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Museos de bolsillo

Por 14 de enero de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

A lo largo del siglo XVII tuvo lugar un curioso episodio: las colecciones particulares de objetos fueron sustituidas por imágenes de esas mismas colecciones. Fue un momento que tiene similitud con el actual. Me explicaré.

Las colecciones renacentistas de objetos se conocen como "gabinetes de curiosidades" o "cámaras de maravillas" (wunderkammern) y eran extravagantes almacenamientos de fenómenos animales, vegetales o minerales, y toda suerte de artificios de extrema rareza como autómatas o relojes con figuras. Durante el Barroco estas cámaras y gabinetes crecieron de forma desmesurada y ocuparon espacios tan substanciales como el Castillo de Praga, con la colección del emperador Rodolfo II de Habsburgo. En esta nueva etapa, un ordenamiento más racional de las curiosidades suponía cierta voluntad científica incipiente, en muchos casos impulsada por las rarezas que traían consigo los exploradores del continente americano o de las islas del Pacífico.

No obstante, en la segunda mitad del siglo XVII se produjo un fenómeno en verdad sorprendente que ha sido estudiado por José Ramón Marcaida en Arte y ciencia en el barroco español (Marcial Pons) con notable erudición: la invasión de imágenes que representaban imágenes. Aunque la novedad fue universal, Marcaida privilegia el caso español. En el Museo del Prado, por ejemplo, hay magníficos ejemplos de lo que él señala: Las ciencias y las artes, de Stalbemt, o la serie sobre los sentidos corporales de Jan Brueghel el Viejo, son piezas supremas de este tipo de pintura.

Porque lo que subraya Marcaida es una primera y arcaica desmaterialización de los objetos, un primer intento de suprimir lo sólido, una primera abstracción de lo que más tarde se llamarán mercancías. Ello es que en algunos gabinetes de maravillas aparecieron pinturas que representaban justamente gabinetes de maravillas. Esa duplicación tiene relaciones muy interesantes con las primeras acumulaciones de bienes y riquezas, la intensa actividad de los grandes bancos nórdicos y sobre todo la conciencia de que el tiempo ya no era el recto camino a la salvación, sino, llanamente, una carrera hacia la muerte.

La relación entre las primeras grandes acumulaciones de riqueza material y la conciencia aguda de nuestra aniquilación es bien conocida desde Max Weber. En las mansiones burguesas aparecían deslumbrantes copas de plata y cristal, montañas de monedas de oro, joyas trabajadas por orfebres colosales, pinturas, estatuas, en fin, valiosos objetos que la muerte se iba a llevar consigo a la tumba del propietario. Por una parte, los cuadros desmaterializaban esas riquezas con bodegones, naturalezas muertas, vanitas, pinturas de gabinetes, pero, por otra, la reacción religiosa rechazaba la riqueza privada por pecaminosa. Un doble juego de opuestos y complementarios.

También nosotros llevamos en nuestros teléfonos, tabletas y demás artilugios una colección desmaterializada, no de objetos, sino de personas. Cada uno tiene su propio museo de amigos, ídolos, amantes, hijos o parientes convertidos en figuras de gabinete electrónico. De nuevo estamos en un tiempo de acumulación de mercancías incluso entre los pobres, de atesoramiento desmedido, de obsesión material, de terror a la muerte y de una religiosidad difusa, ahora llamada "política", que condena la riqueza… de los demás, claro.

 

Artículo publicado en El País. 

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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