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Escrito por

Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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La soledad de América Latina

Hace 25 años, al recibir el Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, Gabriel García Márquez pronunció un discurso titulado La soledad de América Latina. "La violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia, dijo Gabo, son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento (...) Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida." Al releer el discurso, se nota que pertenece claramente a la corriente intelectual de la dependencia: América Latina en esta visión vive en la periferia de un mundo rico que le quita mucho. Pero más allá de la explicación histórica y económica de América Latina se notaba esta idea de un continente condenado a la soledad.

Al hacer ahora su balance de la historia del continente, el periodista inglés Michael Reid, en Forgotten Continent: The Battle for Latin America's Soul (Yale University Press), vuelve al tema de la soledad. América Latina, dice, "no es lo suficiente pobre para dar lástima, y no es lo suficiente peligroso para provocar cálculos estratégicos y tampoco crece con la velocidad suficiente para animar a las juntas directivas de las empresas. Solo es al nivel cultural que se siente la presencia de América Latina en el mundo. Sus músicas, bailes, películas, novelas y pinturas figuran en la cultura que se difunde en EE. UU. y Europa."

/upload/fotos/blogs_entradas/bolivar_med.jpgEl último capítulo del libro de Reid se titula "La soledad de América Latina". Es un llamamiento a reconocer los progresos del continente. En los últimos 20 años se solucionaron muchos problemas económicos o mejoraron su solución de manera importante: inflación, desigualdad, aislamiento, falta de infraestructura, etc. Hace dos generaciones, la mayoría del continente vivía en un estado casi feudal. Ya no es el caso. Existe el peligro de negar este progreso, de seguir mirando al continente utilizando la vieja visión, la de un Bolívar viviendo sus últimas semanas en su laberinto. Reid cita como ejemplo la famosa carta de Simón Bolívar al general Juan José Flores, el primer presidente de Ecuador (9 de noviembre de 1830):

"1. La América es ingobernable para nosotros;

2. El que sirve una revolución ara en el mar;

3. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar;

4. Este país caerá infaliblemente en las manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas;

5. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos;

6. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caso primitivo, éste sería el último periodo de la América."

Ahora, opina Reid, existe una batalla por el alma de América Latina. Hay que decidir si el continente se reconoce en la visión negra de su pasado, en un mundo donde nada parece posible, es decir, si uno tiene que ser "bolivariano", o si, al contrario, es mejor reconocer el éxito lento de la apertura económica y de la democracia. "Las naciones, como los hombres, no tiene alas; hacen sus viajes a pie, paso por paso" dice Juan Bautista Alberdi, el liberal argentino citado por Reid. De esto se trata: aceptar el progreso demasiado lento, pero real, del continente, en lugar de tirarse en otro supuesto cambio acelerado en nombre de un pesimismo histórico que ya no tiene razón de ser.

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25 de enero de 2008
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De la democracia en América Latina

Entre las tareas asumidas por el periodista inglés Michael Reid al escribir Forgotten Continent: The Battle for Latin America's Soul (Yale University Press) se encuentra algo incómodo, algo que provocará aplastantes polémicas: definir la calidad de la democracia país por país. El periodista lo hace, apoyándose en los trabajos de politólogos que no pueden esconder la necesaria subjetividad, en el momento de establecer una clasificación en tres categorías.

1. Países con democracias consolidadas.

Sólo hay dos países, pequeños países, que pertenecen plenamente a esta categoría según Reid: Uruguay y Costa-Rica. Tienen una historia democrática de más de un siglo, no mantuvieron una parte importante de su población fuera del desarrollo económico y, lo que suaviza la solución de los problemas, tienen una cierta unidad etnográfica. En el libro clásico del politólogo Robert Dahl (On democracy) sólo hay un país de América Latina en la lista de las 22 "viejas democracias": Costa-Rica. El continente tiene todavía mucho camino que recorrer si quiere una vida democrática.

