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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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El Planeta y otros tópicos

Solemos despachar el Premio Planeta como un premio mediático, de mucho dinero, mucho ruido y poca literatura. No es así. Y no lo ha sido en muchas ocasiones de su ya dilatadísima historia. Si tuviera la capacidad y el tiempo necesario, me dedicaría a escribir una novela pensando en ganar el Premio Planeta. No me conformo, como Juan Benet, con ser finalista. Hay que ganar, como Millás, Muñoz Molina, Marsé, Vázquez Montalbán, Alvaro Pombo, Vargas Llosa, Cela, Bryce Echenique, Sender o Antonio Prieto, esos nombres son algunos de los escritores que admiro en grado y forma diferentes. El Planeta les ayudó para llegar a más lectores. Les cambió la vida, la economía, el reconocimiento y los siguientes libros. Muchos escribieron su mejor libro, otros el peor, pero todos están de distinta forma, con diferentes razones, encantados de haber pasado por ese premio, por esa historia. A pesar del disparatado juego al que se tienen que someter. Poco que ver con la literatura, mucho con el espectáculo.
 
No me olvido, entre otros, de algún premiado que no conoció nada de eso. Hablo de Ángel Vázquez, que ganó el premio demasiado tarde. Demasiado perseguido por las deudas, atrapado por el alcohol, oculto en su máscara y a poco tiempo de su prematura muerte. Eso sí, murió con menos deudas aunque para el entierro hubo que recurrir al "viejo Lara", al creador de los premios, para poder tener una cierta dignidad en el último, y como tantas veces en su vida, también casi secreto viaje. Un gran novelista que también pasó por el premio Planeta.
 
De Savater, y de Ángela Valvey, hablaremos otro día. Ahora me parecía un buen momento para recordar que este premio tan poco querido por muchos lectores, por los "lletraferits", también cumple su misión evangelizadora con los escritores. Saca a muchos de la precariedad y el anonimato. Aunque muchos de su nómina de ganadores no lo hayan merecido. Tengo que volver a mirar hacia atrás, hacia la historia del Planeta, sin ira. En realidad tengo que mirar casi todo sin ira. Incluso lo que me irrita tanto que... en fin, mejor me callo.

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16 de octubre de 2008
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Más libros, menos árboles

Me tocaba hablar para los alumnos que habían terminado los másters en Comunicación y Cultura que organizan la editorial Santillana y la Universidad de Salamanca. No dudé en decir que lo haría encantado porque se trataba de ir a Salamanca. Me gusta escaparme a esa ciudad de queridas piedras, de queridas cosas. Resultó que habían decidido, a petición de los alumnos, cambiar la entrega de diplomas a Madrid. Me deben una escapada a Salamanca. Hablábamos del futuro de la edición, de la cultura en Televisión y de los futuros gestores culturales. No había que ser apocalípticos. /upload/fotos/blogs_entradas/los_aforismos_med.jpgMejor seguir siendo un poco ingenuos, mantener dosis de optimismo, olvidar algunas realidades, algunos datos y algunas personas.
Había, eso sí, dar ciertas pistas partiendo de nuestra propia experiencia. Más allá de algunas historietas, de algunas anécdotas, me pareció que lo más eficaz era recomendar dos libros. Dos libros como dos catecismos para moverse por ese complejo mundo de lo cultural y alrededores.
 
Uno de mis libros de cabecera. Los aforismos de Lichtenberg, editado por Fondo de Cultura Económica, con edición coordinada por Juan Villoro. Lichtenberg, ese pensador, lector, escritor y letraherido que pidió que "los jardines deberían ser universidades y los árboles libros". No lo consiguió, todavía quedan muchos árboles que nos impiden leer algunos libros. Y hay más jardines que universidades. Es lo que tienen las utopías. Recordé algunos otros aforismos sobre escritores y libros. Uno: "El único defecto de los escritores realmente buenos es que casi siempre ocasionan que haya muchos malos o regulares". O este otro: "Aquello tuvo el efecto que por los general tienen los buenos libros. Hizo más tontos a los tontos, más listos a los listos y los miles restantes quedaron ilesos".
 
