Skip to main content
Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Blogs de autor

El mandato electoral del 27S

Puede parecer un ejercicio ocioso ante la escandalera del 3% y el creciente pesimismo instalado en las filas de Junts pel Sí acerca de la investidura de Artur Mas, pero no hay que dar por cerrada todavía la discusión sobre el mandato electoral surgido de las elecciones del 27S. Sobre todo porque no hay nada que permita aceptar, como a veces pretenden los más entusiastas y querrán reflejar incluso en una declaración del Parlamento, que de las últimas elecciones autonómicas haya surgido algo parecido a un mandato para proclamar la independencia.

Sin más del 50% de los votos a favor, por brillantes que sean los malabarismos, nadie puede entender dentro y fuera de España que JxSí tenga la obligación y el derecho contraídos en las urnas de aplicar su programa de independencia exprés en 18 meses y mucho menos de hacer una declaración unilateral tal como le piden los más aguerridos. La cruda realidad legal y constitucional, la única que se entiende en el escenario internacional, tratándose como es el caso de una democracia europea y un Estado de derecho, es que de momento no hay camino para conseguir así la independencia tal como propugnan JxSí y la CUP en su programa.

La mayoría exigible para que el parlamento catalán actuara soberana y legalmente en tal dirección es la de los dos tercios necesarios para reformar la ley electoral y el Estatuto. Las resoluciones que aprobara una mayoría tan cualificada, aunque desbordaran la Constitución, difícilmente podrían ser desatendidas en el Parlamento español y en la Unión Europea, que se verían obligados, el primero a negociar, y la segunda a reconocer la decisión y a presionar a Madrid para la negociación.

Con lo que hay ahora, ese 39'6% de votos y 62 diputados, sumados al difícil y quizás imposible complemento del 8'2% de votos y los 10 diputados de las CUP, JxSí no tiene un mandato claro e indiscutible para su plan, ni siquiera en el caso de que consiguiera los dos diputados que le faltan para la investidura de Mas o de otro de sus candidatos. Esa es una mayoría para gobernar la autonomía, no para romper con el Estado autonómico. El único mandato que se deduce de las urnas es el de negociar sobre el futuro de Cataluña y hacerlo desde su legítima y por primera vez explícita posición independentista.

Un mandato de negociación de la independencia no es lo mismo que un mandato para hacer la independencia y ni siquiera para hacer un referéndum de independencia. Mas se encuentra ahora, si consigue la investidura, en la misma posición que Salmond en 2011 tras vencer en las urnas y antes de que Cameron aceptara su propuesta de referéndum: no era obvio que el premier británico lo acordara; y ni siquiera era la independencia la única opción que el premier escocés quería someter a votación, pues estaba dispuesto a propugnar una tercera vía, a la que llamaba devolution max, que quería incluir en el referéndum. Obtuvo menos votos que Mas, pero el Scottish National Party tenía en cambio la mayoría absoluta para formar Gobierno, cosa que no tiene JxSí.

A la vista de los resultados y de la división del voto en dos mitades, si Mas tiene un mandato es para negociar una consulta en la que se incluya la eventualidad de la independencia. No lo tiene para el camino de los hechos consumados ni para la desconexión con la legalidad constitucional que culmine con un referéndum de ratificación. No lo puede hacer porque está fuera de la ley, pero también porque no tiene suficiente fuerza electoral.

Sí la tiene en cambio para abrirse a quienes consideran imprescindible consultar a los catalanes sobre su futuro en razón del viejo y sensato argumento de que es la única forma de revertir los efectos de la sentencia del Constitucional de 2010. Es decir, para regresar al derecho a decidir. Pero también a otras cosas: a la multilateralidad, al diálogo sin condiciones, al reconocimiento de la pluralidad catalana. Y a la sensatez y al realismo: el independentismo ha llegado muy lejos en su acumulación de fuerzas, pero si no consolida pronto sus posiciones para negociar se arriesga a perderlo todo.

Parecerá poco creíble a estas alturas, pero lo propio y sensato es que unos y otros accedan a sentarse a negociar sin restricciones y con todas las posibilidades abiertas: los unos, para discutir una reforma constitucional cuya aprobación por los catalanes se considere el ejercicio del derecho a decidir tan reivindicado; y los otros, para escuchar la propuesta de un referéndum de independencia. Si todos se muestran abiertos a todo, es fácil que al final se consiga la salida que a todos convenga.

Leer más
profile avatar
26 de octubre de 2015
Blogs de autor

¿Lobos solitarios o tercera Intifada?

La Intifada empieza como una rebelión espontánea, pero no adquiere carta de naturaleza hasta el momento en que alguien se hace cargo de su conducción. No es fácil definir lo que es una Intifada, palabra árabe que significa rebelión o levantamiento, sobre todo en una región tan disputada como es la que hay entre el río Jordán y el Mediterráneo, donde los enfrentamientos violentos y las guerras entre árabes e israelíes son la norma desde 1936, y los periodos de paz, una auténtica excepción.

Las Intifadas, como la primera revuelta árabe de 1936 a 1939, se dirigen contra la ocupación. En aquel primer levantamiento, los árabes tenían dos enemigos, la potencia colonial británica y los emigrantes judíos cuya llegada e instalación querían evitar. La ocupación que han combatido las Intifadas que hemos conocido desde 1987 es la israelí de los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén Oriental, conquistados por Israel en 1967 tras la llamada Guerra de los Seis Días.

