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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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Tres lecturas del 27-S

Las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015 serán diferentes de todas las otras elecciones celebradas en Cataluña desde 1980. Lo serán incluso para los que no quieren que sean diferentes en nada. Los elementos diferenciales son muchos, empezando por su convocatoria con tanta anticipación: serán anticipadas en la fecha de celebración, 14 meses antes de lo que correspondía; y lo serán en el anuncio, muchos días antes del plazo mínimo establecido por la ley para anunciarlas: una vez acordado que serían en otoño, y antes de las generales españolas, el presidente ha querido tirar la llave de la disolución sin dejarse margen a sí mismo para fijar el día exacto. La diferencia fundamental entre estas elecciones y otras anteriores es la lectura que harán los diferentes actores, gobiernos, partidos, medios de comunicación y, sobre todo, opiniones públicas. Las lecturas dependerán de los resultados, lógicamente, y poca cosa podemos decir a estas alturas, al margen de que sabemos que serán definitorias de una redistribución del voto, y por lo tanto del poder político, y que necesariamente tiene que salir un Parlamento más plural y fragmentado. Pero hay unas lecturas todavía más importantes que las que se puedan hacer el día 28-S y son las que podemos hacer ya desde ahora, derivadas de la inserción de la consulta dentro del proceso soberanista. Como todo en la vida, hay tantas como partidos, aunque se pueden sintetizar en tres. La primera, la de los convocantes, son un paliativo de la consulta sobre la independencia, una segunda parte del 9-N en la cual no tendrán más remedio que participar todos los que no lo quisieron hacer entonces, y de ellas se tiene que derivar una lectura plebiscitaria. Según Junqueras, si hay un voto más a favor de los partidos que quieren la independencia dentro de un Parlamento de mayoría independentista, la cosa ya estará hecha, y la única votación que hará falta después será la de ratificación del camino emprendido o incluso de la Constitución catalana ya redactada por el Parlamento salido del 27-S. Hay también una lectura diametralmente opuesta, como elecciones sólo autonómicas: la mayoría que salga tendrá derecho a promover iniciativas de reforma del Estatut y de la Constitución, pero en ningún caso a emprender actuaciones que desborden la legalidad y sobre todo que contradigan a la Constitución respecto a la unidad de España. Quienes hagan la tercera lectura entenderán que Artur Mas quiere proponer para el 2015 lo que tenía que haber propuesto el 2012, es decir, la independencia sin más adjetivos Toda propuesta que salga de los marcos legales, según esta lógica, será recorrida y anulada desde el Gobierno de Madrid. Si la mayoría parlamentaria no llega a los dos tercios necesarios para reformar el Estatut, tal como establece el Estatut mismo, la fuerza para emprender el proceso pretendidamente constituyente será todavía menor: se hará difícil entender que se pueda conseguir lo más difícil, la independencia, si no se cuenta con la mayoría para lo que es más fácil, como es reformar el Estatut. Todavía hay una tercera lectura, que elude tanto la clave plebiscitaria como la restricción del constitucionalismo inmovilista. Es la que atiende al principio democrático que la Constitución española ampara y que han consagrado de forma explícita para este tipo de casos tanto el Tribunal Supremo del Canadá como después la ley canadiense de la claridad. Uno y otra nos vienen a decir que no se puede eludir la expresión reiterada de la voluntad democrática de los habitantes de un territorio muy delimitado y homogéneo que manifiestan su deseo mayoritario de separarse, y que esto se tiene que hacer negociando antes los términos de la celebración de una consulta, una pregunta clara, los porcentajes mínimos de participación y la interpretación de los resultados. El primer paso para que se pueda producir esta lectura lo tienen que hacer quienes quieren la independencia, expresando su propósito sin tergiversaciones, como las que rodearon en las elecciones del 2012 a la candidatura de CiU respecto a un impreciso y discutido derecho a decidir y a una opción todavía más ambigua sobre el Estado independiente dentro de Europa. Quienes hagan la tercera lectura entenderán que Artur Mas quiere proponer para el 2015 lo que tenía que haber propuesto el 2012, es decir, la independencia sin más adjetivos, y que, en consecuencia, si gana el frente de partidos que hayan ido a las urnas con este objetivo, el Gobierno del Estado no tendrá más remedio que sentarse a negociar con estos partidos la forma, la fecha, la pregunta y las mayorías exigibles en una consulta legal. Esto no es la tercera vía. La tercera vía es la reforma de la Constitución que reconozca para Cataluña los blindajes competenciales, sobre todo en lengua y cultura, y las necesidades de autogobierno fiscal y que introduzca además las reformas institucionales que coronen el Estado federal. La tercera vía, en la medida que exista como opción creíble, puede incidir en el resultado de las elecciones del 27-S, como podía haber incidido antes y ahorrado buena parte del proceso, dado que sabemos que una parte importante de la opinión catalana es lo que realmente quería y quizás todavía quiere obtener de todo este largo lío. La tercera lectura del resultado, la más improbable y en cambio la más beneficiosa, es otra cosa y tendría que servir para todo el mundo, independentistas e inmovilistas constitucionales, además lógicamente de los federalistas, porque no es una vía intermedia si no la vía del diálogo y del pacto entre todos que hasta ahora no se ha producido. Sus ventajas son muy claras: sigue la mejor jurisprudencia internacional (Quebec y Escocia); permite una lectura diáfana, dentro y fuera de España, instituciones internacionales incluidas, y conduciría a celebrar las elecciones del 27-S con un acuerdo previo de todas las partes y la garantía por lo tanto de que no se producirá una pelea interpretativa sobre los resultados, con el pernicioso efecto que pueda tener sobre su legitimidad.  

