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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Morir por Afganistán

Esa guerra se ha llevado ya en sus ocho años de duración las vidas de más de 1.400 soldados de la coalición de 44 países que encabeza Estados Unidos, entre los que hay que contar a 88 españoles. A petición de Barack Obama, España va a incrementar ahora el número de sus tropas en dos centenares, con el consiguiente incremento del riesgo sobre las vidas y la salud de nuestros soldados.

El discurso de Obama el martes por la noche en la academia de West Point, además de anunciar un incremento de tropas y presentar un calendario de salida de Afganistán que empieza en julio de 2011, aporta una nueva estrategia civil y militar, y sustituye la idea de una victoria sobre los talibanes y Al Qaeda por unos objetivos más modestos, como son consolidar el gobierno afgano y transferirle lo más rápidamente posible la seguridad y el control de su propio país. La nueva concepción responde por una parte al análisis crítico realizado por el comandante en jefe norteamericano en Afganistán, el general Stanley McChrystal, y a su petición de incremento de tropas, que había planteado en términos de un dilema dramático: la alternativa es la aceptación de la derrota. Pero por la otra converge con las ideas de intervención mixta civil y militar de los europeos. Quizás hay continuidades entre Obama y su antecesor. Algunos comentaristas han querido hallarlas incluso en la retórica y argumentos de su discurso. Cabe incluso presentarle como más belicista todavía que Bush: el surge o incremento de 20.000 soldados que puso en práctica en Irak en 2007 es inferior al actual de 30.000 de Afganistán, sin contar que ésta es la segunda ocasión en que incrementa las tropas, de forma que estamos ante una auténtica escalada que situará la presencia militar en el país afgano a la misma altura que en Irak. Se diría, por tanto, que ha habido un trueque de guerras: la de Irak era la de Bush y la de Afganistán es la de Obama. Pero es una falsa impresión. Nada de lo que ha hecho Obama, ni su método de decisión, ni su presentación, ni sus argumentos, tienen que ver con Bush. El anterior presidente eligió la guerra de Irak, mientras que la guerra de Afganistán ya en marcha eligió a Obama. Bush tenía una posición fija, clara y radical acerca de la guerra contra el terrorismo, mientras que Obama es un moderado y un centrista, que quiere atender a los intereses y obligaciones de su país buscando el mejor equilibrio posible entre las posiciones contrapuestas, incluyendo las exigencias presupuestarias. Tiene toda la lógica que se haya tomado tres meses para la reflexión y el análisis, aunque muchos, sobre todo desde la derecha, intentarán confundir la deliberación tan propia de una democracia de calidad con los titubeos de un carácter débil. Pero también cabe interpretar su decisión, tomada en contra de las encuestas, con más apoyos entre los republicanos para el incremento de tropas que entre los demócratas, como una lección de liderazgo y de compromiso personal. Las imágenes de la madrugada del miércoles nos muestran a un Obama frágil y civil, lejos de todo belicismo, que argumenta con humildad y todo tipo de cautelas ante unos jóvenes cadetes, hombres y mujeres muy jóvenes, tan frágiles como el joven presidente. El paso es discutible y lleno de riesgos, pues parte de un plazo muy estrecho, 18 meses, para obtener resultados concretos y visibles, que le permitan empezar el prometido repliegue. Pero tiene margen de maniobra, puesto que no hay compromiso sobre la fecha final para irse ni sobre el nivel y ritmo del repliegue a partir de julio de 2011. Cabe imaginar, además, que un Afganistán estabilizado a cargo de un Gobierno afgano pueda contar en el futuro con alguna presencia militar marginal mientras persista el peligro de una resurgencia talibán. Este margen no evitará que la guerra afgana juegue en su contra electoralmente, en noviembre de 2010, cuando se celebren elecciones de mitad de mandato y ya se vislumbre el balance de la nueva estrategia, y sobre todo en noviembre de 2012, cuando bregue por su segundo mandato presidencial. Las bases legales y morales de la guerra, expuestas en su discurso del martes, son formalmente impecables. También tiene coherencia el análisis de la zona y del papel que juega como vivero mundial del terrorismo de Al Qaeda. Puede que todo sea erróneo, como sucedió con la guerra de Vietnam, cuando the best and the brigh-test (los mejores y más brillantes) dirigían la política norteamericana con Kennedy y Johnson. Pero de momento los argumentos de Obama en West Point tienen suficiente consistencia como para que los europeos se planteen seriamente sus responsabilidades. Obama pide que Europa mande a sus soldados a morir por Afganistán no para salvar la cara a nadie, ni para salvaguardar intereses económicos o hegemonía geopolítica alguna, sino para mantener la seguridad en Madrid y Londres o para evitar que se incrementen los secuestros de cooperantes españoles en el Magreb.



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3 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mafiosos, xenófobos y castristas

No vamos a olvidarnos ahora del Caimán. Ni de sus últimos avatares judiciales, en los que el cerco sigue estrechándose, y esta vez por un delito de complicidad mafiosa. Nada puede ocultar esta historia de creciente tensión y ansiedad para ?il presidente del Consiglio?. Ni las historias de sus velinas y de sus ardores interminables. Ni la demanda de separación multimillonaria que le ha presentado la señora Verónica. Las sospechas sobre el Gran Besluca son antiguas y serias. Su capacidad para eludir la acción de la justicia le ha facilitado las cosas por un lado pero se las ha complicado por el otro. Antonio di Pietro, el ex magistrado, se lo ha dicho con meridiana claridad: ?En vez de seguir haciendo proclamas, que vaya a los jueces y se haga juzgar y explique las relaciones que ha mantenido con empresarios y otros personajes próximos a la Mafia?.