Chile y Colombia son posibles opciones para la primera categoría, según Reid, que sólo admite a Chile a pesar de la cortita historia de su pleno retorno a la democracia (un proceso que se terminó, dice, durante la última presidencia de Ricardo Lagos). Colombia, por sus guerrillas y la escasa presencia del estado en grandes partes de su territorio no puede esgrimir su vida parlamentaria para presentarse como una democracia consolidada y se queda fuera.

2. Países caminando hacia la consolidación de su democracia.

Entonces, Colombia está en la segunda categoría, con Argentina, Brasil, México, República Dominicana y Perú. Son países que van consolidando sus instituciones democráticas, les falta historia, continuidad. La presencia de Argentina se debe, más allá de la violencia, a la politización de su justicia y de su administración pública. Argentina es un país que pasó de la primera categoría a la segunda a lo largo del siglo XX.

En esta misma categoría de países que van para mejor, Reid añade, a regañadientes, Paraguay, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Viven procesos de recuperación, sí, pero son todavía muy verdes.

3. Países donde la democracia es inestable o amenazada.

Venezuela, Ecuador, Bolivia y Guatemala configuran esta última categoría. Los tres primeros países figuran entre los alumnos malos de la democracia, no tanto por las opciones "populistas" de su gobierno sino por el caos de su vida reciente (cambios repetidos de presidente, papel de la expresión violenta en la calle, golpes de estado fracasados, etc.).

A pesar de todo Reid es optimista, nota el progreso de la vida democrática y sobre todo la desaparición del clásico movimiento de péndulo entre democracia y dictadura. En muchos países los ejércitos perdieron su "derecho de veto" sobre la vida política lo que favoreció la aparición, en los últimos veinte años, de una izquierda más social-demócrata, más pragmática. Las elecciones parecen también más limpias, más abiertas. En muchos casos, una descentralización favoreció la vida democrática. Desaparece por fin "la caricatura de una pequeña élite blanca gobernando a masas mulatas o negras". Es un fenómeno amplio, que abarca la vida de todo el continente, resumido por Reid en una frase: "son las sociedades de América Latina y no sólo sus sistemas políticos, que se pusieron más democráticas".

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24 de enero de 2008
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Los modelos imposibles

Unos de los aspectos fascinantes del libro de Michael Reid Forgotten Continent: The Battle for Latin America's Soul (Yale University Press) es la convivencia poco común entre experiencias distintas de América Latina. Existen libros sobre la revolución bolivariana de Chávez en Venezuela, a su favor o en su contra; existen también libros sobre el papel de Pinochet en Chile, a su favor o en su contra; pero hay pocos libros que abarcan en una sola mirada un continente completo. No me gusta el uso del término "populismo", que tiene algo de polémico, a veces insultante, pero Reid no duda en utilizarlo para describir el movimiento en su paisaje económico-político al hablar de un "reto populista" y de una "respuesta reformista". ¿Al final existe un modelo posible, algo que se pueda copiar con una probabilidad razonable de éxito? No, dice Reid al estudiar los cuatro mosqueteros del cambio.

/upload/fotos/blogs_entradas/chvez1_med.jpg1. Venezuela.

Para Reid, se trata de un accidente histórico, el encuentro entre un golpista fracasado y la cotización altísima del petróleo. El régimen político producido por esta experiencia se apoya en tres pilares: el ejército (Venezuela, si uno mira a la lista de sus responsables, es ahora un régimen militar), el programa de televisión Aló presidente (Chávez no puede mantenerse en el poder sin hablar de manera continua son sus seguidores) y por último el apoyo cubano (las misiones de salud o de deportes cubanas han sido capaces de cambiar la realidad social en los barrios pobres, lo que Chávez no conseguía a pesar de sus recursos financieros).

Venezuela es un caso aparte: un hombre, una materia prima muy cotizada. Desaparece el hombre o el precio fuerte y no se hablará más de la revolución bolivariana. Se nota claramente una opinión negativa sobre Chávez: "La democracia corre un peligro más grande [escribe el periodista inglés] que en cualquier otro país" (lo bueno del libro es que se puede leer a pesar de la derrota de Chávez en el referéndum que ocurrió después de cerrar el manuscrito: el libro confirma lo que suele ocurrir tarde o temprano).

