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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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Ni efímera ni municipal

/upload/fotos/blogs_entradas/campo_de_agramante_med.jpgAsí pretendió desde sus orígenes el poeta Caballero Bonald que fuera Campo de Agramante,  revista cultural que nació a la sombra de su fundación, en Jerez de la Frontera. Efímera, desde luego al celebrar sus primeros diez años, ya no conseguirá serlo. Lo efímero no se dilata tanto, no resiste el paso de los años. ¿Y municipal? ¿Por qué ese desprestigio de lo  municipal? Será que lo municipal nos recuerda a los guardias, los alcaldes, los pequeños casinos y esas revistas, publicaciones y mamotretos que suelen subvencionar las Diputaciones Provinciales para contentar a los recaudadores de votos.

Alguna vez escuché que alguien proponía para terminar con nuestros desencuentros históricos que en vez de ser una España de las autonomías fuéramos una España de los municipios. Y creo que aún así nuestras desavenencias y desencuentros no tendrían solución. Ni proponiendo una España de barrios. Yo no me fío de la mayoría de los de mi barrio, ni me siento muy unido. Vamos, que no conozco a la mitad de mi escalera, ni me importa, como para pensar en barrio, municipio, provincia, autonomía, estado. Eso me suena a propuesta falangista.

Ahora entiendo que Caballero Bonald no quiera que la revista tan abierta, aunque inevitablemente minoritaria, sea poco municipal. Será jerezana porque la paga el ayuntamiento, la caja de ahorros de la zona, la diputación o los que sean pero, estando bajo la vigilancia de Caballero Bonald, nunca será municipal. Podría haber sido efímera, pero como no quiere ser popular, como no compite nada más que por su deseo de excelencia, de minoría por alejarse del populismo, es posible que tengamos esta revista discretamente universal y cosmopolita, fabricada desde una casa del municipio de Jerez.

Espero seguir brindando por revistas como ésta.

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30 de mayo de 2008
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Amores imposibles

Estuve disfrutando en uno de los conciertos madrileños  de Ana Belén. Me enamoré de ella cuando éramos muy jóvenes. Y todavía me dura. Me parece una delicia de dulce provocación, de voz, de cuerpo y de lo demás. Todo, pero todo, para mi querido Víctor Manuel, que lo goce. Cuando me enamoré, ella estaba en un teatro, era una hija del Rey Lear. Los dos éramos adolescentes. Ella no me vio, estaba empequeñecido en mi butaca, escondido entre el público del Teatro Español. Después se hizo muy famosa por músicas, letras y actuaciones. Siguió, casi desde siempre en compañía de Víctor Manuel, creciendo como actriz, mujer y cantante. Ha sido comprometida, luchadora, madraza y nunca olvida que una vez fue una chica de Lavapiés.

Es uno de esos pequeños -o no tanto- mitos que uno ha tenido la suerte de conocer. Sigo fiel a mis amores imposibles. Me gusta imaginar cosas cuando la escucho emplear sus seducciones. Sé que es un juego de actriz, pero es un placer dejarse llevar por la imaginación de historias imposibles.

El otro día, en uno de esos cines de la Gran Vía que ahora es un teatro, me hizo volver a ser el adolescente enamorado que un día fui. Una historia imaginaria que todavía no ha muerto del todo. ¡Qué raros somos!

Cuando salí me la tropecé por muchas esquinas. Está anunciando, desde su hermosa madurez, con su sonrisa llena de dientes, algún producto de belleza. En eso terminan muchos de nuestros mitos, en una valla publicitaria. Un buen sitio para mantener los sueños en público.

Y Ana, por su evocación, su recuerdo y homenaje a la canción italiana, a las canciones del gran Francesco de Gregori, al deseo de ver, escuchar y leer a otro de los cantantes italianos preferidos. El escritor y cantor, Roberto Vecchioni. Aquí no lo conoce nadie, pero el viernes se le podrá ver en el Instituto Italiano de Madrid. Y además se puede leer su novela El librero de Selinunte, editada por la muy italianizante y excelente editorial Gañir. De eso hablaremos otro día. No quiero despistarme de Ana y mis lobos.

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28 de mayo de 2008
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Dios no es bueno, ni malo

Soy de la generación de los adolescentes del mayo del 68. Es decir, soy de los que no se enteraron de nada. Después hice un máster sobre los millones que estuvieron en el concierto de Raimon de la Complu que venían directamente de las barricadas parisinas. Aprendí mucho de la verdad de las mentiras. De la imaginación que se subió al poder de nuestras ilusiones. Pronto fui descreído y me chocó cantar aquello de "buscant a déu, al vent del món". Mi pandilla ya no buscaba a Dios. Ni esperaba su llegada. No es que creyéramos que el Mesías no iba a venir... sino que ¡ni iba a llamar! Y así sigue, sin dar señales, ni sms.

