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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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Anacronismos

Acabo de colgar en twitter el siguiente texto, a razón de una frase por minuto: ¿Cómo se puede dar un artículo en twitter? Sigue una prueba. Se titula 'Anacronismos' y son diez frases más, once twitts en total.

Esos 300 años sin que ninguna autoridad española pisara territorio gibraltareño. Los editoriales de ABC, El Mundo y La Razón. La actitud del PP, a pesar de su hipocresía posmoderna: Piqué hubiera terminado visitando el Peñón de haber seguido como ministro. El nacionalismo español, extremista y ridículo, incapaz de reconocerse a sí mismo, siempre contra el nacionalismo de los otros. El desprecio por los derechos individuales de los ciudadanos, gibraltareños en este caso. La exaltación de los derechos históricos y territoriales que se desprenden del Tratado de Utrecht. La alergia al pluralismo. De identidades, de lenguas y de lealtades. El falangismo de fondo que late en la resurgencia de esta inflamación patriotera. El infierno que llevan en su interior estos portaestandartes de la patria una, grande y libre. Que se vayan al diablo todos ellos con su idea de una soberanía que ni se cede, ni se comparte, ni se divide. (Enlace con twitter)



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22 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El blog de Mariano José de Larra, y 7

 Los medios del siglo XXI ¿Cómo serán pues los medios de comunicación del siglo XXI? En primer lugar, partiendo de los conceptos más generales, hay que decir que ya no serán medios de comunicación de masas, tal como los había caracterizado la sociología en el siglo xx, sino de nichos, grupales o de comunidades. Tampoco se adaptan exactamente al concepto de comunicación social, más europeo e incluso católico, puesto que el individuo tiene un papel central en una nueva estructura donde no se distingue lo público de lo privado, e incluso lo íntimo de lo grupal. Son medios sociales y a la vez individuales. La transición de los viejos medios a los nuevos no puede reducirse a un cambio generacional, ni a la aparición de nuevas tecnologías, ni siquiera a una crisis devastadora que actúa como selector darwinista y elimina a los más débiles. El cambio que se está produciendo afecta a la esencia misma de lo que han sido los medios de comunicación hasta ahora, que se definían por su capacidad de abarcar a un público masivo con productos estandarizados según los patrones del capitalismo industrial tradicional; mientras que las nuevas tendencias en el consumo y ya en la producción nos indican que los medios deben adaptarse a nichos concretos y acumular las grandes cifras con las que se construyen los negocios en la agregación de productos y de marcas que satisfagan a una enorme sumas de pequeños públicos todos ellos distintos. El interés general, a cuyo servicio se hallaban los medios de comunicación clásicos, ha quedado disuelto en una suma de intereses cada vez más particulares, hasta el punto de llegar a identificarse con el individuo. No será posible ofrecer productos homogéneos y cerrados, pensados para agradar y satisfacer a una gran masa lo más amplia posible, sino extensos abanicos de temas y contenidos abiertos al público, que será el que decidirá la selección y la jerarquización y los adaptará a su gusto individual. Venimos de un mercado conducido hasta ahora por la oferta pero vamos directamente a otro radicalmente distinto, conducido por la demanda. El gusto y la elección de los consumidores, clasificable en forma de identidades de grupos y redes sociales, será el elemento determinante del contenido y de la organización de los medios. Los viejos periódicos ya habían actuado como identificadores que nos acompañaban en nuestras vidas, resultado en muchas ocasiones incluso de una cultura local, regional o incluso familiar. Las nuevas marcas de los nichos comunicativos corresponden a nuevas identidades plurales, mestizas, migrantes y cambiantes, sometidas a las reglas del mercado y del debate y la exposición al público, pero no como lo hacían las viejas identidades, en forma de destino, fatalidad o herencia que no se puede rechazar; sino como opción libre y abierta. No tendremos periódicos, al ritmo temporal marcado por la jornada diaria, sino continuos: los nombres que los han caracterizado, diario, periódico, semanario, mensual, dejarán de tener sentido para las nuevas marcas, totalmente desvinculadas de un ritmo temporal. Sus contenidos tampoco estarán determinados por el plazo de entrega, los cierres. Y ni siquiera la verificación resistirá la presión del público para conocer los datos disponibles en sus versiones más elementales, a veces en el nivel de los simples rumores. No habrá, pues, una versión de los hechos, sino sucesivas versiones perfectibles de los hechos, y una mayor necesidad de orientación, análisis, contextualización y explicación derivada de la mayor precariedad de la información. Habrá que regresar a las ideas básicas de este oficio. Sabiendo, además, que ya no es exclusivo de quienes hacen gala exclusiva de su profesionalidad, abierta ahora a todos los ciudadanos. Como habrá que regresar a las ideas básicas de la democracia y del Estado de derecho para responder a los retos de la nueva sociedad. Hay que tener en cuenta que la dimensión política, en su acepción más clásica, de la polis se ha esfumado de las cabezas de quienes han estado diseñando los nuevos usos comunicativos de estas tecnologías emergentes. Su cultura creativa es fundamentalmente empresarial, fuertemente amoldada por la cultura y las teorías meramente pragmáticas e instrumentales sobre la producción, gestión y marketing, en las que se concibe la sociedad como un mercado, al productor de medios como un fabricante y vendedor y a los ciudadanos como clientes. Todo este universo está muy lejos de los conceptos que generaron la ?esfera pública democrática? propia