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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Claridad moral

Tiempo habrá para analizar la guerra desencadenada por Israel sobre Gaza, este territorio sin Estado, administrado por una fuerza terrorista, donde vive un millón y medio de personas sin derecho alguno, ni siquiera a la vida. Leo en las frases crueles de un columnista cuyo nombre prefiero olvidar que se trata de ‘enemigos no combatientes'. Todo está dicho y condensado en una idea que osa expresarse así. No merece más comentarios: el artículo se titula ‘Claridad moral', y por supuesto a esos hijos y mujeres de los dirigentes terroristas que han muerto en los ‘bombardeos selectivos', a sus vecinos, a ese 20 por ciento de población civil alcanzada en cada ataque, a esos reclutas de la policía palestina de Hamas salidos del desempleo y de la miseria, el columnista les quita incluso el derecho a la inocencia en nombre de una moral que quiere dejar a las víctimas absolutamente despojadas. No tienen quienes les gobiernen decentemente. No tienen derecho a un Estado que les proteja. No tienen razón alguna. No tienen ni siquiera derecho a la piedad, altamente sospechosa. Esta desposesión absoluta, esta desnudez ante la historia y ante la moral me suenan de forma inquietante... Sólo me consuela que estos despiadados comentarios se pueden leer en la prensa norteamericana y que lo que leo en Haaretz, mi periódico israelí, está inundado de lágrimas y de dolor, aún entre los que apoyan, que son muchos, el derecho de Israel a defenderse incluyendo acción de represalia contra Hamas.



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4 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cosas del año que empieza

Rusia cierra el grifo del gas para Ucrania. Daniel Barenboim dirige por primera vez el concierto de Año Nuevo en la Musikverein de la Viena, el espectáculo más previsible y más seguido del mundo. Siguen todas las guerras. Especialmente la nueva con que se despide el año. Un principio cualquiera como un día cualquiera. Una pareja singular, Bill y Hillary Clinton, enfundados en abrigos de pieles inauguraron el período en curso en Times Square, al lado del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg. Es todo un principio para la era que se avecina. Tengo recortado desde hace unos días un artículo sobre Samuel Huntington en el que se asegura que Estados Unidos se halla frente a tres caminos, el cosmopolita, el imperial y el nacional. "Huntington no hizo ningún secreto de su propia preferencia: una nacionalismo americano 'dedicado a la preservación y el refuerzo de las cualidades que han definido a América desde su fundación'". Y sigue: "Su sólido sentido de la realidad no tiene paciencia con la globalización de la era de Clinton". En la fiesta de Times Square los Clinton bailaron al son de ‘Imagine', himno de la nación global, y de ‘New York, New York' con la voz de Sinatra, himno de la capital también global. La era que empieza no puede jugar la partida de Huntington y la gran ciudad americana, la ciudad, lo ha visto un año más.

Extraña estampa esa de los Clinton bailando en el frío de la encrucijada más famosa: la del tiempo del año con el espacio de las esquinas de  Broadway con la Séptima. Todo lo que se respira no es precisamente para arrancarse bailando. El primer día del año el New York Times dedica un editorial al frío ya sus consecuencias sobre las familias que se han quedado sin casa como consecuencia de la crisis hipotecaria (el probablemente mejor periódico del mundo no falta a su cita con los lectores en día tan destacado). Viene un año duro. Sobre todo para algunos. (La construcción, el automóvil y la prensa, para entrar en detalles). Pero por unas horas parece que todo se pasa un poco bailando. El imperialismo y el nacionalismo de Huntington resuelven estos temas de otra forma. El cosmopolitismo, el Hombre de Davos, en cambio, lleva el relativismo hasta la inconsciencia, murmura la voz desde esa nueva caverna hostil al futuro. "La cultura del Hombre de Davos -así reconocido por el lugar de reunión de la élite global- está desconectada de la llamada del hogar y de la tierra y del territorio nacional", dice el artículo.

Este año la reunión de Davos, a finales de enero, tendrá a la crisis como tema estrella y al nuevo presidente Obama como foco de máxima atención. No se le espera en la estación de esquí suiza, pero lo normal es que acuda un grupo importante de sus colaboradores. Quiero reproducir aquí la consideración que merece Obama a otra personalidad política interrogada a este propósito. "Es el final de una era?, ¿de su era ( de usted)? ‘No. Es la prueba de que el sueño americano todavía existe por mucho que algunos se empeñen en decir que la crisis ha acabado con él. Obama es una persona de raza negra que ha llegado a ser presidente de los EE UU, lo que es un cambio extraordinario para ellos". Más: "¿La victoria de Obama? ‘Un exotismo histórico, un previsible desastre económico'".

Huntington escribió en su último libro "sobre el Credo Americano y su erosión entre las élites. Sus elementos centrales son la lengua inglesa, el cristianismo, el compromiso religioso, los conceptos ingleses de imperio de la ley y de los derechos individuales, derivados según su opinión de ‘la diferente cultura anglo protestante de los primeros colonizadores de América en los siglos XVII y XVIII". Pero Huntington ha muerto, Keynes regresa, Obama será pronto presidente y el año arranca sin piedad alguna para todos nosotros.

(Las citas son de Fouad Ajami en The Wall Street Journal de 30 de diciembre y de José María Aznar en Vanity Fair en español de enero de 2009. No puedo poner ahora los enlaces. Lo siento.)



