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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El espejo inglés

David Cameron quiere renegociar el estatuto de Reino Unido en la Unión Europea e incluso irse directamente. Piensa que su país funcionará mejor solo en el mundo global. Probablemente piensa lo mismo de Inglaterra y por eso no le importa prescindir de Escocia. Si los escoceses tienen un referéndum para decidir sobre su futuro, Cameron está dispuesto a que los británicos en su conjunto participen en otro referéndum para decidir si se van o se quedan en la UE. Por consultas populares que no quede.

Le apoya una amplia mayoría de los ciudadanos. Cuenta con la presión sobre los conservadores del ascendente Partido de la Independencia. Y con años de martilleo de la prensa sensacionalista, que empezó como euroescéptica y se ha ido convirtiendo cada vez más en eurofóbica.

Washington no ve con muy buenos ojos esta evolución. Por boca de Philip Gordon, encargado de Europa en la secretaría de Estado, ha señalado que ?la relación especial? con Londres interesa mucho más si Reino Unido es parte de la UE en vez de un país exterior y aislado. ?Tenemos una creciente relación con la UE como institución con creciente voz en el mundo y queremos ver a Gran Bretaña como una voz potente en esa UE?. La observación de Gordon descalifica incluso la convocatoria de un referéndum: ?Damos la bienvenida a una UE abierta al mundo con Reino Unido dentro?, mientras que ?los referendos convierten a los países en ensimismados?.

Con frecuencia se ha comparado el programa secesionista de Artur Mas con el de Alex Salmond para Escocia. Los paralelismos son evidentes, aunque quizás superficiales. Hay diferencias notables, sin contar con la actitud bien distinta de Londres respecto a Madrid. Hay menos independentismo en Escocia. Salmond quería una devolution max, similar al pacto fiscal del Concierto vasco, pero Cameron le salió al paso con una propuesta más drástica que obligará a optar a favor o contra la independencia.

Es muy fácil el juego de las similitudes con Escocia, nación histórica hermanada con Cataluña alrededor de la fecha de 2014. Pero también es interesante explotar los paralelismos entre una Inglaterra que quiere existir por su cuenta en el mundo global y una Cataluña que quiere prescindir de España en Europa, en ambos casos con fenómenos de opinión pública y de polarización similares. El historiador británico Timothy Garton Ash, tan favorable a la consulta como partidario de seguir en la UE, ha suministrado un argumento para Cameron que sirve para Mas respecto a la fecha de la consulta, que sitúa entre 2015 y 2020, momento en que todos sabremos cuáles son los efectos políticos de la salvación de la zona euro sobre cada uno de los países y sobre el conjunto. Preguntar antes, en 2014 como quiere Mas, es decidir que salimos de viaje sin saber adónde vamos.



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12 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La noche más oscura

Este mes se cumplen 11 años de la apertura de Guantánamo y cuatro desde que Obama llegó a la presidencia con el propósito, todavía incumplido, de cerrar el campo de internamiento en doce meses. Por este agujero negro del derecho han pasado 779 hombres, todos musulmanes, de los que nueve han fallecido en reclusión. Quedan allí 166, de los que 86 han sido exculpados de todo cargo. A otros 46 se les ha asignado la detención indefinida sin juicio ni imputación. Estas y muchas otras cifras y datos sobre las violaciones de derechos humanos en la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo son difundidos una y otra vez por el Centro para los Derechos Constitucionales, ocupado en el seguimiento del limbo legal creado por el presidente Bush.

Esta ong estadounidense dedicada a la defensa legal de detenidos se encarga de recordarle continuamente al presidente Obama esta y otras promesas incumplidas en el capítulo de derechos humanos y libertades. La persistencia de Guantánamo no es responsabilidad exclusiva del presidente, puesto que el Congreso de mayoría republicana ha interpuesto todos los obstáculos que ha podido para impedir el traslado de los presos a cárceles de EE UU y su juicio por la jurisdicción ordinaria. Tampoco han ayudado los países aliados, que solo han admitido en cuentagotas a presos de Guantánamo. Y menos aún los países de origen de los presos, porque podrían ser directamente liquidados, torturados o encarcelados en caso de ser repatriados a lugares como Yemen, Arabia Saudita o Argelia.

La cuestión es que Obama va a empezar su segundo mandato sin visos de resolver el rompecabezas y con la amenaza de dejar la Casa Blanca dentro de cuatro años con Guantánamo en funcionamiento. La prisión no es el único recordatorio sobre la ambigua política de derechos humanos de alguien que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2009. El estreno de una película como Zero Dark Thirty, en español La Noche más Oscura, de la directora Kathryn Bigelow, se ha encargado también de situar de nuevo en el primer plano del debate público un tema tan espinoso y angustiante como el uso de la tortura por la CIA en la lucha contra el terrorismo, en una narración trepidante sobre otra cuestión controvertida como es el asesinato selectivo de los terroristas por decisión presidencial, en este caso el del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden en Abbotabad el 2 de mayo de 2011.

La película explica y sintetiza todas las artes empleadas por la CIA y el ejército de EE UU en su guerra contra el terrorismo. En primer plano, la tortura. Luego la detención ilegal y la entrega extraordinaria de terroristas a terceros países para su interrogatorio extrajudicial. Hay un atisbo de las vejaciones sexuales que fueron filmadas y fotografiadas en la cárcel de Abu Ghraib. También de las cárceles clandestinas, como la de Bagram, que nos remiten a la mayor de todas que es Guantánamo. Y como culminación, la ejecución extrajudicial de Bin Laden.

La Noche más Oscura arruina la insostenible tesis de que no son torturas el ahogamiento por agua, la privación del sueño, las posiciones forzadas, por no hablar de los golpes, las vejaciones y los malos tratos, como pretendieron demostrar los equipos de juristas de George W. Bush y todavía seguían defendiendo buen número de candidatos republicanos a la presidencia. Podemos reprocharle a Obama que no haya pasado cuentas con quienes infringieron la ley con sus autorizaciones y justificaciones legales para torturar, incluso que haya utilizado la información obtenida bajo tortura para liquidar a terroristas como Bin Laden, como puede desprenderse de la película: algo, que, por otra parte, haría cualquier gobernante responsable. Pero no que haya intentado legalizar la tortura, que es lo que ensayaron Bush y sus juristas neocons. Obama se está ocupando de otra cosa, de difícil sino imposible justificación, como intentar dar cobertura legal a los asesinatos selectivos de sospechosos de terrorismo, sin orden judicial ni proceso probatorio, por una mera decisión presidencial.