De momento, Berlusconi ha anunciado querellas contra todos los que le atacan, especialmente los periodistas de Repubblica, y se ha defendido con un argumento que es todo un clásico (de la cara dura): ?Si hay alguien que está lejísimos de la Mafia por carácter, sensibilidad, mentalidad, formación, cultura y voluntad política esta persona soy yo?. Ya dijo en otro momento que él es el mejor primer ministro que ha tenido Italia en toda su historia. En cambio, hay muchos italianos y no italianos que piensan que es el peor primer ministro de la historia y el mejor jefe que ha tenido jamás la Mafia, hasta el punto de colocarle al frente del Consejo de Ministros. No vamos a dedicarle mucho más tiempo, porque esto sólo acaba de empezar. Levantada la inmunidad judicial por el tribunal constitucional italiano, ahora pesa sobre el magnate la acusación de ?concorso in associazione mafiosa?, que ha servido para condenar a varias decenas de amiguetes de la Cosa Nostra. Todo esto tendría un interés limitado casi si toda la vida política italiana no girara alrededor de dos ejes vergonzosos: la defensa panza arriba de Berlusconi ante la justicia, con baterías de leyes ad hoc y una manipulación montruosa del Estado de derecho; y las leyes xenófobas y racistas promovidas desde la Lega Nord. Sólo faltaba ahora que los vecinos suizos se hayan lanzado en brazos de la extrema derecha en el referéndum contra el islam. Este voto de la intransigencia y la intolerancia, contra la pluralidad religiosa, tendrá unos efectos que irán mucho más lejos que la mera prohibición de construir alminares en cada mezquita. El rechazo del islam será recibido como una bendición celestial por quienes viven de atizar el odio de los inmigrantes contra los europeos, empezando por los grupos terroristas. Más alarmante es que estas posiciones encuentren la comprensión de partidos y medios conservadores: en vez de moderar a los radicales prefieren que los moderados se radicalicen, algo que también estamos viendo en nuestras latitudes en relación a otras cuestiones. Finalmente, reseñar aquí que me alegra poder desmentirme. Cuando publiqué ayer el post sobre Juan Juan Almeida, la policía ya le había soltado, aunque dudo que esté en libertad. Ningún cubano con residencia en Cuba, salvo la nomenclatura del régimen, está en libertad. Lo que todos queremos es que los presos políticos cubanos salgan de la cárcel y luego que todos los cubanos queden en libertad cuanto antes. (Enlaces: con Repubblica; con el artículo ?La dignidad del catalanismo? de Antoni Puigvert, donde puede leerse la siguiente frase: ?mientras el catalanismo consigue, no sin dificultad, moderar a sus radicales, el españolismo consigue con demasiada facilidad radicalizar a sus moderados?; enlace con la información sobre Cuba del Nuevo Herald.)



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2 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vaya si devora a sus hijos… y a sus nietos

El comandante Almeida murió el día 11 de septiembre de 2009. Se le había considerado el número tres, después de Fidel y Raúl y ostentaba el cargo de vicepresidente del Consejo de Estado. Era el único dirigente negro de la revolución y el más popular de todos los comandantes. Entre otras cosas porque lo suyo, más que la política, era la canción, a la que se dedicaba en su calidad compositor y letrista. No han pasado ni tres meses de muerte, y su hijo Juan Juan ha sido detenido, situación de la que me llegan varios e mails alarmados de sus amigos y familiares.

Ya he escrito en otra ocasión de Juan Juan, autor de ?Memorias de un guerrillero cubano desconocido?, en cuya portada se reproduce su foto de niño miliciano con Raúl Castro. El hijo de Almeida ha pertenecido a la nomenclatura del régimen, pero ahora es un disidente más y un preso político cuya vida puede correr peligro y merecve toda la atención y la solidaridad internacionales. La proximidad a la familia Castro, que mientras vivió su padre le protegió pese a su progresivo distanciamiento del régimen, puede ser en estos momentos una desventaja. El dictador Raúl Castro le vio nacer, pero ahora ha convertido en inquina lo que en el pasado fue proximidad familiar. La detención de Juan Juan por pasearse con una pancarta en la que pedía la dimisión de Raúl Castro ha coincidido con una oleada de detenciones y con nuevas actuaciones de los grupos de porristas que se dedican a agredir y amedrentar a quienes osan hablar o escribir libremente. Entre las personas amenazadas y acosadas están la bloguera Yoani Sánchez y su marido, máximo exponente de la explosión de blogs que se está produciendo en Cuba y motivo de preocupación creciente por parte de la dictadura. La revolución devora a sus hijos y cuando se convierte en una anciana decrépita, como es el caso de la cubana, sigue también zampándose a sus nietos, como demuestra el trato proporcionado por el régimen al hijo de uno de los comandantes históricos de Sierra Maestra. (Enlaces: con la necro escrita por Mauricio Vicent acerca del comandante Almeida; con mi anterior post acerca de Juan Juan Almeida; con el blog de Yoani Sánchez; con el informe de Human Rights Watch acerca de la represión raulista).



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1 de diciembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sísifo vuelve a casa

Javier Solana, el español que más ha pugnado por dar a la UE una política exterior y de defensa, termina hoy su mandato como 'ministro' de Exteriores del conjunto continental.