de nuestras democracias. Hay un choque de instancias y de conceptos. Los medios clásicos atienden a una función pública de servicio al interés general en la democracia y se someten a las reglas de juego adoptadas democráticamente por la mayoría. Forman parte del sistema de 'checks and balances', los controles y equilibrios de poderes, tienen una responsabilidad social y su función se entiende como un servicio público. Los nuevos medios se conciben como formas de comunicación privada capaces de generar negocios, sin que deban responder a ninguna otra de regla de juego más que la que improvisan sus usuarios al albur de sus gustos e intereses. Como en la época en que una tiranía impedía la publicación de opiniones libres, ahora hay que abrirse paso de nuevo pero ante una nueva tiranía, la de la confusión y la demagogia. No deberíamos hacerlo en ningún caso con prohibiciones y cortapisas, al contrario. Con la máxima libertad y con la máxima profesionalidad. Difundiendo y defendiendo los principios que han hecho grande este oficio. Prestigiándolos en vez de declararlos muertos y a punto de entierro. Utilizando todos los medios extraordinarios que tenemos en las manos para informar y opinar, para seleccionar y analizar. Para el periodista tradicional que se adentra en el mundo de los comentarios abiertos de los foros y blogs en Internet es toda una novedad esta libertad absoluta que permite a cualquier lector anónimo llegar al insulto y a la degradación más intolerable respecto a opiniones respetabilísimas. Se entiende que muchos quieran limitar esta libertad; pero no llevan razón y hay que argumentar en sentido contrario, a favor de la expresión sin otro límite que el de la incitación a la violencia. Esta libertad que reivindico frente a la censura vaticana, la codificación europea, las leyes antilibelo británicas y a los despotismos de todo pelaje rusos y asiáticos es la libertad americana, la que consagra la Primera Enmienda y sobre todo la jurisprudencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos y que se podría sintetizar en la idea de que ni los gobiernos ni los parlamentos deben interferir en la libre expresión de las ideas de los ciudadanos. No se trata de defender la libertad absoluta. No existe, ni puede existir; e incluso intentar obtenerla puede derivar en una idea nefasta que termine ahogando la libertad misma. No hay valores absolutos. De lo que se trata respecto a la expresión de las ideas es de jugar en el campo de la libertad, no en el de las restricciones. De oponerse por método a la idea de que una restricción pueda ser benéfica. De partir de la idea contraria, de que será la libre confrontación la que producirá mayores bienes para todos, los individuos y la sociedad. Los periodistas no podemos jugar en ningún otro campo. En algunos momentos y en algunas latitudes ha habido periodistas que han jugado a favor de la restricción. Son episodios y personajes que no han hecho honor a su oficio. En el mundo de mayor libertad y mayor acceso a la información que se está abriendo constantemente ante nuestros ojos esta moral de la libertad hay que trasladarla a los nuevos periodistas, que son tendencialmente todos los ciudadanos. Nada se adapta mejor a la cultura americana de la libertad de expresión que las nuevas tecnologías que tanta preocupación producen en Europa y en China, por razones legítimas vinculadas a los derechos de autor en el primer caso y perfectamente ilegítimas de control político e ideológico en el segundo. Los nuevos medios son auténticos abrelatas para el acceso a numerosa documentación que se ha mantenido reservada, apartada o secreta. Cuando la prensa tradicional no ha ganado la batalla del acceso a la información pública en gran número de países, España incluido, ¿cómo vamos a denigrar la aportación y la acumulación de esfuerzos desde el nuevo periodismo digital para aumentar la transparencia de nuestras sociedades? Lo que hemos vivido era muy bueno, pero lo que ahora está llegando deberá serlo más. La prensa escrita se halla en un cuello de botella, que afecta fundamentalmente al futuro de las empresas editoras. El periodismo, el oficio de periodista, va a sufrir mucho en este envite, pero debemos mirar el futuro con esperanza y resolución. ¿Sin prensa es posible la democracia? Puede convertirse en una pregunta insidiosa: sin periodismo seguro que no es posible. Ciertamente, no se puede concebir la existencia de sociedad digna de este nombre sin informaciones fiables, debidamente comprobadas; como no se pueden concebir sociedades democráticas sin un importante grado de transparencia y de libertad de acceso a las informaciones de interés público por parte de los ciudadanos. La diferencia es que no sabemos cómo se producirán estos procesos después de esta crisis y tampoco sabemos cómo serán y se financiarán las organizaciones y los profesionales dedicados a realizar esta labor. Vivirá el periodismo y vivirán los periodistas. Quizás serán menos que ahora, momentáneamente, pero volverán a ser muchos más en el futuro, hasta alcanzar potencialmente a todos los ciudadanos con derechos activos y pasivos a gozar de la libertad de expresión. No periodistas atenidos ?a sueldos y voluntades ajenas?, como decía Fígaro en su artículo ?Un periódico nuevo?, sino periodistas independientes y autosuficientes cada uno de ellos, tal como se imaginaron en los tiempos iniciales y tal como deberán ser de nuevo en su futura mutación. O tal como se veía Mariano José de Larra a sí mismo. Sólo y nada más que ?periodista por mí y ante mí?, que es la mejor definición de un bloguero. (Este texto es la séptima y última entrega que publico en el blog del artículo que aparece en el actual número de julio-agosto de la revista Claves de la Razón Práctica. Se trata de la adaptación de la conferencia pronunciada en Ávila. el 25 de mayo de 2009, dentro del ciclo ?Los medios de comunicación al servicio del siglo XXI?, con motivo de los actos del bicentenario de Mariano José de Larra).