2. Chile.

El modelo económico (economía abierta, fuerte ahorro, inversión potente, manejo ortodoxo de los parámetros financieros por un banco central independiente) es eficiente, confiable y tiene futuro. Dentro de diez años, dice Reid, no tendrá sentido para Chile compararse con otros países de América Latina. Tendrá que medirse frente a Europa. Pero tampoco es un modelo: falta un esquema de transición. El "milagro chileno" fue implementado con una violencia tremenda por un régimen militar que obligó a una sociedad aguantar momentos imposibles (hasta 30% de la población perdió su empleo en los momentos más difíciles). Un país puede soñar ser Chile pero no se sabe cómo uno llega a ser Chile.

3. Brasil.

Tampoco se trata de un modelo. Es sobre todo la manera de curar una enfermedad crónica: la hiperinflación. Reid muestra muy bien cómo el gran éxito de Enrique Cardoso fue el plan "real", la creación de una moneda que reconstruye la confianza de la población en el sistema financiero. Después, se hizo muy poco. Pero al mejorar la salud de la economía fue posible para el estado financiar la canasta familiar, verdadero sistema de redistribución hacia los más pobres. Además, por la estructura federal del país y por la presencia ineludible de la corrupción Brasil sigue siendo un caso aparte, inalcanzable para otros países.

4. México.

Ni hablar de un modelo. Es un esquema violento, trastornado, hermético de salida de un régimen de partido único (el PRI) para implementar una vida democrática mínima. Un mejoramiento de la vida pública que trae un poco de fluidez en un país todavía dominado por monopolios económicos y grandes familias. México quizás será un modelo si consigue crear una relación eficiente entre los poderes ejecutivos y legislativos.

En conclusión, no existe, según Michael Reid, un modelo económico que valga remotamente para todos en América Latina. Pero de manera global el continente va para mejor a pesar de la insoportable desigualdad. Esto tiene que ver con dos motivos históricos: una mala distribución de la tierra y una discriminación (que no se dice pero que se cumple diariamente) hacia las poblaciones indígenas. Ahora bien si no hay modelos, ¿dónde está el mejoramiento? Mañana hablaré de política.

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23 de enero de 2008
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Los libros del fallo

El libro de Michael Reid Forgotten Continent: The Battle for Latin America's Soul (Yale University Press) plantea la clásica pregunta sobre la velocidad del desarrollo en América del Norte y del Sur. ¿Cómo se explica el lento crecimiento del Sur con relación al Norte? La respuesta viene en tres teorías que se pueden resumir en cinco libros dice Reid. Y tiene toda la razón. El fallo histórico de América Latina se explica citando a cinco libros. Son los libros del fallo, los que buscan explicar echándole la culpa a factores específicos:/upload/fotos/blogs_entradas/ariel1_med.jpg

1. Ariel (1900) de José Enrique Rodó.

¿Quién se acuerda de cómo este libro de un periodista uruguayo provocó la aparición del arielismo, una corriente de pensamiento nuevo? Era a la vez la visión de la democracia como sistema ineludible y del rechazo del materialismo vulgar de la democracia de EE.UU. Dos años después de la pérdida de sus últimas colonias por España se notaba un cierto cariño por el viejo poder colonial. En el momento de aceptar una América Latina independiente por completo, Rodo pedía la "regeneración" de la democracia ofreciendo a la derecha una agenda anti-liberal y conservadora. Su visión es la de América Latina víctima de su herencia colonial.