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21 de enero de 2015
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Opresor y amenazado

Es la única nación occidental que está ocupando a otro pueblo. También es la única amenazada en su existencia. El país que reúne tan extrañas condiciones es Israel, al decir de Ari Shavit, editorialista del diario Haaretz y autor de esta inusual colección de ensayos y reportajes que componen una historia entera de su país a partir de una antigua y relevante memoria familiar, una intensa experiencia vital y una minuciosa indagación periodística. Shavit es originario de Rejovot, la ciudad universitaria donde se gestó el proyecto de arma nuclear israelí, e hijo de una familia con notables antepasados sionistas. Como todos los israelíes laicos, hizo su servicio militar, en su caso como paracaidista, y se vio obligado a custodiar a detenidos palestinos en campos de detención durante la primera Intifada. Aunque ha militado en los movimientos pacifistas en contra de la ocupación, no cree en las soluciones sencillas y rápidas ni que la paz esté a la vuelta de la esquina, porque observa que ?la condición israelí es extremadamente compleja, e incluso trágica?. En nada se expresa más claramente esta complejidad como en la doble condición de Israel como país opresor y a la vez país amenazado, algo difícil de entender para el común de los mortales y que suele escapar a los esquemas al uso que dividen el mundo entre derecha e izquierda. Es difícil de entender incluso para los israelíes, que prefieren buscar, como todos, un punto de vista claro y contundente a favor de unos o de los otros sin mayores matices. Shavit se esfuerza por profundizar en estas dos caras de una realidad compleja, en dirección contraria a la falsa claridad del maniqueísmo respecto a israelíes y palestinos, que echa todo el peso de la iniquidad sobre unos en la medida en que no recae sobre los otros. No es fácil su indagación, porque implica un esfuerzo de autenticidad que va más allá de la verificación periodística: mirar la realidad de frente, llamar a las cosas por su nombre, recordar la historia entera sin falsificaciones hasta reconocer la incompatibilidad radical entre los intereses y los derechos de palestinos e israelíes. Shavit no se engaña respecto a la limpieza étnica efectuada en la guerra de independencia israelí para rehacer totalmente el país, desposeer a la población palestina y sustituirla por los nuevos habitantes. Tampoco, sobre la violencia y la crueldad ejercida por unos y por otros, en su caso con especial atención a las atrocidades propias. Capítulo especial es el que dedica a su experiencia durante 12 días como guardián de un campo de prisioneros palestinos, que en su mayoría no son terroristas, sino manifestantes y lanzadores de piedras, tratados de forma inhumana hasta la tortura. En él se enfrenta a las comparaciones odiosas y odiadas que se agolpan en su cabeza y en las de sus compañeros. ?Las asociaciones son demasiado fuertes?, asegura. El problema no es la similitud entre esos campos y los que conocieron el exterminio de los judíos, concluye, sino ?que no hay una falta suficiente de similitud?. Al menos, ?para silenciar de una vez por todas los ecos malignos?. Shavit quiere comprender. A los palestinos, claro está. Pero también y todavía más a los suyos, a sus bisabuelos y abuelos, a sus padres y a sí mismo, y a sus conciudadanos de todas las tribus israelíes. Por eso habla con todos y a todos les da la palabra, desde los extremistas judíos de Gush Emunim hasta los palestinos que niegan el Estado judío. Hay un trasfondo de piedad enorme hacia todos, palestinos e israelíes, hacia sus sufrimientos y sus angustias, pero también un sentido de pertenencia irrenunciable respecto a la identidad judía, así como un orgullo profundo por la conquista excepcional de ese Estado creado de nueva planta al hilo de un sueño milenario que el escritor comparte enteramente. Shavit analiza los siete peligros que se ciernen sobre su país y hacen temer por su futuro, en el preciso momento en que el caos regional le abre nuevas ventajas estratégicas. En primer lugar, el mar islámico, 1.500 millones de creyentes, en el que se encuentran sumergidos un puñado de millones de judíos. En segundo lugar, el mundo árabe con su fracasado nacionalismo y su demografía amenazante. En tercer lugar, la realidad palestina, la más directamente incompatible. En cuarto, los propios árabes israelíes, ?oprimidos por el sionismo? y convertidos en una minoría dentro del Estado judío. Y luego, tres peligros interiores: una psicología colectiva sin el compromiso y el sentido utópico que permitió la fundación del Estado, una amenaza moral derivada de la ocupación de otro pueblo que podría conducir al militarismo y al fascismo, y una corrosión de la identidad israelí que se desmorona en forma de tribalismos. Shavit se despide en este libro de la esperanza de paz. ?No en esta generación?. Y se agarra desesperadamente a la nueva identidad israelí que está surgiendo de esta tragedia, que es la de una experiencia en el límite, una vida nacional intensa y emocionante, pero también bárbara y peligrosa, como bailar en el borde mismo del acantilado. (Este texto es la reseña del libro 'Mi tierra prometida. El triunfo y la tragedia de Israel' de Ari Shavit. Traducción de J. F. Varela Fuentes Debate. Barcelona, 2014. Ha sido publicada también en el número de Babelia del sábado 17 de enero).

