
Sergio Ramírez
Cerca del diario La Prensa en la carretera Norte se hallaba la compañía Plasmaféresis de Nicaragua S.A, parte del imperio económico y comercial del dictador Anastasio Somoza. La singular empresa compraba la sangre a la gente más miserable, que hacía cola cada mañana frente a sus puertas, procesaba la sangre y la exportaba a Estados Unidos y otros mercados en forma de plasma. La familia Somoza tenía negocios de mataderos de reses, curtiembres, destaces de cerdos, fábricas de embutidos, de zapatos, de tejidos, de cemento, de materiales de construcción, fincas de café y ganado, pesquerías. Uno podía ir de la a la Z, por orden alfabético, y siempre encontraría una empresa de los Somoza. (La X quedaba reservada para los negocios ocultos).
Pero ninguno negocio era odiado tanto como Plasmaféresis, por su carácter vampiresco. Además, se corría ya el rumor de que el socio de Somoza en aquella empresa, el cubano Pedro Ramos, se hallaba comprometido en la conspiración.
De modo que aquella noche en que Pedro Joaquín Chamorro era velado, la multitud rodeó las instalaciones de la empresa, y le prendió fuego, con lo que empezó un motín a lo largo de toda la carretera Norte, y decenas de otras empresas, no pocas de ellas ajenas a la familia Somoza, fueron saqueadas y destruidas. Allí empezaba la insurrección que ya no pararía hasta el 19 de julio de 1979.