El filme de Bigelow ha sido el detonante de varios debates cruzados sobre las fronteras entre la realidad y la ficción, la justificación y la utilidad de la tortura o la filtración de información secreta de la CIA a los periodistas y a los autores de la película. Sus autores sabían de su potencial explosivo, y por eso la estrenaron después de la elección presidencial. El estreno coincide con el relevo del general David Petraeus en la cúpula de la CIA por John Brennan, hasta ahora zar antiterrorista de Obama y con 25 años sobre sus espaldas como agente. Brennan fue precisamente el número dos de la agencia cuando Bush quiso convertir la tortura en una forma legal de extraer información a los detenidos, y ya con Obama se ha encargado de los asesinatos selectivos mediante el uso de drones teledirigidos.



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10 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La lealtad hacia sí mismo

Las promesas políticas están para ser incumplidas. Lo sabemos todos y nadie se siente de verdad engañado ante el incumplimiento, aunque todos lo utilicemos en contra de quien empeñó su palabra y se quedó colgado de la brocha. El francés Charles Pasqua ?un legendario ministro del Interior gaullista que se parecía a otra leyenda, esta del cine, como Fernandel? estableció el dictum maquiavélico perfecto sobre el tema: las promesas solo comprometen a quienes se las creen.

Peor que incumplir la palabra dada es cumplirla contra viento y marea aunque todo aconseje lo contrario. Sobre todo si se hace por la única y egoísta razón de no quedar como incumplidor. Cumpla yo mi palabra y perezca el mundo. El político de calidad es aquel que incumple su palabra si es lo más conveniente para la vida pública, algo que debe saber hacer con la mayor discreción y prudencia.

Hay ejemplos para todo. De Gaulle iba a garantizar que Argelia seguiría siendo francesa. Suárez que no se saldría de los Principios Fundamentales del Movimiento ni legalizaría el Partido Comunista. El santoral político está lleno de incumplidores, aunque haya muchos candidatos que pretenden la canonización precisamente por cumplir su palabra por encima de cualquier otra consideración, cuando en realidad merecen las calderas de Pedro Botero. Rajoy ya aspira a entrar en el canon de los santos incumplidores y le queda tiempo para seguir acumulando méritos: antes ya lo hizo Zapatero. Todas estas reflexiones podrían acomodarse perfectamente a la prospectiva sobre la segunda legislatura de Artur Mas, con su promesa de consulta de autodeterminación, su fecha indicativa de 2014 y su posterior renuncia a presentarse de nuevo, pero la verdad es que viene a cuento por Aznar y su promesa de completar solo dos mandatos, de la que da cumplida y larga explicación en el primer volumen de sus memorias recién publicadas (Memorias, I, editorial Planeta). En realidad es el único tema de su trayectoria sobre el que da clara y suficiente explicación en este libro de por sí bastante inane.

Lo más inquietante del razonamiento de Aznar, que desatiende todos los consejos de amigos y conocidos, españoles y extranjeros, es que al cabo de la calle decide presentarse por ?la lealtad a la palabra dada?, que es lo mismo que decir lealtad hacia sí mismo. Tiene como atenuante un segundo y sólido motivo que añade a continuación, ?la certeza de que nadie es imprescindible?, sobre el que no se explaya mucho, al contrario: las memorias circulan en dirección opuesta, en la de esparcir el sentimiento de que él es único e imprescindible.

Aznar utiliza una expresión realmente acertada a propósito de todo este caso: ?la gestión de mi propia pasión política?. Y a fe que se nota cómo le abrasa la pasión cuando decide ponerse manos a la obra para nombrar a su sucesor. ?Nadie me obligó a irme ?escribe, más chulo que un ocho? y si lo hice no fue para ejercer el poder. Si hubiera querido seguir ejerciéndolo me habría quedado. Me fui porque creí que era lo mejor para España?. Es difícil hacer mayor exhibición de poderío, solo dolorosamente amortiguado por la derrota de Rajoy ante Zapatero, que Aznar echa en la cuenta de su combate apocalíptico con el terrorismo. La operación ?habría salido perfectamente si no hubiese sido por los atentados del 11 de marzo de 2004?.El inmenso gusto por haberse conocido le impide observar una sola mota de polvo en su reacción ante dichos atentados que pudiera explicar el mal resultado alcanzado en las elecciones.

Bien está lo que bien acaba. Rajoy al fin venció. Al placer que exhibe Aznar ahora en sus memorias como el monarca electivo que fue durante sus ocho años añade la exhibición del placer de haber elegido al monarca para los siguientes: rey y hacedor de reyes. En ningún otro episodio del libro se percibe de forma tan clara el gusto por el poder y el placer de moldear la vida de los otros, utilizados como mercancías en el comercio de los hombres, que es como llamaba Montaigne a la política.



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7 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pastel de cumpleaños

El Rey tiene pocas cosas que contarnos. Y las pocas que tiene que contarnos nos las cuenta con tantas cautelas y sobrentendidos que apenas nos enteramos. El periodista que le entrevista, uno de los dos únicos conciudadanos suyos que le han entrevistado en sus 75 años, tampoco tiene mucho que preguntar: ¿cómo se siente?, ¿cómo definiría su ayer, su hoy y su mañana?, ¿de qué se sentiría más orgulloso?,... Y todo por el estilo. Es tanta la deferencia, tantos los cabeceos de asentimiento, que apenas hay una palabra que pueda suscitar atención en un intercambio tan inane. Obligadamente, el espectador se entretiene en los detalles. Del despacho donde se celebra, de los rostros y gestos, del tratamiento que se dispensan uno al otro. La sotabarba del Monarca, por ejemplo. La sensación de fatiga, de ahogo casi, que hay en su expresión ansiosa. Esa distancia pronominal borbónica, falsamente campechana, auténticamente regia, entre el tuteo y su majestad, incomprensible para el sentido democrático de las nuevas generaciones.