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18 de enero de 2015
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Socios abusones

Hace tiempo que hace aguas el negocio de la globalización, después de proporcionar fabulosos beneficios a unos pocos y nada despreciables incrementos de rentas a otros muchos, las célebres nuevas clases medias emergentes. Todo queda sintetizado en el incremento de la desigualdad en el mundo a lo largo de la actual crisis, en la que la política ha sido la criada y el amo el dinero. Últimamente, sin embargo, nos está llegando un suplemento de disgustos. Es una cuestión, ante todo, de abuso de confianza entre socios. Vladímir Putin, por ejemplo, gracias a los grifos de la energía y a las inversiones de los millonarios rusos crecidos al calor del Kremlin, se ha creído con derecho de veto sobre la soberanía de los países europeos de su entorno para firmar acuerdos comerciales o de defensa. Su abuso ha llegado hasta el punto de invadir Ucrania, quedarse con un bocado entero, como es Crimea, y mantener una guerra encubierta en Lugantsk y Donetsk. Algo no muy distinto sucede con ciertos países productores de petróleo, enriquecidos gracias a nuestra adicción a la gasolina, y algunos de ellos socios capitalistas, patrocinadores e inversores de numerosas empresas, instituciones e incluso entidades deportivas y benéficas nuestras. Ellos no invaden países directamente sino que actúan de forma más subrepticia. Financian la difusión y la enseñanza del islam más rigorista y medieval o exigen de sus socios y amigos que se acomoden en territorio europeo a las prohibiciones y tabúes que rigen en sus países, restringiendo las libertades públicas, y sobre todo la de expresión, con la excusa de no ofender sus sensibilidades. Los comunistas chinos conforman una tercera clase de socios, más discreta pero no menos cascarrabias respecto a los límites de la libertad de expresión. En su caso solo suele disgustarles que la prensa occidental cuente historias de corrupción de sus dirigentes. No hay que menospreciar hasta dónde nos tienen pillados con sus inversiones y compras de deuda pública. De todos los abusones, los peores son los que no se conforman con el chantaje o la presión en los organismos internacionales, sino que desenfundan las armas, aunque sea por matones interpuestos, y sobre todo secuestran la representación de ciudadanos europeos de religión musulmana, para presentar sus ofensivas antioccidentales como si fueran campañas en defensa de minorías oprimidas o marginadas. Sería invivible un mundo global con veto ruso para la geometría política europea, censura china para las denuncias de corrupción de la élite comunista y prohibición saudí del humor irreverente y la blasfemia. Pero es hacia donde vamos si los europeos seguimos en la actual siesta y no nos decidimos por gobernarnos a nosotros mismos en vez de dejar que nos gobiernen los mercados, el poder de la energía y el dinero de los multimillonarios rusos y árabes.

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17 de enero de 2015
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Y este cuento se ha acabado

