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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Credo independentista

Cuando una idea adquiere popularidad y se extiende hasta los umbrales de las mayorías sociales se producen dos efectos: de una parte, se trivializa; y de la otra, se adapta a la diversidad de las gentes. Son las dos caras de la democracia: la extensión perjudica a la intensidad, a la exigencia. Algo así sucede con la idea política de moda en Cataluña, el independentismo. Como es lógico, esta paradoja no es un problema para el actual proyecto que encabeza Artur Mas, al contrario. Para conseguir el objetivo necesita que la idea se difunda, trivialice y termine contando con aquella mayoría indestructible que pidió infructuosamente para sí mismo en la campaña electoral.

El independentismo original ha creído siempre que la nación catalana debe organizarse como un Estado plenamente soberano e independiente, dentro o fuera de la Unión Europea, y sin atender a la rentabilidad económica ni a los beneficios que pueda suponer para los catalanes a corto e incluso a medio plazo. La existencia de Cataluña como una nación indepediente que juegue en el concierto internacional, tal como exige el canon del nacionalismo genuino, es una bien histórico en sí mismo que bien merece innumerables esfuerzos y sacrificios. No es exactamente este el independentismo que se está extendiendo, aunque las formas de su popularización hayan adoptado la estrella solitaria de la insurrección, sea la azul o sea la roja, característica de esta tendencia hasta ahora minoritaria del catalanismo. La novedad es el independentismo económico, surgido con la crisis, enervado por los recortes y la falta de liquidez de las administraciones públicas y amplificado por la envergadura de las cuentas del déficit fiscal que sufre Cataluña, tal como las presenta y difunde el Gobierno catalán, ante la estupefacta pasividad y el negacionismo del Gobierno de Rajoy. Xavier Vidal-Folch cuenta con detalle los pormenores de este independentismo en su libro recién salido del horno ¿Catalunya independiente? (La Catarata) y específicamente en un capítulo titulado precisamente Las causas económicas.

Pero hay más matices en el neo independentismo en boga, hijos de actitudes subjetivas, lógicamente, pero con un claro correlato objetivo. Hay un independentismo lingüístico, de cuya intensidad el ministro José Ignacio Wert tiene alguna responsabilidad. Como hay un independentismo político de siembra reciente, abonado por el temor al neocentralismo del PP y al caudillismo de José María Aznar: ahí está el torrente de loas al ex presidente del Gobierno por sus incendiarias declaraciones de la pasada semana desde el independentismo genuino para dar prueba de los efectos benéficos de su amenaza. Y hay incluso un independentismo guay, hijo de todos los otros, que Sergi Pàmies identificó muy prematuramente (Indepedenguais, La Vanguardia, 24 de agosto de 2012), y que corresponde, se supone, al grado máximo de trivialización y se traduce en una reivindicación ingenua y sin contrapartidas, gratis total, o como máximo según el esquema de la máquina expendedora para la que siempre hay algo en el bolsillo: bastará meter las monedas de un deseo muy intenso y extendido, expresado naturalmente en una consulta, para que salga la botella redonda, burbujeante y fresca de una Cataluña independiente.

Todo estos independentismos cuentan con grados de adhesión y volatilidad muy variados. Si las cosas ruedan mal para el proyecto, buena parte de los conversos verán como sus creencias empiezan a resquebrajarse. El independentismo oportunista fácilmente puede convertirse en federalismo, por más denostado y desaparecido que hoy se le declare. Ya hemos conocido estos cambios en anteriores ocasiones en Cataluña, un país históricamente salvado por su capacidad de adaptación.

Al independentismo extenso le sucede como a la religión. No podemos saber qué sucede en el corazón o en la cabeza de los creyentes, si su fe es auténtica o impostada y oportunista, pero a cada uno de los feligreses se le exige rezar en voz alta la adhesión al dogma, un credo que se desdobla en las dos oraciones que hay que recitar con fervor: Cataluña tiene un déficit fiscal del 8'5 por ciento, por tanto España nos roba; y en caso de celebrarse una consulta, votaré por la independencia.



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27 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La civilización de los drones

Una nueva luz ilumina nuestro futuro. Una nueva tecnología redentora acudirá a resolver los problemas de nuestra vida cotidiana y a amenizar nuestro tiempo de ocio. Todavía no podemos hacernos a la idea de cómo serán las cosas con esta nueva estrella que acaba de aparecer en el firmamento. No importa que de momento sea en forma de aurora negra y letal, a la vista de los futuros beneficios que derramará sobre nosotros.

Se les llama drones, zánganos en inglés, por el zumbido que tan bien conocen en algunas regiones de Yemen y de Pakistán porque es el anuncio de una muerte inminente. Son aviones en miniatura, relativamente pequeños incluso cuando alcanzan el mayor tamaño, porque solo deben transportar su maquinaria y los proyectiles.

