Skip to main content
Escrito por

Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

Blogs de autor

El banquero bonachón

Hace un par de años conocí en Londres a un tipo que trabajaba para uno de esos bancos norteamericanos que ahora salen tanto en los periódicos (el Freddie Mac, el Lehmann, el Fannie Mae o alguno similar cuyo nombre no recuerdo). Fue un encuentro fugaz y circunstancial dado que era el marido de una amiga de la infancia a la que no había visto en años y no he vuelto a ver desde entonces.

Me invitaron a cenar en su casa de Chelsea y durante la cena salió a relucir lo caro que era el alquiler de aquella vivienda de cinco niveles y jardín trasero aunque algo angosta, como acostumbran a ser muchas casas londinenses en las que uno se pasa el tiempo subiendo y bajando escaleras. Mis anfitriones añoraban su casa de Park Avenue en Nueva York, una auténtica mansión idílica según deduje. De todos modos, Robert, o Bob, no pagaba el alquiler de su vivienda de Chelsea ya que éste iba a cargo del banco para el que trabajaba. La cifra era considerable: algo así como 10.000 libras esterlinas al mes.

Creo que fue a partir de esta cifra que surgieron de la boca de Robert -Bob más allá del Atlántico- muchas otras cifras. Al contrario de tantos banqueros reticentes a hablar de dinero, me dio la impresión de que él disfrutaba exponiendo números. No lo hacía con arrogancia sino con gran naturalidad y a través de ellos dibujaba su propia biografía. Así me enteré de que antes de ser banquero y broker en Nueva York Robert había ejercido diversos oficios en Liverpool, su ciudad natal, siempre vinculados a negocios más o menos rentables. De la infancia procedía su amor futbolístico por el Liverpool, lo que le hacía odiar al Chelsea, el club de su barrio londinense propiedad de Abramovich.

En cuanto a los números, Robert no me contó lo que ganaba él al servicio del banco pero me dio suficientes pistas para deducirlo mediante los salarios de sus colegas: con lo que cobraba en un año hubiera podido vivir como un rico el resto de su vida. Claro que a Robert esto no le importaba demasiado porque, según era fácil de averiguar, lo que le apasionaba verdaderamente era el juego que había tras las asombrosas cantidades que se podían ganar o perder en una sola operación. Cuando me habló de las cantidades obtenidas por su banco en el último ejercicio, y a las que él había contribuido esforzadamente, mi capacidad de calcular se vio desbordada por el mismo mecanismo con que nos desbordan los astrónomos al hablarnos de las distancias siderales: las cifras demasiado grandes acaban siendo una pura abstracción.

En un momento determinado de la cena, ya en los postres, Robert tuvo que abandonar lamesa para atender una llamada telefónica ineludible. Su mujer, mi amiga de infancia, aprovechó la ocasión para comunicarme lo afortunada que había sido al casarse con él. Al principio su futuro marido le pareció un ejecutivo un poco simplón pero luego resultó un compañero divertido y, con el tiempo, un padrazo para sus dos hijos. Era, en definitiva, una buena persona. Sólo le reprochaba que fuera desordenado y vistiera mal.

Tras la cena fue ella la que se ausentó un rato y yo me quedé charlando a solas con Robert en el jardincito trasero, acogiéndonos ambos al inusual clima cálido de aquella noche primaveral londinense. Me fijé que, en efecto, Robert vestía no mucho mejor que un pordiosero. Tampoco aparentaba ser un sibarita en otras cuestiones y creo que el excelente burdeos que estábamos apurando suscitaba a su paladar la misma excitación que cualquier vino agrio de a 50 centavos el litro. No era un gourmet pero a aquellas alturas de su vida ya era, con toda probabilidad, un multimillonario.

Robert siguió hablando de cifras y operaciones. A mí me intrigaba, sin embargo, la naturaleza de sus negocios. Cierto que entendía que las cosas se compraban y vendían, fueran industrias, bancos, navieras o bosques amazónicos; asimismo no me costaba comprender que el entero mundo era la parcela que estaba en venta y en compra; incluso podía aceptar que todas esas compras y ventas quedaran portentosamente neutralizadas y purificadas en la pantalla del ordenador, algo así como si la carne atormentada de Rubens quedara condensada en las líneas geométricas de Mondrian. Lo intrigante de ese gran negocio no era el conjunto sino la particularidad. ¿Qué había detrás de esa monumental cascada de cifras que brotaba de la boca de mi interlocutor?