Es bien conocido el mito de Sísifo, condenado a subir un enorme pedrusco hasta la cima de un monte, que cae una y otra vez hasta el pie en cuanto ha coronado su esfuerzo. Como en todo mito, esa figura trágica y circular ha sido utilizada para expresar numerosos problemas de la vida y de la naturaleza humana. A la vista de lo que ha ocurrido desde 1989, año de partida de la recomposición de nuestro mundo, se diría que también se acomoda muy bien a la pugna de nunca acabar de esa Europa que intenta construirse a sí misma como protagonista de la escena internacional y justo cuando parece conseguirlo se divide y hunde en la depresión. Si alguien ha estado ahí todo este tiempo, en pleno campo de brega europeo, acarreando una y otra vez el pedrusco, ese es Javier Solana. Un Sísifo dialogante y componedor, capaz de tejer consensos y conseguir imposibles acuerdos, pero Sísifo al fin, enfrascado en la tarea y angustiado por la precariedad de su esfuerzo. Era ministro de Educación de Felipe González cuando cayó el muro de Berlín, pero no pasaron ni tres años cuando entró, como ministro de Exteriores, en la arena de la diplomacia internacional que no ha abandonado hasta hoy mismo. No hay, por tanto, crisis europea y mundial de los últimos 20 años en la que no haya estado implicado de una u otra forma desde entonces, algo ciertamente extraño en la historia de España. Solana no es un caso aislado. Bastan los ejemplos de Federico Mayor al frente de la Unesco, Marcelino Oreja del Consejo de Europa o Rodrigo Rato del FMI. Desde el ingreso español en la UE en 1986, ha sido creciente el compromiso con las instituciones internacionales. Pero pocos políticos encarnan de forma tan duradera e intensa el cambio que se ha producido en las relaciones entre los españoles y el mundo desde que España ha regresado a los asuntos internacionales tras varios siglos de inhibición o aislamiento. Lo mismo sucede con el éxito de la transición o la apoteosis europea del nuevo socialismo español, que ha podido ofrecer una continua presencia en sus instituciones desde el protagonismo de Felipe González en Maastricht, hasta la actual comisaría de la Competencia obtenida por Joaquín Almunia, pasando por la presidencia del Parlamento de Josep Borrell. Los 17 años de Solana son la expresión de un éxito socialista y español. Pero las reacciones que suscita en España son también la manifestación de un fracaso y el regreso de un viejo y tradicional vicio nacional. No es seguro que los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE hayan sabido aprovechar su presencia primero en la OTAN y después en la UE para mejorar la presencia española en el mundo, afinar la política exterior e incluso resolver convenientemente los contenciosos en curso. Más bien cabe pensar lo contrario, que desde los despachos gubernamentales se ha evitado solicitar sus consejos. Se diría, incluso, que la sociedad civil, el mundo económico y universitario, 'think tanks' y medios de comunicación, han tenido en mayor consideración y estima su trabajo que sus compañeros de profesión política e incluso de partido. Un reciente artículo del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, sobre los 10 años de PESC y la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, publicado por este periódico el pasado 13 de noviembre, evitaba toda mención a la presencia y a la labor al frente de la institución europea del español que mayor protagonismo ha tenido en la escena internacional en la historia contemporánea. Esta irrupción española en la escena internacional ha encontrado una fuerte resonancia generacional en el resto del mundo. Los jóvenes que en los años sesenta, y especialmente en 1968, se rebelaron contra las sociedades conservadoras de la época son los mismos que en los años noventa y primera década del siglo XXI se han encontrado con responsabilidades internacionales. Pocos episodios explican mejor esta sintonía que la guerra de Kosovo en abril de 1999, uno de los momentos más polémicos de la trayectoria de Solana, el secretario general de la OTAN que tuvo que ordenar los bombardeos sobre la Serbia de Milósevic para frenar un genocidio. La derrota serbia y la independencia de Kosovo no hubieran sido posibles sin Joschka Fischer en el Ministerio de Exteriores alemán, Tony Blair en Downing Street, Bill Clinton en la Casa Blanca, Bernard Kouchner ?actual ministro de Exteriores de Sarkozy? como primer administrador de Naciones Unidas para Kosovo y Solana al frente de la OTAN: todos ellos jóvenes manifestantes contra la guerra de Vietnam en los años sesenta. En aquellos combates se forjó un nuevo americanismo. Los antiguos izquierdistas, aleccionados por la historia, transformaron su viejo antiimperialismo en antitotalitarismo, su militancia en acción humanitaria y su pacifismo en disposición para la intervención internacional armada para derrocar tiranos e impedir nuevos genocidios. La presidencia de Bush dividió luego el campo y convirtió a un buen puñado de ellos, encabezados por Tony Blair, en auténticos neocons. No fue el caso de Solana, que acomodó como pudo, en calidad de Alto Representante, la nueva estrategia de seguridad europea después del 11-S sin caer en las doctrinas de la guerra preventiva y del unilateralismo imperial. De su etapa de la OTAN cabe destacar los acuerdos de cooperación con Rusia, firmados en 1997, que marcan el fin de la guerra fría y de la Europa dividida por la Conferencia de Yalta (1945). Sin ellos la Alianza no podía abordar su primera ampliación a Polonia, Chequia y Hungría (1999). La tarea más espinosa fue la gestión de las guerras balcánicas y las sucesivas misiones europeas, y en ella actuó primero en su calidad de jefe civil de una alianza militar y después de jefe político de una institución civil y militar en construcción como es el 'ministerio' de Exteriores y Defensa europea del que ahora se hará cargo la británica Catherine Ashton. Respecto a los diez años de política europea exterior y de seguridad, un estrecho colaborador suyo, Robert Cooper, ha señalado que la UE ?en su conjunto ha funcionado mucho mejor que antes, especialmente comparado con la década de los noventa?. Entonces Europa tuvo que tratar con la crisis bélica y el genocidio en su propio territorio y no consiguió avanzar hasta que Estados Unidos se decidió a hacerlo. Las 22 misiones internacionales emprendidas no han dado todavía como resultado ?una política coherente?, pero al menos se han hecho pequeños pasos en vez del retroceso que supuso la década de guerra y genocidio anterior. Lo más importante es que 'míster Europa' se ha convertido en una persona de confianza de los países aliados, empezando por EEUU, y siguiendo por los socios europeos. Según Bill Clinton es mérito de Solana haber colocado y mantenido a Europa en el mapa. El Alto Representante ha tenido un papel primordial en varios de los lances más complejos de la reciente política internacional, como el proceso de paz entre israelíes y palestinos o la negociación con Irán sobre su programa nuclear. Solana no tiene dudas sobre lo mejor de su larga etapa: la ampliación de la UE hasta 27 socios, el mayor proyecto europeo de fabricación de paz, estabilidad y prosperidad de su historia. Tampoco las tiene sobre la tarea pendiente: la paz en Oriente Próximo. Donde mejor se refleja el carácter circular de la imposible tarea europea es en la elección de la sucesora. Los 15 eligieron en 1999 a un experimentado secretario general de la OTAN y ex ministro de uno de los países grandes como su primer ministro de Exteriores, todavía con la denominación de Alto Representante. La UE se imaginaba a sí misma como una superpotencia, tal como ha señalado el director del Centre for European Reform, Charles Grant, mientras que ahora, cuando nombra a la británica Ashton, aparece ?orgullosa de su poder blando? y totalmente exhausta de ambiciones y horizontes. Solana tomó a su cargo un invento de nueva creación, sin estructura ni personal, y lo deja convertido en lo que será la diplomacia más numerosa y, cabe esperar, potente del mundo. Diseñado a partir de su experiencia, él mismo estaba destinado a ocuparlo si la Constitución hubiera llegado a buen puerto. Pero Francia dijo no y luego todo se retrasó cinco años. Ahora, cuando se inaugura el servicio exterior europeo, los 27 han colocado en su lugar a una persona sin su calibre, por tanto incapaz de volar por sí misma dentro de una UE en la que Durão Barroso ha conseguido convertirse en la figura preeminente. Hoy será su último día de trabajo en esta tarea circular pero necesaria. El debate y la reflexión sobre el futuro de Europa y de su política exterior son parte del acarreo que nunca termina de esa mole de piedra. Pero Solana no piensa jubilarse ni dejará de ser Sísifo, con la ilusión y la angustia de la piedra europea sobre sus espaldas. Sísifo sólo vuelve a casa.



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30 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Editoriales conjuntos