A diferencia de otras tecnologías más hipócritas, no engañan respecto a su doble rostro. Como ha sucedido con otras tecnologías inicialmente militares y luego utilizadas en la vida civil, el rostro que han mostrado hasta ahora es ese morro ciego, sin ventanas, que les asocia a la muerte a distancia con la que se han inaugurado, pero aun así contienen una abundante promesa de vida.

Pronto vigilarán y cuidarán de las cosechas, los pantanos y ríos, líneas eléctricas, gaseoductos y oleoductos. Serán un ojo despierto al cuidado de cielos, mares, canales y puertos. Ordenarán la circulación de trenes, coches y barcos. Observarán fronteras, espacios protegidos e incluso bancos de pescado, bandadas de pájaros o enjambres de insectos. Atenderán al estado de volcanes, glaciares, hielos polares, mareas, tsunamis y corrientes marinas. Salvarán vidas, nos ahorrarán muchos desastres y averías, y harán nuestras economías más competitivas.

Habrá también un capítulo mediático y recreativo, empezando por las vueltas ciclistas, maratones y todo tipo de competiciones deportivas, de las que obtendremos imágenes que ahora mismo ni siquiera podemos imaginar. Habrá una revolución cinematográfica. También el periodismo sabrá sacar partido del nuevo instrumento como lo ha hecho de todos los que le han precedido.

No desaparecerá, por supuesto, su inicial cara sombría. Atraerán todo tipo de actividades oscuras: contrabando, tráfico de drogas y de personas, gran delincuencia, terrorismo. Por mucho que se esfuercen los poderes legales, caerán en manos indeseables, estados fallidos, Gobiernos delincuentes o grupos mafiosos. Habrá locos de las armas que reclamarán el derecho individual a poseerlos y utilizarlos.

Para civilizarlos, es decir, hacerlos civiles y no solo militares, habrá que arbitrar reglas de juego internacionales. Y antes, quienes los tienen, deberán restringir su uso y someterse al Estado de derecho, cosa que no han hecho hasta ahora y que acaba de anunciar el mandatario que más los ha usado, que es el presidente de Estados Unidos y premio Nobel de la Paz, Barack Obama.



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25 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Religiones en la aldea global

La diplomacia estadounidense cuenta con excelentes observadores y escritores, capaces de narrar como el mejor de los periodistas lo que está sucediendo en los países donde están destinados. Por si alguien lo dudaba, quedó demostrado por la calidad de los cables secretos del departamento de Estado o Cablegate, publicados por Wikileaks a partir de diciembre de 2011, y especialmente el más famoso de todos sobre una boda mafiosa en el Dagestán, firmado por el entonces embajador en Moscú, William Burns. Además de demostrar dotes de reporteros y columnistas del más alto nivel, los diplomáticos de EE UU tienen que realizar con frecuencia otras labores que no se les exige a los diplomáticos de otros países, alguna de las cuales se hallan en apariencia más cerca de las funciones de las ONG y las organizaciones internacionales de derechos humanos que de la diplomacia clásica.

Una de estas actividades es el informe anual que realiza el departamento de Estado sobre la libertad religiosa en el mundo, tarea expresamente encomendada por el legislativo mediante la International Freedom of Religion Act, aprobada en 1998 y firmada por el presidente Clinton. Anualmente, el ejército de diplomáticos de Washington tiene que evaluar los niveles de libertad religiosa de los distintos países y designar los que permiten o promueven las mayores violaciones, unas tareas que luego obligan a la misma diplomacia y a los máximos responsables a presionar, negociar o incluso sancionar a los peores y más recalcitrantes alumnos de la clase.

Si atendemos a las generalidades del informe de 2012, el diagnóstico sobre la libertad religiosa en el mundo deja mucho que desear y da un toque de atención a todos, incluidos los países con más buena conciencia, como es el caso de España. La retórica y las acciones contra los musulmanes están en auge, particularmente en Europa y en Asia. El uso de legislaciones contra la blasfemia y contra la apostasía o cambio de religión siguen proliferando hasta constituir un auténtico problema en muchos países. Hay un incremento continuo y global del antisemitismo, que incluye la denegación y la apología del Holocausto, y que quiere justificarse en algunos casos en la oposición a las políticas de Israel. Los cristianos son la diana más importante de la discriminación social, el abuso y la violencia en determinadas partes del planeta, donde también sufren los seguidores de otras religiones y del propio islam. Una de las conclusiones que se deduce de una lectura atenta del informe es que nadie sufre más los efectos violentos del islamismo radical que los propios musulmanes. Si Stalin fue el mayor asesino de comunistas de la historia lo mismo puede decirse del salafismo violento y de Al Qaeda.