Le trasladé esta pregunta a Robert lo más educadamente que pude. Por primera vez en toda la velada me dio la impresión de que se quedaba sorprendido. Por sus ojos observé que no entendía el significado de mi pregunta. La repetí, con otras palabras. La situación no mejoró. Robert estaba azorado pero no por el contenido de mi interrogación sino simplemente porque no la entendía. El desconcierto le hacía mostrarse más desaliñado y, en medio del breve silencio, el grandullón Bob trataba torpemente de meter su camisa medio salida dentro del perímetro de un cinturón que le oprimía de manera ostensible.

Para Robert, pienso, ya no era comprensible que alguien se interesara por el detalle que alteraba aquella magnífica globalidad de su juego. Posiblemente en los lejanos días de Liverpool, cuando estaba en los inicios de su carrera de depredador, aún estaba en condiciones de pensar en el individuo que quedaba afectado por el vértigo de los beneficios y de la codicia. No obstante, en este punto del juego, tal imagen era imposible. Bob, el padrazo Bob, con su aire inofensivo y bonachón, estaba completamente incapacitado para representar en su cerebro la tragedia individual de esos seres humanos a los que él arruinaba en gigantescas e insípidas compraventas con sólo mover una tecla. Es posible que cada mes dejara sin trabajo y sin futuro a miles de personas en esas operaciones que se convertían en un lienzo abstracto desde lo alto del rascacielos donde estaba su despacho londinense. El buen Robert era, quizá sinceramente, incapaz de intuir el mal que propagaba.

Así que acabamos la noche hablando de la época dorada del Liverpool y ya no volví a hacerle preguntas. Recientemente me ha llamado mi amiga, la mujer de Robert. Han regresado a Nueva York y a la mansión de Park Avenue. Me ha invitado a visitarles cuando quiera. Me ha dicho que su marido en la actualidad trabaja por su cuenta. Dejó el banco hace seis meses y le indemnizaron con cinco millones de dólares. "Uno de esos bancos que ahora se ha hundido, ya sabes". ¡El buenazo de Bob!

El País, 05/10/2008

Leer más
profile avatar
29 de octubre de 2008
Blogs de autor

Colección particular: provocación patética

Rafael Argullol: ¿Te has fijado, Delfín, en esta foto?

Delfín Agudelo: Se trata de la obra de Cathy Wilkes, última ganadora del famoso premio Turner.

R.A.: Es completamente elocuente de hasta dónde hemos llegado en determinada trayectoria del arte. El premio Turner, desde hace años, se ha especializado en una supuesta provocación artística, a pesar de que es uno de los premios más importantes de Inglaterra, o quizá por eso. Durante años ha suscitado muchísimos comentarios en los medios de comunicación hasta llegar precisamente al punto al que hemos llegado, en que vemos que el tipo de provocación que logra conseguir es completamente patética. Vemos esta imagen en la que hay un montaje, una performance que como mucho parece el escaparate de un sex-shop de provincia, de pueblo, en el que vemos unos maniquíes disfrazados como pueden estar los monigotes de los sex-shops, y que el artista supuestamente ha considerado que podrían llegar de ser provocadores, además de ser considerados artísticos. Ha llegado un momento en que la provocación en el arte post vanguardista es tan lúgubre que la verdadera provocación quizás sería dar toda una vuelta atrás y presentar una obra de arte perfectamente acabada, perfectamente concebida, técnicamente hábil y de laguna manera dominada todavía por el espíritu del artesano, diferente a este pseudo arte que lo único que requiere continuamente es esta especie de reclamo al marketing y medios de comunicación para el comentario exterior. Creo que tenemos la prueba más palpable de la patética provocación en la que ha acabado determinado tipo de actividad considerada arte.

