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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Asuntos metafísico 5. Una traza en el tronco de un árbol

El hecho, indiscutible desde la teoría de la relatividad,  de que el espacio tridimensional, vacío y sin límites   carece  de realidad física no impide  que la intuición de tal espacio  tenga un enorme peso en nuestra configuración del  mundo, no impide que  pueda  ser considerado como una especie de universal antropológico posibilitador, entre otras cosas,  de la intuición de la geometría euclidiana,  esa geometría que hemos aprendido en la escuela y que para casi todos constituye de entrada pura y simplemente la geometría. Se establece así una suerte de doble verdad: verdad es que el mundo responde a métricas no euclidianas, pero verdad es también que, para algo tan importante como nuestro comercio con él, el  mundo es perfectamente euclidiano.

Hay muchos otros ámbitos en la intersección de la ciencia y la filosofía donde esta polaridad entre hipótesis de la razón y anclaje en nuestra percepción ordinaria de las cosas. ¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide  aparentemente  con la mía? Respecto a esta pregunta que en una columna anterior formulaba,  en ocasiones me he referido aquí a John Bell, el físico cuyo teorema fue el más duro golpe para los principios clásicos a los que se aferraba Einstein, en particular el principio de realismo, que afirma precisamente  la existencia de un  mundo sometido a leyes  con independencia de que se dé o no un sujeto conocedor del mismo. Pues bien, el subversivo (en términos de principios ontológicos) John Bell  es, sin embargo, el autor de la siguiente  declaración:

«Desearíamos poder tener un punto de vista realista sobre el mundo, hablar del mundo como si realmente estuviera ahí cuando no es observado. Yo ciertamente creo en un mundo que estaba ahí antes de mí, y que seguirá estando ahí después de mí, y creo que usted forma parte de ese mundo. Y creo que la mayoría de los físicos adoptan este punto de vista cuando se los pone contra la pared (when they are being  pushed into a corner ) Hay en  esta afirmación un aspecto emotivo: el gran físico nos dice que cuando la interrogación filosófica aprieta, la respuesta realista sería pese a todo preferible. Cabe también citar a Alain Aspect,  el físico que completó  en el plano experimental el teorema de Bell, contribuyendo así   a que éste tenga el enorme peso filosófico que se le confiere:

"Estoy convencido de que  el físico elige hacer física porque piensa que el mundo es inteligible. Creo que el físico, a priori, cuando  imagina su vida de físico se ve como  alguien exterior que va a abrir el reloj para ver lo que pasa en el interior. Creo que, más que nadie, el físico tiene esta creencia ingenua, espontánea, de que existe un mundo independiente de él y que su papel es de descubrir la manera cómo funciona este mundo...el ideal en principio es que el mundo funciona y se halla ahí aunque el observador no se encuentre".

Sorprendentes afirmaciones en boca de científicos  que   han contribuido  en gran medida a laminar los principios de realismo y de contigüidad (según el cual una acción sobre un objeto A separado de un objeto B no tiene efecto  sobre este,  al menos  de que haya entre ellos una cadena de objetos C, D, etc.,  en contacto, de tal forma que el efecto no es nunca instantáneo). Principios   tan caros a un   Feyman, cuando afirmaba que una onda sonora deja un resto- por ejemplo una traza en el tronco de un árbol aunque nadie lo haya escuchado. Reto para la metafísica es que la ciencia natural, de la que ha de nutrirse necesariamente, haya llegado a poner en entredicho esta apuesta de Feyman, lo cual como veremos conducirá  a actualizar  la  reflexión sobre  si el hombre es o no la medida de todas las cosas.

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27 de agosto de 2013
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Asuntos metafísico 4. “libres de preguntarle a la naturaleza”

Un eminente físico de nuestros días, a cuyo nombre se asocian experimentos de un tremendo peso a la hora de  intentar entender realmente los mecanismos que rigen el orden natural, confesaba  su ignorancia en relación a algunos  de las referencias clave de la historiografía  filosófica., entre ellas algún pensador pre-socrático del que (tras la   vacua información recibida en los años escolares) había olvidado casi hasta el nombre. Ello no  fue óbice para que se sintiera inmediatamente interesado cuando se le dijo que las preocupaciones  del pensador griego no eran muy alejadas de sus propias reflexiones   sobre las consecuencias de sus  descubrimientos  en física, y que con una suerte de inocencia le llevan a responder a una interlocutora: "Me gusta decir, que hay dos libertades: nuestra libertad y la libertad de la naturaleza. Nosotros somos libres de preguntarle a la naturaleza lo que queramos, pero la naturaleza también tiene la libertad de darnos las respuestas que quiera, sin olvidarnos que nuestra pregunta limita las posibles respuestas que la naturaleza puede darnos".

