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Escrito por

Clara Sánchez

Clara Sánchez es escritora española. En la actualidad reside en Madrid, donde estudió la carrera de Filología Hispánica y donde durante varios años enseñó en la universidad. Hasta la fecha ha publicado ocho novelas: Piedras preciosas (Debate, 1989), No es distinta la noche (Debate, 1990), El palacio varado (1993, Punto de Lectura 2006), Desde el mirador (Alfaguara, 1996), El misterio de todos los días (Alfaguara, 1999), Últimas noticias del Paraíso (Alfaguara, 2000), Desde el mirador (Alfaguara, 2004) y Presentimientos (2008).  Su obra ha sido traducida al francés, alemán, ruso, portugués, griego...Ha recibido el premio Alfaguara de novela en 2000 por Últimas noticias del paraíso. Y el premio Germán Sánchez Ruipérez al mejor artículo sobre Lectura publicado en 2006 por la columna titulada "Pasión Lectora" (El País, 6 de agosto). Colabora habitualmente en El País. Y durante unos cinco años lo hizo en el programa de cine de TVE "Qué grande es el cine".

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ciudadano Leo

 

El jueves, a eso de las doce, asistí al bautizo civil del pequeño Leo, el hijo de Cayetana Guillén Cuervo y de Omar Ayyashi, en la Casa de la Panadería del Ayuntamiento de nuestra ciudad. Y al llegar a casa por la noche y enchufar la tele me encontré con un programa de debate en que se estaba poniendo a caldo dicho acto. De todos modos, esa noche algunos tertulianos estaban especialmente faltones, despreciativos, insultones, tal vez era porque la proximidad de unas elecciones siempre agria el carácter. Es llamativo que en los programas de este tipo no haya nunca un contertulio que dude, que cambie de parecer, que se deje convencer por el rival, en definitiva que escuche algo de lo que dicen los demás. Ese ser imposible sería tachado de ambiguo, escurridizo, poco claro, ese ser despistaría a la audiencia, que parece que no entiende nada si no se llama al pan, pan y al vino, vino a gritos. La audiencia parece que tiene la mollera bastante dura. Aunque ojo, con la audiencia no hay que meterse. Al votante, al público, al consumidor hay que darle coba constantemente y desde Larra (cuyo bicentenario celebramos este año) nadie ha vuelto a criticarlo por miedo a que nos apague, a que aparte su mirada de nosotros, a que no nos escuche, por miedo a su indiferencia, casi más dolorosa que la de un amante. Larra incluso se atrevió a cuestionarse su existencia en el mítico artículo "¿Quién es el público y dónde se encuentra?" con un par de narices. Ahora le podemos meter los dedos en los ojos a una película, a un libro, a los políticos, pero no a los que van a ver la película, leen el libro o votan. En el fondo no nos creemos eso de que hayamos alcanzado la mayoría de edad, los consumidores no soportamos que se dude de nuestro gusto o de que estemos en posesión de la verdad.

La triste realidad es que sólo hay que hablar con contundencia y un punto de prepotencia para que algo suene a verdad. Como titubeemos porque las cosas no nos parezcan tan claras, como nos dejemos dominar por la complejidad del mundo, por la relatividad, la física cuántica y los océanos de estrellas en los que vagamos sin rumbo estamos perdidos. Es mejor marcar posiciones firmes, a poder ser rígidas, no ponerse nunca en el lugar del otro y cargarse de razón como si se llenara el depósito de gasolina. ¡Cómetelos! y que sea lo que dios quiera. El problema es que estos modos se trasladan a la calle, donde la vida no se juega como si fuese un partido de fútbol. Por eso la literatura sigue siendo el lugar donde encuentran cobijo seres perplejos y llenos de incertidumbre que nadie soportaría en ninguna otra parte.

No sé a quién se le ocurrió eso de "vive y deja vivir", es un gran lema. Deja que los niños puedan ser bautizados de forma civil. ¿Por qué no? No solamente no perjudica, ni daña, ni arrincona al bautismo religioso, sino que es necesario porque el bautismo civil como las bodas civiles son una manera de separar la iglesia del estado. Esta ceremonia del hijo de Cayetana es ya el cuarto que se celebra en nuestro país, el primero se hizo en Rivas-Vaciamadrid. Y según el concejal Pedro Zerolo, hay muchas más peticiones, por lo que sería deseable un registro en que constase la bienvenida al mundo de quienes ponen por encima de cualquier otra consideración su identidad como ciudadanos. Frente a la sumisión a un poder divino superior del bautismo religioso, la entrada en una sociedad con derechos y deberes de este otro bautizo laico. Y deja, por favor, que podamos llamar a este rito de iniciación social "bautizo". Nadie está robándole esta palabra a la iglesia. En el Diccionario de Seco también se le atribuye el significado de "ceremonia de presentación o de inauguración de algo". Del mismo modo que en el Diccionario de la RAE se llama "bautismo de fuego" al hecho de entrar por primera vez en combate y "bautismo de sangre" al hecho de ser herido por primera vez en combate. Aparte de que la costumbre de purificarse con el agua es muy antigua y un ritual presente en muchas culturas y religiones.

Pero además no es un invento nuevo, pertenece a la tradición republicana francesa y también en nuestro país se celebraron bautizos civiles durante la II República. Personalmente me sentí liberada cuando dejaron de pedirme la partida de bautismo para cualquier cosa. De momento prefiero figurar en un registro terrenal y dejar los cielos para más adelante cuando aquí ya no ocupe sitio.



