Ya estamos en otro año, ¡Felicidades a todos! Ya estamos en ese año en que parece que las vamos a pasar más canutas que el anterior. Y, sin embargo, cuánta curiosidad, ¿cómo nos las apañaremos para salir adelante?, ¿aparecerá de pronto por ahí algún genio que nos revele algo importante de nuestra existencia? ¿se descubrirá alguna nueva vacuna? ¿sabremos por fin si hay vida en otros planetas? ¿se cumplirá alguno de mis deseos? ¿Cómo será el futuro?
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Estaban destinadas a ser la chica del gangster, la amante, la perversa, la parásita, que no sabía hacer pasteles, ni coser, ni criar a los hijos, ni comprender al marido, estaban destinadas a flotar como los bellos genios de una lámpara mágica. Y cuando pretendían ser de carne y hueso y crear una familia y tener un hijo y al mismo tiempo vivir a fondo, con riesgo, les ocurría como a Susan Hayward con ¡Quiero vivir!, que acababan en la silla eléctrica.
Las madres solían parecerse más a Olivia de Havilland en No serás un extraño (sacrificada y modesta), que a Gloria Grahame en la misma película, surgiendo de una lenta bocanada de su propio cigarrillo con ojos febriles y brillantes. O quizá surja del cigarrillo de Robert Mitchum, que tiene que pegar dos rápidas caladas para animarse antes de atacar su noche de bodas con la pobre Olivia.