Lo que homologa al físico austriaco  Anton Zeilinger con algunos de los pensadores de la Grecia presocrática es de alguna manera la manera ingenua de abordar las cuestiones más tremendas, las cuestiones literalmente metafísicas,  convencido como está de que "siempre es más importante la pregunta de nuestros hijos que nuestra respuesta",  y siendo obvio que tras el niño que se interroga no se esconde la motivación del erudito

El planteamiento ingenuo de interrogaciones está mal considerado por el mundo cultural y desde luego por el académico. Se ha instalado subrepticiamente la idea de que para tener derecho a avanzar  alguna de las interrogaciones que ocupan a filósofos,  científicos, artistas,  o  a todos a la vez, hay ya de entrada que estar bien informado. Más que ser una persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno, se exige de entrada ser una persona culta y hasta una persona erudita. Esto alcanza, desde luego, al mundo académico: un especialista en genética, por ejemplo,  no sólo se siente incompetente para emitir una opinión sobre algún interrogante de interés  general pero  técnicamente objeto de la  física, sino para formular el interrogante mismo, siendo obviamente cierta la recíproca, es decir, el temor a meter la pata del físico tratándose de uno de los abismos filosóficos a los que conduce la genética.

Se presupone que la información ha de preceder a la interrogación...incluso tratándose de las interrogaciones más  universales, cuya temática concierne a todos y cada uno de los humanos (otra cosa es que-como hemos visto-  se hayan visto forzados a repudiar de sus vidas tales interrogaciones). Ante este estado de cosas, se impone tomar posición:

Cabe eventualmente sentirse abrumado por la complejidad de los instrumentos con los que  especialistas  de una u otra materia (también curiosamente los filósofos, que no son especialistas de materia alguna, aunque deban alimentarse de muchas) abordan ciertos problemas cuyo origen es sin embargo muy elemental, pero no hay en absoluto que sentirse abrumado ante la cuestión misma, que no sólo todo el mundo está en condiciones  potenciales de abordar, sino que probablemente ya  ha abordado alguna vez. La formulación de una interrogación cabalmente filosófica nunca puede ser sofisticada en los términos. Ejemplo:

 ¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide  aparentemente  con la mía? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas  y han sido esgrimidos como armas por algunos de los científicos más importantes del siglo veinte...pero la pregunta sigue siendo sencillísima y todo el mundo es susceptible de sentirse interpelado por la misma,  hasta el punto quizás de que, si su vida material y social se lo permitiera, acuciado por tal interrogación, empezaría a ahondar en los escritos eruditos, y se dotaría de los argumentos  para entenderlos. Disposición de espíritu por la cual la erudición misma alcanzaría un sentido, pues se mostraría como instrumento para lo que realmente importa y no como fin en sí. Reitero la tesis, clave en esta reflexión: la información es no sólo válida, sino imprescindible cuando constituye un  arma para abordar un objetivo esencial; pero disponer de información por el hecho de estar informado  no tiene más interés que el que tiene para un saco estar lleno de patatas o de piedras. Pero el espíritu humano no es un mero recipiente, esa tabula rasa   a la que se refiere críticamente Steven Pinker. El espíritu humano es una estructura en la que se articulan  múltiples facultades que pugnan por desplegarse y el primer objetivo ha de ser precisamente el  de vencer la inercia que impide tal despliegue.

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22 de agosto de 2013
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Asuntos metafísico 3. En libertad… el mundo asombra