2. Dependencia y desarrollo (1969) de Fernando Enrique Cardoso y Enzo Falleto.

El futuro presidente de Brasil y un universitario chileno ofrecieron con este pequeño libro una visión concreta de la dependencia en el desarrollo. Era una manera de rechazar la visión del desarrollo como una serie de etapas al demostrar que los países industrializados conseguían sus éxitos a través de los fallos de los países del tercer mundo. En esta teoría, que se utiliza todavía, el mundo tiene un centro y una periferia, y la periferia tiene limitaciones en su posibilidad de expansión. Es la visión de América Latina como víctima de su dependencia./upload/fotos/blogs_entradas/las_venas_abiertas_de_amrica_med.jpg

3. Las venas abiertas de América Latina (1971) de Eduardo Galeano.

Una gran obra literaria, construida en torno al fragmento. Eduardo Galeano, un uruguayo, difunde a través de una serie de anécdotas históricas, una ilustración total, sin matices, de lo que dice Desarrollo y dependencia. No existe otra obra de un político o de un universitario que haya hecho tanto por configurar la visión de América Latina. Citación: "Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores". Es la visión de América Latina como víctima histórica del capitalismo predador.

4. El otro sendero (1986) de Hernando de Soto.

Al descubrir y medir la importancia de la economía informal, el economista peruano echa la culpa del difícil desarrollo del continente a las instituciones políticas y económicas que atan el libre flujo de la sociedad. A pesar de inspirar varios experimentos, de Soto no consiguió demostrar el alcance de su idea. Es la visión de América Latina como víctima de sus propias cadenas institucionales./upload/fotos/blogs_entradas/the_new_world_of_the_gothic_fox_med.jpg

5. The new world of the gothic Fox (1994) de Claudio Veliz.

A pesar de ser el fundador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Claudio Veliz es una persona que se mueve antes de todo en el mundo académico anglo-sajón. En este libro, publicado en inglés, y que ha tenido poca resonancia en América Latina, da una forma académica a su tesis continua que es una adaptación de la idea del filósofo Isaiah Berlin. El zorro sabe mucha cosas, nota Berlin, al revés del erizo que sólo sabe una cosa. Es lo que explica el desarrollo diferente de América del Norte (descentralizada, flexible, múltiple como el saber del zorro) y América del Sur (centralista, monolítica, con una sociedad poco flexible y una jerarquía dura). Es la explicación cultural del retraso de América Latina en su desarrollo. Es la visión de América Latina como víctima de un centralismo rígido.

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22 de enero de 2008
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Michael Reid y América Latina

Por fin el diario El País de Madrid sacó el sábado el artículo que esperaba sobre el libro de Michael Reid  Forgotten Continent: The Battle for Latin America's Soul (Yale University Press). Es un libro en inglés, claro, pero tarde o temprano debería entrar en el mundo hispano el debate sobre la visión de América Latina que tiene Reid, editor de la sección de América en el semanal The Economist y conocedor reconocido de esta parte del mundo desde hace más de veinte años. Una "multitud de expertos, periodistas y políticos, tanto de la propia región como de Estados Unidos y Europa  niegan persistentemente el progreso" del continente latino, nota Reid, que tiene una fenomenal capacidad para convencer a sus lectores de la visión opuesta: América Latina va para mejor.

Basta escribir algo así para entrar en una polémica pero el autor da la cara y demuestra, a mi juicio, que desde los años 80 (la famosa "década perdida") se nota una consolidación de la democracia  y una estabilidad económica creciente a lo largo del continente. Basta también escribir esto para recibir en seguida la ineludible carga ideológica y el debate sobre si lo bueno viene por malas razones o lo malo por buenas razones. Hay en América Latina una lucha entre un cierto populismo y una voluntad reformista (ambos términos quedan cortos y quiero explicarlo en los próximos días). Hay sobre todo, una dinámica que merece un estudio más allá de las visiones sencillas. En el semanal inglés The New Stateman se lee que el libro de Reid va a gustar mucho a los señores de Washington. Pero en Foreign Affairs de Washington no se nota tanto entusiasmo en la reseña firmada por Francis Fukuyama. Este señor (el que anunciaba el fin de la historia) comete un error tremendo al proponer al lector saltar los ocho primeros capítulos del libro para meterse en el final dedicado a la situación actual en el continente.