/upload/fotos/blogs_entradas/el_hombre_sin_atributos_med.jpgEl otro libro lo acabo de leer. Una joya divertida e inteligente. Uno de esos libros contra la pesadez, la pedantería y el peso excesivo, el prestigio postizo que tiene el leer o no leer. Ante aquellos que aseguran haber leído ocho veces En busca del tiempo perdido está la legión que confiesa no haberlo leído. Un libro contra el prestigio de la lectura y con los trucos necesarios para moverse entre lectores y no parecer iletrado. Se llama Cómo hablar de los libros que no se han leído, del profesor Pierre Bayard y publicado en Anagrama. Divertido recorrido por algunas reivindicaciones de no lectura. De Musil y su bibliotecario de El hombre sin atributos, a los olvidos lectores de Montaigne. De los hojeos rápidos de Valéry a los seis minutos que había que dedicar a cada libro según Oscar Wilde. El mismo que decía: "Jamás leo libros que debo criticar, para no recibir su influencia".
 
No creo que les fuera de mucha utilidad lo que intenté comunicar a esos futuros intermediarios entre nosotros y nuestros libros pero, eso sí, lo dije con la sinceridad de un buen lector de catálogos.

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15 de octubre de 2008
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Millás

Sigo a Millás desde su prehistoria de escritor. Todavía trabajaba en Iberia, aunque no creo que mucho y era capaz de ordenar escribiendo muchos desórdenes de nuestra vida tan pequeña por fuera, tan complicada por dentro. Es algo mayor que yo, pero no importa, sabe mucho más y mira mucho mejor. Y escribe, casi cada día, como a uno le gustaría escribir. Por aquello, por esto y por muchas cosas más, me alegro de su Premio Nacional de Narrativa. La misma novela que, ahora hace un año, fue premiada con el controvertido Planeta. /upload/fotos/blogs_entradas/el_mundo_med.jpgUna novela que es puro Millás. Esa marca que reconocemos en sus columnas, en sus reportajes, en su narrativa y en su memoria de unos años que estaban llenos de miedos, de oscuridades, de amenazas y de otras historias para no dormir que nos hicieron descreer de casi todo. Millás, en El mundo, que así se llama la novela tan agraciada, contaba nuestros temores. Los mismos, o parecidos, infiernos de los que nos salvamos. Duraron varias generaciones y todavía son, y serán, alimento de muchas de nuestras novelas. En sus páginas encontramos la verdad de aquellas mentiras. Cuando cuenta su historia también cuenta la nuestra.
 
"...El infierno quedaba a la vuelta de la esquina, se podía ir dando un paseo, a veces bastaba tropezar en una piedra para caer en él. Si esa noche te habías masturbado y morías, ibas al infierno. Si habías chupado un caramelo antes de comulgar y morías, ibas al infierno. Si te atacaba en medio de la clase de Lengua un pensamiento impuro y morías, ibas al infierno... Era más fácil terminar en el infierno que en la prisión, pese al premonitorio ‘acabarás en la cárcel' de las madres de la época. Afortunadamente la confesión ponía el marcador a cero."
 
Salimos de aquel mundo. Nos enteramos, quizá un poco tarde, de que la vida iba en serio. Y que el infierno eran los otros. También nosotros. Y aquí seguimos, supervivientes y condenados.

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14 de octubre de 2008
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Sin misericordia, sin letra, sin himno

Hace años, tentaron al poeta Joan Margarit para participar en la Operación Letra para el Himno de España. Hizo el viaje, trajo unos versos y comió con amigos poetas convocados para la causa. Rieron y bebieron hasta que llegó el momento de la verdad. Había que visitar La Moncloa y conocer a aquel prosaico presidente que decía amar la poesía, aquel lector que hablaba el catalán en la intimidad. Margarit, que conserva el catalán de La Segarra mezclado con el de Barcelona, contaminado por el castellano del franquismo, mostró sus versos para el himno que estaban escritos en su idioma materno, el catalán. Y así se deberían quedar. Allí terminó la reunión.

Seguimos siendo una nación sin himno, pero, al fin, somos un premio nacional que sabe que la patria del poeta es la poesía. Margarit habla un preciso español que se forjó escuchando canciones de amor por la radio, mirando a las mujeres, jugando a la pelota en la calle, creciendo en el Tenerife de los años cincuenta y sin turismo, viajando en barcos hasta la Península, cruzando las ásperas tierras en trenes nocturnos, viendo niños que miraban con ojos de color de hospicio, recordando casas de misericordia, hipócritas caridades, refugios que no hogares, no casas, de una patria cruel, sin perdón, sin piedad. ¿Qué himno podría hacer Margarit? ¿Qué himno esperaba aquel que sería señor de la guerra? ¿Qué versos esperaban de un poeta que no esconde la tristeza, ni la alegría, ni el llanto, ni la misteriosa felicidad? No es poeta para himnos.

