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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nacionalismo y dinastía

Una nueva zona de tensión se está consolidando en el vecindario de China. Se trata de un anillo de islotes y peñascos, origen de viejas y nunca resueltas querellas territoriales con Vietnam, Filipinas y Japón, por no hablar de Taiwán, contencioso territorial en su propia existencia como Estado separado. Lo que está en juego no es tan solo la eventual explotación de los fondos marinos y los yacimientos energéticos que puedan albergar, sino la actitud de la nueva China hacia el resto del continente, marcada por la altivez con que la superpotencia quiere jerarquizar sus relaciones con los vecinos.

Ascenso chino y agitación nacionalista en la región son fenómenos conectados. Nada pueden sacar los respectivos Gobiernos de estos contenciosos de vecindario sin atizar el nacionalismo, la agresividad e incluso la xenofobia en la población. Es extrema la excitación en las redes sociales chinas alrededor de las islas Diaouyu, Senkaku en japonés. Las prospectivas para el año 2013 señalan ya el mar de la China como una de las regiones del globo donde hay mayores probabilidades de un incidente armado, que en tal caso se produciría entre Pekín y Tokio.

En correspondencia con la agresividad entre vecinos, las dos últimas elecciones democráticas celebradas en la región, en Japón y Corea del Sur, han catapultado al Gobierno a sendos políticos conservadores y nacionalistas. Shinzo Abe, el nuevo primer ministro japonés, que lo fue ya entre 2006 y 2007, es el líder del Partido Liberal Democrático, nieto del primer ministro Nobusuke Kishi e hijo de Shintaro Abe, que fue ministro de Exteriores. Park Geun-hye, la nueva presidenta de Corea del Sur y del Partido de la Nueva Frontera, es la hija del general Park Chung-hee, que alcanzó el poder en 1961 en un golpe militar y lo retuvo por la fuerza hasta su asesinato en 1979, de mano de su jefe de seguridad.

Si el legitimismo dinástico funciona en los sistemas democráticos, todavía se adapta mejor en los sistemas de partido único de matriz totalitaria. En la comunista Corea del Norte se ha alcanzado la perfección con la tercera generación de la familia Kim en el liderazgo supremo. Kim Jong-un lo alcanzó hace exactamente un año, el 17 de diciembre, a la muerte de su padre, Kim Jong-il, que a su vez lo había heredado del abuelo y fundador de la dinastía, Kim Il-sung, en 1994. También ha funcionado en China en el quinto relevo generacional después de Mao Zedong que ha elevado a la máxima jerarquía a Xi Jinping, hijo de Xi Zhongxun, que fue viceprimer ministro con Mao. Los príncipes rojos, hijos de esta generación, han salido vencedores del 18 Congreso que ha consagrado este quinto relevo y controlan cinco de las siete sillas del Comité Permanente del Politburó y órgano máximo del partido.

Nacionalismos y dinastías andan visiblemente del brazo, al menos en esos cuatro países que rodean el mar de la China.



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29 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Invisibilidad retórica

En 2008 se le detectó la enfermedad. En octubre de 2009 su cuerpo entero, excepto la cabeza, quedó paralizado. Todavía pudo dar una conferencia en la universidad de Nueva York que tituló Qué está vivo y qué está muerto en la socialdemocracia. Compareció ante el auditorio en silla de ruedas, con un respirador que sustituía a sus pulmones paralizados, pero con un vozarrón y un sentido del humor intactos, que impresionaron a los asistentes. Al empezar la conferencia contó que se hallaba en tal estado debido a la enfermedad llamada de Lou Gehrig o también esclerosis amiotrófica lateral, pero evitó cualquier atisbo de autocompasión, respecto al estado de la izquierda como al suyo propio: ?Soy inglés, no nos dedicamos a levantarnos el ánimo?. Murió en agosto de 2010.

En estos breves meses su cerebro no cesó de funcionar, y a todo trapo. Tres libros salieron de su cabeza prodigiosa. El primero fue publicado todavía en vida, desarrollando el tema de su conferencia neoyorquina. Algo va mal (Taurus, 2010) fue el título en castellano de su alegato en favor de los valores de la socialdemocracia y en contra de la cultura del enriquecimiento, el individualismo y la desigualdad. Pero dictó dos libros más, expresiones deslumbrantes de un pensamiento en efervescencia creativa justo antes de extinguirse. El primero se llamó en español El refugio de la memoria (Taurus, 2011) y estaba formado por unos textos breves de evocación autobiográfica, elaborados en su mente durante las largas noches de insomnio que acompañaban a su enfermedad. El segundo es un libro conversacional, fabricado a cuatro manos con Tony Snider, también historiador, y que lleva por título Pensar el siglo XX (Taurus 2012). Tony Judt ha quedado inscrito como uno de los grandes historiadores contemporáneos por su Postguerra (Taurus, 2006), pero cada uno de estos tres libros producidos en los últimos días de su vida han ido incrementando el interés y la admiración de sus lectores. Pensar el siglo XX condensa a su vez tres libros en uno, tal como cuenta Snyder en el prólogo: una historia de las ideas políticas en Europa y Estados Unidos, alrededor de los conceptos de poder y de justicia; la autobiografía intelectual de Judt y una reflexión o ensayo sobre los límites y los fracasos de los intelectuales en su compromiso político. Tony Judt estaba convencido de que ?el modo por defecto del historiador es la invisibilidad retórica?, pero no hay libros más emotivos y apasionantes, también de mayor densidad de ideas y reflexiones, como estos escritos en la visibilidad trágica de su cuerpo moribundo.