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2 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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As every year

De una parte, los augures. De la otra, los registradores. Todos se equivocan. Los primeros, por definición (la moda de este año es la confesión pública de los errores predictivos). Los segundos porque no pueden retenerse hasta el último momento: este año ya pasado de 2008 con la crisis financiera y la elección de Obama estará marcado por la catástrofe bélica de Gaza, con el agravante de que 2009 también lo estará y que lo que se discute es hasta dónde marcará a Obama esta sorpresa de la transición presidencial, el hecho inesperado que se produce mientras un presidente ya prácticamente se ha ido y el otro todavía no se ha instalado. El silencio de Obama es ahora ruidoso: si ya se ocupa de la economía, ¿por qué no debería ocuparse de Oriente Próximo? A fin de cuentas las cosas han ido tan mal también gracias a Bush, por lo que tendría perfecta justificación una reacción prematura del presidente electo. La conferencia de Anápolis, organizada más para Bush que por Bush, a la que no se quiso invitar a Hamas, ya se ha visto en qué ha terminado. Mejor no revisar los titulares de prensa que arrancó la Casa Blanca con motivo de aquella solemne e inútil conferencia.

Pero lo definitivo respecto a los balances es la perspectiva. ¿Por qué debemos tomar como referencia el momento arbitrario en que cambia la cifra del año? Como si la rotación de la tierra alrededor del sol se acompasara con el transcurrir de la vida de los habitantes del planeta. Esta referencia se sitúa en el mismo territorio esotérico en el que se fabrican las profecías, los augurios y los conjuros. No hay, por tanto, augurios ni resúmenes del año calificables para el conocimiento racional. Si queremos perspectiva debemos buscar un montículo mejor acreditado y un período quizás más largo. Chu En-lai aseguraba que nos falta perspectiva para juzgar la Revolución Francesa, ¿cómo podemos juzgar lo que acaba de suceder en un año y además empezar a adelantar los balances a mitad de diciembre?

¿Invalida todo esto los ritos de esta noche, esas ceremonias supersticiosas que se reproducen en todas las latitudes? Al contrario, augures y visionarios, cronistas del año y echadores de cartas se encuentran perfectamente cómodos en la plaza donde se amontonan todo tipo de caracteres y mentalidades, incluidas las más racionales, para celebrar con el rito anual algo más profundo y común a todos. Si unos celebran las conexiones con el más allá, todos se añaden a una fiesta que festeja y conjura la partida hacia el más allá: un año más estamos aquí, dispuestos a seguir gozando de la vida. Una persona tan seria y notable como Helmut Kohl, canciller de la República Federal de Alemania desde 1982 hasta 1998, ha dejado entre muchas otras cosas, una frase célebre, útil para estos días y probablemente para siempre: "Hay una vida antes de la muerte que todo cristiano, protestante o católico, tiene derecho a disfrutar".

Este blog pasó ya hace un año su primer rito calendario de fin de año. Lo hizo con el comentario y la recomendación de un extraño filme alemán hablado en inglés, 'Dinner for one'. La frase más célebre del corto, que puede verse en youtube y cuyo contenido ya expliqué entonces, se adapta como un guante a las necesidades rituales de estas fechas: the same procedure as every year. Mis mejores deseos para todos y mi propósito de repetir el rito, si la fortuna acompaña, dentro de un año. ¡Feliz 2009!



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1 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Obama y la Alianza de Civilizaciones

Con frecuencia surge la pregunta, sobre todo en coloquios abiertos al público. ¿Hay de verdad analogías de fondo entre Zapatero y Barack Obama? Hay algo de retintín en la cuestión, porque es evidente la fosa que separa a ambos personajes: la popularidad inmensa del presidente electo norteamericano, el culto que ha despertado su imagen entre los jóvenes, la fuerza de su oratoria y la envergadura del cambio que se propone nada tienen que ver con las dimensiones de nuestros políticos y de nuestro presidente. También son evidentes los puntos comunes, sobre todo generacionales y en problemas de los que se suelen llamar de sociedad. Ante la igualdad de derechos, entre sexos, opciones sexuales, razas y religiones, por ejemplo. Quizás también ante las cuestiones relacionadas con la investigación genética, interrupción del embarazo, derecho a la muerte digna. Todo esto está muy bien, al menos para mi gusto. Entiendo que preocupe a otros, por ejemplo a esa derecha católica que manda en Roma y desanda el camino admirable del Concilio Vaticano II. Pero de lo que quiero escribir hoy, para discrepar de Obama y de Zapatero, es de uno de los más evidentes puntos que tienen en común, nada menos que en política internacional y en el que, para colmo, ambos no están precisamente muy bien aconsejados. Veamos.

Se trata de la Alianza de Civilizaciones, un invento de Zapatero que Obama, por desgracia, parece haber tomado como pauta para su política en relación al Islam. El presidente electo ha planteado la celebración de una conferencia de líderes musulmanes en su primer año de presidencia, ha señalado que le gustaría pronunciar un discurso desde una capital islámica dentro de sus primeros cien días y ha asegurado que "quiere aclarar muy pronto que Estados unidos no está en guerra con el Islam".

Si se toma como referencia lo que hizo su predecesor, hay toda una interesante rectificación en estos propósitos del nuevo presidente. Los días posteriores a los atentados del 11 S fueron de fiebre anti árabe y anti islámica en Estados Unidos. Ciudadanos norteamericanos e inmigrantes de origen árabe fueron detenidos sin juicio, agredidos en la calle o increpados. La retórica desplegada por muchos políticos conservadores, dentro y fuera de Estados Unidos, en España sin ir más lejos, se impregnó de fuertes componentes islamofóbicos. Recordemos los panfletos de la malograda Oriana Fallaci. No hay duda de que en algún momento se quiso identificar la Guerra Global contra el Terror como una nueva contienda bipolar entre Occidente y un Islam político que tendría al terrorismo como brazo militar.