No me gustan. Los editoriales me gustan cada uno con su propia voz. Aunque luego las voces formen un coro. El texto unánime sufre en su credibilidad y en las marcas que deja sobre el territorio de los lectores. Los de dentro y los de fuera. Los de la unanimidad y los otros. No me voy a referir ahora al contenido, lo haré más adelante. Igual estoy de acuerdo. Pero no es el caso al menos en dos frases que no firmaría. La que lo encabeza: la dignidad de Cataluña. Sólo conozco la dignidad de los ciudadanos de cualquier país en general y naturalmente la dignidad de los catalanes en particular. Y luego la frase final, por razones más complejas que más abajo explicaré. Regresemos al gesto unánime, antítesis de la expresión plural y variada, de la deliberación libre y racional de la que deben seguirse posiciones y decisiones. El periodismo no puede sentirse cómodo en este campo de juego en el que se convierte en puro instrumento de otros. Se dirá que ya lo es en muchas otras ocasiones: razón de más. Que los medios sean agentes políticos no significa que los periodistas aceptemos sumisamente que se nos convierta en instrumentos políticos.  Vamos ahora a las rayas marcadas sobre el territorio. ?La práctica totalidad de los diarios cuya línea se determina en Catalunya?. ¿Por qué no ?todos?? ¿Habrá algún periódico cuya línea se determine en Cataluña que no haya firmado el editorial? Pues sí: hay un editor en Barcelona que determina la línea de uno de los periódicos que se editan en Madrid, un periódico que milita contra el Estatut, algo que curiosamente es compatible con mantener la propiedad de un periódico que no tiene suficiente con este Estatut. Los otros periódicos y editores 'cuya línea...' quedan fuera, separados, segregados. La frase final: ?Si es necesario, la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable?. No está en el plano del análisis ni de la valoración. Más allá de la toma de posición, entra directamente en el terreno puro de la acción política. Como un partido. O mejor, una coalición de periódicos que mima a una coalición de partidos. La advertencia es clara: en 1906 todos los partidos catalanes, desde los carlistas hasta los republicanos federales, se unieron en un potente movimiento que primero se movilizó en la calle y luego se presentó a las elecciones generales de 1907, obteniendo 41 de los 46 escaños catalanes. La Solidaritat Catalana surgió frente a la Ley de Jurisdicciones, que sometía los delitos de opinión a consejos de guerra formados por militares. El catalanismo de principios del siglo XX buscaba la unidad en un movimiento que quería modernizar y democratizar España. Por tanto, ni la cruz ni la raya. Pero el resto, el fondo, podría llevar mi firma. Aunque hay que decir que los editoriales conjuntos son, ante todo, cuestión de formas.



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27 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Dioramas del nuevo mundo

Es el abrazo del ángel con el diablo. Luis Inácio Lula da Silva, el presidente que ha convertido el país del futuro en la potencia del presente, admirado e idolatrado en las capitales occidentales, se estrecha sin remilgos con el presidente déspota y tramposo que han puesto los ayatolás fundamentalistas al frente de la República Islámica de Irán, ese maldito Mahmud Ahmadinejad que amenaza a Israel con un nuevo holocausto y prepara para ello un arma nuclear en sus silos secretos.

No son, pues, Obama en Pekín ni el primer ministro indio, Manmohan Singh, en la cena de Estado de la Casa Blanca los protagonistas de los dioramas que estos días mejor reflejan las nuevas relaciones internacionales. No hubo grandes noticias ni por tanto imágenes de alto significado en el viaje asiático de Obama hace dos semanas respecto a sus predecesores. Como tampoco las hubo en el máximo tratamiento protocolario recibido este martes por India en su compleja y cada vez más estrecha relación con Washington. Siendo ambos muy significativos en el despliegue de las nuevas relaciones internacionales del Washington obamiano, lo que prima ante todo es la continuidad. Con China, ya remota, desde la semilla sembrada en 1972 por Kissinger y Nixon. Con India, más inmediata, culminado ya con Bush hijo el viraje o cambio de alianzas desde las estrechas relaciones con Moscú hasta las actuales casi perfectas con Washington. Lo nuevo es esa foto, de calibre todavía prohibido en el resto del mundo, que expresa las prisas y el adelanto que está tomando Brasil en su acción internacional respecto a otros jugadores más conservadores o débiles. Una foto que no hay que contemplar suelta, sino en el álbum presidencial, donde aparecen los recientes y correspondientes abrazos con el presidente israelí Shimon Peres y con el presidente palestino Abu Abbas. Brasil no es tan sólo una nueva potencia económica y el mayor jugador de la escena latinoamericana. Ahora ha enseñado cartas de mayor calibre: quiere jugar en los dos conflictos más envenenados de la nueva escena, en un paso con el que Lula apuesta por adoptar posiciones propias y no siempre en perfecta sintonía con su aliado Barack Obama, como demuestran las diferencias respecto a la resolución de la crisis hondureña. La jugada está llena de riesgos. No es extraño el contraste entre el abrazo y las severas palabras de Lula respecto a los principios, quizás más duras y directas que las que tuvieron que escuchar los chinos de boca del presidente norteamericano: "La política exterior brasileña está anclada en el compromiso con la democracia y el respeto a la diversidad. Defendemos los derechos humanos y la libertad de elección de nuestros ciudadanos con la misma vehemencia con la que repudiamos todo tipo de intolerancia y de recurso al terrorismo". El abrazo y la admonición. Los intereses y los principios. La jugada de riesgo y la garantía para cubrirse. Finalmente, Lula sólo puede ceder en la imagen si consigue ganar en los hechos, algo que no está nada claro pero que va en su propio interés y credibilidad como potencia. Para jugar en el nuevo tablero global hay que tener cartas de todos los palos. El papel que Brasil está imaginando ahora se recorta sobre el que ha venido desempeñando Europa. Y sucede en el preciso momento en que la Unión Europea estrena Tratado y remoza su cúpula dirigente. Pero estas escenas de cambio apenas cuentan como dioramas del nuevo mundo. Expresan el ensimismamiento europeo frente al hambre de balón de los emergentes. No son resultado de la voluntad sino de su falta. Los nombramientos de los nuevos cargos, y sobre todo la sustitución de Javier Solana, el político europeo con mayor experiencia de la escena internacional, por la baronesa Upholland, sin experiencia diplomática alguna, se hallan en las antípodas del gesto arriesgado de Lula. No es ya la teoría del mínimo común denominador lo que ha conducido a que Durão Barroso renovara su mandato como presidente de la Comisión tan prematura y frescamente antes de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, y a que luego se nombrara para los dos nuevos altos cargos a quienes menos molestan a los grandes de la UE. Los tres nombramientos son fruto de la ausencia de voluntad y de objetivos por parte de los líderes de los 27 y sobre todo de los más grandes, de forma que finalmente gana quien pasa más desapercibido. Es la elección por defecto. Todo lo contrario de la energía que mueve las jugadas protagonizadas por quienes de verdad están jugando la partida: Estados Unidos, China, Brasil, por supuesto, pero también Rusia, Irán o Venezuela. La política internacional también es un deporte de riesgo y de contacto, en el que de vez en cuando, para vencer, hay que abrazar al diablo.



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26 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El deber con la palabra

No es la economía. Tampoco la tecnología. Es la sociedad. La disolución o devaluación de conceptos sobre los que se han asentado nuestras sociedades hasta ahora. La idea de que pueda haber un interés general, por ejemplo: está desapareciendo como el hielo de los polos, sustituida por el barro de una agregación de intereses individuales y grupales. El espíritu ilustrado, que concedía mayor valor a la pluralidad y a la libre confrontación de ideas que a las ideas mismas; sustituido por el aire chamuscado de la corrección política. El optimismo de un mundo que se sentía capaz de gozar de la libertad y de decidir con atención a su raciocinio; arrollado por la civilización de los riesgos y de los miedos, en los que cada uno se defiende a sí mismo y a los suyos y las gentes se agrupan para defenderse y protegerse de todo y en todo: intereses, ideas, seguridad física.