(El libro de Judt y Snyder fue elegido el mejor ensayo del año por los lectores de la edición digital de El País. Este pequeño comentario fue publicado en dicha edición el pasado 19 de diciembre).



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28 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Balance de la revolución

Mohamed Bouazizi, totalmente cubierto de vendajes y sondas, fue fotografiado con el dictador Ben Ali en la cabecera de su lecho de muerte. Era el 28 de diciembre, apenas diez días después de su gesto suicida y liberador ante el ayuntamiento de Sidi Bouzid, en protesta por el maltrato de la policía, que le había confiscado su carrito de vendedor ambulante de fruta. Fue la chispa que encendió Túnez y a continuación la región árabe entera.

Dos años ya. Y cuatro dictadores derribados: Túnez, Libia, Egipto y Yemen. Una larga y sangrienta guerra en Siria sin desenlace a la vista. Una transformación del entero mapa político de la región, desde el gris cobalto de la dictadura que imperó hasta 2011 al verde islamista de hoy. Un desplazamiento geopolítico: a diferencia de lo que sucedió a partir de 1989 con la caída del comunismo, ahora Europa no cuenta, Estados Unidos pierde fuelle e intenta dirigir desde atrás, Rusia y China hacen notar su presencia económica y diplomática, y las potencias petroleras del Golfo sacan pecho gracias a su dinero y a sus alianzas con Washington. La dinámica del cambio también ha intensificado la guerra fría entre Irán y Arabia Saudita, a partir de las raíces sectarias que dividen la región entre chiitas y sunitas, y de la competencia entre ambas potencias regionales por la hegemonía en la zona. Solo una variable se mantiene fija e imperturbable, el conflicto entre israelíes y palestinos, incapaces unos y otros de mover la más mínima pieza en la buena dirección de la paz.

Este es el balance sumario de los dos años transcurridos desde que empezó el tsunami que ha barrido la entera geografía árabe. Aunque sea mucho lo que ha cambiado, no faltan los analistas que se niegan a registrarlo con palabras solemnes. A la primavera árabe y a las revoluciones del jazmín o de la dignidad les sucede el invierno islamista. Los jóvenes globalizados y laicos de las primeras revueltas han dejado el protagonismo a los experimentados militantes islamistas, perfectamente encuadrados y de ideas tan sumarias como obstinadas. Ellos son los que se hacen con el poder con el objetivo de crear un Estado islámico en el que se establezca la sharía como el fundamento de la legalidad. La revolución, si acaso es una revolución, empezó en la periferia tunecina, pero su escenario central se halla de nuevo en el centro del centro del mundo árabe: en Egipto, en su capital El Cairo, en la plaza Tahrir o de la Liberación donde se han librado y se siguen librando todos los grandes combates por la libertad. En vez de Mubarak, el gran hermano musulmán Mohamed Morsi es quien tiene ahora todo el poder, astutamente acumulado en una cadena de jugadas de ajedrez desde que venció por poco las elecciones presidenciales apenas hace medio año. Además, ha mostrado su vocación de protagonista internacional, en la guerra civil Siria, en la tensa relación entre Teherán y Riad y sobre todo como exitoso agente de paz entre palestinos e israelíes en Gaza.

También ha conseguido la apresurada aprobación de la nueva Constitución a pesar de la abstención y de la oposición en la calle de las fuerzas ajenas al islamismo. Pero el resultado final es preocupante y anuncia una etapa de gran inestabilidad: con tan baja participación en el referéndum constitucional (un tercio del censo) y el resultado adverso en la capital cairota (casi 60 por ciento de votos negativos) no tiene el consenso mínimo exigible en una democracia, por lo que deberá buscar la relegitimación en las elecciones legislativas dentro de dos meses y en una interpretación flexible y útil de la Constitución.

Así está el centro árabe, perfectamente trabado todavía por los acuerdos que atan a los militares egipcios con Estados Unidos e Israel desde la paz de Camp David (1978). Esta alianza proporcionaba un aura de invulnerabilidad a Mubarak, pero dos años después de su caída la alianza es lo que todavía permanece. Los militares egipcios han conseguido lo que querían. La nueva Constitución les reconoce la autonomía que reclamaron desde el primer momento, tanto respecto a los presupuestos como a la política de defensa exterior.

