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Escrito por

Francisco Ferrer Lerín

Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) es poeta, narrador, filólogo y ornitólogo. Traductor, al español, de Flaubert (Trois contes), Claudel (L'Annonce faite à Marie), Tzara (L´Homme approximatif), Monod (Le Hasard et la Nécessité), Montale (Ossi di sepia).

Obra literaria:

De las condiciones humanas, Trimer, 1964; La hora oval, Ocnos, 1971; Cónsul, Península, 1987; Níquel, Mira, 2005; Ciudad propia. Poesía autorizada, Artemisa, 2006; El bestiario de Ferrer Lerín, Galaxia, 2007; Papur, Eclipsados, 2008; Fámulo, Tusquets, 2009; Familias como la mía, Tusquets, 2011; Gingival, Menoscuarto, 2012; Hiela sangre, Tusquets, 2013; Mansa chatarra, Jekyll & Jill, 2014; 30 niñas, Leteradura, 2014; Chance Encounters and Waking Dreams, Michel Eyquem, 2016; Edad del insecto, S.D. Edicions, 2016; El primer búfalo, En picado, 2016; Ciudad Corvina, 21veintiúnversos, 2018; Besos humanos, Anagrama, 2018; Razón y combate, Ediciones imperdonables, 2018; Ferrer Lerín. Un experimento, Universidad de Málaga, 2018; Libro de la confusión, Tusquets, 2019; Arte Casual, Athenaica, 2019; Cuaderno de campo, Contrabando, 2020; Grafo Pez, Libros de la resistencia, 2020; Casos completos, Contrabando, 2021 y Papur, Días contados, 2022. Poesía Reunida, Tusquets 2023. Atlas de Arte Casual, Jot Down Books, 2024.

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Traidores

Nunca hubo fluidez en mi relación con Carlos Barral Agesta, una relación forzada, breve, casi circunscrita a los bizarros consejos de redacción de su recién creado sello Barral Editores, tras su salida de Seix Barral. Carlos Barral, excelente poeta aún hoy no suficientemente reivindicado, carecía, según algunos, de olfato editorial, conocida es la anécdota de la no publicación de una obra de García Márquez, pero de lo que seguro sí carecía era de olfato mercantil, de conocimientos del manejo de la compleja arquitectura que permite mantener a flote una editorial literaria. Apuntaba yo antes que no hubo fluidez, y ahora añado que quizá la razón principal fuera la actitud de Carlos remedando con éxito al macho de pavo real y mi actitud poco proclive al sometimiento y a la adoración protocolaria. Así las cosas, alguien le contaría que mi familia disponía de recursos económicos, cosa que fue cierta hasta la irrupción del empresario Javier de la Rosa en nuestras vidas y, ni corto ni perezoso, Carlos me pidió ayuda asegurando la devolución a corto plazo del préstamo. Está claro que dije que no, y ni llegué a comentar a mi padre el chusco episodio. Rota pues definitivamente la relación, dejé de participar en los consejos y no efectué el más mínimo seguimiento de las tres traducciones que me había encargado, que le había entregado... y que me había pagado. Supe luego que la primera, El azar y la necesidad, de Jacques Monod, salió en Barral Editores y luego en otras editoriales a las que debió venderla. La segunda, El hombre aproximativo, de Tristan Tzara, no me consta que se publicara. Y, la tercera, Huesos de sepia, de Eugenio Montale, y que es el motivo de este artículo, fue a parar a la colección Visor de poesía.

En aquellos años, finales de los sesenta, comienzos de los setenta, traduje para otros editores, por razones alimenticias pese a lo pobre de la remuneración, varios títulos entre los que destacaría, aparte de los citados, Anunciación a María, de Claudel, y Tres cuentos, de Flaubert, además de multitud de artículos científicos y paracientíficos para revistas y manuales de divulgación; tarea que me resultaba fácil gracias a mi madre, con la que hablaba con normalidad en francés o en italiano lo que me permitió adquirir cierto dominio de ambas expresiones verbales, y a dos principios inapelables, el primero, traducir desde mi posición, desde mi posición de autor, de creador, ajustando el resultado de la versión a mis propias marcas literarias, y el segundo, acogerme a una máxima que pasado el tiempo descubriría que Ezra Pound hizo suya, la de que no es necesario conocer a la perfección la lengua de quien vas a traducir, que basta con captar la música de su escritura leyéndola en voz alta (un método que quizá fuera el empleado por Leopoldo María Panero, según quedó patente tras la publicación, en 2011, de Traducciones / Perversiones, en edición de Túa Blesa).