/upload/fotos/blogs_entradas/obama181_med.jpgLa aclaración de Obama podría parecer de lo más sensato y pertinente, aunque yo preferiría que antes declarase que Estados Unidos no está exactamente en guerra con nadie porque no hay una guerra global contra el terror que sea de verdad una guerra: combatir el terrorismo no quiere decir estar en guerra. Sin embargo, hay una premisa errónea en todo su planteamiento, y en el de la Alianza de Civilizaciones de Zapatero, que han refutado dos excelentes especialistas en estas cuestiones, como son Oliver Roy y Justin Vaise en un artículo publicado en The New York Times, que se puede condensar como sigue: "La idea de reconciliar Islam y Occidente es bien intencionada, por supuesto, pero parte de una premisa falsa", puesto que "quienes quieren promover el diálogo y la paz entre ‘civilizaciones' o ‘culturas' conceden como mínimo una cuestión crucial a quienes como Osama bin Laden promueven el enfrentamiento o clash de civilizaciones: que las civilizaciones separadas existen".

Bush dio vida política a Bin Laden reconociéndolo como capitán general de las fuerzas del mal que había que derrotar, agrupadas todas, por variadas y diversas que fueran en orígenes y propósitos, indistintamente bajo su mando. Si prosperan las ideas de Obama y Zapatero se seguirá dando vida al islamismo político radical que sin ser directamente terrorista se escuda detrás suyo para hacer avanzar su antioccidentalismo. Islam y Occidente no son entidades distintas y diferenciables, aseguran Roy y Vaise. Convertir el Islam en un todo monolítico y dar luego representación de este todo ya sea a los líderes políticos de los países islámicos ya sea a los ulemas o ayatolás es un error conceptual tan profundo como el de Bush.

Según Roy y Vaise lo primero que debe hacer el presidente norteamericano respecto a las relaciones con la opinión pública de los países árabes y musulmanes es cerrar Guantánamo, retirarse de Irak, prohibir la tortura, impulsar la paz en oriente Próximo. Zapatero debería, a su vez, estar con quienes promueven una auténtica investigación parlamentaria sobre las complicidades europeas con las políticas antiterroristas de Bush en todos los ámbitos: Guantánamo, colaboración entre agencias de espionaje, vuelos secretos de la CIA, cárceles secretas en territorio europeo. Muy limitado interés tiene todo el resto, sean Alianzas de Civilizaciones o sean las bóvedas marinas, por magníficas que sean, que las celebran en las salas de Naciones Unidas en Ginebra.

(Escribí y dejé preparado este texto la pasada semana, antes de que muriera Samuel Huntington, el politólogo de Harvard que acuñó el término antitético y original del Clash o Enfrentamiento de Civilizaciones. Sin su elaboración teórica y su libro de éxito inmenso no hubieran surgido estas iniciativas. Este 2008 ha sido bueno para el Clash de Civilizaciones: Gaza es la última y más trágica jugada, pero antes fue Bombay, la resurgencia talibán en Afganistán, la guerra todavía abierta en Irak y sobre todo la tensión creciente entre India y Paquistán, que proporcionan sólidos argumentos respecto a la validez de estas ideas. La elección de Obama también confirma que hay gente dispuesta demostrar su falsedad. Pero deberán actuar con acierto y reaccionar pronto, en vez de seguir el surco que deja la nostalgia del hombre blanco, que no otra cosa son estas teorías supremacistas, en las que resplandecen como tablas de honor las jerarquías de religiones, lenguas, culturas y creencias. Ojalá 2009 sea malo para las ideas del desaparecido Huntington. Aunque tenga serias dudas, hoy es día de expresar buenos deseos para todos. ¡Feliz Año Nuevo!)



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31 de diciembre de 2008

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La agonía de la prensa

La fuente de información más destacada sobre la campaña electoral norteamericana fue Internet, según el prestigioso Pew Research Center (PRC). Se trataba de una situación excepcional, en la que buena parte de la movilización de los militantes y seguidores de cada partido se realizaba a través de portátiles y ordenadores. Lo que este centro de investigación sobre medios y opinión públicas nos revela ahora, en una investigación publicada en vísperas de la Navidad, es que Internet ha superado por primera vez a a los medios escritos como fuente ordinaria de información en general. Un 40 por ciento de las 1.489 personas encuestadas asegura que se informa mayoritariamente en Internet acerca de las noticias nacionales e internacionales frente a un 35 por ciento que lo hacen todavía a través de los periódicos.

El dato tiene un elemento de dramatismo, puesto que hace algo más de un año, en septiembre de 2007, sólo un 24 por ciento se informaba a través de Internet. La principal fuente de información, sin embargo, sigue siendo la televisión, que proporciona la información básica a un 70 por ciento de los encuestados. De confirmarse estos datos y la tendencia subyacente estaríamos ante modificaciones realmente serias. También la televisión informativa está experimentando aparentemente un declive, puesto que en 2002 era el 82 por ciento de los encuestados los que la utilizaban como fuente primordial, y desde entonces ha ido deslizándose suavemente hacia abajo. La misma tendencia, más acusada, se registra en la prensa escrita: 15 puntos por arriba separan a los encuestados de 2003 de los de ahora, y todo lo contrario de lo que sucede con Internet, que estaba en el 13 por ciento en 2001, casi 30 puntos por debajo.

El comunicado del PRC destaca que la tendencia es todavía más acusada entre los jóvenes entre 18 y 29 años, que utilizan Internet en un grado similar al de la televisión a la hora de informarse. Parte de estos resultados pueden deberse a la incorporación del consumo de televisión a través de Internet, principalmente en el portal youtube.com. Buena parte de los spots de la campaña electoral e incluso de las intervenciones públicas de varios candidatos tuvieron una mayor difusión por youtube que por las cadenas convencionales. Uno de los debates de las primarias demócratas se realizó exclusivamente a través de youtube.