Donde la revolución, si es una revolución, está cobrándose el más alto precio, sobre todo en vidas humanas, es en Siria. A punto de cumplir dos años en marzo, ahora está entrando en una fase decisiva, llena de interrogantes sobre la naturaleza y la estabilidad de lo que sucederá al régimen de Bachar el Assad. Con un grado de virulencia mucho menor, se mantiene viva también en Bahréin, donde el régimen familiar de los Al Jalifa, protegidos de la monarquía saudí, está estrechando el dogal sobre las reivindicaciones democratizadoras de la mayoría chiita. Y ha prendido de nuevo en Jordania, todo en el vecindario inmediato de Israel.

Dos años después, el balance es necesariamente provisional. El ritmo de ahora no tiene nada que ver con el de su brioso arranque. Si es una revolución, no ha hecho más que empezar.



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27 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El marco roto

Cuanto mayor es el marco más difícil es moverlo. Los que son modestos y sencillos también son fáciles de transportar e incluso de cambiar. Pero cuando tienen grandes dimensiones y están sobrecargados de molduras y adornos resulta muy difícil llevarlos de un sitio para otro e instalarlos en su emplazamiento definitivo. El riesgo de que den en una pared o se caigan es enorme.

Esto es lo que le ha ocurrido a Artur Mas. Había construido un marco colosal, de dimensiones históricas, en el que había conseguido enmarcar la entera política catalana durante los últimos meses y, gracias a un adelanto electoral que se ha revelado catastrófico, fruto de un mal cálculo, se le ha caído hasta hacérsele añicos.

Algunos han intentado disimular, como si no hubiera sucedido nada. Las ideas no han cambiado, los objetivos tampoco, ni siquiera los obstáculos previsibles por parte de la España profunda. El ministro de Educación José Ignacio Wert se ha encargado de demostrarlo, erre que erre, apenas unos días después de las elecciones con la concreción de su propósito de españolizar Cataluña. Pero el marco ya está roto. Por más propósitos de reparación que hagan unos y otros, cada vez está más claro que ya no tiene remedio. Y, una vez roto, nada será igual. De hecho, ya ha llegado un nuevo fabricante de marcos y molduras dispuesto a sustituir el viejo y averiado por otro nuevo, aparentemente más ligero y fácil de instalar, incluso más atractivo e ilusionante.

La idea del marco, frame en inglés, es del psicólogo George Lakoff, que se hizo famoso con su libro No pienses en un elefante. También puede explicarse con la idea de relato: Mas nos ha contado una historia que se ha convertido en la hegemónica en los últimos meses, sin que ningún otro político consiguiera imponer un relato alternativo. O como un asunto de agenda política: quien sabe organizarla e imponerla tiene ya la mitad del trabajo hecho.

Para imponer la agenda, el relato o el marco es evidente que hay que tener ideas, partir de un buen análisis de la realidad y organizar una buena estrategia. Pero no basta. Lo que cuenta es saber comunicarlo, y esto solo se puede hacer cuando se cuenta con medios, en el sentido más amplio de la palabra, que son los auténticos constructores del marco, el relato o la agenda. Entre los medios están las empresas, las organizaciones sociales, los grupos de interés, las redes sociales y, naturalmente, los grandes grupos de comunicación, capaces de producir impactos masivos en muy poco tiempo o de efectuar bombardeos sistemáticos durante tiempo prolongado. Berlusconi ha dado sobradas muestras sobre la eficacia de su utilización política.

Pues bien, el marco que ahora funciona no es el de Artur Mas, sino el de Oriol Junqueras y su Esquerra Republicana. Y ni uno ni otro cuentan con los mismos medios que sirvieron para acarrear el anterior y soberbio marco que quedó hecho añicos el 25N y sustituirlo por este nuevo que nos han anunciado. En prime lugar, porque el nuevo producto de la marquetería soberanista ya no es business-friendly. No va a gustar tanto en la City ni en Wall Street como el anterior. Luego, porque las asociaciones empresariales y patronales ya han dicho la suya: no les convence ni les conviene. El primer editor catalán y español que es Planeta lo hizo antes de las elecciones, por lo que es fácil pensar qué estará diciendo ahora. Respecto a los dos bancos catalanes, sabemos que son muy buenos administradores de sus silencios y tan elocuentes sin abrir la boca que a nadie se le oculta lo que piensan. El Grupo Godó ya le puso un semáforo rojo a Artur Mas, y sus críticas cada vez más intensas al programa económico son el rompehielos de la oposición al programa soberanista: recordemos que en el ámbito catalán cuenta con el primer periódico, la primera emisora de radio y el primer programa de televisión en la interesantísima franja horaria que pivota alrededor de las nueve de la noche.

La ventaja del marco con el que Mas ha sustituido su averiada moldura es que esta es más pequeña, ligera y fácil de cambiar. Estamos en tiempos veloces y volátiles. Si las cosas no funcionan, se manda el marco al desván y se sustituye por otro. Y también se hace con el fabricante, claro.