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10 de junio de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vascos en Madrid y Marte

 

"Marinero,/ siempre te hallas inquieto, de lecho/ la mar azul salada, de techo/ la ligera nube celeste. En los ojos/ la cruda luz de las estrellas!/ Balanceándose/ el velero embrujado./ Por ello, por ello no olvides que te espera,/ que te espera alguien/ en la costa." (Marinela,/ Zuk bethi ezi-egona!/ Ohetako,/ itxaso gazi urdina!/ Teilatutzat,/ zeruko hedoi arina!/ Begietan/ izarren argi gordina!/ Kulunkari,/ beladun untzi sorgina/ Hargatik, hargatik,/ ez gal gogotik,/ zure goait,/ zure goait/ Dagola norbait,/ itsas-hegitik!).

El poeta Jean Baptiste Camoussarry escribió este precioso poema hace dos siglos y podrán leerlo y disfrutarlo junto con muchos más en la Poesía vasca. Antología bilingüe (UNED) del profesor Patricio Urquizu, que se ha empeñado (y lo ha conseguido) en reunir en esta obra, la más completa al día de hoy, una tradición poética que va de la Edad Media hasta nuestros días y que se hunde en las eternas inquietudes y angustias del alma humana como la naturaleza, la búsqueda de sentido de la vida, el amor y la muerte. Los que asistimos a la presentación de este libro en Madrid nos sentimos por momentos trasportados a los verdes valles de una tierra poética, mítica, moderna, a la que tanto mal le ha hecho la mucha sangre derramada y la intolerancia. Pero volvamos a la poesía que, al final, como demuestra esta antología, es lo que queda. No hay fronteras ni tiempo que sirva de dique a las palabras (sea cual sea su lengua), cuando esas palabras contienen las emociones que nos hacen humanos. Quizá por eso Urquizu presentó la poesía vasca como "patrimonio de toda España, de Europa y de la humanidad" y la considera un elemento clave para el conocimiento de la prehistoria e historia de nuestro país.

La verdad es que cuando se habla de que la literatura es universal, porque lo que cuenta va más allá de la mesa y la silla en que se ha escrito, porque funciona en una frecuencia que es capaz de llegar muy lejos, hay que entenderlo en sentido literal. Dentro de nada escribiremos y leeremos en la Luna (el 17 de junio se inician los preparativos para el regreso del hombre a nuestro satélite natural) y en Marte, y esta sección de El País, dedicada a nuestra Comunidad, tendrá también que ocuparse de qué ha sucedido en los Cercedilla, Guadarrama y Madrid marcianos, porque esta semana nos hemos enterado de que científicos de la NASA han llamado con estos nombres a tres rocas del cráter Victoria. ¿Por qué? Parece ser que no hay ningún motivo claro. Parece que ha sido un gesto espontáneo. Puede que alguno de dichos científicos (ninguno es español) viniera por aquí a pasar unas vacaciones y el paisaje de nuestra sierra le llegara tan hondo que le hay hecho ilusión trasplantarlo al planeta de los canales, las colinas azules, las casas con columnas de cristal y los libros de metal, como los describía Ray Bradbury en sus maravillosas e intemporales Crónica marcianas.

Los libros seguramente no serán de metal, ni de papel, por ese entonces ni siquiera serán electrónicos, pero lo que es seguro es que habrá un medio por el cual inventar historias sobre el cráter Victoria y sus famosos rocas madrileñas. Por lo pronto, gracias a esos dos todoterrenos llamados Opportunity y Spirit (nombres que de alguna manera resumen el alma aventurera del conquistador: espíritu y oportunidad) sabemos que hubo agua por allí y también que lamentablemente no existen marcianos espectrales con rostros de plata, orejas talladas en oro y labios adornados con rubíes conduciendo naves sobre mares de arena. Aunque siempre nos esperarán con los brazos abiertos en el libro de Bradbury, y de alguna manera tanto han calado en nuestra imaginación que los terrícolas nos hemos ido pareciendo a ellos clavándonos piercings por orejas, narices, labios y cejas.

Ahora bien, también Bradbury nos alerta sobre el peligro de trasladar allí lo peor de nosotros mismos y aniquilar la civilización y las cualidades de esos imaginarios seres invadiéndolos con gasolineras, con hamburgueserías, con centros comerciales, con nuestras costumbres y rutinas. ¡Estos extravagantes terrícolas!. Probablemente no será con gasolineras ni con hamburgueserías, pero los invadiremos con otros inventos, de eso no hay duda, y los madrileños haremos millones de kilómetros para sentarnos a comernos el bocadillo sobre Cercedilla, Guadarrama y Madrid. Y nos quedaremos mirando el cielo estrellado mientras pensamos "En los ojos/ la cruda luz de las estrellas!/ Balanceándose/ el velero embrujado."

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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26 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pura Pasión

Por la ventana veo ya venir el próximo puente de San Isidro. Y con los puentes llegan las salidas, los atascos y la consiguiente vuelta al trabajo o al paro, en cualquier caso a un estado que nos impone la sociedad o la dura realidad, que viene a ser lo mismo. Por eso, en cuanto se nos da la más mínima oportunidad huimos en coches, aviones y trenes a los paraísos de la playa o del extranjero, aunque sea de una forma bastante artificial, porque al terminar el puente regresamos como corderos al matadero, lo que viene a significar que vivimos atrapados en una isla de la que es muy difícil escapar. Algunos lo intentan y deciden quedarse en Bali u otro de esos paraísos de vacaciones para el resto de su vida. Deciden no volver a quitarse el pantalón corto ni la camisola hippy, ni volver a afeitarse, y cambian el coche por una motocicleta. De alguna manera se las han arreglado para fingir unas eternas vacaciones. Algunos se quedan para siempre en la orilla del mar y otros en la orilla de la vida. No está nada mal ver la vida desde la orilla, sentirse extranjero siempre. El extranjero no es siempre un inmigrante, ni el inmigrante un extranjero. Ser extranjero, como nos enseñó Albert Camus, es un estado de ánimo.