¿Cómo no estará en crisis el periodismo, si ha crecido en una tierra y ha respirado un aire que a veces parecen esfumarse? Sin interés general, sin pluralismo ni libre confrontación de ideas, sin decisiones tomadas en libertad tras la correspondiente deliberación democrática, poco puede quedar del periodismo que hemos conocido. Poco también de la idea de ciudadanía democrática, sustituida por las tribus y los lobbies, los fundamentalismos y las religiones culturales. Ahí quedaremos, solos y aislados, políticamente corregidos según el código de adhesión elegido, agazapados todos en los correspondientes nichos tecnológicos, cada uno con los nuestros, en un mundo globalizado pero atufante y esclavizado. Esta antiutopía que ahora asoma el morro no debe llegar a convertirse en realidad. Y los primeros que debemos estrangularla en su nacimiento somos quienes vivimos de la palabra, de su ejercicio libre, y a la palabra nos debemos. 



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25 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Desmemorias políticas

Ni siquiera en Francia. El género parece irremediablemente perdido. Las memorias ya no se escriben, se dictan. A toda prisa, por encargo de un editor y en la extraña simbiosis con un colaborador que aporta la escritura. Es el signo de la época. El personaje público que ya se ha alejado de las duras justas políticas huye así del examen de conciencia, de la penitencia de una escritura trabajosa en la que purgar sus pecados y sus errores e incluso del gusto por la remembranza o el placer de pasar cuentas mediante el arte literario. Todo se limita a atender a unas preguntas y a pulir después las inconveniencias, en un plano ejercicio de ?fotoshoping? sobre la propia imagen histórica. Por este lado de la vida, la vida política quiero decir, la literatura agoniza en un pantano de mediocridad y comercialismo fatuo. Esta reflexión viene a cuento de mi reciente lectura de las memorias de Jacques Chirac, presidente de la República Francesa desde 1995 hasta 2007, primer ministro de Giscard d?Estaing y de Mitterrand, y sin duda uno de los hombres políticos más importantes del último medio siglo francés y europeo. Su experiencia biográfica y su personalidad son material de buena calidad para tejer unas memorias de primerísimo nivel literario, y sin embargo?El resultado es decepcionante. Mucho menos que los lamentables intentos memorialísticos y novelísticos de su antecesor Valéry Giscard d?Estaing, aunque lejos de la desenvoltura y la mordacidad de su predecesor François Mitterrand, y eso sí a años luz de su modelo político e ideológico, el general De Gaulle. Hay algunos destellos en ?Chaque pas doit être un but?, sobre todo en los primeros capítulos que relatan la infancia y juventud. Pero lo que se impone sobre la sinceridad y sobre la verdad literaria es la corrección política, la perfecta adecuación entre la imagen labrada durante décadas y su reflejo actual, hasta el punto de que sólo en muy raras ocasiones el memorialista se suelta y confiesa. Uno de sus mejores momentos tiene que ver con François Mitterrand, del que fue primer ministro durante la primera cohabitación entre 1986 y 1988, y al que admira e incluso profesa algún género de afecto. El anciano presidente socialista contaba entre sus especialidades una cierta habilidad en el maltrato a su primer ministro conservador, al que tachaba de sectario e intolerante y al que calificaba de jefe de clan y de banda. Pues bien, veinte años después, Chirac admite compungido que su ya desaparecido adversario tenía razón: ?Debo reconocer hoy en día que sus críticas al Estado-RPR (en referencia a su partido, el neogaullista Ressemblement pour la Republique) no eran del todo infundadas y que yo mismo me había encerrado, sin darme cuenta, en un funcionamiento político partidista y en unos esquemas de pensamiento demasiado rígidos?. Este libro abarca hasta la llegada de Chirac al Palacio de Elisée, en 1995. Puede ser que el siguiente volumen sea más sabroso, en la medida en que se intensifica la vida política del personaje y las luchas por el poder en su entorno se convierten en una maraña de conspiraciones y odios sarracenos. Pero este primero apenas nos deleita con los dioramas de arrogancia y de desprecio que protagoniza Giscard d?Estaing y con los atisbos de sus futuras relaciones tempestuosas con Nicolas Sarkozy. Tienen interés algunos retratos políticos, como el que hace de Deng Xiaoping, al que admira profundamente. Mucho más convencional es el de Juan Pablo II. Y se queda corto a la hora de darnos información sobre Sadam Husein, al que trató suficiente como que considerarle ?inteligente, no faltado de humor e incluso bastante simpático?. Pero de todos los retratos, como en cualquier autobiografía, es el suyo propio el que ocupa un lugar central: en estas memorias Chirac se retrata a sí mismo como un francés inconformista y orgulloso, curioso heredero conservador que se reconoce en la tradición radical socialista, europeo de razón pero no de pasión, más a la izquierda que todos sus amigos políticos, aunque siempre centrado en evitar que la izquierda socialista y comunista se lleve el gato al agua. Cuestión central en esta figura, es que no oculta ni su antiamericanismo de raíz totalmente francesa ni su admiración sin límites por el general De Gaulle. Siendo unas memorias interesantes, esmaltadas incluso de algunos detalles jugosos y desconocidos, es una lástima que no haya estado a la altura de su recorrido vital y del brío político con que ha conducido su carrera a la hora de empuñar la pluma. Lo que nos lleva a una pequeña lección europea de esta desigual aventura literaria. Aquí necesitamos de nuevo políticos que escriban de su propia mano. (O que sepan como mínimo poner a trabajar a sus colaboradores sobre sus ideas de fondo. Como hace Obama). Liderar requiere ideas y no hay ideas sin escritura. La regeneración política es también una regeneración literaria. En las memorias de nuestros políticos se mide el ángulo de la pendiente en la que nos deslizamos. Suavemente, sin darnos cuenta. No se entiende la publicación de este libro fuera del contexto de la actual presidencia de Sarkozy, personaje que contrasta en todo con la humanidad y la entrega generosa a su país de que quiere hacer gala Chirac. A sus 76 años, su autor se halla, además, encausado ante los tribunales por el escándalo de los empleos ficticios en el ayuntamiento de París e impugnado por quienes fueron sus amigos políticos por su comportamiento en el llamado Angolagate. Además, ha quedado también salpicado por el asunto Clearstream en el que ha sido juzgado su ex primer ministro Dominique de Villepin. No es extraño su esfuerzo por salvarse con estas memorias ante sus conciudadanos, entre los que conserva una alta popularidad, en contraste con las amarguras que le ha proporcionado su turbulenta y rica vida política.