"Pues sólo cuando las necesidades de la vida y las exigencias de confort y recreo estaban cubiertas empezó a buscarse un conocimiento de este tipo, que nadie debe buscar con vistas a algún provecho" decía un párrafo del texto de Aristóteles que antes citaba.
Si la subsistencia en un entorno digno no se ha logrado o se halla amenazada, cabe que se convierta en el objetivo principal que mueve al espíritu, y entonces el animal humano queda mutilado no sólo en su capacidad de conocer y simbolizar, sino muy probablemente también su capacidad de amar, si por amar se entiende inclinación a superar la barrera respecto a aquel en quien se ha reconocido otro representante la propia humanidad. Y obviamente todo aquello que se engloba bajo los términos genéricos de artístico, narrativo o poético queda fuera del horizonte, salvo en modalidades caricaturescas, que suponen ya una degradación del uso mismo de esos términos. Por ello, hacer propia esta tesis de Aristóteles conduce inevitablemente al combate político.
Supongamos pues que efectivamente las cuestiones de subsistencia no son ya una preocupación de los humanos. Supongamos asimismo que cada uno de nosotros tiene garantizado un entorno decente para proseguir su vida: un entorno salubre mas también un entorno armonioso, un entorno que responde a la exigencia de ornato inscrita en nuestra condición natural. Se hallaría así en situación de pensar... libremente, es decir, no sometiendo al pensamiento a otras obediencias y finalidades que las que impone el propio pensamiento. El pensamiento es sin duda tensión, pero en el individuo humano no domesticado o reducido se trata de una tensión natural. Piénsese en que también para el águila es tensión el volar, sin que por ello renuncie a hacerlo...salvo obviamente cuando las fuerzas le abandonan.
El niño, señalaba, plantea sorprendentes interrogaciones sobre aquello que le llama la atención, es decir que le deja estupefacto, el niño responde así a una exigencia que hace de él un filósofo, de atenernos a lo que Aristóteles describe como situación de arranque de la filosofía. Tal situación de estupefacción o asombro conduce a interrogaciones muy diversas, algunas concernientes a la moralidad y las costumbres, otras relativas a números o entidades abstractas como las figuras geométricas, mas también, y quizás en primer lugar, a preguntas relativas a lo denominado por los griegos physis, que nosotros vertemos por naturaleza, cuestiones vinculadas a los grandes fenómenos, astrales por ejemplo, y la regularidad que presentan.
Es necesario enfatizar el hecho de que esta disposición interrogativa no es en absoluto consecuencia de que el espíritu ha sido previamente enriquecido con datos informativos. La erudición no es el punto de arranque de la interrogación sino más bien al contrario: se buscan datos en razón de la inquietud interrogativa. Asunto este sobre el que vale la pena detenerse.

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20 de agosto de 2013
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Asuntos metafísicos 2. Lo que impide pensar…

"Teniendo como particularidad de su especie esas facultades que son el lenguaje y la razón, el animal humano se realiza cuando las despliega y fertiliza, por ejemplo forjando metáforas o sintetizando fórmulas", sostenía al final de la columna anterior.
Mas entonces ¿por qué una persona puede llegar a sentir que el pensar no va con ella, qué sólo en la inercia, las costumbres, los hábitos y los elementales placeres a ellos asociados tiene sentido su vida? ¿Hay en el individuo humano una debilidad intrínseca que le mueve a ceder, a renunciar al esfuerzo que el pensamiento exige, repudiando así su propia condición específica? La hipótesis es más bien que esta astenia, este polo negativo en cada uno de nosotros, tiene raíz, cuando menos parcial, en una estructura social de la que todos somos partícipes, en un dispositivo creado por el hombre pero convertido en una máquina de deshumanización, en un generador de circunstancias que conducen a una situación mutiladora.
La pérdida en individuos de la inclinación a actualizar las facultades de las que están dotadas por naturaleza no es exclusiva del animal humano. También hay lobos no inclinados ya a alcanzar presas, aves rapaces que apenas alzan el vuelo, y caballos que, aun levantada la barrera, no iniciarían ya el galope. Y tampoco los individuos que representan a estas especies quebradas han llegado a esta condición espontáneamente, sino a través de un proceso no sólo de domesticación sino de transformación mutiladora. Paradigma d ello es la conversión del lobo (que aun el perdura en el perro que ayuda al hombre en sus tareas de caza o de vigilia) en el animal casi ya desprovisto de rasgos específicos, esa asténica sombra que es tan a menudo el pet de los hogares americanos.
Tratándose del ser humano, el mecanismo social que hace desaparecer de su horizonte, de su ámbito cotidiano de vida, el objetivo de desplegar la potencialidad de pensar y simbolizar empieza muy a menudo en la educación elemental, reducida a instrumento para objetivos como el de "conseguir ventajas competitivas en el mercado global", objetivo erigido (concretamente en nuestro país) en máxima explícita por el legislador.
Visión ciertamente totalmente alejada tanto de la concepción platónica según la cual la función de la educación es fertilizar las facultades del niño, no substituirse a ellas. Lejos asimismo del objetivo de incentivar ese "ardiente deseo de toda mente pensante" a hacer el mundo inteligible, objetivo que el físico Max Born consideraba como el auténtico motor de la ciencia, y en consecuencia de la educación científica.
Es bien sabido que la actitud interrogativa que caracteriza a los niños a menudo, desconcierta y hasta irrita a los mayores. Por supuesto que, muy frecuentemente, tal actitud no refleja sino un interés trivial por asuntos perfectamente contingentes. Pero, haciendo una criba suficientemente fina, en el discurso del niño cabe percibir el meollo de alguna de las interrogaciones más elementales, y a la vez más radicales, a las que se enfrenta la humanidad. De ahí que luchar contra las trabas sociales que mutilan esta potencialidad del niño constituya la primera de las exigencias éticas.
De todo aquello en lo que pueda jugar un papel el nivel educativo, nuestros legisladores privilegian "la capacidad de competir con éxito en la arena internacional". No parece pasarles por la cabeza la posibilidad de una ordenación social en la que el ciudadano no esté determinado por la necesidad de abrirse pasos a codazos con el fin de alcanzar esas ventajas competitivas de las que la educación sería instrumento.
Mas la tesis de que las bases de este horizonte social en el que nos desenvolvemos son tan inevitables como los principios que rigen el orden natural, y por eso sería absurdo luchar contra ellas, tiene como corolario el que nunca se dará la situación en que para los ciudadanos en general, y no tan sólo para un sector o una élite, "esté resuelto lo relativo a la naturaleza y al ornato de la vida". Condición esta que Aristóteles situaba como necesaria para que se desplegara el pensamiento y en general todo aquello que es fundamental para la existencia específicamente humana. Transcribo las líneas clave de este texto cuya lectura tantas veces ha vivificado la irreductible exigencia de libertad.
"...Pues los hombres empiezan y empezaron siempre a filosofar movidos por el asombro. Al principio su asombro es relativo a cosas muy sencillas, mas poco a poco el asombro se extiende a más importantes asuntos, como fenómenos relacionados con la luna y otros que conciernen al sol y las estrellas y también al origen del universo. Y el hombre que experimenta estupefacción se considera a sí mismo ignorante (de ahí que incluso el amor de los mitos sea en cierto sentido amor de la sabiduría, pues el mito está trabado con cosas que dejan al que escucha estupefacto). Y puesto que filosofan con vistas a escapar a la ignorancia, evidentemente buscan el saber por el saber y no por un fin utilitario. Y lo que realmente aconteció confirma esta tesis .Pues sólo cuando las necesidades de la vida y las exigencias de confort y recreo estaban cubiertas empezó a buscarse un conocimiento de este tipo, que nadie debe buscar con vistas a algún provecho. Pues así como llamamos libre a la persona cuya vida no está subordinada a la del otro, así la filosofía constituye la ciencia libre, pues no tiene otro objetivo que si misma".