Me dispuse pues a traducir a Eugenio Montale intentando que Barral financiara el viaje y la estancia en Italia para conocer al poeta genovés, pero ante su negativa, por razones presupuestarias, dijo, eché mano de determinados recursos, entonces no fáciles, lejos todavía del benéfico amparo de internet. Leí, primero, varias veces con mi madre los poemas de Ossi di seppia. Luego, con mi novia (las novias de entonces hablaban italiano), Maricelia, famosa porque su madre, de San Sebastián (no donostiarra, grosero gentilicio), la alimentaba de niña utilizando la fórmula “Maricelia, mi niñita, toma patatillas”, me recluí en el apartamento de Sitges, en la urbanización Rat Penat (“murciélago”, en castellano) y, sobre el lecho de placer, y con una Olivetti de color verde, di a la luz una primera e inexacta versión. Maricelia tenía novio formal, de una familia del textil, y ante la inminencia de la boda decidimos dejar para otro momento la continuidad de la labor traductora. Surgió entonces Carlinga, no puedo precisar ahora su auténtico nombre de pila que quizá se aproximara a Isabel o a Paquita, de la que recuerdo, además de sus exóticas especialidades eróticas, su pasión por el licor Marie Brizard y, también, que era la autora del eslogan “Su seguro aspirador”, que por aquel entonces el fabricante danés de aspiradores industriales Nilfisk, empresa en cuya delegación española trabajaba Carlinga, anunciaba en grandes carteles por las calles de Barcelona. Con ella, en el mismo apartamento, en el mismo lecho de placer, con la misma Olivetti, concluí la tarea de traductor en pareja, modificando, eso sí, la localización que constaba al final del prólogo: cambié Sitges por Valencia. A Carlinga dejé de verla cuando me trasladé a vivir a otra región, pero recibí al cabo de unos meses una fotografía en la que se la veía con un recién nacido en brazos. Pasados los años, durante la presentación de mi novela Níquel, en compañía de Pedro Gimferrer, Félix de Azúa y el editor zaragozano Joaquín Casanova, en la Casa del Libro del barcelonés Paseo de Gracia, se me acercó una mujer... y aquí va el relato de dicho suceso.

Acababa de presentar mi primera novela, Níquel, y permanecía sentado mientras dedicaba ejemplares, cuando se aproximó una mujer de unos 37/38 años cuya carencia de atractivo era fruto de su pertenencia al tipo sudorosa menstrual. No esperó a que terminara de firmar y, a poca distancia de mi oído, susurró que varias personas del público comentaban el gran parecido existente entre ella y yo, y que incluso le habían llegado a preguntar si era mi hija. Al salir del local, varios amigos y conocidos me advirtieron de que una mujer de unos 37/38 años, poco atractiva, iba proclamando por la sala que era la hija del autor de la novela. Llegué tarde al despacho y aunque cansado conecté el ordenador para ver si tenía correo y entre otros, de escasa relevancia, apareció el de una señora de la que perdí la pista hará unos 37/38 años tras recibir una foto en la que se la veía con un recién nacido en brazos. Ahora dicha señora recordaba aquellos tiempos aportando numerosos detalles entre los que destacaba la confesión del gran amor que sintió por mí y el intento de acercamiento a mi familia acudiendo a la consulta de mi padre, ginecólogo dentista. En una segunda tanda de sinceras declaraciones revelaba la sorpresa que le produjo el conocimiento de mi progenitor cuyas virtudes profesionales consideraba excelentes y cuyo aspecto físico resultaba muy parecido al mío pero superándolo ampliamente en atracción sexual directa. Luego enumeraba lugares de la ciudad de Barcelona que ella y yo habíamos compartido pero incurriendo en el error de incluir una garçonnière de la calle del Camp que nunca frecuenté pese a poder sustraer con facilidad las llaves a mi padre. No contesté al correo. No he sabido nunca nada más de esa señora. Y en cuanto a mi hermanastra espero no volver a encontrarme jamás con un ser tan poco atractivo.