El departamento de Estado designa cada año los países que merecen una especial atención porque en ellos se registran los mayores niveles de intolerancia e incluso la persecución organizada y letal de los fieles de determinadas religiones. Son ocho y dos de ellos, China y Arabia Saudí, ambos con estrechas relaciones no tan solo económicas con Estados Unidos, conservan esta infamante calificación desde que la obtuvieron con el primer informe de 1999. Un tercero, Birmania, perdió el vergonzoso título el pasado año, coincidiendo con su transición democrática, pero lo ha recuperado en el actual, con el informe de 2012, a la vista de los escasos progresos realizados en libertad religiosa y la continuada persecución de las sectas budistas no oficiales y de los seguidores del islam. Los otros cinco países de la primera división de los perseguidores son Eritrea, Irán, Corea del Norte, Sudán y Uzbekistán. Vietnam ya no está en la lista desde 2006 y consta así como uno de los éxitos de la diplomacia estadounidense. La lectura del informe revela que su función no es solo vigilar, sino también estimular a los gobiernos a mejorar. Respecto de Birmania, el informe reconoce que ?el gobierno ha aplicado reformas considerables, pero el comportamiento general no ha cambiado durante este último año?. De la China que acaba de elevar al nuevo líder, Xi Jinping, dice que ?el respeto del gobierno por la libertad religiosa ha disminuido este año?.

Es difícil acotar la religión en el capítulo de los asuntos internos de los países, como si estuviéramos todavía en el mundo salido de la Paz de Westfalia (1648) con su clásico lema cuius regio, eius religio (según sea la religión del rey, así será la del reino). La convivencia entre identidades, lenguas, religiones y costumbres en la aldea global encuentra más facilidades en las bellas palabras que en las duras realidades. No vale la añeja mirada laicista, ciega a la profundidad de las creencias y a las dificultades de convivencia. Tampoco es fácil para muchos países, incluidos los europeos, aceptar sin más las lecciones impartidas por Washington. Pero no hay duda de que la mirada atenta de la diplomacia estadounidense sobre el mundo hace un buen servicio a la libertad religiosa e imprime una orientación a su política exterior de la que los europeos debiéramos aprender.



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23 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Aléjense de nosotros

Sorprende la parsimonia de Abu Sakar, jefe de la Brigada Omar al Faruq, uno de los grupos que combaten contra el régimen de Bachar el Asad. Asombra la calma con que despanzurra al soldado hasta sacarle la víscera y profiere las amenazas contra sus enemigos: ?Juro por Dios que comeremos vuestros corazones y vuestros hígados, soldados del perro Bachar?. El acto repugnante de canibalismo queda bien acreditado en el vídeo, aunque se trate de un breve mordisco.

Profanar y devorar el cadáver del enemigo es una de las prácticas más ancestrales en la historia de la guerra, como lo es el secuestro y violación de sus mujeres. Es ancestral, pero compatible con la actual época de guerra tecnológica, en la que los guerreros se filman unos a otros con sus móviles y luego cuelgan las imágenes de YouTube.

En su versión más auténtica y primitiva, un acto así exige una voracidad auténtica y el desenfreno de una violencia sin límites en el descuartizamiento. El guerrero caníbal se comporta como un animal depredador que identifica el combate a muerte con la nutrición. No es el caso de Sakar, cuya profanación del cadáver parece el fruto criminal de un cálculo racional y frío.

La escena salvaje se da en una hondonada en la que yacen los despojos del soldado muerto, al que despelleja sin gestualidad ritual ni ceremonia, a excepción de los gritos con que profiere sus amenazas antropófagas. Con ellas quiere demostrar ante sus seguidores y reclutas su determinación, hasta el límite de romper el tabú del canibalismo, en la guerra de exterminio étnico en que se ha convertido el levantamiento armado, a la vez que amedrenta a los soldados enemigos y a quienes les apoyan.

Es nítido el mensaje que nos llega: no os acerquéis a nosotros porque este combate sectario va más allá de lo que puedan concebir vuestras mentes. Estamos en la era digital, pero los sirios combaten como neandertales. Esta guerra en la que los musulmanes se matan entre ellos, suníes contra alauíes principalmente, no es para vosotros. Si pensamos que es malo lavarse las manos y dejarles que sigan matándose, las imágenes nos señalan que peor puede ser meternos donde nadie nos manda. Desde las fronteras vecinas donde se amontonan los refugiados y las cancillerías colmadas de argumentos contradictorios, todos asentimos: no es para nosotros, alejémonos de este infierno.