El relato es lo importante. Avanza y vence quien tiene relato y pierde quien se queda sin él. Durante al menos cuatro años nos han contado un único cuento. El de la Transición ya quedó viejo. No digamos ya el de la España que se modernizó y casi alcanzó el G7, tal como nos lo contó José María Aznar. Regresó el cuento de siempre, el de la vieja España, la del pelo de la dehesa, y se deshilachó en cambio el relato de la España plural y tolerante, en la que por vez primera convivían en paz y armonía los viejos pueblos y lenguas, desmentido por boicots, campañas de firmas, sentencias del Constitucional y al final, por la polarización y la división entre independentistas y unionistas. El cuento de España terminaba de nuevo mal y por eso surgían otros cuentos maravillosos. Así es como creció ese nuevo cuento, potente, bien ensayado, desde abajo y desde arriba, con crowdfunding y con presupuesto público, como era el de que Cataluña iba a declararse independiente ?tenemos prisa decían? y que iba a ser ya, ahora, enseguida. En fechas señaladas, además: en el 2014 del tricentenario de aquel 1714 de la Nueva Planta que pasó como una apisonadora sobre la lengua y unas instituciones medievales en las que los historiadores más perspicaces han visto un incipiente sistema parlamentario a la inglesa, ahogado in nuce por el centralismo borbónico. O, como más tarde, en el primer 23 de abril del año siguiente, el actual 2015. Y que se produciría casi automáticamente, al estilo de una máquina expendedora: usted echa las monedas de una fuerte voluntad popular debidamente organizada y manifestada en las urnas y cae inmediatamente una burbujeante, dulce y fresca independencia que deja satisfechos a quienes la disfrutan, desconcertados a quienes la rechazan y maravillados a todos por la capacidad catalana para producir milagros históricos. El final del cuento es conocido. Hay un perro y un gato, que son Mas y Junqueras: no importa para el argumento entrar en más detalles sobre cuál de los dos es felino y cuál cánido, porque basta con señalar, como ha visto todo el mundo y especialmente sus partidarios, que se comportan como perro y gato. Son perro y gato. El cuento se ha terminado por muchas razones. En primer lugar, porque el cuentacuentos que es la historia nos está contando tres cuentos más que interfieren con el cuento único vigente hasta hace bien poco tiempo. En segundo lugar porque el relato de la independencia se ha revelado finalmente que era lo que es siempre el cuento político: una simple y brutal pelea por el poder. Todos estos cuentos, curiosidad de la historia, empiezan por P, como Podemos, la fuerza que desorganiza primero el mapa español y luego, sin líderes ni siquiera, hace lo mismo con el catalán. Ese cuento le dice a Artur Mas que también él es casta. Le arroja a la cara el caso Pujol y le refriega a Esquerra su celo escasísimo en la depuración de responsabilidades políticas por el escándalo que afecta al expresidente y a toda su familia. Recuerda a todos, también a Iniciativa per Catalunya, que el eje derecha e izquierda todavía existe y que los fervorines soberanistas no deben ocultar los recortes y las actitudes antisociales. E incluso rememora para uso de sus partidarios catalanes y también de lo que queda del socialismo catalán cuánto vale el impacto de alguien que quiere emular a Felipe González en la Cataluña metropolitana. La segunda P ya ha salido y es la confesión de Pujol. No iba a afectar al proceso, claro que no, y así pudo comprobarse en el siguiente 11-S. Pero ha sido la piedra en el zapato de los acuerdos entre Mas y Junqueras y lo seguirá siendo. Incluso puede que crezca y se haga cada vez más incómoda. Ciertamente lo es conocer que Oriol Pujol, todavía nominalmente número dos de Convergència hasta mitad de julio pasado, se haya negado a declarar ante el juez por su caso de corrupción en el mismo momento en que Mas y Junqueras estaban a punto de alcanzar de nuevo uno de sus muchos acuerdos históricos de la temporada. Ese cuento deshace el sortilegio de otro cuento, el de que los catalanes éramos especiales, distintos, mejores en definitiva. La tercera P es la peor de todas y es el relato que, desgraciadamente, rompe más por lo sano con los cuentos de hadas, el catalán, el español y el europeo. París y sus matanzas, de caricaturistas y de franceses de identidad judía, nos recuerda a los catalanes el cariz de las libertades que de verdad están amenazadas en Cataluña en particular y en Europa, España incluida, en general. No las amenaza Madrid ni el PP, por cierto. No son colectivas ni nacionales, sino mucho más apreciables y concretas: son individuales, políticas, de conciencia, de expresión, derecho a la vida incluido. Es la libertad, entera, mayúscula, la hermana de la fraternidad y de la igualdad en la república de los valores europea y occidental. Difícil a estas alturas del siglo XXI y de la globalidad averiada seguir con el cuento de las viejas naciones del siglo XIX con el que nos han aturullado unos y otros en los cuatro últimos años. Llegamos así al cuarto cuento, el cuento del poder que se nos contaba disfrazado de cuento de emancipación nacional. Lo ha reconocido con palabras precisas un intelectual independentista de los más encendidos, como Héctor López Bofill, al formular en el diario El Punt/Avui, el más conspicuo portavoz periodístico del proceso, dos dudas trascendentales: ?¿La verdadera intención de Mas es alcanzar la independencia o instrumentalizar la ambición independentista para mantenerse en el poder? ¿La voluntad de ERC es consumar la secesión o ganar unas elecciones autonómicas e hilvanar un nuevo gobierno de izquierdas que esta vez provoque la desintegración de CiU (a diferencia de la tentativa fracasada que significó el tripartito en esta dirección)??. Con cuatro cuentos en competencia y uno de ellos, el hasta ahora cuento único, revelado como cuento por el poder, todo será distinto. El proceso sigue en la medida en que sus protagonistas han preferido no matarlo. Pero se ha resquebrajado. La grieta está a la vista de todos, incluidos los más fervientes soberanistas. Sus dirigentes saben que la independencia que han venido vendiendo durante cuatro años de machacona campaña y de relato único es un cuento de hadas. No quiere decir esto que su programa independentista no pueda obtener un apoyo muy amplio en las elecciones del 27 de septiembre, ni siquiera que no pueda obtener la mayoría. Lo que es seguro es que no habrá mayorías para aventuras. Quienes tenían prisa mejor que se sienten. Quienes creían en fáciles automatismos, mejor que revisen sus ecuaciones infalibles. Quienes esperaban milagros de la internacionalización y lecturas audaces del derecho internacional, mejor que vuelvan a los libros, think tanks y seminarios universitarios. Lo que va a quedar es lo que había y lo que debía quedar. Hay una opinión independentista que se ha ensanchado hasta un límite que muy difícilmente puede seguir creciendo, con su plusmarca en el 9-N. Con ella se pueden hacer muchas cosas, pero no la independencia según los planes apresurados de sus dirigentes. Se puede intentar, al estilo quebequés o escocés y tras demostrar, cosa ahora dudosa, que existe efectivamente una mayoría en favor de la independencia, la celebración de una consulta dentro de la ley y en perfecta negociación con todas las partes, es decir, rehacer el camino que se ha hecho mal y unilateralmente hasta ahora. Se puede defender el actual nivel de autogobierno de la erosión que está sufriendo como efecto de la crisis y también de la acción gubernamental del PP. Se puede negociar un incremento de los techos de autogobierno. Pero no se puede declarar la independencia a fecha fija y unilateralmente ni se puede mantener a la ciudadanía entera colgando de un hilo durante años y además sin dar palo al agua a la hora de gobernar. No hay relato de España, es verdad. El de Cataluña tiene la consistencia que hemos visto. Y el único que nos valdría, el relato de Europa, está en peligro. Habrá que optar y espabilar, si es que somos capaces. Pero en todo caso, antes hay que tener las cosas claras y saber que el cuento se acabó con el perro y el gato, como dice la cláusula final de los cuentos tradicionales en catalán, el equivalente del colorín colorado: ?Vet aquí un gos, vet aquí un gat, i aquest conte s?ha acabat!?.