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21 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El blog de Mariano José de Larra, 6

 La pérdida de la confianza La crisis actual es en gran parte producto de la pérdida de confianza de los ciudadanos en sus dirigentes. No únicamente sus dirigentes políticos, elegidos en las urnas, sino sobre todo e incluso principalmente sus dirigentes no electos: empresarios, líderes de opinión, ejecutivos de las empresas y, sobre todo, los periodistas, identificados cada vez más con la élite y con la clase dirigente, incapaces de resguardar su imagen y de evitar la identificación con los poderosos. Los periodistas formamos parte de la elite del poder, a diferencia de lo que sucedía hace unas décadas, cuando nuestra imagen era todo lo contrario y éramos los tábanos del poder.

Esta crisis, vista desde la prensa, se debe también a la pérdida de credibilidad, al caudal de confianza de los lectores perdido en estos últimos años sobre cuyas causas no voy a extenderme porque requeriría tanto espacio como el que ya he empleado ahora. De ahí que mi lectura profesional de este momento de tanta agitación conduzca a renovar los códigos de las mejores prácticas que se conocen en el oficio y que son los que lo han elevado a sus mejores momentos, al igual que su trasgresión y relajamiento es lo que le ha llevado, entre otras cosas, al estado actual de decaimiento y falta de orientación sobre su futuro. Pero hay a la vez una cuestión factual, más constatación que explicación: la crisis del periodismo se produce en el mismo momento en que cae su valor tanto para las empresas como para los usuarios. Estos últimos porque consideran que es una mercancía gratuita a la que todos tienen derecho y aquéllos porque su tendencia natural a la hora de enfrentarse con la crisis es disminuir la inversión en contenidos. En la etapa anterior, cuando la crisis de la prensa estaba camuflada bajo la potente actuación de los departamentos de marketing, las empresas ya habían empezado a perder su fe en el periodismo, pero todavía no se manifestaba con la actual virulencia. La pérdida de fe de las viejas empresas en los periodistas se ha renovado con las nuevas empresas tecnológicas, igualmente descreídas respecto a los periodistas y a sus dichosos contenidos. El sueño de la redacción sin periodistas se ha hecho ya realidad con los agregadores y buscadores que actúan como portales adaptados además a los gustos de cada uno de los lectores. La relación comercial y comunicativa se concibe nítida y con rentas maximizadas, sin mediaciones inútiles. Pero estos agregadores de noticias son de una calidad ínfima por el escaso nivel de comprobación de las noticias y por la ausencia de selecciones, jerarquizaciones y análisis. Esta situación favorece directamente a las nuevas empresas tecnológicas que centran su valor en la atracción del mayor número de usuarios posibles actuando como buscadores y agregadores. Y lleva al exterminio de las empresas de medios tradicionales. La iniciativa en el sector de medios no está ahora en manos de estas viejas empresas en ningún país del mundo; son, por el contrario, las empresas tecnológicas, de origen absolutamente ajeno a los medios, las que cuentan con planes que inciden en la transformación del panorama mediático. El modelo más perfecto y exitoso es Google, que se ha convertido en un monopolio tecnológico y publicitario cuyo crecimiento imparable actúa como depredador de los medios tradicionales en sus dos vertientes: les roba los contenidos y la publicidad y les obliga a someterse a su dictadura para participar en sus retornos publicitarios. Las dificultades de los medios tradicionales para rentabilizar sus contenidos en Internet parecen insalvables: todavía no se sabe cómo podría organizarse un sistema de micropagos eficaces que financie el reporterismo de calidad. La creación de fundaciones o sociedades sin ánimo de lucro para que se hagan cargo de los periódicos es una de las teorías ahora en circulación, sobre todo en Estados Unidos. Pero esta salida plantea el peligro que ofrece todo periodismo subvencionado, como sucede con la eventualidad de que se quiera salir de la crisis con ayudas públicas. Pero la alternativa es muy clara y se corresponde perfectamente a la salida de la crisis. Hay que dar valor de nuevo a los contenidos de calidad. Sin asignar un precio a los activos que definen nuestro negocio desaparece cualquier posibilidad de beneficio y de gratificación por los contenidos a sus creadores. El público debe terminar pagando por las noticias, los reportajes y los artículos originales. Tiene explicación que la gratuidad abarque la información en bruto a disposición de todos. Pero el periodismo original, los análisis, la creación periodística y literaria en su más amplia acepción, deben encontrar una forma de financiación. Y hasta que no suceda seguirá la acción devastadora de la crisis. Estamos ciertamente a un paso de un mundo sin nosotros (los periodistas). Empecemos a imaginarlo. Sin noticias ni reportajes. Todo publicidad y propaganda. Todo rumor e intoxicación. Próximo en cierta forma a lo que hemos sufrido los últimos ocho años con Bush y sus neocons, que inventaron las armas de destrucción masiva para atacar Irak, intentaron convencernos de que se puede torturar legalmente y creyeron que su imperio era tan fuerte como para inventar la realidad. Recordemos un ya famoso principio de los tiempos de su hegemonía, los años de Bush, enunciado por uno de sus consejeros, probablemente Karl Rove, y recogido por el periodista Ron Suskind en su libro 'El precio de la lealtad': ?Ahora somos un imperio y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras vosotros estudiáis esa realidad, de forma racional, nosotros actuamos de nuevo creando otras realidades, que también podéis estudiar, y así es como son las cosas. Somos protagonistas de la historia, y vosotros, todos vosotros, os quedaréis ahí estudiando lo que nosotros hagamos?. Afortunadamente esta experiencia ha terminado, y ha terminado mal para los ?creadores de nuevas realidades?, que también hemos conocido en España. Los periodistas, a pesar de todo, nos hemos recuperado de este episodio y hemos podido salir del agujero negro neocon. Pero la experiencia debe servirnos para mantener la guardia alta ante lo que nos espera. Los nuevos medios que tenemos ya en nuestras manos tienen muchas ventajas y atractivos: permiten una mayor transparencia, se acercan a la utopía de terminar con la división del trabajo entre emisores y receptores, permiten la intervención inmediata y de urgencia, rompen la jerarquía institucional, subvierten el orden establecido; pero a la vez facilitan la manipulación demagógica, la relación directa entre un jefe y la plebe, la mezcla de géneros, no distinguen entre lo real y lo imaginado, lo veraz y lo verosímil, y son emborronadores de la verdad porque arrancan del rumor del zoco y de la calle y con mucha frecuencia no son capaces de salir de ellos. El bloguero francés Loic Le Meur tiene un lema en su blog muy claro, en la línea de twitter y facebook: los medios tradicionales mandan mensajes, los nuevos empiezan conversaciones. Si esto nos conduce a organizar un periodismo conversacional, hay que decir que se trata de un género o de una actividad todavía en mantillas, en la que está todo por hacer. La conversación democrática, basada en un uso extensivo e intensivo de las nuevas tecnologías, ha sido también una de las ideas centrales en la victoria de Obama y en su concepto de la acción política, aunque hay que notar que se trata de un concepto ambiguo, con el atractivo de la democracia participativa y deliberativa, pero que puede derivar también fácilmente hacia una falsa conversación todavía más jerárquica entre el jefe y la masa. (Este texto es la sexta entrega que publico en el blog del artículo que aparece en el actual número de julio-agosto de la revista Claves de la Razón Práctica. Se trata de la adaptación de la conferencia pronunciada en Ávila. el 25 de mayo de 2009, dentro del ciclo ?Los medios de comunicación al servicio del siglo XXI?, con motivo de los actos del bicentenario de Mariano José de Larra).



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20 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El blog de Mariano José de Larra, 5

Ni anticipación ni respuesta La prensa tiene además un motivo adicional para sentirse especialmente afectada por esta crisis. No supo contar su llegada, como le ha sucedido a los economistas, los políticos y al resto de los medios de comunicación, ni ha sabido tampoco tranquilizar a los ciudadanos ni evitar los alarmismos a la hora de desatar los efectos perversos del pánico. Es suya toda entera. Nuestra, de los periodistas. Esta crisis es mía, como periodista veterano que soy, con experiencia en la travesía de tantas crisis e iniciado en el oficio con la del petróleo, la primera de grandes dimensiones que afectó a los periódicos.