El vídeo colgado esta semana es todo lo contrario de las imágenes del mercado de Sarajevo (Bosnia) tras el bombardeo en el que murieron 68 civiles bajo el fuego serbio en 1994. Entonces fueron el detonante mediático para la intervención aérea de la OTAN que terminó con la guerra en Bosnia, mientras que las imágenes de ahora son un estímulo para que siga la inhibición occidental ante el descuartizamiento de Siria. Y, como en todo, hay que detenerse un momento para preguntarse a quién aprovecha.



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18 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Obama en el alambre

Hay dos cosas al menos en las que Barack Obama ha superado a su predecesor, George W. Bush: en la liquidación a distancia de enemigos de Estados Unidos y en la persecución de los funcionarios lenguaraces e infieles. La mayor evidencia de lo primero es Osama Bin Laden, que cayó abatido por un comando de Navy Seals el 1 de mayo de 2011, y de lo segundo el juicio al sargento Bradley Manning, detenido desde mayo de 2010 y pendiente de sentencia por colaboración con el enemigo como responsable de las filtraciones de Wikileaks.

El mayor número de órdenes presidenciales de ejecución se efectúan a distancia, con la tecnología de los aviones no tripulados y solo un cinco por ciento con armamento clásico, mediante misiles o bombas desde aviones o navíos tripulados o directamente por comandos como fue el caso del asalto de la casa de Bin Laden en Abottabad. El primer Bush que reacciona a los atentados del 11S contaba con 50 drones (aviones no tripulados) con capacidad para ejecutar a distancia, mientras que Obama ya disponía el pasado año de 7.500, según el experto del Consejo de Relaciones Exteriores , Micah Zenko. Mientras que el presidente republicano autorizó medio centenar de ejecuciones, más que cualquier predecesor suyo, Obama ha autorizado 350 desde que llegó a la Casa Blanca. Entre estos fallecidos se hallaba el dirigente de Al Qaeda en Yemen, Anwar Al Awlaki y su hijo, ambos ciudadanos estadounidenses.

La persecución legal de los funcionarios que difunden informaciones secretas es un caso menos frecuente que los drones, pero no menos escandaloso, entre otras razones porque son en EE UU una respetada figura pública, a la que se conoce como whistleblower, alguien que sopla el silbato para dar la alarma sobre una actuación incorrecta de la administración. El más reconocido y pionero es Daniel Ellsberg, que en 1971 filtró los llamados Papeles del Pentágono al New York Times, un detallado estudio sobre la guerra de Vietnam en el que se revelaban numerosos engaños y manipulaciones del Gobierno estadounidense. El sargento Bradley Manning es el más destacado de los whistleblowers de Obama, pero no el único. Hay cinco más bajo investigación, el doble que las anteriores presidencias juntas.

Es evidente que no entraba en los propósitos de Obama superar a Bush en estos dos capítulos. El actual presidente llegó a la Casa Blanca con la promesa de cerrar Guantánamo, prohibir la tortura, retirar las tropas de Irak y terminar la guerra de Afganistán. El 21 de mayo de 2009 pronunció un discurso en los Archivos Nacionales de Washington, donde se guardan los textos fundacionales del país, bajo el lema "proteger nuestra seguridad y nuestros valores", en el que desarrolló la idea de que evitar atentados terroristas como los del 11 S no estaba en contradicción con la defensa y protección de las libertades públicas. El balance, justo cuatro años después, no puede ser más mediocre, sobre todo para el capítulo de los valores. Aunque ha podido cumplir una pequeña parte de sus promesas, sin duda respecto a la tortura y a Irak, no ha sido así con las restantes. El incumplimiento sobre Guantánamo, de alto valor simbólico más allá de la vida miserable en que se hallan los 166 detenidos, revela su escaso músculo ejecutivo frente a un Congreso que no quiere facilitarle el cierre de la instalación y se regodea en la debilidad de su palabra. Pero tantos con los drones como con las filtraciones, Obama ha profundizado en el legado de Bush, el presidente que levantó la prohibición de los asesinatos selectivos y obtuvo unos márgenes excepcionales de acción en la lucha antiterrorista de los que su sucesor sigue sacando partido.

El espionaje a la agencia Associated Press ahora descubierto es la última prueba que sufre el imposible equilibrismo entre libertad y seguridad. La oposición republicana le reprocha e incluso atribuye, con intenciones de autobombo, las filtraciones sobre la desarticulación de un grupo terrorista en Yemen, de forma que la Casa Blanca encargó al Departamento de Justicia que averiguara el origen de las informaciones publicadas por los medios. De ahí salen los listados de las llamadas telefónicas efectuadas durante dos años por un centenar de periodistas de AP, actividad inquisidora de los fiscales que se añade a la obsesiva persecución de los whistleblowers desencadenada desde las filtraciones de Wikileaks.

