Ahora podemos volver la vista a ese pasado, a nuestra guerra y posguerra, y abrir las fosas comunes que faltan por abrir y escribir la historia. La paralización cautelar de las exhumaciones de 19 fosas por parte del Fiscal interrumpe una labor que debería llevarse con toda normalidad. La sociedad ya ha demostrado sobrada y pacientemente que está preparada para saber. Lo que ha ocurrido no se debe ocultar, no es bueno para la salud mental de nuestro país.
Tampoco me parece que se deban ocultar, o no publicar, los nombres de los responsables o victimarios tal como sugiere Santiago Carrillo. Comprendo sus razones: a estas alturas a quienes podría perjudicar es a los hijos y nietos de quienes cometieron aquellas atrocidades. Pero también para este caso la sociedad puede estar preparada. Ahí tenemos, por ejemplo, a los nietos de Franco. Nadie se mete con ellos. De hecho, la nietísima es muy popular y querida por la gente, se pasea por los platós de televisión, interviene en programas millonarios, y no lo hace porque sobresalga en alguna parcela del arte o las ciencias sino precisamente por ser la nieta del dictador. Y así algunos más de esa prole. Después de esto creo que podremos resistir cualquier cosa. La gente es muy comprensiva. Ha llegado el momento de abrir el pasado y acabar con el fantasma de las dos Españas, que es algo que siempre les ha venido muy bien a quienes saben sacar tajada de cualquier situación.

Desde que podemos vernos en vídeo y somos conscientes de nuestros gestos, de la voz y de nuestro encanto personal, deseamos profundizar en él para que nos ayude a hacernos hueco. Y quizá por eso también la forma de buscar trabajo ha cambiado. ¡Ay!, recuerdo aquellos días en que abría las páginas de empleo de los periódicos y subrayaba varios anuncios, luego me lanzaba al teléfono, me daban una cita, guardaba el recorte en el bolso y me aventuraba a aquellos edificios enmoquetados de la Castellana, o a unas envejecidas oficinas del barrio de Salamanca, o a algún barrio emergente a tomar por saco. Para llegar hasta allí primero había que enviar el currículo con una foto con nuestra mejor cara, con la mejor sonrisa, con listeza en los ojos, y luego llamaban o no. Pero el caso es que todo estaba encaminado a una entrevista personal bastante decisiva. Para mí Madrid era un lugar lleno de posibilidades, donde se podía triunfar o fracasar. Era un mundo lleno de esos huecos donde alguien me entrevistaba en un despacho más o menos moderno, más o menos imponente. Y confieso que llegué a cogerle el gustillo a tales entrevistas y que en alguna ocasión a pesar de tener un empleo espléndido emprendía estas aventuras sólo por el placer de superar la prueba y luego darle calabazas a la empresa. Era como decirle: me has elegido, pero yo a ti no, ahí te quedas. A ver quien es la guapa que hace eso ahora. Podría escribir un libro con todas las pintorescas entrevistas de trabajo que he tenido en mi vida. Pero no será ahora, ahora lo que quiero decir es que si fui capaz de engancharme a enviar currículos y a las entrevistas, qué no me habría ocurrido con los actuales videocurrículos, cuidados hasta el mínimo detalle. Están hechos por expertos que aconsejan cómo moverse, qué ropa llevar, qué gestos acentuar y cuáles ocultar. Por lo visto también ayudan con la entonación y la articulación oral. Ya lo intuía, buscar trabajo no sólo se ha convertido en todo un arte sino que se ha hecho un gran hueco como empresa entre el que busca trabajo y el trabajo mismo.
La gente está a lo suyo, intentando abrirse hueco en el mercado. Por eso todo el mundo va hablando por el móvil, porque está abriéndose hueco. Por eso en el tren, en el avión, en un café, la gente está ensimismada en la pantalla de su ordenador. Está abriéndose hueco. Antes, o se caía de pie en el hueco o se lo abría uno a codazos, ahora hay otros métodos más sutiles, el mundo ofrece otros matices. Y cuando no estamos haciéndonos hueco, estamos en el gimnasio, hay que estar en forma para adaptarnos a los nuevos tiempos. La crisis es económica, ya hemos hablado de eso hasta la saciedad, pero la crisis también podría deberse (y digo podría porque no soy socióloga) a que la forma de vida ha cambiado y no hemos tenido más remedio que volvernos muy activos. La piscina de mi barrio está hasta los topes de ancianos que cuando terminan de nadar como fieras se van a sevillanas, clases de informática, a recoger a los nietos del colegio. Sobre todo, hay una señora que no sé cómo se las arregla para llegar hasta allí con las muletas.
Hoy en día, en cualquier casa, por poco intelectual que sea la familia, habrá una colección de novela negra, otra de aventuras y libros que ni se sabe cómo han llegado. Por eso me parece esencial que el aula ofrezca lecturas que de otra manera se nos habrían escapado. Al contrario de lo que piensa mucha gente (por considerarlo disuasorio para el delicado lector), creo que el colegio, el instituto, la universidad tiene que ofrecerle al estudiante el Lazarillo, el Quijote, la Celestina, Garcilaso de la Vega, Las Rimas de Bécquer, Los episodios nacionales y todos esos libros y autores que de otra manera no conocería. El reto consiste en cómo presentarlos, como amigos cercanos o como momias, como materia de examen o como ese lugar donde al chico o chica le van a contar lo que no le cuenta la televisión, lo que ni siquiera el cine se atreve a contarle.