Aunque no hayamos practicado la ceguera voluntaria, el negacionismo o el quietismo como han hecho muchos políticos, en España y fuera de ella, los periodistas formamos parte del conjunto de instituciones que no hemos olido la que se nos venía encima, a pesar de que veníamos hablando de la transición digital y de la desaparición de la prensa en papel desde hace muchos años. No se trata de pedir capacidades proféticas: meramente la de utilizar los ojos no sólo para mirar sino para ver, y la cabeza para luego contar e interpretar. Nada de esto se ha hecho en esta crisis; al contrario, se diría que hemos mirado sin ver y sólo hemos contado los acontecimientos mucho después de que hubieran sucedido. Las novedades no han estado en nuestras manos. Las noticias han dejado de ser cosa nuestra, para nuestra desgracia. Una buena muestra de lo que digo es la desproporción de páginas de periódico y de minutaje radiofónico y televisivo, esfuerzos e inversiones que dedican nuestros medios de comunicación al entretenimiento, a la información rosa y al deporte y los que dedican a la cobertura de la economía y de la política internacional. No ha cesado de crecer el capítulo de gastos en lo primero y de decrecer en el segundo. No es extraño que los goles en la cancha de la economía internacional no hayan sido retransmitidos desde las cabinas de los medios y hayamos tenido que contentarnos con repetir lo que ya se sabía o anunciar el crash cuando la bolsa ya se había hundido o la recesión estaba en marcha. En realidad, es una incapacidad para saber lo que nos está sucediendo a nosotros mismos. Es profunda e inquietante la correlación e incluso la sincronía entre la crisis global, que ha adquirido ya la forma de una recesión mundial, y la crisis de los medios. Y hay que decir que no tiene nada de mecánica esta correspondencia, a pesar del drenaje que toda recesión produce sobre el consumo y por ende sobre los ingresos publicitarios y la compra misma del periódico de pago. La prensa y los medios de comunicación en general hemos contado con una globalización económica y tecnológica que ha jugado a nuestro favor y ha propulsado la actividad de forma muy innovadora en la historia del periodismo: nunca habíamos tenido, gracias a los avances tecnológicos, más medios, más facilidades, más acceso a fuentes y a documentos e incluso a acontecimientos en directo. Esta misma globalización económica y tecnológica está actuando en sentido contrario, al igual que ha sucedido con la globalización en general: internet se está comiendo los medios de comunicación tradicionales. Ha sido benéfica hasta la crisis financiera y de pronto se ha convertido en fuente de todas las crisis y de todos los males. Como en la banca financiera, los periodistas nos hemos encontrado de pronto con unos valores, las noticias del día, que veían caer su precio hasta su total desaparición, convertidas en bienes mostrencos en manos de todos. En la época anterior nada era más viejo que el diario del día anterior, pero en la nueva tenemos que combatir para que los titulares del diario del día incluyan novedades: con frecuencia excesiva el diario del día ya es del día anterior cuando llega al quiosco. Y en cuanto a activos tóxicos, a mí me parece que también los tenemos: cada uno puede hacer el ejercicio mental para imaginarlos. Uno de los mayores problemas de los periodistas, que nos acercan de forma inquietante a la banca financiera arruinada en Manhattan el pasado septiembre, es la pérdida de credibilidad que se deriva de la toxicidad de muchos de nuestros valores cotizados hasta ahora en nuestra peculiar bolsa periodística. (Este texto es la quinta entrega que publico en el blog del artículo que aparece en el actual número de julio-agosto de la revista Claves de la Razón Práctica. Se trata de la adaptación de la conferencia pronunciada en Ávila. el 25 de mayo de 2009, dentro del ciclo ?Los medios de comunicación al servicio del siglo XXI?, con motivo de los actos del bicentenario de Mariano José de Larra).



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19 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El blog de Mariano José de Larra, 4

Un cuadro sombrío Apenas hemos hablado hasta ahora de lo que es característico de la prensa, sus contenidos. Y dentro de sus contenidos de los que constituyen su almendra, las noticias, los reportajes, los artículos, el periodismo. Todo este aparato industrial tan pesado ha tenido sentido durante aproximadamente dos siglos porque ha constituido primero el único, después el principal, y finalmente todavía uno de los más fundamentales medios con que contaban las sociedades industriales para proporcionar informaciones al público. La crisis de la prensa es tan característica porque su formulación respecto al periodismo puede expresarse en términos de una paradoja, es decir, de una contradicción irresoluble. La tecnología ha simplificado y abaratado enormemente el acto esencial de informar hasta ponerlo al alcance de cualquiera: ya no hay que comprar papel, contar con un impresor, organizar las suscripciones y contratar a un distribuidor. Imaginemos la situación de Mariano José de Larra, cuyo segundo centenario celebramos, cuando escribía el artículo ?Un periódico nuevo?, el 26 de enero de 1835 en la Revista Española, donde contaba las dificultades para convertir su seudónimo Fígaro en una cabecera propia. Traslademos ahora a nuestra época los problemas de un articulista que protagoniza de forma brillante los años fundacionales del periodismo moderno en España, que se abrieron con la muerte de Fernando VII y la transición desde su régimen absolutista hasta otro de censura administrativa y una cierta tolerancia. Y vemos que a Larra hoy nadie le censuraría ni él se vería obligado a pedir licencia para imprimir. ?Aquí no queremos periódicos -le dice el impresor al Larra articulista que cuenta las penalidades para imprimir su periódico-; hay que trabajar de noche. Dios ha hecho la noche para dormir?. Ahora Larra escribiría directamente sus textos y los colgaría luego en la red, en su blog. Tanta facilidad para llegar al público se acompaña de la mayor complicación. Larra puede fundar Fígaro en la red ahora mismo, si quiere. Pero las dificultades para fundarlo en papel serán mucho mayores que hace doscientos años, incluso serán insalvables. Y no lo tendrá fácil para que alguien le ofrezca estos días el equivalente de su primer sueldo de 20.000 reales al año por dos artículos a la semana como le pagaba El Español. No suele haber nuevos contratos en el momento de una recesión y de una reconversión industrial. Cada vez es más difícil cobrar por los contenidos de calidad en la red esos artículos de los Larras de hoy que los internautas prefieren leer gratuitamente. Cada vez hay menos dinero en las viejas empresas de medios para invertir en contenidos, a medida que disminuyen los ingresos en todos los capítulos y se hace más inviable el negocio. La paradoja puede resumirse así: estamos en la mejor situación posible en cuanto a crecimiento global de las audiencias, de los medios tecnológicos y de las habilidades, así como en el número de los profesionales (incluso a pesar de las recientes reducciones de plantillas), también de los medios tecnológicos para acceder a la información, en unas sociedades cada vez más transparentes e informativamente eficaces. Estamos más cerca que nunca del paraíso de la información en cuanto a acceso y disponibilidad de medios para informarse. Pero esto queda limitado e incluso colocado entre graves interrogantes por el desplome del precio de la información y la correspondiente expansión de la cultura de la gratuidad, que sitúa al borde de la extinción a los medios de comunicación tradicionales. (Este texto es la cuarta entrega que publico en el blog del artículo que aparece en el actual número de julio-agosto de la revista Claves de la Razón Práctica. Se trata de la adaptación de la conferencia pronunciada en Ávila. el 25 de mayo de 2009, dentro del ciclo ?Los medios de comunicación al servicio del siglo XXI?, con motivo de los actos del bicentenario de Mariano José de Larra).