Leer más
profile avatar
28 de octubre de 2008
Blogs de autor

Galería de espectros: el flâneur

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto un espectro difuso, un espectro que puede ser el perfil de muchos espectros; el espectro del flâneur-

Delfín Agudelo: Sin duda te puedes estar refiriendo a ese ojo de la ciudad, o a ese homme de foules que es el flâneur de Baudelaire.

R.A.: Sí, alguien que no acaba de tener un nombre y un apellido, porque precisamente una de las características que Baudelaire supo ver en la nueva condición urbana era la de precisamente los nombres y los apellidos -esas identidades tan marcadas del mundo anterior, del mundo rural, del mundo feudal- quedaban difuminados en el nuevo oleaje de la multitud. Creo que el flâneur, ese hombre que se deja ir, que pasea pero dejándose ir por la ciudad, que se deja arrastrar por la marea de la ciudad, sin un propósito claramente determinado pero secretamente albergando muchos propósitos de captación del ritmo de la ciudad, es un personaje que a la fuerza está acompañado por ese otro gran protagonista de la ciudad que es la multitud. Si la multitud es el protagonista por excelencia de la nueva metrópolis, el flâneur sería el individuo que se mueve en medio de esa multitud buscando unas señas de identidad que cree desconocer, buscándolas pero como el náufrago va agarrado a la madera y dejándose arrastrar por la corriente, con una clara esperanza de salvación pero no sabiendo en qué esquina de la ciudad va a aparecer esa salvación. La experiencia del flâneur no será tanto esa esquina en la que encontrará reposo provisional sino que la experiencia del flâneur es aquello que le ocurre en la medida en que va agarrado de la madera en la corriente del oleaje, por el cual le arrastra la ciudad.

Leer más
profile avatar
27 de octubre de 2008
Blogs de autor

Galería de espectros: Marlowe

Humphrey Bogart como Marlowe en  "The Maltese Falcon" (1941), John Huston

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, me ha parecido ver el de Marlowe.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al detective creado por Raymond Chandler?

R.A.: Me refiero a Marlowe que estaría en la estela, formaría parte del linaje de los grandes detectives de la literatura occidental después de Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle. Ahora le tocaba el turno a un nuevo mundo que es un mundo ya plenamente urbano y transatlántico, y además un mundo que está ya íntimamente entrelazado con el cine; es decir, un mundo literario en el cual la presencia de lo cinematográfico, incluso de manera estricta por los escenarios habituales de San Francisco y de Los Ángeles, es completamente imprescindible para entender esa nueva literatura. Con lo cual hay un continuo trasvase de esos textos literarios que van al cine y del mundo del cine que realimenta lo que son esos textos literarios. Marlowe, el detective de Chandler, casi está en las antípodas de Holmes. Es un hombre que está continuamente desbordado por las pasiones de la vida, no es un hombre en el cual la racionalidad o racionalismo sea la primera potencia en el trabajo del investigador, sino que casi diríamos que se mueve por un instinto oculto, un secreto sentido que a veces es pura entraña e instinto. También a diferencia de Holmes, que siempre suele resolver sus caso diríamos a través de una perfecta abstracción matemática, casi como si fuera un algoritmo, en el caso del personaje por Chandler el detective Marlowe queda como manchado de las propias sustancias del subsuelo, en los que se ve obligado a introducirse para resolver esos casos. En ese sentido es un personaje que está mucho más impregnado de lo que sería la noria de los vicios, pecados o pasiones de la metrópolis del siglo XX, que también tan bien ha sabido reflejar el cine negro. De ahí que gran parte de ese cine negro se nutriera o bien directamente del personaje Marlowe, o bien de otros detectives inspirados en él.

Leer más
profile avatar
24 de octubre de 2008
Blogs de autor

Creacionismo y esperpento

Rafael Argullol: Eso sería algo que llegaría a bloquear por completo el círculo de la comunicación científica; es imposible una comunicación entre quienes intentan investigar según los descubrimientos de la ciencia y quien quiere aplicar de una manera muy dogmática los que son las supuestas tradiciones de la religión, en este caso de la Biblia.

