Rafael Argullol
Trato de liberar a la mariposa amarilla
que ha quedado atrapada en la alambrada.
Rota una de sus alas, el polvo como de oro
riega el sucio hierro oxidado.
Ya en mi mano, intenta reemprender el vuelo.
No puede, ni podrá, y, de súbito,
percibo que aquí se concentra
todo el dolor del universo.
No me entendáis mal:
sé que es mucho peor el hambre y la violencia
que en este mismo momento sufren tantos hombres.
Pero eso son sólo pensamientos,
mientras la mariposa herida en mi mano
es, creedme, pura vida.