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23 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Para tomar nota

Tomen nota del número: 2085. Corresponde a una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aprobada por unanimidad el jueves. Autoriza el uso de la fuerza para que las autoridades de Malí recuperen los territorios ahora controlados por grupos rebeldes y restauren la unidad del país y comporta la creación de una fuerza internacional de 3.300 soldados, bautizada como AFISMA (African-led International Suport Mission in Mali) y aportada por los países africanos de la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental), cuyo despliegue está previsto para septiembre de 2013 y con un mandato de un año.

¿Por qué les digo que tomen nota? Por lo insólito del caso. La última resolución del Consejo de Seguridad que autorizó el uso de la fuerza fue la 1973, de marzo de 2011. Establecía la creación de una zona de prohibición de vuelos sobre Libia para proteger a la población civil de los ataques terrestres y aéreos del coronel Gadafi y se aprobó con diez votos a favor y cinco abstenciones, entre las que se contaron las de dos países con derecho de veto, como Rusia y China. La misión, dirigida por la OTAN, suscitó numerosas críticas, tanto por las víctimas civiles de los bombardeos aéreos como por el desbordamiento del mandato, inicialmente para proteger a los civiles pero pronto transformado en derrocamiento del régimen. Después de la experiencia de Libia fueron numerosos los expertos que dieron por liquidada para muchos años la doctrina sobre la responsabilidad de proteger, que incluye el derecho de injerencia por parte de la comunidad internacional cuando hay una población amenazada. La prueba llegó antes de que terminara la misión en Libia, el 31 de octubre, con la represión de las revueltas en Siria, las acusaciones de genocidio contra su jefe de Estado Bachar el Assad y finalmente la abierta guerra civil de ahora. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ni siquiera ha podido ponerse de acuerdo en la imposición de sanciones al régimen, vetada por Rusia y China por temor a una escalada de resoluciones que pudiera llegar hasta la intervención exterior.

No ha sido el caso de la iniciativa francesa para conseguir la autorización del uso de la fuerza en Malí, votada sin problemas por Rusia y China. La facilidad con que esta resolución ha obtenido la unanimidad explica muchas cosas sobre la organización del nuevo mundo global y el comportamiento de las potencias emergentes. No hay aquí propósito alguno de proteger a la población civil, a pesar del infierno en que viven los malienses del norte bajo la dictadura de las milicias islamistas de Al Qaeda y de otros grupos radicales que aplican la sharia. El objetivo es ahogar el foco terrorista que ha aparecido en pleno Sahel y a la vez garantizar la integridad territorial y la soberanía de Malí, cuestiones que suscitan el consenso de todos. Para tomar nota.



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22 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los abismos de Obama

Hay épocas de llanuras y valles plácidos y épocas accidentadas y abruptas, cuarteadas por abismos infranqueables. Los más difíciles de superar suelen ser fruto del esfuerzo humano, excavados voluntariamente, gracias a la obstinación y a veces la intolerancia. La política en Estados Unidos tiene la virtud poética de las buenas metáforas. Ahí está el fiscal cliff, el abismo fiscal para demostrar lo uno y lo otro: la creación artificiosa de un obstáculo que parece insalvable y la capacidad sintética de encapsularlo en una expresión redonda.

El abismo fiscal se abrirá bajo los pies de la administración de EE UU el primer día del año 2013, dentro de doce días, en caso de que previamente no se haya producido un acuerdo presupuestario entre la presidencia y el Congreso, en el que hay que conciliar la defensa del gasto social por los demócratas con la maldición contra los impuestos de los republicanos. Sucederá por designio del propio Congreso, que aprobó unos recortes lineales y automáticos del gasto público para dicha fecha, simultáneos a la expiración de los recortes de impuestos decretados por Bush en 2001 y prorrogados por Obama. Todo ello si no hay antes el ya mencionado acuerdo presupuestario entre la Casa Blanca y el Congreso que reduzca el déficit público a la mitad. En el estado actual de las trepidantes negociaciones, encabezadas por Barack Obama y por el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, este último ya ha accedido a incrementar la presión fiscal sobre los más ricos, en concreto quienes tienen unos ingresos anuales superiores a un millón de dólares, lejos del límite de 250.000 dólares que proponía el presidente y también de su última oferta de 400.000.

El abismo fiscal, con la amenaza que lo acompaña de una caída de la economía de EE UU y detrás la del resto del mundo, no es el único que se abre bajo los pies de los estadounidenses, para desgracia de quienes siguen cayéndose en ellos. Los niños y maestras del colegio Sandy Hook de Newtown son las últimas víctimas engullidas por el abismo excavado por la obsesiva identificación entre la libertad de los ciudadanos y la posesión de armas de fuego, derivada de una lectura de la Constitución que va más allá incluso de lo que dice literalmente su segunda enmienda.