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24 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La eficacia del diablo

Diabólicamente eficaces a la hora de preservar sus propios márgenes de poder y de acción. La frase de Felipe González, pronunciada en los mismos días en que se estaba cocinando el acuerdo sobre los nombramientos de altos cargos de la Unión Europea, vale para el todo, pero no es aplicable a las partes. Tiene toda la razón el presidente del Grupo de Reflexión sobre el futuro de Europa al hablar de ineficacia diabólica cuando se refiere al Consejo Europeo y a sus decisiones, pero no la tiene si se refiere a las decisiones en las que están en juego los poderes de todos y cada uno de los representantes de los 27 ejecutivos que conforman el Consejo.

Éste es el caso de los nombramientos. A los 27 les interesa contar con una cúpula de la UE dócil y manejable: un presidente de la Comisión que limite su capacidad de iniciativa y de agitación y actúe como un coordinador y secretario al servicio del Consejo; un presidente del Consejo Europeo que se limite a presidir ordenadamente las reuniones y sea incluso capaz de buscar consensos; y un alto representante y vicepresidente de la Comisión que sea, sobre todo, el coordinador del nuevo Servicio Exterior, a disposición de las políticas exteriores de los 27. Ninguno de los tres personajes debe eclipsar, sobre todo, a los tres grandes: al premier británico, al presidente francés y a la canciller alemana. Y de carambola, tampoco a los no tan grandes, como son el italiano, el español o el polaco. Conocemos perfectamente cómo funcionan las cosas. La eficacia diabólica de que han hecho gala ahora con los nombramientos es la que explicará la ineficacia diabólica que se seguirá en el futuro cuando se quiera tomar decisiones. Lo que ha contado no son las biografías europeístas más brillantes, sino la capacidad de adaptación a las conveniencias de los jefes de Estado y de Gobierno. Conveniencias que son de dos tipos. Las más formales: que se acomoden a los sistemas de compensaciones, cuotas y equilibrios. Y las más de fondo: que se comporten exactamente como quieren los primeros ministros y jefes de Estado. Las designaciones del jueves por la noche de Herman van Rompuy como presidente del Consejo Europeo y de Margaret Ashton como alta representante para la Política Exterior, que se suman a la designación adelantada en junio del presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, han cumplido con buena parte de los primeros requisitos y con la totalidad de los segundos. Hay dos conservadores, el presidente de la Comisión y el presidente del Consejo, y una laborista, la alta representante. Uno de los tres es mujer, una exigencia finalmente perentoria. Los países pequeños, que conforman ahora mismo la mayoría de los socios, están representados por el presidente belga. Falta la componente de Europa oriental. Pero, de otra parte, los tres son de perfil bajo y con unas biografías políticas que no van a hacer sombra alguna a los amos de Europa. No hace falta insistir en el nombre de Tony Blair, con fama y trayectoria oscurecidas por su sumisión a Bush y su apoyo impenitente a las mentiras de las armas de destrucción masiva que condujeron a la guerra de Irak; ni el de Felipe González, que no quería. Basta con citar al finlandés Martti Ahtisaari, premio Nobel de la Paz en 2008 por su labor de mediación en procesos de paz en Namibia, Irlanda del Norte, Aceh y Kosovo; a Joschka Fischer, el alemán que hizo cambiar la política exterior de su país y le implicó por primera vez en operaciones militares de mantenimiento de la paz en el extranjero; o a la ex presidenta de Irlanda y ex comisaria de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Mary Robinson. Los interlocutores de Obama y Hu Jintao en la globalidad multipolar que estamos diseñando no serán Durão, Van Rompuy o Ashton, sino que seguirán siendo Gordon Brown (pronto David Cameron), Nicolas Sarkozy y Angela Merkel. En vez de actor global, varios actores débiles y divididos. Una Europa que espontáneamente adopta el lema de la sumisión: el divide et impera que propugnaban los romanos. Europa merecía más, pero deberá conformarse y trabajar con menos. Como ha venido sucediendo siempre. Gracias a la eficacia del diablo. (Enlace con las palabras de Felipe González).



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23 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Una conversación con Jordi Pujol

A mitades de octubre tuve la oportunidad charlar un par de horas con Jordi Pujol, que fue presidente catalán durante 23 años, a propósito del segundo volumen de sus memorias, que acaban de aparecer en castellano con el título de 'Tiempo de construir. Memorias (1980-1993)', publicadas por las barcelonesas Destino en la traducción castellana y Proa en su versión original en catalán. No hubo suficiente con la conversación y luego tuve que mandarle un cuestionario con las preguntas que habían quedado en el tintero. Del conjunto sale el texto de la entrevista que publicará este próximo domingo El País Semanal (EPS). Con una salvedad. Una parte de la entrevista, precisamente la dedicada casi exclusivamente a política internacional, ha quedado fuera por las limitaciones conocidas que ofrece el papel. Gracias a las facilidades digitales, puedo dar aquí la parte de la conversación que no se podrá leer en la edición impresa el domingo.

