Sergio Ramírez
Las numerosas reformas a la Constitución Política de Nicaragua propuestas por el partido oficial, serán aprobadas sin duda de manera abrumadora, porque abrumadora es su mayoría en la Asamblea Nacional.
Será una extraña mescolanza de principios jurídicos tradicionales y de inserciones curiosas. Allí estarán los eslóganes oficiales que vemos desplegados constantemente en vallas gigantescas, en las pantallas de televisión, y aún en los membretes de los documentos burocráticos: ideales socialistas y valores cristianos, el amor al prójimo y la reconciliación entre hermanos de la familia nicaragüense, integrada en la red benefactora de los Consejos de Familia que pasan a ser constitucionales.
Se establece que "El bien común supremo y universal, condición para todos los demás bienes, es la misma Tierra, que es nuestra Gran Madre; ésta debe ser amada, cuidada, regenerada y venerada". Dejemos de un lado la prosa. Entendamos nada más que viviremos en una sociedad donde el cristianismo se mezcla con el panteísmo.
Un régimen que además será corporativo, pues las cámaras de empresarios, serán "parte de los mecanismos de democracia directa", todo lo cual desemboca en el funcionamiento de Consejos Corporativos, donde los representantes de empresarios y sindicatos se sentarán con los del Poder Ciudadano, otra entidad que pasa a ser constitucional, para la "búsqueda del bien común".
Si antes la Constitución prohibía que los miembros del ejército y la policía ejercieran cargos públicos, ahora lo permitirá, con lo que el nuevo estado viene a asentarse en una alianza del partido oficial, las cámaras empresariales, el ejército y la policía, evidencia de que los llamados partidos históricos, liberal y conservador, son dados por enterrados y no se les necesita como parte del nuevo consenso corporativo.
En tiempos de consolidación de su poder, Ortega se valió de un pacto con el jefe liberal Arnoldo Alemán para reformar la Constitución y rebajar el porcentaje de votos necesarios para ser electo. Hoy eso ha pasado a la historia. El pluralismo político subsiste en la letra de la Constitución, pero nada más en la letra, mientras le llega el turno de desaparecer.
Será por eso que se suprime la disposición mediante la cual los partidos que pretenden el restablecimiento de todo tipo de dictadura o de cualquier sistema antidemocrático, pierden su legitimidad. La preeminencia de la defensa de la democracia, como asunto de principios, pasa a ser obsoleta.
Las redes de Internet, y la emisión y transmisión de datos, quedan bajo el control del estado; el almacenamiento de datos de las redes digitales sólo puede hacerse en territorio nacional; y "el espectro radioeléctrico y satelital que incida en las comunicaciones nicaragüenses será controlado por el Estado". Nadie podrá tampoco instalar su propio canal virtual desde su computadora, o hacer emisiones de voz, sin previo permiso.
Y como la democracia viene a volverse prescindible, es que se anulan los espacios de libertad en las comunicaciones electrónicas. Para someter las emisiones de Internet, lo que se emite en las redes sociales, lo que se escribe en los blogs, deberá organizarse necesariamente algo así como una ciberpolicía, que perseguirá a quienes, huyendo del ojo del Gran Hermano, se refugien en las nubes virtuales, que quedan prohibidas.
Toda la felicidad cristina, panteísta y corporativa que se nos promete, no se conseguirá sin la mano benefactora y perpetua de Ortega, quien podrá reelegirse las veces que se presente a elecciones, ya que en su beneficio se suprime esa estorbosa prohibición.
Si se me pidiera elegir un término para definir este escenario, sería el de indefensión. En las sociedades democráticas los cambios constitucionales son siempre el resultado de grandes consensos, y esta mezcolanza inconsulta viene a ser impuesta desde arriba por una voluntad omnímoda. Tampoco las instituciones pueden detener la mano que las impone, porque no funcionan sino como brazos del poder único.
El autoritarismo, con cartas marcadas, sienta a jugar a la democracia una partida amañada, y por supuesto se la gana. Nicaragua será regida por la constitución de un partido, no de un país.