La tercera Intifada viene anunciándose desde hace tiempo. Cada vez que las cosas andan mal, y casi siempre andan mal, aparece el temor a un levantamiento más violento que el anterior. Es una profecía apocalíptica y una amenaza disuasiva. En la primera, las armas palestinas eran piedras y palos, y la respuesta israelí, piernas y brazos rotos. En la segunda, los palestinos pusieron coches bomba y comandos suicidas, y los israelíes respondieron con aviones, tanques y misiles que arrasaron las instalaciones de la Autoridad Palestina y sus infraestructuras, y luego construyeron un muro de separación. En la tercera, si eso es la tercera, hay jóvenes palestinos que atacan al primer israelí que encuentran con lo que tienen a mano, con cuchillos o atropellándoles con sus automóviles, y los israelíes responden a tiros.

Las Intifadas dejan unos balances escalofriantes de muertos y heridos, en proporción siempre desigual, y llena las cárceles de jóvenes palestinos; y esta, aunque no sea exactamente una Intifada, no será una excepción. Aunque no esté claro que esa oleada de acuchillamientos sea realmente una revuelta organizada, es evidente la conexión o al menos el mimetismo entre tantos comportamientos idénticos por parte de palestinos de los territorios ocupados, pero también de árabes de nacionalidad israelí.

La explicación del Gobierno de Benjamín Netanyahu a tanta violencia es la incitación al odio y al antisemitismo por parte de las organizaciones palestinas, su sistema educativo e incluso los máximos responsables de la Autoridad Palestina. La explicación palestina, por su parte, es que se trata de una reacción incontrolada ante el fracaso del proceso de paz, la ocupación y las constantes humillaciones que sufre la población palestina en los territorios ocupados.

Ambas explicaciones tienen sus fundamentos. La denuncia de la ocupación muy fácilmente acude a argumentos antisemitas y antijudíos, especialmente utilizados por el islamismo más radical y violento. Sobre las condiciones de la ocupación y sus efectos sobre la población palestina no hay testimonios más fiables que los que proporcionan entidades israelíes como Peace Now, B?Tselem o Breaking the Silence. Esta última asociación, formada por exsoldados israelíes, recoge los testimonios de jóvenes israelíes que han participado en la represión de los palestinos en los territorios. Los exsoldados aseguran que se les encomiendan misiones destinadas a desposeer y anexionar territorios mediante el miedo y la intimidación de la población palestina, tareas para las que las fuerzas de seguridad cuentan con la colaboración de los colonos israelíes, a los que no tratan como ciudadanos comunes sujetos a la misma ley, sino como socios en la ocupación (El libro negro de la ocupación. Testimonios de soldados israelíes en los territorios ocupados; El Viejo Topo).

La actual Intifada de los cuchillos empezó según los palestinos como reacción al ataque con bombas incendiarias, a finales de julio, de una familia palestina en su casa cerca de Nablús, en la que un niño de año y medio murió quemado vivo y sus padres perecieron de las quemaduras al cabo de unas semanas, sin que se sepa nada a estas alturas sobre sus autores. Según el Gobierno israelí, en cambio, la Intifada de los cuchillos empezó al día siguiente de la intervención de Mahmud Abbas en Naciones Unidas, el 30 de septiembre, cuando anunció que los palestinos ya no se sentían obligados por los Acuerdos de Oslo de 1993, en los que se cambiaba paz por territorios, debido a la ocupación constante de tierras por parte de los colonos israelíes.

El espíritu de la época se expresa también en las Intifadas, y en ellas se fraguan las siguientes generaciones de la resistencia palestina. La primera tuvo su espejo en la americana CNN, que había lanzado su cadena internacional apenas tres años antes. En la segunda, iniciada en septiembre de 2000, fue la cadena global catarí Al Jazeera la que difundió las imágenes más impactantes. La actual revuelta, en sintonía con la primavera árabe, tiene en las redes sociales y los teléfonos móviles el principal instrumento comunicativo y de difusión de las imágenes de los ataques.

La primera Intifada terminó desembocando en los Acuerdos de Oslo y condujo a la instalación de la Autoridad Palestina en Gaza y Cisjordania. La segunda situó a la resistencia palestina en el Eje del Mal dentro de la Guerra Global contra el Terror de Bush, dividió a los palestinos, arruinó su autonomía y terminó finalmente con Arafat. Ahora, la figura del terrorista individual o lobo solitario escapa a la idea de resistencia política más o menos pacífica alentada por Al Fatah y también a la resistencia armada de Hamás y se acerca, en cambio, al nihilismo de la mística yihadista, antioccidental y antisemita del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés).

Varios vídeos difundidos por distintas ramas del ISIS presentan a los terroristas palestinos como "muyahidines de la Casa Sagrada", es decir, guerrilleros de Jerusalén, y descalifican a Al Fatah como agente del cristianismo y del sionismo y a Hamás como brazo palestino del desviacionismo chií y alauí. No sabemos hacia dónde conduce la actual oleada de violencia, ni quién puede sacar provecho de ella, pero nada sería peor que poner el conflicto entre israelíes y palestinos al alcance del califato del Estado Islámico.

Leer más
profile avatar
25 de octubre de 2015
Blogs de autor

La simetría del miedo

De un lado, miedo a salir de casa, a despertar sospechas solo por pisar la calle y a ser abatido como un perro rabioso. Del otro, miedo al merodeador de piel morena que habla árabe. Miedo cierto, fundamentado, documentado, que encaja simétricamente, cada uno por su lado, y arroja una cuenta siniestra desde que empezó este episodio: en apenas un mes, 47 palestinos abatidos y 8 judíos apuñalados.