Detrás de todo abismo se hallan agazapados grupos de intereses no siempre confesables. El abismo se franquea en el momento en que los multimillonarios dejan de aparecer como una delicada especie a la que hay que cuidar como si estuviera en peligro de extinción y no sobreprotegida como se encuentra; o cuando la sacrosanta libertad de portar armas para defenderse ya no se traduce en el derecho a acumular arsenales y pasear por los campus con subfusiles de asalto escondidos bajo la gabardina. Hay un momento en que la presión de los grupos especializados en ejercerla deja de ser efectiva y entonces puede revertirse de golpe toda su influencia.

El mejor ejemplo en la historia inmediata es la derrota de los amigos de Taiwan ante las necesidades de apertura estratégica ante la China de Mao, que llevó en 1971 y muy rápidamente a la expulsión de la isla nacionalista del Consejo de Seguridad y de Naciones Unidas para dejar libre la silla a la República Popular China. El lobby taiwanés estaba muy identificado con los republicanos y los guerreros fríos anticomunistas, pero fue precisamente su paladín, Richard Nixon, quien cometió la sacrílega reversión de posiciones. Algo similar podría decirse respecto a la resistencia de la industria tabaquera a las prohibiciones de fumar en espacios públicos, antes de que empezaran a llover sobre ella unas demandas millonarias que la pusieron contra las cuerdas.

Ahora estamos a punto de presenciar como los republicanos relativizan o dejan de obedecer a Grove Norquist, el patrono del lobby anti impuestos e inventor de un juramento que todos los republicanos electos han firmado, por el que se comprometen a rechazar su voto a cualquier incremento de la fiscalidad sin importar a quien afecte. Lo mismo puede suceder con la Asociación Nacional del Rifle, poderosísimo lobby de las armas, ahora levemente ablandado por la tragedia de Newtown y al parecer dispuesto a consentir con la limitación de las armas más peligrosas.

Algún día ocurrirá algo parecido con los colonos que ocupan los territorios palestinos de Cisjordania, actualmente muy apoyados en el partido republicano, en el electorado evangelista de los estados sureños y, destacadamente, en el AIPAC (American-Israeli Public Affairs Committee), el potente lobby conservador israelí. En todos estos casos se da una similar fabricación o invención de una tradición política, para justificar el mantenimiento de un statu quo mucho más reciente. Ni en la época más salvaje del Oeste americano había la permisividad con las armas que se ha instalado ahora, ni la aversión a los impuestos es inherente a la alma estadounidense, ni la relajación de cualquier exigencia a los gobiernos de Israel respecto a los derechos de los palestinos forma parte de un ADN en las relaciones internacionales que se remonta a los padres fundadores.



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20 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Aporía, desfiladero, atzucac…

Estamos ante una aporía. Es una palabra profesoral, de origen griego, que significa dificultad para el paso. Es el desfiladero que da título al último libro de Jordi Pujol, El caminant davant del congost (El caminante ante el desfiladero en su versión castellana). O incluso más, porque en el desfiladero hay la esperanza de que el estrechamiento termine con un punto de luz que permite cruzar la cordillera. La aporía es una paradoja, una contradicción irresoluble. Es el callejón sin salida, el cul-de-sac francés o el catalán atzucac, palabra de origen árabe documentada desde 1238 según Joan Corominas, que se ha mantenido sobre todo en tierras valencianas. No hay camino por donde avanzar y la única vía expedita es el retroceso, regresar al pasado.

I ara què fem? ¿Y ahora qué hacemos?, se preguntó uno de los asistentes. El profesor Francisco Rubio Llorente fue quien dio el diagnóstico. El eminente constitucionalista tiene la fórmula jurídica para salir del paso, pero el jueves quedó claro, por si no lo estaba suficientemente, que no hay gobierno español ni mayoría parlamentaria que acepten la mera hipótesis de la consulta a los catalanes sobre su futuro que Rubio Llorente quisiera facilitar. Una parte, la catalana ahora mayoritaria, considera que no hay solución al conflicto sin consulta a los catalanes, y la otra, que cualquier solución que pueda encontrarse debe excluir de principio la posibilidad de la consulta, al menos solo a los catalanes. Es una aporía.

El historiador José Álvarez Junco describió la situación como dos discursos paralelos que no terminan de encontrarse y se quedó corto. Son discursos divergentes que van distanciándose cada vez más. El debate que nos ocupa se celebró con dos fondos que inquietan, cada uno a un lado distinto: la reforma de la educación y de la inmersión lingüística que propone el ministro de Educación, José Ignacio Wert, y la negociación entre CiU y Esquerra para la investidura y el gobierno. Es decir, dos líneas divergentes, que además se retroalimentan. La iniciativa de Wert eclipsa el debate sobre el significado de los resultados electorales para el nacionalismo, revigoriza a un presidente Mas afectado por el incumplimiento de sus altísimas expectativas y confirma al bloque soberanista en la necesidad de cerrar filas alrededor del Gobierno. Solo desde el punto de vista de la correlación de fuerzas, Artur Mas tiene ahora a su lado a 107 diputados catalanes, mientras que Wert tiene a 28. El pacto de investidura entre CiU y ERC, que incluye el compromiso de tener todo listo para la consulta en enero de 2014, produce el efecto contrario en las filas del PP y en buena parte del PSOE.