En Madrid, y en otros lugares de nuestra tierra sin himnos, hemos podido disfrutar con las palabras, los poemas, de un poeta que se reencontró con su idioma catalán. El de sus sueños rurales y el de la vida barcelonesa, el que le sirve para escribir con la precisión del que calcula estructuras y con la libertad de Art Tatum en noches de jazz y lluvia. Cuando un jurado premia a Margarit, está premiando a todos. La poesía no es sólo de jardines cerrados, ni ínsulas extrañas. La poesía, como la belleza, puede estar lejos de Florencia, en las agujas del edificio Chrysler, en el mar Muerto, a pie de barra en el último bar, en la boca de Maribel Verdú o en los hierros melancólicos de un basurero industrial.

El poeta Margarit nos hizo feliz un día madrileño con aguacero. A él le habían dado el Nacional de Poesía y nosotros nos refugiábamos de la lluvia en un teatro tomado por las palabras, las piernas, el cuerpo y los rostros de Aitana Sánchez-Gijón y Maribel Verdú. No serán poesía, pero son evasión y un poco de descanso. Encontrarte con la Verdú es tropezar con la alegría. A Margarit, que sabe buscar la alegría, que es un joven viejo que canta, le tengo que invitar al teatro.

Artículo publicado en: El País, 12 de octubre de 2008.

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13 de octubre de 2008
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Vivir, envejecer

Me parece insólito que haya lúcidos resistentes como Francisco Ayala, casi 103 años de vida inteligente. Todavía capaz de disfrutar de amigos, lecturas, comidas y bebidas. Otro milagro cercano Manuel de Oliveira, el veterano director portugués, el último superviviente en activo que dirigió con el cine mudo y lo sigue haciendo en tiempos de crisis. /upload/fotos/blogs_entradas/francisco_ayala_med.jpgOliveira acaba de cambiar de productor -el mítico portugués/ parisino Paolo Branco- porque tiene que pensar en su futuro, dentro de un mes cumple cien años.

Ayer, 9 de Octubre, fue el aniversario de un poeta, el día de "San Cervantes", el mismo día que murió Jacques Brel -dos que nunca morirán en nuestros sentimientos- también en ese día hace 99 años nació uno de los poetas vivos que, desde el año 1929 hasta hace un rato, no ha parado de crecer humana y poéticamente, José Antonio Muñoz Rojas. Joven compañero de la generación del 27, cercano a la generación del 36, solo o en compañía de pocos, siguió haciendo desde el campo, desde la ciudad, desde el sur o desde el norte inglés su poesía  clara, diáfana, precisa, lejana del mundanal ruido y esencial que le hace, desde hace ya muchas décadas, ser considerado un "clásico moderno". Casi centenario. Un poco más joven que el "techo" de los poetas en activo españoles, Victoriano Crémer; que continúa "Crémer contra Crémer", demostrando seguir agudo, irónico y curioso después de sus primeros 100 años.

Me acaba de llegar la obra completa, en verso, de José Antonio Muñoz Rojas. Una hermosa edición de Pre-Textos. Tapa dura, formato de bolsillo y algo más de 300 páginas para pasear por los poemas, por la vida, de uno de nuestros mejores poetas vivos. Un regalo de un hombre, de un poeta que sigue jugando con las palabras.

 

"Amarrado a qué estoy sino a mí mismo,

A veces, dulce amarra, me sostiene

el  beso o la caricia y es mi vida

aunque se llame amarra y lo parezca"
 

Poemas de hace muy pocos años, poemas de vida vivida que dice irse despidiendo. Que lo haga, si quiere, pero lentamente. Dejándonos poemas como éstos.
 

"Y así entre la invención y el sentimiento

sin saber dónde el uno acaba y empieza el otro,

que no todo es puro juego, sino algo

que te duele o consuela,

y así, entre inventar y sentir

se va la vida sin sentirla"

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10 de octubre de 2008
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De Misericordia y Literatura

Alguien decía ayer que no sabía que era una Casa de Misericordia. Me sorprendió, pero después de un rato pensé que lo razonable es no saber qué querían decir estas dos palabras juntas. Para saber de aquello, además del libro de poemas de Margarit -que surge de una visita a una exposición sobre una de aquellas casas del franquismo- le recomiendo que acuda a una novela de Benjamín Prado, Mala gente que camina en la que se da noticia de los usos, abusos y horrores de aquellas aparentemente caritativas casas que sirvieron para reeducación, esclavismo, control y tráfico de niños hijos de perdedores de la guerra.
 
