Sergio Ramírez
Rogelio García Lupo, un periodista ejemplar que acaba de recibir en Monterrey el Premio de la Fundación Iberoamericana de Periodismo que preside Gabriel García Márquez, puede contarnos una historia diferente en lo que hace el amor desmedido por los libros.
Le pasaba lo mismo que a mi amigo de España, ya los libros no cabían en su apartamento de Buenos Aires. Pero aquella no era una relación clandestina, sino compartida con su mujer. Así que empezaron a discutir lo que podían hacer frente a aquella invasión cada vez más creciente. ¿Más estantes? Ya no cabían más estantes. ¿Donar una parte? Tal vez, pero cuando se pusieron a hacer una selección, todos los libros terminaron por volver a sus sitios de siempre, viejos conocidos a los que no podía negarse asilo.
Entonces, se les ocurrió que no había mejor remedio que dejar el apartamento a disposición de los libros, y buscarse ellos otros sitio donde vivir. Así que encontraron un nuevo lugar a unas seis cuadras del que ahora quedaba por entero a sus huéspedes, y hacia allá se mudaron. Ahora los visitan todos los días, ven cómo están, los acomodan un poco, les sacuden el polvo, y luego se sientan a leer. Cumplida la visita, se despiden, apagan la luz, y hasta mañana.