Lo bueno, y lo sorprendente de Reid es su manera de entrar en el tema. Su libro sobre América Latina hoy en día empieza en 1810. "La historia y las figuras históricas son referencias diarias de los políticos" destaca el periodista. Eludir esta retórica es no entender los debates actuales en América Latina: tienen que ver tanto con opciones políticas y económicas distintas como con visiones opuestas de la historia del continente. Es la explicación del subtítulo del libro The Battle for Latin America's Soul  (la batalla para el alma de América Latina). El continente olvidado por todos, hasta tal punto que se niega sus progresos, tiene tantos problemas para saber a dónde va como de dónde viene. Esta visión es lo mejor del libro, le da su enfoque, su respiración y lo hace imprescindible. Reid habla mucho de economía pero en el fondo se dedica a un intento de análisis psicohistórico. A América Latina le duele el alma.

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21 de enero de 2008
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El imprescindible llanto

/upload/fotos/blogs_entradas/alan_pauls_med.jpgAhora, no tengo la más mínima duda: a pesar de ser un novelista argentino, Alan Pauls podría ser un autor francés ; Acabo de terminar la lectura de su Historia del llanto y su castellano construido a base de frases largas y de un uso generoso de los incisos se parece cada día más a la música de Marcel Proust.

En el final de La vida descalzo, su ensayo sobre la playa, había robado (un robo vergonzante y tan inteligente que se merece un elogio eterno) una frase de Proust sobre el vínculo entre la lectura y la enfermedad. Tengo mi sospecha con relación a su historia muy personal del llanto y de la necesaria relación del llanto con el dolor. No tiene el valor de robar la famosa frase "La force qui fait le plus de fois le tour de la terre en une seconde, ce n'est pas l'électricité, c'est la douleur" (la fuerza que más veces da vuelta a la tierra en un segundo no es la electricidad sino el dolor), pero hay una música, una respiración de las emociones que pertenecen al novelista francés. Quizás no hay una frase en el libro copiada en Proust, pero todas son muy parecidas.

"Si hay algo en verdad excepcional, eso es el dolor, escribe Pauls... El dolor es lo excepcional, y por eso es lo que no se soporta." Hay que entender esta idea del dolor: no se trata de algo físico, trivial, se trata de la crueldad de la humillación, de la vergüenza. Al contar una vida (¿autobiografía?) Pauls se ubica en detalles sentimentales, personajes cuya falsedad es obvia, momentos de pánico frente a la muerte o a la perdida del ser amado. Aun más, el texto se dedica al llanto como proceso de formación: el niño disfrazado de Superman rompe un vidrio y sufre más de descubrir que no puede ser Superman que de sus heridas.

Al final, y sin decirlo nunca, Pauls demuestra cuánto son necesarias las experiencias negativas y los dolores para constituir una personalidad. Hasta tal punto que su narrador mide sus propias limitaciones en las limitaciones de su llanto. Al no conseguir lágrimas en una situación que supone lágrimas se descubre a sí mismo.

Disfrutar de una felicidad permanente es una situación artificial, peligrosa. Hace poco, leí un ensayo en inglés sobre la necesaria "melancholia" que ponía el enfoque principal en la vida del poeta John Keats. Merece un vistazo. Es otra manera de demostrar lo que dice Pauls: sin llanto, no hay historia.

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18 de enero de 2008
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El fracaso, según Beerbohm

Tengo mucho que decir sobre Sir Maximilian Beerbohm (1872-1956), caso singular de la literatura inglesa. Su única novela, Zuleika Dobson (traducida por la casa editorial Destino), historia de una muchacha tan bella que quitaba la respiración a los estudiantes de la universidad de Oxford, hasta tal punto que todos, menos uno, se suicidaron tirándose a un río, es la obra más ligera, más fresca más inverosímil que se puede encontrar en la literatura de pura ficción. Como todos, empecé por esta novela y descubrí poco a poco los bocetos, las parodias, los artículos. El «incomparable Max» (la fórmula es de George Bernard Shaw) no tiene una obra. No quería tenerla: a los 25 años agrupó siete ensayos suyos en un libro, el primero, titulado Obras de Max Beerbohm, y anunció su voluntad de jubilarse por estar ya fuera de moda.