España no es la FAES. Cataluña tampoco es Convergència. Todos de acuerdo en ambas cuestiones, tras no poco trasiego conceptual, habitual en estos casos; sobre el significado de los pronombres: nosotros, vosotros, ellos; sobre las identidades colectivas y el derecho a tomar la palabra en su nombre; o sobre la voz colectiva e intemporal que permite que alguien hable en nombre de los catalanes de 1640 o de 1714 o de los españoles de 1492 o de 1812. Esas identificaciones esencialistas, en las que incurren con mucha facilidad los nacionalistas de más largo aliento, no son gratuitas y hacen un buen servicio a la hora de agrupar adhesiones y separar el grano de la paja, es decir, a los tibios y los críticos de los entusiastas y creyentes. Pero lo peor que tienen es que hay un momento, como el actual, en que se acercan peligrosamente a una verdad política: entre las ideas de la FAES sobre España y los proyectos de independencia del soberanismo catalán queda muy poco espacio o no queda nada. Así lo percibe Jordi Pujol: la FAES no es España pero es quien cuenta en España. Faltaba decir, pero se le entendía perfectamente: y no ustedes los socialistas. Y así lo percibe el PP, que tampoco ve por ningún lado otro proyecto para Cataluña que no sea, en el mejor de los casos, dejar las cosas como están o, en el peor, recuperar competencias centrales como quiere Wert.

Todo esto quedó demostrado en el debate, en todas y cada una de las mesas sobre economía, lengua y política, y también en el diálogo entre Pujol y González. El único punto de acuerdo sin fisuras es que hay que seguir hablando. Toda solución, si acaso hay solución, pasa por el diálogo y el pacto. Incluso la peor solución, también esta pasa por el diálogo. No puede haber ni siquiera independencia si no hay finalmente diálogo y pacto con España. Hay otra paradoja, otro atzucac, en la cuestión del pacto. Se entiende que Cataluña ha recibido desde las instituciones del Estado tres negativas tajantes a sus propuestas: no al Estatuto de 2006 tal como fue aprobado por las Cortes y por los catalanes, no al pacto fiscal que cuenta con una mayoría social y política, y no al derecho a decidir que ahora ha polarizado las elecciones catalanas. Esta triple y gradual negativa suscita dos interrogantes de muy distinto orden. ¿Alguien tiene una propuesta interesante para Cataluña o solo hay una máquina que dice no a todo? ¿Cómo pueden esperar los nacionalistas catalanes que el Gobierno español hable y al final pacte lo más, la independencia, sino hay disposición para hablar y pactar para lo menos?

El optimismo antropológico no clausuró su ciclo con Zapatero. Lo hay en los dos campos polarizados, en el soberanismo o independentismo y en el inmovilismo o regresismo españolista. Pero el común de los políticos, empresarios e intelectuales que asistieron al debate viven la aporía como lo que es, una angustiante paradoja o un nudo gordiano que solo podrán deshacer la determinación y el coraje de los gigantes políticos. Puede que fueran estas virtudes heroicas, hoy tan ausentes, las que permitieron el éxito de la Transición. Ahí estaban Pujol y González para evocar los viejos buenos tiempos en que había confianza, proyecto común y conexión emocional, objetos todos ellos hoy ausentes según la cartesiana descripción del presidente Mas. Pero también había líderes capaces de convencer en vez de vencer y derribar al adversario, como lo fueron Pujol y González. ¿Hay que esperar a que aparezcan unos nuevos gigantes que nos ayuden a pasar el desfiladero?

El tiempo juega en favor de la divergencia, pero el resultado de las elecciones catalanas y la fragilidad de la nueva mayoría de Gobierno van a dar un pequeño respiro, una ventana de uno o dos años. Desde Barcelona está muy claro quien tiene que mover ficha. Después de tres negativas a las propuestas que salieron de Cataluña toca hacer propuestas constructivas desde el Gobierno de España. Si lo que entra en la ventana de oportunidad está en la línea de Wert, en las próximas elecciones, en dos años quizás, habrá una mayor polarización y puede que las mayorías soberanistas se ensanchen y radicalicen. No es el caso de la propuesta de reforma federal de la Constitución de Alfredo Pérez Rubalcaba, a pesar de su explícita exclusión del derecho a decidir. No vale ahora la respuesta estereotipada de cierto soberanismo: a buenas horas, mangas verdes. Es decir, ya es tarde. Josep Anton Duran i Lleida fue explícito. Mejor tarde que nunca. No sé si es tarde, pero es imprescindible dialogar.