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13 de agosto de 2013
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Asuntos metafísicos 1. El legado de andrónico de rodas

Preliminar

 

Retomo a partir de esta columna, y durante un tiempo ilimitado, asuntos ya parcialmente  tratados y que ahora presentaré de tal  manera que   el conjunto  pueda llegar a constituir una ordenada introducción a ciertos problemas fundamentales de la filosofía, asuntos que cabe tildar de metafísicos, siempre que el calificativo sea liberado  de  connotaciones con las que desgraciadamente se ha visto en ocasiones recargado. No se trata pues de plantear temas nuevos sino de corregirlos y ensamblarlos. Durante las entregas primeras intentaré sobre todo ilustrar  la disposición de espíritu que cabe tildar de "metafísica", y a un momento dado iniciaré un tratamiento sistemático. Se impone en primer lugar una consideración sobre  el origen del término "metafísica",  algo trivial quizás  para los estudiantes de filosofía, pero que no es ocioso reiterar (ya he hablado aquí sobre ello),  entre otras cosas porque estas reflexiones no están exclusivamente destinadas a los mismos.      

                                                                      ***

 Andrónico de Rodas, peripatético que  vivió en el siglo I antes de Cristo y ordenó con espíritu sistemático las obras de Aristóteles, se encontró con una serie de escritos sin nombre, lo que dificultaba su catalogación.  Mas al considerar el contenido y apercibirse   de que para su intelección cabal era conveniente  leer antes  los escritos  aristotélicos relativos a cuestiones de física,  Andrónico denominó al conjunto con la frase "de los [libros] que  vienen tras-meta- los de   física"  

Así pues, Metafísica es, sino ante todo, al menos de entrada, aquello que designa como tal ese recopilador griego de las obras de Aristóteles, a saber, una vía en la  que conviene  introducirse con las alforjas suficientemente provistas de datos procedentes de la ciencia física. Esto es lo que hay que retener, aunque obviamente la cosa puede hacerse más compleja y alcanzar incluso extremada sofisticación. Sofisticado es, por ejemplo, el conjunto de reflexiones que Martin Heidegger reúne bajo el título precisamente de  ¿Qué es metafísica?, a las que ya me he referido aquí. Recordaré lo esencial de su enfoque:

Heidegger nos anuncia que se dispone a abordar una pregunta metafísica concreta. Buen comienzo parece desde luego: no andarse por las ramas, enterarse de lo que es nadar en la propia lucha por no quedar sumergido. Sin embargo el autor nos dice que se impone un preliminar: "Nuestro propósito es comenzar con el despliegue de un preguntar metafísico, elaborar después dicha pregunta y terminar con su respuesta".  ¿Qué es un preguntar metafísico? Sugiero  al lector  seguir los meandros del propio texto  de Heidegger,  del que hay en Castellano al menos  una excelente traducción,  y prosigo en el asunto por mi cuenta:

Un preguntar metafísico es desde luego, entre otras cosas la focalización sobre  interrogantes que siempre han acompañado al pensamiento y que  siguen torturándolo, ya sea porque  nunca  han sido  aclarados, ya sea  porque la aclaración no ha hecho más que provocar nuevas perplejidades .