Nada peor para un presidente que encontrarse en frente a los medios y a la primera enmienda, protectora de la libertad de prensa. Es una convocatoria a la artillería gruesa, que alcanza a proyectar la imagen del tramposo Nixon sobre su imagen impoluta, a atribuirle un descontrol inaudito de su administración y, en cualquiera de los casos, a dar por concluida la historia del narrador en jefe que encandilaba a propios y extraños. No es el único escándalo que asedia a Obama en el arranque de su segundo período presidencial, cuando debiera preocuparse ya por su legado político y se encuentra con la amenaza de que sea casi entero el que le dejó Bush.



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16 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un zombie en bicicleta

Hay que pedalear. Pedalear siempre. Pedalear con desespero. Pedalear más allá de las propias fuerzas. Sobre todo en la cuesta, sobre todo si todo es una buena cuesta. Pedalear alocadamente, incluso sin sentido. O con todo el sentido: el de saber que en cuanto se deje de pedalear la bicicleta se cae. Y se cae también el ciclista, se rompe el brazo o la crisma, y con él todo el equipo.

Esta ha sido una buena semana para el ciclista. Todo le ha ido de cara y ha podido mantener el equilibrio sobre la bicicleta sin poner los pies en el suelo, sin caerse en la cuneta, a pesar de la bronca que le organizan sus adversarios. O quizás gracias a la bronca que le engrandece y convoca a sus seguidores para que se arracimen y le animen desde las cunetas.

La velocidad es escasa, ciertamente, y a veces parece incomprensible que la bicicleta no vuelque, prácticamente clavada e inmóvil. No hay problema para el equilibrista, que pronto recupera el movimiento, y todo eso a pesar del vértigo intenso que llega ante las curvas, las pendientes, los baches, los pedruscos en mitad de la pista o los agujeros terribles en el asfalto, que hacen temer por codos y sus rodillas. Nada, todo superado ante el público entusiasta, con una enorme sensación de éxito y de alivio, aunque la cantimplora esté vacía, los pulmones sin aire y los resultados sean nulos. No pasa nada. Llegaremos. Sí se puede. Todo es posible. Con ilusión.

En realidad, son los obstáculos los que le despiertan y dan vida, al ciclista y todavía más a sus ruidosos seguidores. El ciclista está agotado, sin rumbo ni fuerzas. La pájara, dicen los más piadosos. O peor. Un zombie en bicicleta. Las elecciones del 25N dieron lo que dieron: por más que se disfrace, la conducción del pelotón ya no está en sus manos. Lo único que de él depende, gregario vestido de amarillo, son sus pies: a pedalear. Y el ruido inmenso de la caravana, claro, este fragor que ocupa el escenario entero y no deja oír otra música, otra conversación, gracias al entusiasmo organizativo de la multitud de familiares y amigos.

El había imaginado una pista suave y limpia en la que iba a escaparse en solitario, para entrar en la meta en una nube de gloria y heroísmo. Ahora anda en ese confuso pelotón que todavía le reconoce como líder, aunque sean otros los que le abren el paso. Su ambición se desvaneció con los resultados que arrojaron las urnas. Se ha encontrado con una pronunciada cuesta, que digo una cuesta, con el mismo Tourmalet, y no le asisten las fuerzas, ni las propias ni las ajenas. Y lo peor es el empujón que cabe esperar en cualquier momento con el propósito de lanzarlo de una vez sobre el asfalto.

De ahí su concentración en esos desesperados ejercicios de pedal, con un único objetivo de seguir en la carrera. Sabe que su esfuerzo no conduce a ninguna parte, pero mientras se aguante vivo encima del sillín seguirá vivo políticamente. Así es como el ciclista irá inventando rutas y etapas, metas e hitos, pactos y declaraciones, organismos e instituciones que den sentido a su pedalear frenético. A la espera de que le asista y le salve un cambio atmosférico, una divina sorpresa, un súbito desfallecimiento del adversario, o incluso las elecciones generales de 2015 sin ningún partido con mayoría de gobierno, de manera que su equipo regrese finalmente a donde solía, y de donde nunca debió partir.

En el equilibrismo del zombie es fundamental la fecha de 2014, exhibición de poderío nacionalista y de hegemonía cultural, momento simbólico de la ruptura imaginada con España, e incluso ensueño de secesión que celebra la malhadada sucesión y el final de la guerra entre potencias europeas de hace nada menos que tres siglos. ¡Santa memoria! Mientras los niños se entretengan en festejos no hará falta que los adultos lleguen a mayores. La independencia también es un estado de la mente, y un estado bien propio aunque no alcance la categoría de lo real. Un año más ganado. La solución en 2015, con las elecciones generales. Y la consulta, en 2016, perfectamente legal, solo si el apoyo nacionalista tiene valor de cambio para la nueva investidura. Pedaleando hasta entonces. ¡Cuidado! Y sin caerse.