/upload/fotos/blogs_entradas/dios_no_es_bueno_med.jpgEl otro día, camino de Huesca y Monzón, en un taxi con la emisora de los obispos a toda mecha, comprendí que nunca me caería de ningún caballo. Que nunca sería Pablo. Ni de Tarso. Aquellos hombres de Dios soltaban todos los demonios radiados y amplificados. Desconecté, decidí sumergirme en mi lectura: Dios no es bueno, de Christopher Hitchens, escritor inglés, disidente y ateo al que tenemos muchas simpatías desde que hace años nos acercó un poco más la figura libre, crítica e independiente de George Orwell. El mejor de los escritores combatientes en el bando que no se apropió del nombre de Dios para matar en vano.

El libro de los sin Dios que ha escrito este ateo, gracias a Dios, es un libro sobre la gente buena, ética y solidaria. Gente que nunca denigrará, condenará ni quemará a nadie por su religión. Ateos que se descalzan en una mezquita, se cubren la cabeza en una sinagoga y entran con respeto en todas las iglesias. Amigo de Ian McEwan, de Rushdie, buen tipo que se conforma con vivir sólo una vez, escribe: "Dejo para los creyentes lo de quemar las iglesias, mezquitas y sinagogas de los demás, cosa que siempre se puede estar seguro de que acabarán haciendo".

/upload/fotos/blogs_entradas/pajaritashuesca_med.jpg

Estoy en Huesca, en el parque Miguel Servet -aragonés, "herético" y quemado lentamente en una picota con húmedos haces de leña- visito las esculturas de las "pajaritas". Un espacio para los niños que construyó un hombre bueno, Ramón Acín. Pintor, escultor, intelectual y ácrata, nunca quemó ninguna iglesia; amigo de Buñuel -pagó con dinero de la lotería su documental de las Hurdes- y ateo. Llegaron los que luchaban en nombre de Dios y lo fusilaron. Para no dejarle solo, también mataron a su mujer. Hoy la escultura de las pajaritas es el emblema de la ciudad. De la ciudad de todos. Con Dios o sin Dios.

Vuelvo y me tropiezo con dos buenas personas sin Dios: Gaspar Llamazares, que busca renovación del púlpito laico, y, ¡ay!, con Ana Belén. Mañana vuelve al cante. Con Ana siempre pienso aquello de Raquel Meller: ¿dónde habrá aprendido este ángel tanta diablura? Dios y el diablo en la voz de Ana.

Artículo publicado en: El País, 25 de mayo de 2008.

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27 de mayo de 2008
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Literatura como una tauromaquia

Los ilustrados y sediciosos españoles, levantiscos, panfletarios, volterianos, constitucionalistas, afrancesados, moralistas o inmoralistas, que hicieron sus sátiras contra los toros tienen toda mi simpatía: de León de Arroyal al abate Marchena, españolazos, antitaurinos y, sin embargo, tan nuestros. Antes de Vicent algunos, desde la razón y la literatura, ya estaban luchando contra la España del "pan y toros".

Cuando me pongo a razonar me siento un Vicent. Pero cuando me pongo a disfrutar me miro en el espejo de Bergamín. Será por lo feo y sentimental. O quizá porque cuando encuentras sus palabras escritas sobre ese arte de birlibirloque, tan razonable, tan cabal, llenas de ingenio, de sabiduría popular (aquello que decía Lagartijo: "¿Qué viene el toro? Te quitas tú. ¿Qué no te quitas tú? Te quita el toro") y de música callada, de soledad sonora, de misterio, entiendes mejor que "un monstruo de la fortuna es el toro". Y que el "torero es un laberinto de la razón". Eso somos, razón y fortuna. Una faena en el ruedo ibérico.

/upload/fotos/blogs_entradas/lpez_pinillos_med.jpgTambién en el cartel mínimo e imprescindible de la prosa de toros deberían acompañarnos, López Pinillos con su novela Las águilas, para entender mejor a los aficionados, su forma de hablar, de quejarse o de callar, como el maestro Antoñete. Si pretendemos reconocer la voz de un torero, toda una mitología del toreo: leer la biografía sobre Belmonte del periodista y gran escritor Manuel Chaves Nogales.

Michel Leiris quiso ser torero con la literatura, no lo consiguió. Para eso hay que ser Rafael de Paula y escribir como Lorca. Entendió que había que mirar de frente al toro, como en un espejo perverso. Esa literatura es la que pretende José Tomás. A los que no podremos ver sus suertes, nos queda la lectura. La música callada del toreo.