¿Palestinos? Es un decir. No era palestino un asilado eritreo que murió linchado en Bersheva, confundido con un árabe apuñalador. ¿Judíos? No todos los israelíes lo son y también puede caer un druso o un árabe israelí bajo el cuchillo de ese hijo de la desesperación y del odio que es el lobo solitario.

El siniestro juego de espejos que instala la simetría del miedo corroe la confianza e incluso el espacio público, que se hace inhabitable. El lobo solitario sale de casa cuchillo en mano para apuñalar al primer transeúnte con el que tropieza. El árabe tranquilo y pacífico sale de casa con el miedo en el cuerpo por si le confunden con el lobo solitario. Los lobos solitarios se disfrazan de oveja ?de periodista o de israelí? para salir a matar. También hay agentes israelíes que lanzan piedras y se disfrazan de lobos para provocar y detener a otros lobos.

El miedo no pregunta por las causas ni atiende a razones, ni siquiera morales. Al contrario, atenaza la razón moral de un israelí que simpatiza con los palestinos si se encuentra de frente con uno de ellos, cuchillo en mano; y le conduce a atacarle hasta la muerte, si tiene medios para hacerlo y evitar así la suya o la de su vecino.

Todo se juega en la apariencia. La vida y la muerte. Hay que ocultar la identidad peligrosa. Es el delito de facies (por el que se exige la identificación o se detiene a alguien por su mera apariencia física) convertido en culpa social. Un árabe es un sospechoso de terrorismo. Un israelí es un ocupante culpable de la opresión que sufren los palestinos. Todos, al fin, candidatos a morir, apuñalados unos, acribillados otros, en una sociedad condenada al racismo y a la segregación, al apartheid.

El miedo transforma a las personas y a las sociedades, sobre todo en la época de los medios digitales. Se propaga a la velocidad de la luz, como el odio que mueve a los asesinos, por encima de muros y fronteras. Los lobos solitarios ya no salen tan solo de la Cisjordania ocupada, sino también de Jerusalén Oriental donde los palestinos tienen carta de residencia. O del Israel de fronteras internacionalmente reconocidas, donde los árabes de nacionalidad israelí se sienten cada vez más cercanos a los palestinos de los territorios ocupados.

Si la paz estaba lejos antes de que empezara la 'intifada de los cuchillos' más lo está ahora cuando el miedo se ha apoderado de todos. El miedo tiene efectos letales sobre el cemento que sustenta la vida social y destruye la posibilidad misma de convivencia. Esa sí que es una amenaza existencial para el Estado de Israel.

Leer más
profile avatar
22 de octubre de 2015
Blogs de autor

Catexit no sucederá

Grecia puede salir de Europa. El Reino Unido puede salir de Europa. Cataluña no: el Catexit es una contradicción en sus propios términos. Cataluña solo podría salir de Europa si Europa dejara de existir como realidad institucional y como proyecto e idea colectiva. Grecia formó parte de Europa, es decir, de las Comunidades Europeas y de la Alianza Atlántica, fundamentalmente por razones estratégicas vinculadas con el reparto de Europa en zonas de influencia. Atendiendo a las características del país, los títulos que tiene Grecia son muy parecidos a los de los países balcánicos, similares en todo caso a los que pudiera tener Turquía. Catexit es, insisto, una contradicción.

(El presidente del Banco de Sabadell, Josep Oliu, utilizó el término Catexit durante la XXXI Reunión del Círculo de Economía celebrada en Sitges en un debate con el economista del Financial Times, Martin Wolf. Josep M. Colomer también lo ha utilizado en un artículo en el diario El País y yo mismo lo utilicé, no sé exactamente si por primera vez, en una entrada de mi blog titulada ?Catexit?, el 14 de noviembre de 2012).

Tampoco es exactamente Europa ?el Reino Unido aislado, con su relación transatlántica privilegiada, fruto de la inversión de una jerarquía de orden colonial, convertida en charnela de la paz gracias a las dos guerras mundiales. Lo es en todo y más su economía, su sociedad y sobre todo su sistema político, necesario para el equilibrio europeo pero con la inevitable distancia geopolítica insalvable que la aísla y a la vez la declara puente entre las dos orillas.

Cataluña, en cambio, solo puede ser europea. No hay ningún otro destino que la tiente ni ninguna otra bifurcación que la conduzca hacia otro horizonte. O Europa o nada. Lo es, naturalmente, por sus orígenes medievales más profundos, incluida la carolingia Marca Hispánica mitificada por el nacionalismo esencialista. Lo es, también, por la genealogía de? la nación moderna construida a partir del romanticismo: nace en 1714, cuando muere la nación de las viejas constituciones, al culminar una guerra bien europea como fue la de Sucesión a la corona de España. Aún lo es más por el molde industrialista que la sitúa como líder de la revolución industrial en la península Ibérica. Todo lo que le ha sucedido a Cataluña a lo largo de la historia es peripecia europea, pura y dura, tragedias incluidas. La última entre las más grandes el paso devastador de las grandes ideologías y sobre todo los dos totalitarismos del siglo XX, que experimentan y se enfrentan en batallas ideológicas, militares e incluso policiales: el golpe de Estado del 34, la revolución, la guerra civil, los bombardeos urbanos, la guerra civil dentro de?la guerra civil, las purgas estalinistas, el aplastamiento de la democracia y del autogobierno.

