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Resistes certámenes, tarjetas, concursos…

Por 17 de febrero de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Los años pasan y Rubén Darío sigue envuelto en un inefable halo de cursilería. Cuando murió hace cien años, sus funerales fueron una verdadera puesta en escena elaborada por manos candorosas, que no dudo querían sinceramente rendirle el mejor de los homenajes, despreciando toda sobriedad. Fue velado en el paraninfo de la Universidad por varias noches, y cada vez se le vestía de manera diferente: de peplo griego coronado de mirtos, de uniforme diplomático, de frac de gala, como el maniquí de una tienda de elegancias.

Cuando un repasa las fotografías que entonces tomó el maestro Cisneros, puede contemplar el desfile del cadáver de uno a otro lugar en León, del municipio a la catedral, de la catedral de vuelta al paraninfo, hasta la procesión final el día en que fue sepultado al pie de la estatua de San Pablo, mientras tanto el cerebro que le había sido extraído seguía siendo objeto de una oscura disputa.

Ningún tribuno, abogado, político o poeta le ahorró un discurso en las esquinas, en lo alto de las aceras, o subido a una silla, y la peaña funeraria, donde Rubén yacía al descubierto, avanzaba precedida por carrozas cargadas de canéforas, bacantes que regaban flores marchando en cuadrillas, una musa y sus tres gracias adelante, la guardia militar de honor enviada por el gobierno de Adolfo Diaz, en plena intervención militar extranjera, los representantes de los poderes del estado vestidos de rigurosa etiqueta en el calor de infierno, y los gremios profesionales y de artesanos marchando con sus estandartes a la cabeza.

Poco o nada ha cambiado desde entonces. El lenguaje del decreto presidencial, declarando este año de 2016 como el "del sol que alumbra las nuevas victorias", y firmado "en el país del sol", nos recuerda esta pertinacia, con su lenguaje ditirámbico y exaltado. Y otra vez la celebración "municipal y espesa", la elección de la musa dariana como un certamen de pasarela, los concursos, las recitaciones, las danzas folclóricas; todo lo que despreció en su Letanía de Nuestro Señor don Quijote, si saber que terminaría siéndole aplicado a él mismo:

 

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias
antiguas y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Mientras tanto su poesía sigue lejos del verdadero conocimiento público. Las ediciones de sus libros son escasas y esporádicas, y no existe una pedagogía dariana, clara y sencilla, para explicarlo ante los jóvenes y enseñarles a distinguir la paja del centeno en su poesía, que no se limita a La Sonatina, Los motivos del Lobo, y A Margarita Debayle. Abrir al conocimiento sus cuentos, que fueron también renovadores, y a sus crónicas de prensa, que revolucionaron el periodismo.

Aún no se empieza con la tarea de la edición de sus obras completas, que debería ser una inversión del estado, igual que en Cuba se editaron las de José Martí, como fruto del trabajo de un equipo de especialistas.  Pero al menos debería empezarse con una colección de sus libros de amplia circulación y precio modesto, que lo haga entrar en cada hogar y quedarse a vivir allí, como un huésped con quien la familia puede conversar en amena tertulia cada día.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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