Artículo publicado en: El País, 25 de mayo de 2008.

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26 de mayo de 2008
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Poetas de la ciudad

Todas las ciudades tienen sus poetas. Estoy en Córdoba, la ciudad de los Omeya, de los poetas, los filósofos, los matemáticos y los constructores de jardines, palacios y mezquitas. La ciudad de Góngora, poeta de poetas, solitario y jugador, con su seriedad de alejarse por las callejas. Y Córdoba, más cercana con los poetas de "Cántico", aunque Lorca nos dejara para siempre esa imagen de una ciudad lejana y sola, menos sobria, más barroca en este día del Corpus. Día verdaderamente reluciente. ¿Os acordáis? Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol. Hermosas mentiras de nuestra infancia, frases que no las borra el tiempo ni el descreimiento.

En Córdoba, con algunos poemas de Ricardo Molina: "¿Es esta aquella Córdoba que amamos?/¿es esta aquella Córdoba de melifluas voces/cuyo acento de vísperas llegaba hasta nosotros, / cuando Bernier lo mismo que a escolares ingenuos/ nos llevaba a admirar el patio de un convento?"

Esa Córdoba de lo poetas que en el franquismo querían celebrar la vida, la escapada de la "solera pálida, en las viejas tabernas patriarcales". En esas tabernas en que otro poeta cordobés, Pablo García Baena -que acaba de ganar el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana- leía églogas y buscaba mercenarios abrazos en recónditas tabernas. Poeta ideal para pedir noticias de Córdoba en un día de mucha luz en la ciudad ni lejana ni sola. Edén perdido. Armonía de nombres: Muro de la Misericordia, Alcázar Viejo, plaza de los Aguayos, Piedra Escrita, Tesoro, Hoguera, Cidros, Mucho Trigo, calles que el poeta recorrió, que vuelve a recorrer cuando nombra.

García Baena que termina uno de sus poemas a la ciudad, a su ciudad, con el viejo lamento de lo que fue y ya no es:

"....Usura y avaricia/ la heredad repartieron destruyéndola,/dividieron tu duelo,/ echaron suertes/ sobre el solar patricio,/fonsque sophiae,/mientras te disfrazaban percalinas/ para un siniestro carnaval turístico,/oh inmortal, eterna, augusta siempre,/oh flor pisoteada de España."

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23 de mayo de 2008
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Olores

Recuerdo que una vez Mary Quant había dicho que el olor más atractivo del mundo es el del sudor fresco y caliente. No recuerdo muchas cosas que decía sobre lo olores y que reinterpretaba Guillermo Cabrera Infante. Ayer sentí ese olor en una camarera de un bar vulgar en un pueblo aragonés llamado Monzón. Creo que la chica era de un país del Este. Me entretuve en la barra, bastante solitaria, con apenas dos o tres hombres de los que no me interesaba ni su charla, ni su olor, ni nada. Sin embargo cada vez que ella se acercaba una sensación de placer, un olor que no venía de ningún perfume, que venía del perfume del cuerpo.

Creo que la Quant se quejaba, decía  que los hombres ya no huelen. No sé que pasa con el olor de los hombres, algunos si huelen y no me gusta. Sin embargo el olor, el sudor de las mujeres, de algunas, y algún tipo de sudor que no sabré definir, ese sí es mi perfume preferido. No sé definirlo, pero sé reconocerlo. Me encantaría encontrar un perfume con ese olor a mujer sin perfume. O bien, encontrar muchas mujeres a las que se pueda oler para tener placer mayor que el más agradable de los vinos.

Es verdad que el olor, incluso ese que se considera mal olor, según de quién proceda es un delicioso perfume.

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22 de mayo de 2008
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De la agricultura a la cultura

No se qué son los acebuches. No sabía que la avena era valiente y crecía en la peor tierra. Ni que la alfalfa es un poco más exigente. Y no tenía ni idea de que el trigo necesitara la mejor tierra. No sé mucho del campo. No sé mucho de muchas cosas pero no saber de la naturaleza, del campo, de los cultivos o de la agricultura me parece haber perdido demasiado tiempo. Mi cultura me hacía, me hace, siempre estar más atento a lo que pasa en Nueva York que lo que pasa en la provincia de Cáceres. Estoy leyendo las peculiares memorias, la última obra narrativa, del editor y escritor Julián Rodríguez, "Cultivos". Otra pieza de su particular resistencia que comenzó con "Unas vacaciones pagadas en la miseria de los demás". Ahora sigue esa senda en Cultivos, un libro que me conmueve por la manera -sin nostalgias ni pedanterías- en que se busca a sí  mismo buscando en el mundo rural, esa "patria rural" a la que se refería Sciascia, ese mundo que está en la vida de la infancia, en la vida que vivieron los hombres, los campesinos españoles que conocieron un mundo dónde lo que importaba era la conquista del pan.

