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Illuminati y reptilianos

Por 29 de julio de 2024 Sin comentarios

Sergio Ramírez

Estamos llegando al primer cuarto del siglo veintiuno, cuando el tren de la ultra modernidad pasa tan raudo que mis ojos, acostumbrados a los resplandores más modestos del siglo veinte que ya ha muerto hace tiempo, apenas alcanzan a vislumbrar el destello de sus ventanas encendidas.

La inteligencia artificial que resuelve teoremas y compone sonetos, robots humanoides, avatares holográficos, drones asesinos, ataques cibernéticos capaces de paralizar el mundo, multimillonarios que se pagan paseos por el espacio ultraterrestre.

Todo estaba, de alguna manera, en las historietas cómicas que devoraba de niño hasta la madrugada, la cabeza cubierta por la sábana y alumbrándome con un foco de mano para que mi madre no advirtiera mi desvelo vicioso: de Titanes Planetarios a Viaje a Mundos Desconocidos, a El Capitán Ciencia, donde abundaban los platillos voladores y los marcianos de color verde y cabeza de medusa, con poderes de convertir en zombis a los ciudadanos de poblaciones enteras, y a la más inocente de las amas de casa en su agente secreto.

 Pero que los dibujos planos de las historietas cómicas pasaran un día a tomar volumen en el mundo de la política, y aquellas fantasías llegaran a encarnar formas de ganar poder, no se me llegó a ocurrir nunca entonces; y aún me cuesta creerlo ahora, cuando las utopías de ayer son distopias hoy. Fantasías con clientela electoral.

Ganan asientos en los parlamentos los buleros, fabricantes de fakenews, los cosplayers, los influencers charlatanes, los fanáticos antivacunas. Toda la amplia y variada gama de conspiracionistas. Establecen como categoría ideológica la fantasía que apela a la ignorancia, y a la duda de los ignorantes, y sus fans y seguidores en las redes sociales se convierten en votantes, capaces de elegirlos.

Abundan los ejemplos, pero usaré solo uno: el de Lilia Lemoine, electa en Argentina diputada por La libertad avanza. La tierra es plana, sostiene. Y la cito textualmente: “¿Por qué los gobiernos del mundo quieren ocultarle a la humanidad que la Tierra es plana y que hay una gran pared de hielo que la circunda?”; por esa razón no hay vuelos comerciales sobre el océano Pacífico. ¿Surgirán, ahora, como contrapeso, los terraesferistas?

Gracias a sus méritos científicos, fue nombrada primera secretaria de la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en la Cámara de Diputados. Pero no sólo afirma que la tierra es plana; tampoco cree que el hombre haya llegado nunca a la luna, otra conspiración en la que, como en tantas otras, están envueltas sectas secretas que pretenden dominar el mundo, y controlarnos. Como los esqueletos malvados contra los que luchaba El Capitán Ciencia.

Para los tiempos en que leía historietas cómicas, también circulaba entre los adultos un folleto con una estrella de David en la portada, Los protocolos de los sabios de Sión. Estaba lejos de llegar a existir la Internet y los bulos había que leerlos en papel, pero este folleto de autor anónimo, que justificaba el genocidio, seguía teniendo adeptos conspiranoicos después del exterminio de los judíos en los campos de concentración. Sólo estoy cruzando recuerdos.

Mis historietas cómicas no llegaban tan lejos. Yo diría que se trataba de extraterrestres bastante más inocentes. En las de hoy, que difunden las redes para miles de adeptos crédulos, las sectas que se disputan el poder mundial están entregadas a una guerra oculta feroz, los Illuminati y los Reptilianos, pero son capaces de aliarse para conseguir sus malvados fines. Barack Obama, por ejemplo, no es mas que un reptil llegado de una lejana galaxia para disfrazarse de humano. Y lo mismo la reina de Inglaterra, que según la teoría Quanon, murió en verdad muchos años antes, ejecutada por sentencia de un tribunal militar que la halló culpable de la muerte de la princesa Diana, y sólo siguió existiendo como avatar generado por ordenadores. Cuánta envidia hubieran sentido los olvidados guionistas de aquellos comics del siglo pasado.

Pero no es un asunto sólo de historietas cómicas. La diputada Lemoine aseguró el año pasado que presentaría una ley que permitiera a los hombres renunciar a la paternidad. O sea, repudiar a un niño no deseado. Si defender que la tierra es plana nos lleva dos mil años atrás, la legitimación de la paternidad no deseada nos devuelve al menos a la edad media.

Los conspiracionistas forman una amplia gama ideológica en la que militan con rabioso entusiasmo homófobos, antifeministas, xenófobos, antinmigrantes, racistas, lo cual da peso y sustancia a la extravagancia de sus fantasías, que hacen palidecer las historietas de mi infancia. Una eficaz amalgama que se convierte en el virus más letal que circula por los entresijos de las redes sociales, toda una cosmovisión patas arriba, según los propios ideólogos conspiranoicos.

Una especie de Protocolos de los sabios de Sión elevado a su enésima potencia, y capaz por lo tanto de sembrar odio racista, división, misoginia, machismo, desprecio a los mujeres y a los homosexuales, en medio de fantasías de tercera clase que, por el momento, se convierten en votos y otorgan poder político.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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