El estudio contiene otro elemento destacable en relación a las principales noticias que interesaron a los encuestados en 2008. De las 15 noticias más citadas por los encuestados sólo una pertenece al ámbito internacional, y es la celebración de los Juegos Olímpicos de Verano en Pekín. Pero incluso esta noticia es la última citada. La primera es la situación de la economía norteamericana y sólo la cuarta la elección presidencial, después del precio de la gasolina y del plan de rescate del sistema financiero. La guerra de Irak, que estaba situada en el puesto número seis en el estudio publicado el año anterior, ha desaparecido ahora del interés público.

No voy a sacar hoy muchas conclusiones, porque me parece que los lectores pueden hacerlo por sí mismos. Sólo destacar lo que ya he escrito en el título. La prensa está entrando en todo el mundo en una etapa agónica. Agonía no quiere decir muerte, sino lucha, aunque a veces sea la lucha que precede a la muerte. Y es en todo caso una lucha por la supervivencia, claro está. Y también para seguir manteniendo un lugar bajo el sol, en el papel o en Internet, tanto da, para los valores y formas de trabajar que han caracterizado a la prensa libre e independiente durante muchos decenios y que han sido uno de los fundamentos de la vida democrática y civilizada de nuestras sociedades.



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30 de diciembre de 2008

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una luz en la tiniebla

¿Una luz en la tiniebla? Sí, la luz de la conmoción y el pavor. La blanca faz de los muertos. Los trescientos sudarios y las vendas que envuelven al millar de heridos. Esa es la única luz que nos ilumina en la oscuridad y nos conduce hacia el abismo, esa luz que es el abismo mismo en esos días peligrosos en la que nos hemos sumergido. En dos días el mundo ha revivido escenas que parecen llegadas de otra época. Una población civil indefensa, secuestrada por unos y otros, escudos humanos de los de un lado y objeto de castigo colectivo de los del otro, sin que nadie se responsabilice de su seguridad y de sus vidas frágiles. Ciudades donde un poder detestado esconde sus cuarteles y arsenales, que son bombardeadas desde el aire como escarmiento por sus enemigos. En nuestra época, precisamente en el momento en que todos acordamos que así no debe actuarse, con razón o sin ella, con razones o sin ellas. Ya no vamos a dar aval ahora a Dresde y Hamburgo, a Hiroshima y Nagasaki, a Hanoi o Grozni, a Ashkelon y Sderot, aunque sea bajo bombas rudimentarias pero de igual perversidad, ¿cómo podríamos darlo a Gaza bajo las bombas?

¿Quién responde por la vida de esos niños, de esas mujeres, de esos ancianos? ¿Quién en sus cabales considera culpables y condenados de antemano a esos pobres cadetes que juraban sus cargos en los cuarteles de policía de la franja? No es Hamas, por supuesto, que manda e impone su orden terrorista en el territorio, incapaz de resolver el dilema entre la obligación de gobernar y proteger a su población y su obsesión por matar israelíes en cualquier momento. No es el gobierno israelí, sólo faltaría, que cuenta con un ejército de poder infinito y tiene todos los apoyos internacionales para hacer y deshacer con acciones como ésta y muchas otras, pero sólo se responsabiliza de la población israelí, de su población, y nada quiere saber de su responsabilidad como fabricante de exilios y de desesperación de esa otra población con la que vive yuxtapuesta.

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No son ni siquiera sus vecinos árabes, que miran hacia otro lado o incluso coordinan sus militares y sus servicios secretos: Hosni Mubarak estaba perfectamente enterado de lo que se llevaban entre manos los israelíes; también Jordania y Arabia Saudita estaban en el ajo: nada les preocupa más que el poder creciente de Hamas y su disposición a convertirse en servomecanismo del fundamentalismo chiíta e iraní. La propia ministra de Exteriores Tzipi Livni informó personalmente al rais egipcio en un viaje de urgencia pocas horas antes del ataque. Tampoco se responsabilizan la primera potencia mundial y la comunidad internacional, con la Unión Europea al frente y Naciones Unidas en el vértice. ¿Dónde queda la responsabilidad de proteger? ¿Dónde la nueva política de Obama hacia las poblaciones indefensas?

Esa operación ha sido preparada minuciosamente por los políticos israelíes, unánimes y apoyados por un amplio consenso social y político interno, desde hace seis meses, según informa Haaretz. Con el propósito de rebajar los humos de Hamas y degradar su poder sobre la franja. Están los objetivos militares: 40 túneles que comunican con Egipto, donde pasan mercancías y armas y se cobran impuestos oficiosos; los cuarteles e instalaciones militares; las prisiones y los estudios de televisión; algunas mezquitas. Pero está sobre todo el objetivo central: esa conmoción y ese espanto que había que difundir entre sus dirigentes y sus bases sociales para que se persuadieran de que con Israel no se juega.

El debilitado y dimisionario Ehud Olmert, procesado por supuesta corrupción política y denostado por su mala conducción de la guerra del Líbano, ha querido quitarse esa gran espina clavada antes de irse. El ejército de Israel debía recuperar su capacidad disuasiva y su imagen invencible fuertemente dañadas en aquel trágico verano de 2006. Nada más claro que buscar un enfrentamiento bien medido con Hamas que condujera al partido fundamentalista a una derrota nítida. Por difícil y miserable que sea vivir en Gaza bajo la férula de los fundamentalistas islámicos, éstos vienen apuntándose tantos ante su población desde hace tres años.

En verano de 2005 Israel desalojó las colonias de la franja con sus 2.000 habitantes. En enero de 2006 Hamas ganó las elecciones legislativas palestinas, superando en el día a día el boicot internacional contra un Gobierno que juega a la vez a las urnas y al terrorismo. En junio de 2007 Hamas arrebató el poder con las armas a Fatah en Gaza y un año después accedió a declarar este alto el fuego, a instancias de Egipto, ahora roto. Para los extremistas islámicos cada uno de estos pasos eran premios y estímulos a seguir en el camino violento, que iban acompañados de mayor rearme y reclutamiento.

