Andrés Ortega
La semana pasada el Iraq Family Health Survey (IFHS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaron una estimación de los muertos por violencia en la guerra de Irak desde la invasión en 2003 hasta finales de 2006: entre 104.000 y 220.000, o 151.000 por fijar una cifra intermedia. Otros dan menos. Iraq Body Count entre 80.621 y 88.044. A final de 2007 se habría vuelto a los niveles de 2005, tras estos dos años terribles. The Lancet llegó incluso a finales de 2006 a la cifra de 655.000 por encima de lo que sería una mortalidad normal, es decir, como causa de la muerte. Un 56%, de disparos, lo que significa que al menos en esa época, 500 personas eran ejecutadas cada día. Probablemente, esta cifra se mantiene alta.
Otra Organización Just Foreign Policy va incluso más lejos, y ayer ya daba la cifra que revisa a diario de 1.168.058 muertos, con unos cálculos más que discutibles, pero a estudiar, que de ser verdad, como ellos mismos dicen eclipsarían el genocidio de Ruanda. El primer estudio citado y algunos de los demás están basados en muestreos a familias. En realidad no se sabe cuantas muertes ha provocado la invasión y la consiguiente guerra. Probablemente se descubrirán cadáveres durante muchos años después de que termine esta guerra, si es que alguna vez termina.En todo caso, es no sólo una guerra, sino un desastre humanitario.
Mientras, los muertos del ejército americano están muy contados (3.923 a día de ayer), La guerra moderna y posmoderna se caracteriza por parte occidental por no tener ya soldados desconocidos. Todos acaban por recuperar una identidad. Vietnam fue la primera guerra de este tipo. No así los países del tercer mundo donde las víctimas caen por centenares en un terrible anonimato.