Delfín Agudelo: Pero en este paisaje pesadillesco, ¿cómo empezaría a jugar el pueblo de Estados Unidos en un ámbito mundial? Palin no es más que la punta del iceberg de una gigantesca población que piensa lo mismo.

R.A.: Estas cuestiones van muy relacionadas. Yo que conozco relativamente bien Estados Unidos, al vivir allá supe que uno de los problemas fundamentales del grueso de los americanos es que conocen muy mal todo lo que es la geografía exterior de Estados Unidos. Si finalmente se llegara a implantar una creencia como la del creacionismo- que por otro lado está ganando cada vez más adeptos en universidades de tipo medio e inferior- se crearía un auténtico gap, un auténtico abismo entre la propia dinámica de Estados Unidos y de gran parte del resto del mundo, que es lo que en alguna medida ya sucede. Esto lo retrató tan bien Graham Greene en su novela El americano tranquilo, donde explica algo que es muy propio de la ideología americana diseccionada, como un buen inglés lo hace: la puesta en escena de la bondad americana de un supuesto agente americano que quería hacer el bien continuamente mientras estaba ocasionando todo tipo de destrucciones. Esto forma parte en buena medida de esa característica de Estados Unidos, que es una especie de fe más allá de todo criticismo en el propio bien; y en ese caso evidentemente sería la fe en una pseudo verdad científica que evidentemente querrían imponer en todo el mundo- o al menos resultaría incompresible que el resto del mundo no comulgara con esa verdad. Probablemente eso crearía un mayor aislacionismo con estados unidos, que es algo que no hay que descartar con una eventual presidencia de McCain, que desde luego sería del todo evidente con una presidencia de Sarah Palin, a raíz de una presidencia truncada de McCain y con el acceso de alguien que postula algo tan aislado como esto. Con esto no quiero ni siquiera inclinarme respecto a los candidatos en Estados Unidos. Lo que me llama la atención es que haciendo política-ficción, la presidencia de Palin llegaría a un mundo que verdaderamente sería muy creativo para las novelas grotescas.

Leer más
profile avatar
23 de octubre de 2008
Blogs de autor

El imperio del hockey sobre hielo

Gorra de venta en http://www.zazzle.com/hockey+mom+hats

Rafael Argullol: Podríamos tener próximamente la pesadilla de que la primera potencia del mundo tuviera un presidente que niega uno de los avances más revolucionarios de la ciencia moderna.

Delfín Agudelo: La gran pesadilla en ese futuro hipotético sería la nula comunicación que se podría tener con este tipo de presidentes o naciones. Me parece que aquello que prevalece entre un evolucionismo y un creacionismo es, sobre todo, la brecha comunicativa, que es un abismo.

R.A.: A mí esa pesadilla de paisaje que se me presenta sería, claro está, que por razones que no deseo fuera elegido pero también muriera el candidato McCain, y que entonces automáticamente pasara a ser presidente de Estados Unidos la señora Sarah Palin. Palin es una mujer muy respetable en todos los sentidos pero que ha manifestado dos opiniones para mí completamente alarmantes y chocantes. Una de éstas es que su ideal de mujer es la mamá que lleva a los niños a ver hockey sobre hielo-en realidad el gran grupo que apoya a Palin en Alaska está conformado por esas mamás. La configuración de la revolución femenina del siglo XXI a través de una mujer cuyo ideal es la mamá que lleva a los hijos a ver el hockey sobre hielo como mínimo es discutible. Pero todavía me parece más fuerte, más alarmante, pensar que podemos tener al presidente o presidenta de la principal potencia del mundo creyendo que sabe exactamente cuándo nació el ser humano y que ese nacimiento se produce a través de una contabilidad muy minuciosa, a través de la Biblia, negando por tanto el evolucionismo, a Darwin, etc. Eso sería algo que como decías tú muy bien llegaría a bloquear por completo el círculo de la comunicación científica, porque evidentemente se pueden discutir muchos aspectos de la aparición de la vida, del cosmos, del hombre, etc.; pero lo que es imposible es una comunicación entre quienes intentan investigar según los descubrimientos de la ciencia y quien quiere aplicar de una manera muy dogmática los que son las supuestas tradiciones de la religión, en este caso de la Biblia, incluso más allá de la mayoría de las voces más flexibles de las distintas religiones que han intentado adaptar a la Biblia al evolucionismo.