Nada se le pregunta y nada se responde sobre lo que más interesa, sobre lo único que interesa. En primer lugar, sobre los asuntos suyos y de su familia que mayores dolores de cabeza le han procurado: las imputaciones contra el yerno Urdangarin y las repercusiones sobre la esposa, la Infanta y sus hijos, todos ellos en la línea sucesoria; la cacería de Botsuana y las conjeturas sobre su vida sentimental. Todo tiene su explicación, que no justificación, pero si se trata de comparecer en público ante los conciudadanos no valen los amaños ni las medias verdades. Si no se puede asumir la explicación pública, como parece el caso, mejor el silencio, o confiar a otros la palabra. Más difícil de soslayar es que un Monarca de tanto protagonismo histórico mantenga una actitud tan extraña respecto a la crisis que afecta al sistema político e institucional español, en un momento en que muchos dan por liquidado el consenso constitucional mínimo para seguir adelante juntos. Sus medidas y escasas palabras sobre la falta de vertebración del Estado han sido entendidas como inhibición casi cobarde por la derecha nacionalista española y como intromisión inaceptable por el soberanismo catalán. Ahí sufre especialmente el Rey de la irresponsabilidad política que le otorga la Constitución, de forma que cualquier cosa que diga debe contar, y a efectos prácticos cuenta, como avalado por el Gobierno de turno, aunque luego pese sobre su prestigio e imagen.

Nada nuevo que contar sobre sí mismo y su familia, nada nuevo que contar sobre España. Todo lo otro, sobre la transición, la generación de la libertad, las bondades de su padre y de su hijo, ya lo sabíamos los que lo sabíamos. Los que no lo sabían, esas generaciones jóvenes que no votaron la Constitución ni saben nada del 23-F, estaban esperando, si acaso esperaban algo, que se les hablara del presente y del futuro y no de las batallitas estupendas de esta democracia única que nos hemos dado.

El Rey celebrado en la entrevista y en las opiniones de sus compañeros de cohorte generacional es el que empezó a ganarse el puesto y el sustento hace cuatro décadas con notable éxito. Dicha función no le corresponde al Monarca venerable y bonachón que respondía a las preguntas de su cumpleaños, con pretensiones de reivindicar su balance, mantenerse en el cargo y, en una circunstancia bastante difícil, sostener la posición con todo el tacto del mundo para no meter la pata. Todo ello es legítimo, pero muy insuficiente. Con este espíritu defensivo no se garantiza el futuro.

La Monarquía constitucional es un instrumento institucional al servicio de la democracia, responsabilidad directa, por tanto, del Gobierno surgido de las urnas. Saben los reyes que deben huir de los consejos y adulaciones de los monárquicos. Basta con leer y analizar las glosas y ditirambos de la prensa más proclive al culto monárquico para percibir que entre unos y otros le han servido al Rey un auténtico pastel de aniversario en el peor momento posible.



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6 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El poder del monedero

El abismo fiscal que Obama ha conseguido saltar el primer día del nuevo año es hijo directo de la crisis de gobernanza que aqueja a las democracias representativas, pero nieto y heredero legítimo del llamado poder del monedero, el mecanismo que está en el origen mismo del parlamentarismo.

Sin la polarización entre demócratas y republicanos, sin el empecinamiento en mantener congelados los impuestos mientras aumenta el gasto en defensa y sin el boicot a Obama por parte de la derecha entera, no se habría alcanzado la situación límite que ha estado a punto de hundir la economía de Estados Unidos, gracias a un recorte automático del gasto público y a un simultáneo incremento de impuestos para todos.

Pero el instrumento que ha permitido llegar a este límite y que permitirá repetir una situación semejante dentro de dos meses, cuando se alcance el techo de endeudamiento autorizado por el Congreso, es el llamado power of the purse, el poder del monedero, que concede a los congresistas la última palabra sobre el presupuesto y la capacidad de doblegar al presidente. Es una ironía que la máxima institución representativa de la democracia más emblemática mantenga como herramienta de su acción política un poder que caracterizó a los parlamentos medievales, convocados por los monarcas con el único y materialista objetivo de recaudar impuestos. Las sesiones de aquellas instituciones representativas, entonces ajenas al sufragio universal, se alargaban en unas tediosas negociaciones en las que se trocaban privilegios por gabelas, tributos, gravámenes y tasas.

El pulso entre el rey y el parlamento no siempre terminaba bien. Muchas revoluciones, la propia independencia americana entre otras, se han tejido en la pelea entre los dos poderes. Tras su victoria sobre los republicanos ante el abismo fiscal, Obama ha decidido enrocarse de cara a la ampliación del techo de deuda que debe aprobarse dentro de dos meses. Su propósito es no mover ni una pestaña ante las exigencias de los congresistas republicanos, que quieren recortes en gasto social si el presidente no quiere quedarse sin capacidad de endeudamiento. Si no les tiemblan las piernas, a principios de marzo se abrirá un nuevo abismo, esta vez en forma de suspensión de pagos.

El techo de deuda es un mecanismo reciente, pero también está vinculado al poder del monedero. Hasta 1917, el Gobierno debía pedir autorización al Congreso cada vez que emitía deuda. George W. Bush obtuvo un mayor techo de deuda siete veces y Obama cuatro, que ahora serán cinco. El sistema requiere reformas para evitar una y otra vez amenazas apocalípticas de colapso, pero el poder del monedero no puede ni va a desaparecer. Un Congreso que no lo tuviera sería un león desdentado, y el equilibrio de poderes, fundamental para la democracia, recibiría un golpe mortal.



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5 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Inversiones políticas

Así como hay una inversión térmica, típica de ciertos momentos invernales, en que hace más frío en los valles que en las alturas, ahora el mundo parece introducirse en una inversión política en la que, generalizando, la derecha se ha hecho de izquierdas y la izquierda de derechas.

La portada de The Economist de esta semana ha captado con elocuencia gráfica lo que está sucediendo: al fondo la cúpula del capitolio, en primer plano Barack Obama caracterizado como un francés de postal turística (boina, baguette, camiseta a rayas) y John Boehner, el líder repoublicano de la Cámara de Representantes, como un bávaro con sus calzones de piel; y el título, America's European moment (el momento europeo de Estados Unidos).