Cataluña sigue siendo europea, callada, resignada, casi clandestinamente europea, en el momento más oscuro de la noche totalitaria, convertida en nido de espías, corredor por donde huyen los perseguidos y refugio de criminales de guerra. Luego, poco a poco, aunque la dictadura tarde en incorporarse, Cataluña lo hace, y siempre un paso por delante, gracias a la reindustrialización, con la Seat a la cabeza; la primera autopista de peaje; el turismo; el asociacionismo europeo, con el Comité Español de la LECE de fundación barcelonesa bien prematura (1949); sus economistas, fundamentales en la estabilización y la apertura ?Sardà Dexeus, Estapé, por ejemplo?; y su historiador, Vicens Vives, sintetizador y visionario del destino hispánico y europeo de los catalanes.

Cataluña es ya plenamente Europa cuando con España se incorpora a Europa con el Tratado de Adhesión de 1986. Autogobierno catalán, democracia española e integración europea son términos equivalentes desde Cataluña. Quizás no lo son o no lo son tan claramente desde otros lugares de España o de Europa. Pero la historia de los catalanes nos revela que sólo hay autogobierno cuando los españoles son libres y hay libertad y democracia en España, de forma que el horizonte compartido es el de la Europa libre y democrática.

Esta es una historia de éxito, un éxito enorme. Es impopular decirlo hoy en día, cuando radicalismos de todos los colores nos describen una sociedad hambrienta y misérrima devastada por la crisis y una nación oprimida y humillada que se afana para levantarse frente a un imperialismo cruel y rencoroso. La democracia constitucional española, el autogobierno catalán y esta zona de paz, prosperidad y estabilidad europeas, la más importante en todas las dimensiones de la historia, con sus instituciones, UE y OTAN fundamentalmente, son éxitos clamorosos que solo una gestión torpe de la actual crisis podría llegar a anular.

Los análisis más apocalípticos nos sitúan en el camino de un autoritarismo post democrático dictado por la crueldad de los mercados y de las instituciones multilaterales. Las grandes construcciones europeas se convierten en monstruos a neutralizar y abatir, y la democracia constitucional española, una mera prolongación del franquismo fruto de la traición perpetrada durante la transición. Hay que observar con atención el estado del mundo y los modelos alternativos realmente existentes: el capitalismo comunista de mercado en China, la democracia soberana y presidencial en Rusia, el populismo autoritario en Venezuela, la dictadura opulenta de Qatar o Arabia Saudí. O comparar con épocas pasadas: ¿qué república de las más avanzadas sirve para mirarnos en su espejo y se nos ofrece como modelo para cambiar?

Sí, hay un salto que se debe hacer y que es inevitable: reformas en profundidad en todos los niveles que vivifiquen la democracia y conserven lo esencial del Estado de bienestar. Europa, no hace falta ni decirlo. ¿Cómo gobernaremos el euro si no avanzamos y muy deprisa en la unión fiscal y financiera y en la creación de un Tesoro común? ¿Cómo resolveremos las crisis geopolíticas de nuestros vecinos sin una política exterior y de seguridad mucho más comunitarizada? ¿Cómo afrontaremos los retos de los movimientos? de población en el Mediterráneo sin una mejora de la política de inmigración y de asilo? Y España: ¿cómo encarar el futuro juntos sin un marco constitucional y autonómico que cuente con un consenso renovado?

Perder el tiempo en cuestiones periféricas o irrelevantes, como nos pasa ahora, es la única forma segura de seguir viviendo dentro de la crisis y de la crisis. Hay muy políticos que no saben hacer nada más. No es posible el Catexit en relación con Europa. Respecto a España, no hay camino de salida que no lleve también a salir de Europa, algo inimaginable. Catexit solo sería viable si la propia Europa se hundiera de nuevo en sus viejas divisiones étnicas y nacionalistas y dejara de existir. Y no sería Catexit, sino Eurexit, dejar tirada la idea de Europa, una auténtica catástrofe.

(Este texto ha sido publicado anteriormente y por encargo de la revista F. La revista del Foment, otoño 2015, número 2145 que dirige Valentí Puig y edita en catalán y castellano Foment Nacional)

Leer más
profile avatar
16 de octubre de 2015
Blogs de autor

El modelo turco

De Turquía se esperaba en 2011 el modelo para que rimara, al fin, islamismo y democracia. Se trataba de que los islamistas participaran en elecciones y parlamentos, aceptaran una democracia constitucional inclusiva, y tras alcanzar el gobierno lo abandonaran con el mismo talante a indicación de las urnas.

Muchas eran las dudas respecto a un futuro tan radiante. Pesaba sobre estas esperanzas la experiencia del Frente Islámico de Salvación argelino, que venció en las urnas en la primera vuelta de las elecciones legislativas en 1992, pero no llegó a la segunda porque el ejército dio un golpe de Estado al que siguieron diez años de una devastadora guerra civil con un balance entre 50 y 200.000 muertos.

Militares y poderes fácticos de un lado; del otro, los islamistas, con sus inquietantes reservas respecto a la democracia, las constituciones, el laicismo y la alternancia; todo semejante a los temores que suscitaban los partidos comunistas durante la guerra fría, de los que se presuponía que jugarían limpio hasta alcanzar el poder pero luego ya no lo soltarían.

Cuando estalló la primavera árabe, la Turquía de Erdogan y de su Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP), en el poder desde 2002, había roto el esquema, gracias a su éxito económico y a su vocación europea. Su candidatura a la UE y su política exterior neo otomada de cero conflictos con los vecinos cotizaron al alza en el mapa surgido de las revueltas.