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16 de enero de 2015
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Europa, en guerra

Hay un problema de seguridad interior, sin duda. Centenares de jóvenes han hecho una peculiar 'mili' terrorista en Siria e Irak, quizás también en Yemen, Libia o Mali, y están preparados para actuar en las ciudades y suburbios europeos en cualquier momento. Quienes les dirigen aprovechan las facilidades de las sociedades abiertas y el espacio sin fronteras de la UE, más aun en la época de la revolución tecnológica, para atacar a las fuerzas de seguridad, a los blancos de sus odios irracionales o meramente sembrar el pánico. Hay también un peligro de enfrentamiento y polarización entre grupos de ciudadanos en razón de su religión o su origen, hasta dinamitar todo sistema de integración de los inmigrantes en un continente absolutamente necesitado de ellos. Esto es lo que se proponen quienes rigen las acciones terroristas, que quieren facilitar la llegada al poder de unas extremas derechas xenófobas y racistas que conviertan a Europa en el continente opresor, excluyente y fascista fabricado por sus delirantes fantasías de propaganda antieuropea y antioccidental. Pero hay dos peligros todavía mayores, escondidos detrás de los más visibles. El primero es el que representa el conjunto del yihadismo desplegado en un arco de países muy próximos a Europa, en el que queda englobada la entera geografía árabe, Africa subsahariana y Oriente Medio en su acepción más amplia, hasta Pakistán; aunque con una extensión a no despreciar en potencial conflictivo, que es todo el islam asiático, hasta Indonesia y Malasia. La aspiración del yihadismo, sea Al Qaeda o sea Estado Islámico, es erigirse en vanguardia y dirección política de todo el conjunto, en detrimento de liderazgos superados, como el chiita iraní o el sunita saudí, para sacar rendimientos políticos, sobre todo instalando regímenes directamente inspirados en su ideología, como fue el de los talibanes en Afganistán. Matanzas como las de París constituyen asaltos en la retaguardia dentro de una guerra global que, por cierto, Europa no tiene ni siquiera conciencia de que exista. La razón es muy sencilla: el enemigo que combaten los yihadistas y al que quieren vencer en su propia casa desde todo este collar explosivo que rodea a Europa es Europa misma, como proyecto, como idea y como continente. Manuel Valls, el primer ministro francés, ha sido de los primeros en decir las cosas por su nombre al respecto. Este es el cuarto y el mayor peligro que no debiera pasar desapercibido, a pedar del despiste en que estamos sumidos los europeos. Claro que quieren atentar y minar nuestra seguridad interior. Pero con un objetivo: que renunciemos a nuestras ideas y valores. Para que accedamos a restricciones en nuestras libertades y formas de vida en nombre de la seguridad. Para que discriminemos a los musulmanes y a los inmigrantes, tal como ha advertido con alarma Angela Merkel. O para que admitamos la censura y la imposición autoritaria en nombre de un supuesto apaciguamiento de las minorías religiosas. La victoria yihadista en esta guerra, de producirse, ni siquiera sería por las armas, sino exclusivamente por la debilidad y el desistimiento de alguien que no quiere defenderse. Es cosa de los europeos, de todos nosotros, que no sea así.

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15 de enero de 2015
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Condenas de credibilidad limitada

La condena es unánime, universal casi. Llega incluso de países como Arabia Saudita donde la blasfemia se castiga con la pena de muerte. Leo la condena de la Conferencia Islámica, a través del secretario general, el saudí Iyad Ameen Madani, en una sentida carta en la que "expresa su convicción de que prevalecerán los principios fundacionales de la República Francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad". La Conferencia Islámica tiene un observatorio de la islamofobia, que denuncia no tan solo la discriminación de los creyentes islámicos en razón de su religión sino cualquier forma de expresión que considera vejatoria para su credo. Recupero lo que dice su informe de 2012 sobre Charlie Hebdo, acusado por el entonces secretario general, el turco Ekmeleddin Ihsanoglu, de "incitación al odio y de abuso de la libertad de expresión" y que vincula con "el alarmante incremento de la islamofobia en Europa". No es fácil encontrar estos días consideraciones de este tipo contra Charlie Hebdo. Quienes han combatido contra la libertad de expresión en los foros internacionales, incluso en Naciones Unidas, y sostienen legislaciones contra la blasfemia de corte medieval en sus países, no tienen hoy interés en que se confundan sus posiciones con los de los asesinos de París. Pero hurgando un poco se pueden encontrar, incluso sin conocer las principales lenguas donde se expresan este tipo de posiciones. Leo, por ejemplo, a través de la agencia Eurotopics, estas inquietantes frases del diario turco Miliyet, a propósito del atentado de París: "En todo el mundo se desencadenan oleadas de tópicos sobre el islam como un tsunami. Afectan a millones de hermanos y hermanas musulmanes, a los que se excluye. Es la razón por la que se hallan oprimidos, sufren, se ven obligados a vivir en circunstancias difíciles? Si al menos no se hicieran dibujos como estos, estas caricaturas del profeta del islam y no se ofendiera a los musulmanes. La mirada de los cristianos sobre sus profetas es distinta. Les permite incluso a los comediantes interpretar a Jesús desnudo en el escenario. Esta es la idea de libertad en la cristiandad. ¿Pero es justo aplicar la misma forma de ver las cosas al islam? Manifiestamente no, por cuanto existen grandes diferencias de cultura, de mentalidad y de religión entre ambas". Las condenas verbales son muy fáciles. También de credibilidad limitada, porque no bastan para aislar a una religión tan extendida y tan respetable de unas organizaciones terroristas que pretenden erigirse en su dirección y vanguardia. Los únicos que pueden hacerlo son los propios creyentes, a través del único camino conocido, como es la defensa de las libertades individuales, empezando por la libertad religiosa, incluidos los derechos a la apostasía y al ateísmo, y siguiendo por la libertad de expresión, que sin duda incluye la crítica y la mofa de todas las religiones.