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16 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La apertura Obama

Casi todas las piezas están todavía en el tablero y se diría que todo se mantiene en tensión y equilibrio entre estos rivales que meditan sus jugadas. Pero los movimientos cada vez más rápidos e inesperados nos dicen que se prepara un intenso intercambio de piezas que puede dejar despejada esta partida, marcada por una insólita apertura del nuevo maestro internacional. Así lo ve el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger en unas recientes declaraciones al semanario alemán Der Spiegel: "Obama es como un jugador de ajedrez que juega una partida de simultáneas y ha empezado el juego con una apertura inusual". La apertura Obama, simbolizada en su discurso de El Cairo el 4 de junio, ha consistido en atacar el conflicto entre israelíes y palestinos como nadie lo había hecho hasta ahora, partiendo del compromiso de Washington en la seguridad de Israel y declarando la amistad entre ambos países como irrompible, pero para exigir inmediatamente al Gobierno israelí que congele los asentamientos ilegales en los territorios ocupados y se comprometa en la creación de un Estado palestino en Gaza y Cisjordania.

La presión sobre Israel no ha cejado desde entonces. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, tuvo que ceder, al menos verbalmente, a la conminación para sumarse a la fórmula de los dos Estados. Luego su Gobierno se ha revuelto con todo tipo de excusas ante la exigencia respecto a los asentamientos. Por ejemplo, que la vida de cada día de los colonos exige nuevas viviendas para la prole, como si fuera obligado que el crecimiento familiar se efectuara siempre en la misma ciudad e incluso al lado de la casa paterna. O que pedir a los colonos que se vayan de las tierras confiscadas y ocupadas es propugnar la limpieza étnica y la condición nazi de Judenrein (limpio de judíos).Aunque nadie se atreve a mencionar en los foros internacionales a la Biblia como escritura de propiedad israelí sobre Judea y Samaria, Netanyahu no dudó en hacerlo en su discurso de respuesta a Obama, en la universidad ultraconservadora de Bar-Ilan el 14 de junio. Tampoco se aguanta el argumento sobre las necesidades de seguridad de Israel, pues la experiencia ha demostrado exactamente lo contrario, son las colonias las que la comprometen: obligan a un mayor gasto militar, a despliegues de tropas y a situaciones de peligro, a veces ni siquiera directamente para proteger a los colonos, sino al contrario, por sus actitudes provocativas y sus intentos de nuevas ocupaciones.Han pasado dos meses desde que Obama le aclaró las cosas a Netanyahu en la Casa Blanca y mes y medio desde el discurso de El Cairo en el que le marcó públicamente los deberes. Pero el Gobierno israelí sigue exactamente igual, impertérrito y feliz de haber superado la barrera de los cien días sin que haya pasado nada; cada vez más aislado internacionalmente y con un ministro de Exteriores como Avigdor Lieberman, que confía más en Moscú, su antigua capital de ruso moldavo, que en Washington. Su labor política poco tiene que ver con las relaciones internacionales de Israel y mucho en cambio con la resistencia de los colonos a una negociación en la que deben convertirse irremediablemente en moneda de cambio. Su presencia en el Gobierno es el auténtico argumento sobre los territorios ocupados, una baza de negociación tan valiosa como para presentarla como si fuera un principio innegociable. El ultimísimo argumento apela al realismo político que conducirá sin duda a un intercambio de territorios para salvar quizás tres grandes colonias a cambio de la cesión a los palestinos de una superficie útil equivalente. Pero esta hipótesis tan necesaria para la negociación no puede ser la coartada para seguir construyendo en territorios sobre cuyo futuro no se ha empezado ni siquiera a negociar.El colono racista y xenófobo que es  Lieberman ha tenido la virtud de erigirse en el obstáculo más visible en el camino de la paz. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, se lo ha dicho así de claro a Netanyahu. El diario israelí Haaretz ha pedido su destitución. Nadie serio le recibe en ninguna cancillería, árabe u occidental. Hay muchas esperanzas en la aportación de la policía y la fiscalía israelíes en una investigación por corrupción que, como mínimo, le puede desalojar del Gobierno. Pero Lieberman, que en tiempos fue segurata de discoteca, es de los que gusta morir matando. Su última embestida ha sido para Javier Solana, el alto representante de la UE para la Política Exterior, que muy razonablemente ha pedido plazos este año para un acuerdo definitivo de paz o, en caso contrario, que sea la comunidad internacional quien imponga la solución a las dos partes. Siempre dispuesto a seguir haciendo amigos, el jefe de la diplomacia israelí ha dicho que "quienes se enfrentan a la jubilación suelen hacer declaraciones solemnes en un intento de dejar una buena impresión". Es la pieza perdida que se ofrece a sí misma para el gambito. Y que puede aplicarse su propio cuento.



