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Sin misericordia, sin letra, sin himno

Por 13 de octubre de 2008 Sin comentarios

Javier Rioyo

Hace años, tentaron al poeta Joan Margarit para participar en la Operación Letra para el Himno de España. Hizo el viaje, trajo unos versos y comió con amigos poetas convocados para la causa. Rieron y bebieron hasta que llegó el momento de la verdad. Había que visitar La Moncloa y conocer a aquel prosaico presidente que decía amar la poesía, aquel lector que hablaba el catalán en la intimidad. Margarit, que conserva el catalán de La Segarra mezclado con el de Barcelona, contaminado por el castellano del franquismo, mostró sus versos para el himno que estaban escritos en su idioma materno, el catalán. Y así se deberían quedar. Allí terminó la reunión.

Seguimos siendo una nación sin himno, pero, al fin, somos un premio nacional que sabe que la patria del poeta es la poesía. Margarit habla un preciso español que se forjó escuchando canciones de amor por la radio, mirando a las mujeres, jugando a la pelota en la calle, creciendo en el Tenerife de los años cincuenta y sin turismo, viajando en barcos hasta la Península, cruzando las ásperas tierras en trenes nocturnos, viendo niños que miraban con ojos de color de hospicio, recordando casas de misericordia, hipócritas caridades, refugios que no hogares, no casas, de una patria cruel, sin perdón, sin piedad. ¿Qué himno podría hacer Margarit? ¿Qué himno esperaba aquel que sería señor de la guerra? ¿Qué versos esperaban de un poeta que no esconde la tristeza, ni la alegría, ni el llanto, ni la misteriosa felicidad? No es poeta para himnos.

En Madrid, y en otros lugares de nuestra tierra sin himnos, hemos podido disfrutar con las palabras, los poemas, de un poeta que se reencontró con su idioma catalán. El de sus sueños rurales y el de la vida barcelonesa, el que le sirve para escribir con la precisión del que calcula estructuras y con la libertad de Art Tatum en noches de jazz y lluvia. Cuando un jurado premia a Margarit, está premiando a todos. La poesía no es sólo de jardines cerrados, ni ínsulas extrañas. La poesía, como la belleza, puede estar lejos de Florencia, en las agujas del edificio Chrysler, en el mar Muerto, a pie de barra en el último bar, en la boca de Maribel Verdú o en los hierros melancólicos de un basurero industrial.

El poeta Margarit nos hizo feliz un día madrileño con aguacero. A él le habían dado el Nacional de Poesía y nosotros nos refugiábamos de la lluvia en un teatro tomado por las palabras, las piernas, el cuerpo y los rostros de Aitana Sánchez-Gijón y Maribel Verdú. No serán poesía, pero son evasión y un poco de descanso. Encontrarte con la Verdú es tropezar con la alegría. A Margarit, que sabe buscar la alegría, que es un joven viejo que canta, le tengo que invitar al teatro.

Artículo publicado en: El País, 12 de octubre de 2008.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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