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10 de enero de 2015
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El califato contra Europa

El califato ya está aquí. Sus experimentados matadores ya han actuado dentro de Europa para que nos enteremos de sus propósitos, el primero y más importante, terminar con nuestra libertad, la libertad de los europeos, un bien que solo apreciamos cuando lo perdemos. Sus guerreros han alcanzado el corazón de la libertad de expresión, el consejo de redacción entero de Charlie Hebdo, la revista satírica que más ha destacado en la defensa de esta libertad que necesariamente debe alcanzar a los personajes, los símbolos y las creencias de todas las religiones. La libertad no es divisible y debe incluir necesariamente el derecho a la demolición de religiones y mitos. Esto y no otra cosa es Europa, y el día que renunciemos a esa libertad, Europa ya no será Europa, sino otra cosa, un territorio colonizado por el fanatismo. Europa debe defenderse de los guerreros del califato, que quieren revivir los tiempos en que el islam primigenio se expandía por las armas. Con el Estado de derecho, por supuesto. También con todos los medios policiales e incluso militares si hace falta. Pero siempre dentro de la ley y del respeto a los valores y a los principios liberales sobre los que se ha construido, la defensa a ultranza de la libertad de expresión entre los más destacados. El califato quiere terminar con la libertad de los europeos y su actuación violenta lo busca por dos caminos, igualmente perversos ambos. El de la renuncia a la libertad, mediante la imposición de legislaciones restrictivas a la libre expresión de las ideas, incluido el derecho irrenunciable a la blasfemia: solo las personas tienen honor y derecho a defenderlo en los tribunales, no lo tienen los dioses, los símbolos o los mitos, sean cristianos o judíos, islámicos o laicos. El otro camino, aparentemente en el otro extremo, es la utilización de medios mimetizados de los terroristas, es decir, restringir el Estado de derecho y las libertades políticas, admitir la tortura y el secuestro, con la excusa de que todo ello sirve para mejor combatir al terrorismo, como hizo Bush en su día con el fracaso que todos conocemos. El futuro de Europa, en contra de lo que piensa el Frente Nacional francés o los alemanes de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), depende de la llegada de inmigrantes en grandes proporciones en los próximos años, que en una buena parte serán ciudadanos de religión islámica. Si no somos capaces de integrar y respetar a esos inmigrantes, Europa desaparecerá. Nadie como los islamófobos europeos hacen mejor el juego al califato, con el que coinciden en su idea de un islam rigorista basado en una lectura literal del Corán, pero deben ser sobre todo los propios musulmanes y sus representantes, así como los Gobiernos más significativos, como el turco o el saudí, quienes se distancien convincentemente de esta forma salvaje de entender su religión. Los asesinos gritaban que habían vengado al profeta y que Dios es grande. ¡Vaya profeta debe ser el que ellos dicen defender con la muerte a sangre fría! ¡Cómo debe ser ese Dios cuya grandeza exaltan con sus manos manchadas de sangre! Nadie decente puede dejar de blasfemar contra profetas y dioses de tal calaña, y eso es lo que va a suceder con mayor intensidad a partir de ahora.

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8 de enero de 2015
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Elegía para el gran corrupto