También muchos se las han arreglado para alargar la vida de estudiante hasta los cuarenta o más. Becas, cursos, masters. Llevan compartiendo piso desde que salieron de casa y no parece que les tiente demasiado la idea de cambiar la mochila por una maleta, ni su cocina comunal por otra alicatada y solitaria. Desde luego el mercado laboral no favorece lo contrario. Ya nadie aspira a un puesto de trabajo para toda la vida. Hemos pasado de la falsa estabilidad a la inestabilidad total. Por otra parte, estos mismos jóvenes tardan bastante en encontrar el amor definitivo, ese amor sobre el que fundar una familia y un patrimonio, un amor al que atarse y que bloqueará otros posibles amores, porque su permanente estado de formación se lo impide. Sin contar con que uno se ha ido acostumbrando al maravilloso romance. Sabemos, porque todos los poetas del mundo nos lo han dicho, que el amor champanoso, el burbujeante que hace cosquillas hasta doler, se acaba para dar paso a la complicidad y el cariño, que es más seguro y más adulto. Pero ¿quién quiere ser adulto? Vivimos en el planeta de la eterna adolescencia. El poderoso quiere ser poderoso para ser más joven. De nada vale ser bella si no se es joven. El joven quiere ser más joven aún. Ya no hay hombres de solapa ancha y corbata. Del hombre con cicatrices de cuchilla porque apenas se miraba en el espejo al afeitarse ha salido éste de pelos a lo tintín.

¡Ay!, ¡ay!, y ¡ay!, el amor. En la escueta (75 páginas con muchos claros), esencial y completamente encantadora novela de la francesa Annie Ernaux, Pura Pasión (Tusquets), se dice al final:

"Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida de intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o uncubierta de 'Manos cortadas'a mujer." ¿Algo más que añadir?

También puede uno resistirse a salir fuera en cuanto toca puente y fomentar algo así como una rebeldía pasiva quedándose en Madrid, y aprovechar para mirar la ciudad con ojos de extranjero. O para leer la magnífica novela de Luisgé Martín, Las manos cortadas (Alfaguara). No se la pierdan, se trata de un thriller policial, de una apasionante intriga política y también de una historia de amor profundamente humana. Luisgé Martín, que es el protagonista y narrador de la novela ha pretendido indagar en los límites de las libertades democráticas, en la manipulación descarada de la historia y en los mecanismos que se emplean para conservar los privilegios de las castas dirigentes. La trama arranca de unas cartas inéditas de Salvador Allende que le hacen llegar al narrador en un viaje a Chile. Lo demás, su inquietante atmósfera, su pura pasión, la manera natural de contar y la gran aventura en que zambulle al lector, sin que el lector se dé casi cuenta, tendrán que descubrirlos por sí mismos, en cuyo caso les deseo unas felices fiestas de San Isidro anticipadas.

 



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12 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El peluquero de verdad

"Cuando empecé a ser homosexual sólo me acostaba con peluqueros, y no era manía, sino la realidad del momento. Así te darás cuenta de lo mayor que soy. Tardarían bastante en llegar los ingenieros gays, los concejales, deportistas y carniceros gays. La palabra gay ni se conocía. Los homosexuales entendían, y todos los que entendían en los bares a los que yo iba a ligar se dedicaban a las labores propias del pelo".  Se acabó la cita, no quiero seguir porque lo que viene a continuación es aún mejor. Se trata del primer párrafo del relato "El peluquero de verdad", del volumen de cuentos aparecido hace unos días Con tal de no morir (Anagrama), de Vicente Molina Foix.

No se lo pierdan, es muy bueno. Me ha divertido tanto que he leído todo lo despacio que he podido, aunque inevitablemente se acabe llegando a la última línea. He pasado de la seriedad a la sonrisa (mucha) en cuestión de segundos, como si la vida no nos la tuviéramos que tomar ni demasiado en serio ni demasiado en broma, ni a nosotros mismos, como si debiéramos mirarnos en el espejo y disfrutar de lo que somos con nuestras grandes imperfecciones y azarosos encuentros humanos, unas veces para reírse y otras para llorar. Hay algo muy cálido en estas páginas que nos abriga, es el aliento de alguien que no tiene miedo a contar la verdad sin pelos en la lengua, pero sin querer amargarnos, sino tratando de elevarnos por encima de nuestras pequeñas miserias, enseñándonos a no aburrirnos nunca.

No sé si será por la suave ironía, por su inteligente sentido del humor o por la calidez de unos personajes muy humanos, o por todo junto, por lo que no podía soltar el libro. Da la impresión de que el Diego del primer relato, que da título al conjunto, es este hombre que tengo ahora mismo al  lado en la cafetería y que rasga el sobre del azúcar con gran parsimonia mientras piensa en algo, ¿en qué estará pensando?  Un bar cualquiera de Madrid, con gente como la que llena estas páginas, gente cotidiana que lleva ropa de Zara y conoce a sus parejas por Internet. Gente con la que nos rozamos, con la que nos encontramos y de la que a veces nos enamoramos.

Me agarro a estos cuentos como a un clavo ardiendo para volver a la realidad. Porque tanto que se habla de la realidad en ese tono de crudeza que pone los pelos de punta, tanto que nos restriegan la "dura realidad" por la cara cuando no quieren darnos algo, cuando nos niegan el préstamo, cuando descubrimos que nos engañaban, resulta que la única realidad que al final queda es la de las novelas y los cuentos, la del cine. El resto se evapora. Cuando pasa el tiempo sólo podemos volver a la realidad inventada, a la que ha sobrevivido encerrada en unas páginas o en unas imágenes, mientras que la auténtica realidad nos ha dicho adiós para siempre.