Leer más
profile avatar
22 de octubre de 2008
Blogs de autor

Colección particular: una premonición

Rafael Argullol: Fíjate, Delfín, en lo profética que fue esta foto aparecida hace algunas semanas.

Delfín Agudelo: Creo saber a qué profetismo te refieres. La fotografía, tomada por Gorka Lejarcegui, retrata el encuentro entre el presidente Zapatero y Kofi Annan en el Museo del Prado en junio de este año.

R.A.: Sí, me parece absolutamente premonitorio que Zapatero y el ex secretario general de la ONU se retrataran delante de El Jardín de las delicias porque efectivamente, tal como ha evolucionado el mundo desde el momento en que se hizo esta instantánea, parece adecuarse exactamente al mundo del Bosco. Ese jardín de las delicias que enmarca el encuentro entre el presidente del gobierno y el ex secretario es como una especie de visión profética de lo que está inmediatamente por llegar; es decir, ese mundo que hasta hace unos pocos meses, unas pocas semanas, parecía un mundo opulento, equilibrado, que marchaba con el mejor de los rumbos, pero que en rrealidad ocultaba un lado oscuro, caótico, destructivo, tal como se ha manifestado en estas semanas recientes a través de todo ese monstruo que han llamado crisis- que incluso tiene una especie de carácter casi antropomórfico. Por tanto, hay algo de estética bosquiana en el mundo en que vivimos, y creo que en esa presunción de los políticos por buscar los mejores marcos para inmortalizarse ni Zapatero ni Kofi Annan podrían imaginar la paradoja que entrañaba esa propia presentación.

Leer más
profile avatar
21 de octubre de 2008
Blogs de autor

Galería de espectros: Sherlock Holmes

"The Man with the Twisted Lip", Sydney Paget, 1891 (Strand Magazine)Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el perfil afilado del espectro de Sherlock Holmes.
Delfín Agudeo: Te refieres al ya clásico y eternamente variado personaje de Arthur Conan Doyle.
R.A.: Sí, me refiero a él, que evidentemente es un personaje en nuestros días muy popular pero que en su momento debió crear una extraña sensación dentro de la propia genealogía del detective en la literatura occidental. Holmes no dejaba de ser el heredero del primer gran detective que se presenta en la literatura y de la primera novela policíaca, que está planteada como tantos otros géneros modernos por Edgar Allan Poe. Poe, en el Los crímenes de la calle Morgue, seguramente plantea lo que es el inicio de la génesis de la novela policíaca. Conan Doyle, a través de una creación genial, adapta esta figura que evidentemente forma parte del mundo moderno y de una literatura que necesariamente deja de ser rural para ser urbana, adapta esa figura a lo que sería el mundo victoriano del último tercio del siglo XIX, y lo dota de una característica que la ha hecho muy atractiva en el siglo y medio posterior. Y es que es un personaje por un lado que lleva su racionalismo a unos extremos neuróticos y paranoicos, de una meticulosidad extrema; es un hombre que aparentemente está desprovisto de todas las otras pasiones que no sea la pasión de ese racionalismo deductivo y observador, aunque curiosamente ese hombre también oculta un mundo quizá expresamente soterrado en su caso, a través de su propia condición de drogadicto. Entonces es una especie de Jano bifronte extraordinario: por un lado un hombre cuya racionalidad desborda todo el ideal racionalista moderno, todo aquello de lo que hubiera podido presumir Descartes en sus escritos sobre la razón. Holmes está en el extremo mismo de lo que pudo plantear Descartes, pero ese hombre que aparentemente ha superado todas las pasiones para concentrarse en una sola parece que tenga que equilibrar esas otras pasiones de la vida a través de esa condición oscura de drogadicto que Conan Doyle no oculta. Esto es lo que da, creo, todo el espesor al personaje, y le da esa capacidad para proyectarse más allá de su época.