Oleguer de Regós es el epígono de una añeja familia de la aristocracia feudal catalana, con un general carlista entre sus antepasados. Es historiador de vocación, aunque de nula proyección académica y una sola obra publicada, una monografía titulada Història de l?ermita de la Salvació, una capilla prerrománica del siglo IX con sus correspondientes pinturas murales apocalípticas y su pantocrátor. El autor describe su libro como la ?investigación de un microcosmos, un modelo extrapolable al universo?, y solo el aperitivo de la gran obra histórica en la que piensa a todas horas y que cuenta ya con título: La vida dels segles, en el que formulará ?una versión definitiva de los ejes de la historia?. Conocemos estos datos bibliográficos gracias a las memorias que acaba de escribir y que llevan por título La vida és estranya, unas reflexiones autobiográficas escritas con genio e incluso desenfado, sobre su pasado familiar, el suyo personal e incluso íntimo, el de sus amigos y especialmente sus mujeres y, sobre todo, el de una región que conforma todo un mundo. Es la boscosa comarca de la Conca del Corema, tierra de caza y de embutidos, con capital en Tossals, ciudad con catedral, museo diocesano e incluso un periódico, El Vigía, además del Castillo de los Regós, la niebla, el macizo del Montmort al fondo y el Cafè de Plaça donde discuten y filosofan los amigos del historiador. Regós vive en un pisito de la calle Petritxol, que fue antaño la garçonnière de su abuelo, el cacique carlista de la Conca, y trabaja, es decir, consulta libros y escribe en la Biblioteca-Fundació Semper, detrás del Saló del Tinell. El nombre de la institución no es un apellido. Su propietario y financiador es uno de los hombres más ricos e influyentes de Cataluña, que responde por el apellido de Befàs y de cuyo nombre de pila nada se nos dice en las memorias. El nombre de Semper esconde el lema o sentencia que inspira a Befàs: Semper Catalonia. Befàs es un personaje sentencioso, capaz de condensar su pensamiento y el espíritu catalán en un par de aforismos: ?Aquí la propiedad es más fundamental que la libertad?, ?la propiedad es el instinto, la ley es el decorado?. Y remata con una ecuación impecable sobre el instinto de posesión: ?Tener bosques, cerdos, fábricas de pienso, discotecas, coches, mujeres, dinero bajo una baldosa. Tener. ¿Qué necesidad hay de ser si tienes? Es decir, ¿si solo eres si tienes??. A Befàs le gusta comer carne casi cruda y subirse a lo alto del edificio de su empresa aseguradora para contemplar Barcelona como si fuera su propiedad. Así le retrata Regós: ?Es un hombre bajito que se levanta sobre la punta de los pies cuando hace una afirmación con contundencia. Es seductor y despiadado. Es codicioso y a la vez sueña ?o soñaba? en un imperio inexistente, porque confunde Cataluña con el centro del universo. Un buen día era socialdemócrata, el otro liberal, luego demócratacristiano, con frecuencia conservador. En resumen, como él dice, solo Cataluña importa. Su mayor esfuerzo, su vanidad más grande, era ser considerado un conspirador perfecto?. Siempre se rasca el culo cuando se eleva en uno de sus monólogos célebres, según advierte ese observador al que no se le escapa detalle: ?Tiene unos párpados cada vez más arrugados que el cuello de una tortuga, unos párpados que, cerrados, le perfilan la cabeza de un tótem de la isla de Pascua?. Su mayor mérito histórico es ?no haber aceptado nunca ser directivo del Barça?. Sobre su catalanismo, el historiador hila fino: ?Quería una Cataluña grande porque sabía que era pequeña para él. ¿O en realidad quería una Cataluña pequeña porque la real le quedaba grande? Nunca lo he sabido, porque Befàs tenía mil caras. España no le interesaba mucho: Europa era una excusa?. Sus análisis económicos son exactos y actuales. Vio venir la crisis antes que nadie y ojeó todas las burbujas. Su ojo político es excelente: ?Los errores de España siempre son las oportunidades de Cataluña, si hacemos las cosas bien. Y ahora es un buen momento. Con una España débil, Cataluña puede ser más fuerte?. Pero su idea de la política es brutal, Hobbes en estado puro. ?Tan solo hay una forma de hacer política: destruir o ser destruido?. Un ?ego titánico? es lo que hay que tener: ?A un político, en el fondo, no puede interesarle ningún tema que no sea él mismo?. Sus monólogos lo demuestran, así como las virtudes que defiende: ?Vanidad, ambición, instinto depredador?. Cuando Regós escribe sus memorias, Befàs está en la cárcel. Utilizaba su Biblioteca-Fundación para hacer facturas falsas, lavar dinero negro de sus empresas y financiar a los dos principales partidos de los que sacaba concesiones de obras públicas. ¿Les suena? Su trayectoria es catalana, pero perfectamente universal, sirve para Pujol o para Berlusconi: ?Pensaba entrar por la puerta grande en la política. Simplemente esperaba, sin prisa. Con una ingenuidad maligna, estaba a la espera de que el pueblo le reclamara. Primero un magnate, a continuación el mecenas, después el hombre de Estado, pequeño o grande, quiero decir el Estado?. Regós, Befàs, las falsas memorias y la imaginaria comarca, todo sale de la escritura soberbia y sarcástica de Valentí Puig, en su última novela La vida és estranya. El país retratado es Cataluña. Pero sirve para cualquiera: local y global. En este artículo solo he tirado de un hilo, muy visible, el de la política y la corrupción, que Valentí Puig ha bautizado con el apellido de la buena conciencia, una de las virtudes más acordes ahora mismo con la exhibición de catalanidad: Befàs, que quiere decir, ?haces bien?, al que ha metido en la cárcel y al que ha entonado un irónico responso de apariencia elegíaca. Befàs, del verbo befar, también significa ofender o insultar. Chapeau!