Artur Mas finge que los resultados electorales del 25-N nada han cambiado en su hoja de ruta. Pero no es así. No tiene una legislatura entera ante sí. No ha conseguido el plebiscito personal a su plan y a su negociación de tú a tú con Rajoy, desde una mayoría absoluta frente a otra mayoría absoluta. La pluralidad de las urnas, lejos del plebiscito, es un mandato a los políticos para que hagan política, es decir, que hablen, que dialoguen, que pacten. Y también, por tanto, que se den una segunda oportunidad. Que abran de nuevo las puertas que habían dado por cerradas para siempre. Que no desdeñen las propuestas federalistas. No se convierte el callejón sin salida en un desfiladero hasta que no se consigue encontrar el paso que se abre al nuevo paisaje. Y esto requiere constancia, paciencia, obstinación incluso. (Este artículo se publicó el domingo en el suplemento especial sobre el debate Cataluaña-España celebrado el jueves 13 de diciembre en el MACBA de Basrcelona, del que Joaquín Prieto rindió cuenta en esta crónica).



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17 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El lenguaje de los cohetes

Es un artefacto de 32 metros de largo y 85 toneladas, con tres cuerpos que permiten propulsar un satélite de 100 kilogramos hasta una órbita de 540 kilómetros, y ha caído en el océano, junto a Filipinas, a 3.200 kilómetros. En dos ocasiones, en 2009 y el pasado abril, la agencia espacial de Corea del Norte fracasó en sendos lanzamientos, pero lo ha conseguido este pasado miércoles. Se denomina Unha-3, Galaxia en coreano, y el satélite responde al nombre de Kwangmyongsong-3, que significa Estrella Brillante. A pesar de su nombre pretencioso, el objeto colocado en órbita no podía ser más inofensivo, un rudimentario satélite que manda imágenes de vídeo de baja calidad de la tierra. La noticia del lanzamiento ha sido anunciada con solemnidad por el régimen y acogida con festejos populares y una gran concentración en Pyongyang. Irán mandó observadores a la base de lanzamiento coreana y ahora ha expresado también su satisfacción por el éxito, entre otras razones porque también comparte la tecnología utilizada.

El lanzamiento ha causado inquietud entre los vecinos, ante todo Corea del Sur, pero también Japón e incluso China, a pesar de la relación especial, en buena parte tutelar, que mantiene con un régimen muy similar en sus orígenes. Para Estados Unidos es una pésima noticia que un país empobrecido y aislado pueda desarrollar un programa de misiles de largo alcance que potencialmente puede alcanzar territorio americano. Corea del Norte cuenta con un pequeño arsenal nuclear, entre seis y doce artefactos, aunque no tiene todavía la capacidad de miniaturizar que requiere su colocación en la cabeza de un misil transcontinental. El lanzamiento viola la resolución 1718 del Consejo de Seguridad, aprobada por unanimidad, por tanto, con acuerdo de China y de Rusia, que prohíbe las pruebas nucleares y balísticas y establece un embargo comercial y un régimen de sanciones a sus dirigentes.

Kim Jong-un, de 29 años, utiliza el lenguaje de los cohetes como instrumento de acción exterior y de consolidación interior, siguiendo así la tradición de la dinastía familiar que rige los destinos del país desde 1948. Con el lanzamiento quiere demostrar que se ha asentado en el poder heredado de su padre, Kim Jon-il, e incluso le ha superado en la proeza espacial. Es una forma también de celebrar esta dinastía comunista, única en el mundo, en el centenario del nacimiento de su fundador Kim Il-sung. La cohetería coreana contiene también mensajes más concretos en relación con las elecciones de Japón y Corea del Sur los días 16 y 19 de diciembre, países en los que la amenaza de los Kim forma parte del debate electoral. Además, cada vez que Pyongyang enseña los dientes la comunidad internacional entiende que tiene ganas de negociar y obtener beneficios económicos de sus bravuconadas. La amenaza es su forma de comunicarse con el mundo exterior.



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15 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Momia, no caimán

Todos los males de la política contemporánea se concentran en la figura de Berlusconi. No hay nadie que sintetice mejor el poder corruptor del dinero, la manipulación populista de la televisión, la amalgama y confusión entre intereses privados y públicos, la personalización caudillista, la democracia del público o la destrucción del Estado de derecho y de la división de poderes desde el Gobierno.

Su legado es desastroso y bien vivo, pero su regreso ahora a la escena electoral es una nueva desgracia para Italia y para Europa que viene a sumarse a las numerosas dificultades de todo tipo que atraviesa la Unión Europea. La degradación de la política encuentra su personificación en la imagen misma de este septuagenario trabajado por la cirugía plástica y por una patética lubricidad de anciano que quiere vencer con dinero los estragos de la edad.