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20 de diciembre de 2023
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Señores pájaros

Un Delibes muy buena persona, declaró con singulares bríos el ex profesor de secundaria que conoció a ambos. Frente a la misoginia y los escopetazos de Miguel Delibes, un José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930 – Valladolid, 2020) filósofo franciscano, recogido, íntimo, sensible, que nunca necesitó viajar y que a diario hablaba con sus hermanos los pájaros; precisamente Señores pájaros es el título del libro de poemas de José Jiménez Lozano que ha publicado la exquisita editorial barcelonesa Días Contados. El Cristianismo, porque Jiménez Lozano es cristiano, impregna sus libros pero no desde la superchería y la altisonancia, sino desde la voz callada de un panteísta artesano, doméstico, risueño, que de modo velado hace constante profesión de esa diferencia entre el científico altivo e inexorable y el ornitólogo de campo que es lo que José es; los pájaros, y todos los elementos que los rodean, animados o inanimados, constituyen su espacio más valioso, el marco de sus no lesivos paseos.

Preferimos lo que se aproxima a nuestros presupuestos y en mi caso, bajo la doble advocación de la escritura y el naturalismo, siento una intensa emoción al leer este libro. Son jalones de sorprendente coincidencia con lo que siempre he propugnado: la inutilidad del viaje y su epítome, el turismo; el aprecio por las cosas ínfimas, como si nos guiara el genovés Montale; el sentimiento tan juanramoniano de la desaparición definitiva, de la falta de huella tras nuestro paso por la vida, de la no alteración de los hábitos de los demás tras nuestro fallecimiento, sean los pájaros que seguirán cantando, sean los humanos, que no tomarán suficiente nota de nuestra ausencia.

El poema “Destrucción”

Un nido devastado, el mundo / ya nunca estará completo / nunca.

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4 de diciembre de 2023
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Gente armada y exegetas

Quizá fue el etólogo Heródoto de Halicarnaso quien señaló que las leonas paren una sola vez porque su cría antes de nacer desgarra con las uñas el útero materno. De no producirse esta lesión irreparable los depredadores se multiplicarían y agotarían sus presas lo que iba a suponer, a la larga, el exterminio de los propios leones. Pero algo pasó y nuestros antepasados olvidaron su conducta recolectora y se volvieron depredadores al inventar artilugios venatorios de sílex, madera u otros materiales, artilugios que se fueron sofisticando y les permitieron ejercer su autoridad sobre el resto de animales, al tiempo que, dada su condición omnívora, explotaban el conjunto de recursos de la naturaleza. Mas el hombre no disminuyó su tasa reproductiva y, además, acompañó progresivamente los argumentos tróficos, la única excusa hasta entonces para emplear las armas, con otros argumentos, de porte intelectual, como las ideas, creencias y convicciones.

Es útil Heródoto para comprobar nuestro origen asesino, y es útil leer a Heródoto, que quizá nunca leeríamos, a través de un intermediario, en este ocasión Roberto Calasso en su vertiginoso y trepidante ensayo El cazador celeste, una manera, la noticia, cada vez más extendida, de alcanzar el conocimiento, porque cada vez gusta más acudir a la reseña antes que al libro, a la crítica antes que a la película; a las solapas ya acudían, de siempre, los periodistas culturales para redactar sus artículos. Sí, este es el tiempo de las barritas enérgéticas, los concentrados de minerales, los cócteles vitamínicos.

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4 de noviembre de 2023
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Canfranc, ese lugar

Un lugar en el que como tentadores monstruos confluyen y golpean determinadas secuencias de la vida del individuo denominado a veces Paolo Gamulla [Gamula] y a veces Paquete Lerido.