Todo ha rodado mal desde entonces, incluso para Turquía. Europa le cerró la puerta en las narices. Erdogan descubrió su espíritu autocrático. La guerra de Siria ha trastocado todo el escenario geopolítico, hasta convertirla en país de refugio para quienes huyen y a la vez en base para el Estado Islámico (ISIS). La amenaza de un Kurdistán independiente ha excitado los reflejos más nacionalistas y conservadores. Solo faltaban las protestas del parque Gezi en Estambul en 2013 para que fuera evidente la deriva antidemocrática.

Hasta llegar ahora a la resurgencia del Estado Profundo, derin devlet en turco, el auténtico descubrimiento de la Turquía contemporánea, exportada al vecindario árabe y asiático con mayor éxito que la democracia islámica. El profesor de Columbia, Jean Pierre Filiou, lo ha definido como la confluencia ?entre los servicios secretos, una justicia corrupta y el crimen organizado? para ?controlar el sistema desde las bambalinas? como alternativa post moderna a la dictadura militar (en el libro Del Estado Profundo al Estado Islámico. La contrarrevolución árabe y su legado yihadista).

Al Estado Profundo le hemos visto actuar en uno u otro grado en casi toda la geografía árabe, incluyendo ese Túnez excepcional, merecidamente galardonado con el Nobel de la Paz. Aunque ahora lo más alarmante es su parentesco con el ISIS, que se alimenta en el caso turco de la deriva antikurda de Erdogan, en detrimento del combate contra el yihadismo, y adquiere una escandalosa dimensión en el atentado terrorista de Ankara contra los manifestantes del partido prokurdo HDP (Partido Democrático del Pueblo).

Leer más
profile avatar
15 de octubre de 2015
Blogs de autor

Unas elecciones ilegibles

Esta vez no cuela. Nadie se traga las bolas de unos y otros sobre los resultados electorales. Casi todos repiten el habitual y tedioso ejercicio tergiversador, pero nadie se lo cree. Las elecciones del 27 de septiembre han dejado un paisaje desolador, principalmente en el espacio central de la política catalana. El podio esta vez es para los perdedores.

Ha perdido Artur Mas con sus pretensiones plebiscitarias, para sí mismo y para la independencia exprés en 18 meses, doblemente rechazadas por los electores catalanes: no al presidente, no a la independencia. Recordemos sus palabras y las de sus amigos, sin margen de ambigüedad. Quien no votara a las formaciones independentistas ?Junts pel Sí y CUP? iba a sumar sus votos a los del PP contra la soberanía. No habría medias tintas: o se arriesgaban a votar independencia para luego conseguir el referéndum o se resignaban a apoyar el status quo, es decir, al gobierno de Rajoy y al PP. La lectura de las elecciones como plebiscito conducía a contar solo síes y solo noes.

El único resultado que valía para una apuesta tan alta era superar el 50% de los votos, esa cifra mágica que TV-3 en la noche electoral situaba ilusionadamente a dos escasas décimas en el sondeo a pie de urna en el que daba de 63 a 66 diputados a JpS. Las explicaciones posteriores, prodigadas incluso en artículos en la prensa internacional, son verdaderamente sonrojantes.

Tras proponer una lectura plebiscitaria antes de ir a las urnas, entre otras cosas para movilizar a su electorado, Artur Mas y los medios amigos se sacan de la manga una lectura en clave estrictamente de elecciones representativas para el parlamento autonómico, que les permite incluso proclamar su inexistente victoria. Adjudican a Catalunya Sí que es Pot un 11% de indecisos o indefinidos e invierten así el sentido del voto: el No pierde con el 38,5% frente a la curiosa victoria del Sí con el 47,8%. Una burda trampa que no cuela, lo siento. Quienes no votaron Sí, el 52,2%, rechazaron el plebiscito planteado por Mas para sí mismo y para su independencia con prisas. Haberlo dicho antes.

Recordemos que la lógica de JpS, anunciada en varias ocasiones por el propio Mas, era que su lista única presidencial debía obtener la mayoría absoluta de diputados y a ser posible de votos para que se produjera la lectura internacional favorable a la independencia. No ha conseguido ni la una ?62 diputados a 6 de la mayoría absoluta?, ni la otra ?39,5%, a más de 10 puntos del 50%?. La mayoría independentista que pretende exhibir exige ahora que los diez diputados de la CUP se sumen a su investidura y probablemente a su mayoría, en una fórmula que pretende sentar juntos a neoliberales atlantistas y europeístas con chavistas antieuropeos y antiamericanos. La lectura internacional se aventura ciertamente comprometida.

En clave presidencial, las cosas todavía pintan peor. Para conseguir este resultado, ha tenido que esconderse en la cuarta plaza, evitar todo balance de gobierno, esquivar las responsabilidades por la corrupción de su partido y situar en cabeza de la candidatura a un político como Raül Romeva con abiertas afinidades con la CUP. Aunque exhiba como proeza los 72 diputados independentistas que se sentarán en el Parlament, la cifra más alta de toda la historia parlamentaria catalana, todos sabemos que se debe al sencillo trasvase o conversión de Convergència ya sin Unió al campo independentista, con la consiguiente sangría desde los 62 diputados de CiU que recibió Mas en 2010, a los 50 de 2012 y a los 29 de CDC ahora.

Cuando se juega al todo o nada, las victorias se trocan en derrotas, y en este caso doble, personal y de partido. Si hay vencedores, están agazapados, como es el caso de Oriol Junqueras y Esquerra Republicana, o lo son desde posiciones minoritarias pero ascendentes que les permite convertir su debilidad en fortaleza, como es el caso de la CUP y de Ciutadans.