            Por eso ahora más que nunca se puede insistir en la eterna pregunta de Watzlawick, ¿Es real la realidad? El caso es que la realidad sólo parece real cuando es dura, desagradable e inevitable, cuando te pasa por encima como un tanque, porque la realidad apacible, la despreocupada, la alegre, la enamoradiza, la feliz, siempre nos parece un sueño, y a algunos hasta una imbecilidad. Tal vez haya llegado el momento de cambiar la realidad, aunque continúe siendo escurridiza. Pensemos, si no, en lo que ocurrió en la cumbre del G-20 en Londres cuando los ejecutivos cambiaron la chaqueta por una camiseta para ir a sus trabajos y así pasar inadvertidos y que no les apedrearan. De pronto, dejaban de ser los dueños de la realidad, y los antisistema ya no eran los cabezas locas, los quiméricos, los fantasiosos. Habían cambiado las tornas, y la realidad ya no estaba de parte de los de traje (que se lo digan a Francisco Camps). Se les acababa de descubrir el truco de magia chapucera, que había creado una realidad tan falsa como dura. Por lo que ha llegado el momento de preguntarse muy seriamente: ¿de verdad es dura la realidad?

            Por lo menos estos días, días de libros, la vida se ha portado bien y nos ha traído como nuevo premio Cervantes a Juan Marsé, cuya novela Últimas tardes con Teresa, siempre será maravillosa, con o sin premio. Y nos ha traído como nuevo académico de la RAE a José María Merino, cuyo lúcido discurso de ingreso pone el dedo en la llaga al hablar de este mundo nuestro a través de La ficción de verdad.

 



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29 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¡Cuidado con la cartera!

Coincidiendo con las salidas y entradas de Madrid típicas de estas fiestas, se han producido salidas y entradas en el Gobierno. Unos se van y otros vienen, unos se apean y otros suben al tren. Los ya antiguos no tienen más remedio que verse cara a cara con los nuevos y decir algo ingenioso para demostrar que no se han tomado a mal que los quiten. ¡Qué suplicio!, encima tengo que hablar, piensa el del adiós, mientras que los nuevos sólo tienen que sonreír y dejarse querer, aunque quizá sea éste el momento de ir pensando en la frase ingeniosa de una futura despedida para adelantarse y tener ese trabajo hecho, no sea que dentro de equis tiempo, con la emoción de última hora y tener que recoger el despacho deprisa y corriendo, se quede uno sin palabras.

Personalmente si yo fuese una o uno de los ministros salientes me habría agarrado al espíritu de la crisis, a la necesidad del ahorro y a la economía del lenguaje y, al entregar la cartera, habría dicho simplemente: "toma". Y se acabó, me habría vuelto a mi sitio junto a la pared y me habría dedicado a mirar al techo, que para eso los artistas se han dejado las cervicales pintando hermosos frescos, para que uno pueda distraerse de la dura realidad.

Sin embargo, se trata de una ceremonia que a los ciudadanos nos gusta y echamos de menos que no dure un poco más. Es demasiado rápida, no nos da tiempo de ver cómo van vestidos, ni de analizar las miradas, ni profundizar en el tono de las frases, que pediríamos que fuesen más irónicas, más de doble filo, con más juego para comentar en casa. Casi todo el espacio lo ocupa una gran cartera negra, símbolo de entrega de poderes, que casi siempre se presta a alguna anécdota como que en lugar de ministro ponga ministra o al revés o que en la de Educación hayan tenido que borrar alguna. ¿Es que no nos podemos permitir comprarle una cartera nueva al ministro? ¿Tiene que ser esa y sólo esa con vocales borradas unas encima de otras y palabras enteras tachadas con típex? Quizá se trate de una bella metáfora sobre la efímera temporalidad del cargo, de modo que el ministro siempre tenga la cartera a mano, junto a la mesa del despacho, para de un vistazo recordar que antes hubo otros y que después también los habrá y que todos han dejado y dejarán sus huellas en esa machacada cartera. Esa cartera representa el tiempo, por eso es negra como el cosmos y abultada como el vacío. Es un trozo de materia oscura, que se pasan unos a otros, tratando de desentrañarla.

¿Hasta que edad se remontan estos enormes carterones negros, a la Edad del Bronce? Y otra curiosidad, ¿se usan sólo en estos actos o los ministros y ministras guardan dentro el ordenador? La verdad es que precisamente una cartera le habría venido bien al jefe antiterrorista de Scotland Yard que llevaba bajo el brazo, como si fuesen unos apuntes de clase, una información de máximo secreto que podía leer cualquier que pasara por su lado y sobre todo que pudo ser fotografiada por teleobjetivos. Estoy completamente a favor de las carteras ministeriales y espero que nunca se sustituyan por un pendrive porque no habría ceremonia ni metáfora.

También podría significar algo que el cambio de ritmo del Gobierno haya ocurrido en Semana Santa, que a diferencia de las Navidades no tiene fecha fija. Unas veces cae en marzo, otras en abril, lo que está muy bien porque así tenemos tradición, pero no monotonía. Aunque no es monotonía lo que nos sobra porque acabamos de venir de las Fallas y ya termina la Semana Santa y a continuación nos espera la Feria de Abril y San Isidro, y mis queridas fiestas de San Antonio de la Florida. Ahora la Semana Santa no tiene nada que ver con la de aquellos tiempos en que se paralizaba la vida y no tenías más narices que ver Los Diez Mandamientos y escuchar música religiosa o escaparte a alguna playa, porque a las dictaduras siempre les ha encantado entristecer a la gente. Cuando estamos tristes tenemos menos energía y menos capacidad de respuesta, somos más manejables. Y lo que tienen las procesiones es que, en medio de todo lo que significan y que le sirvió a Mel Gibson para rodar ese otro Apocalypto, en versión latín, llamado La pasión de Cristo, es que son alegres y los que participan lo pasan bien, aunque algunos hayan querido agriar la fiesta con los dichosos lazos blancos.