Por suerte, tuvo dos vidas. Una vida de crítica de teatro, dibujante, ensayista en esta generación de  los decadentes (George Moore, Arthur Symons, Oscar Wilde) que fue una molestia para la sociedad victoriana de Londres al final del siglo XIX; y otra vida de exiliado, en Rapallo, en Italia. Nunca aprendió el italiano y se dedicó a producir una especie de síntesis de lo que fue Londres a principio del siglo XX, de lo que recordaba, de lo que decían sus visitantes. Se describía como «un vínculo interesante con el pasado». Era «el último hombre civilizado» para Rebecca West y «un genio de la categoría más alta» para Evelyn Waugh.

Para mí, era un hombre de tanto talento que me dediqué a traducir y conseguir la publicación en francés de su famoso cuento El hipócrita feliz. Es «un cuento de hadas para hombres cansados» como dice su subtítulo. Es la historia de un hombre que se pega una máscara (que llaman careta en ciertos países) en el rostro para esconder su maldad y, al final, su cara se transforma y se parece a la máscara. Es una metáfora de la «filosofía de la máscara» de Beerbohm: el arte, según él, incluye al arte de vivir, entonces corresponde a cada artista definir una apariencia ideal y asumirla.

El otro texto clave de Beerbohm es un cuento de Siete hombres. Leer Siete hombres en español es un milagro. Alfaguara hizo un convenio con New York Review of Books para traducir unos títulos de su colección de clásicos modernos. Muy buena noticia. Cada mes, me llegan paquetes de Amazon con estos clásicos que son una maravilla. En el caso de Siete hombres, hay una joya cuya lectura es imprescindible. Es el primer cuento. Su título: Enoch Soames. Soames es un escritor y se hace la peor pregunta:  ¿Existiré para la posteridad? No voy a contar la búsqueda de la respuesta, terrible, que es la columna vertebral del cuento. Pero confirma lo que afirmaba Beerbohm: «Se puede decir mucho a favor del fracaso. Es mucho más interesante que el éxito».

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14 de enero de 2008
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Loriga y la ficción

«Queríamos morir jóvenes, pero como Dios cuida de los tontos, aquí estamos», escribe Ray Loriga en uno de los artículos suyos recopilados en Días aún más extraños (editorial El Aleph). ¿Cómo se puede describir este libro? Un «librito», dice su autor en la introducción. Librito me parece muy generoso. Es muy poca cosa: unos artículos publicados en el diario El País, una carta al escritor Rodrigo Fresán, un fragmento de ficción y un cuento.

/upload/fotos/blogs_entradas/dias_aun_mas_estraos_med.jpgLos artículos (hablan de cine, de atentados, de música, de ajedrez) son buenísimos pero es la carta lo que me llamó la atención. Hace poco, descubrí el largo poema de Auden que se presenta como una carta a Lord Byron. Fingiendo escribir a Lord Byron, el poeta inglés utiliza lo que va haciendo (un viaje a Islandia) para hacer un repaso a la situación del arte y de las ideas en su país (estamos antes de la segunda guerra mundial). Es lo que hace Loriga: está en Tailandia, en un pequeño hotel de Khao Lak, en la isla de Phuket, y, fingiendo escribir a Rodrigo Fresán, habla de ficción.

Ray Loriga: «Hubo un tiempo en que la ficción parecía posible pero este tiempo ya pasó, y por qué negarlo, se fue sin mucha gloria». Uno puede preguntarse si es una condena global, definitiva de un género hasta entender que el autor habla de sí mismo. «La ficción», escribe Loriga, «precisa de un entusiasmo, de un rigor, de un talento que ya no tengo, que nunca tuve, en realidad. Por eso ahora me dedico al cine». Lo más sorprendente, añade el autor, es el entusiasmo que tuvo en su juventud para dedicarse a construir una trama, involucrase, entregar su experiencia personal en su escritura. Pitol, Piglia, Beckett, Handke son citados en lo que «no es una carta, ni por supuesto una nota de suicidio» .