El mismo día Philip Stephens en el FT señalaba que los partidos republicano de EE UU y conservador de Reino Unido se han convertido en formaciones ideológicas, mientras que los demócratas y los laboristas se están adscribiendo al pragmatismo, exactamente lo contrario de lo que se espera de derechas e izquierdas respectivamente. Si cruzamos ambas observaciones veremos que, efectivamente, EE UU se mueve en dirección del modelo europeo y Europa del modelo americano, tanto en políticas económicas como en la forma de negociar y decidir. La inversión funciona también en dimensiones globales. No hay ahora mismo partido más conservador y derechista que el comunista chino, y si observamos las tendencias que contiene, veremos que los izquierdistas son los más conservadores y los liberales los que más se apuntan al cambio.

La socialdemocracia europea, o lo que queda de ella, es indiscutiblemente una fuerza conservadora, que pretende mantener el statu quo del Estado de bienestar y los derechos legítimamente adquiridos por las clases medias y bajas en el último siglo; mientras que los partidos derechistas se sienten rupturistas, insurreccionales incluso, como sucede con el Tea Party en Estados Unidos.

Estamos, pues, en una época trabucada, en la que necesariamente cuesta orientarse. Ahora mismo, en el mapa de la política hispánica, pocas cosas llaman tanto la atención como la Cataluña vasca enardecida por la perentoria exigencia de su soberanía y el Euskadi catalán y pragmático calculando con tranquilidad como mantener e incrementar su ya notable nivel de autogobierno.

Puede que sea una época nueva. Puede que se trate meramente, como en la naturaleza, de un fenómeno térmico invernal que terminará cuando llegue de nuevo el verano.



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4 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los atlas del futuro

En las épocas de crisis regresa el fatalismo. Las teorías deterministas se abren paso con facilidad. Es el paraíso de la economía, aunque los economistas se equivoquen. Y es el momento propicio para el regreso de la geopolítica ?una disciplina interesante pero sospechosa, que utilizaron los nazis para justificar su teoría del espacio vital y su política agresiva y expansionista?, en forma incluso de geoeconomía.

No todo es imperialismo en los conceptos geopolíticos, aunque no hay dudas sobre los orígenes imperialistas de una ciencia que pretende explicar los comportamientos políticos por los condicionamientos del entorno geográfico. Hay también algo reactivo en la recuperación de un pensamiento duro, que observa a los seres humanos desde una perspectiva estratosférica, la de los satélites que nos mandan imágenes de la tierra. Tras las épocas ideológicas, y las épocas de la virtualidad digital como la nuestra, es lógico que surjan reacciones reduccionistas.

El libro de la temporada sobre esta cuestión es La venganza de la geografía. Lo que los mapas nos dicen sobre los próximos conflictos y la batalla contra el destino, del periodista Robert Kaplan, del que basta citar estas frases para percibir su aproximación bien clásica al problema: ?La geografía es el telón de fondo de la historia humana misma. A pesar de las distorsiones geográficas, puede ser tan reveladora de las intenciones de largo alcance de los Gobiernos como los conciliábulos secretos. La posición de un país en el mapa es el primer elemento que le define, más que su filosofía de Gobierno?. Kaplan nos introduce al pensamiento geopolítico pero, sobre todo, nos invita a adoptar una conciencia geográfica a la hora de acercarnos a los conflictos mundiales. Hagámosle algo de caso, sin necesidad de dejarnos convencer ni entrar en debates filosóficos sobre la libertad y el determinismo en la historia de las naciones. Volvamos por un momento a los mapas, aprovechando el año nuevo, momento propicio para interesarse por las noticias que trascienden la novedad de un solo día o una semana.

No nos bastan para este ejercicio los viejos atlas coloreados de geografía física y política, que nos mostraban el patchwork de las fronteras y soberanías nacionales de colores, aunque alguna utilidad pueden tener en un momento de agudización de rivalidades nacionales. En Asia, por ejemplo, donde nos servirán para escudriñar el mar de China en busca del archipiélago de las Spratley, las islas Paracelso o las Diaoyu (Senkaku en japonés), todas ellas disputadas entre China y sus vecinos. O en el Ártico, donde nos permitirán atisbar las futuras rutas de navegación entre Asia y Europa.

Estos son los mapas clásicos de superficie que albergan unos nuevos mapas menos conocidos, pero más interesantes para nuestra época, una nueva cartografía que debe recoger, precisamente, las novedades que nos proporcionan tanto la tecnología como las modificaciones del planeta producidas por el calentamiento global. Las primeras levantan, por ejemplo, la nueva cartografía de los yacimientos de gas y de petróleo que va a revolucionar la economía de la energía. Las segundas, tanto las costas en peligro como los resultados de la fusión en los casquetes polares, de efectos ambivalentes sobre la economía humana: catástrofes de un lado y nuevos recursos del otro.

Basta con centrarnos, de momento, en los efectos de la cartografía del subsuelo terrestre y marino que alberga nuevos yacimientos gasísticos y petrolíferos para concluir muy rápidamente en la utilidad de la geopolítica para entender los tiempos que nos esperan. A los avances en la extracción en fondos marinos a gran profundidad se han añadido los enormes progresos en detección de yacimientos, en extracción horizontal y en el llamado fracking, que consiste en extraer gas o petróleo de los esquistos bituminosos en las profundidades del subsuelo.

Estados Unidos asegurará su suministro de petróleo para los próximos cien años y en 2020 tendrá una total autonomía energética, además de exportar gas licuado al resto del mundo y principalmente a Europa. Hay probabilidades de que Polonia se convierta también en un gigante gasístico, liberado de la dependencia energética de Rusia. Esta última, al igual que los países árabes productores de gas y de petróleo, deberá acomodarse a la nueva situación. Recordemos que el conflicto entre Repsol y Cristina Kirchner tiene su origen en la explotación del yacimiento de Vaca Muerta, una enorme bolsa de arcilla bituminosa.