 

 



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13 de abril de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El estilo Zúñiga

Juan Eduardo Zúñiga es delgado y moreno, elegante, discreto, no habla alto, no es que hable bajo es que mantiene el tono de la cercanía, de la complicidad con quien habla. Ha escrito algunas de las mejores páginas de nuestra literatura sin altivez, por eso nos suenan humanas, y sin darse demasiada importancia, por eso él nos resulta creíble, y  lo convierte en una rara especie de escritor que habría que proteger a toda costa. Lo convierte en un ejemplo para esas nuevas generaciones que buscan en la literatura la manera rápida de triunfar y hacerse rico, jóvenes impacientes que confunden la originalidad con no tener ni idea de lo que se ha hecho antes. En ese caso aconsejo fijarse en J.E. Zúñiga que ha tenido la paciencia de dedicar toda su vida a escribir sin esperar nada a cambio (lo que no ha impedido que haya sido premiado y valorado), salvo sus propias palabras iluminándonos a todos. Es muy humana la tentación de sentirse el mejor, pero sentirse el mejor no le hace a uno realmente bueno, también en ese caso es urgente acudir a Zúñiga y ver cómo se interesa por el trabajo de los demás, cómo valora lo que hacen otros. Nunca por ejemplo le he oído cuestionar a los jóvenes escritores impacientes como estoy haciendo yo ahora, ni a los maduros, ni a los ancianos, porque seguramente nunca se le ha pasado por la cabeza que la literatura ni los literatos necesiten su aprobación. No creo que haya caído nunca en esa megalomanía tan extendida de creerse con cierto derecho de propiedad sobre la calidad literaria en general, cuando bastante tendríamos con no ser tan benevolentes con nuestro propio trabajo. Él desde luego no lo es, se zambulle en el tiempo alternativo de la literatura, en ese tiempo en que los minutos y las horas tienen otra medida. Es el tiempo de la ensoñación, la imaginación, la memoria. Y con esto no quiero decir que sea un santo, es sólo un escritor que sabe que escribir no supone automáticamente un salto a la fama y que ir en ese plan sería alimentar una frustración difícil de controlar.

            El estilo Zúñiga marca su manera de escribir y también una manera de ser escritor que ha llevado con clase y cuellos altos durante muchos años.

            Lo vi antes de conocerle allá por el año 93, por supuesto lo conocía como escritor, pero no personalmente. Asistió como oyente de una mesa redonda en la que hablábamos del por entonces imprescindible en todas las salsas Thomas Bernhard. El prestigio le precedía. Cuando entró en la sala se oyó un rumor: ha venido Juan Eduardo Zúñiga. Ni siquiera recuerdo dónde se celebraba el asunto, pero sí de la situación. Zúñiga sentado y escuchándonos con sus gafas de concha puestas.

            No es frecuente que los maestros vayan a oír a los que empiezan. Bueno, pues a lo largo de los años he vuelto a verle una y otra vez sentado discretamente en mesas redondas, conferencias, presentaciones sin ser él protagonista, lo que tiene narices. Y es que le interesa la literatura y lo que piensan y escriben los demás. El estilo Zúñiga.

            Su manera de escribir es difícilmente sencilla y natural. Escribe "como él es" y eso se nota. Aunque no se le conozca personalmente uno sabe que detrás de Largo invierno de Madrid, La tierra será un paraíso o Capital de la gloria hay una personalidad serena y lúcida, que ve la vida desde el lado de la comprensión humana. Precisamente estas tres libros, publicadas por Alfaguara (donde ha salido la mayoría de su obra, si no toda) y recogidos posteriormente en un volumen en Cátedra, forman una trilogía de esta ciudad nuestra que cambia según los estados de ánimo, los sitios que se iluminaron a los quince años  y que se oscurecieron a los veinte, la calle del primer trabajo, el parque de aquel amor, una ciudad que sufrió una Guerra Civil y una posguerra y todo lo demás. Madrid está escrito en cada uno de nosotros, queda en nosotros con lo bueno y lo malo, como los hijos.

            Zúñiga lucha desde la página contra el olvido como si su compromiso social tuviese que ir a la par con su compromiso literario, y tal vez es esa exigencia la que le ha obligado a ser una escritor que se toma su tiempo o que no se deja presionar por la urgencia de los años ni por las modas editoriales. Al estilo Zúñiga. 



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31 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Llega la primavera

Llega la primavera y con ella, como ocurrirá en todas las primaveras de nuestras vidas, también llega el recuerdo del 11-M. Un negro recuerdo para todos y una realidad muy amarga para las víctimas, que se resignan a tragar saliva mientras otros alborotan. Precisamente aquel día por la tarde tenía que ir a Guadalajara a presentar una novela, pero por la mañana empezaron a llegar noticias, cuya dimensión fue creciendo y creciendo hasta culminar en el horror total. Todos teníamos que hacer algo aquel día que dejamos de hacer. Todos teníamos alguna preocupación que nos parecía importante y que dejó de serlo. Todos dejamos de pensar por un momento en nuestras cosas. La vida se interrumpió y cayó el silencio, hasta el punto de que recuerdo las imágenes de la catástrofe en televisión mudas, sin sonido. Y si yo era solamente alguien que veía la catástrofe en televisión, ¿cómo la recordarán los que estaban en los trenes? Los criminales mancharon la primavera para siempre. El otro día le oí decir a una de las víctimas que cuando en el juicio vio a los terroristas islámicos le sorprendió que fueran de carne y hueso porque no le parecía que lo de aquel día lo hubiese podido hacer un ser humano.

