
Sergio Ramírez
Cuando a comienzos del siglo veinte Madruga, el personaje de La república de los sueños, se escapa a los trece años de su hogar campesino en Sobreira, una olvidada aldea de Galicia, para subir en el puerto de Vigo a un barco que lo llevará al Brasil, está iniciando la aventura de un transplante que nunca se dejará consumar. Y desde el principio habrá de acompañarlo Venancio, otro emigrante adolescente que a lo largo de la narración actuará como la propia conciencia del ambicioso Madruga: mientras Madruga despliega su ingenio e hinca su garra para hacerse rico, y cumplir su parte del sueño americano, Venancio desprecia la riqueza, y coloca siempre a su inesperable amigo de toda la vida frente al espejo moral.
Las raíces de Madruga, escalando sin tregua en medio de los avatares de la vida política del Brasil, son demasiado profundas y poderosas como para que permitan ser arrancadas, y lo que empieza como una huida terminar siendo un regreso constante. Del otro lado del mar Atlántico lo estarán llamando todo el tiempo los antepasados en la voz del abuelo que sigue en la distancia contándole las historias que componen la tradición gallega, una tradición de siglos. Y sin esas historias no se puede ser, ni se puede vivir.