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Los noventa años de Ernesto Cardenal

Por 7 de enero de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Ernesto Cardenal cumple noventa años en este mes de enero. La naturaleza narrativa de su poesía, que la acerca a las fronteras de la prosa y no pocas veces traspasa esas fronteras, es lo que se ha dado en llamar exteriorismo, un término que puede prestarse a confusiones pues parecería negar la dimensión íntima que esta poesía tiene.

Lo que Ernesto hace es utilizar los elementos del mundo exterior, ese que creemos visible y palpable, para trasegarlos hacia la intimidad y hacer que nos hablen al oído y nos enseñen que aún lo más prosaico posee un misterio. Una poesía, que se aleja de la abstracción para acercarnos a las emociones, y tiene una memoria visual.

Desde entonces se encamina ya hacia la poesía narrativa, y así llegará en 1957 Hora 0, relato de las dictaduras tropicales de Centroamérica en tiempos de las repúblicas bananeras. Y desde ese registro que se puede ver y tocar, pasará en Gethsemani Ky, publicado en 1960, a darnos el relato en contrapunto de su vida de novicio en un monasterio trapense de Kentucky. A partir de allí empezará a vivir una religiosidad a fondo que con el tiempo lo llevará al terreno del misticismo liberador y al compromiso político desde la fe.

Luego vendrán sus Epigramas, publicados en 1961. Entre ellos figuran algunos de sus poemas más populares, sobre todos los de tema amoroso, de ingeniosa precisión.

Abandonó el monasterio trapense, pero continuó sus estudios sacerdotales y fue ordenado en 1965, cuando fundó la comunidad cristiana del archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua.

De este tiempo son los Salmos, escritos en el tono admonitorio de los del Antiguo Testamento, pero llevando los suyos a los asuntos de la vida moderna: la opresión, los sistemas totalitarios, el genocidio, los campos de concentración, las amenazas del cataclismo nuclear, la inmoralidad del poder económico.

La muerte en 1962 de Marilyn Monroe, uno de los íconos del siglo veinte, inspiró uno de sus poemas más famosos. Esta elegía cuenta la vida de la muchacha que como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine, y abre una profunda reflexión sobre la fabricación de los ídolos del espectáculo a costa de los propios seres humanos elevados a los altares de la fama.

Luego vendría en 1966 El estrecho dudoso. Apegándose a la letra de las crónicas de Indias y los documentos administrativos de la corona, y a la vez iluminándolos, revive episodios de la conquista fijados alrededor de la obsesión por el estrecho dudoso, el paso hacia la mar del Sur buscado tan afanosamente desde entonces, asunto pernicioso que ha tenido mucho que ver con la historia de Nicaragua, donde la ambición por el canal interoceánico sigue causando estragos.

Su compromiso con los pobres, y por la liberación, iba en la comunidad de Solentiname más allá de las palabras. Cuando en octubre de 1977 los guerrilleros atacaron varios cuarteles militares, entre los que participaron en el asalto a la guarnición de San Carlos, un puerto ubicado en la confluencia del Gran Lago con el río San Juan, se hallaban los muchachos de la comunidad campesina de Ernesto.

Al sobrevenir el triunfo de la revolución en 1979 fue nombrado Ministro de Cultura, y entró en conflicto con el Vaticano que exigía su renuncia, igual que la renuncia de los demás sacerdotes que ocupaban cargos en el gobierno. Cuando el papa Juan Pablo II visitó Nicaragua en 1983, se hizo célebre la fotografía del momento en que, con el dedo alzado en señal de admonición, el pontífice reprende a Ernesto.

Permaneció en ese cargo hasta 1987, cuando renunció, en medio de amargos conflictos con Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. En La revolución perdida, el tercer tomo de sus memorias, que apareció en 2004, puede leerse su juicio, que es también profético por implacable, sobre quienes malversaron aquel proceso en el que él se comprometió a fondo, desde su fe y desde sus convicciones espirituales.

En adelante su escritura comenzará a dar ese vuelco trascendental que lo lleva hasta el Cántico Cósmico, de 1989. Es cuando alcanza las alturas de la poesía mística, esa comunicación solitaria con la divinidad que se convierte en una relación de pleno erotismo, el alma que se acopla con su creador en el más exaltado de los gozos, tal como San Juan de la Cruz y Santa Teresa.

Es esta visión monumental, donde todo se funde y se condensa, junto a la mística como íntima vivencia personal del poeta entra la exploración científica de los cielos, y entran también los recuerdos de su propio pasado, la vieja Granada de su infancia, las muchachas que amó en la adolescencia, los episodios de su juventud.

Un gran final de fiesta que funde los misterios de la creación y los de la existencia, el cosmos y el microcosmos, y va de los agujeros negros a la célula, de las galaxias perdidas a los protones, y la mirada mística busca en el Creador la explicación de todas las cosas, amor, muerte, poder, locura, pasado y futuro, formas todas de la eternidad.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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