P: El segundo volumen de sus memorias transcurre desde 1980 hasta 1993, el año en que CiU se convierte en fuerza decisiva en el Parlamento español para la continuidad de Felipe González como presidente del Gobierno. En este período hay un año excepcional para la historia de nuestro mundo, 1989, que quizás no recibe toda la atención que requeriría en su libro ¿Qué significa para usted el año 1989? R: Pasaron dos cosas muy importantes: una fue Tiananmen y la otra la caída del muro. Yo estaba en viaje oficial a China en mitad de las movilizaciones estudiantiles, pero ya me había ido cuando se produjo la masacre. Vi dos cosas: la plaza, acordonada y ocupada por el ejército, estaba vacía; debíamos inaugurar una exposición de Tàpies y no se pudo hacer porque no pudimos pasar al estar cerca de la plaza Tiananmen. También vi algunas manifestaciones, en buena parte de muchachos en bicicleta. Coincidió en un día en que la Generalitat ofrecía un concierto de Montserrat Caballé y la gente llegó tarde, incluso algunas de las autoridades chinas invitadas. P: ¿Tuvo algún pálpito de lo que iba a pasar en la Europa del este? R.- Hay dos hechos premonitorios: en el mes de marzo yo estoy en Hungría y me entrevisto con el Jefe del Gobierno, Miklós Németh, y me explica lo que hacen y quieren hacer. Quedo un poco sorprendido y le pregunto hasta dónde quieren llegar con esta evolución y me responde que quieren que Hungría sea como Holanda, con una democracia occidental. Ese mismo día, me entrevisto con el Ministro de Asuntos Exteriores, Gyula Horn, y me dice que la semana próxima retirarán las vallas que separan Austria de Hungría. P: ¿Usted pensó que aquello iba en serio? R: Pensé que iba en serio pero no tanto. Ese verano, en agosto, a través de esta frontera, hay una huída sobre todo de alemanes que van a pasar las vacaciones en Hungría, en concreto el lago Ballaton, dentro del área comunista. Más tarde, alguien de los que huyó por esta frontera me comentó que corrieron y tuvieron mucho miedo y que un guardia húngaro les dijo que no lo tuvieran. Este es un hecho que te obliga a preguntarte: ¿qué pasa aquí?. Segundo hecho, siendo yo vicepresidente de la Asamblea de las Regiones de Europa -el presidente era un italiano llamado Carlo Bernini? éste me comenta que hay una gran ebullición en los países de Europa del Este pues ahora los dejan salir mucho más; todos tienen ganas de tener contacto con los países occidentales y que se les podría invitar a una de nuestras reuniones. En aquella reunión, en la que vino mucha gente de Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Rumania?.el presidente de Eslovenia, siendo parte de la Yugoslavia aún comunista, me comenta que quiere decirme algo que me alegrará. El sabía que yo era católico y me dijo que ?ese año, por Navidad, por primera vez en el mundo comunista, en Eslovenia se celebrará la Navidad y será festivo?. P: Fue una paradoja que de todos los gobernantes de Europa Occidental no fueran Thatcher ni Mitterrand, sino un español, Felipe González, quien apoyara la unificación alemana tal como la planteó Kohl. R: No, no fue una paradoja. Francia es una adversaria tradicional de Alemania, y procura que sea débil y muy condicionada. Y a Gran Bretaña tampoco le ha agradado nunca una Alemania con mucha fuerza en el Continente. Por otra parte, a mi entender es uno de los momentos de Felipe González en donde tuvo una actuación más brillante y además con efectos muy positivos para España. Con ello, Felipe González se puso a Kohl en el bolsillo. Luego González obtuvo gracias a Kohl aquellos fondos de cohesión europeos que han sido tan importantes para las inversiones públicas en España. P: Su posición respecto a la unificación alemana tampoco ofrece dudas. R: Creo que había que hacerlo a pesar de todos los inconvenientes, y se hizo bien. Se podría criticar tal vez a Kohl, por ejemplo por la equiparación que hizo entre el marco occidental y el oriental. Pero en una conversación que tuve con Pöhl, el entonces gobernador del Bundesbank, me dijo que técnicamente era un disparate y que así se lo había indicado al canciller hasta tres veces. Era más bien de tendencia socialista y fue el único que le planteó resistencia a la paridad entre los dos marcos, pero no porque fuera anti-Kohl. El canciller le comentó que no había más remedio que hacerlo y Pöhl llegó a una conclusión: esto no es una decisión técnica, ni tan siquiera una decisión política; es una decisión histórica. Y ante una decisión histórica, el gobernador del Bundesbank asumió que la responsabilidad era del Canciller y punto. El ya había dicho lo que tenía que decir. P: El otro problema era la velocidad de la unificación. R: Mire, yo tenía y tengo una muy buena relación con la Fundación Bertelsmann, la cual organizaba entonces tres o cuatro reuniones anuales en Gütersloh básicamente de gente alemana y algún suizo, y a mí me invitaban. Siempre habíamos enfocado Cataluña con una proyección exterior mitad política y mitad cultural. Pues bien, me invitaban. Había gente importante, como el asesor de Kohl, Teltschik, en cuestiones de política exterior, con quien tuve una buena relación. Éste tenía una relación conflictiva con Genscher, porque Genscher, ministro de Asuntos Exteriores, no veía con buen ojo que Kohl tuviera un asesor de política exterior y no coincidían en un punto. Genscher no estaba en contra de la reunificación, pero iba con pies de plomo, tenía reservas. Kohl marcaba el paso hacia delante. Se elaboraron entonces los famosos 10 puntos, que en buena parte fueron de Telschik, sobre cómo hacer la unificación. Teltschik me comentó que esto no tenía solución; o había una reunificación rápida o habría una invasión de la Alemania Occidental por parte de los alemanes orientales. P: ¿Y qué significa el año 1989 no para usted, sino para Cataluña? R: Para Cataluña y de una manera inmediata no tuvo un especial significado. Tuvo significado para Europa. P: Pero empezó la fiebre de las independencias y de recuperación de soberanías. R: Yo dije por aquella época algo que creo que debería ser fácil de entender, si quieren, para gente relacionada con la política, el pensamiento o la prensa; que Cataluña es como Lituania, pero España no es como la Unión Soviética. O bien, que Cataluña es como Eslovenia, pero España no es como Yugoslavia. Las independencias son el resultado de una voluntad. Hay un sentimiento, una fidelidad, la defensa de una identidad, pero lo decisivo fue la explosión de los imperios. P: ¿Y no juega la exclusión? ¿No se produce también cuando un país se ve excluido de un proyecto más amplio? R: Sí, puede ser. Sería la desafección de la que ahora hablamos en Cataluña y en España. Pero la explosión es lo determinante. Tomemos el ejemplo de Turquía, otro imperio que también explotó en otro momento histórico. P: Entonces usted está diciendo, para quien lo quiera entender y a pesar de lo que pensaban muchos nacionalistas catalanes, que aquel no era el momento de Cataluña. R: Simplemente digo lo que hay. Las pequeñas naciones se independizan porque lo desean, pero sobre todo cuando explotan los imperios. Hay la explosión de Rusia en el año 1917 y 1918; los finlandeses hacen una guerra civil entre ellos, más que contra Rusia durante estos años. Y la de los Países Bálticos, incluso la de Polonia. Hay la explosión de Turquía que por poco provoca la independencia del Kurdistán. No hay una explosión en Alemania, pero no se consolida ningún nuevo Estado a expensas de Alemania; excepto Polonia, naturalmente. Ucrania se independiza durante estos años. Armenia y Georgia son independientes hasta que la Unión Soviética se recupera. En 1989 nadie de los países bálticos pensaba que serían independientes. Una vez, durante un