Por eso la operación empezó a prepararse justo cuando Egipto consiguió arrancar la tregua de seis meses: Israel los ha utilizado para organizar esta guerra de fin de año, localizar y fijar los objetivos, buscar las complicidades internacionales, echar las redes de espionaje... Sabía que al terminar la tregua sería imposible que Hamas siguiera conteniéndose: la provocación estaba asegurada. Y así fue: 300 cohetes en apenas seis días, un muerto y varios heridos, la población fronteriza aterrorizada y una fuerte presión sobre el Gobierno para una respuesta rápida y dura. El siguiente paso fue la desinformación: dar a entender que todavía no se había decidido atacar, mientras empezaban a funcionar los canales internacionales oficiosos para preparar el ataque.

Todo ha salido, hasta ahora, a pedir de boca. Sólo falla el factor humano. Esas molestas víctimas cuyas fotos revuelven las conciencias, esas historias de muerte y dolor que quiebran los ánimos y enajenan las simpatías. El escritor israelí Amos Oz ha reivindicado el derecho de Israel a defenderse; pero también ha asegurado que estos bombardeos son un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad. Un destello de luz rasga la oscuridad, y esta vez no viene de una explosión sino de una voz honesta y libre.



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29 de diciembre de 2008
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Días peligrosos

La última semana no admite bromas. Adelantar los resúmenes y la selección de las noticias más destacadas es un ejercicio lleno de riesgos. La experiencia demuestra que los hados pueden apurar hasta el último día para soltar su hachazo. Las víctimas colaterales e incruentas son los comentaristas que han zanjado el signo del año prematuramente, antes de que termine la partida y luego han quedado en evidencia. Les sucede, nos sucede, como a estos aficionados que salen del estadio cinco minutos antes de que termine el encuentro para eludir los atascos y cuando encienden la radio al llegar al coche se dan cuenta de que el resultado ha dado un vuelco vertiginoso.

Así ha sucedido en tres de los cuatro últimos años. El 27 de diciembre de 2007, un coche bomba segó la vida de Benazir Bhutto en Rawalpindi, a los 70 días de su regreso del exilio y a dos semanas de unas elecciones generales que luego fueron aplazadas. El 30 de diciembre de 2006, el mundo entero pudo ver las imágenes de Sadam Husein colgado de la soga en una mazmorra de Bagdad. El 26 de diciembre de 2004, un movimiento sísmico marino, el mayor de los últimos cien años, asolaba las costas de Indonesia y de todo el sureste asiático. Cada una de estas noticias tiene una consistencia y una profundidad que las convierte en balizas de la época. Marcan un antes y un después. Definen el signo de los tiempos e iluminan el transcurrir del año con una luz distinta. Es bien claro en el caso del asesinato de Bhutto, un momento de cambio dramático para Pakistán, el país donde anida y cría la serpiente de Al Qaeda. Lo fue también el tsunami, por su extensión, el número de víctimas y el despliegue de ayuda humanitaria. Lo mismo cabe decir del dictador iraquí, ahorcado por policías chiíes, que le insultaron y vejaron antes de terminar con su vida, para que quedara claro qué tipo de justicia se estaba instalando en el nuevo Irak y cuán difícil iba a ser la convivencia entre las distintas comunidades étnicas y religiosas.

Ese 2008 que ahora termina ha dado ya una buena ración de noticias trepidantes. Hay incluso una dura competencia entre ellas para ver cuál se sitúa en cabeza como el acontecimiento del año e incluso de la época. La guerra entre Rusia y Georgia, en agosto, fue recibida por muchos comentaristas como un auténtico parteaguas, un momento crucial en que el oso ruso militarista y autoritario rompía de un zarpazo el equilibrio de la época y se declaraba presto a existir como gran potencia en el continente europeo. El conflicto estalló al día siguiente de la apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín, la puesta de largo deportiva y organizativa de la República Popular China como superpotencia emergente, que superó a EE UU en medallas de oro, saciando con ello el orgullo nacional y las ansias de reconocimiento. Ambos acontecimientos competirán en las cronologías del futuro, sobre todo porque expresan una misma corriente de fondo: son las orejitas del nuevo mundo multipolar o post-americano que asoman justo a mitad de la carrera de relevos presidencial en EE UU.

Si hay años en que todo sucede en sus últimos días, en este 2008 ha sido la segunda mitad la de mayor concentración noticiosa. De ahí que se antoje difícil otra más, de mayor alcance, que se interponga entre nosotros y el año nuevo. Pero no se puede descartar: hemos aprendido que todas las transiciones son peligrosas y que lo son especialmente las presidenciales, momento en que bullen las conspiraciones para cambiar los mapas y el paso al presidente entrante. Quedan 26 días para la de Obama y seis de transición calendaria. Entre Navidad y Fin de Año las guardias están bajas, las agendas vacías y el ala de cualquier mariposa puede levantar un huracán en el otro punto del planeta.

Será difícil superar la quiebra de Wall Street, con la fecha del 15 de septiembre como emblema, cuando desapareció Lehman Brothers, hasta entonces demasiado grande para caerse; o este 11 de diciembre con la pequeña y dolorosa réplica de la pirámide de Madoff. O el impacto del 4 de noviembre, día de una elección presidencial única en la historia de EE UU, que compite con las de Lincoln y Roosevelt. O ese 29 de noviembre de la infamia terrorista en Bombay. Podrían ocurrir, en cambio, pequeños y cada vez más insignificantes acontecimientos como fue que Irlanda rechazara el Tratado de Lisboa: la presidencia checa de la UE es uno de ellos. Y sobre todo, lo que no encontrará parangón en siete días y ni siquiera en siete años será la imagen del año: ni parteaguas, ni acontecimiento definitorio, pero sí emblema que concentra la tragedia y el potencial conflictivo de todos los otros acontecimientos. Son esos zapatos árabes lanzados contra Bush, símbolo de un rechazo y de una derrota sin remedio, resumen de 2008 y de toda la presidencia.