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13 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sueños de nuestros hijos

Un nuevo sueño viene a competir con los que ya conocíamos. Es el sueño chino, que asoma la cabeza por Oriente, cuando declina el sueño europeo y se mantiene, mal que bien, el americano. El nuevo sueño chino ha sido formulado por Xi Jinping, timonel de la quinta y última generación, encargado de emprender un largo bordo para colocar a su país en primera posición de la regata.

Los sueños son dobles: ordenan los deseos, pero proyectan nuestra imagen hacia fuera, con frecuencia en forma de lenguaje mitológico y propagandístico. Pueden ser mentira, pero cumplen con su propósito de hacernos soñar y de hacer soñar a los otros. Son la mejor síntesis del soft power, el poder blando y persuasivo que consigue las mejores y más estrechas adhesiones al convertir el modelo de sociedad que se propone en objeto de deseo para millones de terrícolas.

El sueño americano ha sido un potente motor de acción internacional durante toda la guerra fría, en la que venció al sueño del igualitarismo totalitario soviético, aunque mantiene todavía hoy su fuerte magnetismo. El sueño europeo tomó forma con la unificación del continente, cuando fue máquina de paz, estabilidad y prosperidad y modelo de integración supranacional admirado más allá de sus fronteras, hasta saltar hecho pedazos con la actual crisis. Y ahora aparece este nuevo sueño, todavía balbuceante en boca del nuevo líder chino, que anuncia el ?gran resurgimiento de la nación china?.

De puertas adentro, el sueño chino significa seguir creciendo y sacando a la gente de la pobreza, generando clases medias y construyendo ciudades punteras en urbanismo e infraestructuras, con un Estado de bienestar sostenible, menos desigualdades y sin corrupción, en el que sus ciudadanos puedan sentirse orgullosos de su país y de quienes los gobiernan. Si suscita mucho escepticismo, dentro y fuera, sobre todo por la estructura autoritaria del poder y el camino tan accidentado de su crecimiento, las cifras que colocan a China en cabeza, en comercio y en reservas extranjeras, y en el segundo lugar en PIB, no dejan margen a la duda.

De puertas afuera, el sueño es un salto geopolítico. Hasta ahora era una superpotencia agazapada y discreta, concentrada en el comercio y las inversiones al proyectarse internacionalmente, mientras contemplaba silenciosa el desgaste de su rival estratégico en guerras optativas que le cargaron de endeudamiento y enemistades, además de crear inestabilidad. Ya no será así con Xi Jinping. En el sueño chino hay un momento, en la época inminente de nuestros hijos y nietos, en que sustituye al americano. Esta semana hemos tenido un gesto de anticipo, cuando Pekín ha tenido pretensiones de Washington respecto a israelíes y palestinos, al recibir a los dirigentes de uno y otro bando y darse la oportunidad de exhibir una vocación de árbitros equidistantes. Habrá más gestos así, muchos más, y pronto.



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11 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Devotos demócratas

Todo va llegando por sus pasos, cansinos, imperfectos, a veces imperceptibles. Términos que a muchos se antojan de difícil compatibilidad, como islam y democracia, van encajando poco a poco. Este sábado unos 86 millones de ciudadanos están convocados a las urnas en Pakistán, la segunda nación islámica del mundo, donde en toda su historia ni una sola legislatura ha podido terminar, gracias a los sucesivos golpes militares. Esta vez, a pesar de la dureza de la campaña, de los numerosos atentados terroristas, de la descorazonadora corrupción que allí como aquí aleja a los ciudadanos de la participación, los paquistaníes coronarán un relevo civil esperanzador.

Pakistán ocupa el puesto 108, justo delante de Egipto y seis casillas por delante de Irak, en la clasificación de los países por su calidad democrática que realiza el semanario británico The Economist. Se le considera un régimen híbrido, que combina características de las democracias con otras de las dictaduras, categoría en la que también están otros países de mayoría musulmana, como Turquía (puesto 88), Líbano (99), Palestina (103) o Marruecos (115). Ha salido ya de la categoría de los regímenes autoritarios, pero no alcanza todavía la segunda división de las democracias imperfectas con que se reconoce a los también islámicos Indonesia (53) y Malasia (64).

