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Catexit no sucederá

Por 16 de octubre de 2015 diciembre 13th, 2021 Sin comentarios

Lluís Bassets

Grecia puede salir de Europa. El Reino Unido puede salir de Europa. Cataluña no: el Catexit es una contradicción en sus propios términos. Cataluña solo podría salir de Europa si Europa dejara de existir como realidad institucional y como proyecto e idea colectiva. Grecia formó parte de Europa, es decir, de las Comunidades Europeas y de la Alianza Atlántica, fundamentalmente por razones estratégicas vinculadas con el reparto de Europa en zonas de influencia. Atendiendo a las características del país, los títulos que tiene Grecia son muy parecidos a los de los países balcánicos, similares en todo caso a los que pudiera tener Turquía. Catexit es, insisto, una contradicción.

(El presidente del Banco de Sabadell, Josep Oliu, utilizó el término Catexit durante la XXXI Reunión del Círculo de Economía celebrada en Sitges en un debate con el economista del Financial Times, Martin Wolf. Josep M. Colomer también lo ha utilizado en un artículo en el diario El País y yo mismo lo utilicé, no sé exactamente si por primera vez, en una entrada de mi blog titulada ?Catexit?, el 14 de noviembre de 2012).

Tampoco es exactamente Europa ?el Reino Unido aislado, con su relación transatlántica privilegiada, fruto de la inversión de una jerarquía de orden colonial, convertida en charnela de la paz gracias a las dos guerras mundiales. Lo es en todo y más su economía, su sociedad y sobre todo su sistema político, necesario para el equilibrio europeo pero con la inevitable distancia geopolítica insalvable que la aísla y a la vez la declara puente entre las dos orillas.

Cataluña, en cambio, solo puede ser europea. No hay ningún otro destino que la tiente ni ninguna otra bifurcación que la conduzca hacia otro horizonte. O Europa o nada. Lo es, naturalmente, por sus orígenes medievales más profundos, incluida la carolingia Marca Hispánica mitificada por el nacionalismo esencialista. Lo es, también, por la genealogía de? la nación moderna construida a partir del romanticismo: nace en 1714, cuando muere la nación de las viejas constituciones, al culminar una guerra bien europea como fue la de Sucesión a la corona de España. Aún lo es más por el molde industrialista que la sitúa como líder de la revolución industrial en la península Ibérica.
Todo lo que le ha sucedido a Cataluña a lo largo de la historia es peripecia europea, pura y dura, tragedias incluidas. La última entre las más grandes el paso devastador de las grandes ideologías y sobre todo los dos totalitarismos del siglo XX, que experimentan y se enfrentan en batallas ideológicas, militares e incluso policiales: el golpe de Estado del 34, la revolución, la guerra civil, los bombardeos urbanos, la guerra civil dentro de?la guerra civil, las purgas estalinistas, el aplastamiento de la democracia y del autogobierno.

Cataluña sigue siendo europea, callada, resignada, casi clandestinamente europea, en el momento más oscuro de la noche totalitaria, convertida en nido de espías, corredor por donde huyen los perseguidos y refugio de criminales de guerra. Luego, poco a poco, aunque la dictadura tarde en incorporarse, Cataluña lo hace, y siempre un paso por delante, gracias a la reindustrialización, con la Seat a la cabeza; la primera autopista de peaje; el turismo; el asociacionismo europeo, con el Comité Español de la LECE de fundación barcelonesa bien prematura (1949); sus economistas, fundamentales en la estabilización y la apertura ?Sardà Dexeus, Estapé, por ejemplo?; y su historiador, Vicens Vives, sintetizador y visionario del destino hispánico y europeo de los catalanes.

Cataluña es ya plenamente Europa cuando con España se incorpora a Europa con el Tratado de Adhesión de 1986. Autogobierno catalán, democracia española e integración europea son términos equivalentes desde Cataluña. Quizás no lo son o no lo son tan claramente desde otros lugares de España o de Europa. Pero la historia de los catalanes nos revela que sólo hay autogobierno cuando los españoles son libres y hay libertad y democracia en España, de forma que el horizonte compartido es el de la Europa libre y democrática.

Esta es una historia de éxito, un éxito enorme. Es impopular decirlo hoy en día, cuando radicalismos de todos los colores nos describen una sociedad hambrienta y misérrima devastada por la crisis y una nación oprimida y humillada que se afana para levantarse frente a un imperialismo cruel y rencoroso. La democracia constitucional española, el autogobierno catalán y esta zona de paz, prosperidad y estabilidad europeas, la más importante en todas las dimensiones de la historia, con sus instituciones, UE y OTAN fundamentalmente, son éxitos clamorosos que solo una gestión torpe de la actual crisis podría llegar a anular.

Los análisis más apocalípticos nos sitúan en el camino de un autoritarismo post democrático dictado por la crueldad de los mercados y de las instituciones multilaterales. Las grandes construcciones europeas se convierten en monstruos a neutralizar y abatir, y la democracia constitucional española, una mera prolongación del franquismo fruto de la traición perpetrada durante la transición. Hay que observar con atención el estado del mundo y los modelos alternativos realmente existentes: el capitalismo comunista de mercado en China, la democracia soberana y presidencial en Rusia, el populismo autoritario en Venezuela, la dictadura opulenta de Qatar o Arabia Saudí. O comparar con épocas pasadas: ¿qué república de las más avanzadas sirve para mirarnos en su espejo y se nos ofrece como modelo para cambiar?

Sí, hay un salto que se debe hacer y que es inevitable: reformas en profundidad en todos los niveles que vivifiquen la democracia y conserven lo esencial del Estado de bienestar. Europa, no hace falta ni decirlo. ¿Cómo gobernaremos el euro si no avanzamos y muy deprisa en la unión fiscal y financiera y en la creación de un Tesoro común? ¿Cómo resolveremos las crisis geopolíticas de nuestros vecinos sin una política exterior y de seguridad mucho más comunitarizada? ¿Cómo afrontaremos los retos de los movimientos? de población en el Mediterráneo sin una mejora de la política de inmigración y de asilo? Y España: ¿cómo encarar el futuro juntos sin un marco constitucional y autonómico que cuente con un consenso renovado?

Perder el tiempo en cuestiones periféricas o irrelevantes, como nos pasa ahora, es la única forma segura de seguir viviendo dentro de la crisis y de la crisis. Hay muy políticos que no saben hacer nada más. No es posible el Catexit en relación con Europa. Respecto a España, no hay camino de salida que no lleve también a salir de Europa, algo inimaginable. Catexit solo sería viable si la propia Europa se hundiera de nuevo en sus viejas divisiones étnicas y nacionalistas y dejara de existir. Y no sería Catexit, sino Eurexit, dejar tirada la idea de Europa, una auténtica catástrofe.

(Este texto ha sido publicado anteriormente y por encargo de la revista F. La revista del Foment, otoño 2015, número 2145 que dirige Valentí Puig y edita en catalán y castellano Foment Nacional)

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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