La mejor noticia del discurso sobre el estado de la Nación de Bush, en el que no ha habido nada de nuevo, es que es el último de uno de los peores presidentes que ha tenido EE UU. Le queda ya menos de un año en la Casa Blanca, pero con suficientes poderes para seguir cometiendo errores de bulto, y meter a EE UU y al mundo en nuevos líos. Podría, por ejemplo, ordenar atacar Irán, aunque no parece que lo vaya a hacer. Ya es un pato cojo, un presidente sin gran capacidad real, con un Congreso de signo opuesto. Aunque por muy cojo que resulte, avisó a los legisladores de que no le manden ninguna subida de impuestos, pues la vetaría. Pero quiere sacar adelante, por consenso, el paquete de estímulo fiscal.
Quizás la expresión más significativa del discurso de Bush es, junto al reconocimiento de la "incertidumbre" económica, sea la de los "asuntos no concluidos" (unfinished business). Pues en ella se encierra la herencia que le deja a su sucesor o sucesora: unas cuentas del Estado deficitarias (que él asumió con superávit), una economía en graves dificultades, una reforma del sistema de sanidad, y, sobre todo, una guerra de Irak sobre la que, pese a los últimos progresos, ni siquiera se atreve a hacer cálculos el comandante en jefe, a la espera de las recomendaciones del general David Petraeus. Esta vez, este Bush en su final ha sido más prudente, no se ha a atrevido a hablar de "victoria" ni de "misión cumplida", pues "los enemigos" aún "no ha sido derrotados".
Bush permanece en el discurso de la dureza (contra la inmigración) y del miedo que adoptó a partir del 11-S, atentado que cambió el rumbo de su presidencia. Las palabras más citadas (23 veces) en este discurso han sido la de "terror", "terrorismo" y "terrorista", que definen lo que de forma simplista llama "la lucha ideológica del siglo XXI". Está por ver si su guerra contra el terrorismo ha contribuido a reducir la amenaza o ha acabado por alimentar a la hidra.
Mas ¿quién escucha a Bush a estas alturas, cuando sus popularidad está por los suelos? Sus conciudadanos, y gran parte del mundo externo, están más pendientes de lo que ocurre en las primarias para saber quién podrá salir elegido nuevo presidente el 4 de noviembre. Tanto que aunque los senadores Hillary Clinton y Barack Obama acudieron a escuchar al presidente en Washington, el también senador republicano John McCain prefirió seguir haciendo campaña en Florida. El discurso sobre el estado de la Unión de Bush ha sido un mero paréntesis entre dos primarias.