Obviamente  "metafísico" es también un preguntar sobre aquello  que de novedoso, y a la vez determinante  para la vida de este singular animal que constituimos,  haya podido surgir en nuestro tiempo. Y hay desde luego que pensar aquello que impide asumir la actitud que acabo de esbozar: hay que pensar aquello que impide pensar  y, en la medida de lo posible, hacer de esta reflexión un arma que contribuya a eliminar esa restricción.

Parece incluso necesario enfatizar la importancia de este último extremo, pues lo que impide pensar es una calamidad para los intereses de nuestra especie, por no decir el mal mayormente atentatorio para ella.  Sigue en efecto habiendo  razones para  suscribir enteramente la sentencia con la que Aristóteles abre precisamente el primer libro del conjunto de escritos denominados "Metafísica", según la cual pensar, pensar con toda radicalidad, constituye una exigencia inscrita en la naturaleza humana, y en consecuencia concierne a todos aquellos que participamos de la misma.  Cada ser humano desea que se actualice su condición natural en el acto de pensar, es decir, en el acto  de   subsumir  las cosas bajo conceptos y de explorar las posibilidades de las palabras de las que esos conceptos son polo constitutivo. Y ello, como ya he tenido ocasión de sostener aquí mismo,  al igual que  el  águila tiende a volar o el caballo tiende a galopar. Teniendo como particularidad de su especie esas facultades que son el lenguaje y la razón, el animal humano se realiza cuando las despliega y fertiliza, por ejemplo forjando metáforas o sintetizando fórmulas.

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6 de agosto de 2013
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El sentir del hablar

Citaba hace un tiempo el siguiente párrafo de Karl Marx relativo a la sociedad que surgiría de la abolición positiva de la propiedad privada:
"los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación. Además de estos órganos inmediatos se constituyen de este modo órganos sociales, en la forma de la sociedad; así, por ejemplo, la actividad inmediatamente en sociedad con otros, etc., se convierte en un órgano de mi manifestación vital y en modo de apropiación de la vida humana"
Cabe enfatizar en este texto la referencia a órganos sociales que trascienden y enriquecen los órganos sensibles inmediatos y que, al igual que estos, tienden a actualizar toda su potencialidad. Añadiré por mi parte que concreción y testimonio de esta aspiración irreductible a la individualidad es simplemente la inclinación a hablar, y sobre todo la aspiración a que el lenguaje se despliegue en plenitud. Pues aunque uno pueda "hablar consigo mismo", aprender a hablar no es posible sin intrínseco lazo con otro ser de palabra, lazo que refleja toda la entera articulación del lenguaje. De nuevo esa afortunada expresión de Steven Pinker, de nuevo el "instinto del lenguaje". Dar todo su peso a la exigencia de hablar con plenitud, presente en todos y cada uno de los seres humanos, es lo que en realidad designa ese proyecto de "actividad inmediatamente en sociedad con otros", esa apuesta por la "apropiación de la vida humana" a la que el pensador se refiere.

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30 de julio de 2013
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La matriz del odio