La mayor paradoja de estas elecciones es que la clave plebiscitaria tan reivindicada se ha convertido en un castigo auto infligido por quien la propuso. Los 62 diputados de que dispone Artur Mas compondrían un grupo magnífico en cualquier parlamento en condiciones normales, puesto que no sería especialmente difícil hilvanar un programa que atrajera los seis diputados que le faltan para la investidura y para gobernar. En las actuales condiciones excepcionales, esta vez es Artur Mas quien se encuentra ante un dilema sin matices: o la CUP se le entrega a cambio de nada o de muy poco o es él quien se entrega a la CUP con todas las consecuencias. A menos que quiera convocar de nuevo a los electores, y ya van tres, para que emitan otra vez el voto de su vida.

Leer más
profile avatar
13 de octubre de 2015
Blogs de autor

Hitler tiene futuro

Muchos son los historiadores que han indagado sobre el exterminio de los judíos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, pero ninguno hasta ahora había estudiado el Holocausto como una posibilidad de futuro, es decir, como una advertencia. Es evidente la apelación moral ?¡nunca más!? que siempre ha sugerido aquel genocidio organizado por el régimen nacionalsocialista alemán, pero el historiador estadounidense Timothy Snyder ha dado un paso más al convertirla en el estudio de las posibilidades materiales en que se podrían repetir en el futuro matanzas masivas como las que sufrió una parte de la población europea hace algo más de 70 años.

Su libro Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia sale en un momento especialmente oportuno, cuando Europa se enfrenta a la llegada de centenares de miles de refugiados a Europa, procedentes principalmente de Oriente Próximo, un acontecimiento que permite en buena medida verificar el grado de certeza de sus teorías. En su caso, la tarea del historiador ?interpretar el pasado para mejor comprender el presente? adquiere una dimensión casi profética al convertirse además en una severa advertencia para el futuro.

Los genocidios no surgen por generación espontánea como una súbita erupción del mal en el mundo, sino que hay condiciones objetivas que los favorecen. La más evidente de todas, por paradójica que pueda parecer, es la debilidad o la retirada del Estado de los territorios sobre los que pende la amenaza. Snyder ha invertido el lugar común del Holocausto como el trabajo planificado de la maquinaria burocrática de un Estado totalitario alemán para describirlo como la acción desencadenada por una ideología criminal allí donde las poblaciones no cuentan con la protección del Estado y de la ley.

Una parte de aquellas condiciones se producen ahora, cuando 60 millones de personas, según cifras de Naciones Unidas, vagan de frontera en frontera huyendo de las matanzas, las guerras civiles y los regímenes totalitarios, y muchos de ellos dejan sus vidas cuando intentan alcanzar los países que puedan proporcionarles el asilo. Nada les hace más vulnerables como los territorios sin ley, donde el Estado se ha apartado, ha sido destruido o se ha convertido en una estructura fallida y sin efectividad, tal como Snyder pudo estudiar y cuantificar comparativamente respecto a las matanzas de judíos en el conjunto de Europa.

En el corazón del monstruo totalitario nazi o en los países de Europa occidental ocupados, como Francia o Países Bajos, los judíos contaban con una tenue protección que no existía en los países bálticos, en Polonia o en la Unión Soviética ocupada por los alemanes, donde reinaba la simple y brutal ley de la selva. Las mayores matanzas y el exterminio en masa de Auschwitz se produjeron en la Europa oriental, donde los Estados habían sido arrasados, en algunos casos dos veces, primero por Stalin y después por Hitler, y las víctimas eran los judíos que habían sido totalmente desposeídos de sus derechos por expulsión de sus países o por la desaparición de los Estados.

La advertencia de Snyder se centra, naturalmente, en las condiciones políticas para que pueda producirse de nuevo un genocidio, pero también apela a las conciencias individuales. ?Si se destruyesen los Estados, se corrompiesen las instituciones locales y los incentivos económicos se encaminasen hacia el asesinato, pocos de nosotros mostraríamos un comportamiento ejemplar?, asegura. Ni somos ?éticamente superiores a los europeos de los años 30 y 40? ni somos ?menos vulnerables al tipo de ideas que Hitler promulgó e hizo realidad con tanto éxito?.

Hay una buena conciencia europea que ha cosificado el Holocausto hasta inutilizarlo. Hitler es la barra de platino iridiado del mal absoluto, el equivalente del metro que se conserva en el museo de pesos y medidas de París. La comparación con Hitler es una trivialidad en los debates digitales que ha sido objeto incluso de humorísticas fórmulas matemáticas. Comparar a alguien con el führer, la reductio ad hitlerum, es un ejercicio que se vuelve contra quien lo usa: solo quien tiene simpatía con los nazis puede trivializar el mal absoluto que fue el nazismo. El Hitler de la cultura popular tiene algo del Satanás medieval. Situado en un nivel insuperable de la perversión, su invocación tiene poderes absolutorios o al menos relativizadores sobre quienes ejercen el mal contemporáneo.

Todo esto no es casualidad ni pertenece únicamente a la cultura popular de Europa occidental, sino que tiene en Europa oriental una presencia especial que Snyder, buen conocedor y estudioso de Rusia y Ucrania, también ha sabido localizar y denunciar. Hay un mito del antifascismo soviético, construido sobre un monopolio de la virtud y el control de la memoria, que contrasta directamente con las matanzas de civiles, judíos y no judíos, perpetradas por el Ejército Rojo en la Polonia ocupada y después en los territorios en disputa con la Wehrmacht. Además de absolver a los soviéticos de sus crímenes de entonces, el mito del antifascismo se proyecta en la actualidad, en Ucrania por ejemplo, mediante una inversión que convierte a Estados Unidos, Israel y la Unión Europea en el nuevo avatar del nazismo combatido por Vladímir Putin.