Pero hay que ir con cuidado con la última semana. No admite bromas. Y menos las admitirá ese año 2009 que asoma su negra cabeza.

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26 de diciembre de 2008
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Olvidada peseta

Se acerca el final. Y luego el nuevo comienzo. Y cada vez repetimos idénticas ceremonias. Balance del año transcurrido. Perspectivas del nuevo. La arbitrariedad calendaria nos ayuda a balizar la memoria. ¿Qué haríamos sin aniversarios ni fechas, sin conmemoraciones ni festividades? Atenderíamos únicamente a los ciclos naturales, origen y fundamento de nuestros pruritos calendarios de hoy. Ahora llega uno de suficiente enjundia. Dentro de muy pocos días, el próximo uno de enero cumpliremos ya diez años sin pesetas, nuestras viejas pesetas. Y sin francos ni liras, sin marcos ni escudos, sin florines ni chelines. Diez años además sin soberanía monetaria, es decir, sin márgenes para que los gobiernos europeos de los países del euro hagan, por ejemplo, políticas de devaluación competitiva. Esta práctica tan desgraciada y nefasta habría sido ahora nuestra forma natural de encarar -mal- la crisis, de no haber contado con las benditas ataduras del euro.

La peseta sigue existiendo, claro que sí. En las cabezas de muchos ciudadanos. Y sólo desaparecerá cuando desaparezcan quienes la hacen vivir en su mente. Pero su desvanecimiento de la vida ciudadana se ha producido sin grandes complicaciones. No conozco a nadie que la eche en falta. Quizás algunos alemanes pueden tener sentimientos distintos respecto al marco, aquella moneda fuerte y segura, que el canciller Kohl entregó a Europa a cambio de la unidad alemana y a la espera de la unidad política europea. Lo peor de todo lo que nos ha sucedido con nuestras monedas es que no hemos hecho la unidad política y esto mismo es lo que más se nota a faltar.

Algunos quiméricos europeístas nos aseguraban que del mercado único y de la moneda europea acabaría saliendo la unión política. Ahora ya se ha visto que no es así y que nunca saldrán avances políticos de los nuevos caminos económicos. Que se lo pregunten si no a los chinos, que están todavía esperando que lleguen la libertad y la democracia de la mano de las leyes del mercado, descubiertas y gradualmente adoptadas desde hace ya 30 años. Las decisiones políticas salen de la actividad política, y no del comercio o de la circulación fiduciaria.

El comercio, según el clásico, suaviza las costumbres: no hay duda, y de ahí que sea un buen abono para la libertad y para la democracia. La unidad monetaria facilita también la unidad política. Son condiciones probablemente necesarias. Pero no suficientes: nada puede sustituir a la voluntad de los ciudadanos y a sus decisiones conscientes. Tenemos euro y esperemos seguir teniéndolo durante muchos años, pero no tenemos unión política europea, ni la tendremos nunca de seguir el actual camino de abulia e indolencia.

(Aclaración: El euro tardó todavía tres años en convertirse en papel moneda y en circular como tal. La peseta todavía circuló durante este tiempo, pero era ya una moneda muerta como tal, felizmente muerta. Lo más importante: estaba muerta como arma económica y por ende política, y éste es el acontecimiento que quería celebrar hoy, en vísperas de la Navidad).

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24 de diciembre de 2008
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En enero, humor checo

Los checos no tienen sentido del humor, según el semanario progresista Respekt. Al parecer, no hay programas de humor en sus cadenas de televisión y sólo algún destello queda en Internet. Es difícil conocer de primera mano lo que piensan los checos. Yo puedo hacerme una idea mínima de lo que sucede en éste y en otros pequeños países europeos de lengua para mí desconocida a través de Eurotopics, una iniciativa alemana realmente encomiable, que permite acceder diariamente a excelentes resúmenes de prensa de toda Europa en varios idiomas, español incluido. Gracias a Eurotopics me entero así de que los checos desmienten la imagen que me había hecho de ellos, como gentes de gran sentido del humor y de extraordinaria autoironía. Su literatura así lo demostraba y basta con citar dos nombres, uno de un checo que escribió en alemán como Franz Kafka, y el otro del autor de un clásico del humor antibelicista del siglo XX como es Jaroslav Hasek, el creador del soldado Svejk. (Para quien no lo haya leído, recomiendo la edición ilustrada con los dibujos de la primera edición, que acaba de aparecer en Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. La traducción directa del checo al castellano, excelente, es de la escritora checa y catalana Monika Zgustova.)

Yo no sé si es falta de humor o directamente malhumor el que sienten los checos, justo cuando se preparan para tomar el relevo de la presidencia semestral de la UE de la mano de Sarkozy, el brioso superpresidente que se está quedando con ganas de seguir seis meses más como mínimo. Unos hacen Europa, como es el caso de Eurotopics, y otros la deshacen, como Vaclav Klaus, el presidente de la República Checa que no quiere ver ondear la bandera europea en lo alto del Castillo de Praga. No tiene sentido del humor, compara la Unión Europea con la Unión Soviética y milita en un antiecologismo patológico que sólo apoya José María Aznar, presentador de su libro en Madrid, que ha editado la fundación Faes. Lo mejor que podría hacer Klaus es dejar pasar el turno y negarse a presidir la UE, algo que el gran Sarko agradecería porque ya se ha ofrecido él mismo para sustituirle.