Las técnicas extractivas, que consisten en inyectar un cóctel de agua y componentes químicas a alta presión, suscitan muchas reservas por sus efectos contaminantes en las aguas subálveas e incluso sobre la salud de las poblaciones afectadas. Pero a la vez estos yacimientos pueden ser una bendición económica, como se espera que le suceda a Barack Obama en su segundo mandato con un boom inmediato del gas y del petróleo de piedra. Habrá que optar.

El mapa del siglo XXI está mutando gracias a la energía oculta e inagotable que hay bajo la superficie de la tierra. Y unas nuevas e inesperadas relaciones de poder nos esperan bajo los nuevos atlas todavía desconocidos.



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3 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Aznar internacional

La publicación de las memorias de los políticos españoles suelen ser acontecimientos grises y menores, en buena sintonía con su escasa calidad y su interés público limitado o nulo. Solo recuerdo las muy breves de Leopoldo Calvo-Sotelo como un ejercicio intelectual de valor, entre otras razones por la ironía y la sutilidad de su autor.

Acabo de leer el primer volumen de las que ha escrito, o le han escrito, a José María Aznar, que abarca o data desde su nacimiento en 1953 hasta 1999, cuando termina su primera legislatura. Son poco más de 300 páginas, pulcramente organizadas y escritas, fruto de la extraordinaria profesionalidad de los editores de Planeta, que se han visto precisados a añadir en anexo unos discursos para engordarlas y dar así con un volumen de suficiente prestancia.

El historiador Julián Casanova ya ha señalado que "nada relevante se aprende en ellas sobre la transición o de cómo se construyó la democracia". Y que su mayor sustancia está en que "el lector puede constatar, sin embargo, una y otra vez, de qué está hecha la política: de amigos, fidelidades y favores, que se devuelven según lo recibido".

El país no da más de sí. Y Aznar tampoco. A pesar del fulgor de la transición y de los años buenos, estas memorias no engañan. Este es un país pequeño y mediocre, provinciano y funcionarial y, en el fondo, insignificante, tal como lo revela y trasluce en cada uno de los episodios de este repaso autobiográfico un jefe de Gobierno tan exitoso como fue Aznar en su primer mandato, cuando no tuvo mayoría absoluta. Su publicación en el actual momento depresivo constituye una forma de documentación de la burbuja política y de imagen que ha vivido España y del regreso a la normalidad grisácea que siempre hemos conocido.

El primer dato sobre el nivel político de la rememoración que hace Aznar es la inexistencia en todo el libro de idea, reflexión o visión alguna sobre el mundo en que vivimos. Sí, ya sabemos que los momentos estelares de Perejil, el rancho de Bush en Texas y la declaración de guerra en las Azores pertenecen a la segunda legislatura y merecerán en su día algún tipo de aproximación. Pero por lo visto hasta aquí, poco podemos esperar del próximo volumen que realmente pueda suscitar el interés público y menos todavía de los historiadores y cronistas.

En el período abarcado por este primer volumen hay varios episodios que merecerían un mejor, más extenso y en todo caso detallado tratamiento. Uno de ellos es la reforma promovida por Aznar de la Internacional Demócrata Cristiana, convertida en Internacional Demócrata de Centro, junto al ingreso del Polo de la Libertad de Berlusconi; toda una operación que, a la vista está, merecería algún tipo de reflexión crítica, o al menos analítica. La llegada del aznarismo al Partido Popular Europeo y a la IDC introdujo un facto de dureza liberal y de populismo conservador en la derecha global que pasa totalmente desapercibido, ni siquiera como mérito, en las memorias.

Algo más de espacio, aunque no energías, dedica a su experiencia en Bruselas como recién incorporado a la gimnasia de los consejos y cumbres, pero solo lo hace para documentar su clarividencia y su acierto en las decisiones sobre la incorporación en el euro. En estos cuatro años sucedieron suficientes cosas en la escena internacional como para suscitar la atención del jefe de Gobierno de un país de intensa proyección exterior en aquel momento. Sucedieron en Oriente Próximo, en los Balcanes o en Irlanda del Norte, pero para Aznar todo lo que cuenta pasa entre Madrid y Valladolid.

Aznar coincidió en sus primeros cuatro años con Bill Clinton, Tony Blair, Helmut Kohl, Jacques Chirac, y ya había conocido, según se encarga de subrayar, a muchos otros, como Margaret Thatcher, Giulio Andreotti, Carlos Menem o John Major. Pues bien, estos nombres solo le sirven para su 'name droping', como adorno a sus decisiones y peripecias (Clinton, Blair y Chirac se sorprenden de que no quiera presentarse por tercera vez), pero en ningún caso para explicaciones sobre su carácter, sus conversaciones y relaciones, y mucho menos para dar alguna visión personal del panorama mundial y de sus problemas.

La pasión política de Aznar, que la hay, es localista y sin horizontes. Inspirada, eso sí, por una idea tan grandiosa como indefinida de España y de su lugar en el mundo, y por una identidad española recia y compacta (por eso no necesita definición), quizás inquietante y que probablemente merece un desarrollo específico. Como nada nos dice de sus ideas juveniles, aparentemente falangistas, nada podemos saber de las raíces de su españolismo en el pasado inmediato. Para la memoria selectiva de Aznar, en su biografía no tiene papel alguno el franquismo y por eso calla. O quizás es exactamente por lo contrario. Si se atreviera a escribir sobre todo esto y a contar lo que vivió y lo que ahora piensa de todo ello, seguro que triunfaría como memorialista.



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1 de enero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nueve elecciones y un mundo

Nueve países que cuentan en la marcha del mundo han celebrado elecciones en 2012. Cada uno a su estilo, cada uno según sus peculiares sistemas políticos y electorales; pero en todos los casos con efectos que trascienden las propias fronteras. Naturalmente, el acontecer de doce meses en todo el planeta no puede resumirse en nueve relevos en la cúpula del poder político de sendos Estados, por poderosos que sean, pero expresan las tendencias y cambios geopolíticos en curso.

Las renovaciones en la cúpula del poder durante 2012 abarcan nueve países determinantes de los cuatro grandes continentes. Francia y Rusia en el europeo. China, Japón y Corea del Sur en el asiático. Egipto en el africano. Y Estados Unidos, México y Venezuela en el americano. Juntos representan más de una tercera parte de la humanidad, aunque uno solo, China, concentra a uno de cada cinco seres humanos.