El futuro de la democracia en Pakistán interesa más allá de sus fronteras por variadas razones que tienen que ver con la seguridad mundial. Es la única potencia nuclear islámica. Ha sido residencia principal de Al Qaeda, al menos hasta la muerte de Bin Laden, y probablemente lo sigue siendo en las zonas tribales que hacen frontera con Afganistán. Es un campo de batalla central en la guerra de los drones que libra la CIA contra la organización terrorista y sus aliados. Su disputa territorial con India por Cachemira, fraguada en la sangrienta y tumultuosa fundación de los dos enormes Estados vecinos, mantiene un potencial de confrontación bélica formidable, tras haber lanzado ambos países a la guerra uno contra el otro en cuatro ocasiones. Aunque tiene todas las instituciones que conforman una democracia moderna, mantiene el poder el deep state, el Estado profundo, conformado por el ejército y los servicios secretos, como sucede en otros países islámicos como Egipto o Argelia.

La estabilidad y el éxito relativo que pueda tener la democracia paquistaní interesa como campo de prueba sobre el futuro de la democracia en los países musulmanes, justo cuando se extiende la decepción tras las esperanzadas revueltas árabes de 2011. Uno de cada cuatro habitantes del planeta es musulmán, pero en 40 años será uno de cada tres. A la vista de la evolución demográfica, más nos valdría que islam y democracia fueran encajando, aunque sea lentamente, porque en caso contrario, como no cesan de predicar las casandras del choque de civilizaciones, las cosas se pondrán feas cuando lleguemos al cénit del siglo XXI.

Los signos para la inquietud no surgen de meras intuiciones. El prestigioso Pew Center ha culminado la pasada semana un amplio estudio sobre los musulmanes en el mundo, con entrevistas individuales a una muestra de 38.000 personas en 39 países, todos con más de 10 millones de población musulmana, a excepción de Argelia, China, India, Irán, Arabia Saudí, Sudán, Yemen y Siria. Del trabajo surge el retrato robot del devoto musulmán del siglo XXI, que combina un amplio apoyo a la democracia con su adhesión a la sharía o ley islámica, incluyendo castigos corporales; su adhesión a la modernidad tecnológica e incluso a la cultura occidental con el rigorismo moral y la sumisión de la mujer.

Los datos sobre los paquistaníes son especialmente relevantes, pues allí aparecen los creyentes más devotos y dogmáticos. Para un 81% la sharía es la palabra revelada de Dios, la cifra más elevada de los 39 países consultados, y para un 84% debe ser la ley oficial de su país. Son mayoría en cambio quienes piensan que no debe aplicarse a los no musulmanes (64% frente a un 34%), y todavía más amplia (96%), la de quienes se manifiestan partidarios de que los no musulmanes practiquen libremente su religión. También son los más fervientes partidarios de aplicar castigos corporales como la flagelación o la amputación, con un 88%, seguidos de los afganos con el 81 y los palestinos con el 76. Lo mismo sucede con la lapidación por adulterio, que aplaude un 89%. Y son algo más moderados a la hora de aplicar la pena de muerte a quienes apostaten del islam: un 76% a favor, diez puntos menos que en Egipto.

Pakistán también se halla en la franja alta de los países donde hay mayor preocupación por el extremismo islámico, en perfecta correlación con la realidad del país. Un 14% justifica los atentados suicidas, proporción relativamente baja en comparación con países de la misma área como Bangladesh (26%) y Afganistán ( 39%) y no digamos ya con el caso realmente alarmante de Egipto ( 29%) y sobre todo Palestina (40%), el más elevado de los 39 países consultados.



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9 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Socialistas en una cumbre soberanista

Los socialistas catalanes asisten mañana a la reunión que ha convocado Artur Mas en la que quiere proponer la firma de un llamado pacto nacional por el derecho a decidir. Ni los populares ni Ciutadans han sido convocados, por la sencilla razón de que se han declarado y han votado siempre en contra del derecho a decidir propugnado por el Gobierno catalán. No es el caso del PSC, que votó en contra de la declaración de soberanía por parte del Parlamento catalán, pero en cambio hizo todo lo contrario cuando se votó la petición de diálogo con el Gobierno español para celebrar una consulta.

Todo cuadra hasta aquí en la posición del PSC, que defiende la idea federal frente al unionismo del PP y de Ciutadans y frente al independentismo de Convergència Democràtica, Esquerra y CUP. La tradición federalista catalana es bien clara al respecto: Cataluña debe federarse libremente con el resto de naciones y regiones españolas e incluso ibéricas; unión y libertad, por tanto, en un proceso que se ensancha luego hacia la federación europea. En consecuencia con esta teoría, debe defender el principio democrático, es decir, la celebración de una consulta a la población catalana sobre la fórmula de relación con España y debe escoger como fórmula la federación y no la independencia.

