Francisco Ferrer Lerín
Confucio y Jorge Luis Borges gozan del reconocido prestigio que atesoran los grandes emisores de cuidados, chocantes y, a menudo, escandalosos comentarios que luego el paso del tiempo y la labor de exegetas y fabuladores convierten en citas. Ambos personajes, actualmente en clara decadencia en los índices de popularidad, por ejemplo entre los jóvenes, aún mantienen, sin embargo, la capacidad de generar o tutelar información reservada, de ser faros, guías en el complejo horizonte de la autoridad intelectual.
De Borges conozco un par de reflexiones, de comentarios que, seguro, nadie me contó, comentarios suyos que leí en alguna parte, parte que no logro localizar por más esfuerzos de buceo realizados en los libros de mi biblioteca y en mis cuadernos.
La primera reflexión se produce, cómo no, durante una entrevista, creo que mano a mano, pues no recuerdo ninguna rueda de prensa en la que participara, y es resultado de una pregunta directa del periodista o, quizá, al hilo de una pregunta más amplia que el Gran Ciego reconduce. Supongamos por tanto que el periodista pregunta a Borges en qué país le hubiera gustado nacer si no lo hubiera hecho en Argentina. Borges contesta rápido, sin circunloquios, que en ese caso le hubiera gustado nacer en Inglaterra (no en ese poco preciso y moderno concepto denominado Reino Unido) pero, y aquí llegamos al punto al que queríamos llegar, si eso no hubiera sido posible, aclara Borges, me hubiera gustado nacer en España, desde luego en Andalucía… y de las demás regiones no vamos a hacer mención, aunque él sí la hace.
Una segunda reflexión borgiana se produce también durante una entrevista, ignoro si de carácter más político, y se sustancia en una lapidaria y quizá profética frase: “no creo en la democracia, la democracia es un abuso de la aritmética”.
Encuentro ahora, de repente, gracias a Google, información directa de esas dos reflexiones, pero la información de internet no es mimética respecto a ellas, varios matices las distancian, del mismo modo que es posible, diría casi con absoluta certeza, que mis reflexiones actuales, las que acabo de mencionar, también se distancien del original, de la fuente que no recuerdo, de una fuente que quizá no fuera otra que una lectura apresurada de las informaciones, antiguas, que ahora me llegan, merced al indispensable buscador.