Quien abrió el año electoral, el 4 de marzo, fue Rusia, donde Vladímir Putin obtuvo por tercera vez el poder presidencial que ya había ocupado desde 2000 hasta 2008, en un gambito de nula credibilidad democrática con el hasta entonces presidente Dimitri Medvédev, que ahora deviene de nuevo su primer ministro. Japón y Corea del Sur lo cerraron en diciembre, el 15 y el 19, respectivamente, con la victoria de candidatos derechistas y nacionalistas en ambos países, que augura una época de tensiones crecientes con China e incluso el inicio de una especie de guerra fría asiática.

Pero las dos elecciones más destacadas fueron la que renovó el mandato de Barack Obama, el 6 de noviembre, que contará con la ocasión de dejar una huella más profunda en la historia de su país y del mundo; y la del nuevo número uno chino, Xi Jinping, el 18 de noviembre, como secretario general del todopoderoso partido comunista, con 80 millones de militantes, un cargo que comporta automáticamente su ascensión a la presidencia de la República Popular China en marzo próximo, aunque era una designación perfectamente programada antes incluso de que empezara 2012. El primer rasgo que diferencia unos relevos de otros es que no todos son resultado de elecciones competitivas. En siete de las nueve elecciones existía algún grado de incertidumbre, incluso en dos países donde anteriormente no estaba asegurada tal eventualidad, como son Venezuela y Egipto. En el primero, el populista coronel Hugo Chávez consiguió el 7 de octubre su cuarta victoria presidencial, por amplio margen sobre el candidato de la oposición, Henrique Capriles; y en el segundo, donde por primera vez se han celebrado elecciones presidenciales en condiciones democráticas, también por primera vez ha alcanzado la presidencia en los comicios celebrados entre mayo y junio un representante de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Morsi, en este caso por muy estrecho margen del 51,7% frente al 47,3% de Ahmed Shafik, el último primer ministro de Hosni Mubarak y candidato identificado con el antiguo régimen y los militares.

El resultado estaba sobradamente escrito antes de que empezara el procedimiento de elección al menos en dos de ellos, en Rusia y en China, países que no han conseguido homologar todavía su sistema y su cultura política con esa democracia que a trancas y barrancas consigue abrirse paso por todas partes. Putin venció con el 63% de los votos, al frente de la formación presidencial Rusia Unida, a enorme distancia de su inmediato seguidor, el comunista Genadi Ziuganov, que obtuvo el 17%.

Fue una elección plebiscitaria, organizada desde las ventajas que da el poder y con numerosas irregularidades. Todo muy expresivo de una democracia soberana como la rusa, en la que solo son homologables el uso de las urnas y la elección entre varias opciones; pero no la igualdad de oportunidades, y todavía menos las instituciones propias de una democracia, como son la división y el equilibrio entre poderes independientes, el control parlamentario sobre el Ejecutivo o la transparencia y la libertad de información.

El recambio de Putin por Medvédev ha introducido un giro en la política exterior rusa de mayor confrontación con Estados Unidos y de afirmación de su vocación de gran potencia respecto a su antigua área de influencia de la desaparecida Unión Soviética. Se ha podido comprobar en la crisis siria, en la que Moscú ha seguido apadrinando al régimen de Bachar el Asad en la escena internacional y en su represión armada contra el movimiento popular que empezó con manifestaciones civiles en marzo de 2011 y ha ido derivando hacia la lucha armada.

La otra elección sin competición y en este caso sin urnas ha sido la de Xi Jinping, elevado el 15 de noviembre al cargo de secretario general del PCCh por el 18 Congreso en sustitución de Hu Jintao, presidente nominal hasta marzo, cuando también le sustituirá en la primera magistratura china. En comparación con las otras seis elecciones, esta es a cámara lenta y en la más absoluta oscuridad. En el anterior congreso, celebrado en 2008, ya se conocieron los nombres de la pareja que iba a sustituir a la que ha ostentado el poder en el último decenio, el del nuevo presidente Xi y el de quien será su primer ministro Li Keqiang.

La elección china es inextricable en cuanto a procedimiento: unas votaciones internas y escalonadas dentro de un partido jerarquizado y de gran opacidad. Pero también lo es por su significado político: se trata de un poder muy colegiado, no hay debate abierto y menos público entre tendencias y posiciones distinguibles, y los documentos del congreso necesitan una compleja exégesis para desvelar los temas esenciales detrás de la lengua de madera habitual en el discurso oficial.

Más interesante que la celebración del congreso en el que se ha culminado el ascenso de la quinta generación de dirigentes después de Mao Zedong son las informaciones sobre el enriquecimiento y la corrupción de la élite gobernante; el papel creciente de los príncipes rojos, hijos de los revolucionarios que fundaron o dirigieron la república junto a Mao; o el escándalo Bo Xilai, uno de los más destacados entre estos últimos y además representante de una línea izquierdista neomaoísta, caído en desgracia y ahora procesado tras el juicio y condena de su esposa por el asesinato de un hombre de negocios británico. Este y otros escándalos que han afectado a la élite gobernante han sido interpretados también como las manifestaciones de la lucha por el poder en los meses previos al 18 Congreso, que se ha celebrado entre el 8 y el 14 de noviembre. Finalmente, la composición del órgano ejecutivo supremo, el Comité Permanente del Politburó del PCCh formado por siete miembros, ha revelado que los partidarios del expresidente Jiang Zemin, de la tercera generación, se impusieron sobre los partidarios de Hu Jintao, el presidente saliente perteneciente a la cuarta, en razón de cinco puestos sobre siete. Traducido en ideas políticas, es una victoria de los partidarios de la liberalización y privatización de la economía frente a los más proclives al intervencionismo del Estado.

China evoluciona hacia una actitud exterior más desacomplejada, en la que empiezan a emitirse enérgicas señales sobre sus ambiciones de hegemonía asiática y su creciente rivalidad estratégica respecto a Estados Unidos y sus roces con vecinos como Japón y Corea del Sur, alentados además por el giro derechista de los Gobiernos salidos de las últimas elecciones del año.