/upload/fotos/blogs_entradas/misericordia_de_galds_med.jpgEl lado poético de Margarit nos evoca aquellos desolados lugares. El de la prosa de Benjamín Prado nos acerca al tráfico del horror. Así fuimos. Incluso si de "misericordia" y literatura hablamos, no podemos olvidar una de las mejores, más conocidas, realistas y duras novelas de Galdós: Misericordia. Un viaje a los submundos, a la pobreza, ala miseria de unos barrios de Madrid llamados Injurias, Cambroneras, Fábrica de Gas o Estación de las Pulgas. Con ese mundo convivieron nuestros antepasados. Con el otro, con el de las Casas de Misericordia, algunos tan cercanos como Joan Margarit. Volveré a  Misericordia de Galdós. Y recuerdo la "casa" de Margarit:
 
"El padre fusilado.

O, como dice el juez, ejecutado.

la madre, ahora, la miseria, el hambre,

la instancia que le escribe alguien a máquina:

saludo al vencedor, Segundo año Triunfal,

Solicito a Vuecencia poder dejar a mis hijos.

En esta Casa de Misericordia.

El frío del mañana está en la instancia.

Hospicios y orfanatos fueron duros,

pero más dura era la intemperie.

La verdadera caridad da miedo.

Igual que la poesía: un buen poema,

por más bello que sea, será cruel.

No hay nada más. La poesía es hoy

la última casa de misericordia."

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9 de octubre de 2008
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Justicia poética

A veces se hace justicia. No es tan frecuente. Normalmente los premios se dan a la contra. También los poetas son seres envidiosos. Tienen fobias y filias. Son humanos, a veces, terriblemente humanos.
 
Hoy unos poetas, que también era jurado, han dado justamente el Premio Nacional de Poesía a un libro de Joan Margarit: Casa de misericordia. La poesía, dice Margarit, una especie de casa de misericordia. ¿Recuerdan lo que eran las casas de misericordia?
Un poema, él último de su libro, es un rincón de esa casa.
 
"El malecón:
 
Un hombre en pie delante de la dársena.
Después del temporal, asumidas las pérdidas
y amarrados los grandes y erráticos dolores,
el puerto es el mejor lugar para esperar.
El puerto es como él: en su interior,
Enormes, reposados, mar y barcos."

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7 de octubre de 2008
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En México, cultura bajo el volcán

Una vez dijo Hitchcock que los actores eran ganado. Lo escuchó Carole Lombard y, sin que él se diera cuenta, mandó construir un establo en el set del rodaje y, cuando volvió el director, se encontró a los actores mugiendo. Cuando Buñuel escuchó la anécdota dijo con su acento aragonés: "¿Cómo que ganado?... Cucarachas, peor que cucarachas. Yo enrollo el periódico y los estampo contra la pared". Dijo el amante de la entomología que fue Luis Buñuel. Ahora lo recordamos en México. En esta ciudad que fue la suya. En este lugar que siempre parece vivir bajo el volcán.

Un buen lugar para enredarnos entre Dios y el diablo. Un lugar para pensar sobre nuestra cultura, nuestro cine, un congreso con muchos actores, mucho rebaño, algunas cucarachas y algún cabrito. Es decir, un buen escenario para nosotros mismos, que, más civilizados que insurgentes, nos disponemos a escuchar los retóricos discursos, los buenos propósitos y los líos del futuro incierto de eso que seguimos llamando el cine.

/upload/fotos/blogs_entradas/manuel_de_oliveira_med.jpgEntre el siglo de Manuel de Oliveira, el único director vivo que sigue filmando después de haber firmado su primera película en los tiempos del cine silente. Vigoroso y poco comercial, acaba de cambiar de productor: ¡hay que pensar en el futuro!

El cine iberoamericano se mira, revisa, justifica y disculpa en 50 películas. Todo español lleva dentro un seleccionador de fútbol y de sus películas preferidas. Nos faltan muchas, nos sobran otras.

Antonio Banderas, que no se corta ni cuando tiene que hablar -moderado por un inmoderado Pedro Armendáriz, hijo de su padre, actor que ve un futuro con satélites cinéfilos, ¡hijote!-, demuestra que se puede vivir bajo un volcán llamado Hollywood. "Pero no te quepa duda: terminaré en Málaga. Y viviré tranquilo, como aquel querido don Geraldo Brenan refugiado en el laberinto español. Un día tendré que hacer una película de ese inglés que encontró el Sur". Banderas besó a las chicas, saludó a los príncipes, estuvo amable con los mandatarios, disimuló con los pesados y tomó nota de los consejos de Saura para su próxima dirección de la ópera Carmen. Es una estrella que sabe moverse con el rebaño, como una inocente cucaracha más y en una ciudad que se pone seria recordando que hace cuarenta años asesinaron -aquella vez sí, como a cucarachas- a decenas de personas, a lo mejor de la ciudad insurgente, a ciudadanos que querían ser más libres, más justos, más cultos. Hace cuarenta años que en México murieron muchos paisajes, mataron a muchos hombres que soñaron con películas de finales más felices. Con mejor cine. Con mejores gobernantes.