Leo ("Le Monde Diplomatique Julio 2013) un impresionante informe del profesor Vicenç Navarro sobre los orígenes de la conmoción económica actual, en el que se describe la rebelión del poder contra el compromiso, trabado en los años de posguerra, entre la defensa de los intereses del capital y la defensa de los intereses del trabajo, el cual había permitido que lo globalmente percibido por el trabajador (salario directo más beneficios sociales) aumentara paralelamente a la productividad. Puesto en cuestión desde principio de los ochenta, el pacto quedaría tocado de muerte desde la caída de la Unión Soviética, aunque el ataque se disimulara por la necesidad de subvencionar la reunificación alemana que exigió aumentar el déficit público y generar una dinámica de endeudamiento, primero en la propia Alemania y después en toda Europa, mediante el expediente de esa "alemanización de los intereses monetarios" que supuso la creación del Euro.
Este endeudamiento habría a lo largo de unos años disimulado que la batalla la iba ganando el capital, y las cifras que da el profesor Navarro son escalofriantes: "Durante el período 1981-2012, el descenso de las rentas del trabajo fue de un 5.5 en Alemania, un 8.5 en Francia...y un 14.6 en España". Naturalmente para que esto pudiera ocurrir la forma de terrorismo consistente en disciplinar a los trabajadores con la amenaza del paro fue un ingrediente clave. De tal forma que el desempleo, lejos de ser una maldición para los gestores, del capital es un arma indispensable...que obviamente puede conducir a la explosión del sistema. Bastaría quizás con que los trabajadores alemanes empezaran a sumir las consecuencias de que "tienen más en común con los trabajadores de los países GIPSI [acrónimo que al incorporar a Italia vendría a sustituir al "ocurrente" PIGS] que con su establishment financiero y exportador". Obviamente, tras los alemanes habrían de incorporarse a la causa los trabajadores del norte de Italia y los de Cataluña o Finlandia...
¿Y entretanto? Simplemente la guerra fratricida, el rechazo a la otra víctima, sustituyendo a la lucha contra el capataz propio (y digo "capataz", porque aquí efectivamente nadie tiene el mando, lo cual, aunque exime de responsabilidad a los que parecen tenerlo, no por ello les hace menos viles). En el ínterin... simplemente la obediencia, obediencia que alimenta la matriz del odio.

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25 de julio de 2013
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“Nunca hubo tanto odio”

Los que, en apariencia al menos, tienen cierto mando sobre nuestros destinos, gestores de la finanza en primer lugar pero también las vacas sagradas de la ciencia económica, mantienen en ocasiones serias discrepancias sobre cómo ha de ser pilotada la nave de cada una de las grandes zonas económicas del planeta. Así frente a la invitación de Georg Soros para que Alemania asumiera claramente el mando en la Eurozona, el economista alemán Hans Werner Sinn afirmaba taxativamente ya hace casi un año en Inglaterra "Germany should not lead in Europe". Sinn se ha mostrado en muchas ocasiones escéptico en relación a la moneda común, y desde luego soy, como casi todo el mundo, incapaz de seguirle en las razones técnicas que esgrime, no digamos ya de responder a la pregunta sobre qué está defendiendo con sus tomas de posesión, en la empantanada guerra de los intereses grupales. Sin embargo una declaración suya en el foro económico de Mandeburgo, de la que se ha hecho eco la prensa económica, apaga el alma por su pavorosa lucidez. A su juicio "nunca como ahora hubo tanto odio en el seno de Europa", lo cual sería una muestra fehaciente del fracaso de un proyecto que en teoría realizaría el sueño (esencialmente social-demócrata) de una confraternización sin precedentes entre los europeos. ¿Nunca tanto odio? Quizás sea exagerado, no estamos en la Europa de esa guerra en la que "al llegar la primavera ya sólo florecen tumbas", pero en todo caso nunca probablemente hubo tanto desprecio. Desprecio que puede ser tanto más afirmado de manera explícita cuanto que la canalización de la energía hacia la confrontación entre enteras comunidades es la vía adamantina para impedir (provisionalmente al menos) que se restaure el objetivo fraternal de apuntar a la auténtica matriz de esta gangrena.

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23 de julio de 2013
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…en la misma montaña

El paleontólogo Eudald Carbonell co-director de Atapuerca reitera en una entrevista en un diario barcelonés su convicción de que un día los humanos nos comportaremos respondiendo a intereses de la especie, en lugar de responder a meros imperativos de subsistencia individual o de conveniencia grupal. Ese día las diferencias contingentes ("color de piel, lugar de nacimiento") serán variables secundarias, de tal manera que -cabe decir- la humanidad empezará a sentar las bases de su realización. La humanidad que nosotros constituimos...y algo más, pues como ya he tenido ocasión de comentar aquí mismo, el descubrimiento de que el genoma de hombre de Neandertal presenta la misma mutación en el gen FOXP2 que en homo sapiens constituye una de las condiciones de la articulación lingüística, hace que -sin subordinar lo esencial- la causa del hombre pueda hoy entenderse como causa de todo un grupo de homínidos. Todos aquellos cuando menos que (marcados por el hecho determinante de la techne) comparten con nosotros, "capacidad de socialización, herramientas, vida en grupo", de tal manera que a la pregunta "¿qué le gustaría encontrar en Atapuerca?" Carbonell puede dar la bella respuesta siguiente: "Ya tenemos Homo erectus, Homo antecesor, Homo heidelbergensis...y ahora me gustaría hallar un neandertal y así reunir a todas las humanidades en la misma montaña".