Pocos días antes del congreso comunista chino, la todavía primera superpotencia ha reelegido a Barack Obama como presidente, en una contienda altamente competitiva en la que también se han enfrentado dos filosofías políticas cada vez más distanciadas y polarizadas: de una parte, la idea conservadora de una economía desregulada, con fiscalidad mínima y sin solidaridad, defendida por Mitt Romney; y por la otra, la idea más socialdemócrata de un Estado que garantice la igualdad de derechos e introduzca reglas de juego en la selva de los mercados.

El hecho determi­nante de la derrota re­­publicana, tras unas tortuosas elecciones primarias que tardaron en decantarse, ha sido el cambio demográfico que está experimentando EE UU, con un peso creciente de las minorías, principalmente los hispanos, que se sienten perjudicados por las políticas antisociales y antiinmigración propugnadas por el Tea Party, el movimiento ultra de base republicano que ha condicionado las elecciones primarias y ha lastrado la campaña de Romney.

La elección presidencial en EE UU sigue siendo al final de las cuentas la más relevante para el conjunto del planeta, no tan solo por la vocación estabilizadora de la primera superpotencia, sino sobre todo por su influencia en la evolución de la economía global. La reelección de Obama refrenda las políticas sociales y los es­tímulos al crecimiento demonizados por la derecha estadounidense y también por la europea, con Angela Merkel a la cabeza.

Como siempre, fue alta la emoción que rodeó la elección presidencial francesa, en la que el brioso y polémico Nicolas Sarkozy pagó, junto a su arrogancia, el precio casi obligado de la crisis económica y cedió el testigo a François Hollande, el gris candidato de los socialistas. Los inicios de la nueva presidencia socialista no han podido ser más decepcionantes para un país del que se espera que actúe como equilibrio a la creciente hegemonía alemana sobre el conjunto de una Europa cada vez más vacilante y desunida, a pesar de las exigencias de unificación de políticas presupuestarias y bancarias impuestas por la crisis. La pérdida de peso de Francia en Europa y en el mundo, que el orgulloso Sarkozy no pudo ocultar, ha adquirido carta de naturaleza con la desorientada presidencia del hombre normal que es el socialdemócrata Hollande, catapultado a la presidencia más por los fallos de su rival que por la capacidad de movilización de unas ideas y un programa que siguen en crisis en toda Europa.

El relevo presidencial que se ha producido al sur del río Grande ha conducido de nuevo a la residencia de Los Pinos a un candidato del histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI), después de esos extraños primeros doce años y dos mandatos de ausencia de un poder que había ocupado como si fuera su propia piel durante siete décadas. El nuevo presidente priista Enrique Peña Nieto venció el 1 de julio a Andrés Manuel López Obrador con el 38% de los votos, casi por siete puntos de diferencia, en un momento especial para este país que combina una economía emergente con una enorme avería institucional, causada sobre todo por la guerra del narco, la inseguridad y la corrupción, que las dos presidencias seguidas del Partido Acción Nacional (PAN), la de Vicente Fox y la de Felipe Calderón, no consiguieron ni siquiera empezar a reparar. Peña Nieto tiene el reto de sacar a México de su actual empantanamiento para situarle en cabeza de las economías emergentes como corresponde a su peso económico y demográfico, a sus recursos energéticos y a su vecindad con EE UU.

En la dirección contraria se dirige la Venezuela populista de Hugo Chávez, ­reelegido por amplio margen sobre Henrique Capriles por tercera vez y para seis años más, que ya no podrá cumplir según propia confesión debido a la enfermedad que sufre desde mayo de 2011. Su canciller y vicepresidente Nicolás Maduro le sustituirá cuando se produzca la vacante y deberá dirigir al chavismo de nuevo a las urnas en una operación preparada antes de las elecciones y a sabiendas del mal estado de salud del líder populista en la que se juega buena parte del impulso populista en el conjunto de América Latina.

La mayor novedad del año, hija directa de las primaveras árabes, ha sido la llegada controvertida y accidentada de Mohamed Morsi a la presidencia egipcia. La ascensión del islamismo político en todo el mundo árabe es un signo de cambio de época con repercusiones geopolíticas en toda la región. El asentamiento de Morsi en el trono que ocupó Mubarak du­­rante 30 años adopta la forma de una pugna interior con los otros poderes, el militar y el judicial sobre todo, y de proyección internacional egipcia en el escenario de Oriente Próximo. Morsi ha jugado en favor de Hamás en la franja de Gaza y ha sabido capitalizar el acuerdo de paz de noviembre con Israel, tras una semana de bombardeos y lluvia de misiles, y se ha situado como agente imprescindible en la guerra civil siria y ante la creciente tensión con el Irán nuclear de los ayatolás.



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31 de diciembre de 2012

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un año clave para la acción política

El año 2013, que empieza dentro de 48 horas, tiene un único secreto o clave y se llama ?política?. Con el adjetivo de grande o en mayúsculas, como quiso calificarla un tanto toscamente el redactor del discurso del Rey de España en su mensaje de Nochebuena del pasado 24 de diciembre. De la capacidad de acción política de los Gobiernos e instituciones internacionales sobre la economía depende que el año en el que entramos sea el de la mayor y más extensa recesión en el mundo. También de la capacidad de diálogo y de entendimiento entre los Gobiernos y las instituciones internacionales, de la acción política de nuevo, depende que no prenda el fuego en los tres focos de tensión bélica perfectamente localizados para el próximo año, dos de ellos en Oriente Próximo y un tercero, relativamente nuevo, en Asia.

Llegamos al último día de 2012 con la amenaza de una recesión provocada por la falta de política en Estados Unidos y con la entera Unión Europea y Japón que están ya en recesión. La preocupación más inmediata viene de Washington, donde faltan días e incluso horas para que entren en vigor automáticamente unos recortes de presupuesto público e incrementos de impuestos que ?podrían inclinar la economía estadounidense a la recesión y pesar negativamente en el crecimiento global?, según palabras de Ángel Gurría, secretario general de la OCDE.