            Llega la primavera y con ella la eterna polémica sobre el aborto. Enseguida sale a relucir eso del derecho a la vida y las opiniones más absurdas y extravagantes que uno se pueda imaginar. Uno de los comentarios más idiotas que he oído lo soltó un sociólogo en televisión, recostado en una silla del plató. Con voz  agotada de pensar tanto, dijo que por lo general detrás de la defensa del aborto se esconde alguna experiencia personal de esa mujer en particular o de su entorno. Con un par de narices. Pues no señor, son millones las mujeres que no han tenido ninguna experiencia personal en ese sentido, que no necesitan haber abortado ni que lo haya hecho alguien de su familia para ponerse en la piel de quien se encuentre angustiada  ante la tesitura de traer o no un hijo al mundo por los motivos que sean (puede que en su situación yo hubiese hecho lo mismo), porque no olvidemos que es ella quien lo trae, ni los obispos, ni los que se echan las manos a la cabeza, ni los puros de pensamiento, palabra y obra, es a ella y sólo a ella a quien se le hincharán los pies, la barriga y los pechos, la que tendrá que parir y amamantar, la que verá peligrar su trabajo y muchas cosas más y la que será madre para el resto de sus días. Y aún así, teniendo que soportar todo esto, para una mujer merece la pena y le cuesta un verdadero calvario dar el paso de interrumpir su embarazo.

 Otro comentario sin igual fue el de una lumbrera que dijo que de seguir así el aborto iba a ser usado como método anticonceptivo. Llegados a este punto, lo mejor sería que los hombres no opinaran sobre algo que es tan abstracto para ellos.

Por suerte no todos son como este elemento que no tiene ni idea de lo agresivo que es para el cuerpo de una mujer abrirse de piernas y que hurguen en su interior y que le arranquen una parte de sí misma, aparte de lo tocada que la deja emocionalmente. Los hombres (y las mujeres) que hablan así consideran a las mujeres puros recipientes de vida, una fábrica de células o algo así y que hay que vigilarlas para que no estropeen el producto. Los que hablan así consideran a las mujeres unas desalmadas que a la mínima se deshacen de sus fetos. Pero la cuestión es que es la mujer quien sufre esta experiencia dentro de su propio ser con multitud de implicaciones que pueden llevarla a abortar, un acto siempre traumático y nunca por capricho. Por capricho se hacen las cosas agradables, no las desagradables.

El concepto del derecho a la vida tiene tantos campos donde desarrollarse que parece ridículo que se centre exclusivamente en el aborto, en proyectos de seres que aún no han llegado a serlo. También tendrán derecho a la vida las legiones de niños que ya están realmente vivos y además hambrientos con moscas revoloteándoles sobre sus pobres huesos. Y las legiones de niños armados que han visto y hecho cosas en la guerra que los marcarán de por vida, y los que son usados sexualmente y los que trabajan de sol a sol sin que casi nadie piense en ellos, ¿hay derecho a eso?

 



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18 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El día de la mujer

 

No he tenido tiempo de contaros que el viernes, día 6, me marché a Toledo para celebrar el Día Internacional de la Mujer. Se trataba de un acto institucional de la Junta de Comunidades y de su Presidente José María Barreda en el que a diez mujeres se nos reconocía nuestro trabajo en distintas áreas.

Me habría encantado que hubieseis compartido aquel momento conmigo. Fue muy emocionante porque el lugar (la Fábrica de Armas del campus universitario de Toledo) estaba hasta los topes de mujeres (y hombres) de todos los sectores sociales con verdaderas ganas de fiesta. No fue un acto de trámite, uno de esos actos que se olvidan en cuanto te vuelves a casa. Había autenticidad, ganas de decir aquí estamos, cada día mejor, cada día más dueñas de nuestros sueños y nuestro destino. Y es que la mujer castellano-manchega es muy auténtica, muy libre y está hambrienta de futuro y novedad.

Me gusta haber nacido en Castilla-La Mancha y que algún crítico literario se refiera a mí como la "escritora manchega". Sin los espacios alucinatorios de La Mancha El Quijote no habría sido posible, y sin esos mismos paisajes grabados en mi cerebro desde niña la realidad no tendría para mí tanto interés, no sería tan misteriosa ni tan extraña y seguramente no escribiría sobre ella.

A la escritora castellano-manchega, que escribe estas líneas, le tocó agradecer en nombre de todas las homenajeadas el reconocimiento que se nos hacía, y en ese momento de quienes más me acordé fue de mis dos abuelas, una manchega y la otra castellana. Eran más fuertes y con más temple que yo y ahora lamento no haberlas conocido más a fondo, pero algo me dejaron, algo aprendí de ellas: a no tenerle al futuro más miedo que el estrictamente necesario.

Puedo decir de mis compañeras de reconocimiento que son unas mujeres espléndidas y que volveremos a reunirnos en alguna cena.

De verdad fue un placer conoceros.

Rosario Moratalla Villalba: esta investigadora de Motilla del Palancar (Cuenca) dispone de una excelente y premiada carrera profesional desarrollada en las universidades más prestigiosas del mundo. Su talento y capacidad se centran en desenmarañar los mecanismos íntimos del cerebro y en participar en importantes proyectos de investigación, incluido en el realizado por un Premio Nobel. Actualmente desarrolla su carrera científica en el Instituto Ramón y Cajal de Neurología.

Asunción Díaz del Río: Empresaria de gran capacidad al frente de un potente negocio. Dirige el Centro Comercial y de Ocio "Puerta de Toledo", ubicado en Olías del Rey. Destaca por su valentía e inteligencia a la hora de apostar por un importante sector empresarial y situarse al frente de la dirección del proyecto. La trayectoria de esta mujer emprendedora le ha llevado a desempeñar distintos puestos de decisión en varias empresas de gran calado.