La actitud dimisionaria y euroescéptica del presidente Klaus ha coincidido además con el peor momento del Gobierno que preside Mirek Topolanek, derrotado en dos ocasiones en el Parlamento y empujado por la oposición a la dimisión. La presidencia europea, en casos así, suele convertirse en una tabla de salvación y en el único consuelo para los gobiernos en precario. Paralizados en su país, se dedican al activismo fuera de sus fronteras, para salvar así su reputación. Ésta es quizás la única esperanza que suscita la presidencia checa.

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23 de diciembre de 2008
Blogs de autor

Este es su año, veremos si lo será el próximo

Nadie tiene dudas sobre este 2008. La revista Time, que cuenta con el prestigio del invento, le ha dado el título y la portada. Pocos personajes han proporcionado más noticias y emoción al año político mundial, desde que empezó la campaña para las primarias demócratas, ya en el otoño de 2007. Pero la gran noticia del año lleva también su nombre, pues es su propia victoria como candidato a la presidencia de Estados Unidos este 4 de noviembre. Sabrá a poco e incluso sabrá a frustración si dentro de un año no compite de nuevo por ocupar las primeras páginas de las revistas y de los periódicos en sus resúmenes anuales. Esto se jugará muy pronto, en los primeros cien días después del 20 de enero. La revista semanal de El País - EPS- ha publicado también esta semana su resumen anual, en el que se ha incluido mi artículo sobre la victoria de Obama. Ojalá 2009 nos traiga el cambio prometido y sea también suyo.

EL MOMENTO DE OBAMA

Este año es de Obama. Sólo empezar, el 3 de enero, el redoble de su nombre resonó en los medios de comunicación de todo el mundo: un candidato afroamericano había ganado las elecciones primarias demócratas en Iowa, un pequeño Estado de tres millones de habitantes, casi todos blancos, situado en el corazón de Estados Unidos. La idea de que EE UU podía tener pronto, por primera vez en su historia, un presidente de raza negra adquirió verosimilitud y revirtió todos los prejuicios, sobre todo entre los propios norteamericanos y quizá de forma más singular entre quienes tienen sus raíces en África. El redoble se fue intensificando todo el año, y en noviembre, ese nombre de resonancias exóticas, casi desconocido entonces, era ya el del nuevo presidente de EE UU: al presidente Bush, el más desprestigiado de la historia, le sucede así el que más esperanzas y expectativas ha levantado en América y en el mundo en el último medio siglo. Muchos consideran aquella primera y casi prematura victoria de Iowa como el primer impulso que formó la bola de nieve del cambio.

Cuando empezó 2008, las preferencias de los sondeos de opinión eran para Hillary Clinton en el bando demócrata y para Rudy Giuliani en el republicano. Ninguno de los dos consiguió alzarse con la candidatura de sus respectivos partidos, pero al terminar el año, la esposa del presidente Bill Clinton se prepara para asumir la Secretaría de Estado con Obama como presidente y el ex alcalde de Nueva York medita sobre su futuro político, después de su derrota en las primarias republicanas y de que frente a Obama también terminara derrotado John McCain, el candidato republicano que le venció, pero al que finalmente dio su apoyo. Una parte del soberbio plantel de candidatos lanzados a la carrera demócrata ha pasado en estos doce meses de competir con el senador afroamericano a convertirse en sus colaboradores, preparados para empezar a gobernar el 20 de enero de 2009: es el caso del senador por Delaware, Joe Biden, ahora nuevo vicepresidente de Estados Unidos; el del gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, ahora secretario de Comercio, y, por supuesto, el de la senadora Clinton, que ocupará el cargo de mayor relevancia política en el Gobierno después del propio presidente.

Pocos conocían en enero al eficaz equipo de campaña que dio a Obama aquella victoria tan temprana. Pero eran también pocos los que podían imaginar el dream team, el equipo político de ensueño, que Obama llegaría a montar en diciembre. Además de los cuatro candidatos presidenciales, Obama ha recuperado a un miembro del actual Gobierno de Bush, el secretario de Defensa Robert Gates, que seguirá en su cargo, y ha nombrado a Timothy Gerthner, presidente de la Reserva Federal de Nueva York, como secretario del Tesoro, en otro gesto de continuidad con su antecesor, Henry Paulson, con el que ha colaborado estrechamente a la hora de enfrentarse con la crisis financiera. Una gran parte de los equipos de asesores y consejeros salen de la Casa Blanca de Bill Clinton, y muchos, del entorno político de Obama en Chicago. Es el caso de su jefe de gabinete, Rahm Emanuel, que fue asesor del presidente Clinton y ha sido congresista por Illinois y presidente del grupo demócrata de la Cámara de Representantes. También el de Lawrence Summers, que fue secretario del Tesoro y ahora será el director del Consejo Económico de la Casa Blanca. El veterano Paul Volcker, en cambio, fue presidente de la Reserva Federal con Carter y Reagan, y presidirá ahora un Consejo Asesor para la Recuperación Económica, encargado de enfrentarse con la severa recesión que está afectando a la economía norteamericana.

La Casa Blanca de Obama nada tendrá que ver con la de Bush, empezando por el papel del presidente, que será mucho más activo y decisivo, y siguiendo por el del vicepresidente, con funciones presidenciales en el caso del actual, Dick Cheney, y con la previsible indeterminación que acompaña al cargo en el de Joe Biden. También ha hecho las cosas mejor que Clinton en 1992, que tuvo que rodearse de amigos de su provinciana Arkansas y tardó demasiado tiempo en componer el Gobierno. El sólido equipo que ha formado recoge la diversidad del Partido Demócrata, pero tiene también elementos bipartidistas y está pensado para lidiar con un Congreso demócrata escorado a la izquierda y ofrecer a todos, dentro y fuera de Estados Unidos, la imagen de que el país vuelve a estar gobernado. El aire de continuidad y el centrismo de la mayor parte de sus componentes ha sido la primera sorpresa que ha querido proporcionar Obama. El cambio soy yo, ha dicho ante las críticas. Y antes de empezar su mandato, también ha querido empezar a desengañar a su electorado más radical.