Lerido llega, en junio de 1968, al Centro Pirenaico de Biología Experimental (CPBE), radicado en la ciudad de Jaca, para ocuparse del mantenimiento de los muladares y de la confección de la primera lista patrón de las aves pirenaicas. También, en dicho centro, ejerce de profesor de ornitología de campo y, en algunas ocasiones, pocas, de charlista divulgador de temas de la naturaleza. La primera de estas charlas, en el verano de 1968, tiene lugar en una residencia veraniega de ancianos, perteneciente a una Caja de Ahorros aragonesa, situada en Canfranc, en el barrio conocido como Canfranc Estación por la monumental estructura ferroviaria que da origen a la entidad de población. La charla pretende enumerar y describir las especies animales y vegetales más notables de la zona y, a Lerido, no se le ocurre otra cosa mejor que llevar, metidas en un saco, una buena colección de serpientes vivas, medianas y grandes, procedentes del terrario de los jardines del CPBE. La charla es un rotundo éxito, el verbo de Lerido es ágil, pero es su mano, cada vez que la introduce en el saco para extraer un ofidio y mostrarlo, la que logra que la temperatura ambiente suba varios grados al tiempo que los chillidos de horror del respetable se convierten, cada vez de forma más rápida, en manifestaciones casi orgásmicas de placer. Al regresar al Centro, su director, el opusdeísta barcelonés Enrique Balcells Rocamora, llamado El Doctor por el personal del Centro, critica, quizá de modo excesivamente duro, la utilización de las serpientes para reforzar el discurso. Lerido aprende la lección y cada vez que alguien se lleva las manos a los ojos, al oído o a la nariz, acompañando una expresión verbal, recrimina duramente al responsable por intentar paliar con gestos la pobreza de sus palabras.

Lerido, entonces más Gamulla que Lerido, llega a conocer en esos años al arquitecto, también opusdeísta, Miguel Fisac, con el que discute acalorada pero civilizadamente acerca del diseño de la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, edificada en Canfranc Estación y, sobre todo, de la cercana presa del embalse, ambos trabajos significativos en el conjunto de la obra de Fisac, y sobre los que Gamulla escribirá una certera memoria a la muerte del arquitecto en mayo de 2016. La relación Fisac Gamulla tiene numerosos altibajos; se cuenta, por ejemplo, que durante sus interminables discusiones, en la hoy desaparecida Fonda Marraco, Gamulla no desaprovechaba la ocasión para corregir violentamente a Fisac si este realizaba algún movimiento de apoyo con brazos y manos.

En febrero de 2002, otro barcelonés, el artista Federico Amat encarga a Lerido la escritura de un guion cinematográfico, al que este titula Die Rabe, El cuervo, en alemán, y no porque Lerido hable esa lengua, sino por el carácter onomatopéyico del término, que reproduce el graznido, en vez del carácter anatómico de “cuervo”, que atiende al perfil curvo, giboso del ave. Lerido escribe un guion que es técnico y literario, planteamiento erróneo que imposibilita el rodaje al no gustarle a Amat la actitud desordenada del autor que, de nuevo, como con el saco de serpientes, se arroga cometidos que no le corresponden; no tocándole a él, en este caso, la parte técnica, quiere obtener el aplauso a su envidiable versatilidad. La acción del guion comienza en Canfranc, en la mítica estación de ferrocarril que, según testimonios no contrastados de la época, fue utilizada para el rodaje de la cinta Doctor Zhivago y que, en aquellos momentos, estaba sumida en la más cadavérica de las ruinas, una imagen difícil de imaginar hoy, dado el esplendor actual, fruto de su reconversión en un hotel de reminiscencias centroeuropeas literarias y cinematográficas.

Este es el inicio de Die Rabe:

Exteriores. Día. Estación de ferrocarril de Canfranc.

-Por la tarde. Gran Plano General (G.P.G.) de la estación y de sus instalaciones desde dolly.

-Planos Generales (P.G.) de diversos aspectos: vagones abandonados, vías muertas, topes, grúas, edificios auxiliares, gran edificio central, etc.

-P.G. de algunas de las manifestaciones de Arte Casual (A.C.) del recinto.

-P.G. y/o Planos de Detalle (P.D.) de la colonización vegetal y animal del espacio: hierba, matorral, árboles, lagartijas, pájaros.

-Vuelta al G.P.G. Dolly eleva ceremoniosa la cámara, gira lenta para encuadrar la vía férrea a lo lejos y descubrir que llega el tren, el único del día. Cae la tarde. El tren para en el andén.

-P.G. del convoy parado. Sigue sin verse a nadie. Estación fantasma.