Un mundo tan cercano y ya inexistente. Un mundo con una cultura mucho más profunda que la cultura de los hijos de la televisión. Un mundo raro en el que no era necesario el Internet. Un mundo del que quiero saber más, recibir más emociones como las que nos acerca el texto de Julián Rodríguez.

Culto: acción de cultivar o practicar algo. Derivado de colere: cultivar, cuidar, practicar, honrar.

Decimos cultura y cultivar -según Corominas- desde 1515.

Y decimos cultivo desde 1644.

¿Qué decíamos antes de decir cultura, antes de decir cultivo?

No es fácil la vida en el campo. No es fácil para los campesinos. No podemos tener nostalgia, ni añoranza de ese mundo dónde la espalda se quiebra muchas veces al día. No queremos vivir ese mundo y sin embargo algo sentimental nos hace querer cultivarnos más en el mundo de los cultivos. No deberíamos estar tan lejos los de Madrid, de Nueva York o de Buenos Aires a los de un pueblo del desierto mexicano, un pueblo de las Hurdes o un lugar de la Mancha.

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20 de mayo de 2008
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Entre bárbaros, inquietudes y poetas

Fue en Granada. En la ciudad que sabe cantar y beber. En el festival poético que premia, en el nombre de Federico, cada año a un poeta. Éste ha sido el año de uno de los poetas bebedores, Paco Brines. El poeta que no sabía de Dios, que insiste en Luzbel y que celebra con muchos al amigo que se fue, a esa puerta para quedarse que se llama Ángel y conduce a lugares propicios para el amor, la nocturnidad y la bebida. Recordado Ángel González, que vive con libro póstumo, Nada grave. Recordado por Brines y otros amigos que vinieron después, se hicieron poetas y supieron ser nuevos bárbaros para ser razonables ciudadanos. Urbana pandilla: "Amigos. Nadie más. El resto es selva". Eso escribía otro poeta, Jorge Guillén, siendo joven e indeciso, en años de guerra y en la selva franquista que entonces fue Sevilla. Guillén otra vez está de librerías con unos cinco kilos de poemas. Buen alimento.

/upload/fotos/blogs_entradas/enrique_morente_med.jpgEn la selva de Granada, además de ilustrados nuevos bárbaros, también hay bárbaros veteranos que hacen música y también pactan con Luzbel para que la noche no termine. Uno es Miguel Ríos, mucha carretera, mucha memoria; y otro, Enrique Morente. Otro maestro en nocturnidades, cervezas y otras cosas de beber que no han impedido que conserve una voz para hacernos creer en todos los demonios. Dice Miguel, y tiene razón, que Morente es lo más parecido que tenemos a Van Morrison. En voz y aspecto. Morente más alto, con mejor genio y con más flamenco. Un disco de esos dos pájaros de un tiro nos volvería a llevar a las plazas de toros como si estuviéramos ante el posible encuentro entre Belmonte y José Tomás.

El cantaor de Granada, el universal Morente, con muchas cosas se ha atrevido en su vida de artista. Vanguardista de manera visceral, buscador sin necesidad de ilustración, ilustrado por la gracia de la naturaleza. No está en el canon de las vanguardias poéticas que acaba de publicar Andrés Soria Olmedo -imprescindible libro de este granadino lorquiano y cercano- porque no se le ocurrió nacer antes ni escribir poemas. Morente debería estar, estará, en los libros que hablen de las vanguardias del cante. Morente, que dentro de poco presentará su disco con letras de Picasso. Más difícil que cantar el listín de teléfonos. Un disco para el malagueño que supo llorar por un lugar de Euskadi llamado Guernica. Allí, cerca del árbol de Guernica, presentará el disco este cantaor andaluz que también, como Pablo, como Federico, como los poetas, como nuevos bárbaros que defienden la razón ilustrada, como las personas decentes, hoy lloran por otro muerto en Euskadi, por un malagueño asesinado por la mala gente que se esconde. Por ese guardia civil que somos todos.

Artículo publicado en: El País, 18 de mayo de 2008.