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18 de julio de 2013
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Solo los comunistas

En medio de la algarabía mediática que acogió la caída del muro de Berlín, toda voz no ya discordante sino prudente respecto a la significación de los acontecimientos lo tenía verdaderamente difícil, y un reiterado argumento bastaba para acallarla: derribar aquel muro significaba socavar por fin el estalinismo, con su cortejo de deportaciones, fusilamientos y paranoica vigilancia de la población civil en la que había caído el régimen soviético. Nadie se preguntaba por las causa de aquella brutal desviación respecto a los idearios de la Revolución de Octubre. No cabía entonces siquiera aventurar la hipótesis de que la tiniebla era resultado de condiciones exteriores al ideario mismo, que la negativa relación de fuerzas que había hecho imposible la universalización de la revolución se hallaba en la base de la conversión de un proyecto de dignificación de la entera humanidad en efectiva sumisión de una parte de esa humanidad.
Sin embargo, mientras se repetía una y otra vez que el muro derrumbado era el símbolo de la conquista por el mundo de la libertad (¡ni más ni menos que de la libertad!) no faltaron los aguafiestas. Alguno se atrevió a conjeturar que si la caída del bloque soviético era quizás liberadora para una fracción de las poblaciones de los llamados países de Este, estaba por ver si era bueno para los trabajadores, e incluso para una parte de la clase media de los países llamados occidentales. Se estaba sugiriendo simplemente que, abolidos los principios de la Revolución de Octubre e invertida la relación de fuerzas entre los países del llamado socialismo real y los países capitalistas... las bases del proyecto social demócrata no tardarían en ser laminadas. Pues bien:
No fue necesaria la actual crisis para cerciorarse de lo acertado de aquel temor. Tras un tiempo de forzada transición (debida entre otras cosas a la necesidad de cerrar el ciclo histórico, unificando Alemania bajo el mirífico paraguas de la construcción de Europa) lo real, la verdad del régimen social llamado de libre mercado, ha emergido en toda su crudeza, despertándonos de la ensoñación. Una máquina que nadie controla, surgida sin duda del ser humano, pero indiferente a la causa del hombre, y hasta enemiga de la
misma, se ha impuesto. Esta máquina genera situaciones sociales que hace un cuarto de siglo nadie podía prever que se darían en nuestro horizonte; genera la pauperización de un enorme sector de la población y con ello toda una secuencia de corolarios, inevitables en ausencia de resistencia, dificilísima resistencia que pasaría en primer lugar por asumir la tremenda contradicción en la que nuestra existencia social hoy se desenvuelve.
Y así en esta Europa que se presentaba como un ámbito de reconocimiento mutuo de las culturas y las lenguas que forjan los pueblos, se desata desde hace años una tormenta casi sin precedentes de desprecio y resentimientos. Desprecio y resentimiento gestionados por políticos que ni siquiera cabe calificar de oportunistas, por tratarse de meros comparsas de ese invisible Señor que recibe el nombre de mercado. Y así, mientras se iban fraguando para designar a países enteros acrónimos tan trivializados como intolerables, en el seno de esos mismos países se desencadenaba una tremenda lucha, no por reivindicar la dignidad colectiva, sino por intentar escapar aisladamente al vocablo despectivo de turno, considerado justo tratándose del vecino del Sur más o menos inmediato, pero obviamente injusto cuando se lo aplican a uno mismo.
Y como el resentimiento se nutre tanto de triunfo como de fracasos, el despreciado encuentra argumentos ad hoc para descalificar al otro, sea por lo pretendidamente provinciano de su cultura o su lengua, sea por lo intrínsecamente mezquino de su
fenotipo social. Los eslóganes forjados hace precisamente veinte años `por el sórdido Bossi se generalizan. Su "SPQR...sono porchi questi romani", con el que desencadenaba las carcajadas del auditorio "liguista" ( cargado de sentimiento cívico falso pero odio auténtico ) se convierte en la expresión local del acrónimo de los pigs, a la par que la vaca padana es clonada por doquier en esa vaca que cada uno aspira en su triste ombliguismo a defender.
Y en lugar de resistencia contra el mal, se produce un desgarro en el seno de la ciudadanía, concretamente en España ( de momento en el orden de los símbolos) dónde nos despellejamos por las patrias o por lo aleatorio de un resultado deportivo, perpetuándose así la explotación, la genuflexión y el miedo. Todos contra todos y el capital a la vez omnipresente y agónico aspirando la poca sangre de esos pueblos confrontados. Y mientras los forzados por doce horas de trabajo ven como enemigo al que está obligado a aceptar aun dos horas suplementarias de esclavitud, el hablante de una lengua ve como enemigo al hablante de otra, sometiendo así a una suerte de selección (que nada tiene de natural) aquello que en su diversidad es epifanía de la matriz que hace a la humanidad.
En la Europa de los años en los que la actual calamidad social, la conversión en pesadilla de la ensoñación social-demócrata, aun no se daba, sólo los comunistas veían que tal sería el destino de nuestras sociedades si el ideario de la revolución de octubre fracasaba. Sólo los comunistas tenían claro que, en la sociedad sometida a la lógica del capital, el criterio del provecho es inevitablemente la medida de todas las cosas, siendo entonces imposible que pueda cumplirse el destino de la humanidad, a saber la lucha por la realización en cada uno de las potencialidades que nos corresponden como individuos de una singularísima especie, esa asunción del problema global de la existencia evocado por Marx al final de sus Manuscritos del 44.
Por atenerse a nuestra historia, sólo los comunistas encontraban en la España del túnel franquista, (como siguen encontrando ahora) insoportable que la energía que habría que concentrar en la etapa previa (la liberación de las cadenas sociales) a la confrontación que nos hace hombres, fuera canalizada hacia querellas de cuyo desenlace positivo nada realmente cabe esperar, aunque el desenlace negativo sea causa de frustración sin medida. Y desde luego sólo los comunistas denunciaban con radicalidad las tentativas de jerarquizar las diferencias de cultura y procedencia, unificando en las zonas fabriles la defensa de los inmigrantes de la España rural y la defensa de la cultura y la eventual lengua autóctona.
Mas si en la confrontación actual de todos contra todos, favorable tan sólo a los intereses de una maquinaria desalmada, alguien osa denunciar en nombre de los principios de una u otra manera reivindicados por los comunistas, se le objetará de inmediato que el estalinismo del pasado le priva de toda legitimidad respecto a la denuncia del presente y se le comparará al fascista o al franquista, haciendo insoportable amalgama entre lo que supone una tragedia de la humanidad ( el fracaso del noble ideario que movía a la Revolución de Octubre) y lo que constituye desde su misma raíz un proyecto de doblegamiento de esa misma humanidad.