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16 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un misil para liquidar a Al Qaeda

Aquella guerra bien pudo terminar así: un misil teledirigido, lanzado desde un avión no tripulado y guiado desde el propio Pentágono, destruye el cuartel general en el que se hallan reunidos Osama Bin Laden, Ayman Al Zawahiri y toda la plana mayor de la organización terrorista. También valen alguna de las múltiples variantes: con la acción de un comando perfectamente entrenado, que consigue saltar y entrar directamente en el sancta sanctorum de Al Qaeda y liquidar a todos y cada uno de sus dirigentes. Muchos habrían sido los aplausos y escasas las críticas si George W. Bush hubiera obtenido la cabeza de Bin Laden tan limpiamente, en vez de lanzarse a la cabalgada del horror, con Guantánamo, la legalización de la tortura o las mentiras de las armas de destrucción masiva.

Pues bien, ahora empieza a saberse a ciencia cierta lo que hasta ahora no pasaba de sospecha escasamente documentada. Efectivamente, la CIA estuvo trabajando en un programa, lanzado después del 11-S, para liquidar a la cúpula de los terroristas que ordenaron la ejecución de los atentados de Washington y Nueva York. Es lo menos que se podía esperar de la fama de la organización y de la envergadura del ataque que sufrió Estados Unidos. Lo realmente extraño es que no se llegara a materializar, y lo que roza lo humorístico es que haya sido precisamente este programa que no llegó a ver la luz el hilo del que tirar para que la Administración Obama haga lo que le piden algunos, muchos temen y el propio presidente quiere evitar: pasar las facturas del desastre de Bush al cobro, en el Congreso y en los tribunales, visto ya que en el mostrador de la opinión pública han sido ya encajadas. Lo que le van a reprochar a Bush, y sobre todo a su vicepresidente Dick Cheney, que es quien organizó y ordenó la operación, así como su ocultación, no es que intentaran cargarse a Bin Laden (nadie sensato puede negar que era su obligación), sino que intentaran hacerlo sin atenerse a ni una sola regla de juego y sobre todo sin informar debidamente a las comisiones reservadas del Congreso y del Senado, dedicadas y profesionalizadas en la discusión de este tipo de temas delicados. Todo esto se ha sabido porque el director de la CIA nombrado por Obama, Leon Panetta, se dirigió a finales de junio a ambas comisiones parlamentarias para informarles de que se había enterado de este plan secreto y de su ocultación ante los parlamentarios y que lo había suspendido. Las revelaciones de Panetta están actuando como el catalizador para otras revelaciones. El New York Times reseñaba tres hilos más de los que tirar, que conducen todos ellos a una revisión a fondo de las ilegalidades de la anterior presidencia. Se ha sabido que Bush bloqueó la investigación sobre una matanza masiva de talibanes, quizás varios millares, a cargo de un caudillo aliado de Estados Unidos que todavía forma parte del gobierno Karzai. Hay nuevos informes sobre programas secretos de escuchas sin autorización parlamentaria ni judicial. Y el fiscal general está a punto de nombrar un fiscal especial para que investigue los casos de torturas a prisioneros de Estados Unidos en la guerra contra el terror. Todo tiene muy mala pinta para Bush y los suyos. Como la ley de la gravedad, la exigencia de transparencia sobre sus ocho años de catástrofe política y jurídica va abriéndose paso inexorablemente. Aquel misil que no liquidó a Bin Laden puede ser en cambio el que fulmine a Bush y a los suyos, empezando por el inefable Dick Cheney. (Enlaces: con un news analysis del New York Times. Recordatorio: irán saliendo en su momento las entregas que todavía faltan de mi artículo publicado en Claves, 'El blog de Mariano José de Larra').



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14 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El voto de Obama es para Merkel

Y lo mismo les sucede a muchos admiradores de Obama. Pocos dirigentes suscitan hoy en día más adhesiones, a derecha e izquierda, que la canciller alemana. Hasta el punto de que el pasado 26 de junio, durante la visita oficial de Angela Merkel a Washington, al presidente norteamericano se le escapó una frase comprometedora respecto al resultado de las elecciones alemanas que se celebrarán en septiembre ante las cámaras de la segunda cadena de televisión pública germana ZDF: ?Usted ya ha ganado. No sé por qué le preocupan (las elecciones)?. La frase fue captada por un cámara alemán en el trayecto desde el salón Oval hasta la Sala de Prensa de la Casa Blanca, en el primer viaje oficial de la dirigente alemana con Obama de presidente. Este pronunció la frase, tan inoportuna para los socialdemócratas alemanes, ante un comentario de circunstancias de la señora Merkel: ?Ahora tenemos que preparar nuestra campaña electoral?, le dijo. Lo que piensa Obama no se basa tan sólo en las encuestas favorables a la CDU-CSU, sino sobre todo en las simpatías que la señora Merkel suscita en todo el mundo.

Bastan tres argumentos para explicar el predicamento de la señora Merkel. El primero es el más vulgar: tal como está el patio es el único personaje político sólido y coherente que hay ahora mismo en todo el paisaje europeo. Nadie, ni el agitado Nicolas Sarkozy, le hace sombra alguna. El segundo tiene que ver con un mérito que comparte, pero que sus socios no saben capitalizar: la gran coalición alemana ha realizado una labor extraordinaria para adaptar y modernizar el estado de bienestar, continuando el trabajo iniciado por la coalición de socialdemócratas y verdes con el canciller Schroeder. Pero quien ha sabido llevarse los méritos del continuismo reformista ha sido precisamente la derecha, algo que le dará buenas bazas, junto a las divisiones de la izquierda, para ganar las elecciones en el otoño e incluso cambiar la mayoría, dando entrada a los liberales y desalojando a los socialdemócratas, para quizás aplicar entonces un programa más derechista que no gustará tanto en el mundo, quizás ni siquiera a Obama. Pero donde la señora Merkel está dando realmente el tono y marcando la diferencia con otros dirigentes y otros gobiernos es en la política alemana de derechos humanos, hecho que por sí solo merece la mayor admiración. No hay en estos momentos ninguno otro país que critique de forma más desenvuelta los atentados más flagrantes a los derechos humanos en el mundo, en un esfuerzo por compatibilizar esta actitud con los intereses económicos de sus empresas ?no siempre satisfechas con las denuncias- y con los intereses políticos de Berlín. La represión china sobre los uigures de Xinjiang es el último caso en el que la actitud alemana se ha singularizado ante un mundo terriblemente pragmático e indiferente cuando se trata de enfrentarse con Pekín. Esta política, llena de dificultades, también fue iniciada por el gobierno anterior, principalmente desde su componente verde y con el protagonismno de su ministro de Exteriores, Joschka Fischer; pero Angela Merkel, con su experiencia y su sensibilidad de persona que ha vivido bajo un régimen sin libertad hasta su edad adulta, ha sabido darle más fuerza y proyección.   



