado del resultado obtenido en el entrelazamiento, la probabilidad es en ambos casos1/2,  lo cual no autoriza discriminación alguna.

                Si por el contrario Oc es informado del resultado del entrelazamiento, puede proceder a una transformación unitaria (es decir conservadora de la linealidad) que confiere a C exactamente la polarización que tenía A. En el  caso horizontal P (+g) =coseno cuadrado de g, P(-g)= seno cuadrado de g. En el caso de polarización vertical tendríamos P (+g)=  seno cuadrado de g, P(-g)= coseno cuadrado de g.

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15 de marzo de 2012
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Individualidad perdida…individualidad recuperada

El protocolo físico-matemático que conduce al fenómeno que tras las consideraciones cuánticas de la penúltima columna  quiero poner de relieve  consiste de manera sucinta  en lo siguiente:

Una partícula  A  (pongamos arriba a la izquierda del lector en la pantalla) se halla en un determinado estado cuántico, independiente del estado de dos partículas B, C (abajo a izquierda y derecha respectivamente) que se encuentran en la situación de entrelazamiento, evocada en la reflexión precedente, y consistente en  que  hay un estado  atribuible al sistema que ambas forman, pero no hay estados propios de cada una de ellas[1] 

          A                        

          B ------------C                                             

                          

Así las cosas, un observador procede a una medida llamada de Bell entre las partículas A y B, la cual tiene como consecuencia el entrelazamiento de ambas. Pues bien:  

Este segundo lazo tiene como resultado el liberar a C del vínculo con  B, emergiendo como partícula autónoma en un estado que (si se cumplen ciertas condiciones de información)...es el que tenía A.

Cabe pues decir que el estado de A[2] no se ha perdido, meramente se ha trasladado. Nótese sin embargo varios aspectos relevantes:

  • 1) Lo que se ha trasladado es el estado de la partícula, no ha habido traslado de la partícula misma, ni tampoco traslado de energía.
  • 2) Dado que la partícula A no se ha trasladado ¿cabe decir que sigue en su sitio? Desde luego lo que sigue en su sitio no es la partícula A, pues habiendo cambiado de estado y constituyendo este lo que la caracterizaba, no puede lógicamente decirse que sea la misma.
  • 3) ¿Cabe al menos decir que ha quedado en aquel sitio una partícula? Difícilmente, pues el cambio no ha sido de un estado propio a otro estado, sino de un estado propio a un estado entrelazado.[3], y siendo uno u otro estado propio lo que caracteriza a la partícula, cabalmente solo cabe afirmar que la que se daba ha desaparecido.
  • 4) La partícularidad ha sido recuperada en la antigua partícula C que antes se hallaba entrelazada y en consecuencia (en conformidad al punto anterior) antes de la herencia no constituía propiamente una partícula, aunque su distinta posición espacial respecto a B pudiera dejar entrever lo contrario. El sitio no es pues razón suficiente de la distinción. Viejo problema leibniziano que aquí no puedo sino mencionar.
  • 5) El estado de la partícula A ha sido, por utilizar ya la expresión popularizada, "tele-transportado" ¿Significa ello que ha pasado de un lugar a otro sin pasar por los lugares intermedios? Pasando por los lugares intermedios, es como se traslada la materia y la energía, y en general como se traslada lo que hay, cuando el verbo haber designa lo recubierto por la noción canónica de naturaleza, naturaleza obediente a los principios que, desde Aristóteles a Einstein, han sido considerados soporte del saber de los físicos. Podemos considerar las partículas A C como fotones y el estado de la primera como una bien determinada polarización. El traslado a C del estado de polarización que tenía A ¿se ha realizado pues, sin someterse a la paradoja de Zenón, sin estar forzado a recorrer previamente la mitad de la distancia y previamente la mitad de la mitad?

 Intentaré en la columna siguiente mostrar que la respuesta es más bien negativa y en todo caso poner claramente de relieve que todo esto en modo alguno invita a cuestionar el orden de la razón, sino en todo caso la acotación de la misma en ciertos principios y categorías considerados universales del pensamiento y del ser. De manera más precisa, intentaré mostrar que estas situaciones, paradójicas para la idea canónica de ciencia, nada tienen que ver sin embargo con la ciencia ficción.


[1]             Ejemplo preciso sería el caso de dos fotones determinados por su polarización. Dada una base de polarización con coordinadas  horizontal H y vertical  V, para  ciertos ángulos de polarización el vector que representa el sistema de ambos fotones es una suma de dos productos tensoriales que no hay manera de reducir a producto tensorial de dos vectores. Si consideramos que la polarización es en ese momento el criterio determinante de la individuación, ello equivale a decir que estamos ante una entidad global no reductible a yuxtaposición de individuos.

[2]             Determinado por la polarización, en el ejemplo de la nota  precedente.

[3]             En el ejemplo de las notas, habiendo el fotón pasado de un estado de polarización que le singulariza a un estado que solo tiene significación holística, es decir, que no es yuxtaposición de estados individuales o aun (en la jerga  técnica aludida) que no es  producto tensorial de dos vectores.  

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13 de marzo de 2012
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La esclavitud y la tragedia

La tragedia es  aquello en lo que los espectadores del teatro griego se reconocían, simplemente en razón de que tras la trama aparente traslucía algo  a lo que, en todos los casos, se halla confrontada la humanidad. En el escenario trágico se hacía presente  lo indisociablemente tremendo y magnífico de la condición humana; se recreaba la matriz de esa tensión, esa insatisfacción en lo dado, esa   exigencia subjetiva de romper límites que, en condiciones de libertad  conduce al hombre a bscar una fórmula que haga inteligible lo hasta entonces oscuro, a forjar  una frase nunca antes pronunciada o a generar  una forma nunca antes percibida.

