
Sergio Ramírez
Una tempestad de vituperios se ha desatado desde los medios de comunicación bajo control del gobierno de Nicaragua, en su contra de Carlos Mejía Godoy, el gran cantautor nicaragüense, por su decisión de vetar el uso de sus canciones para la propaganda oficial, en las que son usadas abundantemente porque evocan a la revolución de la que ahora sólo quedan ruinas, y que desde las alturas del poder se presenta como intacta, en un perverso juego de simulaciones.
Carlos, a quien se ha sumado su hermano Luis Enrique, cantautor también, explica su actitud: "En el contexto dramático que vive nuestro pueblo, amenazado nuevamente con otra dictadura familiar, réplica sórdida de la tiranía de los Somoza, no puedo permitir que mis canciones, inspiradas precisamente en el sacrificio e inmolación de miles de hermanos nicaragüenses, sirvan de fondo musical, para continuar -desde las tarimas enfloradas- la tragicomedia más vergonzosa de los últimos años".
No puede haber otra ofensa más graves para el matrimonio Ortega, dueño absoluto del poder, que el cantor mismo de la revolución les niegue su música, y al mismo tiempo les niegue la condición de revolucionarios que cada día proclaman en sus dilatados discursos. Y ha sido claro en decir que no quiere dinero, porque su música no está en venta para propaganda oficial. Solamente quiere que no se use.