Para el lector de El hombre que inventó Manhattan, excelente novela de Ray Loriga, este texto es a la vez una maravilla (Loriga tiene un castellano transparente, directo, sencillo que quita cualquier mancha de retórica inútil) y una pesadilla: ¿podemos perder a este talento? La respuesta viene al final  con un cuento, Virginia se enamora, de una frescura eficiente, con capacidad obvia de crear una tensión utilizando un mínimo de recursos. Loriga dice que es un cuento a lo Salinger pero en realidad uno piensa en otro escritor norteamericano. En el final de su vida, Scott Fitzgerald decía dedicarse al cine pero tenía en su despacho el manuscrito de The last Tycoon. Loriga tiene que cuidar su corazón y recordar que tiene lectores.

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11 de enero de 2008
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Muerte de un profeta

Murió Luis Aguilar León, un filósofo, académico y periodista de la primera generación del exilio cubano a EE.UU. Ludi o Ludy (se usaban las dos ortografías, segun el grado de asimilacion a la cultura norteamericana) era profeta. Su fama tiene que ver con dos textos cortitos que definían el futuro. Y hoy, todavía, basta leerlos para tener una formación acelerada en los dos tópicos fundamentales  para entender a cuba: ¿Qué es la revolución cubana? ¿Qué es un cubano?

El primer texto es una columna, La hora de la unanimidad, su última columna como periodista en la isla, publicada el 13 de mayo de 1960 en el diario cubano Prensa Libre ve en el cierre del Diario de la marina por el gobierno revolucionario el prólogo de «la sólida e impenetrable unanimidad totalitaria». Es un texto de unos párrafos, pero queda en la historia cubana como la última defensa de la libertad de expresión publicada de manera oficial durante la revolución. Provocó a su vez el cierre de Prensa Libre en tres días y la huida del columnista hacia el exilio.

«Frente a la sana multiplicidad de opiniones», escribe Luis Aguilar León, «se prefiere la fórmula de un solo guía y una sola consigna, y una total obediencia. Así se llega a la unanimidad totalitaria. Y entonces ni los que han callado hallarán cobijo en su silencio. Porque la unanimidad totalitaria es peor que la censura. La censura nos obliga a callar nuestra verdad; la unanimidad nos fuerza a repetir la mentira de otros». No hay que quitar una coma a los que era una anticipación perfecta de los debates dentro de la revolucion cubana.

El segundo texto, hoy el más conocido, es un ensayo sobre la idiosincrasia cubana. Es El profeta habla a los Cubanos.  Se publicó en 1986, es decir en la época de tropiezos económicos en Cuba (supresión de la merienda de la mañana en unas empresas, reducción en la oferta de transporte público, etc.) relacionados con las incertidumbres del suministro de la ayuda desde el campo socialista. En otras palabras: la revolución no daba síntomas de agotamiento sino de mero cansancio.

Desde el exilio, Luis Aguilar León no hacía un pronóstico sino un balance de fondo sobre el ser cubano, apuntando a la naturaleza contradictoria del ser cubano. «No intentéis conocerlos», advierte en su texto, «porque su alma vive en el mundo impenetrable del dualismo. Los cubanos beben de una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen con su música. Los cubanos toman en serio los chistes y hacen de todo lo serio un chiste. Y ellos mismos no se conocen».

No existe en la historia reciente cubana un texto que fuera más robado, citado, machacado tanto en la isla como afuera. Existe en forma de cuadros para poner en la pared o de mantel para una mesa. Pero no se trata de algo alegre, para nada, es el pronóstico más acertado sobre lo que va a occurir despues de la Revolución: «Los cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia, y en grupo por su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva la chispa del genio, y los genios no se llevan bien entre sí. De ahí que reunir a los cubanos es fácil, unirlos imposible».