No es esta la más inquietante de las advertencias. Según Snyder, el miedo contemporáneo a las catástrofes ecológicas, sobradamente fundamentado en el calentamiento global o en la evolución demográfica del planeta, da una nueva verosimilitud a las ideas hitlerianas sobre la lucha por la vida alentada por ?demagogos de la sangre y de la tierra?. Hitler tiene futuro.

Leer más
profile avatar
12 de octubre de 2015
Blogs de autor

El futuro de Europa pasa por Siria

Los refugiados cambiarán a Europa. Para bien si los países de acogida saben integrarles y contribuyen a superar el bache demográfico, a mantener los niveles de prosperidad y de bienestar y a construir una Europa pluricultural. Para mal, si continua la gestión desordenada de su llegada, y a la oleada de buenos sentimientos le sigue una resaca de populismo xenófobo. No es Siria la única fábrica de refugiados. Pero su contribución es ahora la más seria y la que más conmueve a los europeos.

Los cambios van a afectar desde la legislación hasta los valores, pasando por la economía, naturalmente. Para Alemania, según Angela Merkel, es el reto más serio desde la unificación y para ella, el que definirá su figura política, por cuanto ha apostado muy fuerte en favor de la recepción e integración de los refugiados ante las reticencias de su propia mayoría conservadora.

En Siria, Europa se enfrenta a otro reto más subrepticio que determinará su futuro. Con su intervención militar, es la segunda vez que Rusia, la superpotencia euroasiática, avanza sus alfiles hasta arañar los confines de la OTAN, la alianza que ha venido garantizando la seguridad de los europeos desde los tiempos de la guerra fría.

Quienes viven con especial preocupación los envites militares rusos son los socios de la OTAN más próximos al tablero donde Putin mueve sus fichas: Polonia y los países bálticos en el caso de Ucrania; y Turquía ahora en el de Siria, donde ya se han producido dos violaciones de su espacio aéreo por aviones rusos. Con los bombardeos sobre Siria, desde el aire y desde los buques rusos del mar Caspio, Rusia está exhibiendo el cinturón de hierro que ha tendido de nuevo alrededor de Europa.

Moscú parece imitar a Washington cuando dice que no pondrá tropas en tierra, pero hay que recordar la guerra híbrida con que se anexionó Crimea y alentó las secesiones de Donetsk y Lugansk en el este de Ucrania para entender que no cabe descartar una intervención a mayor escala. Putin ha visto en Siria un hueco estratégico que le permite avanzarse como principal protagonista en la región ante la indecisión y a la timidez occidentales.

La relación con Rusia es una tarea esencial muy mal resuelta por los europeos 25 años después de la unificación alemana. La UE y la OTAN sufrieron una primera advertencia en Ucrania. De Siria llega la segunda. Con EE UU en repliegue, no es seguro que esa Europa tan ensimismada sea capaz de aguantar el envite de la Rusia de Putin.

Leer más
profile avatar
8 de octubre de 2015
Blogs de autor

El caso de los catalanes

La esperanza del soberanismo catalán es conseguir que desde fuera le ayuden a resolver lo que no consigue desde dentro. La mediación o al menos la presión internacional sobre el Gobierno de Rajoy es el clavo ardiendo al que se agarra el movimiento que encabeza Artur Mas. Para conseguirla ha desplegado ingentes recursos a través de un servicio diplomático oficioso, encargos a consultoras y agencias de relaciones públicas, así como notables esfuerzos en sus contactos con los medios de comunicación internacionales.

El resultado es satisfactorio en cuanto a resonancia, pero decepcionante en cuanto a la respuesta de Gobiernos e instituciones. Las grandes fechas soberanistas han situado el conflicto en el mapa internacional, manchando las primeras páginas y ocupando el prime time audiovisual con las noticias de Cataluña y notablemente con la última y más destacada, como ha sido la celebración de unas elecciones con propósitos plebiscitarios.

Si el balance en cuanto a presencia informativa es bueno, no lo es el de los artículos editoriales, reflejo de las ideas compartidas por las grandes formaciones políticas y los Gobiernos que cuentan en el mundo. La idea secesionista ha merecido reconvenciones más o menos explícitas desde los Ejecutivos de Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido, además de la Comisión Europea, en muchos casos bajo el mantra de que se trata de un asunto interno, exactamente el muro que pretende saltar el soberanismo con la idea de una intervención exterior.

El Gobierno catalán explica esta dificultad por los esfuerzos del Ejecutivo español para obstaculizar la difusión del proceso, incluso con la compra de apoyos. No cabe descartar que algunos gestos amistosos hayan recibido contrapartidas desde Madrid, pero esta es una explicación que se queda corta ante la dificultad generalizada con que tropieza el soberanismo para encontrar simpatías exteriores.

La dificultad primordial es de orden geopolítico en un mundo donde la integridad de los Estados y la intangibilidad de las fronteras cuentan como valores políticos a preservar. En las secesiones clásicas siempre actuaban agentes e intereses extranjeros, que han dejado de existir en la época de la cooperación europea, cuando nadie tiene interés en una España debilitada o disminuida territorialmente.