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El nuevo presidente de EE UU no ha tenido miedo a rodearse de los mejores, a formar un equipo de rivales, una expresión acuñada en tiempos de Abraham Lincoln, cuando el presidente, al igual que ahora, colocó como secretario de Estado a su adversario en las primarias demócratas. La excelencia del grupo humano que le rodeará en la Casa Blanca ha permitido hablar también del brain trust (banco de cerebros), expresión esta acuñada en tiempos de Roosevelt, el primer presidente que instauró los hábitos de trabajo modernos en el Gobierno. O de los mejores y los más brillantes, una expresión acuñada por David Halberstam, cronista también extraordinario de la presidencia de John Kennedy en un libro que lleva el mismo nombre (The best and the brightest).

Los nombres de estos tres presidentes no han quedado asociados al de Obama únicamente por el anecdotario histórico. La difícil circunstancia económica y política que atraviesa EE UU, como resultado entre otras cosas de las dos guerras abiertas en Irak y Afganistán, y la recesión que deja en herencia el presidente Bush han conducido a historiadores y periodistas a girar la mirada hacia tres momentos determinantes de la historia presidencial que permiten encontrar referencias comparativas. La primera es la elección de Lincoln en 1860, que condujo a la emancipación de los esclavos y a la guerra civil entre los Estados del sur, partidarios de su mantenimiento, y los abolicionistas del norte. La segunda es la elección de Franklin Delano Roosevelt, en 1932, en plena Gran Depresión, después del fracaso cosechado por su antecesor, Herbert Hoover, que ha pasado a la historia como uno de los peores presidentes, incapaz de sacar las consecuencias del crash bursátil. La tercera es la elección de John Fitzgerald Kennedy en 1960, el primer presidente católico, que suscitó una nueva esperanza reformista, frustrada por su asesinato en Dallas.

Estos tres presidentes han inspirado a Obama, pero hay un cuarto, Ronald Reagan, que también ha estado presente en la campaña. Con la elección de Obama culmina y finaliza el ciclo que inició en 1980 el presidente conservador. La crisis que ha devastado Wall Street y ha borrado del mapa a la banca financiera ha recibido como respuesta de la Casa Blanca de Bush una receta letal para la ideología económica del reaganismo: el Gobierno ya no es el problema, como quería Reagan, sino la solución a la que se ve obligado a recurrir Bush para evitar una catástrofe financiera de dimensiones apocalípticas. Apenas un mes y medio antes de la elección, se ha producido la bancarrota del capitalismo financiero, después de que la crisis de la hipotecas subprime o basura fuera arrastrando los pies durante un año entero, desde agosto de 2007.

El ascenso de un candidato inspirado, que plantea su presidencia como un momento de transformación histórica del mismo tipo que aquellos grandes presidentes cruciales, se ha producido al compás de la creciente preocupación de los norteamericanos por el estado de su economía y de una atención decreciente por los problemas de la seguridad nacional y la política exterior. La excelente campaña de Obama, con una dirección sin vacilaciones, un uso muy innovador de las nuevas tecnologías y un fuerte componente de recambio generacional, no basta para explicar la victoria. Como no es suficiente la ruina política del Partido Republicano, donde cunde el desengaño por la presidencia de Bush, el desconcierto por la falta de líderes y la división que produce la ausencia de estrategia. Hay que acudir a la sabiduría común del primer ministro británico Harold Macmillan, cuando le preguntaron cuál era el factor determinante de la acción de su Gobierno. "Son los acontecimientos, muchachos, los acontecimientos", contestó.

En Irak, el gobierno de Al Maliki ha ido tomando las riendas del país; ha tenido efectos el refuerzo militar norteamericano, y el despertar sunní ha funcionado. Washington ha podido negociar un acuerdo que permite la salida de las tropas para 2011: la polémica entre Obama y McCain durante la campaña sobre la retirada ha dejado de ser relevante. No hay victoria, pero tampoco rendición ni derrota, e incluso todos, quizá incluso Bush, pueden salvar la cara. En sentido contrario ha actuado la crisis de las hipotecas subprime, iniciada en verano de 2007 y convertida un año después en una pavorosa crisis financiera que ha abierto las compuertas a una recesión, de forma que se ha situado en el corazón del final de la campaña y en la cuestión prioritaria de la transición presidencial y del mandato que Obama empieza el 20 de enero.

Está claro así que no hay un único factor que explique el ascenso imparable de Obama durante 2008. Pero el cañamazo sobre el que ha construido su victoria y el arranque de su presidencia está tejido con su imagen pública y su biografía, es decir, su personalidad. Cuando el primer presidente afroamericano tome posesión el próximo 20 de enero, habrán pasado casi dos años desde que lanzó su candidatura en Springfield, la capital de Illinois y ciudad donde vivió Lincoln, el presidente de la emancipación de la esclavitud, y su campaña electoral habrá resultado la más larga e intensa de la historia de EE UU. En este tiempo, sus conciudadanos han tenido la oportunidad de escucharle y observarle, evaluar su actuación en los más de veinte debates televisivos de las primarias y los tres debates con el candidato republicano, John McCain, y ahora, ya como presidente electo, oír con gran frecuencia sus primeras intervenciones presidenciales. Las urnas han dado una clara respuesta al examen, pero el diario conservador The Wall Street Journal ofreció el juicio más contundente sobre su personalidad antes incluso del 4 de noviembre: "Tiene un temperamento de primera clase". Es su año y es su momento.

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22 de diciembre de 2008
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El Boomeran(g)
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