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13 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El blog de Mariano José de Larra, 3

La crisis de la prensa La tecnología, que ha hecho una extraordinaria aportación a la mejora de la productividad y de los márgenes de esta industria en toda su historia y especialmente en las últimas décadas, se ha convertido de pronto en su Némesis. La migración de los lectores hacia internet y la aparición de los nativos digitales, primera generación enteramente tecnológica de ciudadanos que jamás llegarán a abrir las páginas de un periódico impreso, venían percibiéndose desde hace casi una década, pero no ha estallado como problema quizás letal hasta que no ha coincidido con la caída de la publicidad y con el agotamiento de todas las estrategias de promoción y de mercadotecnia que nos habían permitido sobrevivir en la última etapa. La prensa podía resistir correctamente una crisis normal, que incidiera únicamente en la caída de la publicidad y quizás en una pequeña retracción en la compra en el quiosco. Pero es más difícil pensar que pueda salir intacta o incluso que sobreviva a una crisis que, en primer lugar, tiene una envergadura mucho mayor, puesto que se trata de la mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Pero que, en segundo lugar, es doble: de lectores y de publicidad, afectando pues duramente a sus dos fuentes de ingreso. Y tiene para postre un perfil de cambio generacional y de época, del que cabe imaginar que saldrá una estructura de medios radicalmente transformada. Tres otros sectores enfrentan la crisis en tan malas condiciones, el financiero, el del automóvil y el de la vivienda, pero todos juegan con la ventaja de que atienden necesidades vitales que difícilmente serán satisfechas con sistemas muy distintos a los actuales. Aumentarán los controles y las supervisiones sobre los productos financieros de riesgo, e incluso sobre los paraísos fiscales; se llegará incluso a nacionalizar la banca en determinados países y por un tiempo acotado, pero finalmente la banca seguirá existiendo en su modalidad básica de encauzar y rentabilizar el ahorro y asegurar la circulación fiduciaria. Respecto al automóvil, podrá haber más transporte público en un futuro a medio y largo plazo, pero el transporte individual exigirá en los próximos años satisfacer una demanda sostenida, que obligará a la industria a adaptarse para conseguirlo dentro de los nuevos parámetros energéticos y medio ambientales. Lo mismo puede decirse del ladrillo: aunque a largo plazo, muy largo quizás, puede producirse un cambio de modelo de ciudad, más eficaz energéticamente y más económico desde el punto de vista de la rentabilización de la vivienda, nada permite pensar que el negocio no regrese de nuevo con presteza. La prensa impresa como tal, ese negocio de enorme complejidad que incluye la tala de árboles y la fabricación de papel, su impresión en complejas rotativas situadas en puntos estratégicos, su distribución por todos los medios de transporte y su comercialización en redes de pequeños comercios en las calles de las ciudades y pueblos, esta industria tradicional tan sofisticada probablemente dejará de existir y muy pronto. La presión para que desaparezca se produce en todos y cada uno de los puntos del proceso de fabricación. La producción y uso del papel tienen una evidente repercusión medio ambiental. Las instalaciones industriales gastan mucha energía y necesitan abundante mano de obra. En el caso del transporte inciden todos los elementos: medioambientales y energéticos, así como sus altos costes laborales. Y en el de las redes de comercialización, actúan otras fuerzas igualmente negativas, gremiales sobre todo, pero también la concentración comercial y la desaparición del pequeño comercio a favor de los grandes centros comerciales y del comercio digital, que corresponden al urbanismo disperso que desde hace ya años está sustituyendo a las densas tramas urbanas propias del siglo xx. La industria de la prensa, empieza diciendo el muy reciente Estado de los Medios de Comunicación (State of the News Media) que realiza el Pew Research Center for Excellence in Journalism, ?ha entrado en 2009 en algo peligrosamente próximo a la caída libre?. Por tercer año consecutivo ?el fondo no está a la vista?. Los autores del informe no quieren ejercer de agoreros truculentos, pero apenas lo consiguen: ?Todavía no suscribimos la teoría de que la muerte de la industria es inminente?. Tienen un argumento sólido: durante 2008, todavía obtuvo beneficios en su conjunto, después de un 2007 que significó el momento más álgido de la industria, cuando sus márgenes se calculaban con cifras de dos dígitos. Pero en 2009 han sido muchos los diarios, sobre todo en el mundo occidental, que han entrado en pérdidas e incluso han desaparecido o han abandonado sus ediciones impresas para publicarse exclusivamente en la red. Lo expresan muy claramente las caídas del valor de las acciones cotizadas en bolsa: un descenso del 42% entre 2005 y 2007 que se ha duplicado hasta una caída del 83% sólo en 2008. Hay que tener en cuenta que la principal fuente de ingresos, la publicidad, ha caído entre 2006 y 2008 en un 26%, pero en 2009 se halla en unos niveles de caída superiores al 30%. La participación de la prensa en el pastel publicitario mundial se halla también en claro declive desde hace una década, cuando significaba casi el 35% del total, hasta ahora, en que está cerca del 25%. La difusión de los grandes periódicos de información general está experimentando también un descenso, más suave que el de los ingresos publicitarios pero constante, resultado de una evolución que empezó en 1992 cuando estaba empezando la actual oleada digital. En Estados Unidos la venta de prensa ha caído en un 20% en las dos últimas décadas. En los últimos diez años, los países de la Unión Europea han perdido una media diaria de 12 millones de ejemplares vendidos, desde los aproximadamente 70 millones hasta los menos de 60 actuales. La reacción ante este declive tiene tintes dramáticos, pues conduce a recortes en las plantillas de personal, que en ocasiones afectan a la calidad de los contenidos y que pueden alimentar el círculo vicioso de unas mayores pérdidas en circulación que a su vez conduzcan a nuevos recortes. Ajustar con precisión e inteligencia y evitar que los recortes afecten a la calidad es el reto inmenso que tienen ante sí las empresas periodísticas en esta crisis. En esta misma línea, el informe sobre el Estado de los Medios americanos señala la dificultad que supone reinventarse como negocio en el mismo momento en que toda la atención de las empresas periodísticas está fijada en realizar fuertes y rápidos recortes de gastos para enfrentarse a la recesión. Y expresa sus dudas de que una industria tan madura pueda reconvertirse a estas alturas, cuando está ya muy avanzada la transición hacia los medios digitales, y pueda atraer el talento innovador y empresarial propio de la nueva industria. Muchos datos y reflexiones más de dicho informe nos permiten obtener un cuadro muy sombrío del estado de la prensa escrita en el país donde mejor ha funcionado históricamente y donde se han venido produciendo las innovaciones mayores. Observar lo que allí está sucediendo permite adelantar un poco la visión sobre lo que nos sucederá a nosotros dentro de poco tiempo. (Este texto es la tercera entrega que publico en el blog del artículo que aparece en el actual número de julio-agosto de la revista Claves de la Razón Práctica. Se trata de la adaptación de la conferencia pronunciada en Ávila. el 25 de mayo de 2009, dentro del ciclo ?Los medios de comunicación al servicio del siglo XXI?, con motivo de los actos del bicentenario de Mariano José de Larra).



