Vicente Verdú
Los lamentos poseen
una huella infantil.
Son demasiado líquidos
y endebles para pertenecer
a la vida adulta.
El lamento es del perro,
el lactante,
el viento.
También pertenecen
al mendigo desahuciado
y al quemado tras las llamas.
De la muerte
no nos lamentamos
si no es por ignorancia infantil.
Lametones imposibles
del infante ante lo imposible.
Aullamos, en fin,
como sujetos de muerte.
Nos lamentamos disminuidos,
acobardados