Sara Simón Alcorlo: Se trata de la alcaldesa más joven de la región, con 24 años. Su capacidad y espíritu de liderazgo le han permitido ocupar la alcaldía de Motarrón en Guadalajara y desempeñar desde este cargo todas sus habilidades e inteligencia para hacer progresar su municipio y mejorar la vida de sus gentes. Sara demuestra la preparación de la que disponen las mujeres jóvenes de la región para desempeñar puestos de decisión política.

Amparo Sánchez Casanova: Esta arquitecta y funcionaria de la Administración regional es un ejemplo de tesón y cualificación dentro de este sector. Desempeña su labor como Jefa de Servicio en la Consejería de Ordenación del Territorio y Vivienda y dispone de una trayectoria impecable. Ha defendido los valores colectivos en la planificación y diseño de nuestros pueblos y ciudades y supone un ejemplo de las personas que dedican su talento y su carrera profesional buen funcionamiento de la Administración Pública.

Isabel Baladrón Perezagua: Fiscala Jefa de la Audiencia Provincial de Guadalajara que aporta al ámbito de la Justicia toda su preparación y trayectoria profesional. Esta toledana licenciada en Derecho está seriamente comprometida con los temas sociales y durante muchos años dedicada a temas de menores y mujeres. Ha sido condecorada con la Cruz de San Raiumundo de Peñafort.

Alicia Merino Fajardo: Mujer joven comprometida con su tierra y con las desigualdades por cuestión de género, tanto en nuestro país como en otros puntos del planeta. Es Trabajadora Social y actualmente desempeña su labor en un recurso de acogimiento de la región.

Bienvenida Pérez Montejano: La larga trayectoria de pertenencia y desarrollo en los movimientos asociativos de la región le hacen merecedora a esta ciudadrealeña del reconocimiento del Gobierno Regional. Sus aportaciones y experiencia son recogidas en el Consejo Regional de la Mujer de Castilla-La Mancha, del que Bienvenida forma parte.

Rocío del Campo García: Joven deportista castellano-manchega perteneciente al Club Paraolímpico de Castilla-La Mancha y al Club de Atletismo de Puertollano. Su tesón y preparación en el ámbito del deporte le han permitido convertirse en campeona nacional y plusmarquista nacional en salto de altura y hacerse con los récords de España tanto en pista cubierta como al aire libre. Sus éxitos cosechados son muchos y su sueño es conseguir una medalla en una Paraolimpiada.

Mercedes Sotos Prieto: Con 24 años, esta ibañesa es ejemplo de tesón, de estudio y dedicación. Consiguió en 2008 la nota media más alta de toda España dentro de su licenciatura en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, por lo que recibió el Primer Premio Nacional de manos del Rey. Su currículo y expediente académico es un reflejo de la alta preparación de las generaciones de mujeres jóvenes de Castilla-La Mancha.

                 

 

 



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10 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un perdedor en Madrid

Dentro de dos días se cumplirán cien años de la muerte de Alejandro Sawa en la calle del Conde Duque de Madrid. Murió como "un rey de tragedia: loco, ciego y furioso" en palabras de Valle-Inclán, una buena descripción por parte de Valle y una buena muerte por parte de Sawa, ¿para qué tanta aceptación y resignación? Si uno viene a este mundo llorando y haciendo ruido ¿por qué no se va a ir de la misma forma? Además era lo que le pegaba a un hombre como él y a una vida como la suya. Fue un personaje cosmopolita, bohemio y exagerado como si cargase él solo sobre sus hombros el mundo de la literatura. Era ese ser diferente que se espera que sea un escritor, cuya vida tiene que ser lo suficientemente desgarrada como para que le creamos cuando nos habla de las pasiones humanas. Su pobreza, su ceguera. Sawa parece un ser recién salido de los huracanes del alma dispuesto a contarnos lo que ha visto. Y también era en sí mismo un personaje irresistible para otros escritores, que lo apresaron entre las páginas de sus obras como quien guarda allí una flor o una hoja fresca. Es el Max Estrella de Luces de bohemia (Valle-Inclán) o el Villasús de El árbol de la ciencia (Pío Baroja).

Hay una imagen de Sawa, quizá la que más circula, con tanta fuerza que siempre me recuerda a la mítica del Che Guevara, aunque sea menos popular, una imagen destinada a la eterna seducción. Muchas veces me quedo mirándola y no me parece alguien del pasado, sino simplemente inalcanzable. Ojos negros y brillantes como con algo de opio dentro, enorme misterio, belleza distante y esas melenas que Pío Baroja valoraba tanto. Las menciona (y no será la única vez) cuando cuenta cómo lo conoció: "A Alejandro Sawa le conocí una noche en el café de Fornos, estando yo con un amigo. La verdad es que no había leído nada suyo, pero su aspecto me impuso. Un día fui detrás de él, dispuesto a hablarle, pero luego no me atreví. Unos meses después le encontré una tarde de verano en Recoletos, con el francés Cornuty. Cornuty y Sawa fueron hablando, recitando versos, y me llevaron a una taberna de la plaza de Herradores. Bebieron ellos unas copas, las pagué yo, y Sawa me pidió tres pesetas. Yo no las tenía, y se lo dije (...). Después, cuando publiqué Vidas sombrías, algunas veces, a altas horas de la noche, le solía ver a Sawa con sus melenas y su perro. Me daba la mano con tal fuerza que me hacía daño, y me decía en tono trágico: Sé orgulloso. Has escrito Vidas sombrías". A pesar de esto, Sawa no admiraba a don Pío. Habría que verlos juntos, uno tan contenido y el otro tan desbordado.