No es la única amenaza que pesa sobre el crecimiento de la economía global para 2013. Este economista mexicano que dirige la institución de coordinación económica intergubernamental también señaló el pasado 28 de noviembre, en la presentación del documento de perspectivas económicas para los próximos dos años, que ?la crisis de la zona euro sigue siendo una grave amenaza para la economía mundial?. Además de la amenaza de recesión, tres más son las amenazas, estas de tipo bélico, que pesan sobre la estabilidad del mundo en 2013, según los expertos del think-tank estadounidense Council on Foreign Relations. El primero es la extensión a los países vecinos y el total descontrol del actual conflicto armado entre la oposición y el Gobierno en Siria, tras el hundimiento del régimen y la muy probable caída este año de Bachar el Asad. El segundo, que finalmente se produjera el ataque israelí a las instalaciones nucleares de Irán, con el efecto de arrastre sobre Estados Unidos. El tercero sería una dramática escalada de tensión entre Japón y China por las islas denominadas Diaoyu en chino y Senkaku en japonés, que podría llegar al incidente armado.

Para completar el cuadro para 2013, hay que ver también el informe sobre tendencias globales (Global Trends) que le entrega el Consejo Nacional de Inteligencia al presidente de Estados Unidos después de su elección y antes de que tome posesión. Las observaciones de este organismo que coordina todas las agencias de información y espionaje estadounidenses se proyectan sobre los siguientes 15 años, pero contienen numerosas observaciones de valor inmediato. El último, publicado este mismo mes de diciembre, ha avistado ocho cisnes negros o acontecimientos totalmente inesperados en el horizonte hasta 2030, cuatro de los cuales podrían aparecer perfectamente en 2013.

El primero es el hundimiento del euro, que ha conseguido sobrevivir a 2012, debido a una salida desordenada de Grecia de la Unión Monetaria. El segundo es una crisis política en China, fruto de una primavera democrática muy acorde con el próximo salto en la renta per cápita hasta los 15.000 dólares, el umbral actual para una transición, según algunos especialistas. El tercero es una evolución reformista en Irán, donde hay elecciones presidenciales en junio, que comportaría una apertura internacional y una negociación en buena forma sobre su programa nuclear. El cuarto es un acontecimiento bélico, quizás de nuevo tipo, en forma de ciberataque, guerra nuclear o uso de armas de destrucción masiva, por parte de actores informales o de alguna de las actuales potencias, como Rusia, Pakistán, Irán o Corea del Norte.

Hay cuatro cisnes negros más o menos plausibles, por su carácter especialmente extraño, y el que más, una sucesión de tormentas solares electromagnéticas que pusieran en peligro o dañaran gravemente los sistemas de satélites, las redes eléctricas o nuestros inmensos parques de equipos electrónicos individuales, domésticos, empresariales o estatales. Los otros tres son una severa pandemia con efectos globales, una aceleración catastrófica del cambio climático o la apertura de un periodo de anarquía fruto de una súbita retirada de Estados Unidos de sus compromisos globales. Es evidente que el Consejo Nacional de Inteligencia no puede considerar este último peligro como inmediato, aunque sí le conviene señalarlo en el horizonte ante la perspectiva de los sucesivos recortes en los presupuestos de Defensa y de Exteriores que comporta el abismo fiscal.

Entre las megatendencias para los próximos 15 años, el Global Trends 2030 señala una mayor difusión del poder en el mundo, algo que ya se puede observar en las actuales dificultades políticas de gobernanza mundial para 2013: ?No habrá un poder hegemónico. El poder se trasladará a las redes y a las coaliciones en un mundo multipolar?. El primer afectado por esta megatendencia es el primer receptor del informe, Barack Obama. Karl Rove, eficaz asesor electoral de los Bush con vocación de pájaro de mal agüero para el presidente demócrata, ha escrito en el Wall Street Journal que ?el señor Obama descubrirá que la influencia y el poder presidenciales en el segundo mandato son casi siempre menores que en el primero?.

Según Ryan Lizza, el corresponsal del semanario The New Yorker en la Casa Blanca, los próximos 18 meses serán decisivos para Obama. ?Los límites del mandato son crueles con los presidentes?, escribía en junio pasado, lejos todavía de la victoria de noviembre (El segundo mandato, ¿qué hará Obama ahora si es reelegido?, 18 de junio). Esta ventana de oportunidad de año y medio que tiene Obama es también el plazo que tiene Europa para resolver su propia crisis de gobernanza y empezar a crecer, a menos que quiera arriesgarse a una crisis social pavorosa.

El vendaval ha alcanzado ya a Francia, que se halla prácticamente desaparecida del escenario: si Sarkozy fingía mantener el tándem con Merkel en la dirección de los asuntos europeos, François Hollande ha significado directamente la disolución del eje franco-alemán por incomparecencia. Todo está en manos de Merkel, que verá sometida su acción a la convalidación de los votantes alemanes en septiembre, junto al tipo de coalición necesaria para gobernar. Momentos decisivos para el desenlace de la crisis serán tanto las elecciones generales en Alemania como las de Italia en febrero, en las que la sombra de Berlusconi es todavía una amenaza persistente. De las urnas podría salir una modulación más social y orientada al crecimiento de la cansina y torturada construcción de la unión fiscal, bancaria y presupuestaria en la que está metida la UE.

Lo que les pasa a los Gobiernos europeos no es muy distinto de lo que le sucede a Obama, caracterizado como ?un fracaso a la hora de obtener el consenso en la respuesta política?, según Pier Carlo Padoan, el economista jefe de la OCDE. Este fracaso se traduce, según sus propias palabras, ?en respuestas insuficientes e inefectivas, tanto en la acción a corto plazo como en estrategias creíbles a largo plazo?. ?Para conseguir algo en el segundo mandato?, le dice una fuente de la Casa Blanca a Lizza, ?el presidente tiene que convencer al Partido Republicano de que el obstruccionismo es una estrategia perdedora?.

De la resolución en las próximas horas o días del abismo fiscal no depende tan solo la entrada en recesión de la economía estadounidense y el efecto de arrastre global, sino también la posibilidad para Obama de completar su programa de reformas, sobre todo en inmigración y energía, asentar su política exterior con el nuevo equipo presidencial, y demostrar que sí se puede. Si Obama no puede hacer política en 2013, ¿quién podrá hacerla?



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30 de diciembre de 2012
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