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5 de enero de 2015
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Cuatro sorpresas del año pasado

Será difícil que el nuevo año nos depare más sorpresas que el que acaba de clausurarse. Pero todo puede ser. El futuro no está escrito y lo vamos escribiendo en el presente sin saber la dirección en que lo hacemos, que con frecuencia es la contraria de la que creíamos haber tomado. En 2014 han sucedido al menos cuatro cosas que no se habían olido los augures más sofisticados y que, en algunos casos, ni siquiera habían calibrado bien los servicios de inteligencia. La primera y más visible: Rusia ha sido más Rusia que nunca, con la resurrección del viejo espíritu imperial de los tiempos en que ensanchaba su territorio a velocidad de una Bélgica por año; este 2014 ha sido nada menos que una Crimea, territorio de la mitología nacional rusa sustraído ilegalmente a Ucrania en un golpe de mano en violación del principio de intangibilidad de las fronteras. En segundo lugar, ha surgido como de la nada el primer grupo terrorista que pretende administrar bajo la sharía o ley islámica un territorio que supera las viejas fronteras coloniales, y más en concreto la línea divisoria acordada en 1915 por dos diplomáticos, el británico Sykes y el francés Picot, para repartirse entre las dos potencias del momento los actuales territorios de Sirias e Irak. Bajo el nombre de Estado Islámico, este grupo pretende crear un califato islámico que reclute combatientes en todo el mundo, convocados mediante una propaganda viral a través de las redes sociales en la que difunde las escenas de decapitación de sus rehenes y prisioneros. En tercer lugar, Estados Unidos ha decidido terminar con los 52 años de tensión diplomática y embargo económico sobre Cuba, mediante un intercambio de presos y un plan de apertura de embajadas y de negociaciones entre ambos países. Por primera vez en la historia del continente, un presidente de los Estados Unidos ha declarado, en lengua española además, la unidad del continente en el gentilicio compartido: "Todos somos americanos". Todo está conectado en el mundo global, hasta el punto de que la cuarta cosa que ha sucedido explica, al menos en parte, las otras tres. Han caído los precios del petróleo, fruto de tres factores: un incremento de la oferta ocasionado por los nuevos sistemas de extracción y sobre todo la inminente independencia energética de EE UU; la caída de la demanda generada por el estancamiento económico mundial; y la actitud de los países del golfo Pérsico, interesados en frenar a Irán y Rusia, con economías muy dependientes de los precios del crudo, y en cortar la financiación del Estado Islámico, muy dependiente también del contrabando de petróleo. De paso, la caída de precios también ha estimulado a Raúl Castro a buscar una alternativa a la ayuda de Venezuela, damnificada como muchos otros países por un petróleo de precio tan devaluado.

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3 de enero de 2015
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No hay que perderse la peli sobre Kim Jong-un

Ha sido un ataque en toda regla. De eso no hay duda. Durante 15 días, Sony Pictures fue asaltada por unos piratas informáticos que se presentan bajo el nombre orwelliano de Guardianes de la Paz. Los empleados no podían identificarse en sus ordenadores y fueron robados y publicados numerosos de sus documentos confidenciales. La empresa quedó paralizada durante dos semanas y pronto apareció la vinculación con la inminente difusión de la comedia cinematográfica La entrevista, que narra el asesinato del dictador norcoreano Kim Jong-un, encargado por la CIA a dos reporteros que tienen que entrevistarle. Más dudoso es que se pueda calificar de acto de guerra. Corea del Norte también ha calificado como tal la difusión de la película y ha amenazado a Estados Unidos con que, de producirse, ?tendrá consecuencias?. Obama lo considera un acto de cibervandalismo, y no solo por las abundantes pérdidas materiales para Sony, sobre todo por las dos semanas con su sistema informático paralizado y la suspensión de la distribución de la película a 3.000 salas de cine de todo el país el día de Navidad, una de las jornadas de mayor taquillaje del año. Aunque no ha sido un acto de guerra, nos dice mucho sobre cómo serán las guerras futuras. Hay unos enemigos que ni siquiera se identifican, unos actores que ni siquiera son Estados, como es el caso de Sony, y unos métodos próximos al terrorismo, con la finalidad de doblegar la voluntad y quitar la libertad a las sociedades sin necesidad de usar la fuerza. Obama ha dado toda una lección de cómo hay que enfrentarse a ellos, con una enérgica demanda a la productora y los distribuidores para que no permitan una limitación de la libertad de expresión por decisiones ajenas. Hollywood, en cambio, ha exhibido su cobardía al plegarse a los deseos de Corea del Norte y retirar el filme del gran circuito comercial. No hay mejor campaña publicitaria que la que ha hecho Corea del Norte con su chantaje. Puede incluso que La entrevista sea una mala película, pero todos tenemos ganas de verla y la vamos a ver, aunque solo sea para contribuir a la denuncia de un régimen atroz, tal como lo retrata el informe de Naciones Unidas debatido esta semana en el Consejo de Seguridad. Hay que tener mucho aplomo para intentar dictar desde Pyongyang qué películas pueden verse en EE UU, sea directamente a través de sus servicios secretos o de unos piratas voluntarios que se ponen a su servicio. Es una demostración de que el joven Kim Jong-un, de 31 años y solo tres en el poder, se siente cada vez más seguro y arrellanado en su poltrona dictatorial, enseñando los dientes al mundo después de haber purgado violentamente su entorno. Ir al cine contra Kim Jong-un no es un acto de guerra, pero contribuye a la paz y a la libertad frente a las dictaduras. 

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27 de diciembre de 2014
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El Boomeran(g)
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