Rafael Argullol
En Sicilia cada ruina
alimenta su propia higuera,
como si los héroes,
dormidos todo el año,
despertaran en septiembre
para recoger los frutos
y alegrarse con la lluvia,
antes de regresar a ese sueño seco
-quizá estéril,
o acaso eternamente postergado-
al que fueron condenados
por poetas que hicieron al hombre
más fuerte de lo que es,
y menos cobarde y necio
de lo que acostumbra a demostrar.
Luego, al llegar el otoño,
consolados por la tierra húmeda
y el dulce sabor rojo,
los héroes retornan a su muerte.