Leer más
profile avatar
20 de octubre de 2008
Blogs de autor

Galería de espectros: Dr. Jekyll

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el doble espectro del Doctor Jekyll.
Delfín Agudelo: Te refieres a la dupla de personajes de la novela de Stevenson, Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
R.A.: Me refiero a una de las grandes parejas de baile de la literatura occidentall-quizá la pareja de baile más importante junto con Fausto y Mefistófeles en la obra de Goethe. En los dos casos he llegado a la conclusión de que evidentemente se trata del mismo personaje, y en ese sentido hay una preciosa simetría a realizar. Fausto y Mefistófeles aparecen como dos personajes completamente separados hasta que se van fusionando a o largo de la obra, de manera que al final Fausto ya no puede vivir sin Mefistófeles, y quizá podríamos decir que tampoco Mefistófeles puede vivir sin tentar a Fausto. En el caso de la pequeña pero magnífica obra maestra de Stevenson, el paisaje sería el contrario: es un hombre que cree que es unívoco cuando en realidad es múltiple, o como mínimo dual. Esa dualidad se va manifestado en la medida en que él quiere experimentar con el mal desde la bondad, pero quiere experimentar de manera que el mal sea controlable, creando una especie de doble suyo que sea capaz de llevar a cabo aquellas acciones que él como bondadoso no se atreve. Es decir, crear una encarnación paralela en la que se practica el vicio, mientras la virtud se mantiene a salvaguarda.
Lo que ocurre es que a medida en que va transcurriendo la trama de Stevenson, evidentemente esa separación entre ambas personalidades es cada vez más difícil, y además el vicio, el mal, va vampirizando a la virtud y al bien. De manera que Mr. Hyde se va agrandando en igual medida en que el Doctor Jekyll, el bondadoso, se va volviendo cada vez más frágil  enfermo, hasta que al final evidentemente aparece el hecho de que Dr. Jekyll es también Mr. Hyde, pero un Mr. Hyde que lo está devorando por completo. Cuando él quiere librarse de esa criatura monstruosa, ya no puede; es algo irreversible, con lo cual ahí el paisaje de esas dos parejas de baile del siglo XIX es simétrico pero contrario; en la obra de Goethe Fausto sabe que finalmente está integrado en Mefistófeles pero en un movimiento final se libra de él; en cambio, en la obra de Stevenson el Dr. Jekyll va creando un doble al cual quiere atribuir todo aquel mal que él como bondadoso no se atreve a realizar, pero que  finalmente es fagotizado y vampirizado por ese doble. Y diríamos que el monstruo, Mr. Hyde -la naturaleza oculta, secreta, lo que pertenece al subsuelo y al inconciente- se va manifestando más poderoso que aquello que pertenece a las vigilia, a lo diurno y Dr. Jekyll es arrastrado hacia la tiniebla. Dos magníficos bailes paralelos, pero quizá de dinámicas contrarias.  

Leer más
profile avatar
17 de octubre de 2008
Blogs de autor

Respetables delincuentes

Dos noticias alentadoras en medio del desastre jurídico de este país que ha culminado con la gran componenda en la resolución del conflicto del Consejo del Poder Judicial: por la primera hemos sabido que un juez ha denunciado a la Junta de Andalucía por prevaricación en el caso del hotel de El Algarrobico, en Almería; por la segunda hemos sido informados de que, después de largos años de litigio, otro juez ha condenado al Ayuntamiento de Barcelona por su indiferencia ante las quejas de un vecino de Gràcia por las actividades ilegales que se veía obligado a soportar.

Quien haya viajado por el antes idílico parque natural del Cabo de Gata sabrá de qué se trata porque no puede haberle pasado desapercibido ese monstruoso tumor que es el hotel de El Algarrobico, un edificio de 20 plantas que vulnera todas las legislaciones locales y autonómicas. La Junta de Andalucía, según el auto del juez, incluso presentó una cartografía "falsa e insólita" para camuflar el incumplimiento de la Ley de Costas. De alguna manera el hotel de El Algarrobico es el símbolo del salvaje expolio de todo el litoral mediterráneo perpetrado en estos últimos 25 años, y por tanto en plena democracia, con la complicidad, por acción u omisión, de las autoridades municipales, autonómicas y estatales.