Qué Madrid aquél por el que deambulaban estos pedazos de escritores y que a Sawa le parecía "una población grande y viciosa. Madrid simpatiza con todos los aventureros, a la sola condición de que sean valientes y no se dejen dominar por escrúpulos de vergüenza. Madrid es la capital de España y la gran población predilecta de la canalla". ¿Han cambiado las cosas? En ese Madrid de 1887, que como en éste se podía triunfar o fracasar, brillar o morirse de asco, sitúa Sawa a Carlos Alvarado, el protagonista de Declaración de un vencido, una de sus mejores novelas, una de las más personales y menos naturalistas, que imprime un giro decisivo a su narrativa y que acaba de ver la luz en la editorial Cátedra.

Como dice Francisco Gutiérrez Carbajo en el estudio que precede a la novela y donde se nos aportan las claves de un mundo, cuyas ambiciones, deseos y decepciones nos pueden hacer comprender mucho mejor el nuestro: "El joven protagonista es uno de los muchos que llegan desde provincias, según el propio Sawa, a comenzar por Madrid la conquista de Europa, sin más bagaje que un drama, una novela o una obra literaria cualquiera, bien acondicionadas en el fondo del baúl, y dos o tres cartas de recomendación para otros tantos personajes acreditados en la corte. Aunque en un primer momento parece que ha escalado puestos en la esfera social e intelectual, pronto empieza a descubrir la hipocresía de los usos políticos y sociales, y más tarde la hostilidad y el abandono de sus conciudadanos: ni uno solo de los 'quinientos mil hombres que forman la población de Madrid' le animará en sus desfallecimientos ni le tenderá la mano cuando caiga".

También la vida venció a Sawa, y él lo declaró, y Manuel Machado lo confirmó en su epitafio: "Jamás hombre más nacido / para el placer, fue al dolor / más derecho. / Jamás ninguno ha caído / con facha de vencedor / tan deshecho".



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2 de marzo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Letras Satánicas

¿Creéis en los adivinos, los magos, las ciencias ocultas, los poderes paranormales, en los ángeles y los demonios? La mayoría contestaríamos que no, sin embargo, el tarot, el I-ching, el péndulo y todo lo que pueda revelar algo sobre el futuro se ha ido implantando con fuerza en nuestra vida cotidiana, incluso la brujería y, de forma menos evidente, las sectas satánicas. Lo que hace unos años era considerado cosa de crédulos y de ignorantes está siendo asumido por las elites culturales. A nadie le avergüenza decir que le han echado las cartas o que le han leído la mano, por hablar de las prácticas más corrientes y menos retorcidas. Además, en tiempos de crisis cualquier ayuda es buena aunque venga del lado oculto.

Alguien que sin duda ha ayudado a romper el muro del pudor esotérico ha sido el popular Alejandro Jodorowsky, que no sale en televisión sin su baraja de cartas, algo que hasta ahora ha estado reservado a las adivinas del 806. Y hace unas semanas, el superventas Paulo Coelho ha confesado en una entrevista haber practicado el satanismo y ser seguidor del temible mago Aleister Crowley. Hay que reconocer que mal no les ha ido a estos escritores, por lo que cuando se habla de la magia de la literatura habrá que entenderlo en sentido literal.

¿No es maravilloso este candor, esta confianza en las fuerzas del más allá? Para mí uno de los episodios más bonitos de la credulidad humana se lo debemos a Arthur Conan Doyle (creador del racional Sherlock Holmes), muy interesado en el espiritismo y que creía firmemente en hadas y gnomos hasta el punto de viajar a un pueblecito inglés llamado Cottingley para ver por sí mismo el nido de hadas fotografiado por unas niñas en un bosque cercano a su casa. De esta experiencia salió una pequeña joya llamada El misterio de las hadas, donde Conan Doyle recoge con pormenor el uso y costumbres de estos pequeños seres. Y lo más increíble es que desde 1917 hasta 1982 sólo las niñas supieron que las fotos estaban trucadas, los demás hicieron la vista gorda, prefirieron creer.

Otro suceso lleno de encanto corresponde a Fernando Pessoa, cuya inteligencia es una de las más grandes y claras que ha dado la poesía. Fue precisamente interesándome por su vertiente esotérica cuando me enteré de su relación con Aleister Crowley, también conocido por la Bestia 666, cuyo lema era "haz lo que quieras". Drogas, sexualidad libre, magia negra. Se le considera un avanzado del hippismo y entre sus seguidores se encuentra (además del mencionado Coelho) Jimmy Page, del grupo de rock Led Zeppelin, que compró incluso su casa, la maldita Boleskine House. La Bestia escribió docenas de libros. Y fue leyendo uno de ellos, las Confesiones, cuando Pessoa, experto en astrología, descubrió un error en el horóscopo que de sí mismo había hecho Crowley. Lo que no podía imaginarse es que al comunicárselo, el satánico decidiese ir a Lisboa a conocerle. Por lo visto, Pessoa estaba aterrado ante su visita y deseaba con toda su alma que no pudiera llegar, lo que casi ocurre cuando el barco en el que viajaba se retrasó por culpa de la niebla. Pero al final llegó. Ángel Crespo lo cuenta así: "En tierra, Fernando Pessoa, transido y tímido, ve avanzar hacia él a un hombre alto, de anchas espaldas, envuelto en una capa negra, cuyos ojos, maliciosos y satánicos al mismo tiempo, le miran reprensivamente, mientras exclama: 'Pero ¿qué idea ha sido ésa de enviarme una niebla para allá arriba?". -

Clara Sánchez (Guadalajara, 1955) obtuvo el Premio Alfaguara de Novela en 2000 por Últimas noticias del paraíso. Su última novela publicada es Presentimientos (Alfaguara, 2008). www.clarasanchez.com



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23 de febrero de 2009
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