Asumir el conflicto inherente al ser humano en toda circunstancia y que la agonía trágica representaba paradigmáticamente es algo que no puede confundirse con la mera lucha por la subsistencia. Las expresiones de lo cabalmente humana surgen, nos dice Aristóteles, cuando está resuelto todo lo relativo no sólo a la subsistencia, sino también al ornato de la vida; asegurado  pues  aquello que hoy denominaríamos dignidad del entorno, empezando por la propia casa.

Por ello en la Grecia que mantenía tremendas jerarquías sociales la frontera entre el hombre de condición humilde y el que por su situación de esclavo se hallaba deshumanizado, pasaba por hallarse o no excluido de la asistencia al teatro. Hace tiempo tuve ocasión de citar aquí el siguiente párrafo (los subrayados son míos)  del extraordinario libro de Max Pohlenz, La libertà greca:

La sociedad de formación natural ofrece al individuo no solo el espacio vital,  sino también un contenido de vida,. El campesino ático que cultivaba campos y viñas lejos de la ciudad, rara vez podía encontrar tiempo para asistir a la asamblea popular. Eso no quita que politicamente fuese no, digamos, de Maratón o Arcadia sino un Ateniense, tuviese el conocimiento que le permitía (en las elecciones importantes, que le concernían personalmente porque afectaban a todos) aportar su contribución de hombre libre. La ciudad de Atenas, además no era para él simple mercado para sus ventas y sus compras: allí sobre la Acrópolis dominaba Palas Atenea, que protegía con mano fuerte,su polis y a él mismo. Y ni siquiera el campesino más simple se descuidaba de asistir a las representaciones del teatro de Dionisos, gloria de su ciudad patria"

 

Es obvio que esta exigencia de una vida cabalmente humana, una vida sustentada en  la asunción de nuestra  condición indisociablemente festiva y  dolorosa es algo que  puede sonar a capricho, cuando no a sarcasmo, en un marco social en el que un trabajo mecánico de doce horas, siempre  bajo la inquietante amenaza  de la pérdida del mismo, es considerado un bien y hasta un privilegio.

El tiránico orden social que posibilita tal cosa no es in-humano (sólo los humanos son susceptibles de forjar prisiones físicas o espirituales) sino  literalmente des-humanizador,  una máquina para impedir que  los humanos sean cabalmente tales.

La tesis que estoy defendiendo es muy clara: el arte, la ciencia y la filosofía como fertilización conceptual de lo que en ambas prácticas se forja son algo de lo que nadie puede hallarse privado sin verse amenazado en su humanidad.

Por eso es tan urgente denunciar las teorías pragmáticas que presentan como  único bien al que colectivamente podamos aspirar la posibilidad de que una reducción de la amenaza laboral alivie un tanto el ofensivo terror al que los trabajadores se ven sometidos. Hemos de denunciar lo insoportable de la situación laboral actual, porque reduciendo a los humanos a la esclavitud, impide precisamente la asunción de la condición trágica en la que consiste el ser ciudadano. Es simplemente insoportable que la dialéctica trabajo embrutecedor- pavor a perder tal vínculo esclavo se haya convertido en el problema subjetivo esencial, en el problema mayor de la existencia

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8 de marzo de 2012
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Crescendo cuántico: falso lugar propio

Ya he señalado que tras el teorema de Kochen-Specker, sostener que hay un mundo  objetivo e independiente del sujeto que lo percibe y lo mide solo, sostener en suma lo que algunos toman por evidente, solo puede hacerse a un elevado precio filosófico, a saber:  aceptar que las  partículas elementales de tal mundo se comportarían de manera equivalente a lo que supondría que la magnitud de una cosa cambiara según que su  color fuera blanco o negro. 

Por otro lado, del teorema que lleva el nombre de John Bell se infiere que el resultado de la medición de la propiedad de una determinada partícula  puede verse alterado por  el hecho de que se efectúe una medición en una segunda partícula situada a gran distancia. Si tal cosa ocurre, obviamente el destino de ambas partículas se hace indisociable, lo que se expresa diciendo que ambas están entrelazadas, sin que sea óbice para ello la distancia espacial que mantienen: su diferente lugar no las hace independientes mutuamente, de lo cual la expresión no localidad.  

El asunto se hace  por así decirlo barroco e incrementa su peso filosófico  con un teorema más reciente (que tuvo asimismo verificación experimental) en razón del cual dadas dos parejas entrelazadas A-D, B-C, un nuevo entrelazamiento, esta vez  entre A y B provoca la disolución de los antiguos lazos y un entrelazamiento entre D y C. De lo cual la expresión consagrada "trueque de entrelazamientos"(Entanglement Swapping). Misteriosos asuntos desde el punto de vista de la visión convencional de la naturaleza y que fortifican en la idea  de que toda  reflexión sobre las determinaciones de la Physis pase hoy por la elucidación del peso de los evocados teoremas,  que parecen destruir la esperanza de reconciliar  la ciencia más determinante de nuestro tiempo con los presupuestos filosóficos de nuestra visión del mundo

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6 de marzo de 2012
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El Boomeran(g)
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