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Las guerras de Oriente

Por 20 de noviembre de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Si he de ser sincero, no podría explicar los cambios tan acelerados que se han producido en el arte de la guerra estos últimos dos siglos. A veces uno tiene la impresión de que su degeneración data del derrumbe provocado por la carnicería de la Primera Guerra Mundial, rematado por los alemanes durante la Segunda. Una vez reducidos a escombros todos los principios mantenidos a trancas y barrancas por la sociedad estamental, ya fue imposible recuperarlos, de modo que las campañas militares americanas han sido un desastre desde Vietnam hasta Irak, no por falta de capacidad bélica, sino por crasa ignorancia. Que el conocimiento sea un factor esencial en la guerra, me parece un poco desconcertante.

Como en una película a cámara rápida puede uno retroceder a la colonización británica de oriente medio y a la figura del coronel Lawrence como ejemplo supremo para constatar que todavía quedaban soldados capaces de comprender lo que les separaba y unía con los árabes. Gente que nunca emprendería una acción bélica sin conocer antes intensamente el lugar que iban a pisar y la gente con la que se las iban a tener.

Un poco antes, la cinta nos haría ver a Napoleón en 1798, cuando todavía era Bonaparte, durante la campaña de Egipto, una de las primeras invasiones propiamente coloniales. Tomo los datos de Sudhir Hazareesingh. El joven general viajó acompañado por un séquito de ciento sesenta sabios. En los siguientes seis meses organizó los servicios sanitarios, estableció el correo postal, racionalizó el cobro de impuestos, un grupo de geógrafos estableció la primera cartografía del territorio, sus arqueólogos descubrieron la canalización que unía por vía fluvial el Nilo con el Mar Rojo, obra de Ramsés II, los grabadores y dibujantes prepararon los gigantescos álbumes de bajorrelieves con los que todavía trabajó Degas cuando era estudiante de Bellas Artes, y así sucesivamente.

Por cierto que tuve ocasión de ver esos álbumes en la Bodleian gracias a Jean Seznec. Eran tan grandes y pesados que debían manejarlos dos personas. La belleza de las láminas es indescriptible y la línea no había perdido absolutamente ninguna definición, ni se había atenuado el cromatismo. Según me dijo Seznec, sólo se conocen seis ejemplares localizados en bibliotecas públicas. Es posible que queden otros tantos en colecciones privadas.

A pesar de que Bonaparte no pudo mantener tan benéfico principio durante mucho tiempo, desde su llegada había establecido (y así lo escribió a sus colegas revolucionarios de Toulon) que: “Le militaire qui signe une sentence contre une personne incapable de porter les armes est un lâche”. Ciertamente, éste era el Bonaparte que ganó el corazón de Stendhal, no el Emperador que todo el mundo aborreció y que es uno de los inventores de la guerra totalitaria y las masacres de civiles como la de Jafa.

Me parece escandaloso que en esa raquítica alianza de civilizaciones que se ha inventado el gobierno español, sólo aparezcan recomendaciones como la producción de películas con protagonista árabe positivo y otras majaderías. No sólo se acude a lo más ramplón de la cultura occidental, sino que ese plan preparado por cien talentos está escrito desde una evidente, humillante y estúpida conciencia de superioridad sobre aquellos con los que pretende aliarse.

Ese plan ni siquiera es Disney. Es “Garbancito de la Mancha”, aquel intento de españolizar a Disney desde una corrala.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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