Menos consecuentes son, de una parte, los que se reconocen a sí mismos como unionistas y no saben si quieren menos autonomía, quedarnos tal como estamos o incluso un Estado centralista como el que hemos conocido en épocas anteriores. Tampoco lo son los soberanistas, que andan a la greña sobre si hay que celebrar la consulta inmediatamente debido a los problemas de liquidez o hay que esperar a que se despeje el horizonte económico; debe ser pactada y legal o debe realizarse sí o sí o incluso debe obviarse mediante una declaración unilateral de independencia por parte del parlamento. Tampoco serán coherentes con sus posiciones los federalistas si se les ocurre firmar el pacto por el derecho a decidir sin exigir la paralización previa por parte del Gobierno de cualquier decisión e institución que implique adelantar la decisión sobre el futuro de Cataluña. Nada más absurdo que pretender la adhesión a una consulta por parte de quien no quiere separarse aceptandi a la vez que se prepare ya las estructuras del Estado independiente y se inicie el camino de la escisión en la fiscalidad o en la diplomacia.

La actual hoja de ruta de Artur Mas contiene multiplicidad de elementos contradictorios o abiertamente incompatibles: obtener liquidez del ?banquero? español para no suspender pagos, negociar con urgencia la financiación para 2014, conseguir una consulta legal sobre el futuro de Cataluña y finalmente preparar las estructuras del Estado independiente. Cada una de estas tareas suscita consensos distintos y de distinto diámetro parlamentario, desde el pacto fiscal que alcanza casi la unanimidad hasta el menor de todos que es el que pretende dedicar la centralidad de los actuales esfuerzos a la independencia.

La reunión de hoy sobre el derecho a decidir merece una reflexión final: es coherente con el principio democrático que defienden soberanistas y federalistas, pero es escasamente compatible con el principio de realismo político que impone la realidad económica y social del país. La cumbre a la que debieran haber sido convocados todos los partidos catalanes es la del empleo, para ver cómo diablos se da respuestas urgentes y efectivas a las más de 900.000 personas que están sin trabajo en Cataluña. Sobre eso el PSC, pero también Iniciativa, Esquerra y la CUP, todos los partidos que aseguran defender a los trabajadores, algo deberían decirle hoy al presidente de Cataluña.



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5 de mayo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Como Bush, pero al revés

Un presidente mediocre puede dejar una poderosa huella y condicionar el futuro de su país tanto o más que otros presidentes más brillantes. Este es el caso de Bush, como ha podido comprobar su sucesor, Barack Obama. A la dificultad de terminar las guerras que dejó abiertas en Irak y Afganistán se añade la maraña legal que le sirvió para lanzar su guerra global contra el terror: Obama todavía no ha conseguido desenredarla, como se está demostrando con el campo de detención de Guantánamo, donde tiene a un centenar de presos en huelga de hambre que le han obligado a resucitar la promesa de clausurarlo.

Más que las guerras libradas y los cambios legales, en el legado presidencial pesan las ideas que amoldan la época. Estados Unidos, gracias a Bush y a pesar de Obama, sigue en guerra contra el terror, una guerra indefinida que sigue autorizando al comandante en jefe a realizar acciones fuera de la legalidad internacional, o incluso nacional, como asesinar a distancia a conciudadanos sospechosos de terrorismo.

La sombra del expresidente se proyecta sobre su sucesor incluso cuando este último va en dirección contraria, como sucede con la crisis de Siria en comparación con la guerra de Irak. Se parte de un mismo principio: que el uso de armas químicas por parte del régimen podría justificar una intervención militar de EE UU. Pero si Bush declaraba innecesaria una pistola humeante para tener la evidencia del crimen, el actual presidente exige la plena seguridad de que se ha utilizado este tipo de armas e incluso quiere conocer exactamente quién las ha utilizado, no fuera caso que la culpa sea de la resistencia y el bombazo se lo llevara el régimen.

Todo lo que eran facilidades para ir a la guerra en uno son dificultades en el otro. Bush no tuvo paciencia para esperar los resultados completos de las investigaciones de los inspectores de Naciones Unidas. Le bastaron las pruebas falsas fabricadas por la CIA y organizó una coalición de voluntarios en la que le acompañaron Blair y Aznar, sin necesidad de la aprobación del Consejo de Seguridad. Obama atenderá a las inspecciones de Naciones Unidas, quiere que la comunidad internacional comparta la certeza que proporciona la pistola humeante y que la decisión que se deduzca sea multilateral, es decir, con cobertura legal internacional.

Obama no quiere meter a su país por tercera vez en una guerra en esta zona explosiva tras las pésimas experiencias de Irak y Afganistán. La aventura de la guerra requiere un intenso apetito que EE UU ha perdido del todo después de sacrificar tantas vidas y dinero en dos guerras de resultados discutibles. De ahí que prefiera dejar su compromiso en el suministro de armas a la oposición más prooccidental contra el régimen sirio.

Uno buscó excusas para hacer la guerra, mientras que el otro busca excusas para no hacerla. Como Bush, pero al revés.



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4 de mayo de 2013
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El Boomeran(g)
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