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19 de septiembre de 2023
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Marisa Tomei

Siempre me gustó Marisa Tomei. Formaba parte del grupo de mujeres pulcras, al que también pertenecía Sandra Bullock y, quizá, Mira Sorvino. Ayer, pude ver de nuevo la comedia judicial Mi primo Vinny (1992), y recordé los calificativos y comentarios que acostumbraban a aplicarle: adorable, sensible, hipnotizante, bella, sensual, carismática, desternillante, aunque no merecedora, según la opinión generalizada, del Óscar a la mejor actriz de reparto que obtuvo precisamente por esa película. O sea una mujer, una persona, un ser, insuficiente; notable en todo, pero no sobresaliente; una actriz secundaria vocacional, casi segundona. Yo no soy así, no pertenezco a esa categoría, pero quizá en algunas ocasiones, casi diría en muchas, lo hubiera deseado, ya que estar siempre en el centro, ser siempre el centro, produce fatiga y gran aburrimiento.

La reunión semestral en Pamplona de la Asociación de Pecadores ha ido cambiando, a lo largo de los años, de lugar de encuentro, quiero decir de local donde celebrar el almuerzo; pasamos del Restaurante Hartza al Restaurante Europa, para acabar en Casa Otano, cada vez menos interesados en la comida y más en comprobar quién seguía vivo o al menos no muerto del todo. Este junio ya sólo acudimos seis, uno de ellos en silla de ruedas, lo que dificultó el acomodo retrasando el inicio. Me esperaban, esperaban que les contara historias, incluso historias que ya conocían, que ya había contado en otras ocasiones, querían estar pendientes de mí; sólo Braulio Estébanez Puti, el inválido, se arriesgó, pidió permiso, a regañadientes se lo concedimos, y leyó algunas piezas que presentó como suyas, pero que no lo eran, procedían, lo más seguro, del sobrevalorado Diccionario del Diablo del periodista Ambrosio Bierce. Me sentaron mal las manitas deshuesadas a la plancha crujientes, quizá por haber acaparado tanta atención o quizá por mover yo sola a Estébanez. Tuve que parar cuatro veces, gasolinera tras gasolinera, en el viaje de regreso a Baracaldo.

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31 de agosto de 2023
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Visiones

El exclusivo sello barcelonés Días Contados publica el ensayo Carta sobre los ciegos para uso de quienes ven (Denis Diderot, 1749), en una cuidada y completa edición, marca de la casa, que cuenta en los créditos con Nicolás Rodríguez Galvis, Juan Arnau, Oliver Sacks, H.G. Wells, Mar Arza y Javier Fernández de Castro.

El tránsito de no ver a ver es el núcleo del libro. ¿Qué les ocurre a los recién operados?, ¿qué descubren?, ¿cabe que algunos deseen volver a la ceguera? En mi condición de recién operado he descubierto un color, el azul cobalto, que precisamente es el del elegante vestido que en este instante luce mi amiga Almudena de Navascués, o quizá no lo he descubierto, pues lo correcto sería decir que el color cobalto lo he redescubierto, que ya lo había descubierto, que lo conocía desde antes del deterioro del cristalino, pero de eso ha pasado tanto tiempo que lo tenía olvidado.

Diderot habla de la obtención del conocimiento, del valor de la verdad y de la axiología que se establece a partir de la ablepsia; yo no sabía, o también lo había olvidado, que los ciegos de nacimiento no sueñan, que no pueden soñar porque no almacenan imágenes ya que nunca las conocieron. Pero algo falla en todo esto, qué pasa con las imágenes del sueño no correspondientes con las que tengo almacenadas; son tergiversaciones de las que sí almaceno me dicen por ahí los miembros de un grupo regional de sabios, pero estos sabios regionales no me convencen, y no deseo el marchamo de tipo pintoresco pero, en mi caso al menos, las imágenes han de ser, como poco, el fruto de alucinaciones futuras, de cálculos establecidos ya entrada la muerte, de residuos de la actividad agonizante del cerebro en el ocaso, emisiones desesperadas que anticipan el final, y se despiden. Por ejemplo soñé que entraba en el panteón, que tanto he deseado, en el centro de la parte vieja del cementerio napolitano de Poggioreale, aunque ignoro, y eso da igual, si lo veía desde el interior de la caja de madera de nogal o yo era uno de los caballeros ciegos que, a hombros, la transportaba. Axiología pues, estudio reposado de la naturaleza de lo agradable, disciplina potenciada por la invidencia y que surge ahora, con rotundidad, en lo oscuro del interior del ataúd, permitiendo valorar el esplendor de los contornos marmóreos de los cuatro ángeles trompeteros que coronan el mausoleo.