Ludy es la estrella de un libro excelente que salió el año pasado en EE. UU.: The boys from Dolores, de Patrick Symmes (Pantheon Books). Es la historia de los 238 Cubanos retratados en la fotografía del Colegio de Dolores en 1941, una escuela jesuita en Santiago de Cuba. Entre Ellos figuran Fidel Castro Ruz, el dictador jubilado, y Ludy. Los dos hombres vivieron cinco años en el colegio de Dolores y cuatro anos más en la Universidad de la Habana. Su historia es la historia de la revolución cubana, la historia de una fractura, política, social, ideológica y por fin geográfica entre dos Cubanos. Como dice el profeta de Luis aguilar León: «Un cubano es capaz de lograr todo en este mundo menos el aplauso de otro cubano».

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8 de enero de 2008
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Leer y como leer

Gustavo Guerrero hizo un excelente comentario a mi post del 21 de diciembre sobre el atardecer del libro.  En dos palabras, mi post aprovechó la publicación de dos artículos (en el LA Times y sobre todo en The New Yorker) para plantear el problema de uan posible reduccion de la lectura como actividad. Gustavo Guerrero cita en su comentario una encuesta sobre los lectores canadienses y nota una contradicción: la lectura de los libros da signos de debilidad en EE.UU. pero se mantiene en Canadá. Lo que le hace decir: no hay tendencia global.

/upload/fotos/blogs_entradas/teoras_de_la_lrica_med.gif(Un poco de transparencia: Gustavo Guerrero es un amigo venezolano que vive en Paris, un poeta, un profesor de literatura, y sobre todo la persona que lleva el sector de la literatura hispánica en la casa editorial Gallimard. Es una persona clave como se puede imaginar para los autores latinos y aun más para los lectores franceses).

Y Gustavo, sí, tiene toda la razón (además, acaba de salir otra encuesta sobre Canadá que confirma la resistencia de los lectores canadienses). Quizás me equivoqué en el enfoque de lo que escribía. Para mí, el problema no es tanto saber si sube o baja la lectura, si viene o no viene el libro electrónico. Para mí el problema es entender lo que será la lectura mañana. Leer un libro en papel, es decir una serie de páginas encuadernadas cuyo orden no puede cambiar, a veces con un índice al final es una experiencia que participa de lo que McLuhan llamó la galaxia Gutenberg. Leer en la pantalla, es decir en un mundo que tiene ya -en el caso de Internet y que va a tener en muchos otros soportes-  palabras, imágenes, sonidos, videos y herramientas de interactividad, es obviamente algo distinto. Es salir del texto lineal y continuo para entrar en un mundo discontinuo donde el uso de palabras no puede esconder la renuncia a lo que ofrece el otro mundo: este texto, lineal y continuo.

/upload/fotos/blogs_entradas/the_monk_and_the_book.gifSabemos que pasar del volumen, es decir el rollo de papel, al codex (las paginas con un texto en ambos lados de cada hoja), fue una etapa decisiva en la historia de la escritura y del pensamiento. Existen investigaciones sobre la historia del cristianismo como movimiento religioso que se apoyó en una tecnología nueva: el libro -hay que leer Christianity and the Transformation of the Book: Origen, Eusebius, and the Library of Caesarea de Anthony Grafton and Megan Williams (Belknap Press/Harvard University Press) y The Monk and the Book: Jerome and the Making of Christian Scholarship De Megan Hale Williams (University of Chicago Press)-. Ahora, en el paso del libro a la pantalla que empezamos a vivir, el texto, creo, no va a salir ileso. Es lo que me preocupa y que tocaba el articulo del New Yorker.

Este post es muy técnico. Pido disculpa por esto pero me parece imposible trabajar en Internet y tener un interés para la literatura sin preocuparse por el futuro del texto. Para los que quieren profundizar en el estudio del tema, hay que leer The economics of attention de Richard Lanham (University of Chicago Press). Es un fracaso excelente: al intentar crear una nueva economía (la economía de la atención) el autor tiene que discutir lo que será el futuro del texto. Poco a poco se hunde en el tema del estilo y del fondo de lo que se dice para expresar un contenido. De esto se trata. Puede ser, tal como lo imagina Gustavo, que vamos a guardar la cuota de lectores que tenemos, pero no sabemos si harán la misma lectura.

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2 de enero de 2008
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