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19 de mayo de 2008
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Miedo al vacío

Uno nunca sabe quién está al otro lado. Incluso no sabe si alguien estará interesado por los pensamientos dispersos, las ideas volanderas, las propuestas de ver, mirar, escuchar o ignorar algo. Esto de un blog es algo muy extraño. Mucho más si no estabas acostumbrado al orden que impone un diario. Me gusta meterme en los diarios ajenos como me gustaría haber mirado por la cerradura de la habitación de Ava Gadner y Frank Sinatra. Aunque mucho más me hubiera gustado ser Sinatra, con la Mafia y toda la familia incluida, Mia Farrow, especialmente.

Hoy, en la presentación de un libro de Julián Rodríguez-  uno de los autores y editores que más me interesan, uno de los más peculiares, libres y verdaderos que se mueven por éste campo de rastrojos que es la literatura española y del que hablaremos un día de éstos- he coincidido con amigos de lecturas, copas y algunas guerras pasadas. Varios mantienen un blog, algunos ya son verdaderos veteranos en esta forma de estar cerca y lejos de gentes que no conocemos. ¿Quiénes son? Si es que son.  Y, ¿cómo son los que nos dicen cosas? Y, ¿cómo serán los que se callan?

Los amigos con "blog" tienen, tenemos, un miedo compartido. El miedo al vacío. El miedo a no tener diálogo, respuesta. No tener ni amigo, ni contrincante. Con esa sensación, con ese miedo, habrá que seguir escribiendo, siempre preocupados que nadie nos conteste. También sería preocupante que hubiera muchas respuestas. Esta claro que lo mejor, en estas cosas del hacer para fuera, sería no hacerlo. Pero seguimos, no sabemos bien por qué. Ni para quién.

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14 de mayo de 2008
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El nacionalismo no se cura viajando

El avión que me llevó a Buenos Aires se llamaba Pío Baroja. Me da tranquilidad viajar en un avión con ese nombre. El escritor no hizo muchos viajes. Nada que ver con los viajeros de nuestro tiempo. Lanzados a conocer el mundo y sus maravillas. Rápidos viajes a cataratas,  selvas o finisterres de inmensidades vacías. Don Pío fue más de viajes por su habitación, con sus viejos libros comprados en Moyano. Feria que ahora termina en Recoletos y que presentó, en homenaje a Fernán Gómez  una lectora llamada Emma Cohen.

Aquí dejé la  feria del libro viejo y me fui a la nueva feria en la libresca capital de Buenos Aires. Habían desembarcado muchos amigos escritores, los mismos que me encuentro sin moverme del barrio y decidí poner un poco de paisaje por medio y me marché a la Patagonia.  Helado fin del mundo dónde hay un interminable surtidor de cubitos de hielo, glaciar que tiene nombre de un  perito que nunca estuvo allí.

Ver panoramas considerables, paisajes de belleza abrumadora, de hielos más perfectos y hermosos que los de cualquier güisqui. Ir al sur del sur. Hacer el viaje que tanto costó a Darwin en unas pocas horas de avión y en cómodos coches que te llevan a un hotel con vistas a la helada y viva maravilla.

Frente al espectacular panorama recordé a Plá -ahora reeditadas sus notas y cuadernos- cuando decía que en el Ampurdán no había panoramas considerables: "En este rodal a los paisajes los llamamos vistas". Mundano hombre de pueblo que no se deja sorprender con un espectacular paisaje.

No somos Plá y fuimos al viaje como recomienda el maestro, casi secreto, Juan Filloy: "Cuando usted viaje, deje su vida en su casa, en su pueblo, en su ciudad. Es un artefacto inútil". Eso sí, no olvidar las tarjetas de crédito.

Y si  se quiere pasear sobre el glaciar, hermosa y extravagante caminata, se deberían dejar los nacionalismos. Pero no. No hacen caso a Baroja, ni a Filloy ni a Camba, del que ahora se recuperan sus escritos nada nacionalistas, sus humorísticas maneras de ser español. Allí van los turistas con sus banderas. Hasta con las de su equipo. Y  allí, en el fin del mundo, hay que soportar que algún turista haga un brindis por Dios y contra Darwin. Por la Patria en mayúsculas. Y por la Madre Patria con más fervor que Carmen Chacón. Cuando ya creía poder beber mi güisqui con hielos del glaciar, el patriota gritó el último de los brindis: "Por nuestros gobernantes, para que encuentren la luz y la justicia al dirigirnos" Bajé mi vaso. No brindé y recordé algunas cosas de los gobernantes de su país. Era colombiano. Recordé de los gobernantes argentinos. De otros. Y terminé por recordarnos. Tengo que brindar más y beber menos. Viajar más, pero dentro de casa.

Artículo publicado en: El País, 11 de mayo de 2008.

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12 de mayo de 2008
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El Boomeran(g)
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