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6 de agosto de 2023
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Poema titulado “Así están las cosas” o “Esto es lo que hay”

Cuando el término ‘orgullo’ deja de ser un sentimiento de satisfacción ante cualquier logro conseguido y se convierte en el rótulo de una exultante fiesta del lobby homosexual.

Cuando ‘oler’ se utiliza en vez de ‘oler mal’, acompañándolo además con el acercamiento a la nariz de los dedos de una mano.

Cuando ‘escuchar’, que aún es definido por la RAE como ‘prestar atención a lo que se oye’, se emplea, en vez de ‘oír’, en todo tipo de situaciones incluyendo explosiones y otros accidentes inesperados.

Cuando ‘buenos días’ se bate en retirada ante la catalanada ‘buen día’.

Cuando ‘la India’ mengua, convertida en ‘India’.

Cuando el verbo hacer’ se convierte en el paradigma de las palabras comodín dando lugar a empobrecidas construcciones como ‘hacer un café o un aperitivo’ en vez de ‘tomar un café o un aperitivo’, ‘hacer gasolina’ en vez de ‘poner o echar gasolina’, ‘hacer un cine’ en vez de ‘ir al cine’, ‘hacer un infarto’ en vez de ‘sufrir o tener un infarto’, ‘hacer podio’ en vez de ‘lograr un podio’, ‘hacer cima’ en vez de ‘alcanzar la cima’, 'hacer la siesta' en vez de 'echar la siesta', y así un extenso rosario de tercos barbarismos.

Cuando se olvida que la lengua posee exónimos y nos bombardean con Lleida, Girona, A Coruña, Ourense, Gasteiz, Donostia, Castelló, València, Alacant y ya pronto Xixón y Uviéu.

Cuando el disparate inclusivo es la seña de identidad más sofisticada de la izquierda política.

Entonces.

Desplazados, ignorados, machacados.

Y ante un panorama de charanga y no retorno.

Sólo nos queda rezar.

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31 de julio de 2023
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Metastasio

 

Cercano el 31 de julio, celebración de San Ignacio de Loyola al ser el día de su fallecimiento [1556], he querido releer el texto que con el título Bibliofilia 1 (la serie se prolongó hasta el número 21) escribí quizá en 2004 y que fue recogido, primero en Ciudad propia. Poesía autorizada (La Laguna, Artemisa Ediciones, 2006) y luego en las dos ediciones de Papur (Zaragoza, Editorial Eclipsados, 2008; Barcelona, Días Contados S.L., 2022). El texto, al que me resisto a otorgar la arcaica etiqueta de “poema en prosa” pese a incluirse en poemarios, disfruta de un innegable encanto, que va más allá del regusto mortuorio y de la esfera de las coincidencias, por lo que me he animado a buscar, en los restos de la biblioteca familiar, ese tomo V que se cita y que protagoniza también el relato.

Bibliofilia 1

Ambos fallecieron el día de San Ignacio y a la misma hora de la madrugada. Mi abuela paterna Mercedes en la casa familiar de Ix en 1959 y mi padre Francisco, veintisiete años después, en su vivienda-consultorio de la ciudad de Barcelona. Como primogénito me cupo el honor de entrar el primero, a una semana de su muerte, en la secreta biblioteca contigua a su despacho. Los libros del armario central, todos encuadernados por Brugalla, se disponían por tamaños. Extraje uno, el que quedaba exactamente a la altura de mi brazo, un ejemplar en octavo -el tomo V de las Obras Escogidas de Metastasio, impreso en Aviñón en 1808- y, al abrirlo, cayó planeando hasta el suelo una hojita de papel casi transparente escrita a mano con una elegante letra en tinta ahora rosada y que decía así: “Sé que en el mes de agosto del año de 1986 alguien leerá por fin esta breve nota y que en esos días una dolorosa pérdida anegará su alma.”

(2004)

La búsqueda de ese tomo V impreso en Aviñón ha resultado infructuosa, como también la del resto de la edición. En cambio he hallado el tomo XV de otra edición de las obras de Metastasio, impreso en el Seminario de Padua, también en ese año 1808, edición de la que tampoco hallo el resto de volúmenes; ya digo, son los restos de la biblioteca que iniciaría el abuelo de mi padre, médico comadrón en esa zona pirenaica a caballo entre Francia y España, y cuyos libros adquiriría, según rumores que circularon durante mi infancia, gracias a los beneficios que le reportaban dilatadas partidas de póquer o quizá otros juegos menos santos.

