Rafael Argullol
El olvido
nunca es absoluto.
Antes o después,
con un vigor que nos asombra y desconcierta,
aflora lo subterráneo,
resucita lo muerto,
e incluso aquello que el terror destruyó,
con la negra promesa
de que no quedaría piedra sobre piedra,
cede el paso a un joven tallo
que los años esculpirán como venerable higuera.
Lo olvidado,
lo que ni siquiera sabíamos que existía,
golpea nuestra desmemoriada conciencia
para obligarnos a nacer de nuevo
entre mundos renacidos.
El fuego arrasa,
las cenizas procrean.