En el ámbito europeo, esta secesión ofrece además la perspectiva de enclavar entre Francia y España una nación irredentista con reivindicaciones territoriales e incluso propósitos de extensión de la ciudadanía al Rosellón, la Cerdaña francesa, las Baleares, la Comunidad Valenciana y las comarcas aragonesas de habla catalana; un proyecto que solo tiene hoy parangón en la Hungría de Viktor Orban.

El conjunto de la UE no tiene tampoco estímulo alguno para aceptarla. La entrada de un nuevo socio implica reconocerle el derecho de veto que se mantiene en un buen número de capítulos, como política exterior y seguridad, ciudadanía, fiscalidad indirecta, parte de los asuntos de justicia, seguridad y protección social, finanzas de la UE y adhesión de nuevos miembros. El ingreso de Cataluña en la UE significaría aceptar que el actual veto español se convirtiera en dos, o incluso tres o cuatro en el caso más que probable de que otras comunidades autónomas lo pidieran.

Cataluña es una de las regiones europeas más prósperas y envidiables desde todos los puntos de vista. Para la UE sería difícil evitar la emulación, abriendo las puertas a un escenario de fragmentación sin fin. A pesar del despliegue propagandístico sobre el Estado hostil que sufre Cataluña, no hay argumentos con credibilidad internacional para defender que la secesión remediaría una situación de injusticia y de violaciones de derechos humanos y políticos, es decir, que la secesión pusiera fin a una status quo insostenible como sucedió con Kosovo.

Las viejas ideas de emancipación nacional, recuperación de unas libertades nacionales arrebatadas por la fuerza o autodeterminación de los pueblos colonizados no tienen sentido alguno para una opinión internacional muy bien informada sobre el nivel de autogobierno que goza Cataluña y la recuperación de su lengua y de su cultura. España no es una cárcel de los pueblos, según tituló esta semana el diario zuriqués NZZ (Neue Zürcher Zeitung).

El único argumento que finalmente se entiende es el de las transferencias fiscales, pero su aceptación abre las puertas a que todas las regiones ricas de la UE quieran también ?emanciparse? de las más pobres. Todo esto explica la mala acogida internacional del caso y su acotación a un problema interno que, ciertamente, dejaría de serlo el día en que afectara a la estabilidad de la eurozona, algo que a su vez despierta nula simpatía europea e internacional con quienes la puedan promover.

Leer más
profile avatar
5 de octubre de 2015
Blogs de autor

Entre la peste y el cólera

El objetivo es terminar con la guerra. Pero la guerra también es una oportunidad para que cada uno avance sus peones. Si la guerra se hace a costa de los sirios ?más de 300.000 muertos, nueve millones de desplazados y exiliados, numerosas ciudades y abundante patrimonio arrasados?, lo que vaya a ser la paz también se hará a costa de los sirios. Así de duras y crueles son las relaciones internacionales con los perdedores. Con la salvedad de que en este caso son los europeos los designados para pagar la factura, en forma de dinero para frenar al Estado Islámico (EI) y de recepción de los refugiados que huyen en tromba.

La partida se juega en dos tableros, el diplomático, que tiene estos días su escaparate en la Asamblea General de Naciones Unidas, y el militar, sobre el terreno, donde todo está cambiando. Nadie ha planteado todavía la opción terrestre, probablemente la única que puede acabar con la peste yihadista, aunque es la que propugna Teherán, que ya la pone en práctica con alcance limitado a través de Hezbolá, la sucursal libanesa, que auxilia a El Asad, el cólera, en las regiones limítrofes.

Entre la peste y el cólera, el EI y la sanguinaria dictadura de El Asad, todos van decantándose. Para Vladímir Putin, el régimen alauí es la única garantía de estabilidad. Para François Hollande, El Asad es el problema ?quien abrió las puertas del infierno? y no parte de la solución, con derecho a presidir una transición. Barack Obama comparte este punto de vista pero parece cada vez más dispuesto a ceder en una gran alianza anti-EI que aparque hasta el final el destino del autócrata.

Rusia utiliza a Siria para regresar al centro del tablero internacional tras la crisis ucrania y por eso acude con aviones y tanques en auxilio de El Asad, trenza una alianza para compartir información con Irán, Siria e Irak e incluso bombardea desde el aire. Irán se juega la hegemonía en la región en competencia con Arabia Saudí. Erdogan utiliza Siria para frenar a los kurdos, vencer en las elecciones de noviembre y reforzar sus poderes presidenciales. Francia, que siempre aspira a sobrevivir internacionalmente, lanza sus aviones contra el EI con la extraña cobertura legal del derecho de defensa contra los terroristas franceses, para evitar que regresen y atenten en casa.

Por si quedaban dudas sobre la desorientación estratégica de Estados Unidos y sus aliados occidentales, ahí está la ciudad afgana de Kunduz, 300.000 habitantes, de nuevo en manos de los talibanes, que han desalojado al Ejército afgano 14 años después de la guerra que Washington entabló contra ellos. No es el Estado Islámico, claro está, sino su primo hermano adscrito a Al Qaeda, que se impone como primera tarea pasar cuentas con las organizaciones afganas que defienden los derechos de las mujeres. La derrota recuerda la guerra global contra el terror inaugurada por Bush tras el 11-S, que Obama quiso abolir pero está perdiendo ahora frente a la Rusia de Putin, de nuevo enredada en Oriente Próximo 40 años después de su expulsión cuando era todavía la Unión Soviética.

Leer más
profile avatar
1 de octubre de 2015
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.