Aunque hay que tener confianza en la capacidad de resistencia de Italia, la entrada en liza electoral de esta figura deforme es un pésimo augurio. Por el momento ya ha conseguido sembrar el pánico político en toda Europa, incrementar la prima de riesgo y atizar a las bolsas. Respecto a sus expectativas electorales más bien parece que son pocas, como máximo mantener vivo el Polo de la Libertad, en decadencia irrefrenable desde que abandonó el Gobierno. No es un caimán el que regresa, sino la momia, como acertadamente le ha calificado Liberation. Produce espanto, pánico incluso, y apesta a dolor y a muerte, pero ya no tiene los mismos dientes ni idéntica capacidad para arrear con su cola, aqunque los malos instintos permanezcan vivos. Y lo que quiere sobre todo es huir de nuevo de los procesos judiciales que le persiguen, un móvil que ya estuvo presente en la primera ocasión en que se presentó.



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10 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El tirón y la embestida

Después del tirón, estrebada en catalán, la embestida, l'envestida. Las dos expresiones pertenecen al vocabulario convergente y son muy exactas. El tirón es el que dio el nacionalismo conservador al pasar del autonomismo al independentismo y convocar elecciones anticipadas. La embestida ha sido la respuesta del ministro de Educación, José Ignacio Wert, con sus proyectos de contrarreforma educativa, inspirados en una idea de España unitaria, católica y reaccionaria, abiertamente preconstitucional.

Con l'estrebada el nacionalismo catalán pasó a la ofensiva, en la creencia de que cuanto más penetrara en territorio hostil más fácil sería luego consolidar posiciones. El resultado de las elecciones ha demostrado que partía de un cálculo de fuerzas erróneo y de una estrategia desproporcionada en relación a su capacidad de fortificarse en territorio conquistado. Así es cómo la embestida le ha obligado a empezar el repliegue a posiciones defensivas. "La marcha hacia Europa puede transformarse en la defensa del modelo autonómico amenazado", ha señalado Antoni Puigverd en La Vanguardia (7 de diciembre). Quince días después de las elecciones, el diagnóstico es bien claro: un análisis erróneo de la realidad social catalana, una estrategia desacertada y una campaña electoral mal planteada. El independentismo tiene mucha fuerza, pero no suficiente para seguir avanzando, ni tan poca como para salir en desbandada. La rapidez y la energía de la estrategia, el tirón propiamente dicho, produjo sensación en el primer momento, a rebufo de la manifestación del 11S, pero luego pinchó. La personalización de la campaña, sus quiebros estratégicos y sus numerosos errores hicieron el resto.

A la vista de la embestida, precedida por la soez cornada de El Mundo, con la publicación en el último tramo de campaña de su falso informe contra Mas, donde mayor ha sido el fallo de los estrategas convergentes es en el cálculo de la resistencia y de la envergadura del vector centralista, a fin de cuentas el decisivo en la ecuación Cataluña/España. El venerable patriarca convergente Jordi Pujol lo venía advirtiendo desde que se empezó a redactar el nuevo Estatut y no ha cejado ni siquiera después de su súbita conversión independentista, hace un par de años: España es algo muy serio, con frecuencia minusvalorada desde Cataluña y nunca hay que dejar de respetar su envergadura y su fuerza. Enric Juliana acuñó en tiempos del tripartito una metáfora redonda para captar este error de los catalanes enfrentados al poder central. Somos la brigada Pomorska, los lanceros polacos pertrechados de corazas, guardapechos y cascos emplumados, que se enfrentaron gentilmente a caballo a los blindados de la Wehrmacht en los primeros días de la invasión alemana de su país en 1939. El episodio nos llega como una hazaña llena de nostalgia y heroísmo, pero aquellos días fueron los que abrieron las puertas del infierno para Europa.

Las ideas y proyectos independentistas han sufrido una derrota política momentánea, pero se equivocaría quien diera por finiquitado el problema con la embestida. Al contrario, el ministro Wert ha dado una nueva y engañosa vida a la estrategia del tirón, que esta sí es la auténtica derrotada en las elecciones del 25N. Los artífices de l'estrebada, además de sus errores de análisis y cálculo de la situación, demostraron que no llevaban bien aprendidas las lecciones que la historia ha ido proporcionando al catalanismo. Es curioso porque están muy bien sintetizadas en un libro tan imprescindible como Notícia de Catalunya, de Jaume Vicens Vives, y de nuevo tengo que citar a La Vanguardia, pues es el diario que ha puesto masivamente a la venta una reproducción de la edición original precisamente el día de las elecciones, demasiado tarde para que lo estudiaran y lo tuvieran en cuenta sus amigos de CiU, algunos de sus columnistas y sus lectores. Una cita es suficiente: "Hemos dicho '¡basta!' en el peor momento, cuando había pasado el punto dulce de nuestra fuerza o nuestra razón. Tiene la culpa de esa falta de acierto, sin duda, el debilitamiento del 'seny' en las clases dirigentes". La actual estrebada es hija de esta debilidad del criterio.



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9 de diciembre de 2012
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El Boomeran(g)
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