encuentro en Davos, coincidí con un ministro lituano que me explicó su historia. Me dijo haber nacido en Kaunas, que estudió ingeniería en Kaunas, y que más tarde amplió los estudios en Moscú y entró en el partido comunista. Porque, dijo, había tres cosas que no se podía imaginar en 1974: que el comunismo se acabaría, que la Unión Soviética se desharía y que Lituania sería independiente. ¿Y la independencia de Ucrania? Históricamente Rusia nace en Ucrania. Yo comparo la independencia de Ucrania como si de España se independizaran Asturias y León. Reconozco que es una comparación un poco forzada. P: Pues mucha gente aquí creyó que era el momento. R: Desde el punto de vista catalán, si Rusia en vez de desmembrarse hubiera previsto un sistema flexible interno de autonomías, si Yugoslavia no se hubiera desmembrado ni Checoslovaquia, entonces Europa en relación con las autonomías y minorías nacionales habría tenido una actitud distinta. El tema hubiera ocupado un lugar central. Ahora no. P: ¿En el fondo ha perjudicado a la idea nacionalista? R: Yo no digo esto. En realidad lo sucedido demuestra la fuerza y legitimidad de las identidades. A mí me parece positiva la recuperación de la libertad de todos estos países. Pero por otro lado produce una consolidación de los Estados, de unos Estados nuevos. Y éstos son especialmente celosos de la soberanía que acaban de recuperar. Nuevos Estados como Estonia están escarmentados con los Imperios; por eso la Unión Europea les produce prevención. En Finlandia, la independencia ya la tenían desde 1917, pero el tema europeo se ha planteado desde una perspectiva nacionalista. Todos son nacionalistas; eso de que solo los catalanes somos nacionalistas es un invento de la doctrina estatal, y no sólo en España. Todo somos nacionalistas. Los finlandeses lo son y mucho. Hubo oposición nacionalista para entrar en la Unión Europea, pues se habían independizado de Rusia y no se querían comprometer de nuevo, ni que fuese con la UE. Y en nombre también del nacionalismo había los que decían que el problema siempre era Rusia. Y que todo lo que les protegiera de Rusia era bueno, y por consiguiente era bueno integrarse en la UE. P: La Unión Europea se ve, pues, debilitada por este proceso de retorno al Estado nacional. R: Últimamente, sí. Los Estados tenían la sensación de que se les escapaban demasiadas cosas. Perdieron la moneda, los tipos de interés, las fronteras, en cierto modo hasta el Ejército. Por otro lado, hubo un movimiento regionalista potente que en parte encabezamos nosotros, y que inquietaba a los Estados. P: Usted es un nacionalista muy realista. Las independencias de los países del Este no le ?quitaron el sueño?. Pero tuvo en cambio un papel en la independencia de Eslovenia? R: No tuve ningún papel; es más, dije a Kucan que no sabía qué debían hacer. La crisis de Yugoslavia viene por varios motivos. Uno de ellos porque los serbios querían que en Yugoslavia hubiese una fuerte hegemonía serbia, en todo. Una idea que en España se veía bien, pero que en la antigua Yugoslavia provoca un gran oposición. Le dije a Kucan que no le podía aconsejar, pero que tenía que tomar una decisión rápida. Que lo que tuviera que hacer que no lo dejara para dentro de seis meses. P: Y así fue. Se declararon independientes en seguida. R: Sí. Pero mire en cambio el caso de Eslovaquia. A ellos los echan fuera. En Eslovaquia había un movimiento nacionalista fuerte. Recuerdo haber mantenido una conversación con un primer ministro eslovaco, cuando aún existía Checoslovaquia. Pero no le vi como para proclamar la independencia al día siguiente. Pero de repente los echan. Los checos siempre consideraron que los eslovacos eran unos desgraciados. Primero, porque eran católicos, segundo, porque eran rurales, y, tercero, porque eran menos desarrollados. Tuvieron la sensación de que molestaban. De que les frenaban. Almunia tiene una cuñada checa; el día en que se separaron, ésta estaba exultante pues decía que ya se habían sacado de encima a esos inútiles de los eslovacos; Almunia estaba atónito. P: Pero le insisto en que el mundo nacionalista catalán, con todas sus variantes, creyó que esta vez quizás ?tocaba?? R: Yo no la alimenté. Y no era esta mi opinión. P: Volviendo a su nacionalismo realista; en relación con las selecciones deportivas lo que usted dice es de un realismo absoluto: considera que no las habrá. R: Pero hay que compaginar el realismo con la ilusión. P: Y esto es difícil? R: Ahora estamos en un momento difícil? En más de un aspecto. P: Usted ha viajado mucho, pero no ha visitado África. Y hay un personaje trascendental en este momento del siglo XX que no aparece en su libro, donde desfilan casi todos? R: Mandela, claro. Pero le conozco. En una cena, en la cual éramos unas seis o siete personas, coincidí con él. Estaba también el cardenal Martini y Oscar Arias. Disfrutamos de una larga sobremesa y nos dejó la muy buena impresión que deja a todos. Pero no hay que cenar con él para llevarte una buena impresión. Alguien que ha estado encarcelado durante 27 años y que cuando sale dice que con los que le han encarcelado hay que estar en paz? pues simplemente ¡chapeau! La situación en Suráfrica era insostenible. Hay un hombre que también tiene mérito, De Klerk. Los norteamericanos y británicos seguro que recibieron un mensaje de que estuvieran tranquilos; que Mandela no iba a crear la ?República Soviética de Sudáfrica?. P: ¿Y por qué usted no se interesó por África? R:. Por África me interesé en términos personales. Tuve contactos con los cooperantes y misioneros catalanes. También tuvimos una actuación esporádica en Mozambique. Pero en términos políticos y económicos creí que no podía hacer nada. Teníamos tantas responsabilidades encima que no podíamos atender y me desentendí. En cambio, he tenido al Magreb muy en cuenta, al igual que Suramérica, incluso Asia. Tampoco fui a los países del Golfo, pero sí fui a Jordania. Respecto a África tenía tanta sensación de impotencia? Pero hice mal. Tuve una cierta relación con gente de Guinea Ecuatorial; Convergència ayuda a guineanos exiliados. El caso es que ahora quiero visitar África aunque sólo sea para reparar este olvido. P: Me ha sorprendido lo que dice sobre Israel, pero en especial lo que no dice pero se sobreentiende, cosas importantes y poco conocidas. Usted habla de los asentamientos de forma crítica. Explíquenos su posición? R: Sí, hice un discurso en Israel hará aproximadamente un año y medio o dos. Yo he sido, desde siempre, amigo y simpatizante del pueblo judío. Y lo soy. Defiendo el sionismo y la existencia del Estado de Israel. A partir de esto creo tener el derecho y el deber de hablar con claridad de lo que creo que no se hace bien. Lo mismo a los judíos y los israelíes que a los árabes y los palestinos. No se puede hacer nada que ponga en peligro el Estado de Israel, pero hay que hacer justicia a los palestinos. Yo soy partidario de la doctrina de los dos Estados. La conferencia de Oslo se basó en un principio muy sencillo: paz contra territorios. A partir del momento en que los israelíes se comen territorio, se comen la posibilidad de la paz arrinconando a los palestinos hacia la desesperación. Lo dije en el Parlamento de Jerusalén, ante mucha gente. La Presidenta del Parlamento se fue con una salutación muy seca sin darme las gracias y el antiguo presidente de Israel, Isaac Navon, gran conocedor de la cultura española y sefardí, y conocido mío me dio las gracias en público, pero añadió que mi discurso no agradó a todos los allí presentes. Lo dijo con gran cordialidad. (La continuación, el domingo)



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20 de noviembre de 2009
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