El congreso termina. En la calle siguen las manifestaciones de ciudadanos que no olvidan. En cueros, en la calle, bajo el volcán, esos sinquehacer que nunca van al cine. Los olvidados. Seguimos recordando a Buñuel.

Artículo publicado en: El País, 5 de octubre de 2008.

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6 de octubre de 2008
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Buñuel, entre dos mundos

Hemos vista la exposición sobre Buñuel en México. Excelente recorrido entre las luces y las sombras, un paseo por sus obsesiones. Tan suyas, tan nuestras. Lo oscuro y lo claro peleando en el interior, y en los exteriores de Buñuel. En el catálogo nos encontramos con una de las imágenes más sorprendentes de la iconografía buñuelesca. La reproducción de un Cristo, coronado de espinas, con la soga al cuelo y seguramente a punto de subir a la cruz... y sin embargo el Cristo está riendo, más que riendo, vemos una feliz y liberada carcajada. Hermosa imagen que nos saca del retórico valle de lágrimas, de la condena del sufrimiento. Si Cristo se ríe de su propia desgracia, de su trágico destino, también podemos nosotros hacernos unas risas.

Incluso reírnos de nuestros propios miedos. De nuestras soledades. Escaparnos de ese destino del solitario, del Robinsón que tanto le interesó a Luis Buñuel.

Hizo una de sus más desconocidas películas. Interesante por tantas cosas. El personaje literario de Robinson Crusoe. Ese mismo que años después de la invención de Daniel Defoe le parecía al extraño escritor francés, extremista político, suicida, Drieu La Rochelle el símbolo humano por excelencia: "Un hombre solo, perdido para todo, y que construye su casa. Y lo hace porque cree que alguien le mira y aquello se sabrá".

Hoy tengo ganas de reírme, sólo o acompañado. Reírme como ese Cristo de Buñuel. Reírme con Robinson sin compañía. Y mejor reírme en compañía. Y compartiendo, por ejemplo, unos dry martinis.

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3 de octubre de 2008
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El 68 en México

En París tomaron las calles. La utopía no tenía futuro. Al menos fue divertido y emocionante mientras duró. Teníamos 15 años, no sabíamos nada. No nos enteramos de mucho. Pero fuimos jóvenes marcados por aquellos sueños rotos.
 
En Madrid no hubo 68. Tuvimos que esperar diez años para salir a la calle sin peligro de nuestros huesos.
 
Ahora, en México, donde estamos cuarenta años después no quieren, ni deben, olvidar su octubre del 68. Fue un día como hoy, un 2 de octubre, cuando el movimiento estudiantil en las calles, en las plazas de México tomaba pacíficamente la ciudad. Más que utopías lo que pedían eran más escuelas, menos cárceles, más libertad.
 
El pensador Carlos Monsiváis publica un libro sobre aquellos momentos: "El 68. La tradición de la resistencia". En él se habla del espíritu crítico, contracultural y bastante ingenuo de los jóvenes de entonces. Recuerda que en una de las manifestaciones, un joven con pinta de progre de la época, pacíficamente se enfrenta a los policías uniformados con una ponencia dialéctica: "Amigo azul. Envaina tu furia y concédele el ocio a tu macana. Oye mis palabras y reflexiona. ¿Qué te han hecho los estudiantes, criaturas del saber preocupados por el destino de México? México no es el cuerno de la abundancia que tus jefes te pintan. Es tierra de sangre y lágrimas..." Y sigue diciendo Monsiváis que los policías trocan su recelo, su indiferencia en franca admiración y lo aplauden. El joven los exhorta a la lectura como oficio sagrado. Y grita:" ¡Viva la amistad entre el estudiantado y la policía digna". La ilusión duró unos minutos, fue un sueño breve, un espejismo.
 
Cerca de allí, unas horas después la policía cargó contra los jóvenes. Estaba comenzando la matanza de Tlatelolco. El miedo y la muerte se quedaron en la plaza de las Tres Culturas. Todavía hoy no se sabe exactamente cuántos, ni quienes fueron los muertos. Yo sé que podría haber sido uno de aquellos. Hoy, en México, no lo olvidamos. Hoy somos aquellos jóvenes que soñaron con un mundo distinto. En octubre, en México, mataron el espíritu de aquel 68.

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2 de octubre de 2008
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El Boomeran(g)
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