Me interesan ciertas acusaciones del juez: la abulia y la desidia de la Administración en la defensa del interés general. Significativamente, en la sentencia contra el Ayuntamiento de Barcelona también se habla de la desidia de las autoridades en el momento de preservar los derechos de los ciudadanos. En consecuencia, de hacer caso a estos autos judiciales, no sólo es condenable la corrupción, que de vez en cuando sale a flote desde el submundo en el que conviven mafiosamente la delincuencia y el poder, sino algunos de sus parientes cercanos: la dejación de funciones, la tolerancia frente a la ilegalidad, el disimulo ante el delito. Es decir, la desidia. La autoridad abúlica, indiferente al incumplimiento de la ley, se convierte automáticamente, y por la naturaleza propia de su función en una sociedad democrática, en autoridad delincuente.

Esto tiene cierta importancia al calibrar la atmósfera que nos rodea, con un malestar ciudadano que a menudo es fruto de la impotencia. Una de las ventajas de vivir en una democracia es que se supone que las leyes y ordenanzas aprobadas son justas y, por consiguiente, de obligado cumplimiento. Lo que habitualmente llamamos autoridad debería ser el mediador entre la ley y su aplicación. Cuando esto no ocurre, el engranaje falla y el ciudadano se siente frágil y desamparado.

Ésta es la sensación que, de acuerdo con sus palabras, tuvo Óscar Zayas, el ciudadano de Gràcia al que ahora el juez ha dado la razón frente a la brutalidad de los decibelios con que cada noche le mantenían insomne los ocupantes del local vecino. El problema es que el señor Zayas, tras 12 años de denuncias infructuosas a la Guardia Urbana, a la concejalía de distrito y al propio Ayuntamiento, tuvo que mudarse de casa y que, como buen ciudadano, ahora está preocupado porque los 19.000 euros con que ha sido condenado el Consistorio los vamos a pagar los contribuyentes, él incluido, y no el alcalde -actual o anterior- como debería ser.

Esta sentencia y las consideraciones del señor Zayas son muy pertinentes para juzgar el caso de Barcelona, una ciudad en la que se produce una desproporción abismal entre la autopromoción municipal -con campañas que con frecuencia suscitan la vergüenza ajena- y la responsabilidad democrática a la hora de proteger la existencia cotidiana de los ciudadanos. No sé si por tolerancia mal entendida, por cobardía, por pusilanimidad o por la desidia invocada en los papeles judiciales; lo cierto es que el Ayuntamiento de Barcelona acumula ejemplos de lo que podríamos llamar indiferencia delictiva.

Sin salir del barrio de Gràcia, podemos recordar el espectáculo, durante la fiesta mayor, de cientos de bárbaros asediando con su ruido a lo largo de horas dos residencias geriátricas sin que la policía hiciera nada por impedirlo. Y luego la repetición de la barbarie en las fiestas de Sants, con la policía igualmente ausente. O lo ocurrido en Poblenou. Para no hablar de la Barceloneta, transformada en verano en la gran cloaca turística de la ciudad, donde muchos vecinos, hartos de la indignidad y la degradación, quieren formar patrullas de vigilancia que palíen la ineficacia y apatía policiales.

¡Sólo nos faltaría, con esto, recuperar la ley de la jungla! Sin embargo, no me extrañaría que algo similar sucediese mientras el Ayuntamiento se empeñe en apostar por la marca que debe venderse en lugar de hacerlo por la ciudad que debe habitarse.

Con todo, algo hemos adelantado con estas denuncias y sentencias. Es importante que el ciudadano sepa que la desidia de la autoridad, en democracia, es un delito y se anime a denunciarla. Claro que la jurisprudencia podría mejorarse exigiendo que fueran los ilustres delincuentes, y no las arcas municipales o autonómicas o estatales, las que pagaran las indemnizaciones. La desidia es otra forma de corrupción.

El País, 27/09/2008

Leer más
profile avatar
16 de octubre de 2008
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.