Rafael Argullol
¡Guionista de mis sueños!:
¿cómo podría atraparte, desenmascararte
y, conocida tu enigmática identidad,
juzgarte -como llevas años
haciéndolo tú conmigo-,
acusarte de tus delitos y delirios,
y, si es necesario, ejecutarte?
De lo que no puedes dudar, guionista,
es que en el veredicto
serías declarado culpable
de concebir desvaríos abominables,
de tender trampas
donde se precipitan la sensatez y la mesura,
de adornar la existencia
con el altar barroco de los vicios.
Serías condenado, guionista.
Aunque también debo reconocer
que, tú como director y yo como actor,
hemos pasado juntos momentos muy felices.