Cuando en mayo de 1949 el ejército revolucionario chino se ampara de Shangai, considerada el templo financiero del país, se encuentra en la ciudad Robert Guillain, periodista francés desaparecido en 1998 y que cubría los acontecimientos para el diario Le Monde. Robert Guillain transcribe en su crónica la reacción de un anciano francés a quien los comunistas aterraban, y que contempla emboscado como toman rápidamente el control. El francés empieza a llamar marcianos a los recién llegados , y ello en razón de que, tratándose de soldados ocupantes, resulta que "no hacen pillajes, no violan y no roban". Y tanto más marcianos se le antojan a aquel hombre, cuanto que por lo paupérrimo de su aspecto y lo frágil de su equipamiento militar, todo hacía pensar en descontroladas bandas: "Uniformes desteñidos, color zumo de hierba, viejas ametralladoras: es un ejército de guerrilleros que surge desde los campos de arroz para ocupar la ciudadela del capitalismo". Guerrilleros, sin embargo (reflexiona) "que respetan a las muchachas y duermen en las calles. Si cogen el tranvía pagan los billetes." Guillain señala otro aspecto sorprendente: a medida que la ciudad está ya controlada, estos marcianos no solamente están en el ejército, sino también en la administración. Civiles en uniforme, anónimos e inclasificables se deslizan sin destruir nada por los despachos e imponen muy pronto una disciplina de insólitas virtudes: austeridad e incorruptibilidad".
Robert Guillain no es un comunista y posiblemente se halla tan sorprendido como su anciano compatriota por el comportamiento de aquellos "marcianos". Comportamiento que se iría convirtiendo en rareza, cuando el ideario iba perdiendo fuerza, hasta desaparecer totalmente cuando, en China como en Rusia, la caída de confianza en la efectiva realización del ideario por el progresivo sentimiento de que se iba perdiendo la batalla, se traduce en la renuncia a su universalización, la trampa de la competencia pacifica con el otro sistema (para el que competir constituye la esencia), y la consecuente paranoia estalinista, es decir, la canalización hacia el control interior de la energía que habría que destinar a combatir al enemigo...
Y sin embargo, es corolario de la idea misma de comunismo ese comportamiento ejemplar de los soldados rojos en Shangai. Corolario de la apuesta por la realización de la humanidad, es decir - de entrada- apuesta por la abolición de las circunstancias sociales que mutilan las potencialidades humanas. Apuesta sustentada en la convicción de que la indigencia material y la ruindad moral tantas veces a ella asociada, no agotan el ser de los individuos humanos y que, en un registro más o menos inconsciente, cada uno está esperando que se le ofrezca la posibilidad de mostrar que así es.

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4 de julio de 2013
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El Boomeran(g)
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