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12 de julio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El blog de Mariano José de Larra, 2

El oficio de periodista Somos gente que cuenta a otra gente lo que le pasa a la gente, dijo un día Eugenio Scalfari, el fundador del diario italiano la Repubblica; en el bien entendido de que las tres gentes que salen en la frase son grupos humanos distintos, como mínimo hasta ahora: los periodistas es la primera gente, el público la segunda y los protagonistas de la noticia la tercera. Todos son gente pero cada uno juega un papel distinto en la información tradicional.

La revolución en la comunicación que estamos presenciando confunde todas las fronteras y límites: toda la gente es gente, los que cuentan, los que escuchan y los protagonistas; y todos cuentan, escuchan y protagonizan, sin que nadie pueda tener voz propia sin identificarse previamente como mera gente. La voz objetiva e independiente que nos daba parte del estado del mundo ha ido adquiriendo color y forma hasta identificarse con un individuo concreto, con cualquier individuo concreto. Y todos los individuos concretos tienen ahora los medios y la incitación para ser también ellos esa gente que cuenta a la gente lo que le ocurre a la gente, aunque a veces sea contar lo que les ocurre a ellos mismos. Ya no es lo que está pasando o les está pasando a los otros lo que interesa, sino lo que me está pasando a mí en este preciso instante. Las preguntas de la vieja retórica periodística americana, recordadas por la mnemotecnia de las 6 uves dobles, han sido sustituidas por otras totalmente distintas. Ni el qué (what), ni el quién (who), ni el cuándo (when), ni el dónde (where), ni el por qué (why), ni el cómo (how) nos sirven; lo que nos interesa es ¿qué estás haciendo? (como sucede en el sistema de microblogging twitter). O ¿qué estás pensando? (como se pregunta al entrar en la red social en internet facebook). En preguntas de este tipo se sintetiza la cultura de la nueva información digital y de las redes sociales y las comunidades. ¿Y qué estamos haciendo ahora mismo los periodistas? Varias cosas a la vez: seguir con nuestro trabajo de siempre, ciertamente, los que podemos, si todavía lo tenemos. También dejar de ser periodistas en una gran proporción. Y los que no, en todos los casos, interrogándonos estupefactos sobre el futuro del oficio. Dejar de ser periodista es una actividad tan vieja como el periodismo. Este es un oficio de grandes vocaciones pero también de grandes huidas. Se podría recopilar un pequeño manual con las llamadas de atención a los jóvenes periodistas para que abandonen el oficio urgentemente, antes de que sea demasiado tarde. Pero estas llamadas no están hoy al orden del día, al contrario: es el oficio el que está abandonando a muchos de quienes lo practican. Las causas son bien claras. El coste de los diarios es creciente y los ingresos decrecientes. La información de calidad ha sido siempre muy cara. Lo es mantener redes de corresponsales, en el extranjero y en las principales capitales políticas; contar con equipos de reporteros que indaguen y analicen las actividades de los gobiernos y de las grandes empresas; financiar largas y costosas investigaciones sobre la gran delincuencia, la corrupción política, el fraude, el tráfico de estupefacientes y de personas y los paraísos fiscales; contar con reporteros especializados en ciencia y salud, en economía y en medio ambiente, en energía y en transportes, y en todas las ramas de las actividades objeto de conflictos y de debates relevantes en nuestras sociedades; como lo es obtener los artículos de los escritores y creadores más prestigiosos, como ha venido haciendo la prensa de referencia en todo el mundo. Hasta ahora nos hemos podido permitir estos lujos, que no son tales, puesto que han servido para garantizar, aunque sea de forma imperfecta, el funcionamiento de la democracia y del Estado de derecho. Está ya perfectamente analizado e incluso cuantificado: allí donde no hay buen periodismo empieza el estercolero donde crecen las peores flores de la corrupción, la delincuencia, el terrorismo y los estados fallidos. Pero estas grandes inversiones en contenidos, en periodismo, están en peligro. El último ciclo de prosperidad, entre la última burbuja tecnológica del 2002 y la hipotecaria de 2008, ha sido el momento dorado de la prensa escrita y quizás su canto del cisne. Pero de pronto nos encontramos ahora con que no podemos seguir con nuestro viejo tren de vida. Y escuchamos endechas y elegías por la prensa, entonadas por sus propios protagonistas, periodistas y editores, esperemos que de forma prematura, porque aun tratándose de funerales de cuerpo presente, el muerto en cuestión todavía se mueve, anda, habla y razona e incluso todavía es capaz de intentar mantener en marcha sus negocios. (Este texto es la segunda entrega que publico en el blog del artículo que aparece en el actual número de julio-agosto de la revista Claves de la Razón Práctica. Se trata de la adaptación de la conferencia pronunciada en Ávila, el 25 de mayo de 2009, dentro del ciclo ?Los medios de comunicación al servicio del siglo XXI?, con motivo de los actos del bicentenario de Mariano José de Larra).



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9 de julio de 2009
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