La cuestión es ahora conocer la verdad. ¿La referencia a esa edición aviñonesa es correcta? ¿No sería error del momento, del nerviosismo propio al entrar por primera vez en ese recinto paternal secreto? ¿Cayó planeando hasta el suelo esa hoja manuscrita? ¿Qué hice con ella? Queda claro que Metastasio estaba representado, pero la hoja, en este tomo reliquia que tengo ahora en mis manos, no acierto a encontrarla. Ya sé es otra edición… pero todo se ha vuelto tan confuso.

 

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26 de junio de 2023
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Adiva

Ante la reciente confirmación de la presencia en España, como en buena parte de Europa, de una nueva especie de mamífero, el chacal dorado (Canis aureus), es bueno recordar lo que se dice en El Bestiario de Ferrer Lerín, en la introducción del capítulo “Fieras” y en la entrada ADIVA, acerca de dicho cánido.

La presencia de ADIVAS en el interior peninsular, concretamente en la meseta sur, ha sido objeto de esporádicas polémicas, a menudo poco rigurosas. La misma indefinición de la palabra –y de su variante más extendida, ADIVE- en lo que a adscripción a una especie se refiere, complica las cosas. Aceptado el origen arábigo del término y su utilización en el Magreb para designar el chacal, todo lo demás son conjeturas. Desde el lobo al zorro, pasando por el podenco, cualquier aplicación es posible si se trata de un mamífero carnívoro de tamaño medio. Y parece ser que en tiempos pasados los nobles ¿europeos? gustaban de la compañía de chacales, entonces abundantes no sólo en el norte de África sino en el este de nuestro continente. Una población relicta, procedente de ejemplares escapados –o liberados- de aquellas cortes, vagabundeando discretos por los enclaves manchegos más solitarios, parece argumento de ficción pero, en la novela Níquel (2005), de evidente estilo documental, se describe el cruento ataque de varios chacales dorados –Canis aureus- a tres intelectuales barceloneses comedores de tierra la noche del viernes 17 de septiembre de 1964.

ADIVA, O ALIVE. Cierta especie de animál mui comun en Africa, y mui parecido al perro, que en Castellano llamamos Podenco, solo que la cola es como la de la zorra. Mantiénese de la caza, y de noche continuamente aúlla, imitando el llanto de un niño. [Diccionario de Autoridades, 1726]

Le coman adívas, y le piquen avispas, y le hollen puercos.”

Miguél de Cervantes: Historia de Don Quixóte de la Mancha.

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El Bestiario de Ferrer Lerín. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2007.

Níquel, Zaragoza, Mira Editores, 2005 (1ª ed.)

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https://www.elperiodico.com/es/medio-ambiente/20230418/nueva-especie-invasora-chacal-dorado-85554678?fbclid=IwAR2wfdh6onI1NUucpaok9BA_Sd-42JiXx8KoVaVPUjBJPYLQKwwPHF-GaSs

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10 de junio de 2023
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Adelanto

Hablaba el otro día Félix de Azúa de la falta de carisma del candidato Núñez Feijoo (la Academia recomienda no colocar tilde en su segundo apellido) y, abundando en la materia de modo atrevido, añadiré que quizá el detalle que más perjudica su presencia física radique en la peligrosa inclinación, en la pronunciada caída de sus hombros (detectada rápidamente por sus asesores que intentan solucionar el problema suministrándole americanas ortopédicas). Es probable que no tenga nada que ver, que este texto mío de 2009, publicado en el libro Gingival (Menoscuarto Ediciones, 2012), carezca de cualquier rasgo profético pero, por si acaso, lo recupero; aquí va:

Los sin hombros

Es una familia querida en el barrio. La madre, florista, especializada en Wagner. El hijo mayor, que fuera dentista, hoy vende cupones en la Plaza Ordicia. La hija, reptante, huronea lista. El hijo menor preside las rifas que los jueves pares celebra Artemisa. Del padre no hay nada que pueda dar pistas; ¿huiría a Chipre?, ¿vivirá en Galicia? Lo cierto es que todos carecen de hombros, el cuello muy gordo, la cara amatista.

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2 de junio de 2023
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El Boomeran(g)
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